Entrevista a José Luis Martín Ramos sobre la Revolución de Octubre (y II).

Realizada por: Salvador López Arnal

“La revolución tuvo también sus figuras femeninas, con actuaciones de primer plano»

Codirector de la revista de historia L’Avenç entre 1993 y 1999, director del Arxiu d’Història del Socialisme de la Fundació Rafael Campalans, historiador, investigador y profesor (no le gusta que citen su condición de catedrático) de Historia Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona, José Luis Martín Ramos se ha especializado en la historia del movimiento obrero, centrando su investigación en los movimientos socialista y comunista del siglo XX en Cataluña y España. Coordinó una Historia del socialismo español dirigida por Manuel Tuñón de Lara (redactó el volumen cuarto) y publicó igualmente una Historia de la Unión General de los Trabajadores (1998 y 2008). Sobre la historia del PSUC ha publicado hasta el momento Los orígenes del PSUC en Cataluña, 1930-1936 (1977) y Rojos contra Franco. Historia del PSUC, 1939-1947 (2002). Entre sus publicaciones más recientes, Ordre públic i violència a Catalunya (1936-1937); La reraguarda en guerra. Catalunya, 1936-1937, L’Avenç, Barcelona, 2012; Territori capital. La guerra a Catalunya, 1937-1939 (2015); El Frente Popular. Victoria y derrota de la democracia en España(2016).

Pocas personas tan autorizadas como él para hablar de la revolución soviética de 1917.

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-Estábamos aquí, en la AC, has hablado antes de ello. La Asamblea Constituyente que se convocó tras los resultados, en 1918 si le memoria no me falla, fue disuelta. ¿Fue un acto autoritario?

-La convocatoria de la Asamblea Constituyente fue una promesa no cumplida del gobierno provisional, que respondía a la lógica de la configuración de un nuevo estado nacional –en el sentido amplio– parlamentario. Correspondía al proyecto político liberal y era apoyado por los mencheviques y los socialistas revolucionarios, que habían decidido que no era el momento de la revolución social y que por el momento había que esperar a que la “revolución burguesa” cumpliera su cometido. Era una propuesta ideológica, más que política y Gramsci llegó a calificarla de “mito vago y difuso”. No era la propuesta de los bolcheviques y de la izquierda del Socialismo Revolucionario, que impulsó la salida de la revolución social y la constitución de un estado de clase, refrendado y legitimado por los soviets. La discusión ideológica de la cuestión es compleja, sobre todo porque además hemos de incorporar toda la experiencia posterior de la historia de la URSS y del movimiento comunista; no lo puedo abordar aquí, por lo que me ceñiré a su aspecto político, enmarcado en el proceso revolucionario de 1917.

-De acuerdo, cíñete al aspecto político.

-En la movilización opositora al gobierno provisional Lenin y los bolcheviques había incluido también, en un segundo plano con respecto a la tríada de “paz, pan y tierras”, la denuncia del incumplimiento de la convocatoria de la Constituyente; de manera que en octubre de 1917, el nuevo poder revolucionario debatió qué hacer con esa promesa reclamada e incumplida. No hubo un criterio unánime, Sverdlov el máximo cuadro entonces del partido bolchevique después de Lenin, se manifestó contrario a su convocatoria considerando que la lógica de clase que había triunfado en octubre no podía subordinarse a una lógica “nacional”. Parece que tuvo una percepción más realista y más prudente que Lenin en este caso. Lenin pensó por el contrario que, dada la facilidad con la que se había impuesto inicialmente la insurrección de octubre y el apoyo popular que sentían -que iba muchísimo más allá del que nunca habían sentido los bolcheviques– las elecciones a la Constituyente le daría la ocasión de un refrendo electoral, positivo sobre todo a efectos de las difíciles relaciones internacionales del nuevo estado, tanto con los anteriores aliados del Imperio Ruso como con los que continuaban siendo enemigo hasta que no se firmara la paz, Alemania, el Imperio Turco.

-¿Se equivocó entonces?

-Lenin se equivocó, cometió un importante error de cálculo y subvaloró las referencias políticas tradicionales del campesinado, que eran el Socialismo Revolucionario, aunque fuera el gobierno de octubre el que les dio la tierra. Las elecciones celebradas en la segunda mitad de noviembre, por sufragio universal, con un porcentaje de participación de unos 2/3 del censo (las deficiencias de ese primer censo no afectan a la imagen general de éxito de participación) dieron una amplia victoria a los SR, que con prácticamente la mitad de los votos obtuvieron una mayoría absoluta aplastante en la Asamblea Constituyente, minimizando además la presencia en ella del ala izquierda del socialismo revolucionario. Los bolcheviques quedaron en segundo lugar, con el 25% de los votos; el hundimientos de los mencheviques, 3% de los votos, y la absoluta minoría del partido KDT, 7% -gestores principales de la formación del gobierno de febrer – fue una consolación insuficiente. Los SR liderados por Chernov consideraron que las elecciones habían desautorizado al Sovnarkom y que éste habría de entregar el poder al gobierno que eligiera la Asamblea Constituyente, al día siguiente de constituirse. En otras palabras Chernov devolvía la jugada estratégica a Lenin, planteando un conflicto de doble poder, ahora entre Soviets y el Sovnarkom por un lado y Asamblea Constituyente y gobierno constituyente – por crear – por otro; los proyectos políticos de cada uno de ellos eran claros y antagónicos. Al Sovnarkom no le quedó otra opción que autodisolverse, y anular la solución política dada en octubre a la revolución –todo lo que viniera después sería imprevisible– o disolver la Asamblea Constituyente, lo que hizo en enero antes de que el segundo día de sesiones eligiera gobierno rival, y asumir el riesgo de una mayor fractura con la oposición –que no se convirtió en guerra civil hasta que ésta no tuvo la cobertura de la intervención internacional.

No creo que pueda zanjarse el episodio con una mera calificación, aunque formalmente fue un gesto autoritario. Rosa Luxemburg, en una de sus críticas más acertadas a Lenin –otras sobre la cuestión campesina o la cuestión nacional no lo fueron, en mi opinión- le recriminó que para ese viaje no hacía falta tales alforjas; que el error había sido convocar una Asamblea Constituyente que, de una manera u otra, constituiría un factor de competencia por la legitimidad con la Asamblea de los Soviets. A Lenin le perdió esta vez un exceso de táctica, un tacticismo electoralista, que pagó caro en términos políticos.

-¿Cuáles fueron, en tu opinión, más allá de las fuerzas populares, las verdaderas protagonistas, los grandes líderes o dirigentes de la revolución?

-Lenin y Trotsky, en primer término. Bujarin, como el miembro más destacado de la nueva generación. Luego una amplia nómina de personajes en la que habría que incluir a Lunacharski, Stalin, Zinoviev, el malogrado Sverdolv –muerto por la “gripe española” en marzo de 1919 -, Radeck…

-¿Qué papel jugaron las mujeres en el proceso revolucionario? ¿Fue una revolución masculina-muy-masculina?

-Y Alexandra Kollontai, Inés Armand,… (enlazando con la pregunta anterior).

-De acuerdo, de acuerdo, añadimos los dos nombres.

-La revolución tuvo también sus figuras femeninas, con actuaciones de primer plano pero no con las máximas responsabilidades dirigentes que los hombres. En el proceso de base habría que entrar en un detalle, que yo no controlo. Los hombres predominaron, como correspondía a las pautas culturales de la época, pero la presencia de la reivindicación de la igualdad entre hombres y mujeres fue una novedad de la revolución rusa, que no había estado presente en ninguna revolución anterior –con el peso que tuvo– ni en los estados que surgieron de tales revoluciones. Tanto es así que influyó de manera importante en el sufragismo británico, una de cuyas activistas Sylvia Pankhurst se integró en el Partido Comunista.

-¿De qué murió Lenin? ¿De depresión como a veces se ha dicho ante lo que se estaba construyendo?

-No. Arrastraba un importante problema de salud –creo que vascular, pero no estoy seguro– que fue agravado por el atentado que sufrió en 1918. En 1922-1923 estuvo todo lo activo que su enfermedad se lo permitió, lo cual no casa con un cuadro depresivo; y dejó importantes inicios de reflexión autocrítica de la política bolchevique-comunista, no del proceso revolucionario.

-Nos explicas un poco el atentado. ¿Quiénes fueron los responsables?

-Ya había sido objeto de un atentado, en enero de 1918, sin consecuencias. Si las tuvieron el llevado a cabo el 30 de agosto de 1918 por Dora Kaplan, vinculada al movimiento de los Socialistas Revolucionarios, con pasado anarquista, que dejó herido a Lenin, agravando con ello la dinámica de estrés que aceleraba su enfermedad. Dora Kaplan fue objeto de un juicio sumario y ejecutada, y su vinculación a los SR acentuó la confrontación con ese movimiento que, a través de Chernov ya se había erigido en Omsk base de un poder alternativo al estado soviético.

-Por cierto, ¿qué inicios de reflexión autocrítica dejó Lenin?

-Los escritos de 1922, sobre las consecuencias de la guerra civil, la burocratización y al propio tiempo la ineficiencia del aparato del estado, el gap tecnológico con el capitalismo, sobre la función del cooperativismo en el período de transición… que culminan y concluyen con un texto famoso y de título contundente: “Mejor poco, pero mejor”.

-¿Qué pasó con el testamento Lenin? ¿Por qué, según afirman algunos historiadores, este fue un asunto muy importante?

-Es un documento que envió al Comité Central PC(b)Ruso, en el que sintetizaba su visión del momento de la revolución y de lo que había que hacer y, sobre todo, apuntó el problema de liderazgo que se estaba planteando. Criticó duramente a Bujarin y a Trotsky, pero lo más importante fue su desautorización a Stalin, del que dijo, negro sobre blanco, que había que desplazar de la secretaría general del partido. Por eso fue un documento importante; por eso y porque Stalin hizo todo lo posible por que fuera lo menos conocido, y en cualquier caso fuera considerado como el acto de una persona enferma al que mandó embalsamar cuando murió –con gran enfado de Krupskaia, su viuda– al tiempo que, es obvio, mandaba no considerar sus instrucciones.

-¿La NEP fue un paso atrás?

-Hay dos momentos de distanciamiento que para algunos sectores campesinos será finalmente ruptura. El primero es a raíz de la guerra civil, cuando los frentes interiores se confunden, el Ejército Rojo ha de alimentarse sobre el terreno y todo ello es en perjuicio del campesino, que be ocupadas sus tierras por tropas e incautadas sus cosechas. El distanciamiento fue mayor con las áreas de agricultura más desarrolladas de la franja que va desde el sudeste y el sur del Imperio, pasando por Ucrania, hasta el oeste bielorruso. La guerra destruyó cultivos y el “comunismo de guerra” obligó al campesinado propietario a la tributación en especie. La respuesta campesina fue la clásica: producir lo mínimo y esconder la máxima producción. La situación, respecto a la tributación es algo diferente en las regiones centrales de Rusia, el territorio de las grandes haciendas, donde también se situaron las explotaciones estatales, pero la presión productiva fue la misma; y por otra parte las explotaciones estatales incluían entonces una parte pequeña del campesinado, antes de la colectivización forzosa impuesta por Stalin, las explotaciones del estado solo ocupaban a un 1,5% de la población campesina.

El alejamiento entre el estado soviético y el campesinado, el evidente deterioro de la alianza obrero-campesina, se atajó con la Nueva Política Económica impulsada por Lenin y proseguida por Bujarin. Hasta que Stalin, ante el peligro de que el fin del ciclo de estabilidad y expansión capitalista en 1929 llevara a un nuevo intento de intervención contra la URSS, decidió acelerar el proceso de industrialización y controlar por completo el mundo campesino y su producción e impulsó la colectivización general, forzada, y luego el terror, como método de liquidación del adversario y de control disciplinario de la fuerza de trabajo. Esa decisión rompió el núcleo fundamental de la revolución soviética, la alianza obrera y campesina, y todos los equilibrios entre economía y política desembocando en la transmutación despótica del comunismo en la URSS.

-Pero había otra, existían caminos alternativos.

-Ante el peligro de guerra, no despreciable, no había solo esa alternativa; Bujarin propuso la que mantenía el proyecto bolchevique, seguir con la NEP, reforzar y no romper la alianza social, y preparar desde la política y no desde el economicismo la defensa de la revolución.

-Una pregunta del millón de páginas: ¿cabe hoy, sabiendo lo que sabemos, teniendo en cuenta el estalinismo, la burocratización, los desmanes ecológicos, las apuestas atómicas, el militarismo no sólo defensivo, Katyn, Hungría, Praga, la disolución de la URSS, cabe hoy, decía, vindicar la revolución de octubre? ¿Por qué?

-Yo pienso que la revolución de 1917 es absolutamente vindicable por la izquierda; y añadiría por toda la izquierda que siga considerando que su identidad es alternativa e irreconciliable con el capitalismo. Lo demás, que apuntas, ya no corresponde directa y determinadamente a la revolución; es la historia de la URSS y su historia a partir de 1929 cuando Stalin consigue asumir el poder en solitario, derrotando a Bujarin. Interpretar la revolución de 1917 a partir de ello sería como interpretar la revolución francesa a partir de Napoleón o la revolución inglesa de mediados del XVII por el desenlace de la rebelión parlamentaria de 1688.

-Vale, tocado y hundido. ¿Fue esencial la URSS en el triunfo contra el nazismo?

-Sin ninguna duda. Pero para ese triunfo no era necesaria la propuesta estalinista; la de Bujarin habría puesto a la URSS también en posición de defensa frente al nazismo, y quizás –esto ya es una especulación– en una mejor posición de defensa.

-No abuso más. Unas recomendaciones bibliográficas esenciales, tres como máximo.

-No es fácil. Hay una muy abundante historiografía, pero escasean obras de síntesis que combinen análisis clásicos con aportaciones de las investigaciones recientes en archivo. Así que te voy a proponer no tres obras, sino tres autores y lo hago de manera muy personal; no pretendo que sean los más indiscutibles, sino los que a mí me han sido más útiles, por razones diferentes: E.H.Carr, una visión clásica perfectamente revisitable, Moshe Lewin un relectura de la revolución con atención particular a la cuestión campesina, y Stephen F. Cohen, autor de la biografía de Bujarin que es toda una interpretación de la revolución. Y, perdona, no quiero dejar de citar un pequeño trabajo de Lukács sobre Lenin, de síntesis de la mejor.

-Manuel Sacristán, como sabes, habló muy bien del libro de Lukács que acabas de citar. Salvo error de mi parte, fue Jacobo Muñoz quien lo tradujo. Una lectura imprescindible de Lenin; también de Trotski o de otros autores que merezcan tu interés.

-Otra pregunta difícil. De Lenin, el libro sobre el imperialismo y sus escritos de 1921 en adelante; pero es que hablamos de un líder político, no de un ensayista y es difícil aislar una obra, que responde a un momento, del resto de momentos y obras. De Trotsky, el clásico sobre la revolución permanente y su autobiografía.

-¿Quieres añadir algo más?

-Me parece que sería excesivo por mi parte.

-No, no lo sería. Pero muchas gracias.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=218718

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