Cómo estimular cerebros en el aula

Por: Mariana Otero

Expertos aseguran que la actividad cerebral en una clase tradicional es casi nula. Para lograr el conocimiento, se necesita la emoción. La neurodidáctica da algunas pistas, pero también genera inquietudes entre quienes piden complementarla con la psicología y la pedagogía. El adiós a las clases magistralesUn interesante camino por recorrer

¿Cómo aprende el cerebro? ¿Es posible utilizar todo el potencial que tiene para mejorar el rendimiento y, de paso, dejar en el olvido las clases magistrales?

La pregunta se repite en todo el mundo donde comienza a aparecer la neurodidáctica (la disciplina que estudia cómo aprende el cerebro) como una posibilidad de cambio. Para la neuroeducación, entre otras cosas, el cerebro necesita emocionarse para aprender.

Pero no todos están de acuerdo en incorporar las neurociencias en las escuelas ya que, sostienen, es necesario que se complementen con la psicología educacional y la pedagogía. Además, todavía la fusión entre pedagogía y neurodidáctica es incipiente, y hay un largo camino por recorrer ya que supone un cambio en el paradigma tradicional educativo.

A las puertas de un nuevo año escolar, ¿es posible imaginar cambios basados en la neurociencia? ¿Se corre el riesgo de caer en una mirada biologicista que deje de lado la historia personal, el contexto socioeconómico y la dinámica áulica a la hora del aprendizaje? ¿Qué aporta la neurodidáctica?

“Se sabe que debido a los procesos de neurogénesis estamos en constante aprendizaje. Según estudios neurológicos, la capacidad de aprender se basa en la plasticidad del cerebro, la cual puede estimularse con el uso. Por tanto, la única manera de mantener la salud mental es estar atentos y curiosos a nuevos aprendizajes”, explica Marilina Rotger, neuro­psicoeducadora y maestra de primaria.

Para Rotger, la sorpresa, la motivación, la emoción, el deporte, la buena alimentación, la novedad o el trabajo en equipo son indispensables para favorecer el conocimiento. “No aprendemos al memorizar sino al experimentar, al involucrarnos y poner el aprendizaje ligado con la experiencia propia, los intereses y los ambientes que sean compatibles con nuestro cerebro”, indica Rotger.

MIRÁ. El adiós a las clases magistrales

Profunda

Así, la información novedosa se almacena en el cerebro de manera más profunda. “Diferentes estudios demuestran que la actividad cerebral registrada durante una clase es similar a la encontrada viendo televisión, es decir, prácticamente nula. El cerebro necesita emocionarse para aprender. Cuando adquiere información novedosa la procesa en el hemisferio derecho, afín con la intuición, las imágenes y el pensamiento creativo”, plantea Marilina Rotger.

Por tanto, el lenguaje y el discurso de tipo académico, dice la especialista, “no juegan un papel significativo en el aprendizaje”. Por el contrario, enfatiza: “Fomenta que los estudiantes lleven su atención hacia otros intereses, dado que no perciben nada del contexto que les cause placer”.

Magdalena Cáceres, médica especialista en neurología, explica que el ambiente y las demás personas ejercen una gran influencia en el desarrollo del cerebro.

“Es un órgano excepcionalmente plástico; es decir, capaz de cambiar estructural y funcionalmente frente a las experiencias, modificando los circuitos neurales existentes o creando nuevos”, indica Magdalena.

Y agrega: “El aprendizaje pone al descubierto esta posibilidad del cerebro humano de modificarse a sí mismo para adaptarse, aprender, adquirir habilidades y responder al ambiente. A este fenómeno se lo llama neuroplasticidad”.

Rotger insiste en que para entender cómo aprende el cerebro es importante conocer cómo siente; cómo procesa y almacena información.

“Los docentes pretendemos llegar a las redes cognitivas racionales con la información que damos a nuestros estudiantes, pero antes la información debe pasar por redes instintivas emocionales, por su cerebro emocional”, plantea. “Existen neurotransmisores que favorecen y ayudan en estos procesos si sabemos activarlos en los estudiantes”, remarca Rotger.

Para lograrlo, dice, los alumnos deben alcanzar el “circuito de recompensa”, que se conoce con las siglas DAS: la “D” es dopamina, la “A” es noradrenalina y la “S” serotonina.

“Si logramos motivar y emocionar a nuestros estudiantes en una clase, se activarán sus neurotransmisores del placer, la dopamina. Esta activará el neurotransmisor de noradrenalina, preparándolos para la acción que los motivó y, luego de realizar el proceso, se generará serotonina, volviéndolos al estado normal”, sostiene.

ANÁLISIS. Un interesante camino por recorrer

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En una entrevista publicada por el diario El País , de Madrid, Francisco Mora, doctor en Medicina y uno de los máximos referentes de la neuroeducación en España, explica: “Sabemos que, para que un alumno preste atención en clase, no basta con exigirle que lo haga”, insiste. El cerebro no aprende sobre la base de discursos.

“Más vale asistir a 50 clases de 10 minutos que a 10 clases de 50 minutos”, puntualiza Mora.

En la misma línea, Jesús Guillén, profesor de la Universidad de Barcelona y uno de los creadores de “Escuela con cerebro” –un blog sobre neurociencia aplicada a la educación–, plantea que, en promedio, entre el 70 y el 80 por ciento del tiempo en el aula transcurre con un profesor que habla.

Sin embargo, sostiene, investigaciones revelan que, cuando se cede protagonismo al alumno, el rendimiento aumenta.

Ciclo lectivo. Cuántos alumnos estudian en Córdoba.

Nivel inicial. 123.183 alumnos: 87.159 en escuelas estatales y 36.024 en privadas.

Primario. 347.736 alumnos: 251.325 en estatales y 96.411 en privadas.

Secundario. 318.540 alumnos: 189.564 estatales y 128.976 en privadas.

Especial. 7.221 alumnos.

Adultos. 57.423 alumnos.

Fuente: http://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/como-estimular-cerebros-en-el-aula

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Mariana Otero

Periodista de Ciudadanos