Bangladesh: Maestra trabaja horas extra para darle a un grupo de chicas rohingyas la oportunidad de aprender

Bangladesh/24 de Marzo de 2018/Por: Caroline Gluck

Alinesa tuvo un comienzo tardío en su propia educación. Ahora es una profesora dedicada, y su intención es ayudar a que las jóvenes refugiadas tengan la educación que necesitan.

Desplazada de su tierra natal cuando era niña, Alinesa fue a la escuela por primera vez cuando tenía 11 años, y rápidamente recuperó el tiempo perdido. Ahora tiene 32 años y se convirtió en maestra y defensora de la educación para refugiados, especialmente niñas.

Alinesa huyó de Myanmar con su familia hace 26 años y halló asilo en el distrito costero de Cox’s Bazar, en el sudeste de Bangladesh. Creció allí en el asentamiento de refugiados de Kutupalong, aprovechando las oportunidades educativas que no tuvo en su patria.

Cuando se enteró de que maestros voluntarios estaban organizando nuevas clases nocturnas para los refugiados rohingyas recién llegados, no dudó en inscribirse.

“Tenía muchas ganas de enseñarles”, explica. “Eran de nuestras comunidades y no tuvieron la oportunidad de ir a la escuela. Sentí una gran responsabilidad de enseñarles… Podrían ser nuestros parientes, nuestros vecinos. Quería ayudar”.

El 55 por ciento de los casi 700.000 nuevos refugiados rohingyas son niños. Esta gente huye de la violencia que ocurre en el norte del estado de Rakhine desde agosto. Los factores que limitaron severamente su acceso a la educación incluyen la pobreza, la exclusión social y la inseguridad.

“Sentí una gran responsabilidad de enseñarles… Podrían ser nuestros parientes, nuestros vecinos”.

Alinesa, madre de dos hijos y el único sostén de su familia, dicta clases diurnas en una escuela para niños rohingyas nacidos y registrados en Kutupalong, un asentamiento de refugiados establecido hace más de 25 años. Por la noche, ella enseña otras dos clases de 40 estudiantes en la cercana Ideal Primary School, dirigida por CODEC, socio de ACNUR, también en Kutupalong.

Muchas escuelas y centros temporales de aprendizaje en los asentamientos para refugiados ahora operan en tres turnos. El último turno, conocido como la clase de la tarde, atiende a los refugiados recién llegados. Entre ellos se encuentra Rosina Akhter, de 12 años, que nunca antes había ido a la escuela.

“Estoy muy feliz de tener la oportunidad de estudiar”, dice tímidamente. “No sabía leer ni escribir antes de venir aquí. Ahora estoy aprendiendo”.

Ella explica que su pueblo no contaba con una escuela. La inseguridad y la falta de dinero no le permitieron a ella y a sus hermanos ir a la escuela.

Además, es muy común en Myanmar que las niñas no vayan a la escuela y que ayuden a sus padres con negocios o fincas. Desde que fue aceptada como estudiante, Rosina dice que nunca faltó a clase. Ella ahora sueña con convertirse en maestra como Alinesa.

Por su parte, Alinesa dijo que sus nuevos alumnos son aún más entusiastas que sus otros alumnos. “Tienen un fuerte deseo de aprender porque carecen de oportunidades para ir a la escuela en Myanmar”.

“Mis alumnos pueden aprender y enseñar a otros en su comunidad”, agregó. “Pueden crecer y convertirse en líderes de su comunidad para mostrarles un camino a los demás. Con suerte, cuando se conviertan en adultos, podrán tener más oportunidades”.

Conforme a un informe del ACNUR, solo el 61 por ciento de niños refugiados en todo el mundo están matriculados en la escuela primaria, el 23 por ciento en secundaria y el uno por ciento en educación terciaria.

Esta historia se presenta en “Her Turn” (“Ahora les toca a ellas”), un nuevo informe del ACNUR que revela que las niñas refugiadas en el nivel secundario tienen la mitad de probabilidades de matricularse en la escuela que sus pares hombres, a pesar de que las niñas constituyen la mitad de la población refugiada en edad escolar. 

Fuente: http://www.acnur.org/noticias/noticia/maestra-trabaja-horas-extra-para-darle-a-un-grupo-de-chicas-rohingyas-la-oportunidad-de-aprender/

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