La crisis de subjetividad en los estudiantes universitarios venezolanos

Por:  Jorge Díaz Piña

En diferentes ocasiones nos hemos pronunciado junto a otros compañeros trabajadores docentes-investigadores, administrativos y obreros a través de documentos públicos con respecto a la crisis institucional que atraviesa la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez (UNESR). Siempre lo hemos hecho con el interés de promover que la universidad se piense y se trascienda reflexivamente a sí misma desde la exigencia del acumulado acervo cultural del pensamiento crítico del que dialécticamente debe ser depositaria y renovadora a la vez por definición de su esencia institucional. Sería un contrasentido, cuando no su negación, que la universidad se viera o interpretara a sí misma desde el sentido común o reproductor al que ella está llamada o misionada a trascender por medio del sentido crítico de la investigación, la formación, la extensión y la gestión. Por ello creemos que hay que discutir primeramente desde los diversos puntos de vista que pudieran existir democráticamente sobre la involución y entropía institucional provocada por las regresiones e incrustaciones del sentido común en muchos de sus ámbitos. Es un sinsentido que donde debe imperar el conocimiento y el saber más rigurosos prevalezca el desconocimiento a la hora de opinar y de actuar.

Hoy, frente a la aparente manifestación del descompromiso estudiantil con su formación profesional, habitus que parece evidenciar una parte significativa de los “participantes” de la UNESR, así como en otras universidades venezolanas,: “abulia, desgano, desinterés, apatía, desmotivación, abandono, escepticismo, etcétera”, situación ésta que se despacha desacertadamente en las conversaciones de pasillo con la expresión fácil de la existencia de una “crisis de valores” (¿o será de valoraciones? ¡que no es lo mismo!), queremos proponer una “hipótesis” para la reflexión y el debate, inicialmente fundamentada en los trabajos de investigación psicosocial relevantes internacionalmente como los de Félix Guattari y Gilles Deleuze. Desde esta perspectiva compartimos que la determinación fundamental de ese complejo comportamiento de los estudiantes radica en la crisis de subjetividad que se atraviesa como correlativa a la crisis mundial del capitalismo neoliberal que la genera a su vez. Aunque la señalemos como la determinación general principal, no se nos escapa a la consideración que inciden otros factores, entre los cuales deseamos resaltar, los dispositivos contraculturales (por negadores de la resignificación y resentidización trascendentes), y entropizantes que se han enquistado institucionalmente en la UNESR y que intervienen activamente de modo contrainstituyente en la subjetividad de sus estudiantes y en todos los demás sectores de su “comunidad” (entre comillas porque esos factores entrópicos actúan también para impedir la cohesión sociocultural e institucional de sus integrantes). Bastaría, por ejemplo, con observar críticamente en un primer diagnóstico cómo los estudiantes configuran sus trayectorias académicamente para darse cuenta del modo actuante de esos dispositivos contraculturales instituidos perversamente en su imaginario en detrimento o alienación de la propia formación cultural liberadora.

Como se sabe a través de las investigaciones sociales aludidas, el proyecto central de la política del capitalismo consiste en la articulación de los flujos económicos, tecnológicos y sociales con la producción de subjetividad, de tal modo que la economía política coincida con la “economía subjetiva”, pero es el caso que el neoliberalismo falló en esta articulación. Por ello hoy, la debilidad del capitalismo radica en su falta de correspondencia con la producción masiva de la subjetividad que le es correlativa debido a que su crisis económica estructural mundial lo ha impedido considerablemente. En consecuencia, su discurso ideológico no ha causado el efecto esperado. De aquí que su crisis sistémica expresada en los repetidos fracasos financieros, productivos, etcétera, es también una crisis de producción de subjetividad porque ambas están estrictamente vinculadas y no pueden ser separadas por sus recíprocas implicaciones.

Su inicial predica neoliberal de promoción subjetivadora de los individuos como autónomos emprendedores, como “empresarios de sí mismos”, haciendo de cada individuo  un negocio competitivo o rivalizador con los otros, en un “todos contra todos”, resultó en la realidad una paradoja para la mayoría de la población y una gran frustración para millones de jóvenes en el mundo que incautamente creyeron en ese discurso. La autonomía, la iniciativa individual privada y el compromiso subjetivo de asumir riesgos exigidos devinieron en nuevas formas de empleo y precarización, por tanto en mayor heteronomía, en más sujeción como la lógica capitalista impone. Conllevando esto a una depresión social generalizada denominada “el mal del siglo” ya que implicó un empobrecimiento de la existencia y el rechazo a la homogeneización consecuente.

En Venezuela la retórica neoliberal del Fondo Monetario Internacional (FMI) tomó concreción principalmente en las notoriamente fracasadas políticas públicas de los segundos gobiernos de los expresidentes Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera que incrementaron la pobreza, el desempleo, la carestía, la desnutrición, la morbilidad, la mortalidad, la corrupción, etcétera. Experiencias trágicas que condujeron a incrementar la conflictividad social que derivó durante el período del primero de los expresidentes en millares de hombres y mujeres asesinados durante las protestas populares como la del “caracazo”. Sin embargo, el descontento popular se tradujo en la búsqueda y respaldo de opciones opuestas al neoliberalismo que había gobernado, y esto condujo al gobierno de Hugo Chávez Frías quien insurgió militarme contra aquellas. Que si bien propició políticas favorecedoras del entusiasmo y el bienestar popular a nombre del socialismo, en realidad afianzó un tipo de capitalismo de estado centralizador y burocratizador de todas las decisiones en desmedro del protagonismo democrático y contralor del poder popular que retóricamente reivindicaba en sus discursos sobre el Estado Comunal.

Un Estado-gobierno envilecido, al igual que todos los anteriores,  por las apetencias de riqueza fácil de muchos de sus funcionarios que por vía de la corrupción acumularon capital para constituir con sus asociados y allegados una nueva burguesía, la denominada “boliburguesía” (nueva burguesía hoy enfrentada a la del pasado o tradicional asociada a los intereses estadounidenses que quiere regresar a cualquier costo al poder estatal del que también se enriqueció corruptamente y desea seguir haciéndolo, lo que explica la actual conflictividad socio-económica a través de sus representantes políticos)  y lo hizo dentro de la continuidad histórica del esquema rentista petrolero desdiciendo de su discurso social antidependiente y antimonoproductor de materias primas. Modelo que ha continuado con el actual gobierno del presidente Maduro con el agregado de la retoma o reactivación de políticas neoliberales (liberalización de los precios en el mercado, venta a las transnacionales de los derechos a la explotación de recursos minerales de reservas inexplotadas del denominado “arco minero”, etcétera) ante la crisis provocada por EE .UU.  con el alza de los precios internacionales del petróleo, y con medidas populistas (esporádicos  aumentos de salarios y pensiones que no compensan el alto costo de la vida, etcétera) que limiten el tránsito o fuga de sus bases  populares hacia el respaldo a la  oposición que dirige la burguesía  tradicional.

Esquema rentista que en vez de promover el esfuerzo productivo y reproductivo de toda la población con apoyo del Estado, reforzó y refuerza la creencia en el mito de la riqueza minero-petrolera y, en consecuencia, de la obligatoriedad gubernamental de redistribuir esa falsa riqueza entre el pueblo que esperaba su alícuota parte de esa presunta riqueza sin retribuir esfuerzo alguno para recibirla. Redistribución populista que alimenta imaginarios contraculturales de riqueza fácil y de logros inmediatos de fortuna o bienestar individualista que se contraponen a la dedicación, al esfuerzo, al estudio y a los logros realizadores con base en proyectos colectivos locales, regionales y nacionales soberanos para bien de todos por igual que implican confianza en la espera y la postergación,  pero que al no darse esa alícuota parte en la proporción esperada para contrarrestar los efectos de las políticas neoliberales ha generado mayor malestar y descontento en los sectores sociales supeditados a las retribuciones populistas del Estado-gobierno.

Modelo rentístico que ha entrado en su fase agónica producida por la desesperada voracidad imperial capitalista por el control de la producción y las reservas de petróleo en el mundo a través de guerras criminales y de mantener la baja de los precios en esta coyuntura creyendo el gobierno estadounidense que así podrá salir de la crisis que ha propiciado a costa de los demás. Lo que agudiza la incertidumbre ante el porvenir para los jóvenes venezolanos que se perciben en un tránsito por demás incierto debido a la crisis estructural mundial y local,  en medio de una confrontación nacional por la polarización política que inunda todos los escenarios, en la que la oposición ofrece continuar con el fracasado modelo neoliberal, lo que contribuye a incrementar más su inseguridad ante opciones profesionales universitarias que lucen endebles.

En este contexto mundial y nacional, de crisis estructural generalizada del capitalismo neoliberal que ha producido la desesperanza en la mayoría de la juventud planetaria por sus falsas promesas ya que son imposibles estructuralmente de cumplir por aquel, así como el desánimo debido a la crisis nacional por el agotamiento de la contracultura del éxito y de la riqueza fáciles producto de la redistribución populista de los ingresos minero-petroleros, es que debemos entonces ubicar la crisis de subjetivación de los estudiantes de la UNESR y  la de otros estudiantes de instituciones universitarias venezolanas diferentes. ¿Qué hacer ante ello?

Indudablemente, revertir esas tendencias que afectan desfavorablemente a los jóvenes primordialmente es una tarea que implica fuerzas movilizadoras internacionales y nacionales transformadoras que sobrepasan las fuerzas y los recursos de un pequeño grupo reducido a una sola institución por más numeroso que sea. En razón de esto, hay que articularse con las fuerzas que luchan mundialmente bajo la consigna ¡Otro mundo es posible!, y nacionalmente por la transformación auténticamente revolucionaria de la sociedad contra el neoliberalismo y todas las formas de sujeción burocrático-estatales del capitalismo de estado, mal llamado retóricamente “socialismo”, a favor del futuro y esperanza para la juventud y para todos; aunque su emancipación deberá ser obra de ellos mismos para que no recaigan en una nueva sujeción, la de sus supuestos emancipadores.

Por lo pronto, y en lo que concierne al lugar de interacción académica con los estudiantes en los ambientes universitarios y fuera de estos, reivindicando nuevamente a Guattari y Deleuze, es estratégicamente fundamental que se agencien por medio de experiencias trans-subjetivas en los estudiantes los acontecimientos de ruptura en su pensamiento y actuación, provocando en ellos las interrogantes que pongan en entredicho el sentido común del discurso capitalista dominante y que se traduce en el discurso que legitima a la actual universidad reproductora, sea este neoliberal o de estado, que actúa junto con los imaginarios reproductores de su situación de anomia en la universidad debido a su incomprensión del contexto y sinsentido que los acosa y anula, y los emplacen a dotarse de un sentido crítico y responsable en torno a sí mismos, los otros, la universidad, la nación y el mundo dándoles así autoafirmación en sus acciones autónomas y emancipadoras de sí mismos.

El agenciamiento refiere a las múltiples relaciones que se generan en los individuos de modo autopoiético o autodeterminado para producir un sentido nuevo o crítico, y ese sentido, el de  una subjetividad-otra, constituye el acontecimiento al empoderarlos de sí mismos.

Por otra parte, y como complemento de lo anterior, hay que animarlos a luchar y actuar junto con ellos por la transformación universaria utópica y radical,    principalmente contra la entropía institucional que  ha vuelto a la universidad  inercial y rutinaria, por causa del vaciamiento cultural sentidizador de su cometido trascendente para la sociedad ya que su dinamización actuaría contra las fuerzas conservadoras  y reaccionarias que representan al neoliberalismo burgués típico y a la nueva burguesía de estado;  junto con  los dispositivos contraculturales instituidos que escamotean la formación cultural de los estudiantes como potencia y realización emancipadoras.

Vaciamiento cultural reductivo ya que el primero, el neoliberalismo burgués típico, considera la universidad como un populista derroche financiero si no instrumentaliza su formación de “recursos humanos” e investigación para las industrias capitalistas bajo el discurso retórico e ideológico de la “calidad y la excelencia” anticipadamente excluyente por cuanto implica un hábitus previamente establecido a través de estándares prefijados elitescamente para la selección y el arribismo competitivo disolvente de la socialidad de los individuos; y la segunda, la nueva burguesía de estado, que busca direccionarla  burocráticamente bajo la designación politiquera de sus autoridades y control de sus dirigencias sindicales y gremiales al considerarla como instrumento de sus políticas populistas clientelares dadivosas bajo el discurso ideológico de la inclusión social demagógica que propicia el facilismo, el descompromiso  y la corrupción al no incitar formas de apropiación-producción de saberes y haceres culturales dignificadoras de la condición sociocultural de los estudiantes, y modos autónomos y democráticos o autogestionarios de contraloría y conducción académico-administrativa de su gestión por parte de sus comunidades integrantes.

Correo: jodiaz12@yahoo.es

 

Comparte este contenido:

Jorge Díaz Piña

Lic. En Ciencias Sociales (UPEL), Magister en Enseñanza de la Geografía (UPEL), Doctor en Ciencias de la Educación, Profesor Universitario de la UNESR. Ex-Director General de Investigación y Educación del MSDS. Miembro del Equipo fundador de la Red Global/Glocal por la Calidad Educativa. Autor y coautor de textos y artículos en el ámbito educativo. Investigador acreditado en PEII, nivel B. Investigador del CIM.