Educación para la construcción

Por: Arnaldo Esté

Ciertamente las cifras asustan. En todos los niveles y modalidades de la educación formal se reduce tanto la matrícula como el número de docentes.

Pero con todo y lo grave de esas cifras, el problema mayor es del orden ético que atiende a la calidad y propósitos de esa educación en caída. En las escuelas y universidades se siente la pérdida de sentido, de lo que le da cohesión a esos conjuntos sociales. Estudiantes y maestros se preguntan sobre el propósito de seguir en ello.

Los estudiosos de la educación con frecuencia la han ubicado con el término de aparato reproductor, que mantiene el curso de una cultura. Pero aquí hay que cambiar el concepto y concebir la educación, formal e informal, en los términos de un sistema constructivo, de una pedagogía que concibe los aprendizajes como logros de una interacción: educación para construir un país destruido. No para regresar a lo que ya existía como país petrofílico y consumista. Pendiente de gobernantes que en el curso de repartos y corruptelas lo percibían como una permanente cola y maneras del arrime.

La profundización de la democracia, que supone su ejercicio y aprendizaje en las aulas, cultivando la dignidad, la participación, la solidaridad, la diversidad, la continuidad con la naturaleza… es el mejor preventivo contra las dictaduras y la depredación. Supone la transformación de esas aulas, en todos los niveles, en ambientes donde se construyen aprendizajes y competencias con una participación promovida con problemas, discusiones, actividades y trabajo en grupos.

Es una manera de acción social que se aleja y cierra el paso no solo a cualquier autoritarismo, sino que prioriza el trabajo de todos, la producción y la creación.

Más allá de la necesaria interacción política, esto hay que hacerlo. Hay que llevar la discusión sobre el desastre educativo a todo el país yendo más allá de la queja, la denuncia y la protesta hacia la creación de esos ambientes, de otras aulas, de asambleas y reuniones comunitarias donde esa profundización de la democracia se incube y se asuman acciones de proposición y realización, de construcción de la nación.

Esto ha comenzado a ocurrir. He asistido a reuniones y actividades en plazas, universidades, escuelas, centros culturales y deportivos donde germinan tonos optimistas de proposición. Donde se combinan músicas y cantos con severas discusiones que van más allá de las coyunturas políticas o la toma de posición entre ellas: unidad en acciones de creación.

Los economistas de la Asamblea Nacional se han adelantado con una propuesta para la economía, cosa muy interesante. Pero, en mi corto entender de la economía, la encuentro resumida a un conjunto de “medidas” centradas en lo monetario. No le resto importancia a eso, pero cuando hablamos de construcción –y no de reconstrucción– es que hay que hacer mucho más que recoger los pedazos y volverlos a armar con el mismo concepto, con el mismo objeto anterior. No, el objeto anterior ha sido el de una nación que pasó de una condición agraria a una urbanización precipitada sin digerir el necesario salto industrial, en actitudes valores y competencias. En esas condiciones se desarrolla la petrofilia, más generalmente –y superficialmente– llamada rentismo petrolero –de un petróleo, que, por cierto, amenaza con pasar de moda–. Los gobiernos se montaron en eso, utilizando esa mentalidad informal y esos recursos, para comprar conciencias. Así que no se trata solo de medidas monetarias ni de la indispensable contención de la inflación. Hay que cambiar los conceptos y entrar en los niveles éticos del asunto, en otro ethos. Es la formulación de proyectos que busquen y propicien otros valores. Entre ellos, los ya mencionados del trabajo, la creación y la producción. Estas ideas, referidas a lo económico, también son válidas para los otros conjuntos de actitudes y actividades: la salud, la organización del Estado y la sociedad, la comunicación, transportes e infraestructuras.

Todo lo anterior viene a cuento al sentir la vida y hechos de José Antonio Abreu. Soy asiduo a los conciertos dominicales de Quebrada Honda, a los sonidos de miles de jóvenes y suspiros de sus esperanzados parientes.

arnaldoeste@gmail.com

Fuente del Artículo:

http://www.el-nacional.com/noticias/columnista/educacion-para-construccion_229908

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