Las causas profundas del conflicto educativo.

El conflicto de la educación se está agravando porque se habla mucho de la rebelión estudiantil y poco de sus causas profundas. Tampoco se buscan soluciones creativas y, si fuera necesario, excepcionales, al problema educativo, ni siquiera a sus aspectos más obvios e inmediatos, como las ruinosas infraestructuras o la mala calidad de la enseñanza.

Por: Rolando Niella.

Lo primero que hay que tener claro es que el problema no es que los estudiantes estén en rebeldía. Por el contrario, los estudiantes están en rebeldía porque la educación es un problema. Un problema que tiene raíces muy profundas, causas arraigadas y enquistadas en el sistema político y administrativo de nuestro país.

No hay conciencia verdadera, no hay convicción real de la importancia de la educación y, en consecuencia, no hay preocupación sincera por la calidad de la educación ni voluntad política de hacer lo necesario para mejorarla. Cuando las autoridades hablan de “priorizar la educación”, se escuchan solo palabras sin contenido, que no pueden trasmitir una convicción de la que carecen.

No tiene conciencia del valor de la educación el Poder Ejecutivo. No tiene conciencia institucional del valor de la enseñanza el propio Ministerio de Educación, que está más bien organizado para la política que para administrar la educación, de manera que cambiar ministros no es suficiente para lograr que la maquinaria ministerial funcione como debiera.

Tampoco tienen conciencia del valor de la educación el Congreso Nacional y las fuerzas políticas que lo integran, como han demostrado ampliamente al no tratar durante meses el proyecto de Ley de Emergencia Educativa. Ni qué decir tiene que carecen de preocupación por la educación las Gobernaciones y las Municipalidades, que mayoritariamente malgastaron o malversaron el dinero de Fonacide.

No tiene conciencia del valor de la educación el Poder Judicial, que no ha tomado medida serias ante el despilfarro y la malversación del dinero de la educación y que parece más propenso a evitar las denuncias, ralentizar los procesos y mirar hacia otra parte, ante sucesos tan graves como escuelas ruinosas o derrumbadas o ante descaradas malversaciones y docentes fantasmas.

No tienen conciencia del valor y la importancia de la educación las propias autoridades académicas, que con poca vergüenza y ninguna autocrítica, ven caer año a año la calidad educativa en todas las mediciones internacionales de resultados académicos, tanto en la primaria como en la secundaria y la universidad, pero se vienen oponiendo a cualquier intento serio de reforma.

Ni siquiera todos los docentes que, con sus sueldos insuficientes y sus horarios desproporcionados, son tan víctimas de la falta de conciencia del valor de la educación como los estudiantes (pero que, como hemos visto ocurrir en la UNA, dicen que apoyan a los estudiantes pero votan en contra), parecen tener conciencia de la necesidad de una verdadera y profunda reforma educativa.

Por supuesto que en todas esas instituciones y estamentos habrá excepciones meritorias, pero las excepciones no son ni lo bastante numerosas, ni lo suficientemente poderosas para resultar realmente significativas. Inclusive la ciudadanía hasta hace poco estaba como anestesiada ante el problema educativo; aunque por fortuna ahora está tomando real conciencia del valor de la educación, gracias precisamente al enorme impacto que está teniendo la rebelión estudiantil.

Va para un año que esta situación de protestas y de medidas de fuerza, de instituciones educativas paralizadas y protestas sistemáticas se mantiene sin que se vean síntomas de solución. Por supuesto, la tensión se agrava porque el enojo de los estudiantes crece y su paciencia se agota.

El resultado es el que todos conocemos: Todas las carreras de la Universidad Nacional están en paro. Cada vez más estudiantes secundarios se suman a la rebelión y apoyan medidas de presión cada vez más fuertes. De hecho, si los escolares de la primaria no están también en rebeldía es solo porque no tienen la edad suficiente y no porque les falten motivos.

Retomando el principio de este artículo: el problema no es precisamente la rebeldía estudiantil; el problema es la educación, es la falta de conciencia de su importancia, es la poca voluntad política y académica de reformar profundamente el sistema educativo.

Hay que dejarse de tonterías, dejarse de escusas, dejar de decir “no hay dinero” (porque para robar sí hay), dejar de decir “no se puede” y conseguir el dinero y buscar creativamente la forma de poder. Eso es lo que se debe hacer ante una catástrofe como es hoy por hoy la educación, eso es lo que se hace ante una emergencia. Eso es lo que no se está haciendo y por eso los estudiantes siguen en rebeldía.

Fuente: http://www.abc.com.py/edicion-impresa/opinion/las-causas-profundas-del-conflicto-educativo-1522155.html

Imagen: https://cdnmundo1.img.sputniknews.com/images/105935/96/1059359656.jpg

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Rolando Niella

Fundador de Fénix SA e investigador educativo