Ecuador: Abuso sexual escolar: un tabú que calla a las víctimas

Profesionales consideran que desde los 3 años, al niño deben dársele charlas con lenguaje apropiado, sobre sexualidad.

Por: Silvia Murillo/Diario El Telégrafo/13-10-2017

Estela es una niña a la que le encanta usar su imaginación. Un día es pellizcada y rasguñada por una compañera de clases. Como no sabe qué hacer se queda callada, entonces su maestra le aconseja: “Cuando alguien te haga algo que no te guste tienes que decirle que pare, y si no lo hace, entonces gritas muy fuerte hasta que vengan a ayudarte”.

Un día, el tío de Estela, Anselmo, empezó a tocarla de una manera que no le gustó. Ella hizo lo que su profesora le dijo y funcionó. Este breve relato es un fragmento del libro Estela, grita muy fuerte, de la autora catalana Isabel Olid, que ayuda a los niños a expresarse y a dar esa voz de alarma. Los adultos la consideran como una herramienta para hablar con sus hijos de lo que es el abuso sexual y cómo evitarlo.

Cuando un menor ha sido vulnerado ya sea por un miembro de su círculo familiar, un profesor o un desconocido, sufre cambios que son notorios, pero hay un grave problema en la actualidad: existe una gran desconexión entre padres e hijos, ya sea por trabajo o circunstancias de la cotidianidad.

La psicóloga educativa Diana Hidalgo, quien tiene un doctorado en Terapia Familiar, corrobora esta problemática. “Hoy por hoy todavía se manejan términos de confianza muy rígidos y los niños no tienen la apertura en sus hogares para hablar de temas especialmente sexuales”.

Ella señala que por estar los padres muy enfrascados en su trabajo no se dan cuenta de las señales de alerta que a diario pueden estar dando los hijos. Cita entre ellas, por ejemplo, los cambios de comportamiento y los físicos como la caída del cabello, manchas en la piel, dolores de estómago o de cabeza frecuentes. La psicóloga indica que inclusive hay casos en los que se le resta importancia a dichas señales y se las atribuye al mal humor o al cambio de la niñez a la adolescencia.

El problema, más allá de la prevención y de estar alerta a esos indicativos que los niños que han sido abusados sexualmente dan a diario, radica también en el modelo educativo implementado en el país.

Hidalgo destaca que al docente le falta preparación y, a aquel que se perfila para ejercer una cátedra, hay que realizarle pruebas psicosométricas y psicológicas. “Una persona que va a estar a cargo de niños debe tener un estado emocional perfecto, no puede ser inestable, y eso no se hace actualmente. Ahora se necesita un título, pero este no garantiza nada; en ese sentido la evaluación docente es mínima”.

Ella resalta que a los menores hay que darles apoyo, clases de autoayuda, de sexualidad, de conocimientos básicos de autoestima, y de cómo mejorarla.

El tema del abuso sexual está en la palestra pública especialmente cuando salen a relucir las 41 víctimas del caso Traversari a manos de un profesor, cuando eran niños, entre el período lectivo 2010-2011, en Quito.

En ese sentido, la profesional considera que hubo un cierto grado de complicidad de este centro educativo con el victimario, porque se le permitió por un año abusar de los estudiantes. “Me parece inaudito que el colegio teniendo un profesor que mantiene la puerta cerrada y cortinas negras en su aula no pregunten algo”.

La profesional resalta que el mecanismo que utilizó el agresor, el del amedrentamiento, es típico, sistemático, consistente y sumamente efectivo.

Para el sociólogo Galo Cevallos Rueda, si bien han habido muchas modificaciones en el campo educativo como por ejemplo la revisión del Currículo Nacional, la debilidad está en que faltan conocimientos técnicos, porque la educación del Ecuador se ha quedado en el tiempo y, sumado a ello, se han incorporado modelos pedagógicos de otros países.

Cita, por ejemplo, el proyecto europeo Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés) que es parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), cuyo objetivo es evaluar la formación de los alumnos cuando llegan al final de la etapa de enseñanza obligatoria (15 años).

“Era el modelo en competencias y es interesante, además resulta conveniente en un contexto como el europeo, para que el estudiante pueda entrar en la sociedad posindustrial. Entonces esa transposición de patrones pedagógicos al Ecuador ha sido quizás su gran falencia”.

Cevallos resalta que desde la época de Eloy Alfaro se han heredado los proyectos de los alemanes y que “siempre han sido propuestas internacionales incorporadas en el país, sin antes haber hecho un previo diagnóstico que es lo fundamental”.

Para él, se requiere de una evaluación del sistema educativo, pero que esta no sea punitiva, sino en la cual se refleje la realidad de la educación; que no se restrinja la cuestión infraestructura y salarios a los docentes. “(La valoración) tiene que ver con el concepto de educación para una sociedad; yo creo que esa es la mayor debilidad”.

Katalina Barreiro, vicerrectora del Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN), considera que la reforma educativa principalmente preescolar, escolar y del bachillerato probablemente tiene un énfasis muy claro en tratar de generar, en teoría, cierto tipo de destrezas. “En ciertos aspectos ha habido una supresión de capacidades que anteriormente sí se tenían”.

Señala que en el país se ha trabajado mucho con el modelo cubano donde, por ejemplo, al tema del deporte se le da mucha importancia y eso se refleja en el currículum semanal, en horas. “Han habido ventajas como el hecho de acceder a las escuelas del Milenio consideradas como unidades educativas con tecnología y con posibilidad a otros condicionamientos, pero también ha sido un experimento que en vez de potenciar el sistema rural educativo, en ocasiones eso ha significado haberlo borrado, poner otro, pero que no necesariamente ha generado los beneficios que se esperaba”.

Reitera que actualmente se contempla más el deporte, la música, un modelo cognitivo en el que se trata de generar las 5 inteligencias, pero eso no tiene nada que ver con las posibilidades de riesgo que la población estudiantil puede tener en un plantel. “Eso es más bien un debate dentro de lo que queda de las garantías y de los derechos de los menores y con actores claros, principalmente el tema de las instituciones docentes”.

Barreiro destaca que el problema surge cuando pensamos que todo puede ser medido cuantificablemente con una nota, que es como un sistema de competencia académica en sociedades inclusive neoliberales. “Lo que se aspira cuando el hijo de uno entra a la escuela, no solamente es que saque un título para que pueda entrar a la universidad si pasa el examen,  también es que tenga un código de valores, ético, laboral, que aunque (la institución educativa) no diga que va a tener una materia de eso, lo sabemos porque por eso la escogimos y nos lo garantiza”.

Menciona que eso no es medible, pero tal vez esa parte es la que más impacto puede tener en la convivencia social y en la construcción de sociedad.

Las leyes que los protegen

El marco legal educativo contempla los protocolos de actuación ante casos de violencia sexual detectada o cometida en el ámbito educativo y, para ello,  señala que se debe informar a las autoridades para que estas hagan el abordaje oportuno.

“En caso de que la autoridad o cualquier docente de la institución  educativa esté implicado en el caso de violencia, los procedimientos detallados en este protocolo deben realizarlos la   coordinación del DECE (Departamento de Consejería Estudiantil), en conjunto con la Dirección Distrital de Educación”, reza la norma, que destaca que jamás a la víctima debe exponérsela a la confrontación con el victimario o abusador.

En ese sentido, la psicóloga educativa Julia Regalado sostiene que la Ley Orgánica de Educación protege al menor, pero que en las instituciones educativas debe hacerse una constante medición respecto a cómo están trabajando en la prevención del abuso sexual y consumo de drogas y, quienes lo hagan deberían ser escogidos de la misma manera que se lo hace con los docentes.

“El niño es un CD en blanco cuando llega a la institución (educativa) y se forma con lo que ve en casa con los padres y la otra mitad en donde estudie”.

Regalado manifiesta que debería existir más control en la parte psicológica y no solo centrarse tanto en la académica.

Ella indica que no basta un concurso de merecimiento sino que hay que medir la vocación del aspirante, porque “un docente está formando vidas, está marcando para bien o para mal a ese niño; debe de haber más control y buscar que sean personas que en realidad quieran la docencia, que tengan vocación y que no lo hagan solo por necesidad económica”.

La especialista resalta que en un establecimiento educativo no solo puede abusar del menor un profesor sino cualquier persona de otras áreas o, incluso, un compañero de más edad.

Un tabú

Si bien es cierto existen charlas de prevención y sexualidad, Regalado menciona que estas se deberían enfocar también en los niños de educación inicial utilizando con ellos un lenguaje apropiado y pedagógico.

Considera que el tema del abuso sexual sigue siendo un tabú en la sociedad y cita el caso de padres de familias cuyos hijos se educan en instituciones privadas, que cuando se les habla de sexualidad inmediatamente se acercan a ese centro a reclamar y cuestionar.

“La solución es hacer una campaña de prevención contra el abuso sexual dentro y fuera de las instituciones educativas empezando desde la educación inicial básica, que es la escuela, y que los padres tengan esa apertura y no se asusten; las charlas las deben dar personas capacitadas”.

El artículo 347 de la Constitución de la República garantiza el respeto del desarrollo psicoevolutivo de los niños, niñas y adolescentes en todo el proceso educativo. De la misma manera, asegura que todas las entidades impartan una educación en ciudadanía, sexualidad y ambiente, desde el enfoque de los derechos. Mientras que el art. 46 dice que el Estado adoptará, entre otras medidas, la protección y atención contra todo tipo de violencia, maltrato, explotación sexual o de cualquier otra índole, o contra la negligencia que provoquen tales situaciones.

Para el psicólogo educativo Napoleón Vásquez existen 3 “monstruos” que están enquistados en las instituciones educativas: el bullying, el problema de la drogadicción y el abuso sexual, en ese orden.

Él coincide en que los programas de prevención son una verdadera opción para enseñar a los hijos, pero, a su vez, destaca que las autoridades del régimen escolar o bachillerato no han tenido con qué defenderse.

Se refiere a que, por ejemplo, cuando ha tratado casos de bullying, la referencia que tiene es que las autoridades de la entidad educativa donde se suscitó la denuncia explican que “no pueden expulsar al bulleador”, porque no poseen un instrumentos legal o administrativo que los ampare.

En lo que se refiere a los casos de abuso sexual, Vásquez indica que las cifras que salen a la luz pública no son las reales, porque faltaría contabilizar aquellos casos que se atienden en centros privados.

Hace esta aclaración porque solo en el centro psicológico que dirige junto con 9 psicólogos más, en el período lectivo 2015-2016 atendió 70 casos de abuso sexual, y en el año lectivo 2016-2017 tiene registrados 120.

Considera que este tema sigue siendo un tabú, porque cuando hay una violación los padres de familia comentan del suceso con susto. “¿Por qué? porque eso no está establecido en la sociedad; la obligación es la de instruir, cuidar y apoyar a los niños en estos temas. Es importantísimo incluir, de manera curricular para la enseñanza escolar y de bachillerato, la sexualidad”.

Cuando un niño ha sido vulnerado sexualmente, el especialista indica que debe recibir ayuda psicológica inmediata. Señala que existen casos de víctimas que fueron abusadas entre los 6 y 7 años y se han quedado calladas por vergüenza, pero en su adultez y, si tienen un hogar formado, no lo hacen más porque temen que a sus hijos les pase lo mismo.

Destaca que a partir de los 3 años un niño ya empieza a tener uso de razón y desde esa edad se le debe enseñar el amor y cuidado que debe brindarle a su cuerpo. Con este tipo de información sexual, contará con más posibilidades de defenderse.

Lo que la ley sanciona

El Código Orgánico Integral Penal (COIP), en su artículo 171, establece que la persona que haya consumado la violación, cuando la víctima sea menor de 10 o 14 años, haya usado violencia, amenaza e intimidación, será sancionada con una pena privativa de libertad de entre 19 y 22 años.

En el art. 170 (abuso sexual), se detalla que la persona que, en contra de la voluntad de otra ejecute sobre ella o la obligue a ejecutar sobre sí misma u otra, un acto de naturaleza sexual, sin que exista penetración o acceso carnal, será sancionada con cárcel de 3 a 5 años.

En tanto que si la víctima es menor de 6 años, la sanción será de 7 a 10 años de prisión.

El cambio de la víctima

La Fundación Save The Children detalla que luego del abuso sexual, la víctima puede presentar consecuencias físicas, conductuales, emocionales, sexuales y sociales. Por ejemplo, tiene pesadillas y problemas de sueño, cambio de hábitos de comida, pérdida de control de esfínteres,  consumo de drogas y alcohol, fugas (de la escuela o  colegio), conductas autolesivas o suicidas, hiperactividad, baja en el rendimiento académico.

También evidencia un miedo generalizado, agresividad, culpa y vergüenza, aislamiento, ansiedad, depresión, baja autoestima y sentimientos de estigmatización, rechazo al propio cuerpo, síndrome de estrés postraumático; un conocimiento sexual precoz o inapropiado de la edad, masturbación compulsiva, exhibicionismo, problemas de identidad sexual.

A estas señales se suma el déficit de habilidades sociales, el retraimiento social y conductas antisociales.

No es que todas las víctimas presenten estos cambios, pero sí pueden identificarse con alguno o varios de ellos. En el caso de las niñas o adolescentes, estas suelen sexualizar su comportamiento; los niños, en cambio, reproducen esas conductas sexuales agresivas de las que fueron víctimas con otro menor, o cuando este le pega en los genitales a otro escolar.

La mayoría de las víctimas calla, pero dan señales y, otras, como los 41 adolescentes que sufrieron en su niñez abuso sexual y 2 de ellos violación, decidieron deshacerse de ese dolor y contar lo que padecieron en la Academia Traversari.

El Ministerio de Educación, la semana anterior, mediante acuerdo ministerial, expidió un instructivo de actuación para la atención a niños y adolescentes víctimas de abuso sexual cometido o detectado en los establecimientos del sistema educativo nacional y los procesos para la investigación y respectiva sanción. (I)

Punto de vista

Priscila Pérez, psicóloga de la Unidad de Atención de Peritaje Integral de la Fiscalía del Guayas

La educación no se enfoca en la prevención 

Hay que aclarar que en el caso de abuso sexual en niños, generalmente la víctima no denuncia, es a través de su conducta que se detecta. Existe un abuso de poder profesor-niño, familiar-niño, que no se percibe porque existe familiaridad. Un menor ultrajado muestra aislamiento, cambio en su personalidad, no puede dormir tranquilamente, ni  controlar su esfínter, siendo estos los indicadores de una posible irrupción en su psicosexualidad.

La educación ecuatoriana no está enfocándose en la prevención del abuso sexual sino en la recuperación.

Hay que educar al niño con respecto a todos los escenarios posibles de un abuso, que ellos no lo reconocen porque están dentro de sus primeras relaciones: papá, hermano, tío, profesor. Cuando esto ocurre no pueden reaccionar porque familiarmente reconoce a la víctima y lo integra dentro de su cotidianidad.

El abordaje como psicólogos siempre va a ser la prevención; hay mucho material educativo-pedagógico que ayuda a identificar cuando el niño está bien o mal en una relación con un adulto. Pero, normalmente, el menor cae en el juego del abusador y de la víctima, se siente culpable, tiene vergüenza y no sabe lo que está pasando, de paso hay amenazas.

La intervención de la Fiscalía ha sido fuerte en este sentido, porque como peritos vemos que cada vez hay más violaciones; es lo mismo que pasaba antes, pero ahora la gente está hablando y eso se refleja en las denuncias. De alguna manera se está superando ese tabú cultural.

Los casos más comunes son de víctimas de 4, 5 y 6 años, en violencia extrafamiliar; y de 1 y 2 años, violencia intrafamiliar. A un niño entre los 10 y 12 años es más difícil ultrajarlo porque ya tiene conciencia moral. (I)

Una relación de horizontalidad más allá del poder profesor-alumno

Para Katalina Barreiro, vicerrectora del Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN), las unidades psicológicas dentro de las escuelas con dificultad han logrado hacer la labor de identificación de los conflictos reales que tienen los niños.

Menciona que hay una relación de poder desde la escuela en cómo se trata al niño y es importante que exista una relación de horizontalidad entre el maestro y el niño, el orientador y el niño, el psicólogo y el niño. Este, según ella, es un modelo que hay que pensarlo para su ejecución. “Echando una mirada objetiva a la construcción del sistema público de educación, hay temas que no se abordan, pero probablemente es en estos escenarios es donde ‘se fermenta’ la mayor cantidad de cosas”. Considera que la educación pública es la de mayor disciplina. (I)

Acuerdo Ministerial

EL artículo 10 (del proceso administrativo) del acuerdo ministerial emitido la semana anterior establece que: la máxima autoridad del distrito educativo, una vez que conozca del cometimiento de una infracción de violación sexual en un establecimiento educativo público, dispondrá a través de la Junta Distrital de Resolución de Conflictos, el inicio del sumario administrativo en contra del profesor infractor. Será separado de la institución educativa. (I)

Este artículo fue publicado originalmente el Domingo, 02 Julio 2017, en diario El Telégrafo, sección Sociedad.

*Fuente: www.eltiempo.com.ec/noticias/ecuador/4/422720/abuso-sexual-escolar-un-tabu-que-calla-a-las-victimas

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