Infancias robadas, silencios vergonzosos

Por: Jaume Carbonell

Las guerras se normalizan y olvidan. Este es el caso de Siria, donde la infancia lanza un SOS para romper el silencio.

“De todo…. Me acuerdo de todo….Recuerdo que los adultos decían: ‘Es demasiado pequeño, no lo entiende’. Yo me sorprendía, pensaba ¡Qué extraños  son los adultos! ¿Que los hace pensar que no entendemos  nada, cuando en realidad lo entendemos todo? Incluso tenía la impresión que entendía más cosas que ellos, porque yo no lloraba y ellos sí”.

“La guerra es mi manual de historia. Mi soledad. No tuve infancia… me la robaron, no forma parte de mi vida. Soy un hombre sin infancia, su lugar lo ocupó la guerra. Después sólo el amor me marcó hasta este punto. El día que me enamoré… que descubrí el amor”.

¿Qué no van a entender? Este texto, al igual que otros muchos de similar  dramatismo, está sacado de Últimos testimonios. Un solo de voces infantil, de la Premio Nobel de Literatura Svetlana Aleksiévitx, en la que se entrevista a  niños y niñas de 2 a 12 años que sobrevivieron durante la Segunda Guerra Mundial que, en la Unión Soviética,  causó millones de víctimas infantiles. Historias de orfandad, dolor y desplazamientos en la hasta entonces mayor crisis humanitaria de la historia.

Parecía que, al término de este conflicto, que se saldó con 60 millones de víctimas, el deseo de paz se instalaría definitivamente. Así ha sido en muchos países pero la geografía de la guerra se ha mudado a otros territorios donde los conflictos bélicos internos cuentan con estrechas complicidades de las potencias extranjeras más poderosas. Los beneficios económicos de la industria armamentística y el control geoestratégico  del  mundo son demasiado tentadores y jugosos para no sacarle tajada. Y así nos va.

Hace un par de décadas el horror se instaló en los Balcanes y hoy está en Siria: una guerra que ha entrado ya en su séptimo año y que parece enquistada y “normalizada”. Sí, porque a pesar de la retórica de las palabras, parece que la muerte masiva no se vive como una excepción sino como una normalidad, rodeada de silencios y olvidos (véase en este mismo blog Siria en la escuela:, tan lejos, tan cerca).

Los datos son estremecedores. Aparte de la sangría de muertos y heridos, 11 millones de personas -2,3 son niños y niñas- se han visto obligadas a desplazarse forzosamente, dentro de la propia Siria o buscando refugio en otros países. Y son bien conocidos los obstáculos que se encuentran en algunos de ellos para ser aceptados como refugiados, por no hablar de las pésimas condiciones en que viven en los llamados campos de refugiados -porque algunos lo son de concentración- a pesar de los esfuerzos heroicos de ciertas organizaciones humanitarias para brindarles el sustento alimentario y sanitario mínimo, e incluso algo de instrucción. También se sabe del incumplimiento del compromiso europeo firmado hace un par de años: aprobaron acoger a 160.000 refugiados bajo diferentes formas (reubicación y reasentamiento) y hasta la finales de septiembre tan solo habían llegado 27.695, el 17,5%. Aunque la cuota española es aún más baja: el 11,4%.

Entretanto, los niños de Siria, a través de textos y canciones, se preguntan: “Mundo, ¿Qué está pasando? ¿Qué te hemos hecho, porque nos asesinan?”. Denuncian las masacres, matanzas, desahucios, bombardeos de casas y escuelas, y el miedo que los domina y que no les deja vivir. Y lanzan un SOS para proteger su seguridad, libertad y dignidad: para proteger su infancia. Para vivir como seres humanos y poder dibujar sus sueños. “Mundo, ¿dónde estás? ¿Por qué no nos hacéis caso? ¿Os satisface ver como el ejército asesina a los niños pequeños? Mundo, basta ya de tanto silencio”.

El silencio sigue en los parlamentos y en nuestras pantallas. Es cierto que a la escuela le incumbe un mayor protagonismo en la educación por la paz, más allá de la celebración de efemérides puntuales, creando espacios específicos de reflexión y aprovechando todas las áreas del currículo y actividades del centro. Porque, en definitiva, la paz tiene que ver con la convivencia y con el respeto escrupuloso de los Derechos Humanos y de la Infancia. Algo que se visualiza en nuestra vida cotidiana y que por aquello de la solidaridad también contempla otras realidades. Pero el reclamo de paz ha de estar presente en todos los espacios de comunicación, socialización y decisión. Hay un dato preocupante que no invita al optimismo: “El porcentaje destinado a la cooperación ha ido menguando en los últimos años. ¿Cuál será en los próximos presupuestos del Estado?”.

Pero la vida sigue. Pronto llegarán las Navidades y las calles y comercios se llenarán de bellas y luminosas palabras de Paz, mientras  las guerras siguen ahí, bajo el vergonzoso silencio de los gobiernos y la falsa pero arraigada sensación de normalidad. Cada vez se globaliza más el consumo pero la globalización de la solidaridad pasa por horas bajas.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/pedagogiasxxi/2017/11/22/infancias-robadas-silencios-vergonzosos/

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Jaume Carbonell

Profesor de Sociología de la Educación y miembro del grupo de investigación de la Facultad de Educación de la Universidad de Vic (Barcelona). Es además director de la revista mensual "Cuadernos de Pedagogía" de la que forma parte de su equipo de redacción desde su primer número en enero de 1975.