La teoría de la dependencia y el sistema-mundo

Por. Claudio Katz
La teoría del sistema-mundo de Wallerstein sintoniza con la teoría marxista de la dependencia. ¿En qué terrenos convergen, divergen y se complementan?

La concepción de Wallerstein se entrecruza con el dependentismo. Postula un modelo de sistema mundial de cinco centurias con pilares competitivos, ciclos seculares y hegemonías cambiantes. Retrata inserciones centrales, periféricas e intermedias en función de modalidades productivas y productos comercializados. Describe la misma polarización, estratificación estable y recreación del subdesarrollo que diagnostica la teoría marxista de la dependencia.

Pero los dos enfoques divergen en varias áreas. Los sistemas cerrados difieren de los contradictorios modos de producción. La previsión exacta de crisis terminales contrasta con la jerarquización de la dimensión político-social. La automaticidad de los ciclos largos se contrapone con la atención a la confrontación clasista y las tesis de pauperización absoluta se distancian de la gravitación asignada a las conquistas sociales.

También hay discrepancias en la inclusión del ex bloque socialista dentro del sistema mundial y en la valoración de las mediaciones antiimperialistas y las tradiciones revolucionarias nacionales. Es muy controvertido el registro de la emancipación como un episodio sólo contemporáneo e irrealizable en el pasado y persiste la polémica en torno a las estrategias políticas que prescinden del estado.

LA TEORÍA DE LA DEPENDENCIA Y EL SISTEMA-MUNDO

La teoría del sistema mundial ha influido en numerosas áreas de las ciencias sociales contemporáneas. Fue elaborada por Immanuel Wallerstein a partir de un gran estudio de la historia contemporánea y una detallada crítica del capitalismo global. Su enfoque presenta numerosas sintonías con la teoría marxista de la dependencia. Recogió ideas de esa concepción e incidió en los debates del dependentismo. Varios autores han explorado las relaciones entre ambas visiones: ¿En qué terrenos convergen, divergen y se complementan? CICLOS Y HEGEMONÍAS Wallerstein estima que el capitalismo surgió en Europa hace 500 años con una fisonomía directa de economía-mundo. Emergió del agotamiento de un régimen previo de imperio-mundo que había sucedido a los mini-sistemas de subsistencia.

El estudioso norteamericano considera que las formaciones más primitivas funcionaban en torno a la división extensiva del trabajo, en marcos culturales muy diversos. Estima que el esquema posterior se desenvolvió en extensas geografías con regímenes políticos centralizados y que el tercer modelo rige hasta la actualidad. El capitalismo mundializado se asienta en estructuras políticas múltiples, división geográfica del trabajo y gran variedad de estados nacionales (Wallerstein, 1979: 489- 492). Este sistema apareció con la crisis del feudalismo (1300-1450) y se expandió a escala mundial. Se distanció rápidamente de otras regiones como China, que habían alcanzado niveles de población, superficie y tecnología muy semejantes.

El motor de ese empuje fue la rivalidad económico-militar imperante entre las monarquías absolutas. El choque entre esos estados incentivó la asociación de las nuevas burguesías con las viejas aristocracias, apuntaló la acumulación y pavimentó la aparición del comercio global (Wallerstein, 1979: 182-230, 426-502). Desde ese momento el sistema-mundo ha gobernado en el planeta a través de cuatro ciclos seculares propios del capitalismo. La fase inicial de gran expansión (1450– 1620/40) fue sucedida por una larga crisis (1600–1730/50), que desembocó en una etapa de excepcional desarrollo (1730-1850).

El cuarto período persiste hasta la actualidad y sería el último de este universo moderno (Wallerstein, 2005: cap 2). El pensador sistémico estima que ciclos expansivos y contractivos de 50-60 años han regulado esas etapas. Son fluctuaciones denominadas Kondratieff, que operan como secuencias previsibles dentro de procesos de mayor duración, que determinan el curso del sistema mundial (Wallerstein, 1984: 5). El teórico estadounidense estima que una estructura interestatal ha funcionado a escala internacional con hegemonías cambiantes. Cada supremacía emerge como resultado de sangrientas guerras que afianzan el predominio de la potencia ganadora. Al cabo de cierto tiempo la superioridad económica del vencedor es socavada por los rivales, que copian innovaciones evitando los gastos bélicos afrontados por el dominador.

Esta misma secuencia se repite con el triunfador de la siguiente etapa (Wallerstein, 1999a: 279). Luego de un antecedente ibérico, los Países Bajos comandaron el primer liderazgo significativo, aprovechando sus ventajas en el comercio, la agricultura intensiva y la fabricación textil. Esa primacía fue desafiada por Inglaterra y Francia que habían alcanzado cierta paridad de desarrollo. El control de ultramar fue la llave del éxito británico. Permitió establecer colonias que compensaron la inferioridad de población y recursos internos. Esas implantaciones facilitaron la acumulación de moneda y el manejo de un gran mercado externo (Wallerstein, 1984: 50-98, 102-174; 1999: 83-99).

También la hegemonía estadounidense obedeció durante el siglo XX a victorias en el plano internacional. Para Wallerstein el timón de la economía-mundo queda siempre definido en ese terreno exterior. Ahí se dirimió la superioridad norteamericana sobre sus competidores (Alemania y Japón) y subordinados (Inglaterra y Francia). Esta sucesión de hegemonías es explicada por la naturaleza competitiva de un sistema, que impide la consolidación de centros imperiales totalmente dominantes. Por eso fracasaron los tres intentos de gestar ese control absoluto (Carlos V, Napoleón y Hitler). La economía-mundo se recicla mediante la auto-destrucción que genera el propio ejercicio de la hegemonía.

Leer texto completo [PDF]

Texto completo en: http://www.lahaine.org/la-teoria-de-la-dependencia

Texto completo en: http://www.lahaine.org/la-teoria-de-la-dependencia

Imagen:

Comparte este contenido:

Claudio Katz

Economista argentino, militante y activista de los derechos humanos.