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Venezuela: La furia del hechicero y la venganza de Roger Casement

La furia del hechicero y la venganza de Roger Casement
Días pasados Mario Vargas Llosa descargó otra de sus habituales diatribas sobre los gobiernos y líderes progresistas y de izquierda de Latinoamérica. [1] Pero en esta oportunidad dio un paso más y no se privó de atacar también a los electorados que, según su peculiar visión, al elegir a gobiernos “populistas” optan por la barbarie y el atraso de la tribu en lugar de disfrutar las mieles de la civilización capitalista. El novelista está furioso porque algunos países de Latinoamérica no parecen dispuestos a querer avanzar por el sendero neoliberal que él les viene proponiendo desde hace tanto tiempo.Como no podía ser de otro modo objeto preferente de su ojeriza es el gobierno de Nicolás Maduro. Desde el confort y el lujo de la deliciosa Marbella descerraja sus disparos contra Diosdado Cabello, quien le pidió a su gente que “recurran al trueque para desterrar del país de una vez por todas la moneda imperialista.” El novelista abunda en el asunto y denuncia tarde lo que el gobierno bolivariano viene denunciando hace años: que como parte de la guerra económica que Washington le declaró a Venezuela las mafias vinculadas a los capos del imperio se apoderan de cuanto bolívar circula en el mercado, se los llevan a Colombia y dejan a la población sin circulante para hacer sus compras.

Esto no es producto de la lógica del mercado sino una perversa artimaña destinada a fomentar el malhumor social y potenciar el descontento con el gobierno, apostando a que estas penurias provocarán la tan esperada insurrección popular que ponga fin al gobierno de Maduro. En otras palabras: planificar el caos económico y social y sentarse a esperar que maduren las condiciones para la revuelta popular.

Pero el señalamiento de Vargas Llosa se detiene, no por obra del azar o el descuido, en el engañoso mundo de las apariencias dado que omite identificar las causas que originan la desaparición del circulante y los objetivos que la Casa Blanca persigue con esta maniobra. Oculta a sabiendas que esta operación es una de las vigas maestras de las “guerras de quinta generación” (también llamadas “guerras híbridas”) que lleva a la práctica el imperio. [2] Guerras que ya no se libran con armas convencionales sino por medio de la conquista de las mentes y los corazones de los pueblos, sembrando el caos, promoviendo el odio y la ira, incentivando el temor y canalizando todas estas frustraciones hacia el gobierno que Estados Unidos desea destruir. En suma: ganar una guerra sin disparar una sola bala y confiando en la eficacia de la “artillería del pensamiento”, como advirtiera Hugo Chávez.

El diagnóstico del novelista es categórico: “lo que ha hecho con Venezuela el ‘socialismo del siglo XXI’ es uno de los peores cataclismos de la historia.” Puede ser, porque lo ha reconocido el propio gobierno bolivariano. Pero no basta con constatar un crimen de lesa humanidad: hay que investigar quién es el culpable, el autor intelectual y el agente material responsable de esta situación. Recordemos: no fueron también cataclismos los que ocasionó Estados Unidos en Irak, en Libia, en Siria, antes en Chile, Nicaragua, Haití, República Dominicana, Granada y por supuesto en Vietnam y en Indonesia, Camboya, Laos como antes lo produjeron los ataques de la Alemania nazi en Francia, Italia e Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial.

Todos los países víctimas de una agresión sufren terribles penurias, pero nadie en su sano juicio puede culpar a los agredidos por sus padecimientos. Al escritor no se le puede escapar el hecho de que Venezuela es víctima de una guerra de una crueldad infinita, que se ha cobrado miles de muertos por el bloqueo en el suministro de alimentos y medicamentos por lo que debe enfrentar una situación humanitaria de extrema gravedad. [3] Pero ¿desde cuándo la responsabilidad de esta tragedia recae sobre la víctima y no sobre los hampones, amigos y protectores de Vargas Llosa, que son los que perpetran el crimen de la guerra?

En la alucinada visión del novelista Estados Unidos es exaltado como la indiscutible vanguardia de la civilización, y por lo tanto incapaz de hacer el mal. Éste lo hacen los malos gobiernos que eligen los incorregibles latinoamericanos y nada debe culparse a Washington por nuestros infortunios. Al idealizar a Estados Unidos el escritor barre bajo la alfombra a una sociedad alienada y alienante que cada semana produce un asesinato colectivo perpetrado por un humanoide que «oye voces» que le ordenan entrar a una iglesia, una escuela, un hospital o una cafetería y disparar a mansalva: o un veterano desquiciado en las guerras de Irak, Siria o Afganistán, o un drogadicto enloquecido deseoso de vengarse de una sociedad que lo redujo a tan desgraciada condición. Nada de esto dice el locuaz y prolífico escritor.

También obvia la existencia de 50 millones de estadounidenses que viven bajo la línea de la pobreza y los otros tantos que están apenas por encima y que comen cuando pueden gracias a las “food stamps”; o la de los poco más de 550.000 «homeless» diseminados a lo largo y a lo ancho de todo el país; o la del 25 por ciento de la población de Estados Unidos que no tiene asistencia médica alguna o que la tiene en grado insuficiente. [4] Esto para ni hablar de una «civilización» que perpetró los dos mayores atentados terroristas de la historia de la humanidad al reducir en instantes a cenizas a más de doscientas mil personas inocentes cuyo único delito había sido vivir en Hiroshima y Nagasaki.

Incapaz de controlar el sesgo ideológico que tanto lo ofusca el autor de Conversación en la Catedral clama por los “cuatro millones de venezolanos” que han huido del país, pero cierra beatíficamente sus ojos ante los ocho millones de desplazados en Colombia, oficialmente reconocidos por las autoridades de ese país. Cuatro millones (suponiendo que sean cuatro) que huyen de Venezuela es una catástrofe; ocho millones que abandonan los campos colombianos es un agradable paseo que no despierta el menor reproche en el rencoroso escritor. Peor aún, en su desbocada iracundia se congratula de que Chile “progrese a pasos de gigante” al igual que en “Colombia, donde la democracia funciona y parece hacer avances pese a todas las deficiencias del llamado ‘proceso de paz’.” Es obvio que el novelista extravía por completo el rumbo cuando abandona el terreno de la ficción -en el que se mueve con indiscutible maestría- y pretende instalarse como un cronista objetivo y profundo de su época. Para su desazón hay que decir que en este terreno es apenas un diletante.

Por ejemplo, se escandaliza de las “gigantescas fortunas” fugadas por la dirigencia chavista sin aportar, como ocurre invariablemente en sus frecuentes libelos, un solo dato concreto o una sola fuente objetiva sobre la cual apoyar sus denuncias. Pero seré solidario con él y le ofreceré una información que seguramente le será de utilidad: bajo el gobierno de su admirado amigo Mauricio Macri fugaron de la Argentina, entre el 1º de Enero del 2016 y el 30 de Junio de 2019, la friolera de 70.200 millones de dólares, a razón de 54 millones de dólares día a día, incluyendo sábados, domingos y “fiestas de guardar.” Son datos oficiales del Banco Central. Pero como se trata de un amigo el novelista seguramente se llamará a silencio ante este descomunal saqueo. Prefiere fantasear con el dinero que los chavistas habrían fugado de Venezuela y no meter sus narices en los delitos cometidos por sus amigos y auspiciantes.

En su nota prosigue con sus difamaciones: centenares de presos políticos en Venezuela, torturas sistemáticas, cuerpos represivos que se multiplican, “impopularidad del régimen”, “asesinatos a mansalva”, sometimiento vía terror y siguen las letanías. Pero, ¿está hablando de Colombia, donde cada semana desaparecen, torturan o matan a tres o cuatro militantes sociales? ¡No! Habla de Venezuela, poniendo su exquisita pluma de escritor de ficciones al servicio de los más sórdidos intereses de las clases dominantes de Estados Unidos y América Latina. Y se permite agredir también a nuestra Cuba, heroico país que ha soportado con un alarde de patriotismo y estoicismo admirables sesenta años ininterrumpidos de agresiones norteamericanas. Pero el autor de La Casa Verde pasa por alto esa nimiedad y se permite describir a Cuba como un país “que se ha quedado fuera de la historia.” Sangra por su aún entreabierta herida porque quien se quedó fuera de la historia fue él, postergando para siempre sus sueños de ser presidente del Perú. Sus compatriotas le propinaron una derrota humillante a manos de Alberto Fujimori en la elección presidencial de 1990. Después de ese masivo repudio tuvo que optar por la ciudadanía española. ¡Y pese a ello tiene la desfachatez de decir que Cuba se quedó fuera de la historia!

Es obvio que lo propio de este novelista no es el ensayo sino la ficción. Si muchos de sus personajes volvieran a vivir (pienso en el entrañable irlandés Roger Casement, héroe de El Sueño del Celta) seguramente lo increparían sin piedad por su cinismo y por su deshonestidad al poner en sus bocas palabras y discursos anticapitalistas y antiimperialistas que luego desprecia y denigra cuando abandona sus ficciones y se dedica a comentar lo que ocurre en el mundo real. Por ejemplo, en este mismo artículo le reprocha a argentinas y argentinos por su “locura furiosa” expresada en las elecciones primarias del 11 de Agosto que se tradujeron en una categórica derrota de su amigo Mauricio. “Yo pienso” –dice el escritor- “que el llamado ‘gradualismo’, el empeño del equipo de Macri en no exigir más sacrificios a un pueblo extenuado por los desmanes de los Kirchner” fue el causante de la derrota. Es obvio que Vargas Llosa no tiene la menor idea de lo que ha ocurrido en la Argentina.

Sólo un ignorante, o una persona desalmada, puede “exigir más sacrificios” a un pueblo que gracias a las políticas que él propone con tanto ahínco ha sido empobrecido, hambreado, desinformado y confundido por la propaganda oficial, abrumado por aumentos escalofriantes en las tarifas de los servicios públicos, por la escalada inflacionaria, crecientemente desempleado, con miles de pequeñas y medianas empresas cerradas, con el consumo cayendo en picada, con brutales recortes en los programas de salud y educación y con un país que se convirtió en un festival de endeudamiento y fuga de divisas. Y no sólo eso: el escritor se permite asegurar que el gobierno de su amigo, el que tomó por asalto y saqueó a la Argentina es “probablemente el más competente y honrado que ha tenido el país en mucho tiempo.” Ni honrado ni competente, sino todo lo contrario, don Mario. Y si tiene tiempo venga a la Argentina y converse con gente real, de carne y hueso, no las momias con las que alterna cuando nos visita, y compruebe por usted mismo si todavía se les puede exigir que hagan más sacrificios. Sobre todo para que los ricachones que nos gobiernan sigan abultando sus fortunas de manera escandalosa. [5]

Termina usted su balance de esta penosa marcha desde la supuesta civilización a la barbarie refiriéndose a los gobiernos de Nicaragua, Bolivia y México. La verdad: nada nuevo. Reproduce sin el brillo que su pluma exhibe en sus novelas las mentiras y “posverdades” que elaboran sin cesar sus amigos en Washington y reproduce la peonada intelectual y política que el imperio apaña y mantiene en estas latitudes. Fulmina a Ortega, a Evo y a López Obrador sin aportar un solo dato, sin la menor especificación del contexto, sin situar históricamente las luchas de esos gobiernos sometidos por siglos a la opresión imperialista. Lo hace confiado en el hechizo de su prosa. Pero no basta. Acusa con impudicia a Evo de pretender eternizarse en el poder, habiendo sido de lejos el mejor presidente de toda la historia de Bolivia y construido la economía más sana y dinámica de Nuestra América. Nada de eso le importa. Esa “eternización” es maligna, dice, pero no así la de su compadre Felipe González o la de su mentora ideológica y política Margaret Thatcher. En estos casos sus prolongadas permanencias en el gobierno fueron síntoma de virtud republicana. [6] Lo que es bueno en un europeo es malo cuando lo hace un indio, un mulato o un obrero. No hace falta ser un psicólogo para percibir el racismo subyacente a aquella denuncia.

No le va mejor a AMLO, que también cae bajo el rayo de su inquina: “prosiguen los asesinatos de periodistas y mujeres a un ritmo aterrador”, afirma, y su “populismo comienza a carcomer una economía que, pese a la corrupción del gobierno anterior, parecía bien orientada.” Los asesinatos de periodistas y los feminicidios comenzaron con los gobiernos que precedieron a López Obrador y que Vargas Llosa apoyó con todas sus fuerzas, ¿o se le olvidó ese detalle? Y eso de que la «economía parecía bien orientada” es un certificado oficial de ignorancia en lo más elemental de la ciencia y la historia económicas. Charlatanería pura, como la que exalta las “democraduras” de Piñera y Duque en Chile y Colombia. En Chile, país con el mayor endeudamiento per cápita América Latina producto de la privatización de casi todo, incluida el agua, y en donde según un estudio de la prestigiosa Fundación Sol de ese país “más de la mitad de los trabajadores asalariados no puede sacar a una familia promedio de la pobreza” y cuya población se ha resignado a ser gobernada por los ricachones y sus representantes políticos y ya no se molesta en ir a votar. Ese es el modelo a imitar, según el escritor, pese que es uno de los países más desiguales del mundo, comparable a la de Rwanda. [7]

Y el otro modelo es nada menos que Colombia, país sometido al flagelo de una interminable matazón que no cesa y que no provoca el menor gesto de compasión del imperturbable novelista hispano-peruano, que debería avergonzarse de ello. Lo mismo cuando todavía se pregunta si “el gigante brasileño comenzará el retorno a la barbarie”. ¡Teléfono, don Mario! No se enteró que Jair Bolsonaro preside Brasil y que la barbarie ya está instalada en el Palacio del Planalto. Bolsonaro le declaró la guerra a la cultura, prohibió la “ideología de género”, condena a las escuelas formadoras de ciudadanos, a la naturaleza misma, siendo el principal autor intelectual y político del gigantesco incendio que se está devorando partes de la Amazonía. ¿No son suficientemente bárbaras todas estas iniciativas? No lee los diarios, no explora lo que dicen las redes sociales (no la de sus amigos, que le pintan un mundo beatífico que, aparentemente, usted toma por cierto). ¿No sabe que hubo un “golpe blando” en Brasil y que terminó con el gobierno legal y legítimo de Dilma Rousseff y que sus verdugos fueron dos bandidos, Michel Temer y Eduardo Cunha que ahora están en la cárcel por ladrones. También lo está Lula, pese a que en el juicio el juez Sergio Moro dijo que no tenía pruebas de la corrupción de Lula pero que estaba convencido que había robado un departamento. ¿No le suena a despotismo monárquico todo esto? Tal vez no porque el polémico rey emérito de España, Juan Carlos, le confirió un título de nobleza y lo hizo Marqués. Pero, ¿le parece un gesto civilizatorio regresar a la época de la Inquisición en donde un cura enviaba a la hoguera a una mujer porque también él, como el juez Moro, estaba convencido que la víctima era una bruja que se había entregado gozosa a la concuspicencia de Satanás? ¿No sabía que Moro, dilecto alumno de los programas de “buenas prácticas” que organiza el gobierno de Estados Unidos, fue premiado por Bolsonaro por encarcelar a Lula designándolo nada menos que Ministro de Justicia del Brasil? En fin, don Mario: ¿en qué mundo vive usted?

Pongo fin a esta nota con una breve alusión a una novela que tengo ya en mente y que los disparates propagandísticos de sus ensayos y la deslealtad en que incurre con los personajes de sus ficciones me urgen escribir. En ella hay una escena en la cual el irlandés Roger Casement se presenta abruptamente en su mansión madrileña. Toca a la puerta, usted le abre y él, sin decir agua va lo sujeta firmemente del cuello y lo abofetea hasta derribarlo. Ya en el suelo Roger se agacha, lo sujeta por los pelos y enfurecido le grita: “¿por qué me has traicionado, por qué exaltabas mi lucha anticolonialista y antiimperialista en el libro que me dedicaste y ahora te conviertes en vocero de toda esa basura que combatí toda mi vida? ¿Eso era tan sólo un negocio para ti? ¿Crees que lo que hice en el Congo Belga y en la Amazonía peruana era un juego? ¿Crees acaso que esas historias de barbarie se han terminado gracias al ‘progreso de la civilización capitalista’ como lo dices? ¿No ves en toda Latinoamérica y el Caribe gentes sufriendo las inenarrables penurias que tu narraste al novelar mis afanes en pos de la justicia y la dignidad humana? ¿Cómo explicas tu incoherencia?¿Hasta dónde piensas llegar con tu felonía? ¿Hasta cuándo seguirás mintiendo? ¿Eres consciente que descenderás a la historia como un personaje funesto, como Louis-Ferdinand Celine, el gran escritor francés del siglo veinte pero con su fama corroída irreparablemente por su apología del racismo y el nazismo? ¿Crees que otra será tu suerte? Te equivocas. Los heroicos personajes de tus novelas nos encargaremos, uno tras otro, de denunciar el hiato moral insalvable que separa al gran escritor que noveló nuestras luchas antiimperialistas del amanuense de las burguesías y sus amos imperialistas. Denunciaremos también la impostura y la doblez de quien escribe novelas de izquierda y en la vida real se coloca a la derecha de ellas. Razón por la cual los verdugos de la humanidad te suben a un pedestal mientras eres repudiado por las mujeres y hombres de buena voluntad que por doquier bregan por construir un mundo mejor.”

 

 

Notas:


[1] Cf. “Retorno a la barbarie”, en El País (España) 31 de Agosto 2019. Reproducido en La Nación (Buenos Aires) 2 Septiembre 2019)

[2] Cf. Andrew Korybko, Guerras Híbridas. De las revoluciones de colores al golpe (Sao Paulo: Expressao Popular, 2015).

[3] Los bloqueos comerciales son mortíferos. El de EEUU a Irak ocasionó la muerte de unas 650.000 personas; desde el año 2017 las sanciones económicas de Trump a Venezuela llevaron a la muerte de por lo memos 40.000 personas según un reciente informe del Center for Economic Policy and Research de Washington, D. C. Ver http://cepr.net/press-center/press-releases/report-finds-us-sanctions-on-venezuela-are-responsible-for-tens-of-thousands-of-deaths

[4] La cifra de los “sin casa” se encuentra en https://endhomelessness.org/homelessness-in-america/homelessness-statistics/state-of-homelessness-report/ con base en informes oficiles del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano del gobierno de Estados Unidos. Los datos sobre la insuficiencia asistencia médica provienen de https://www.thebalance.com/health-care-inequality-facts-types-effect-solution-4174842

[5] Ver “ El Presidente incrementó sus bienes en un 51% y es el tercer funcionario más rico de su gabinete”, en Chequeado.com La mayoría de los miembros del gabinete y el círculo de amigos del régimen se enriquecieron escandalosamente durante la gestión de Mauricio Macri. Y casi sin excepción tienen depositadas sus fortunas en paraísos fiscales. Ver https://chequeado.com/el-explicador/declaraciones-juradas-arribas-dujovne-y-macri-los-mas-ricos-del-gabinete/

[6] Tal como lo reconoce con orgullo en su La Llamada de la Tribu (Madrid: Alfabuara, 2018). Una crítica a ese libro, y en particular a la “revelación” que le produjo su asombroso encuentro con Thatcher se encuentra en mi El Hechicero de la tribu. Mario Vargas Llosa y el liberalismo en América Latina (Madrid, México, Buenos Aires: AKAL, 2019).

[7] Cf. nota de Nicolás Bravo Sepúlveda, en el periódico digital El Mostrador www.elmostrador.cl/destacado/2019/08/21 Los datos sobre la desigualdad se encuentran en un informe del Banco Mundial: “Taking on inequality” (Washington: 2016)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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.Wallerstein sin anestesia

Wallerstein sin anestesia

 

La muerte de Immanuel Wallerstein nos priva de una mente excepcional y de un refinado crítico de la sociedad capitalista. Una pérdida doblemente lamentable en un momento tan crítico como el actual, cuando el sistema internacional cruje ante las presiones combinadas de las tensiones provocadas por la declinación del imperialismo norteamericano y la crisis sistémica del capitalismo.

Wallerstein fue un académico de dilatada trayectoria que se extendió a lo largo de poco más de medio siglo. Comenzó con sus investigaciones sobre los países del África poscolonial para luego dar inicio a la construcción de una gran síntesis teórica acerca del capitalismo como sistema histórico, tarea a la que se abocó desde finales de la década de los ochentas y que culminó con la producción de una gran cantidad de libros, artículos para revistas especializadas y notas dirigidas a la opinión pública internacional.Wallerstein no sólo cumplió a cabalidad con el principio ético que exige que un académico se convierta en un intelectual público para que sus ideas nutran el debate que toda sociedad debe darse sobre sí misma y su futuro sino que, además, siguió una trayectoria poco común en el medio universitario. Partió desde una postura teórica inscripta en el paradigma dominante de las ciencias sociales de su país y con el paso del tiempo se fue acercando al marxismo hasta terminar, en sus últimos años, con una coincidencia fundamental con teóricos como Samir Amin, Giovanni Arrighi, Andre Gunder Frank, Beverly Silver y Elmar Altvater entre tantos otros, acerca de la naturaleza del sistema capitalista y sus irresolubles contradicciones.

Su trayectoria es inversa a la de tantos colegas que, críticos del capitalismo en su juventud o en las etapas iniciales de su vida universitaria acabaron como publicistas de la derecha: Daniel Bell y Seymour Lipset, profetas de la reacción neoconservadora de Ronald Reagan en los años ochentas; o Max Horkheimer y Theodor Adorno que culminaron su descenso intelectual y político iniciado en la Escuela de Frankfurt absteniéndose de condenar la guerra de Vietnam. O a la de escritores o pensadores que surgidos en el campo de la izquierda -como Octavio Paz, Mario Vargas Llosa y Regis Debray- convertidos en portavoces del imperio y la reacción.

Wallerstein fue distinto a todos ellos no sólo en el plano sustantivo de la teoría social y política sino también en el de la discusión epistemológica como lo revela su magnífica obra de 1998: Impensar las ciencias sociales. En este texto convoca a realizar una crítica radical al paradigma metodológico dominante en las ciencias sociales, cuyo núcleo duro positivista condena a éstas a una incurable incapacidad para comprender la enmarañada dialéctica y la historicidad de la vida social. En línea con esta perspectiva de análisis sus previsiones sobre el curso de la dominación imperialista no podrían haber sido más acertadas. En uno de sus artículos del año 2011 advertía que “la visión de que Estados Unidos está en decadencia, en seria decadencia, es una banalidad. Todo el mundo lo dice, excepto algunos políticos estadunidenses que temen ser culpados por las malas noticias de la decadencia si la discuten.” Y agregaba que si bien “hay muchos, muchos aspectos positivos para muchos países a causa de la decadencia estadounidense, no hay certeza de que en el loco bamboleo del barco mundial, otros países puedan de hecho beneficiarse como esperan de esta nueva situación.” El curso seguido por la Administración Trump y el derrumbe irreversible del orden mundial de posguerra que tenía su eje en EEUU confirma cada una de estas palabras.

Para concluir, ¿dónde nutrirnos teóricamente para comprender y transformar al mundo actual, superando definitivamente al capitalismo y dejando atrás esa dolorosa y bárbara prehistoria de la humanidad? El mensaje que dirige a las jóvenes generaciones es cristalino: lean a Marx y no tanto a quienes escriben sobre Marx. “Uno debe leer a personas interesantes” –dice Wallerstein- “y Marx es el erudito más interesante de los siglos XIX y XX. No hay dudas al respecto. Nadie es comparable en términos de la cantidad de cosas que escribió, ni por la calidad de sus análisis. Por lo tanto, mi mensaje a la nueva generación es que vale mucho la pena descubrir a Marx, pero hay que leerle, leerle y leerle. ¡Leer a Karl Marx!” Ese fue uno de sus últimos consejos para entender la naturaleza y dinámica de un sistema, el capitalismo, al que ya en el 2009 le asignaba como máximo dos o tres décadas de sobrevida. ¡Gracias Immanuel por las luces que has aportado a lo largo de tantos años!
Fuente original: https://www.pagina12.com.ar/215854-wallerstein-sin-anestesia
Fuente de la Información: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=260052
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Wallerstein sin anestesia

Por: Atilio Borón. 

 

La muerte de Immanuel Wallerstein nos priva de una mente excepcional y de un refinado crítico de la sociedad capitalista.[1] Una pérdida doblemente lamentable en un momento tan crítico como el actual, cuando el sistema internacional cruje ante las presiones combinadas de las tensiones provocadas por la declinación del imperialismo norteamericano y la crisis sistémica del capitalismo. Wallerstein fue un académico de dilatada trayectoria que se extendió a lo largo de poco más de medio siglo. Comenzó con sus investigaciones sobre los países del África poscolonial para luego dar inicio a la construcción de una gran síntesis teórica acerca del capitalismo como sistema histórico, tarea a la que se abocó desde finales de la década de los ochentas y que culminó con la producción de una gran cantidad de libros, artículos para revistas especializadas y notas dirigidas a la opinión pública internacional. Wallerstein no sólo cumplió a cabalidad con el principio ético que exige que un académico se convierta en un intelectual público para que sus ideas nutran el debate que toda sociedad debe darse sobre sí misma y su futuro sino que, además, siguió una trayectoria poco común en el medio universitario. Partió desde una postura teórica inscripta en el paradigma dominante de las ciencias sociales de su país y con el paso del tiempo se fue acercando al marxismo hasta terminar, en sus últimos años, con una coincidencia fundamental con teóricos como Samir Amin, Giovanni Arrighi, Andre Gunder Frank,  Beverly Silver y Elmar Altvater entre tantos otros, acerca de la naturaleza del sistema capitalista y sus irresolubles contradicciones. Su trayectoria es inversa a la de tantos colegas que, críticos del capitalismo en su juventud o en las etapas iniciales de su vida universitaria acabaron como publicistas de la derecha: Daniel Bell y Seymour Lipset, profetas de la reacción neoconservadora de Ronald Reagan en los años ochentas; o Max Horkheimer y Theodor Adorno que culminaron su descenso intelectual y político iniciado en la Escuela de Frankfurt absteniéndose de condenar la guerra de Vietnam. O a la de escritores o pensadores que surgidos en el campo de la izquierda -como Octavio Paz,  Mario Vargas Llosa y Regis Debray-  convertidos en portavoces del imperio y la reacción.

Wallerstein fue distinto a todos ellos no sólo en el plano sustantivo de la teoría social y política sino también por su activa inserción en las luchas sociales por un mundo mejor –asiduo participante en sucesivas reuniones del Foro Social Mundial de Porto Alegre, conversaciones con el Subcomandante Marcos y otros líderes populares en distintas partes del mundo, participación en eventos organizados por movimientos sociales – y, ciertamente, por sus aportes la discusión epistemológica como lo revela su magnífica obra de 1998: Abrir las ciencias sociales. En este texto propone una crítica radical al paradigma metodológico dominante en las ciencias sociales, cuyo núcleo duro positivista condena a éstas a una incurable incapacidad para comprender la enmarañada dialéctica y la historicidad de la vida social.

En línea con esta perspectiva de análisis sus previsiones sobre el curso de la dominación imperialista no podrían haber sido más acertadas. En uno de sus artículos del año 2011 advertía que “la visión de que Estados Unidos está en decadencia, en seria decadencia, es una banalidad. Todo el mundo lo dice, excepto algunos políticos estadunidenses que temen ser culpados por las malas noticias de la decadencia si la discuten.” [2] En Latinoamérica, en cambio, entre las clases dominantes, los políticos del establecimiento y el mandarinato intelectual predomina aún una visión hollyvoodense sobre la salud del imperio, misma que se penetra en buena parte de la población. Según esta perspectiva lo que Donald Trump representa es el renovado vigor del imperio y no los desesperados pataleos de quienes se resisten a admitir su lento pero inexorable ocaso.

No obstante, no había un gramo de infantil triunfalismo en ese diagnóstico cuando advertía que si bien “hay muchos, muchos aspectos positivos para muchos países a causa de la decadencia estadunidense, no hay certeza de que en el loco bamboleo del barco mundial, otros países puedan de hecho beneficiarse como esperan de esta nueva situación.”  O, podríamos agregar, podrán sacar ventajas los países cuyos gobiernos adopten una política de autodeterminación nacional que les permitan maximizar sus márgenes de autonomía en la economía y la política mundiales. Quienes en cambio sigan sumisos a los dictados del imperio lo acompañaran en su lenta declinación. El criminal belicismo de la Administración Trump en respuesta al irreparable derrumbe del orden mundial de posguerra que tenía su eje en EEUU confirma las previsiones formuladas por Wallerstein.

Sus pronósticos sobre el futuro del capitalismo son desalentadores para la burguesía mundial y sus propagandistas. En efecto, en una conferencia que dictara en Madrid en 2009 sostuvo que “lo que estamos viendo ahora es el colapso del periodo especulativo que arrancó en los años setenta. Hasta aquí, todo normal.” [3] Pero, agrega, hay un elemento extraordinario y este no es otro que el “fin del actual sistema-mundo capitalista y la consiguiente transición hacia otro sistema. Todavía no sabemos qué va a ocupar el lugar del capitalismo porque dependerá del resultado de una lucha política que aún se está dirimiendo.” Y remata su razonamiento sentenciando que “Podemos estar seguros de que en 30 años ya no viviremos bajo el sistema-mundo capitalista. Pero, ¿en qué sistema viviremos entonces? Podría ser un sistema mucho mejor o mucho peor. Todas las posibilidades están abiertas. La solución la encontraremos cuando se resuelva el conflicto entre lo que yo denomino el espíritu de Davos y el espíritu de Porto Alegre.”

Pero lo que no suscitaba mayores incertidumbres en el pensamiento de Wallerstein era la evolución de la creciente polarización –económica, social, cultural- que signaba al capitalismo contemporáneo. Concentración de la riqueza, el saber y el poder en manos de unos pocos, dentro de las naciones y en el sistema internacional. Esto se traducía en el primado de los enormes conglomerados oligopólicos –en la economía real, las finanzas, los medios de comunicación-, la erosión de la democracia, la desorbitada concentración de la riqueza y los ingresos y el desigual acceso a la educación y a la Internet. Un mundo polarizado, que oprime, explota y excluye a millones y que cristaliza tendencias de larga duración que lejos de atenuarse no hicieron sino profundizarse con el paso del tiempo confirmando los peores vaticinios de Wallerstein. Esta fue su última investigación, en la que tuve el enorme privilegio de ser parte de su equipo internacional de investigadores y que se tradujo en un libro que en su versión original, en lengua inglesa, aparecería a finales del 2014 y en castellano, por Siglo XXI, en el 2016. El título sintetizaba muy bien el hallazgo de los distintos integrantes de este grupo de trabajo: El mundo está desencajado. Interpretaciones histórico-mundiales de las continuas polarizaciones, 1500-2000.[4]

Dado lo anterior, ¿adónde o a quiénes debemos recurrir para nutrirnos teóricamente y capacitarnos para comprender y transformar ese mundo desencajado y caótico al que alude el libro de Wallerstein, superando definitivamente al capitalismo y dejando atrás esa dolorosa y bárbara prehistoria de la humanidad? Por supuesto, la lectura de su densa y extensa obra es imprescindible. Pero como él mismo lo afirma, “he argumentado que el análisis del sistema-mundo no es una teoría sino una protesta contra temas negados u ocultados y contra engañosas epistemologías.” [5] Se requiere mucho más que ello y en un mensaje dirigido a las jóvenes generaciones el maestro dijo, con todas las letras: lean a Marx y no tanto a quienes escriben sobre Marx. “Uno debe leer a personas interesantes” –nos dice- “y Marx es el erudito más interesante de los siglos XIX y XX. No hay dudas al respecto. Nadie es comparable en términos de la cantidad de cosas que escribió, ni por la calidad de sus análisis. Por lo tanto, mi mensaje a la nueva generación es que vale mucho la pena descubrir a Marx, pero hay que leerle, leerle y leerle. ¡Leer a Karl Marx!” Ese fue uno de sus últimos consejos para entender la naturaleza y dinámica de un sistema, el capitalismo, al que ya en el 2009 le asignaba como máximo dos o tres décadas de sobrevida. Sería bueno que en las universidades latinoamericanas se tomara nota de este consejo, habida cuenta del ostracismo al cual usualmente es relegada la obra de Marx y los marxistas, desechada por el “buen pensar” de la academia como expresiones de una ideología y no como una teoría y una filosofía que aportan más que cualquier otra a la comprensión del mundo actual. Pero como lo recordaba oportunamente Bertolt Brecht, “el capitalismo es un caballero al que no le gusta que lo llamen por su nombre”, y el marxismo precisamente tiene la osadía de hacerlo, de ahí su marginación en los claustros universitarios.  ¡Gracias Immanuel por las luces que has aportado a lo largo de tantos años! Tu obra no caerá en el olvido y estarás siempre con nosotros y con quienes prosigan sin pausa la lucha para superar históricamente al capitalismo y poner fin a la dominación del capital.

[1] Una versión abreviada de este artículo fue publicada por Página/12 en su edición impresa del día 2 de septiembre de 2019.

[2] Cf. “Las consecuencias mundiales de la decadencia de Estados Unidos”, La Jornada (México) 28 de Agosto de 2011.

[3] Carlos Prieto, “El capitalismo no existirá en 30 años”, entrevista a Immanuel Wallerstein  en Público (España) 31 de enero2009.

[4] La versión original se publicó con el título The world is out of joint. World-historical interpretations of continuous polarizations (Boulder, Colorado: Paradigm Publishers, 2014)

[5] Cf. https://www.iwallerstein.com/intellectual-itinerary/

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Argentina: Macri y Trump derrotados por nocaut

Macri y Trump derrotados por nocaut
Atilio A. Boron
Conocidos los resultados de las elecciones primarias (PASO) del pasado domingo publiqué un tuit en el que decía que los dos grandes perdedores habían sido Mauricio Macri y Donald Trump. En efecto, Trump apoyó con todas sus fuerzas al Gobierno argentino. Lo dijo con todas las letras y en innumerables –y a veces importantes- ocasiones. Es más, ordenó a sus lugartenientes en el Fondo Monetario Internacional (recordar que según Zbigniew Brzezinski el FMI y el Banco Mundial son “extensiones del Departamento del Tesoro”) que respaldasen al Gobierno de Macri y su reelección otorgándole a la Argentina un paquete de ayuda financiera del orden de 57.000 millones de dólares. Este fue el mayor desembolso jamás hecho por el FMI en su historia y tenía por objeto evitar el default de la economía argentina. La ejecución diaria de ese préstamo fue supervisada por la señora Christine Lagarde, Directora Gerente del FMI (y en los hechos Ministra de Economía y “copresidenta” de la Argentina) y autorizaba también al Banco Central a vender dólares para estabilizar su cotización en el frenético mercado local y de ese modo contener la escalada de precios en un país lastrado por un persistente régimen de alta inflación. En la práctica esa enorme suma hizo poco más que financiar la impetuosa fuga de capitales de la que usufructuaron los amigos y compinches del régimen, mancomunados en el proyecto macrista de saqueo de las riquezas del país. Con base en informes oficiales del Banco Central difundido por el economista Ismael Bermúdez la fuga de capitales en el período transcurrido entre el 2016 y el primer semestre del 2019 fue de 70.210 millones de dólares. Huelgan los comentarios acerca de las deprimentes consecuencias de esta monumental hemorragia financiera, para combatir la cual John M. Keynes había propuesto, en la década de 1930, practicar la “eutanasia” de rentistas y especuladores por ser éstos mortales enemigos del crecimiento de la economía real. El economista de Cambridge se habría asombrado al comprobar los alcances de este flagelo en la Argentina.

La contrapartida de tanto apoyo y de tanta munificencia imperial fue la conversión del Gobierno argentino en un pusilánime sirviente de la Casa Blanca, presto a obedecer las menores insinuaciones de su irascible ocupante. Macri sobreactuó su obediencia a Trump porque en la campaña presidencial norteamericana había explícitamente respaldado a Hillary Clinton. Una vez consumada la victoria del magnate neoyorquino Macri se desesperó por enmendar su error arrastrándose a los pies del emperador y ofreciéndose para hacer cuanto éste le ordenase, reviviendo con su rastrera conducta las “relaciones carnales” de Carlos S. Menem. Trump lo perdonó pero fue preciso y terminante con sus mandatos que, imaginamos, deben haber sido más o menos así: “¡Ataca a Maduro, en todos los foros, en todos los frentes, tú y tus fuckingministros y funcionarios! Destruye la UNASUR, acaba con la CELAC, mantén a chinos y rusos bien lejos, olvídate de las Falklands, acepta que instale varias bases militares en la Argentina, facilita los negocios de las empresas norteamericanas y deja que la economía la maneje el FMI, pues tus economistas son una cuadrilla de inútiles”. En vísperas de las primarias Trump envió al país a su Secretario de Comercio, Wilbur Ross, como un gesto más de apoyo y aliento a la Casa Rosada para que avance sin más demora en las reformas estructurales que faltaban: la privatización del sistema de seguridad social, la laboral y la del régimen impositivo, en línea con la que el estadounidense impusiera en su país alivianando la presión fiscal sobre las grandes empresas y las grandes fortunas.

Macri obedeció, al pie de la letra al úkase imperial. La Argentina se quedó sin política exterior, porque hizo suya la de Estados Unidos asumiendo como propios los enemigos o adversarios de Washington en momentos en que Trump riñe con casi todo el mundo. También se quedó sin política económica, porque pasó a dictarla el FMI a través de sus técnicos. El resultado está a la vista: un holocausto social de vastas proporciones y un derrumbe económico que, en algunos aspectos, no tiene precedentes, todo lo cual se agrava por los efectos devastadores del lawfare (hiperpolitización de la justicia federal; maridaje entre jueces, fiscales, servicios de inteligencia y medios de comunicación; atropello al debido proceso, etcétera) y el abrumador control que ejerce el oficialismo sobre los medios y la masiva utilización de pseudoperiodistas –en realidad, operadores políticos jugosamente remunerados- para mentir, desinformar, atemorizar a la población y para difamar a las principales figuras de la oposición. Esta siniestra operación de manipulación de la opinión pública se complementó con la abrumadora propaganda oficial en todas las redes sociales y la inescrupulosa utilización de ejércitos de trolls que con sus media verdades y fake newscontribuían a la confusión general atacando con particular saña a los candidatos del Frente de Todos.

Pero todo fue en vano. Macri y su patrón fueron arrasados en las urnas. Su Gobierno languidece a la espera de un milagro que no se producirá. Si algo ocurrirá en la primera vuelta que tendrá lugar el 27 de octubre será una derrota aún más aplastante del oficialismo, lo cual será muy positivo para impedir por mucho tiempo el retorno al gobierno de esa derecha neocolonial, elitista, falsamente “meritocrática” y antidemocrática. Esto si tiene suerte, si la revuelta de los mercados y la conmoción social e institucional resultante no sentencian el final anticipado del Gobierno de Macri, algo que ya ocurrió en dos ocasiones desde la restauración democrática de 1983, aunque bajo distintas condiciones. En suma, Trump se quedó sin uno de sus peones sudamericanos y el brasileño camina por la cuerda floja. Y la debacle del neoliberalismo en la Argentina es un mensaje que será leído con atención en muchos países. En suma, buenas noticias para el futuro de Nuestra América. ¿Quién decía que el ciclo progresista había concluido?

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Autor: Atilio Borón

 

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Un paso adelante

Por: Atilio Borón

El domingo próximo las PASO ofrecen la oportunidad única de comenzar el proceso de remoción de la plaga que viene destruyendo a la Argentina desde el 10 de diciembre del 2015.

La catástrofe económica, social, institucional, política y cultural del macrismo debe ser frenada antes de que sea demasiado tarde y el retroceso integral y la descomposición de la sociedad argentina cruce una fatídica línea de no retorno que condene a sucesivas generaciones a vivir en un país brutalmente injusto y, sobre todo, sin futuro. La camarilla gobernante ha puesto en marcha un plan cuyo éxito, para sus mentores y ejecutores, es indudable: con saña y metódicamente saquearon a la Argentina (pues eso fue lo que vinieron a hacer) y si para el país esto ha sido una catástrofe para ellos fue una bendición. Se enriquecieron como nunca y en tan poco tiempo, mientras hundían al resto en la pobreza, la exclusión social y la desesperanza. Las capas medias vieron derrumbar su nivel de vida y evaporarse sus aspiraciones de progreso a la vez que las clases y capas populares se sumergían en la miseria. Crece también el desamparo de las jóvenes generaciones y de los ciudadanos mayores, víctimas de un lento genocidio social: la privación de vacunas y alimentos para los niños y de remedios, atención médica y demás necesidades básicas para los adultos mayores es eso, un genocidio social cuidadosamente planificado. Una economía que no crece pero, en su lugar, lo hacen las fabulosas fortunas de los más ricos.

Las recientes estadísticas que muestran como se enriquecieron los jerarcas del régimen y sus compinches a la vez que ilustran como aumentaron la pobreza y cayeron los salarios reales y los haberes jubilatorios es una fotografía obscena y espeluznante que refleja de modo diáfano lo que es el capitalismo: una máquina de fabricar pobres e indigentes, de producir injusticia, de favorecer a los ricos y poderosos y oprimir a los demás apelando a la manipulación «massmediática» y, también, a la elocuencia disuasiva de las balas. Sólo se puede atemperar este verdadero holocausto social si hay un gobierno y un estado que fijen reglas que pongan fin a este latrocinio institucionalizado.

Claro que para que éste se termine hará falta ir mucho más allá y avanzar hacia un horizonte poscapitalista, como de a poco lo están haciendo algunos países nórdicos en donde la salud, los medicamentos, la educación y la seguridad social dejaron de ser mercancías que se venden a precio escandaloso para convertirse en derechos universales. O como lo hace, en nuestra región, la acosada Cuba que pese a sesenta años de hostigamiento sigue teniendo los mejores índices de salud pública de la región y de casi todo el mundo. Por lo tanto, que nadie hable aquí de “utopías” irrealizables. Si existen la fuerza y la voluntad políticas necesarias todo esto se puede lograr en un plazo históricamente breve.

Por eso en este próximo domingo no debe haber confusión alguna: será decisivo propinar una derrota contundente al macrismo, y preparar de ese modo una victoria inapelable en la primera vuelta que tendrá lugar el 27 de octubre. Para ello habrá que concebir nuestro voto de este domingo como un instrumento de lucha; como la elemental honda de David que tumbó al arrogante e imponente Goliat. Si concentramos nuestro apoyo en la única fórmula real de recambio del macrismo, el Frente de Todos (porque ya es evidente que ninguna otra puede hacerlo) daríamos un enorme paso adelante. Y si en octubre llegáramos a triunfar deberíamos de inmediato potenciar la organización y concientización del campo popular para que el nuevo gobierno avance en la dirección correcta, tema cuyo abordaje dejo para otra ocasión. Si por el contrario la elección termina con un resultado incierto la maquinaria del imperio y sus secuaces locales harían muy difícil, por no decir imposible, prevalecer en el balotaje.

Por lo tanto la gran batalla se librará este domingo. Y esto exige dejar de lado todo particularismo, liberarnos de cualquier narcicismo partidista y de facción y postergar las discusiones de fondo para el momento en que nos libremos de la peste macrista. Como lo enseña la historia medieval, no se discute sobre posibles futuros cuando una pequeña aldea es atacada por la peste bubónica y sus habitantes son encerrados en sus propias casas. Esa es la situación de la Argentina hoy, valga la tétrica comparación. Acabemos con la peste y luego sentémonos a discutir a fondo y sin anestesia como reconstruir por vías no capitalistas, y en dirección a un horizonte no capitalista, a una Argentina desgarrada por el saqueo macrista. Y aquí nadie puede hacer la de Poncio Pilatos y lavarse las manos, o buscar amparo en la catarsis de la autoayuda política refugiándose en las presuntas certezas del dogma. Como lo recuerda Dante en La Divina Comedia, «el círculo más ardiente del infierno está reservado para quienes en tiempos de crisis moral optan por la neutralidad.» Nadie debería caer este domingo en esa malsana tentación. Aprendamos de lo que nos ocurrió en noviembre del 2015.

*Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=259232

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Cuba: Roberto Fernández Retamar: 1930-2019

Atilio Borón

Rebelión

Este sábado 20, a últimas horas de la tarde llegaba Buenos Aires la triste noticia del deceso de Roberto Fernández Retamar. Se consumaba así una pérdida de verdad que irreparable, aunque esto parezca una frase trillada o un lugar común. Roberto deja un hueco en la cultura emancipatoria imposible de llenar, sin que esto signifique menosprecio alguno para tantas y tantos intelectuales revolucionarios de Nuestra América. Pero Retamar era claramente un fuera de serie: un hombre de convicciones firmes y de exquisita cortesía, poseedor de un castellano límpido y preciso, siempre armonioso al oído de su lectora o su lector. Una pluma elegante, que deleitaba con su lectura y a la vez punzante para con los siervos del imperio, los enemigos de la revolución y también para la legión de eclécticos que en momentos como éstos vacilan en condenar categóricamente al imperialismo por la interminable sucesión de crímenes de lesa humanidad que comete a diario. No sólo con sus bombardeos, sus drones, sus guerras sino también con sus bloqueos, como el que padece Cuba desde hace 60 años, o el más reciente perpetrado con saña feroz en contra de la Venezuela bolivariana.

Retamar fue el prototipo del intelectual comprometido, que actuó sin desmayos a lo largo de toda su larga y fecunda vida. Organizador cultural, lector incansable, crítico incisivo pero siempre amigable. Su labor en Casa de las Américas ha sido extraordinaria, en línea con lo que hiciera su predecesora, la gran Haydée Santamaría. No hay palabras suficientes para trasuntar el dolor por su pérdida y la relativa orfandad en que a muchos de nosotros nos deja su partida. Guardo muchos recuerdos de tantos encuentros y conversaciones con él, en La Habana y en Buenos Aires, y muy especialmente las dos últimas cuando en su oficina de Casa de las Américas mientras dialogábamos sobre uno de sus temas favoritos, los intelectuales y la deserción de la academia, le conté al pasar de mi indignación ante las mentiras y tergiversaciones que poblaban un reciente libro de Mario Vargas Llosa (La Llamada de la Tribu) y mi intención de escribir algo al respecto. Pensaba en un artículo que, tal vez, pudiera publicarse en la Revista Casa, le dije con cierta timidez. Quedé paralizado cuanto noté que su cuerpo entero se puso en tensión, abandonó la charla sobre los intelectuales, y me dijo que eso, una simple nota, no sería suficiente y que el personaje de marras merecía algo más que una nota. Un libro, me dijo, “escribe un libro donde expongas todas sus patrañas y traiciones”.

Me sorprendió la fuerza con que se expresó y debo reconocer que ese fue el origen de El Hechicero de la Tribu . Sentí que lo que me transmitía con tanto énfasis no era un consejo sino un mandato para realizar un ajuste de cuentas que percibía como urgente y necesario y que tal vez él sabía que ya no tendría tiempo para hacer. Salí de Casa de las Américas confundido y dubitativo. Pero pocas horas después caí en la cuenta de que tenía que hacer lo que Retamar me había dicho. Ni bien regresado a Buenos Aires puse manos a la obra y a lo largo de toda la fase de búsqueda de documentación y por supuesto durante la redacción del libro el intercambio de correos con Retamar era frecuente, casi semanal. Y no eran uno o dos, sino varios cada vez, con sus comentarios, aclaraciones, precisiones y datos de contexto que estaban en su memoria alojados en un enojoso anaquel reservado desde hacía décadas a Vargas Llosa y su relación con la Revolución Cubana. Sus observaciones eran de una precisión quirúrgica e invariablemente acertadas. Estando sumido en toda clase de dudas acerca de cuándo darle el toque final a mi manuscrito pude visitarlo una vez más en La Habana y mantener otra larga conversación con él y con Juan Fornet, otro gran escritor cubano. Allí sentí que Roberto me dio el impulso final para resolver un problema que suele ser muy serio para muchos escritores: poner punto final a la obra, decidir que ya está terminada y que sólo resta entregarla a la imprenta. Me fui de esa reunión preocupado porque si bien Retamar conservaba una lucidez asombrosa su físico se había debilitado considerablemente. Pero me marché aliviado porque me había resuelto el permanente desafío de saber cuándo poner el punto final a mi escrito. Tuve la inmensa satisfacción de que en Febrero del 2019, con ocasión de la Feria del Libro de La Habana, pude entregarle una copia de mi libro impreso por el Instituto Cubano del Libro. Un brillo relampagueó en sus ojos y creo que para sus adentros se habrá dicho: “misión cumplida”.
Concluyo diciendo que no me alcanzará lo que me queda de vida para agradecer la oportunidad única de haber sido agraciado con su amistad, con la de su amada esposa, Adelaida de Juan, y haber sido educado con su magisterio. No tengo palabras para expresar todo lo que siento, y me disculpo ante quienes leen estas líneas y en especial con Laidi, su hija. Ocurrirá con Roberto lo que pasa con las estrellas: aún muertas siguen emitiendo luz. En su caso, sus poemas, ensayos, notas de todo tipo seguirán iluminando la conciencia de los revolucionarios de Nuestra América. Sólo me resta decir que cuando bien pronto regrese a su amada Habana arrojaré una flor al mar, justo enfrente de donde se encuentra Casa de las Américas, para honrar sus cenizas y su memoria y gritar con toda la fuerza de mi alma “¡Hasta la victoria siempre, Roberto. Venceremos!”
Fuente de la Información: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=258540
Autor: Atilio Borón
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Argentina: Ejes ruidosos para la campaña presidencial en Argentina

 

 

“Porque no engraso los ejes
Me llaman abandona’o …
Si a mí me gusta que suenen,
¿Pa qué los quiero engrasaos ?”
(Atahualpa Yupanqui, “Los ejes de mi carreta”)

La incisiva nota de Martín Granovsky en la edición de hoy de Página/12 (https://www.pagina12.com.ar/206186-entre-el-miedo-y-nicolino) plantea serios interrogantes en torno a la campaña política en curso. Una de las afirmaciones cruciales de ese artículo señala que el gobierno movilizó a sus tres principales espadas para atacar a la oposición, con la desembozada cooperación de la oligarquía mediática (que no periodística, porque hace rato que abandonaron esa noble profesión para ser operadores políticos) y la Justicia Federal, que coordina sus ritmos con las necesidades de la campaña. La primera cuando de pura casualidad nomás da inicio a una miniserie dedicada al “Tigre Verón”, sindicalista del gremio de la carne, en feliz coincidencia con los virulentos ataques proferidos en contra de algunos dirigentes sindicales por el propio presidente y el jefe de gobierno porteño. Una simple casualidad, no hay que pensar mal. Y un Juez Federal de Comodoro Py, también por obra del azar, decide convocar a Alberto Fernández para declarar sobre el remanido Memorando de entendimiento con Irán. Y la Casa Rosada, refuerza todo este combo de mafia y corruptela preparándose agasajar a Mike Pompeo, Secretario de Estado de Donald Trump en su inminente visita a la Argentina, emitiendo un decreto por el cual se declarará a Hezbollah como “organización terrorista”. Lo absurdo de todo esto es que esa fuerza política detenta varios cargos ministeriales en el gobierno de El Líbano, país con el cual la Argentina mantiene amigables relaciones diplomáticas. Se trata de una barrabasada más de las muchas que ha cometido el actual gobierno para complacer al imperio.
El oficialismo ataca, con todo, sin escrúpulos morales de ningún tipo, y el Frente de Todos “o esquiva o repele el ataque”, como acertadamente observa Granovsky. Lo que quiero argumentar en esta nota es que por ese camino, esquivar o repeler, el FdT se instala en una postura claramente defensiva que remata en una inexorable derrota. Evitar hablar del pasado tendrá el mismo efecto, puesto que sin rememorarlo y sin denunciar la interminable sucesión de mentiras dichas por este gobierno será difícil convencer a amplios sectores del electorado, aún indecisos, que no deben reiterar el error cometido en el 2015 cuando creyeron que con la elección de Macri se derramaría sobre este país una “lluvia de inversiones” que jamás llegó; se acabaría con la pobreza que no hizo sino acrecentarse; se derogaría el impuesto a las ganancias para los trabajadores y jubilados, que se ratificó; que se mejorarían los haberes de jubilados y pensionados, cuando ocurrió exactamente lo contrario; que se crearían millones de puestos de trabajo, cuando se perdieron por centenares de miles; que se construirían tres mil jardines infantiles y terminó construyendo 109 y hay otros nebulosos 877 supuestamente en construcción; que el PAMI es una zona de desastre que ya no ofrece la protección de antaño para nuestros abuelos; que hay centenares de miles de niños sin las necesarias vacunas; que en la provincia de Buenos Aires hay escuelas que cierran por falta de calefacción, o que estallan por instalaciones defectuosas cegando la vida de docentes; que los tarifazos hacen estragos; que vivimos bajo una inflación descontrolada; que se derrumbaron los salarios reales; que fábricas y comercios pymes cierran por doquier; que caímos en un demencial endeudamiento externo y “eterno” sin ningún otro resultado que financiar la fuga de capitales de amigos y compadres del régimen; que dejado a las Islas Malvinas libradas al antojo de Londres; que tenemos una una política exterior dictada por la Casa Blanca y una política económica manejada por el FMI. Ante tantas aberraciones, y hay muchas más, ¿cómo no hablar del pasado? ¿Cómo no proyectar, día y noche, 24 x 7, los videos y registros que certifican este gigantesco engaño perpetrado por Cambiemos y sus dirigentes? ¿Cómo no recordar los dichos de Macri en su debate con Scioli? ¿Cómo no denunciar el contubernio entre la Justicia Federal, los servicios de espionaje, la cloaca mediática que nos envenena y prominentes figuras del gobierno para arrasar con el Estado de Derecho, satanizar a opositores políticos y acallar las voces disidentes?
Apelo a la memoria de quien esto lee para comprobar que no falto en lo más mínimo a la verdad. Les digo más: he sido cauteloso y sobrio, evitando por razones de espacio detallar todas los daños y agravios producidos por el actual gobierno. Y también para no extenderme sobre las dos vigas maestras sobre las que reposa la estocada final que Macri reserva en caso de ser re-electo a la autodeterminación nacional y la democracia argentinas: una nueva reforma previsional que, en los hechos significará la lisa y llana desaparición de la jubilación como un derecho, al estilo de lo que hoy ocurre en Brasil; y una reforma laboral que termine instalando el “modelo Walmart” de empresas sin sindicatos ni negociaciones colectivas, con lo cual nuestra gente quedaría inerme ante las exacciones de los saqueadores de cuello blanco que hoy nos gobiernan. Eso es lo que se viene, y Macri ya lo ha anunciado. ¿Cómo no alertar ante esta amenaza inminente?
No descarto que dada la difundida y peligrosa confusión reinante entre “triunfalismo” y “optimismo” alguien que lea estas líneas pueda pensar que estoy exagerando. Quienes han leído mi obra o me conocen saben que soy un optimista incorregible. Pero el triunfalismo no es hijo del optimismo sino de la irracional confianza en el papel supuestamente conscientizador de las penurias económicas, mismas que inclinarían inexorablemente el voto de las mayorías a favor de la oposición. El economicismo que se encuentra en la raíz de aquella actitud no tiene asidero alguno en la realidad, porque las dificultades económicas de los sujetos están siempre mediatizadas por factores culturales y psicosociales. La creencia, bastante común en ciertos sectores de las clases populares de que “hay que pagar la fiesta kirchnerista” ilustra lo que venimos diciendo. Desechar la batalla de ideas y confiar ciegamente en la productividad política presuntamente progresista de la crisis es un error garrafal. El “triunfalismo” es la expresión de ese error. Recordemos que mezclado con una buena dosis de arrogancia fue el clima que se instaló a mediados del 2015, con los resultados que estamos viendo.
La vigorosa denuncia de todo esto, de las mentiras seriales del gobierno y de sus falsas y demagógicas promesas, deben ser los ejes de la campaña del FdT. Ejes que deben sonar muy fuerte, como dice la poesía de Yupanqui, para despertar a un pueblo que parece adormilado y anestesiado por la dictadura mediática y el desencanto por la política. Digo “parece”, porque sin duda hay un mar de fondo que puede desatar un tsunami político que derrote en las urnas al peor gobierno argentino desde 1983 hasta hoy. Pero para que tal cosa ocurra la dirigencia opositora, sin distinción de identidades partidarias, deberá hablar claro, pasar a la ofensiva, convocar al protagonismo popular y denunciar, una a una, las mentiras y falsas promesas de un gobierno que sólo un pueblo dispuesto a suicidarse querría re-elegir. Y esta es una tarea que debe comenzar ya, sin más dilaciones. No hay que esperar hasta Octubre. En las PASO se juega gran parte de la elección presidencial, mucho más de lo que suele imaginarse.
Autor: Atilio Borón
Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=258303
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