“Ghosting”: la escapada fantasmal de un vínculo

Por Analía de la Llana

El término alude a aquellas relaciones en las que todo parece ir muy bien entre dos personas, hasta que una de ellas desaparece por completo de la vida de la otra, sin previa explicación. El bloqueo o corte vía redes sociales, habilita aún más este tipo de actitudes.

El ‘ghosting’ es una conducta que puede darse tanto en adolescentes como en adultos separados. Se verifica de la mano de las redes sociales.

Todo prometía marchar muy bien. La incipiente parejita se había conocido por medio de un amigo en común, y lo que parecía imposible sucedió: siguieron saliendo y conociéndose.

Cuando en ese devenir el panorama parecía más que prometedor, ella, de repente dejó de llamarlo, no atendió sus mensajes y, lo peor de todo, a la hora de decirle algo, sólo alcanzó a farfullar vía audio de WhatsApp: “después te llamo”. Baldazo de agua fría para él, rabia contenida y una absoluta incertidumbre acerca de lo que pasó fue el saldo de dos meses ininterrumpidos de salidas, arrumacos, intimidad y un sentimiento a flor de piel que simulaba, al menos, ser de ida y vuelta.

Lo que parece sólo cosa de adolescentes, no lo es. Este tipo de corte abrupto, y sin mediar explicación alguna, se llamado “Ghosting” -traducido como “Fantasmeo”- y también se está dando en adultos jóvenes.

En este panorama la invisibilidad y bloqueo, se suma vía red social, en donde quien practica el ‘ghosting’ ya no está para su novio/a o pareja, un puñal extra que sin explicación mella la autoestima de quien la sufre.

A modo de hipótesis sobre estas vinculaciones nuevas que el reciente mapa de relación generacional trae consigo, la psicóloga vincular Paula Corso opina: “si tengo que hablar de una hipótesis que intente echar algo de luz sobre este tipo de actitud abrupta en una pareja, diría que se trata de formas de vinculación afectiva, en las que no sólo desaparece quien decide huir sin explicación, sino que se le da al otro la condición también de fantasma al bloquearlo en la redes sociales. Una manera de brindarle esta condición es bloquearlo, ya que si no lo hiciera, se transformaría en un vínculo concreto que está allí para pedir explicaciones y exigir poner en palabras, lo que por alguna razón, el que dejó la relación, no puede”.

¿Pero qué pasa desde el umbral en donde el mundo afectivo entre dos parece un idilio de nunca acabar, al pase sin escalas del correcaminos en huida libre?

Según explica la licenciada en psicología Beatriz Goldberg (especialista en crisis individual y de pareja): “el miedo al compromiso en la pareja, o la incipiente relación, puede ser uno de los motivos por los que uno de los integrantes de la dupla, de manera inconsciente, guarda como un motivo que lo hace huir; ya sea porque en el pasado fue herido en alguna relación por la que decidió jugarse, porque le da terror el cambio y salir de la zona de confort (por más que en el fondo también desee estar con esa persona) o por temor a dejar de ser él mismo, entre otras razones”.

Esta conducta puede darse tanto en adolescentes como en adultos separados, que conocen a otra persona con la cual florecen nuevos sentimientos, pero con la que no tienen ganas de tener un gran compromiso, sino compañía. “Se ve mucho en adultos separados que ya pasaron por los hijos y el divorcio, entonces el panorama de familias ensambladas con una nueva persona, a veces los asusta”.

– ¿Por qué no puede ponerse en palabras el “no puedo” y se trata de brindar alguna explicación a la otra persona antes de hacerle “ghosting”?

– Estamos en un momento muy complicado, en el que a muchos les cuesta asumir con palabras el miedo o lo que le pasa, y decírselo al otro frente a frente, ya que éste último, al referir que ‘todo estaba bien’ está habilitado para discutir e indagar al que opta por fantasmear. Entonces en lugar de fundamentar lo que ni él sabe, prefiere perder a esa persona, que poner en palabras sus propios miedos o problemas, expresa Goldberg.

El corte inesperado del vínculo sume a la persona “dejada” en un mundo de dudas e incertidumbres que necesitan respuestas.

“El sujeto que sufre de alguien que le hace ‘ghosting’ no entiende, siente que el otro al menos le debe una argumentación, luego de haber estado en un idilio imparable. Muchas veces la persona se hostiga y baja su autoestima preguntándose sobre qué hizo ella para generar esto. Sin embargo cuando el problema irresuelto es del otro, no hay que cargar con mochilas ajenas, sino tratar de cerrar el tema; ya sea hablando con el que decidió fantasmear, y si no hay respuesta, enfocándose en su propia vida y entendiendo que el problema es del otro”, explica la especialista.

Según explica en un artículo la psicoterapeuta estadounidense Elisabeth J. LaMotte “si alguien ha sufrido varias experiencias de ‘ghosting’, tiene que examinar sus elecciones de pareja”, ya que considera que “hay que respetarse a uno mismo y no caer una y otra vez en el mismo patrón”.

Fuente: http://losandes.com.ar/article/-ghosting-la-escapada-fantasmal-de-un-vinculo

Comparte este contenido:

Violencia vincular: alertas a tener en cuenta

Argentina/ 02 de Junio de 2016/Los Andes

Por: Analía de la Llana

El tema es complejo y toma muchas aristas según cuál sea el caso y tipo de vínculo intrafamiliar. En esta nota algunos indicios que pueden emerger en determinadas relaciones, que rozan la violencia o en las que ésta forma parte de ellas.

Si bien cada pareja y familia es un mundo, con la violencia jamás se “tranza”. Pero para que eso suceda hay que discernir sus diversas aristas y manifestaciones (muchas veces sutiles y engañosas) que preservan en su instinto primario el control, el manejo y el ejercicio de la violencia pura en todas sus expresiones.

¿Qué tipos de violencias existen y cuáles son las alerta a tener en cuenta? Lo que tenés que saber desde la palabra de la psicopedagoga Mónica Coronado.

Círculos tóxicos

“La violencia intrafamiliar es aquella que tiene lugar dentro de la familia, ya sea que el agresor comparta o haya compartido el mismo domicilio y comprende, entre otros: violación, maltrato físico, psicológico y abuso sexual. La violencia doméstica es un modelo de conductas aprendidas, coercitivas, que involucran abuso físico o la amenaza de abuso él. También puede incluir el abuso psicológico repetido, el ataque sexual, el aislamiento social progresivo, el castigo, la intimidación y la coerción económica”, escriben los especialistas del sitio Psicología on line.

Según la página existen autores que señalan que la violencia intrafamiliar se da básicamente por tres factores; “uno de ellos es la falta de control de impulsos, la carencia afectiva y la incapacidad para resolver problemas adecuadamente; y además en algunas personas podrían aparecer variables de abuso de alcohol y drogas”.

Más allá de la enumeración resulta fundamental poder resaltar determinados indicios  o manifestaciones para no pasar por alto.

Segúnla psicopedagoga Mónica Coronado, “en general hay que entender que la violencia se va gestando desde el inicio del vínculo con la pareja que dará luego origen a una familia. Ya desde esa instancia hay situaciones y alarmas que van dándose, ya sea del hombre hacia la mujer; o incluso, viceversa.

– ¿Cuáles son?

– Algunos pueden ser la tendencia a la posesividad, el control del otro, la restricción de amistades, el inmiscuirse en la privacidad de la pareja o interferir en ella. Se suman las amenazas y la descalificación como indicadores tempranos motivos de alarma. Por ello desde las escuelas se trabaja mucho con los adolescentes y jóvenes para que estén atentos a estos indicadores, ya que pueden llegar a ser precursores de la violencia familiar que se da en las primeras relaciones de pareja.

– ¿Qué sucede cuando tienen hijos?

– Cuando se configuran como familia existen diversos tipos de violencia que pueden darse. En muchos casos no hay violencia física, pero sí verbal, psicológica o de tipo económica; vinculada esta última a las restricciones y controles de gastos.

Las violencias se van dando y consolidando en la medida en que la pareja crece en la relación. Muchas veces siguen ese proceso hacia los hijos, ya que son los más vulnerables dentro del seno familiar; e incluso hacia los ancianos. Son muchos los casos que se ven del ejercicio de la violencia (cual fuere) de los hijos adultos hacia los padres mayores. Suelen verse muchas consultas de padres maltratados por sus hijos.

– ¿Qué genera este tipo de conducta en una persona?

– Hay personas que a veces caen en el error de hablar de “genes violentos” y esto no es así. No hay una influencia genética, sino un aprendizaje de la violencia, que mucha veces se ha dado en el seno familiar; por ejemplo cuando una persona ha vivido en una familia en donde se ha descalificado al otro, o a la pareja, o en donde la violencia ha estado presente bajo diferentes formas. A veces tienden a repetir el patrón.

Muchas otras veces sucede todo lo contrario, y encontramos papás a los que les cuesta poner límites porque han sido maltratados en sus hogares de niños. Es como aquel sujeto que ha sido hijo de fumadores y odia el cigarrillo luego de adulto, y se mantiene en un hábito de vida opuesto. Vencer el aprendizaje naturalizado de la violencia, como una manera de resolver los conflictos, es una tarea de vida.

– ¿Qué tipos de violencias se tipifican?

–  Hay tipificaciones que hablan de muchas clases de violencia y que tienen que ver con restringir y limitar al otro, o someterlo al poder para lo que sea. Es decir usar la agresión como herramienta de someter y dominar. Obviamente la violencia más evidente es la física: se pueden ver chicos con golpes, empujones, pellizcos, por aludir sólo a algunos terribles ejemplos, apreciables desde los colegios mismos. Se suman los abusos.

Otro tipo es la verbal: insultos, agravios, descalificaciones, comentarios que lastiman o humillaciones orales forman parte de esta clase de violencia. Lo que se llama violencia psicológica, generando entornos de inseguridades, celos, posesividad, o miedo, en donde la otra persona termine siendo acosada, acorralada, lastimada, despreciada y con mella en su autoestima.

Por su lado, también aparecer la violencia sexual hacia la pareja, caracterizada por actos sexuales no consentidos por ella, en donde se puede hablar de “violación” ya que se llega al acto sexual sin consentimiento.

La violencia simbólica y a veces más útil, pero no menos dañina: como cuando por ejemplo los padres no pasan a sus hijos la cuota alimentaria, o realizan restricciones de gastos de la pareja,  por medio del control.

– Los hogares que no son violentos, ¿pueden ser escenario de algún episodio “humano” de cólera, sin por ello ser caracterizados como “violentos”?

– Uno puede tener un episodio de violencia aislado, muy diferente a tener un comportamiento persistente y repetitivo donde la relación con  los demás aparece  atravesada por el miedo y el temor. Allí sí hay violencia.

Un momento de “violencia aislado”, por ejemplo en donde un padre se enoja y le pega a su hijo un “chirlo” porque se le escapó a la calle y casi lo atropellan, es algo muy diferente a hacerlo todo el tiempo por cualquier razón. De hecho nunca el golpe es una respuesta adecuada.

Si fue algo aislado, y se asume el compromiso de la no repetición del mismo, para buscar otra manera de sanción y concientización es una actitud muy diferente a la repetición constante por todo motivo.

Otro ejemplo puede ser una pareja de novios que en un momento de celos se grita y se descalifica verbalmente. Una cosa es que ocurra una vez llevados por el fragor de la pelea y la inmadurez, y algo muy diferente es que sea algo que ocurra siempre, y no se haga un compromiso interno de no discutir más de esa forma.

Cuando algo ocurre una vez (hablamos de actitudes más viscerales, no de situaciones de abuso o maltrato físico que jamás deben ocurrir ni permitirse hacia nadie) hay que hacer un análisis introspectivo para tener el firme compromiso de que no vuelva a suceder.

– Si hablamos de la violencia repetitiva, y no de una situación de rabia momentánea, ¿cómo funciona?

– El problema del patrón de violencia familiar es que hay un episodio de violencia, seguido del pedido de disculpas, para que luego de un tiempo comience a generarse un período de irritabilidad (por lo que sea) hasta el nuevo estallido de violencia. Se da un patrón cíclico, sobre todo en lo concerniente a la pareja.

Hay muchos prejuicios hacia las personas que sufren violencia familiar, como si hubiera un consentimiento o una aceptación en vivir este tipo de situaciones y esto no es así. Por lo contrario, quedan atrapados en una trama de esta circularidad oscura.

– ¿Cómo se sugiere “poner límites” a los chicos de una manera pedagógica?  

– Considero que hay que  educar en el amor, la firmeza y los valores. Si el chico se porta mal pues tendrá que tener una sanción, pero no a través de un “chirlo”, sino por ejemplo sacándole lo que le gusta como no ver tele, ayudar a limpiar el jardín o hacer tareas, analizando lo sucedido y pidiendo disculpas de ser necesario a quien corresponda.

Los padres tienen recursos para sancionar, lo que pasa es que lleva tiempo, compromiso y dedicación, y muchos prefieren acudir a la violencia de una cachetada o “chirlo”.

Se puede educar con firmeza, límites y autoridad sin llegar nunca al golpe.

Fuente: http://www.losandes.com.ar/article/violencia-vincular-alertas-a-tener-en-cuenta?rv=1

Comparte este contenido: