¡Tomémonos en Serio el Juego»

Por: Patricia Sarlé

Un poco de teoría. “Todos juegan y yo también”

Todos los niños sanos juegan… y cuanto más pequeños, más orientaciones necesitan para jugar. ¿Cuántas veces, con un bebé en brazos, le acercamos un juego de llaves para que las chupara y las hiciera sonar y así la espera se convirtió en una suerte de juego y búsqueda de sonidos? Un rostro sonriente, la presentación de un objeto fuera de su uso habitual (cacerolas y cucharas de madera, un trozo de hilo abandonado en un rincón, unas hojas crujientes en la calle que vuelan impulsadas por el viento…), un juguete, la presencia de otros chicos… despiertan en el niño la curiosidad y “sin querer” lo invitan a jugar.

Algunos principios que necesitaríamos resaltar:

Jugar en un derecho de todos los niños y niñas… por eso es tan importante prestarle atención y brindarle a los niños oportunidades diferentes para enriquecer su juego.

Aún cuando los niños y niñas juegan de manera natural, es importante ofrecerles “otros” con quienes jugar. El juego es tanto una conducta natural como adquirida, social que se torna compleja en la medida en que aparecen “otros” (adultos, niños mayores, pares) con quienes hacerlo…

– Objetos y “sujetos” acompañan los juegos de los niños pequeños y son importantes para su desarrollo. Los objetos y materiales invitan a jugar y “esconden” un modo de uso que no se aprende solo con la exploración. Los objetos/juguetes facilitan el juego y hasta pueden orientarlo pero cuanto más restrictivos menos posibilidades lúdicas ofrecen. Ahora bien, el juguete por sí solo, no alcanza… Para que los juegos avancen más allá de lo espontáneo, el jugar necesita otros significativos (adultos, niños mayores o pares) con quienes compartir y aprender nuevos juegos.

El juego necesita tiempo y espacio. Esto es fundamental y más aún cuando el espacio es diferente al hogar… Especialmente en los espacios regulados (escuelas, clubes….) se necesita disponer el ambiente de modo tal que abra a la posibilidad de jugar solo y con otros. Hay reglas para el juego y reglas del jugar… Las primeras dependen del tipo de juego… las segundas de las características de los jugadores. Se puede jugar sin juguetes o sin objetos pero no se puede jugar sin “ideas” sobre las cuales jugar. Una pregunta cotidiana en los niños suele ser… ¿a qué jugamos? Por eso, a medida que los niños crecen necesitan enriquecer la propuesta de juego para no quedar encerrados en sus posibilidades.

Los juegos se suceden en la infancia y tienen tantos rostros y formas como niños los juegan.

La edad, las posibilidades que ofrecen los objetos y materiales del entorno, la presencia de un “otro” que invita a jugar… marcan diferentes modos de jugar.

En los más pequeños, chupar, golpear, arrastrar, poner y sacar, arrojar y levantar, abrir y cerrar, armar y derribar… son formas de ocupar el tiempo. Juegos que se inician “espontáneamente” como acciones repetidas de descubrimiento y exploración del objeto. Juegos que sorprenden al niño y que lo invitan a seguir actuando con los objetos, a mejorar sus ensayos iniciales… juegos que pueden durar un instante o largo tiempo de ejercitación y repetición hasta alcanzar un objetivo que conduce la acción del niño.

A partir de los 18-24 meses, estos juegos cobran nuevos sentidos. Acunar un muñeco, alimentar a un oso con “comidita de mentira”, manipular muñecos y realizar acciones familiares con ellos, darle voz al motor de los autos y recorrer largas distancias en las paredes y pisos… son modos de jugar que se agregan a la exploración y al descubrimiento de las propiedades de los objetos. El ocultamiento, las carreras, los juegos de vértigo, los primeros ensayos de juegos deportivos como patear la pelota o embocarla… van enriqueciendo las posibilidades de los niños pequeños y el intercambio con hermanos mayores, el conocimiento de las cosas, la entrada al Jardín, los dibujos que ven en la televisión, los cuentos que escuchan, los lugares que visitan… acercan nuevos temas e intenciones para jugar. El mundo se transforma y toma el sentido que el niño quiere darle. Una lapicera puede ser un avión, un palo se transforma en un caballo y la imaginación pareciera no tener límites para la iniciativa infantil.

En este recorrido evolutivo, jugar con otros abre la puerta a los juegos con reglas convencionales. Las manchas en los patios, los juegos con palabras (los cuentos de nunca acabar como “El cuento de la buena pipa”, “En la tienda de París”…, el Veo-Veo, el teléfono descompuesto…), los juegos a partir de canciones, las rondas y las rimas (¿quién no jugó a La farolera, El huevo podrido, el Antón pirulero, La Ronda de San Miguel, Martín Pescador?), los juegos de descarte (el Pisa-pisuela, el Ta-Te-Ti), los Juegos de mesa (los Rompecabezas, los Juegos con cartas, dados y tableros, los Laberintos y recorridos, el Memotest, el Dominó, el Ludo…)… los juegos de siempre (la Rayuela, La brujita de los colores, Las esquinitas, Las escondidas, El anillito, La payana, La Taba…) pueblan el universo de los juegos siempre que haya un “otro” capaz de trasmitirlo.

Los juegos cambian con la edad de los niños pero no sólo dependen de la edad. Algunos juegos requieren contar con objetos y juguetes, otros sólo aparecen por tener una buena idea o porque alguien enseñó la regla. A veces se necesitan espacios amplios. Otros no requieren desplazamientos y solo precisan que estemos muy quietos y atendamos a las palabras y los gestos. Hay juegos que se pueden jugar solos pero en muchos otros, la presencia de compañeros de juego resulta imprescindible.

¿Qué es entonces Jugar?

Jugar es una forma de utilizar la mente y una actitud sobre las cosas que permite poner a prueba ideas, emociones, iniciativas y experimentar con ellas. La posibilidad de jugar está “sostenida” por el desarrollo de la imaginación… pero la imaginación necesita contenidos sobre los cuales “crear”. Para jugar se necesitan “ideas maravillosas”.

Esta manera de definir al juego permite comprender por qué al juego se lo ha asociado con conductas tan diversas como la posibilidad de…

– … ejercitar lo que ya se conoce, comprender la realidad, potenciar la exploración y la construcción del conocimiento

– … ponerse de acuerdo con otros reconociendo los puntos de vista diferentes que cada uno tiene

– … coordinar acciones donde se complementen roles, se distribuyan tareas, se refuerce la interacción y se utilicen recursos comunicacionales variados

– … tomar decisiones y desarrollar progresivamente el pensamiento autónomo.

– … asumir los fracasos y los errores y ensayar nuevas respuestas

– … resolver problemas, desarrollar el pensamiento creativo, poner en juego las emociones, aprender a anticipar trayectorias, etc.

La variación del juego está fuertemente condicionada por la pertenencia social, por la experiencia y las condiciones de vida. De ahí que…cuanta más experiencia, más información y más situaciones nuevas se ofrezcan a los niños más se facilitará la posibilidad de jugar.

¿Cómo armar entonces una situación rica de juego?

Al ser el juego no solo una conducta natural y espontánea sino también un producto de la cultura, la variabilidad y disponibilidad de objetos, juguetes, espacios y tiempos, la riqueza y organización de las propuestas, la presencia de otros niños y adultos con quienes jugar… tornará al juego más rico y facilitará el desarrollo de las posibilidades representativas, de la imaginación, de la comunicación y de la comprensión de la realidad.

Algunas sugerencias que pueden ayudarnos a “dar una vuelta” al juego cuando está situado en espacios con diferentes grados de formalización (hogar, plaza, club, centro infantil, ludotecas, escuelas):

– Como el jugar supone no solo disponer de un espacio apropiado sino también de tiempo, se requiere asegurar ambas variables para que el juego ofrezcan la seguridad que el niño necesita para desarrollarse. Los juegos suelen iniciarse con un primer momento más exploratorio del material y las posibilidades que ofrece el lugar. Por eso, para evitar una conducta aleatoria y dispersa en los niños es muy importante recorrer todos juntos el lugar, presentar los juguetes que van a estar disponibles, los lugares donde se guardarán después de jugar y también señalar qué espacios no pueden usarse.

– La organización de sectores de juego – por ejemplo, sectores para dramatizar, pintar, construir o armar, jugar a las cartas o recorridos – permite jugar solos o en pequeños grupos. En este sentido, es importante que se respeten ciertas pautas para entrar o salir de esos sectores… tener cuidado con los que están jugando para no interrumpir el juego, cuidar los juguetes para el que viene después, etc. Puede ayudar que en algunos sectores haya adultos “acompañando” el juego o jugando con los niños. Y también no obligar a jugar con otros cuando un niño juega solo.

– En contextos donde participan muchos niños, el número de niños por sector dependerá de la cantidad de material y juguetes disponibles. Para los niños “compartir” debe ser una posibilidad pero no una obligación. Cuanto más pequeños son los niños mas se observan juegos “en paralelo” que requieren que cada uno cuente con sus propios juguetes y objetos. Jugar con otros es diferente a jugar junto a otros. En el primer caso, se pueden alternar el uso de juguetes porque se complementan las acciones. En el segundo, estamos “con” el otro… en el mismo espacio… pero aún cuando se mantenga una posición de “alerta” frente al juego del compañero, el pensamiento y el juego de los niños sigue su propio carril… Quizás por esto resulta tan importante contar con materiales y espacios suficientes para todos.

– La presencia de los adultos necesita ser orientada. Así como se recibe a los niños, también se necesita recibir a las mamás, abuelas o adultos que acompañen y compartir con ellos qué se espera que hagan. Orientar, animar a jugar con los niños, leerles un cuento… estar disponibles para lo que se necesite, ofrecer ideas para ayudar a sostener el juego, pueden ser algunas iniciativas que faciliten la integración y quiten el miedo de estar entrando en un territorio diferente al habitual pero muy atractivo para establecer nuevos vínculos.

– Puede ser que los “acompañantes” no quieran jugar. Una característica del juego es que no se puede “obligar a jugar”. Nadie juega sino quiere. En estos casos, se pueden pensar otras alternativas. Por ejemplo, ofrecer un taller de confección de juguetes o por qué no, proponer juegos para que las mamás también pasen un momento agradable entre ellas. Algunos juegos, como el Memotest, puede ser fácilmente adaptado para adultos… solo se requiere disponer de imágenes más complejas y mayor cantidad de piezas…

– Los diferentes tipos de juego requieren modos particulares de intervención y seguimiento. En un juego dramático, se necesitará facilitar la elección de los roles para jugar, animar los diálogos con preguntas e intervenciones que sostengan la acción dramática. Por el contrario, un juego de construcción quizás requiera solucionar un problema práctico para que la torre pueda “crecer en altura” o los “autos andar solos en una pista”. En este caso, construir junto con los niños puede ser una alternativa para animarse a ir más allá de las ideas iniciales. Finalmente en un juego con reglas convencionales, verbalizar las reglas mientras se juega, jugar con los más chiquitos sentados en la falda, equivocarse y perder o por el contrario, ganar y desafiar a jugar de nuevo… pueden ser intervenciones que alienten la búsqueda de nuevas formas de jugar.

Durante el juego… es cuando se necesita “estar” con los niños, acompañarlos en las elecciones, observar sus necesidades, ofrecer alternativas, animar a buscar otras soluciones, facilitar los procesos de búsqueda brindando nueva información… en suma, enriquecer en ellos la posibilidad de jugar.

– Mientras los niños juegan es importante estar atentos a la tensión que puede surgir frente al “ruido” inicial que lleva la organización y distribución de los niños en los sectores y animarse a “dejar jugar” y también a “orientar/pautar” el juego…. El “orden y caos” propio de los espacios lúdicos se contiene a sí mismo en la medida en que los jugadores superan el primer momento de confusión que plantea la diversidad de ofertas y la ansiedad por conocerlas todas. Probablemente, la primera vez que se ofrezca un espacio de juego aparecerán momentos de juego libre y espontáneo. A medida en que los niños conozcan el lugar, los materiales, las posibilidades… los juegos se irán enriqueciendo y ordenando.

Enseñar a jugar supone animarse a mirar al juego no como una única situación sino como una sucesión de escenas. Una de las características de un buen juego es que está como “volcado sobre sí mismo”, es decir, el juego llama al juego. Un verdadero juego no solo es divertido sino que invita a ser jugado nuevamente. La repetición, la exploración de nuevos finales, la inclusión de ideas y proyectos, la modificación de las reglas… forma parte del juego y nos revela como avanza el pensamiento infantil.

Jugar abre nuevos posibles en los que la confianza, la curiosidad y el pensamiento pueden seguir un cause propio para las posibilidades de aprender del niño y lo invitan a aventurarse más allá del punto de partida original. Aprendizajes necesarios para animarse a “aprender a aprender” y “elegir qué vale la pena aprender”. Aprendizajes imprescindibles para el mundo de hoy.

Fuente artículo: http://aprendiendoaserpapaz.redpapaz.org/index.php?option=com_k2&view=item&id=270:tom%C3%A9monos-en-serio-el-juego-patricia-sarl%C3%A9&Itemid=29

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Patricia Sarlé

Experta en Juego. Profesora de Educación Inicial y Doctora en Educación de la Universidad de Buenos Aires.