Así ven los niños la situación económica argentina

América del sur/Argentina/11 Abril 2019/Fuente: El país

La crisis provoca que algunos pequeños sientan miedo e inseguridad, incluso muestren su disposición para apoyar sus familias y hacer “sacrificios”, según un estudio de Unicef

Los elevados niveles de pobreza que afectan a niñas, niños y adolescentes en Argentina constituyen un problema estructural, a pesar de los importantes progresos de las últimas décadas. Los datos presentados el pasado 28 de marzo por el Instituto Nacional de Estadística y Censos mostraron que, en el segundo semestre de 2018, un 46,8% de los niños y niñas de 0 a 14 años vivían por debajo del umbral de pobreza, es decir, 5,1 millones, 796.000 más que en el mismo período de 2017.

Aún más preocupante es el aumento de la indigencia, con un incremento anual del 7,6% al 11%. Son 1,2 millones de niñas y niños que viven en hogares donde el ingreso no alcanza para cubrir una canasta alimentaria. Desde una mirada multidimensional, las últimas estimaciones realizadas por Unicef arrojaron que en 2018 el 48% de los pequeños tenían al menos una privación no monetaria, es decir, no gozaban de alguno de sus derechos sociales.

¿Cómo afecta la desaceleración económica el bienestar de la niñez? ¿Qué opinan las niñas y los niños? ¿Qué se puede hacer para mitigar el impacto? Generalmente, cuando los países se enfrentan a entornos económicos complejos, los análisis se centran en la evolución de los indicadores macroeconómicos como la expectativa de crecimiento; la depreciación del tipo de cambio; la evolución de la tasa de inflación; el impacto sobre el empleo; la caída de los salarios reales y las consecuentes decisiones del Gobierno en materia de finanzas públicas. Menos mención se hace a los efectos que estas condiciones económicas tienen en las niñas, los niños y los adolescentes, una población que, incluso antes de la crisis, se encontraba en una situación de mayor pobreza que otros grupos.

En este escenario, son las familias con niños quienes enfrentan los riesgos económicos y sociales más severos; en particular, los hogares con bajos ingresos o empleo informal.

Detrás de cada uno de estos datos hay una historia real. Hay un niño o una niña que va a dormir con hambre, que no asiste a la escuela, que no tiene acceso adecuado a servicios de salud, que experimenta violencia en su hogar, en su comunidad y cuya subsistencia depende en gran medida de los programas sociales y de las asignaciones que recibe su familia. La desaceleración económica exacerba estas vulnerabilidades, afecta su vida cotidiana y altera la dinámica de las familias.

Los niños son los últimos responsables de la situación económica, pero, paradójicamente, están sufriendo las consecuencias de forma tanto más grave que cualquier otro grupo

Los niños son los últimos responsables de esta situación. Paradójicamente, están sufriendo las consecuencias de forma tanto más grave que cualquier otro grupo y están desprovistos de herramientas para enfrentarlas, individualmente y como colectivo.

Desde Unicef llevamos a cabo un estudio cualitativo y etnográfico con dos objetivos. El primero, posicionar en la agenda pública la voz de los propios chicos en relación con sus derechos, a partir de sus propias percepciones y testimonios, de los miembros de su familia y los referentes de su comunidad. En segundo término, proveer una comprensión más rica del fenómeno de la pobreza, complementaria a las mediciones cuantitativas.

En comparación con 2017, la opinión de las familias, las niñas, los niños y referentes que participaron en la investigación a lo largo y ancho del país es la acentuación de problemáticas relacionadas con el desempleo y la precarización del mercado trabajo, un mayor déficit habitacional y una pérdida del poder adquisitivo. Estas situaciones inciden en la calidad de vida de las familias al restringir su consumo, ponen en riesgo su supervivencia y las someten a una mayor estigmatización y discriminación. Algunos niños y niñas expresaron sentir miedo e inseguridad y mostraron disposición para apoyar sus familias y hacer esfuerzos o “sacrificios” a manera de ayuda. Esto pone en riesgo el goce de derechos en el presente y las posibilidades de su desarrollo futuro.

No obstante, hay una oportunidad para mitigar los efectos de la crisis y efectivamente proteger los derechos de la niñez en mayor desventaja, si se consideran sus opiniones y se ponen en marcha acciones dirigidas a suavizar los efectos del shock económico. Por ejemplo, el estudio mostró que la Asignación Universal por Hijo (AUH) representa una gran parte del ingreso de los hogares, y pese a la pérdida de poder adquisitivo que tenía (en el momento en que se realizó el análisis), era fundamental para su subsistencia. En respuesta, recientemente se anunció un aumento de 46% en el monto de la AUH, una medida contra-cíclica muy positiva que evidencia el compromiso con el interés superior del niño en la toma de decisiones del Gobierno.

En el contexto actual, es necesario poner en marcha más acciones como esta. Hay que proteger y mantener las transferencias directas a las familias y asegurar recursos para garantizar la continuidad de los sistemas de salud, educación, de cuidados y de protección de derechos. Invertir recursos financieros para ayudar a que los niños sobrevivan y desarrollen plenamente su potencial es, ante todo, un imperativo moral y un derecho. Pero también redunda en un beneficio de las economías y las sociedades.

Imagen tomada de: https://ep01.epimg.net/elpais/imagenes/2019/04/04/planeta_futuro/1554373970_363178_1554457204_noticia_normal.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/04/04/planeta_futuro/1554373970_363178.html

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