Entre el Estado evaluador y el derecho a la educación

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El INEE no sólo es una aspiradora de información, también ofrece análisis y divulga los resultados mediante publicaciones periódicas y libros producto de sus investigaciones. El INEE, como cabeza del Sistema Nacional de Evaluación Educativa, es una representación fiel de lo que Guy Neave denominó el Estado Evaluador. Pero también es el promotor de una mejor educación. No es fácil encajonarlo en un solo embalaje, sus faenas son una mezcla de tendencias tecnocráticas, con aspiraciones de equidad y diversidad.

El INEE es la cabeza del Estado para realizar todo tipo de evaluaciones en el sistema educativo, en especial a los docentes, pero no refrenda los supuestos del empuje neoliberal de que los estándares de calidad son universales, generalizables y no contextuales. Lo mismo publica y hace juicios de valor sobre los resultados de PISA (México en PISA: 2015), que produce e impulsa las directrices para mejorar la atención educativa de niñas, niños y adolescentes indígenas. Lo mismo publica la evaluación de docentes de educación básica: una revisión de la experiencia internacional, de Felipe Martínez Rizo, que La educación obligatoria en México: informe 2016, con énfasis en el derecho a la educación y juicios severos sobre la inequidad en el gasto público en educación.

Lo más visible de las tareas del INEE es la valoración de los docentes y directores de escuela. Se encarga de coordinar la evaluación para el ingreso a la carrera docente, la promoción vertical y horizontal y, lo más debatido, la permanencia en el servicio docente y el reconocimiento para otorgar premios y estímulos.

Esa pudiera ser la marca de la casa. En mis charlas con maestros y directores de escuela, la única percepción que tienen del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación es la evaluación de docentes; no saben —y tal vez no les interese enterarse— de sus otras labores. Tienen grabada en su memoria las jornadas de septiembre y octubre de 2015, recuerdan las diatribas que se manejaban en la prensa y las redes, muy pocos acusan recibo de los cambios que realizó el Instituto tras las críticas que sufrió.

Para los militantes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, el INEE es la encarnación del neoliberalismo. No me gusta antagonizar. Cuando dialogo con ellos es con el fin de aprender y tratar de entender algo más de sus motivos para oponerse con todo a la Reforma Educativa y, en particular a la evaluación. Expresan con convicción, pero sin aportar evidencias, que la verdadera misión del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación es desprestigiar a la educación pública para luego privatizarla.

Entre docentes que no concurren con la CNTE, lo que más noto es temor, incertidumbre, no les gusta obtener información directa de la página del INEE, sino que apoyan sus creencias en lo que se propaga por las redes sociales. Si bien ya no hay tanta oposición a la evaluación docente, la mayoría de los maestros considera que el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación es el símbolo omnipresente del Estado evaluador, aunque no usen ese concepto. A fe mía que allí radica el verdadero reto para el Instituto: acercarse al magisterio, ganarse su confianza y adquirir credibilidad.

El INEE ofrece muchos servicios a los docentes: materiales, estudios comparativos, informes sobre su profesión y su hacer, pero la mayoría los ignora.

Es la paradoja de las visiones encontradas. El diseño institucional del INEE, tanto en su propia ley como en la del Servicio Profesional Docente, configura un aparato proyectado para medir, valorar y producir información para funcionarios. Pero en su hacer interno va mucho más allá. Se concibe a sí mismo —al menos entre algunos miembros de la Junta de Gobierno— como una institución provechosa para la educación, los estudiantes y los maestros; además, se proyecta como defensora férrea del derecho a la educación. En su discurso empalma calidad con equidad, mejora con más oportunidades para los desfavorecidos.

El Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación es un ente complejo y contradictorio. Está envuelto en la disputa política e ideológica por la educación nacional. Es —al mismo tiempo— un aparato de Estado y un defensor del derecho a la educación.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/entre-el-estado-evaluador-y-el-derecho-a-la-educacion/

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Carlos Ornelas

Doctor en educación por la Universidad de Stanford. Es Profesor de Educación y Comunicación en la Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco. Sus intereses de investigación incluyen el estudio de reformas educativas en perspectiva comparada. Su libro, El sistema educativo mexicano: la transición de fin de siglo (México: Fondo de Cultura Económica, 1995), tiene dos ediciones y 15 reimpresiones.