¿Qué significa derogar la reforma educativa?

Autor: Gilberto Guevaria Niebla

La expresión derogar la reforma educativa se utiliza, en mi opinión, con mucha ligereza. Lo que no queda claro es ¿qué se entiende por reforma educativa? ¿Se refiere con ello a todas las transformaciones habidas en educación desde 2013 a la fecha?

Éstas transformaciones son muchas. He aquí una lista incompleta: la incorporación de la educación de calidad como derecho, la creación del servicio profesional docente, la refundación del INEE como organismo autónomo, las políticas para mejorar la infraestructura escolar, la política de Escuela al Centro, la creación del Servicio de Asistencia Técnica a la Escuela, las políticas de formación continua de docentes, la estrategia de equidad e inclusión, la creación del Sistema de Información, el Nuevo Modelo Educativo, la reforma de las escuelas normales, la creación del Fondo de Aportaciones para la Nómina Educativa, etc.

La reforma educativa ha incluido acciones en todos esos campos y, desde este punto de vista, es imposible concebir que se pretenda derogarla. Eso es literalmente imposible, la reforma educativa desde esta perspectiva tiene seis años funcionando y ha cristalizado en las representaciones y prácticas de los docentes y demás actores educativos.

En realidad, cuando en el lenguaje político se habla de “derogar la reforma educativa” y, se agrega, “porque no es educativa, sino laboral” lo que se pretende es atraer la simpatía de muchos docentes que no están satisfechos con el Servicio Profesional Docente. ¿Qué es el SPD? Un sistema que regula la profesión docente y que establece que, para el ingreso al servicio, para la promoción, para el reconocimiento y para la permanencia hay que someterse a una evaluación.

Este sistema fue creado para combatir el desorden y la corrupción que privaba en la educación pública y para asegurar que las posiciones dentro del servicios se otorgaran, no arbitrariamente, sino en función del mérito de cada uno. Un sistema que trajo justicia en este campo, pero que, no obstante, no es aceptado por una parte importante del magisterio.

¿Derogar la reforma educativa significa echar abajo el SPD? Es posible, pero en ese caso —sobre todo si se quiere impedir la corrupción— se necesitaría crear un servicio profesional docente alternativo. En caso de no hacerse esto, se estaría abriendo la puerta, de nuevo, a las prácticas corruptas de burócratas y líderes sindicales. Sería, simple y llanamente, un retroceso.

Hay evidencias múltiples que demuestran que los profesores, en su mayoría, aceptan la evaluación, pero no aceptan “esta evaluación”. ¿Qué es “esta evaluación”? Parece obvio que se refieren a la “evaluación punitiva”, es decir, la evaluación que puede tener consecuencias laborales, es decir, la evaluación de desempeño que te obliga a someterte a tres exámenes y, si no los pasas, te expone a la separación del servicio.

La puesta en práctica de la evaluación de desempeño con impacto sobre la permanencia tiene una historia plagada de circunstancias excepcionales que determinaron, en gran parte, su impopularidad. Tuvieron un efecto crucial los problemas que para su implementación se presentaron en 2015, en momentos donde privaba una agitación sin precedente en el magisterio y la campaña contra la evaluación alcanzaba su apogeo.

Los errores que se cometieron ese año en la aplicación de la evaluación tuvieron consecuencias irreversibles en el estado de ánimo de los docentes. Esos errores se buscaron corregir en 2016, pero el daño ya estaba hecho. Lo que resulta incomprensible, sin embargo, es que se pretenda echar por la borda un esfuerzo de política pública concebido para apoyar a los docentes, para asegurar que en su trabajo priven reglas únicas, transparentes e imparciales que garantizan que no se incurra en injusticias o prácticas inmorales en el manejo de la profesión docente.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/que-significa-derogar-la-reforma-educativa/

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Gilberto Guevara Niebla

Profesor titular del Colegio de Pedagogía de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y director de la revista Educación 2001. Ha trabajado por más de veinticinco años en el campo de la educación como professor, investigador y funcionario. En 1992 fue nombrado subsecretario de educación básica de la SEP. Ha publicado ensayos, libros y ha sido colaborador de distintos medios impresos, entre ellos las revistas Nexos y Etcétera y los periódicos La Jornada y El Universal. Entre sus obras se encuntran el libro La rosa de los cambios. Breve historia de la UNAM (1990) y el opúsculo Democracia y educación (1998). Su interés académico se ha orientado en los últimos años hacia la formación moral y la educación ciudadana.