La Pedagogía Crítica de Henry A. Giroux

Por: Luis González Martínez

Henry A. Giroux nació en Providence Rode Island el 18 de septiembre de 1943 y es hijo de Armand y Alice Giroux emigrantes canadienses en Estados Unidos. Su licenciatura la realizó en la Universidad de Maine, recibió el grado de maestría en la Universidad Estatal Appalachian y obtuvo el doctorado en la Universidad Carnegie Mellon el año de 1977. De los años 1968 a 1975 trabajó como maestro de historia en una secundaria en Barrington, Rode Island. Se inició como docente en el área de educación en la Universidad de Boston en los años de 1977 a 1983, año en que se trasladó a la Universidad de Miami en Oxford, Ohio donde adquirió renombre como académico y fue director del Centro para la Educación y los Estudios Culturales hasta el año de 1992 cuando inició una nueva etapa en su vida académica en la Universidad del estado de Pennsylvania como catedrático y director del Foro Waterbury en Educación y Estudios Culturales. En 2004 se integró al plantel de la Universidad Mc Master donde actualmente imparte la cátedra de Cadenas globales de televisión en la carrera de comunicación. En mayo del año 2005 la Universidad Memorial de Canadá le concedió un doctorado honoris causa en letras. Actualmente vive en Hamilton, Ontario, en Canadá con su esposa la Doctora Susan Searls Giroux, Henry A. Giroux, al igual que Peter McLaren y Michael Apple, es uno de los principales exponentes en Estados Unidos de la pedagogía crítica y concretamente de lo que él denomina como la pedagogía fronteriza, que se nutre, básicamente, de dos fuentes teóricas: el postmodernismo crítico y la pedagogía crítica (Giroux, 1998).

El primero plantea la necesidad de desterritorializar el plano de la comprensión cultural dominante y, en consecuencia, el rechazo de la idea de un sujeto unificado y racional; para ello se propone como estrategia central la crítica de todas las formas de representaciones y significados que reclaman un estatus trascendental y transhistórico.

La pedagogía crítica ve la educación como una práctica política social y cultural, a la vez que se plantea como objetivos centrales el cuestionamiento de las formas de subordinación que crean inequidades, el rechazo a las relaciones de salón de clases que descartan la diferencia y el rechazo a la subordinación del propósito de la escolarización a consideraciones económicas. La conjunción de estas dos fuentes teóricas permitió a Henry Giroux formular su planteamiento de la Pedagogía Fronteriza (pf) o Pedagogía de los Límites. Los fines educativos en la Pedagogía Fronteriza Toda teoría educativa surge con el objetivo de satisfacer ciertas necesidades en esa área y para tal propósito se plantea una serie de fines educativos que delimitan su ámbito de intervención. La pf establece como fines educativos centrales: desarrollar formas de transgresión a partir de las cuales sea posible desafiar y redefinir los límites existentes. Desarrollar condiciones en las que los estudiantes puedan leer y escribir dentro y en contra de los códigos culturales existentes. Crear espacios para producir nuevas formas de conocimiento, subjetividad e identidad. Para lograr sus objetivos acentúa el lenguaje de lo político al examinar cómo las instituciones, el conocimiento y las relaciones sociales se inscriben en el poder de manera distinta, pero también examina el lenguaje de lo ético para comprender cómo las relaciones sociales y los espacios desarrollan juicios que exigen y conforman diferentes modos de respuesta al otro.

El contenido educativo en la Pedagogía Fronteriza La pf reconoce el conocimiento y las capacidades como sus principales contenidos educativos siempre y cuando permitan o generen “las oportunidades de armar ruido, de ser irreverentes y vibrantes” (Giroux, 2000, p. 8). En ese sentido, el conocimiento, las destrezas y los valores se convierten en contenidos educativos necesarios para que el alumno pueda negociar de manera crítica los límites culturales que le ofrece la sociedad y, en consecuencia, para proceder a transformar el mundo en que vive. La propuesta educativa de Giroux encuentra en los textos su principal insumo para el trabajo con los contenidos educativos ya expuestos, pero “los textos deben ser descentralizados y entendidos como construcciones históricas y sociales determinadas por el peso de lecturas heredadas y especificadas” (Giroux, 2000, p. 11). Los textos se pueden leer enfocándose en la manera en que diferentes públicos pudieron responder a ellos, destacando así las posibilidades de leer contra, dentro y fuera de los límites establecidos

Los docentes en la Pedagogía Fronteriza.

Para Giroux (2000) los docentes deben tener un control teórico de las formas en que se construye la diferencia, ya que ésta puede adoptar diversas representaciones y prácticas que nombran, legitiman, marginan y excluyen las voces de los grupos subordinados.

Este control teórico permitirá al docente trabajar los contenidos educativos de manera pertinente para el logro de los fines educativos ya esbozados, pero el logro efectivo de tales fines exige que el docente se constituya en aquel que cruza fronteras para legitimar la diferencia como una condición básica para entender los límites del propio conocimiento.

El concepto de la Pedagogía Fronteriza sugiere que los maestros existen dentro de los límites sociales, políticos y culturales, que son tanto múltiples como históricos en esencia y que ubican demandas particulares sobre el reconocimiento y la aprobación pedagógica de las diferencias. Como parte del proceso del desarrollo de la pedagogía de la diferencia, los maestros necesitan tratar con una plétora de voces así como la especificidad y la organización de diferencias que constituyen cualquier curso, clase o currículum, de tal forma que problematicen no sólo las narraciones que dan significado a las vidas de los estudiantes sino también a los lineamientos éticos y políticos que les trasmiten sus subjetividades e identidades (Giroux, 1998, pp. 92-93).

Los alumnos en la Pedagogía Fronteriza Conforme la perspectiva de la pf el alumno se debe concebir como el que cruza fronteras, como gente que entra y sale de los límites construidos en torno a coordenadas de diferencia y poder. Para tal fin debe ser capaz de escribir, hablar y escuchar en un lenguaje en el que el significado se haga de múltiples acentos, sea disperso y se resista a cierres permanentes. Las diferentes narraciones que los estudiantes de todos los grupos traen consigo a clases necesitan ser cuestionadas por sus ausencias lo mismo que por sus contradicciones, pero también entendidas como algo más que una simple mirada de historias diferentes.

Tienen que ser reconocidas como forjadas en relaciones de oposición a las estructuras dominantes de poder (Giroux, 1998, pp. 94-95). A manera de cierre La validez de una teoría prescriptiva de carácter educativo, sea pedagógica o didáctica, se realiza al contrastarla con la realidad que se deriva de su aplicación en contextos específicos. La aplicabilidad de una teoría, reflejada en sus múltiples experiencias, da la posibilidad de reconocer su potencialidad para la transformación de la práctica educativa. Estas experiencias permiten, por una parte, afirmar las posibilidades reales de una pf en el campo educativo, pero por otra, proporcionan una muestra de los retos que implicaría para un pedagogo crítico la aplicación de los postulados de una pf y que Guevara (2002) brillantemente sintetiza en las siguientes frases: “Quizás es un buen momento para que empecemos a pensar juntos sobre la Diversidad y las Discriminaciones que conlleva… Creo que hay que definir si uno está a favor de la diversidad o si lo que se pretende es homogeneizar para que desaparezca” (p. 3).

Tomado de: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=99815739014

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Luis González Martínez

Profesor-investigador de la licenciatura en Ciencias de la Educación del ITESO.