Las evidentes diferencias entre hablar y golpear

Por. Lisandra Fariñas Acosta

Las consecuencias del maltrato infantil van, entre otros, desde los patrones de baja autoestima, miedo de realizar actividades nuevas, insomnio y tendencia a interrupciones en su estabilidad vivencia.

Al maltrato infantil, “ese fenómeno invisibilizado” muchas veces a nivel social e incluso familiar, y que afecta, alertábamos, a un inimaginable número de niños en el mundo, dedicábamos la columna anterior Las evidentes cicatrices de golpes ocultos.

Hacíamos mención entonces, de acuerdo con el criterio de expertos, que el tipo de maltrato más frecuente en las edades más tempranas es la negligencia o el abandono físico; y en la adolescencia, el maltrato emocional a través de palabras, gestos, apatía e imposición de criterios.

Las consecuencias van, enfatizaban los es­pecialistas, desde los patrones de baja autoestima, incapacidad para confiar en otros, conducta agresiva, retraimiento, miedo de realizar actividades nuevas, problemas escolares, hiperactividad, insomnio, abuso de drogas o de alcohol y tendencia a interrupciones en su estabilidad vivencial, su sentido de comunidad y estructura familiar.

A partir de los comentarios recibidos por los lectores, muchos de los cuales iban dirigidos a cómo fomentar una educación en nuestros menores que redunde en un mejor comportamiento del niño o niña, les ofrecemos en este espacio algunas premisas al respecto.

¿Disciplina o castigo? Un interesante artículo que aparece en el sitio web Prevención del maltrato infantil, de la Red de Salud de Cuba, In­fomed, expone acertadamente que “la disciplina en los niños implica impartirles formación y ayudarlos a desarrollar un criterio, la conciencia de unos límites, el autocontrol, la autosuficiencia y una conducta social positiva”.
El texto comenta que frecuentemente la disciplina es confundida con el castigo,“particularmente entre los cuidadores, que se valen del castigo corporal para corregir y modificar el comportamiento del niño”, y enfatiza en que hay marcadas diferencias entre uno y otro concepto.

“Las estrategias de disciplina positiva reconocen el valor personal de cada niño. Su finalidad es reforzar su fe en sí mismo y su capacidad para comportarse adecuadamente y para entablar relaciones positivas”, explica el citado artículo.

Justamente muchos entendidos en esta ma­teria defienden que para una crianza adecuada, la clave está en la “disciplina positiva”, una filosofía del psicoterapeuta austríaco Alfred Adler y el psicólogo estadounidense Rudolf Dreikurs, que promueve alternativas para tratar a los ni­ños y adolescentes con dignidad y respeto. Asi­mismo, no comulga con un manejo basado en la violencia ni en la agresividad, y tampoco promueve el uso de los premios ni castigos.

“El castigo físico o emocional refleja frecuentemente la ira o la desesperación del cuidador, y no una estrategia para dar a entender al niño lo que se espera de él”, advierte el texto.

Tales castigos, dice, implican un control externo y una relación de poder y de dominación, mientras que por lo general no se adecuan a la edad y estado de desarrollo del niño.

Disímiles investigaciones han demostrado que el castigo corporal, el cual conlleva el uso de la fuerza física, no es un medio eficaz para conseguir el cambio de comportamiento deseado de modo duradero. Sin embargo, “puede llegar a destruir una relación. Es humillante para el niño/a, y puede ocasionarle lesiones físicas y graves trastornos de desarrollo”, alerta el artículo mencionado.

En ese sentido, y partiendo de que todos los niños necesitan disciplina, y lo ideal sería ayudar al niño a disciplinarse a sí mismo; el material científico explica que es necesario fomentar modalidades de disciplina que no estén basadas en el castigo corporal. Menciona, por ejemplo, la desviación o la reorientación, el establecimiento de un periodo de “enfriamiento” (tiempo de re­flexión sobre las acciones), el establecimiento de normas y límites apropiados a la edad y fase de desarrollo del niño/a, la resolución de problemas, o la retirada de privilegios.

Es importante que se tenga en cuenta que la conducta violenta o agresiva suele aprenderse a una edad temprana, por lo que padres, familiares y otras personas que cuidan a los menores pueden y deben ayudarles a aprender cómo enfrentar sus emociones sin usar la violencia.

La Asociación Americana de Psicología, plan­tea algunas sugerencias esenciales para tratar con los niños y niñas, entre las cuales brindarles amor y atención constantes ocupa un lugar esencial. Se trata de hogares seguros, llenos de afecto, donde los padres participen activamente de la vida de sus hijos.

Del mismo modo, explican, es importante asegurarse de que sus hijos sean supervisados adecuadamente. Nunca deje a niños so­los en la casa, aunque sea un breve periodo de tiempo.

“Acompañe a sus hijos a actividades de juego supervisadas y observe cómo se llevan con los demás. Enséñeles a sus hijos cómo responder adecuadamente cuando otros recurren a insultos o amenazas o lidian con el enojo dando golpes.

Explíqueles que esas no son conductas adecuadas”, es otra de las sugerencias.

Por otra parte, que los padres muestren a sus hijos cómo comportarse correctamente, con su ejemplo, es fundamental, refieren los expertos, pues los niños suelen aprender de ello.

Asimismo, es medular ser consecuente con las reglas y disciplina, pues los menores necesitan una estructura con expectativas claras para su conducta. Establecer reglas y luego no hacerlas cumplir resulta confuso para ellos, explica la Asociación Americana de Psicología.

Mantener la violencia lejos del hogar, procurar que sus hijos no consuman materiales violentos en los medios de comunicación, conversar mucho con ellos y ellas sobre las graves consecuencias de las conductas violentas, apoyarlos y fomentar la no discriminación hacia otras personas son pasos estratégicos en la crianza de los menores.

Y muy importante, no pegarle a sus hijos. Castigarlos, intimidarlos y sembrar temores en niños y niñas para disciplinarlos, el único resultado que puede arrojar es la inseguridad.

Fuente: http://www.granma.cu/todo-salud/2016-08-14/las-evidentes-diferencias-entre-hablar-y-golpear-14-08-2016-23-08-54

Imagen: http://www.granma.cu/file/img/2016/08/medium/f0066199.jpg

Comparte este contenido:

Lisandra Fariñas Acosta

Escritora de Gramma