«Ahora es cuando mis alumnos más me necesitan y menos puedo estar con ellos»

Pablo Gutierrez del Alamo

Nadie podía esperarse la situación en la que nos encontramos. Seguramente ni siquiera el pasado martes 10 cuando País Vasco ya anunció el cierre de los centros educativos de Vitoria y Madrid hacía lo propio con toda la Comunidad. La cascada de cierres ha sido absoluta, a pesar de las resistencias de administraciones como la de Castilla-La Mancha cuyo presidente criticaba al personal docente por querer 15 días de vacaciones minutos antes de que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunciase que se impondría el estado de alarma en todo el país.

A pesar de que, desde el martes 10 y hasta el lunes 16 la inmensa mayoría de las administraciones educativas tuvieron el ejemplo de lo ocurrido en la Comunidad de Madrid con su plataforma, Educamadrid, por los testimonios que hemos recabado para escribir este reportaje, no pudieron hacer lo suficiente para evitar las caídas en sus propios sistemas de comunicación y gestión telemática de los centros. Tal vez de esta situación quienes mejor se estén zafando sean las y los valencianos que esta semana, en realidad, se encuentran de vacaciones de la Magdalena. Sin Fallas, pero de vacaciones.

Toni Solano, director de IES Bovalar, nos confirma que están trabajando para que la plataforma pueda dar servicio a los miles de estudiantes y docentes de esa comunidad tras comprobar en los últimos días cómo no era capaz de soportar tanta actividad. Ahora mismo solo permiten el acceso a los docentes. En unos días, a todo el alumnado también.

Ciertamente nadie pensó en la arquitectura de estas redes para que tuviera que aguantar a todos los usuarios entrando de modo simultáneo. Tampoco nadie en las administraciones, a lo largo de los años, se ha preocupado de que una buena cantidad de usuarias, ya fueran familias, docentes o alumnos, tuvieran siquiera algún tipo de actividad. O incluso, que hubieran abierto su perfil.

Deberes o no, esa es la cuestión

En la última semana las redes sociales han estado inundadas de comentarios, críticas y razonamientos alrededor de la cantidad de tareas que una proporción de docentes ha mandado a sus alumnos para los próximos días.

Hemos querido consultar a algunos para saber cómo se han organizado, qué han mandado, cómo están haciendo el día a día. Las respuestas son variopintas, pero abunda la petición de un poco de sentido común, de tranquilidad.

«No sé por dónde van a ir los tiros, pero creo que la gente debería tener más calma, los padres también». Pablo del Pozo es profesor de Música en el IES Las Salinas, en San Fernando (Cádiz). Imparte dos horas semanales de su materia a más o menos 230 alumnos este curso. Para él, la situación actual pasa por no saturar a nadie con más tareas de las necesarias y plantea su trabajo para las próximas semanas enviando tarea para cubrir esas dos horas.

Habla de docentes que «ponen actividades a saco, que trasladan el papel a lo bestia. Cogen un listado de actividades del libro y listo, y se quedan tan anchos, y las ponen todas de golpe». Describe la presión que reciben los tutores de los cursos, en muchos casos, por parte de las familias, para que manden tarea a su alumnado. Y esa presión baja a cada docente. Algunos parecen haber respondido enviando toda la tarea que han podido. «Invito a la calma». «Es una forma de tener a los niños un poco ocupados, que no estén con la play todo el día. Que lo puedo entender».

Desde su punto de vista, la situación actual requiere para por tareas sencillas. Él ha mandado algunas audiciones y un trabajo para subir nota consistente en que sus alumnos conozcan los gustos musicales de sus padres. “No puedo poner a 200 alumnos toda la tarea en un día; si tengo dos clases a la semana, mandaré un par de mensajes a la semana. Y luego, otros días me dedico a corregir, a responder dudas. Pero un par de tareas claras y ya está”.

Creo que la gente debería tener más calma, los padres también

Estoy tranquila porque les di trabajo en mano para dos semanas, con lo cual, aunque no se conecten pueden trabajar». Cruz Díez es profesora de inglés en la Comunidad de Madrid, en Fuenlabrada, una de las ciudades del cinturón obrero madrileño. Además es coordinadora bilingüe. Esto hace que no tenga tantos alumnos, un grupo de la ESO de 30 chavales y otro de PMAR, con 12.

Ha creado un aula virtual en la que se pueden conectar sus alumnos. La plataforma Educamadrid no ha parado de fallar, a pesar de los intentos por darle más potencia, desde el pasado viernes. Tiene claro que «mandar ejercicios no es dar clase».

Para intentar paliar esta situación, la primera pregunta que sus alumnas y alumnos han de responder cuando entran en el aula es «¿Cómo estás?». «Están bastante estresados, muchos están asustados, algunos cuyos padres tienen fiebre, están preocupados, agobiados por no poder salir». A esto ha añadido una lista de cosas que tienen que hacer para cuidarse: «Tenéis que ducharos todos los días, no estéis en pijama, asomaos a la ventana, tomad el aire, encontrar vuestro propio espacio».

Para Toni Solano la situación es clara: “No es que ahora haya más deberes, son los de siempre, lo que pasa es que les han caído todos de repente”. “Nuestra idea, asegura este director que lleva al frente del IES cuatro años, es que los deberes se limiten, sobre todo porque nuestro centro es de compensatoria; muchos alumnos no tienen un apoyo en casa o una familia que responda por ellos; no es que no puedan, es que no saben tampoco”.

En su centro intentan trabajar con la mirada puesta en las competencias, y en esa línea irá la comunicación que enviará su equipo al profesorado. “Que propongan tareas en las que los alumnos puedan investigar, tengan tiempo de pensar en lo que tienen que hacer, en lo que saben y pueden hacer”.

Patricia Cabrejas es maestra de infantil y primaria en un centro rural agrupado en la provincia de Valladolid. Tiene la suerte de tener 9 alumnos, tres de primaria y el resto de infantil. A los primeros les llama por videoconferencia a la ves y va dando la lección cada día. Una hora en total. A los otros seis, los llama, de tres en tres, para leer cuentos o hacer juegos. Además, está utilizando el blog que lleva años alimentando. “Mi presencia en el aula la estoy sustituyendo por búsqueda de vídeos, o elaborándolos yo”, nos cuenta.

María (nombre ficticio, prefiere mantenerse en el anonimato) es maestra. Trabaja en Castilla-La Mancha. Nos cuenta que en su centro los más mayores trabajan con tablet, de manera que no ha sido tan complicado, al menos en parte. Han creado aulas virtuales en Google Classroom. También trabajan con las plataformas digitales de las editoriales de libros de texto. “Pero también hay docentes que no utilizan NADA las tecnologías y se han visto muy sobrepasados”.

Los alumnos están bastante estresados, muchos están asustados, algunos cuyos padres tienen fiebre, están preocupados, agobiados por no poder salir

Ella y sus compañeros “hacemos uso del blog para colgar las actividades propuestas, colgamos fichas, y también estamos creando sesiones online en la plataforma Smart Learning Suite”.

Del Pozo va un poco más allá de la discusión sobre los deberes para tocar el núcleo de la cuestión: los currículos. “Hay que hacerlos más amplios, más diversos y menos repetitivos. Da la sensación que dan una y otra vez lo mismo”.

Para el gaditano, el asunto de los deberes que se ha visto estos días en medios y redes sociales: “Es una muestra de desconfianza más, la presión y la demostración y, sobre todo, la concepción de que somos generadores de tareas”

Cuando la diferencia se nota más que nunca

El mayor reto al que seguramente el sistema educativo no va a dar respuesta durante las semanas que dure el cierre escolar y el confinamiento de la población es a las diferencias socioeconómicas de un país que tiene cerca de un 30% de pobreza infantil.

Es una preocupación de todas las personas con las que hemos hablado. Familias que viven en pisos okupados, alumnado que está en centros tutelados, chicas y chicos absentistas que seguramente no hagan nada durante semanas, alumnos que viven con sus padres y algún hermano en la misma habitación de un piso compartido… Y, como denominador común a muchos de ellos, la falta de acceso a los recursos técnicos necesarios para que puedan acceder a esas tareas que les han mandado hacer.

En la sociedad actual se da por hecho que todas las niñas y niños, adolescentes, que todas las familias tienen conexión a internet y, al menos, un ordenador. «Me imagino, comenta Pablo, una familia con tres hijos que igual tiene un portátil en una esquina, un móvil y la tarifa de datos. Eso va a saltar por los aires». Algo que en realidad no está tan lejano. ¿Cuántos ordenadores tiene cada familia? ¿Y aquellas en la que alguno o los dos progenitores teletrabajan?

Y no solo la dificultad que puedan tener algunos en acceder a las tareas encomendadas. A esto se añade algo que parece que no se ha tenido en cuenta, y es que los nativos digitales no son tan nativos como parecían. “Realmente no me están preguntando cosas relacionadas con la materia, comenta Cruz Díez, de gramática o vocabulario. Todo es: ‘Cómo se entra al cuestionario’, ‘me da error’…”. “Les faltan esos conocimientos digitales”, asegura.

“No saben teclear, no saben mecanografía, afirma Del Pozo, ellos saben tunear un Instagram y mandar whatsapps y no saben hacer nada más, y menos los chavalines”.

“Esto es la escuela pública”, sentencia Solano. Su centro tiene 700 alumnos, unos 80 docentes. Es un centro de compensatoria en el que, además, hay alumnado con trastorno del espectro autista. Pretende que su profesorado no “deje atrás a esos chavales, que tenemos muchísimos, de compensatoria o de necesidades educativas. Esos van a ser los más vulnerables ahora mismo”.

“No quiero imaginar un centro de compensatoria”, dice Del Pozo. Su centro está en San Fernando, Cádiz, una zona con mucho paro, “un barrio que no es boyante” en el que “el tema de las tecnologías está cogido por los pelos”.

Desde Valencia, Solano asegura que, además de que se preparen actividades para trabajar desde plataformas digitales, han tenido en cuenta las dificultades de acceso a las tecnologías de muchos de sus chicas y chicos. La semana que viene tendrá una reunión con los jefes de departamento para ver la manera en la que intentarán dar material físico a su alumnado. “Quizá preparemos algunos dosieres” para que las familias puedan recogerlos en el centro. “Luego, recogerlo y supervisarlo va a ser un poco complicado”.

Y cuando la diferencia la marca el docente

Además de que chicas y chicos tengan equipos o familias más o menos preocupadas o concienciadas con la importancia de la educación, queda la cuestión que ha quedado más al descubierto, seguramente. Se trata de las diferencias entre docentes, entre metodologías, entre visiones de su propio trabajo.

Para no poner a nadie en el compromiso, evitaremos decir quién dijo qué, pero todo lo que se leerá a continuación ha sido dicho por personal docente.

“Cualquiera puede coger el libro y decir ejercicios 1,2,3 y 4 de la lección 7. no hace falta un docente”; “Esto no es dar clase, esto es otra cosa. Mandar ejercicios no es dar clase”.

Hay quien describe cómo sus compañeros han mandado deberes y más deberes a su alumnado. “No va a haber contacto con los niños durante el tiempo que dure el encierro. Me parece superheavy que no tengas contacto con tus alumnos”.

“Mis compañeras no van a tener contacto con sus alumnos”. La presión sobre el profesorado, gracias a la autonomía de centro, queda en manos de las direcciones que, como es lógico, no tienen la respuesta unívoca sobre cómo actuar en una situación como esta. Hay quien no se preocupa por el hecho de que sus docentes envíen cantidades ingentes de tarea y hay otros que recomienzan al profesorado que vaya día a día.

A esto se suma el conocimiento o la destreza de cada cual a la hora de desenvolverse con las tecnologías. En las redes hemos podido ver a algunos colgando clases hechas desde sus casa en Youtube, en Twitter o en sus aulas virtuales. Pero, nos cuentan, desde Educamadrid, por ejemplo, se ha intentado poner en marcha un curso sobre el funcionamiento de la plataforma, en los mismos días en que esta estaba caída.

Esto no es dar clase, esto es otra cosa. Mandar ejercicios no es dar clase

¿Evaluar?

Este es otro asunto preocupante. ¿Se va a evaluar lo que ocurra estas semanas? ¿Cómo? ¿Como si hubieran sido unas semanas normales del curso? María nos cuenta que “las autoridades, por lo menos en mi comunidad, pretenden que todo lo que se haga estos días sea evaluable. Es una situación excepcional en todos los sentidos, en la educativa no se puede hacer como que es normal”. Nos asegura que la Consejería les ha exigido que envíen a la Inspección las programaciones de estos días, en una situación inédita para todo el mundo, “ y no sabemos si se cumple lo que programamos, si las familias pueden acceder o si es adecuado todo”.

En Valencia, Solano asegura que la administración ha tenido en cuenta las circunstancias a la hora de hablar de evaluar el trabajo del alumnado de estos días. “Saben que las plataformas no están funcionando, que los centros estamos operando en una complejidad bastante grande. Creo que lo que se plantea en otras comunidades es bastante absurdo y va a ser, en principio, segregador”. En su opinión, si se plantea la evaluación de todo este trabajo, alguien tendrá que tener en cuenta si el alumno en cuestión ha tenido o no el apoyo de su familia o si tiene los dispositivos necesarios o no. “Creo que no podemos entrar en evaluar porque no estaremos evaluando ni el aprendizaje, ni el proceso ni los resultados si quiera”.

Desde Valladolid, Patricia Cabrejas se pregunta quién evaluará la experiencia que este cierre escolar y el confinamiento han supuesto. Pero no piensa en las notas del alumnado, sino en que las familias deberían poder “poner nota” a la experiencia. A cuál ha sido la respuesta de las administraciones educativas.

Muchos sospechan que esta situación abre la posibilidad a que se vea de la peor manera posible a un profesorado saturado de trabajo, con una formación bastante justa sobre tecnología, que tiene una enorme diversidad de casuíticas en sus clases y con unas familias también muy diferentes. Desde las que exigen más deberes a las que creen que son excesivos pasando por las que nunca se han preocupado por utilizar los canales habilitados para tener información sobre la situación académica de sus hijos.

También creen algunos que es el momento de que la sociedad se dé cuenta del difícil trabajo que tienen los docentes del país a diario, cuidando y educando de millones de niñas, niños y jóvenes en las aulas de todo el país.

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Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/2020/03/19/ahora-es-cuando-mis-alumnos-mas-me-necesitan-y-menos-puedo-estar-con-ellos/

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Pablo Gutiérrez del Álamo

Periodista de formación y creo que de vocación. Me interesan los temas sociales de género-igualdad-feminismo y, por supuesto, lo relacionado con la educación