China: Protestas laborales en el sector público: ¿retorno a los noventa?

Fuente Viento Sur/ Kevin Lin /16 de abril de 2016

En el primer trimestre de este año, una huelga de una semana de duración en una renqueante empresa siderúrgica estatal de Guangzhou, una manifestación de mineros en Heilongjiang para denuncar al gobernador por una declaración engañosa sobre sus salarios y una convergencia cargada de simbolismo de mineros del carbón en la antaño revolucionaria zona de Anyuan, en Jiangxi, hacen temer a algunos que estemos ante una nueva oleada de movilizaciones de los trabajadores del sector público.

Ha pasado más de un decenio desde la última oleada importante de movilizaciones de estos trabajadores: entre 1997 y 2003, el sector público cerró y privatizó un gran número de empresas estatales, condenando al paro de forma temporal o permanente a un total de 25 a 40 millones de trabajadores, diezmando comunidades obreras enteras y propiciando que decenas de miles de trabajadores salieran a la calle. Sin embargo, justo cuando los trabajadores chinos emigrados del mundo rural y empleados en el sector industrial orientado a la exportación empezaban a mostrar su malestar y a organizarse a comienzos de la década de 2000, la resistencia de los obreros industriales del sector público a la implantación de criterios de mercado encajó una derrota histórica. Esta se debió a una combinación de supresión pura y dura, compensaciones selectivas y el abandono gradual del proceso de implantación de criterios de mercado en estas empresas.

La conflictividad actual recuerda en muchos aspectos a la tumultuosa ola de protestas en el sector público a finales del siglo pasado y comienzos del actual. El parecido es asombroso: ante la caída de la rentabilidad y el exceso de mano de obra, los trabajadores del sector público exigen una vez más salarios dignos e indemnizaciones suficientes en caso de despido. Las imágenes familiares de trabajadores industriales del sector público manifestándose refuerzan la sensación de déjà vu. Pero ¿de verdad está repitiéndose la historia?

El sector público ha cambiado profundamente en muchos sentidos. Décadas de reforma han convertido la economía planificada china en un sector público modesto, pero estratégicamente significativo. El mismo proceso que condujo al cierre y a la venta de fábricas también trajo una restructuración radical de las relaciones laborales y del proceso de producción, sentando las bases para un decenio de rápida recuperación y expansión. Esto convirtió a su vez a las empresas públicas en los conglomerados más grandes de sus respectivos sectores industriales, asegurando una década de relativa paz laboral.

Consecuencias de la crisis financiera mundial

Sin embargo, poco después del estallido de la crisis financiera mundial aparecieron signos de tensión. Durante algunos años, la desaceleración del crecimiento de los beneficios del sector público no parecía ser amenazante, pero comenzó una batalla ideológica en torno a la idea de que era necesario y deseable introducir nuevas reformas. Las instituciones financieras internacionales, economistas neoliberales y cámaras de comercio extranjeras criticaron duramente la ineficiencia y la corrupción de la empresa pública china y propugnaron repetidamente la supresión de los subsidios del Estado y una nueva reducción del sector público. A finales de 2015 parecía que volvían a plantearse reformas del sector público, pero para decepción de los críticos, estas reformas estaban destinadas a reforzar y no seguir privatizando las empresas de este sector.

Recientemente, los apuros económicos de China han comenzado a precipitar una crisis de sobrecapacidad industrial que muchos habían anticipado. Los márgenes de beneficio de la industria siderúrgica son sorprendentemente bajos y los salarios y condiciones de los trabajadores son muy precarias en lo que se ha calificado de economía “zombi”. Dicen que las fábricas de acero y las minas de carbón llevan retrasos de meses en el pago de salarios y muchos trabajadores ya han sido despedidos. Cuando visité una acería en la ciudad meridional de Kunming en 2012, pude comprobar que apenas sobrevivía con un magro beneficio, y en ella los trabajadores cumplían largos turnos y cobraban poco más que el salario mínimo.

En los últimos dos años ya ha habido varios casos de protestas en el sector público, pero hasta ahora no hemos podido ver toda la magnitud de la sobrecapacidad industrial y de la caída de la rentabilidad en los sectores del acero y el carbón, además de toda la carga que esto supone para los trabajadores. Por tanto, no es extraño que estos emprendan acciones colectivas. Sin embargo, ¿es probable que esto se convierta en una repetición de la ola de protestas de finales de los noventa?

En cuanto al volumen de los despidos, mientras que a finales de los noventa las autoridades chinas aplicaron recortes en empresas públicas de todos los sectores, ahora los despidos parecen afectar mayormente a dos sectores: las fábricas de acero y las minas de carbón. No hay pruebas de que el gobierno esté interesado en una reconversión de todo el sector público como hace dos decenios. Los despidos previstos van de 1,8 millones de trabajadores (alrededor del 10 % de la mano de obra en la siderurgia y un 20 % de los mineros de carbón) a 5 o 6 millones, unas cifras que de por sí son devastadoras, pero que no tienen ni punto de comparación con los 25 a 40 millones de trabajadores que perdieron su empleo durante la anterior oleada de reformas. De hecho, hoy en día, el conjunto del sector público –sin incluir servicios públicos como la enseñanza y la sanidad– emplea a menos de 40 millones de trabajadores.

¿Un nuevo volcán social en ciernes?

En cualquier caso, 1,8 millones de trabajadores serán también una fuente considerable de inestabilidad social. Además, por su propia naturaleza, las protestas del sector público plantean un desafío más directo al Estado que las del sector privado. Para hacer frente a esta amenaza, el partido único parece haber aprendido las lecciones del pasado. Ha destinado preventivamente 100 000 millones de renmimbis (unos 15 000 millones de dólares) a recolocar y ayudar a los trabajadores despedidos a encontrar un nuevo empleo. Sin embargo, pese a que estos fondos ya han quedado reservados para compensar a los trabajadores despedidos, si las recientes protestas indican algo, es que la irresponsabilidad y la imprudencia de las direcciones de las empresas serán más la norma que no los arreglos pacíficos. Puede que los conflictos en las fábricas sean inevitables.

¿Se extenderán los despidos a otros sectores a causa del agravamiento de la crisis económica? No cabe descartarlo. Los sectores del carbón y el acero no son los únicos que tienen un exceso de capacidad, y es posible que la economía china se contraiga fuertemente. No obstante, gracias a los subsidios del Estado, el acceso al crédito de los bancos públicos y la protección industrial, hoy en día las empresas públicas chinas están más pertrechadas que hace dos decenios para absorber los reveses y las pérdidas. Además, es probable que el Estado recurra al presupuesto para apoyar al sector público y limitar los despidos a los dos sectores señalados.

Claro que las protestas de los trabajadores del sector público se producen en un periodo particularmente difícil, cuando ha habido movilizaciones de decenas de miles de trabajadores migrantes del sector exportador, un factor que era mucho menos significativo que a finales de los noventa. Esto sin duda puede hacer que la situación sea más explosiva. No obstante, es posible que la localización de las protestas del sector público no coincida significativamente con la de las luchas del sector exportador. Aunque una huelga reciente de trabajadores de la siderurgia tuvo lugar en Guangzhou, las minas de carbón y las grandes plantas de acero suelen estar concentradas en el interior del país, en el norte y nordeste de China, lejos de las regiones costeras del sur. Esta diferencia de ubicación de los distintos sectores no ha cambiado en las dos últimas décadas.

Tal vez una de las mayores incógnitas sea la disposición de los trabajadores del sector público. ¿Quiénes son? ¿En qué se diferencian de los trabajadores del Estado maoístas? ¿Son más propensos a protestar? Durante los dos últimos decenios, las generaciones que guardaban la memoria del maoísmo y conservaban un vínculo sentimental con él y que vivieron la ola de despidos de los años noventa han sido en gran medida sustituidos por una mano de obra más joven. A resultas de este cambio generacional, los trabajadores del sector estatal ya no emplean el discurso maoísta, que había sido uno de los ejes del repertorio de protesta de los trabajadores de este sector en los anteriores periodos de agitación.

Sin embargo, los trabajadores del sector público se enfrentan hoy a sus propios retos. Dos décadas de intensificación del trabajo, de alargamiento de la jornada y de aumento de la brecha salarial entre los trabajadores y los directivos, han incubado el resentimiento y una profunda insatisfacción. Debido a las reformas laborales, los obreros del sector público pueden identificarse más que sus predecesores con los compañeros del sector privado. Es posible que esto dé pie a que estos obreros entren en contacto con sus homólogos de las empresas privadas, desarrollando de este modo una conciencia de clase y superando la divisoria entre unos y otros.

Nuevos retos y nuevas oportunidades

Es imposible predecir si la historia se repetirá o no. Las acciones del gobierno chino tanto a escala nacional como provincial desempeñarán un papel fundamental en la concreción de la respuesta de los trabajadores. Recientes iniciativas como el intento de congelar el salario mínimo y desmontar la seguridad social a discreción de las direcciones provinciales y locales, así como la posibilidad de suavizar la Ley de contratos de trabajo, considerada “excesivamente protectora”, acentuará muy probablemente los efectos dañinos de la restructuración para los trabajadores y tal vez provoque protestas más numerosas e indignadas.

Por los motivos señalados, esta vez quizá veamos dinámicas muy distintas de las que caracterizaron la última oleada de movilizaciones obreras. Esto sería un cambio positivo. Con todo el valor y la determinación de los trabajadores del sector público implicados en las rebeliones anteriores, es importante reconocer las limitaciones de estas movilizaciones. No cabe duda de que se avecinan tiempos difíciles para los trabajadores chinos del sector público, pero los nuevos retos también traen oportunidades para el desarrollo de un movimiento obrero más fuerte y unido.

1/4/2016

Kevin Lin es investigador de políticas laborales y sociedad civil en China.

Traducción: VIENTO SUR

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