Saltar al contenido principal
Page 3 of 14
1 2 3 4 5 14

El Congreso de EE.UU. y la Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela

Por: Atilio A. Boron

Una comparación educativa

¿Quién es el creador del caos y la violencia y quiénes son los que, pese a bloqueos, sanciones económicas y diplomáticas logran que las instituciones de la democracia funcionen como corresponde?

Asamblea de Venezuela, 5 de enero de 2021.

Estados Unidos, la “mejor y mayor democracia del mundo”, el país que se arroga la concepción de líder espiritual del “mundo libre”, demostró el 6 de enero pasado la falacia de su reclamo propagandístico y las contradicciones que se agitan en su seno. Lo ocurrido en el Capitolio no tiene nada de anecdótico: fue la irrupción en la superficie de conflictos insolubles que el sistema -con la activa participación de la prensa hegemónica y la dirigencia política- había mantenido soterrados por largo tiempo. Conflictos que afloraron, de forma brutal y por derecha, con hordas fascistas asolando el Capitolio y exponiendo las contradicciones que socavan una “democracia” que no es tal y que enriqueció como nunca antes al uno por ciento más rico de la sociedad norteamericana a expensas de los demás. No pasará mucho tiempo antes que la protesta brote “por izquierda” y que en lugar de clamar por una vuelta al mítico pasado de Estados Unidos pugne por construir una sociedad más justa, democrática y plural, que contenga la enorme heterogeneidad cultural, étnica, social y política de un país que hace décadas dejó de ser “blanco, anglosajón y protestante” (Wasp) y que no encuentra eco alguno en un sistema político vetusto y antidemocrático hasta la médula, creado para una sociedad que ya no existe.

Lo de ayer no fue sólo producto de la instigación de un demagogo reaccionario y criminal como Donald Trump. Una cuota grande de responsabilidad les cabe también a los demócratas, que abandonaron cualquier pretensión de reforma económica, política y social, por modesta que sea, y colaboraron en convertir a su país en la sociedad más desigual, injusta y excluyente del capìtalismo desarrollado. La pasividad y el conservadurismo de los demócratas los hace cómplices de los republicanos y del presidente Trump ante esta eclosión de furia y violencia que, seguramente, irá acentuándose con el paso del tiempo.

Pese astas escandalosas evidencias los propagandistas del modelo estadounidense, los paniaguados de “la embajada” enquistados en los grandes medios de comunicación y en la intelectualidad neocolonial, siguen cantando loas a la democracia norteamericana. Pero, un momento, ¿dijeron ”Democracia”? Debe haber algún error porque ni en el texto original de la Constitución de Estados Unidos ni en las veintisiete enmiendas posteriores encontramos ese vocablo. Los “padres fundadores” crearon una república, aristocrática, y no una democracia.

Una república en donde los esclavócratas del sur se repartían el poder con la burguesía manufacturera y comercial del Norte. Jamás pensaron en construir lo que anheló Abraham Lincoln (y lo pagó con su vida): un “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Con el paso del tiempo la república aristocrática se convirtió en república burguesa y, en las últimas décadas, en una salvaje plutocracia que saquea a su propio pueblo y extiende su insaciable afán de riqueza por todo el planeta. Una plutocracia que está en la base del criminal sistema imperialista que no sólo ha empobrecido a la mayoría de la población mundial sino que pone en riesgo la sobrevivencia de numerosas formas de vida en el planeta Tierra, entre ellas la de la especie humana. Por eso la lucha anticapitalista y antiimperialista es imprescindible e impostergable porque es una batalla por la sobrevivencia de nuestra especie y la de la Madre Tierra.

A modo de ilustración comparto estas fotos: unas, retratando el funcionamiento del tan admirado Congreso de Estados Unidos en el día de ayer; las otras, haciendo lo propio con la inauguración de la Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela este 5 de enero. Al primero le llaman el santuario de la “democracia”; al segundo, el teatro de los desmanes del “populismo” chavista. Las fotos demuestran con elocuencia, quién es el creador del caos y la violencia y quiénes son los que, pese a bloqueos, sanciones económicas y diplomáticas y las más diversas agresiones, logran que las instituciones de la democracia funcionen como corresponde. Lectores: saquen ustedes sus propias conclusiones, y actúen en consecuencia.

Fuente e imagen: https://rebelion.org/una-comparacion-educativa-el-congreso-de-ee-uu-y-la-asamblea-nacional-de-la-republica-bolivariana-de-venezuela/

Comparte este contenido:

Estados Unidos: Una crisis de larga gestación

Una crisis de larga gestación

Atilio Borón

En los gravísimos sucesos del miércoles, propios de las “anarquías populistas” que Washington ve –y vitupera- por doquier en los países de la periferia hay una indudable corresponsabilidad de los dos partidos.

Lo ocurrido no tiene precedentes en la historia de Estados Unidos. Todo un vetusto y enorme entramado institucional concebido por los padres fundadores para evitar los riesgos de la oclocracia –el temido gobierno del populacho- se derrumbó como un castillo de naipes cuando respondiendo a las incesantes arengas de Donald Trump una turba de trumpistas arrolló a las fuerzas de seguridad y tomó por asalto al Capitolio. El resultado: el Senado tuvo que entrar en receso mientras el vicepresidente Mike Pence era prestamente evacuado por el Servicio Secreto mientras una banda de fascinerosos con ropas de fajina y algunos de ellos armados sentaban sus reales en las salas del Senado y la Cámara de Representantes. El objetivo: impedir que el Congreso certificara la victoria de Joe Biden en la elección presidencial del 3 de noviembre.

La responsabilidad de Trump en estos incidentes es indiscutible. Una parte de los republicanos aportaron lo suyo.Más de cien estaban dispuestos a proponer la anulación de la victoria de Biden, y deben también ser considerados como instigadores del tumulto. Pero sería un error creer que lo ocurrido es responsabilidad exclusiva de Trump y sus secuaces. Este episodio marca la gravedad de la crisis de legitimidad que hace mucho tiempo está carcomiendo al sistema político norteamericano. El ausentismo electoral es un lastre crónico para un sistema que se autoproclama como una democracia cuando no lo es. Abraham Lincoln la definió como el “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Hoy no sólo intelectuales de izquierda como Noam Chomsky sino hasta académicos del mainstream como Jeffrey Sachs y, antes que él, Sheldon Wolin sostienen en sus intervenciones orales y escritas que el sistema político de Estados Unidos es una plutocracia y no una democracia en la medida en que es el gobierno de los ricos, por los ricos y para los ricos. Esto es lo que explica la quejumbrosa reflexión que hiciera hace unos meses un editorial colectivo del The New York Times al constatar que el 1% más rico acumula más riqueza que el 80% más pobre del país. Es decir, una pseudo-democracia que aplicando las políticas neoliberales decretó las exequias del “sueño americano” y convirtió a ese país en el más desigual del mundo desarrollado.

En los gravísimos sucesos del miércoles, propios de las “anarquías populistas” que Washington ve –y vitupera- por doquier en los países de la periferia hay una indudable corresponsabilidad de los dos partidos.

Los exabruptos de Trump y sus criminales políticas, dentro y fuera de Estados Unidos, se nutrieron durante cuatro años de la falta de voluntad de los demócratas para poner fin a las políticas que beneficiaban al 10% más rico (y sobre todo al 1% de los supermillonarios) del país y para hacer siquiera mínimo esfuerzo para democratizar de verdad al sistema político. No es ocioso recordar ante los violentos incidentes de este miércoles que jamás estuvo en la mente de los padres fundadores crear un sistema democrático: la elección indirecta vía colegios electorales, el carácter optativo del voto, el sufragio en día laborable son las rémoras de un sistema que se constituyó como una república pero no como una democracia.

No es casual que la propia Constitución de Estados Unidos no mencione en un solo lugar la palabra mágica: “democracia”. Y ante una sociedad que ha cambiado tanto como Estados Unidos en los últimos cincuenta años, pasando de ser una sociedad bastante homogénea a una multicultural y desigual, y ante la estolidez de un sistema partidario que no refleja para nada estos cambios la aparición de un demagogo como Trump y su incendiaria retórica podía terminar abriendo las puertas del infierno y soltar a todos los demonios. Eso fue lo que ocurrió ahora. Y esto va para largo y no se solucionará sin reformas sociales, económicas y políticas de fondo, cosa que difícilmente Joe Biden estará dispuesto a impulsar.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/315779-estados-unidos-una-crisis-de-larga-gestacion

Fuente de la Información: https://rebelion.org/una-crisis-de-larga-gestacion/

 

Comparte este contenido:

Cristo, fundador del antimperialismo

Por: Atilio A. Boron 

Aclaraciones imprescindibles para un debate necesario.

Hace tres años, para la Navidad del 2017, escribí el texto que agrego a continuación. Su difusión generó en ese momento una fuerte controversia. Desde los sectores conservadores de la Iglesia Católica llovieron todo tipo de críticas contra esta interpretación del legado de un personaje histórico como Jesucristo. El escándalo y la abominación fueron las marcas de estas fallidas defensas de la “verdad oficial” defendida por la institución. Los sempiternos y omnipresentes voceros del imperialismo se unieron a ella, sobre todo por las consecuencias políticas y económicas de esta reconstrucción del mensaje que nos hereda Cristo más allá de cuestiones teológicas que no son de mi interés examinar. Algunas pocas voces procedieron del marxismo vulgar, ecos lejanos de un correcto anticlericalismo pero incapaz de distinguir entre el discurso de Cristo y la corrupción del mismo en manos de la burocracia eclesiástica.

Transcurrido cuatro años de trumpismo y, (a) ante la acentuación de los rasgos más criminales del imperialismo contemporáneo y, (b) los enormes desafíos que nos plantea la refundación de un orden social e internacional post-capitalista a la salida de la pandemia me ha parecido conveniente reproducir aquel breve escrito en donde se subraya la actualidad del mensaje original de Cristo para las luchas antiimperialistas. Por eso lo reproduzco con varias aclaraciones, introducidas todas ellas entre paréntesis. ¡Aquí les va!

___________
Hoy se recuerda el nacimiento de Cristo, hijo de un artesano y carpintero, vástago de una familia judía de refugiados y migrantes. (Refugiados y migrantes suman, al día de hoy, unas 80 millones de personas) De niño se destacó por su inteligencia, su humanismo y su finísimo sentido de la justicia que dejó en ridículo a los doctores de la ley del Sanedrín. (En la actualidad esos doctores dictan cátedra en universidades y difunden sus mentiras por los medios de comunicación, y también suelen quedar en ridículo, pero los medios los protegen) Echó a latigazos a los mercaderes del templo y condenó la usura. (eso hoy se llama “irracional rechazo a las leyes de la economía”, o populismo económico) Siempre estuvo del lado del pueblo, de los oprimidos, de los excluidos, de los otros y las otras estigmatizadas, con María Magdalena como caso paradigmático. (¡Populismo recargado!) Condenó la hipocresía y el sesgo antipopular de las leyes que regían en Judea. (Vocación autoritaria, desprecio por las instituciones republicanas y la división de poderes) Criticó al imperialismo de su tiempo, el romano; a los lacayos que lo representaban y a los sacerdotes y fariseos que elaboraban doctrinas para demostrar que la fidelidad a Roma era lo mejor que podía hacer el pueblo judío. (Con el antiimperialismo “nos salimos del mundo”, dicen en Argentina. El “mundo” repudia la vacuna rusa, llamada también “soviética”, por los lacayos, sacerdotes y fariseos de hoy) Por eso se lo recuerda como el primer gran luchador antimperialista de la historia. (Más de medio siglo antes Espartaco encabezó una gran rebelión de esclavos contra la por entonces República Romana. Pero al carecer de una doctrina filosófica la derrota en el campo militar y político hizo que el heroísmo de los esclavos no pudiera dar origen a una nueva fuerza política) Por su prédica que movilizaba multitudes Cristo fue detenido, escarnecido, torturado y en un juicio infame sentenciado a muerte en las pascuas judías del año 33. (Esto hoy lo hacen el “lawfare” y el sicariato mediático que manipula las mentes y los corazones de la población) Nos legó una doctrina basada en el amor, el afán insaciable de justicia y el rechazo al poder del dinero, del imperio y sus sirvientes. (Che Guevara: “el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor”; “es capaz de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometido contra cualquiera en cualquier parte del mundo”) Por eso sólo se es verdaderamente cristiano si se es revolucionario. (He ahí el fundamento de la Teología de la Revolución: Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, Frei Betto, etcétera) Y nos legó también otra enseñanza: que no basta con poseer las ideas correctas si no se construye una organización capaz de convertirlas en el motor de la historia. Por eso le encomendó a sus apóstoles, a los cuadros de la nueva fe, crear un instrumento político de convocatoria universal que congregase a los pueblos sometidos por Roma –que en esa época histórica se traducía como “iglesia”- para oponerse al imperio romano y al poder establecido en Judea y para construir un nuevo mundo. (Gramsci estableció una correlación entre Marx, fundador del materialismo histórico, y Lenin, creador de su aparato político, y Jesucristo, creador de una nueva cosmovisión universal, y su iglesia de los primeros tiempos, antes de que traicionara el legado de su fundador)
______________
El calor del debate sobre la figura histórica de Cristo hizo que incorporara en apoyo a mi tesis un pasaje luminoso de Federico Engels. En su célebre “Introducción” de 1895 para la nueva edición de libro de Karl Marx Las Luchas de Clase en Francia de 1848 a 1850 de Karl Marx, Engels pone punto final a su escrito introductorio con las siguientes palabras:

ʺHace casi mil seiscientos años operaba en el Imperio Romano un peligroso ‘partido revolucionario`. Minaba la religión y todas las bases del Estado; negaba categóricamente que la voluntad del emperador fuese la suprema ley; carecía de patria, era internacional; se propagó por todo el reino, desde las Galias al Asia, y aun más allá de los límites del Imperio. Por mucho tiempo había trabajado bajo tierra y en secreto, pero de algún tiempo se sentía lo bastante fuerte para salir abiertamente a la luz del día.

Este ‘partido revolucionario’, conocido con el nombre de Cristianos, tenía también una fuerte representación en el ejército; legiones enteras estaban integradas por cristianos. Cuando se les ordenaba asistir a las ceremonias de sacrificio de la iglesia pagana establecida, para servir como guardia de honor, los soldados revolucionarios llevaban su insolencia hasta el grado de fijar en sus yelmos símbolos especiales —cruces—. Las usuales medidas disciplinarias de cuartel, impuestas por los oficiales, demostraban ser inútiles. El emperador, Diocleciano, no podía ya contemplar tranquilamente aquello y ver cómo el orden, la obediencia y la disciplina estaban minados en el ejército. Promulgó una ley antisocialista; perdón, anticristiana. Las reuniones de los revolucionarios fueron prohibidas, sus lugares de reunión cerrados o demolidos, los símbolos cristianos, cruces, etc., fueron prohibidos, como en Sajonia se prohíben los pañuelos rojos de bolsillo. Los cristianos fueron declarados incapaces de ocupar cargos en el Estado; ni siquiera podían ser cabos. Puesto que en aquel tiempo no había jueces bien ʹentrenadosʹ en lo que respecta a la ʹreputación de una personaʹ, como presupone la ley antisocialista de Herr Koller, a los cristianos simplemente se les prohibía exigir sus derechos ante un tribunal de justicia. Pero esta ley excepcional también resultó inefectiva. En desafío, los cristianos la arrancaron de los muros, más aún, se dice que en Nicomedia incendiaron el palacio del emperador pasando por encima de él. Este se vengó entonces por medio de una gran persecución de su clase. Fue tan efectiva que, diecisiete años después, el ejército se hallaba compuesto en gran parte de cristianos, y el próximo gobernante autócrata de todo el Imperio Romano, Constantino, llamado ʹel grandeʹ por los clericales, proclamó el cristianismo como la religión del Estado.ʺ

¿Se entiende ahora, gracias a la exposición histórica que hace Engels? ¿Se entiende también por qué la Iglesia terminó traicionando el legado revolucionario de su fundador? ¿Se entiende por qué la derecha y el imperialismo abonaron la tesis que convirtió al rebelde judío en un “adocenado adorador” del statu quo, con todas sus lacerantes injusticias y atrocidades? Fue por esto que en las últimas décadas del siglo pasado el Papa Juan Pablo II lanzara, con el beneplácito de sus grandes aliados: Ronald Reagan y Margaret Thatcher, una “santa cruzada” contra la Teología de la Liberación y los curas villeros, los de la opción por los pobres, restaurando la visión conservadora y reaccionaria de Jesucristo, apartando a los curas populares de sus comunidades, acallándolos y persiguiéndolos sin pausa, abriendo las puertas al avance de las versiones más retrógradas del catolicismo representada en los episcopados y la burocracia romana y el neopentecostalismo sutilmente orquestado por el imperialismo, para convertirlo en la base social de apoyo de títeres de la Casa Blanca como Jair Bolsonaro en Brasil y otros en diversos países.

Es todo, (por ahora)

¡Feliz Navidad 2020, por un despertar de la conciencia revolucionaria para construir el nuevo mundo pospandemia!

Fuente e imagen: https://rebelion.org/cristo-fundador-del-anti-imperialismo/

Comparte este contenido:

Engels en su bicentenario

Por: Atilio A. Boron

 

Hoy, 28 de Noviembre, se cumplen doscientos años del nacimiento en Barmen-Elberfeld (Prusia) de Friedrich Engels, el gran amigo y permanente colaborador de Karl Marx. No es ésta la ocasión para reseñar la biografía de ese joven hijo de una acomodada familia de la burguesía alemana, propietaria de una importante hilandería en Manchester.  Brillantísimo y abierto como pocos a los signos de su tiempo, su espíritu inquieto y rebelde lo impulsó a ignorar a la universidad pese a que su condición económica le hubiera abierto las puertas de las mejores casas de estudios superiores de Alemania. Pero el escolasticismo, la oquedad y la infatuación de los académicos germanos -amén de las rígidas jerarquías de los claustros universitarios- resultaban insoportables para un espíritu tan inquieto e incisivo como el del joven Friedrich. Resignada, su familia lo envió a Manchester, a desempeñarse en la administración de la fábrica una vez acabado su servicio militar de un año en octubre de 1842. Aquel desdén por la universidad y el “castigo” familiar al enviarlo a Inglaterra no lo privó de cobrarse una temprana venganza gracias a una notable hazaña intelectual: entre los 22 y 24 años llevó a cabo una minuciosa investigación sociológica sobre la clase obrera en Manchester, corazón del capitalismo industrial, que se publicaría en Leipzig en 1845 cuando su autor aún no había cumplido los 25 años. Se trata, naturalmente, de su célebre libro: La Condición de la Clase Obrera en Inglaterra, una referencia insoslayable todavía hoy en cualquier curso sobre la historia de la industrialización británica. Ese joven de la burguesía alemana se convertiría  en un gran intelectual, en el sentido más amplio de la palabra, eclipsado por la enorme sombra que a su lado proyectaba el genio de Karl Marx. Éste, nada propenso a la lisonja y el elogio fácil, hizo justicia cuando definió a su amigo con dos frases. Una, Friedrich,  “el hombre más culto de Europa.” Otra: “un verdadero diccionario universal, capaz de trabajar a cada hora del día o de la noche, comido o en ayunas, veloz en escribir y en comprender como el mismo diablo.”

Fueron esas inusuales virtudes las que hicieron de Engels un interlocutor privilegiado –casi exclusivo– de Marx durante cuarenta años. Fue, por eso mismo, testigo, consejero, crítico y, como ya es sabido, silencioso e invisible coautor de algunas de las más importantes aportaciones teóricas plasmadas en su obra. Desde el momento en que se encontraron por primera vez en 1843 Marx advirtió que ese joven, dos años menor que él, era un intelectual de un espesor fuera de lo común, cuya palabra nunca desestimó y cuyo consejo siempre buscó hasta el último día de su vida, apagada en 1883. Un talento a quien Marx confió, en reiteradas oportunidades, la redacción de trabajos que luego se publicarían con su firma. Varios artículos publicaros por el New York Daily Tribune –cuya compilación luego daría origen nada menos que a El Dieciocho Brumario de Louis Bonaparte– fueron escritos por Engels a pedido de Marx. Por otro lado, éste aceptó escribir largas secciones o fragmentos de obras que más tarde aparecerían con la firma de Engels, como el décimo capítulo de la Segunda Parte del Anti-Dühring. En esa declarada admiración de Marx por su amigo, benefactor, compañero de militancia e interlocutor intelectual juega por cierto un papel decisivo el hecho de que haya sido este joven burgués de Barmen-Elberfeld quien invitara al hasta entonces filósofo de Tréveris a adentrarse en el camino de la economía política inglesa, una disciplina prácticamente esotérica en la atrasada Alemania de la primera mitad del siglo XIX y a la cual Engels tuviera acceso favorecido en parte por los intereses comerciales que su familia poseía en Gran Bretaña. A Engels debe Marx nada menos que el haber llamado su atención sobre las potencialidades que encerraba la economía política clásica para el análisis del capitalismo y la sociedad burguesa, y para el desarrollo del pensamiento y la práctica del socialismo. Sin la ayuda de Engels, Marx probablemente habría llegado a abrevar en esas fuentes; pero gracias a su amigo lo hizo antes y mejor.

Habría un sinfín de razones para celebrar el bicentenario del nacimiento de Engels. En mi Bitácora de un navegante. Teoría política y dialéctica de la historia latinoamericana, recientemente publicada por CLACSO y el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, se incluye un largo capítulo dedicado a explorar la riqueza y actualidad del pensamiento engelsiano y la deuda intelectual y política que tenemos por una labor que, entre tantas otras cosas, hizo posible la extraordinaria divulgación y popularización internacional del marxismo.[1] A continuación, y como un botón de muestra, les invito a leer uno de los párrafos finales de su libro El origen de la familia, la propiedad privada y el estado , de 1884.  Nótese la premonitoria actualidad de sus palabras: primero, por la importancia que le adjudica a las “deudas del Estado”; segundo, reemplácese “Bolsa” por Wall Street;  tercero, “sociedades por acciones” por megacorporaciones empresariales y, cuarto y final, agréguese a “el transporte y la producción” las ramas más dinámicas de la economía actual: las tecnológicas (Apple, Google, Facebook, Amazon, Microsoft, etcétera) y se obtendrá en una apretada síntesis una precisa radiografía de la naturaleza del Estado y el poder en los capitalismos contemporáneos, sus insanables contradicciones y su radical incompatibilidad con un sistema democrático. Leamos lo que escribiera en ese pasaje de su obra para comprobarlo:

“La forma más elevada de Estado, la república democrática —que en nuestras condiciones sociales modernas se va haciendo una necesidad cada vez más ineludible no reconoce oficialmente diferencias de fortuna. En ella la riqueza ejerce su poder indirectamente, pero por ello mismo de un modo más seguro. De una parte, bajo la forma de corrupción directa de los funcionarios, de la cual América es un modelo clásico, y, de otra parte, bajo la forma de alianza entre el gobierno y la Bolsa. Esta alianza se realiza con tanta mayor facilidad cuanto más crecen las deudas del Estado y cuanto más van las sociedades por acciones concentrando en sus manos no sólo el transporte, sino también la producción, haciendo de la Bolsa su centro.”

Huelgan las palabras y los elogios. Gracias por todo, por haber existido, eternamente joven Friedrich. ¡Hasta la victoria, siempre!

[1] Se puede descargar esta obra gratuitamente en  https://www.clacso.org/atilio-boron-bitacora-de-un-navegante/  Hay también una intervención de apertura en el Congreso Internacional Engels Vive 1820 -2020 a la cual puede accederse con el siguiente enlace de  YouTube:

https://www.youtube.com/watch?v=KE0DwNcMGCM
y una entrevista radial que me hiciera Telma Luzzani sobre Engels que puede escucharse en: https://ar.radiocut.fm/audiocut/atilio-boron-engels-fue-uno-primeros-en-teorizar-sobre-explotacion-mujer/

 

Comparte este contenido:

Diego fue a encontrarse con su amigo

Diego fue a encontrarse con su amigo

Atilio Borón

Exactamente el mismo día, pero cuatro años después que Fidel, Diego abandonaba este mundo, y cual ese barrilete cósmico descubierto por Víctor Hugo Morales en México, emprendía vuelo para encontrarse con su amigo, consejero y protector, por no decir “casi un padre”, que es lo que tal vez sería más correcto afirmar.

¿Cómo explicar esta coincidencia? ¿Azar, predestinación, magia, un inescrutable código astral? ¿Quién podría jugarse por una respuesta? Quien esto escribe se declara incompetente para descifrar esta inescrutable concordancia. Tal vez solo se atrevería a conjeturar que quizás los ídolos se atraen mutuamente. Diego y Fidel lo hicieron en vida, y tal vez esa misma circunstancia hizo que ambos partieran de viaje exactamente el mismo día.

La admiración y el afecto que se profesaban eran extraordinarios. Diego llevaba a Fidel tallado en su cuerpo, en su piel, en esa zurda maravillosa que dibujó algunas de las más prodigiosas filigranas vistas en una cancha de fútbol. También lo llevaba en su corazón y en su mente. Porque Diego era puro pueblo hasta sus vísceras y, como Fidel, su afán de justicia así como su repudio a toda forma de opresión y explotación eran insaciables.

Por eso fue un hombre que, en materia política, nunca tuvo dudas y en cada coyuntura crítica siempre se ubicó en el lado correcto de la barricada. Jamás fue contaminado por el eclecticismo posmoderno o el culto al aséptico “ni-ni” de tantos intelectuales y políticos de una supuesta izquierda.

Sabía muy bien por donde pasaba la línea que separaba a opresores de oprimidos y tomaba partido al instante. Esta sabiduría popular unida a su agudo instinto de clase lo llevó a ejercer una defensa incondicional de la Revolución Cubana, de la Venezuela chavista, de la Bolivia de Evo, del Ecuador de Correa y de los gobiernos populares en Brasil, Uruguay y la Argentina, consciente de que las oligarquías dominantes y sus amos imperiales jamás le perdonarían su virtuosa irreverencia.

Su notable protagonismo en la gran batalla de los pueblos de Nuestra América en contra del ALCA en Mar del Plata en noviembre del 2005 hubiera bastado para asignarle un sitial prominente en la historia de las luchas antimperialistas. Pero no se quedó solo en eso. Años después lo encontraríamos en Colombia, marchando junto a Piedad Córdoba a favor del malogrado proceso de paz. Allí donde se libraba un combate contra el imperialismo, Diego no tardaba en enrolarse.

Su empeño por la causa de la emancipación popular iba parejo con su repudio a los ricos y poderosos que condenaban a sus pueblos a la miseria, la enfermedad, la ignorancia. Fue coherente hasta el fin. Y se fue, puntualmente, a juntarse con su gran amigo; a unir la potencia imperecedera de sus testimonios para seguir siendo fuente de inspiración en la aún inconclusa tarea de liberar a los pueblos de la dominación del imperialismo y sus lamebotas locales.

Diego se fue, sí, pero los grandes ídolos populares gozan de un raro atributo: continúan perturbando el sueño de los opresores porque su muerte los convierte en inmortales. Tal como ocurre con Fidel, Chávez, el Che, Evita, Perón, Allende y Néstor, su presencia latirá aún con más fuerza en las batallas que se avecinan por la construcción de un nuevo mundo una vez extinguida la pandemia.

(Tomado de Página 12)

Fuente de la Información: http://www.cubadebate.cu/opinion/2020/11/26/diego-fue-a-encontrarse-con-su-amigo/

Comparte este contenido:

Diego fue a buscar a su amigo

Comparte este contenido:

Ganó Biden, ¿y ahora qué?

Por Atilio A. Borón

Ponernos en guardia y recordar que con Trump o con Biden seguimos a merced de la voracidad imperial por nuestros recursos naturales.

Los demócratas y los republicanos son administradores del imperio, nada más. Pero en su encarnación física, personal, idiosincrática, hay matices que no se deben desdeñar. Fidel siempre decía: “Dios no existe, pero está en los detalles.” Que Elliot Abrams, Marco Rubio, Ted Cruz, Bob Menéndez y la Ileana Ross pierdan su acceso directo a la Oficina Oval que les garantizara Donald Trump revela una diferencia que sería absurdo subestimar. Es sabido que ambos partidos han perpetrado toda clase de crímenes, en todo el mundo y que su simple enumeración insumiría decenas de páginas. Pero en esta reciente elección se corría un riesgo adicional: una ratificación plebiscitaria para mantener por cuatro años más a un hampón como Donald Trump en la Casa Blanca habría tenido funestas consecuencias para nuestros países. Mencionemos apenas tres. Primera, la inmediata activación de la “carta militar” contra Venezuela que Mike Pompeo preparara durante su gira de hace apenas un par de meses visitando Brasil, Colombia y Guyana (tres países fronterizos con la nación bolivariana) amén del cercano Surinam.

Segundo: un Trump “recargado” habría intensificado las sanciones y el bloqueo en contra de Cuba, Venezuela y Nicaragua y aumentado sus presiones en contra de los gobiernos de Argentina y México, que los asesores más reaccionarios de Trump, aunque parezca mentira, consideran como “aliados” o “cómplices” de la subversión chavista. Tercero, la reelección del magnate neoyorquino habría reforzado la gravitación regional de Jair Bolsonaro, Iván Duque y la derecha radical en Latinoamérica y el Caribe. Estos tres “detalles”, que no significa sean nimiedades, son más que suficientes para recibir con cierto alivio la derrota del magnate neoyorquino. En suma: había una elección entre el peor y el malo, y prevaleció el último. Decepcionante, ¡seguro!, pero estas son las “opciones” que el imperio siempre tiene para ofrecer. Desconocer esta verdad, asentada sobre un registro histórico de más de doscientos años, equivale a confundir ilusiones con la realidad.

Bien, y entonces: ¿qué decir de Joseph Biden? Es un viejo político (cumplirá 78 años el 20 de noviembre) del establishment conservador norteamericano, con 47 años transitando por los laberintos del poder en Washington. Fue senador desde 1972 hasta que, en el 2009, juró como vicepresidente a Barack Obama. A lo largo de este casi medio siglo hay muy poco en su record como para esperar un viraje significativo en la política exterior de Trump, especialmente en el siempre turbulento ámbito de las relaciones hemisféricas. Lo que sí hay es la certeza de que a lo largo de tantos años en el Senado fue cómplice, beneficiario -o por lo menos silente testigo- de la tantas veces denunciada corruptela institucionalizada en Washington, de los jugosos contratos y concesiones ofrecidas a las empresas del complejo militar-industrial y, luego del crash de las hipotecas del 2008, del fabuloso salvataje concedido por el Tesoro al corrupto sistema bancario estadounidense. Todo esto transcurrió bajo su mirada y en ningún momento insinuó disconformidad o incomodidad moral.

La renovación o el “nuevo comienzo”, retórica a la cual son tan afectos los presidentes de Estados Unidos cuando desplazan a sus oponentes no se condice con la promiscua relación que Biden -¡al igual que Trump, pero “guardando las formas”!- mantiene con la burguesía imperial. Por ejemplo, su costosa campaña electoral se vio facilitada por el generoso financiamiento que le otorgaron las grandes corporaciones. Un informe revela que Joe Biden recibió donaciones de 44 multimillonarios; pero su acompañante, Kamala Harris, lo superó al obtener aportes de 46 multimillonarios estadounidenses. En términos individuales Trump se benefició de la prodigalidad de Sheldon Adelson, el dueño de un casino en Las Vegas y, según The Guardian, un “ardiente conservador pro-israelí” que terminó donando 183 millones de dólares para la campaña del neoyorquino. Biden, a su vez, recibió un donativo del exalcalde de Nueva York y magnate de los medios de comunicación Michael Bloomberg por valor de 107 millones de dólares. Como puede verse, parecería haber un pequeña contradicción con el principio elemental de toda democracia de un hombre/una mujer un voto. Porque, ¿qué dudas cabe que tanto Adelson como Bloomberg podrán hacer oír su voz más claramente que las de John y Maggie?, que no pudieron donar siquiera veinte dólares para ningún candidato en la pujante democracia estadounidense. Por eso tiene razón Telma Luzzani cuando habla del “gatopardismo” de Biden.

Habrá, eso sí, un cambio de estilo: al olvido pasarán los gestos matonescos y groseros de Trump y compañía (Pompeo y Bolton, especialmente) y, aparentemente, habría una cierta intención de reflotar el multilateralismo y buscar compromisos manteniendo el uso de la fuerza como una alternativa pero no como la primera prioridad. En esa línea Biden prometió reincorporar a su país a los Acuerdos de París sobre el cambio climático; regresar a la Organización Mundial de la Salud para colaborar en la lucha contra la pandemia, y a la UNESCO, de la cual Washington se había retirado aduciendo un supuesto “sesgo anti-israelí” de esa organización. Pero hay que recordar que Estados Unidos había dejado de financiar a la UNESCO en el 2011, bajo la presidencia de Barack Obama y cuando Joe Biden ¡era su vicepresidente!

Desde el Senado Biden se preocupó por cimentar la fortaleza del complejo militar-industrial y la estabilidad del sistema financiero en la gran crisis del 2008. Ante la catástrofe sanitaria precipitada por el negacionismo de Trump en relación a la covid-19 podría tratar de resucitar el “Obamacare” como un esquema muy módico de salud pública. Pero acompañó con su voto en el Senado las invasiones a Irak y Afganistán y como vicepresidente avaló las operaciones militares en Libia y Siria. En lo tocante a nuestros países, también en su calidad de vice de Obama, Biden respaldó el golpe en contra de Juan Manuel Zelaya (Honduras, 2009); la intentona golpista en contra de Rafael Correa en el 2010; contra Fernando Lugo (Paraguay, 2012) y el fraudulento proceso del “impeachment” en contra de Dilma Rousseff, entre 2015 y 2016 en Brasil. No hay, por lo tanto, razones para celebrar nada, excepto la derrota de Trump.

En el número de Marzo-Abril de la revista Foreign Affairs, una especie de biblia para el establishment estadounidense, Biden publicó un artículo en donde anticipa lo que haría si llegase a la Casa Blanca. El título –“Why America Must Lead Again”- no deja lugar a dudas sobre la absoluta fidelidad de este personaje a la tradición del “excepcionalismo” estadounidense. El mundo necesita un líder y Estados Unidos debe retomar ese papel, otorgado nada menos que por Dios y abandonado por Trump que erró el camino al intentar que Estados Unidos “fuese grande otra vez” abdicando de su responsabilidad de mantener el orden internacional y desairando a sus aliados y amigos. Su programa tiene tres ejes: la renovación y fortalecimiento de la democracia dentro de Estados Unidos y en el concierto internacional; nuevos acuerdos comerciales para contener a China y evitar que sean ella y sus aliados quienes fijen las reglas del juego, algo que el imperio reclama como su absoluta prerrogativa tal como ocurriera a la salida de la Segunda Guerra Mundial; y, por último, sentar una vez más a Washington en la “cabecera” de la mesa de las negociaciones internacionales.

China y Rusia aparecen claramente como los enemigos de Estados Unidos, en línea con las tesis dominantes sobre todo desde los tiempos de Obama. El lenguaje utilizado en algunos pasajes es alarmante y nada tiene de diplomático, y recuerda algunas de las bravuconadas e insolencias de Trump. Por ejemplo, califica al gobierno de Vladimir Putin como un “sistema de cleptocracia autoritaria” mientras que dijo que Xi Jiping “era un matón”, aparte de acusar a China de robar descaradamente derechos de propiedad intelectual y los bienes de las grandes empresas y los ahorristas estadounidenses. En relación a la democracia promete convocar, en el primer año de su mandato, a una gran conferencia con los “líderes amigos” (que ya nos imaginamos quienes serán) para construir una coalición internacional que impulse la democracia y los derechos humanos y combata a la corrupción, y que trabaje coordinadamente sobre la base de una agenda común. Biden cree que una de las mayores fracturas de nuestro tiempo es la que divide a democracias de diversas formas de autoritarismo. No es lo mismo pero guarda un cierto parecido con la “Internacional de la Nueva Derecha” promovida, bajo los auspicios de Trump, por el estratega ultraderechista Steve Bannon. En poco tiempo la verdad saldrá a la luz y se podrá ver quiénes son los réprobos y quienes los elegidos; quienes los demócratas y quienes los autoritarios.

Para concluir: creo que nada bueno cabe esperar de este recambio. Se aventó el riesgo mayor y nada más. En el 2008 y comienzos del 2009 la progresía europea y latinoamericana sucumbió a la “Obamamanía” y pensó, en un alarde de ingenuidad, que un presidente afroamericano obraría el milagro de transformar la naturaleza del imperio y convertirlo en el demiurgo de la paz eterna ambicionada por Immanuel Kant. La desilusión de aquellas bellas almas henchidas de inocencia no pudo ser mayor.

Hay un riesgo, si bien no igual, de que ocurra lo mismo con Biden. El motivo de estas líneas no es otro que ponernos en guardia ante tal eventualidad y caer en un desarme ideológico; y recordar que con Trump o con Biden seguimos a merced de la voracidad imperial por nuestros recursos naturales, en un clima ideológico signado por una paranoia que visualiza a este continente como estando a punto de “caer en las garras” de China o Rusia. El tono de la “Guerra Fría” que impregna el escrito de Biden es inocultable. Queda, con todo, una tenue esperanza: que haga memoria y retome, aunque sea en parte, la política de Obama con Cuba y restablezca las relaciones diplomáticas a nivel de embajador, levante las asfixiantes restricciones en materia de viajes, remesas, comercio, turismo e intercambio cultural y, en última instancia, relaje en algo los rigores de ese verdadero crimen de lesa humanidad que significa el bloqueo al cual la Isla rebelde ha sido sometida durante 60 años. Y, por añadidura, que proceda igualmente en relación a la República Bolivariana de Venezuela poniendo fin al papelón internacional de la Casa Blanca en su pretensión de hacer de un esperpento como Juan Guaidó un “presidente encargado” de ese país y se avenga a dialogar con el gobierno de Nicolás Maduro, abandonando definitivamente la ruta de la confrontación elegida por Trump y que, al igual que lo ocurrido con Cuba, fracasara estrepitosamente.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/304770-gano-biden-y-ahora-que

Comparte este contenido:
Page 3 of 14
1 2 3 4 5 14
OtrasVocesenEducacion.org