Viaje frente a la pantalla

Por: Yasel Toledo Garnache

Muchos miraban con atención los videos en las pantallas frente a nosotros. Algunos se quejaban en voz baja por sus contenidos, y otros conversaban de cualquier tema o intentaban dormir, pero en varios momentos observaban las imágenes en movimiento, pues era casi imposible ignorarlas.

Lo mostrado en aquellos audiovisuales era más lamentable, porque estábamos obligados a permanecer cerca y casi a consumirlos. Íbamos en un ómnibus hacia La Habana y el viaje duraría unas 12 horas.

La primera película comenzó con una escena de disparos y sangre. Una adolescente había sido secuestrada y el tío, con experiencia como soldado en una guerra, fue a rescatarla, para lo cual tuvo que matar a más de diez hombres.

Lo hizo de forma espectacular, con una puntería de ficción, patadas y puñetazos tremendos, encajó algo en un ojo, rompió varios brazos… La sangre era más protagonista, gracias a los planos cerrados y a efectos de edición. Cuando tuvo a la muchacha en su poder, el «salvador» le disparó en la frente al único sobreviviente del grupo de los villanos, quien ya estaba herido y quedó tendido sobre el suelo. La imagen del orificio en su rostro todavía rebota en mi mente.

Pero ese fue solo el comienzo, «lo bueno vino después», como deben decir los amantes de ese tipo de filmes. Los malos quisieron vengar lo ocurrido y la matanza fue mayor.

Les añado otro elemento, pues no sé si la película está en la programación de varias guaguas y deseo que sepan más de la trama: la adolescente fue secuestrada porque su padrastro debía mucho dinero relacionado con la droga, y por supuesto el tío, prófugo de la justicia desde hacía varios años, era el héroe, uno casi invencible, capaz de acabar con todos, conseguir riqueza material y dejársela a la hermana y a la hija de ella.

Fuera de la pantalla, una mujer a veces le tapaba los ojos a su pequeño para que no pudiera ver, y él protestaba porque ya estaba como hipnotizado por los efectos y la historia. Otro niño más pequeño lloraba por tanto ruido, en especial cuando los tiros y los gritos de los personajes se sentían con más fuerza.

Dolía observar a las personas pendientes de aquello. Saltar ante algunos desenlaces, cruzar los dedos, como especie de ayuda a los extrañamente buenos, decir «¡está buenísima!», en referencia a la película, y seguir con la mirada en las imágenes.

Después de los créditos, aparecieron audiovisuales de humoristas, grabados aparentemente en centros nocturnos y programas televisivos fuera de Cuba. El decisor en aquel momento, el chofer que descansaba, en ocasiones corría parte del audiovisual, porque en verdad algunos chistes eran demasiado «fuertes», y presionaba el play otra vez, pero los contenidos de aquella memoria flash eran casi todos similares.

Luego, apareció una tanda de videos de reguetón, con mucho movimiento y poca ropa, como es usual en la mayor parte de esas propuestas. Más tarde, otros filmes, algunas bromas y más música. Así siguió el viaje, que incluyó paradas en varias terminales y otros sitios.

Es lamentable que predominen propuestas de ese tipo en los ómnibus, destinados al traslado de personas, pues durante varias horas casi la única opción de los viajeros es observar lo expuesto en las pequeñas pantallas.

A nivel nacional se ha reconocido la importancia de los contenidos y calidad en la factura de los audiovisuales para la cultura nacional, fortalecer valores y favorecer la formación de las personas, en especial de niños y adolescentes, quienes suelen estar en ese tipo de transporte.

Según estudiosos, los infantes aprenden más que imitación e incorporan soluciones «bravuconas», aunque no las ma­nifiesten de forma inmediata, y pueden considerar las pe­leas como un mecanismo normal para resolver conflictos, más cuando quien dispara y golpea es presentado como un héroe. El efecto de programas y dramatizados provoca que hasta adultos repitan expresiones y formas de vestir. En los pequeños, cual esponjas nuevas, la dimensión es mayor.

Hoy el país realiza iniciativas bien pensadas y atractivas, como La Mochila, compendio digital de los Joven Club de Computación y Electrónica, que incluye documentales, filmes y dramatizados cubanos y foráneos, y también el Pa` que te eduques en centros estudiantiles, impulsado por el Ministerio de Educación y con numerosas opciones didácticas y para la recreación.

Ojalá los materiales audiovisuales preferidos sean siempre favorables y con calidad. Ojalá los ofrecidos en la televisión nacional, en los ómnibus, cines y otros los lugares lo sean en todo momento, lo cual debe constituir una pretensión permanente.

Fuente: http://www.granma.cu/opinion/2017-03-23/viaje-frente-a-la-pantalla-23-03-2017-18-03-13

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Yasel Toledo Garnache

Columnista de Granma. Cuba