Disciplina sin azotes: guía para educar sin violencia por edades

El castigo corporal no educa, solo provoca daños: se asocia con una mayor probabilidad de padecer trastornos mentales, intentos de suicidio y consumo de drogas en la edad adulta

¿Son útiles los azotes para enseñar a los niños a comportarse? La respuesta aún no es rotunda a favor del sí o del no, pero cada vez más países ven esta práctica como algo negativo para la salud de los niños.

En todo el mundo, cerca de 300 millones de niños de 2 a 4 años, es decir, tres de cada cuatro, reciben algún tipo de disciplina física por parte de sus padres o cuidadores. De estos últimos, 1.100 millones consideran que el castigo físico es necesario para criar o educar adecuadamente a un niño, según UNICEF.

‘Disciplina efectiva para criar niños sanos’ es la nueva guía, tras la última revisión llevada a cabo en 1998, que la Academia Americana de Pediatría (AAP) ha publicado recientemente. Su objetivo es erradicar los castigos físicos y verbales como métodos correctivos, los cuales son legales en todos los estados del país.

Un estudio anterior, realizado en 2016 conjuntamente por las universidades de Texas y de Michigan y publicado por The Journal of Family Psychology, destacó que los castigos físicos pueden provocar un peor comportamiento y más agresividad a largo plazo y tienen los mismos efectos que haber sufrido «abusos físicos» durante la juventud, aunque de manera «ligeramente inferior».

Catigo físico: «Todo castigo en el que se utilice la fuerza física y se pretenda causar cierto grado de dolor o incomodidad, aunque sea leve»

La Iniciativa Global para Acabar con el Castigo Corporal a los Niños define el castigo corporal o físico como «todo castigo en el que se utilice la fuerza física y se pretenda causar cierto grado de dolor o incomodidad, aunque sea leve». Esto implica, principalmente, golpear a los niños con la mano(bofetadas o azotes) o con un instrumento (látigo, palo, cinturón, zapato, cuchara de madera, o similar); pero también puede conllevar dar patadas, sacudir, empujar, pellizcar, morder, o tirar del pelo o las orejas a los niños, además de obligarles a permanecer en posiciones incómodas o a ingerir, de forma forzada, algún producto, por ejemplo, lavar la boca de un niño con jabón o hacerle tragar especias picantes.

Por otro lado, las formas no físicas de castigo por parte de los padres también tienen efectos perjudiciales sobre la autoestima de los niños. Aquí se incluyen, entre otros, el castigo que menosprecia, humilla, avergüenza, denigra, amenaza, asusta o ridiculiza al niño.

Los problemas económicos, las enfermedades mentales, la violencia de pareja o el consumo de drogas aumenta el riesgo de propiciar castigos físicos a los hijos

Existen evidencias de que el apoyo al castigo corporal entre los padres está disminuyendo en los Estados Unidos. En 2004, muchos de ellos consideraban los azotes como una forma socialmente aceptable de disciplina, pero una encuesta nacional, realizada en 2016, muestra que dicho apoyo cada vez es menor, particularmente entre los padres jóvenes.

El castigo corporal, como medio educativo, es más frecuente en hogares con padres que sufren síntomas depresivos, que recibieron una educación de estas características, o que están influenciados por un trauma de su juventud y relacionan los comportamientos negativos de sus hijos con sus propias experiencias pasadas. Además, el riesgo de propiciar castigos severos a los niños aumenta cuando la familia está experimentando factores estresantes, como problemas económicos, enfermedades mentales, violencia de pareja o abuso de sustancias.

Consecuencias del castigo corporal

Según los investigadores de la AAP, el castigo corporal está relacionado con un mayor riesgo de trastornos, tanto de comportamiento como cognitivos, psicosociales, físicos o emocionales, en los niños que los sufren. Los golpes a niños menores de 18 meses aumentan la probabilidad de que padezcan lesiones físicas, pueden llevar a un comportamiento agresivo en niños en edad preescolar y escolar, y aumentan los enfrentamientos de los hijos con los padres, dañando así la relación filio-paternal.

Por otra parte, el castigo corporal se asocia con una mayor probabilidad de padecer trastornos mentales, intentos de suicidio y consumo de drogas en la edad adulta.

El castigo físico en el mundo

En 1989, la ONU, a través de su Comité de los Derechos del Niño, instó a todos los estados miembros a prohibir el castigo corporal de los niños e instituir programas educativos sobre disciplina positiva. «Las partes tomarán todas las medidas legislativas, administrativas, sociales y educativas apropiadas para proteger al niño de todas las formas de violencia física o mental, lesiones o abuso, negligencia o tratamiento negligente, maltrato o explotación, incluido el abuso sexual, mientras esté bajo el cuidado de los padres, tutores o cualquier otra persona que cuide del niño», señaló.

De acuerdo con los últimos datos de Unicef y la Iniciativa Global para Acabar con el Castigo Corporal a los Niños, publicados en 2017, en la actualidad, únicamente sesenta países a nivel mundial han implantado leyes que prohíben totalmente el uso del castigo corporal contra los niños en el hogar. Entre ellos, Suecia fue pionera en adoptar una legislación en 1979. España, modificó, en diciembre de 2007, el artículo 145 del Código Civil, que permitía que los padres o tutores «corrigieran» moderadamente a los hijos. A partir de entonces, estos deben «respetar su integridad física y psicológica».

Sorprende la situación de algunos países culturalmente avanzados. Así, Francia, Italia o Reino Unido no tienen prohibiciones o tienen leyes poco claras, mientras que la legislación canadiense defiende el derecho de los padres «a administrar castigos físicos a sus hijos de entre dos y 12 años, pero sin usar objetos o golpes en la cabeza».

Educar según las etapas de la infancia

La palabra «disciplina» proviene del latín («disciplinare»), que significa enseñar o entrenar, siendo el discípulo el seguidor o alumno de un maestro, líder o filósofo. Educar a los hijos no es sencillo, pero conocer algunas estrategias disciplinarias efectivas, apropiadas para la edad y el desarrollo de un niño, ayudan a hacer esta tarea más llevadera.

La American Academy of Pediatrics (AAP), de EE UU, ofrece una serie de pautas de disciplina que los padres pueden seguir y que permiten al niño regular su propio comportamiento, evitándole sufrir daños, realzando sus habilidades cognitivas, socioemocionales y de funcionamiento ejecutivo, y reforzando los patrones de comportamiento enseñados por sus padres y cuidadores.

BEBÉS

– Da buen ejemplo, los bebés aprenden observando.

– Usa un lenguaje positivo. Limita el uso del «no» para las cuestiones más importantes, como la seguridad.

– Distrae y reemplaza un objeto peligroso por uno que esté bien para jugar.

– Establece unas reglas básicas a seguir por aquellos que se encuentran en el entorno del bebé (familiares, cuidadores…). Todos los niños necesitan una disciplina constante.

NIÑOS PEQUEÑOS

– Elogia los comportamientos positivos e ignora los que quieras desalentar.

– Anticipa los desencadenantes de las rabietas, pueden ser frecuentes a esta edad.

– Enseña a no caer en conductas agresivas (golpear, morder, dar patadas…), pero sin recurrir a los azotes. Da ejemplo lidiando con los conflictos de pareja de manera constructiva.

– Reconoce los conflictos entre hermanos pero evita tomar partido. Por ejemplo, si surge una discusión sobre un juguete, el juguete se puede guardar.

EDAD PREESCOLAR

– Asigna tareas apropiadas para su edad, como guardar sus juguetes.

– Da instrucciones simples y recompensa con elogios.

– Permite que elija entre alternativas aceptables.

Enseña a tratar a los demás como uno mismo quiere ser tratado.

– Enseña cómo lidiar con los sentimientos de ira de manera positiva.

– Resuelve conflictos utilizando tiempos de espera o eliminando la fuente del conflicto.

NIÑOS EN EDAD ESCOLAR

– Explica qué opciones son buenas o malas frente a situaciones difíciles y sus respectivas consecuencias.

– Habla sobre las expectativas familiares y anima a alcanzarlas.

– Proporciona un equilibrio de privilegios y responsabilidad, a mejor comportamiento más privilegios, y viceversa.

– Continúa modelando la paciencia, la preocupación y el respeto por los demás.

ADOLESCENTES

– Equilibra tu amor y apoyo incondicionales con expectativas, reglas y límites claros.

– Encuentra tiempo todos los días para hablar. Es más probable que los jóvenes tomen decisiones saludables si se mantienen conectados con los miembros de la familia.

– Haz por conocer a sus amigos y habla sobre relaciones responsables y respetuosas.

– Reconoce los esfuerzos, logros y éxitos en lo que hace.

– Elogia la opción de evitar el consumo de tabaco, alcohol y drogas. Da ejemplo a través de tu propio uso responsable de estas sustancias.

Fuente: https://www.elcorreo.com/padres-hijos/educacion/disciplina-azotes-consejos-educar-hijos-20181115090525-ntrc.html

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Elena Martín

Doctora en psicología por la Universidad Complutense de Madrid. Catedrática de psicología evolutiva y de la educación en la Universidad Autónoma de Madrid.