Decisiones vitales para transformar la educación del mañana

 

Por: Audrey Azoulay.

Cuando la Unesco anunció que 1.500 millones de alumnos —más del 90% de ellos— no podían ir a la escuela o a la Universidad porque estaban cerradas a causa de la covid-19, el dato provocó conmoción en todo el mundo. Estas cifras nos afectaron profundamente a todos, porque hacían realidad algo hasta entonces impensable: un mundo sin escuelas.

Este trauma compartido nos hizo a todos tomar conciencia de que la educación es un bien común mundial. Una sociedad sin escuela y sin aprendizaje, o con una enseñanza en condiciones muy degradadas, está destinada al abandono social, ético y económico. El derecho a la educación debe defenderse firmemente, asumiendo todas las consecuencias que ello conlleva.

A este respecto, la comunidad internacional tiene una responsabilidad colectiva que debe manifestarse, en primer lugar, en un incremento de la inversión en educación. La Unesco estima que, incluso si los países mantuvieran el porcentaje actual de inversión pública en educación respecto al PIB, los recursos disponibles para el sector educativo se reducirían en 210.000 millones de dólares en 2020 debido al impacto económico de la covid-19, y es probable que esta estimación empeore. Por tanto, es necesario aumentar tanto la proporción de la ayuda mundial destinada a la educación como los recursos asignados al sector educativo en los presupuestos nacionales.

La crisis de la covid-19 nos recuerda también la omnipresencia de unas desigualdades estructurales que se han agudizado durante la pandemia, entre países, pero también dentro de cada uno de los países, sin excepción. Es un hecho que las poblaciones más vulnerables, como las personas con discapacidad, los refugiados y los desplazados, los más pobres, los jóvenes y las niñas son quienes tienen más dificultad para acceder a la educación; incluso cuando tienen acceso, a menudo se encuentran en situaciones de marginación, en particular debido a la estigmatización.

Así, hemos podido comprobar que la educación a distancia a través de Internet no puede ser una panacea en la actualidad, cuando en el África subsahariana solo el 18% de los alumnos disponen de conexión en su casa (frente al 57% a escala mundial).

Por tanto, nuestro esfuerzo mundial en materia de educación debe tener por objeto la reducción de todas esas desigualdades, en particular aplicando medidas concretas para que la educación sea más inclusiva. Ahora que los centros educativos van abriendo sus puertas en muchos países, se debe prestar especial atención a que las niñas y jóvenes vuelvan a la escuela o a la Universidad.

¿Cómo esperar que la escuela sea el principal vehículo para reducir las desigualdades sociales y económicas o para construir la ciudadanía del futuro si es en sí misma un lugar lleno de desigualdades?

Por último, la pandemia nos ha llevado a todos —alumnos, docentes, sindicatos, padres, Administraciones, sociedad civil— a replantear los fundamentos de la educación. ¿Qué papel puede desempeñar la educación a distancia o por Internet? ¿Qué relación se ha de establecer entre los distintos protagonistas del proceso de aprendizaje? ¿Cuáles son los valores y principios sobre los que debe construirse la educación del mañana?

Esa es precisamente la finalidad de la iniciativa Futuros de la Educación de la Unesco: pensar cómo debería ser la educación en 2050 y más allá. La Comisión Internacional sobre los Futuros de la Educación, compuesta por personalidades de diversos horizontes, ya ha iniciado su trabajo de reflexión y presenta ya nueve ejes en los que se pueden aplicar medidas muy rápidamente. No obstante, se trata de una labor a largo plazo que se nutrirá del diálogo y el debate con los jóvenes, los agentes del mundo de la educación y, más ampliamente, la ciudadanía de todo el mundo. Por eso, queremos que cada persona se sienta invitada a participar en este diálogo mundial.

Nos encontramos en una encrucijada. Ha llegado el momento de actuar colectivamente por el bien común mundial que es la educación. De forma inmediata, aumentando la inversión y luchando contra las desigualdades; y, a medio plazo, reflexionando juntos sobre el futuro de la educación. Convirtamos la crisis de la covid-19 en una toma de conciencia colectiva sobre la importancia de los bienes comunes fundamentales como la salud o la educación.

Fuente del artículo: https://elpais.com/educacion/2020-06-30/decisiones-vitales-para-transformar-la-educacion-del-manana.html
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Migrants don’t leave their right to education behind

By: Audrey Azoulay.

The number of migrant and refugee children in the world today could fill more than half a million classrooms. Their parents are perhaps seeking new opportunities in the city, or even in another country. Others are forced to flee conflict or natural disaster.
In all, there has been a 26% increase in children on the move since 2000.

These children have the right to education, no matter where they are from and what they have been through. This is the focus of the United Nations Educational, Scientific and Cultural Organisation’s (Unesco’s) Global Education Monitoring (GEM) Report.

Migrants, refugees and internally displaced people are some of the most vulnerable in the world. Sometimes simply being in school means being safe. Eight-year-old Jana, a Syrian refugee at the Unesco-run school in the Zaatari refugee camp, Jordan, says she felt happy just to escape the sound of gunfire. School has also given her hope; she wants to be a teacher when she grows up.

When possible, these children should be placed in the same schools as host populations to help them to thrive. Teachers are on the front line supporting children who face discrimination or who suffer from trauma. They also need support to manage multilingual, multicultural classes and the psychological consequences of what they have endured.

A well-designed curriculum that challenges prejudices is also vital and can have a positive ripple effect beyond the classroom walls, enhancing social cohesion. Unfortunately, some textbooks include outdated depictions of migration and undermine efforts towards inclusion.

Adults also need educational support. Many have qualifications, but in Europe and North America only about one in 10 of those who have gained a higher education degree work in a job that matches their skills. The Unesco Global Convention on the Recognition of Higher Education Qualifications, due to be adopted next year, aims to resolve this problem.

The cost of educating immigrants is often exaggerated. Financing for refugee education, however, is woefully inadequate — only a third of the funding gap for refugee education has been filled. It is a collective responsibility to ensure that development aid plugs the holes, providing predictable and long-term funding so the burden does not fall on those countries least able to cope.

The world is poised to adopt the Global Compact for Safe, Orderly and Regular Migration and the Global Compact on Refugees, both of which highlight the crucial role of education and reaffirm the importance of “leaving no one behind”. This year’s GEM Report offers a blueprint for countries to deliver on their promises. We hope all governments will use it to turn despair into hope for a brighter future for all.

Source of the article: https://mg.co.za/article/2018-11-22-00-migrants-dont-leave-their-right-to-education-behind

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