Educar sin adjetivos.

Por:  Antonio J Mialdea Baena.

Posiblemente sea éste que te dispones a leer uno de los artículos más complicados que he escrito. Y tú dirás: ¡Venga ya! Pues sí. Hoy la voz de un colectivo muy grande que siente que debe alzar su palabra en diálogo para reivindicar y defender lo que otros intentan, sin que haya necesidad, ni diálogo, ni razón suficiente, amenazar y destruir. Por tanto, siento una enorme responsabilidad al convertirme en eco de un colectivo como el de la Escuela Concertada y, por eso, voy a escribir este artículo tratando de conseguir, difícil a priori, el equilibrio entre lo que me dicta la razón y lo que me dicta la emoción, ambas con sus diferentes ramificaciones como la llamada inteligencia racional y la emocional. Yo añadiré, y espero que lo podáis descubrir con un poco de voluntad, que seguro que sí, la inteligencia de la interioridad que no se enseña sino que, como digo, se descubre.

Partiré en este viaje, corto pero intenso, de algo emocional. Soy padre de dos hijos y los dos estudian en la escuela pública. Y sin entrar ahora en demasiados detalles estoy muy satisfecho de la formación académica que están recibiendo. Lo he manifestado expresamente en numerosas ocasiones. De hecho, sé que esa formación es buena, y perdonadme la inmodestia, porque incluso cuentan con un servidor para que vaya a hablar a los alumnos de vez en cuando. Es decir, hay una preocupación por la formación de los estudiantes que va más allá de las clases magistrales de sus respectivos profesores. Es más, ningún profesor de la Pública, que yo conozca al menos y conozco a unos cuantos, tiene reparo en llamar a uno de la Concertada o Privada para que comparta con el alumnado su experiencia y sus conocimientos. Ni, por supuesto, al contrario. Y luego les diré algo sobre los espacios comunes que compartimos agradablemente y a los que no pienso renunciar.

Vamos con lo racional, que tomaré en el sentido de profesional para no dejarme llevar en demasía por lo emocional. Soy profesor de la Escuela Concertada. Ya llevo algunos años y puedo decir que soy un tipo feliz con el trabajo que realizo cada día (bueno, he tenido y tengo, como todos, mis días…) y trato igualmente cada día de que mis alumnos sean felices, desde que entran muy temprano ¡demasiado! por la puerta del colegio hasta que salen, y sí, claro, a través de un modelo educativo atravesado, no me oculto, por los valores del Cristianismo, repito, del Cristianismo.

Partiendo de estas dos laderas, quien soy como padre y quien soy como profesor, escribiré tres o cuatro ideas que quiero dejar bien claras para que mis lectores puedan comprobar lo que algunos políticos de turno quieren hacer, en este caso, en materia educativa que es precisamente uno de los asuntos, después lógicamente de la economía, el paro, la corrupción, que más nos preocupan a los españoles. Por eso, y aunque me repita en exceso, creo que es urgente un pacto por la Educación porque es irracional seguir a merced del vandalismo político de unos cuantos que sólo se mueven para ganar votos, escaños y dietas sin dar palo al agua. Como he reescrito el artículo un par de veces, las dos o tres ideas que te dejo no van a ser ni datos poblacionales, ni económicos, etc. Esto ya lo tienes todo publicado por activa y por pasiva. Te dejo unas ideas para que reflexiones. La primera es mitad reflexión y mitad invitación a los altos jerifaltes del PSOE para que publiquen en qué colegios estudian o estudiaron sus hijos. Si ellos no lo hacen, a mí no me importaría hacer un ejercicio de memoria. No sabéis las sorpresas que nos llevaríamos, aunque algunas son de sobra conocidas. Que se preocupen ellos sobre estos asuntos y sobre otros, como recuperar su identidad (que se la han cargado) y que dejen de decirles a los padres de nuestros alumnos que no se preocupen. Los padres de nuestros alumnos se ocupan de saber dónde quieren que sus hijas e hijos estudien. Quienes se tienen que preocupar por arreglar ciertos asuntos son ustedes mismos, señoras y señores políticos del PSOE, PP, C’s, PODEMOS, etc. que se ocupan de lo que no se tienen que ocupar y que no se preocupan de lo que se tienen que preocupar verdaderamente.

Entiendo las reivindicaciones de los profesores de la Educación Pública y naturalmente que quiero que trabajen y que se sientan bien con lo que hacen, pero es absurdo que se quiera conseguir esto arruinando la vida del colectivo de la Concertada, quienes, igual que ellos, nos dejamos la piel cada día en las aulas, tanto, y no se olviden, con aquellos a quienes educamos como con aquellos que cada año nos examinan. También pasamos continuas oposiciones.

Termino diciendo algo sobre los espacios comunes porque quiero que nuestros políticos comprendan de una vez que los profes de la Pública y de la Concertada ya tenemos logros en común sin necesidad de destrozarnos los unos a los otros. Y me refiero, porque lo conozco sobradamente, a nuestros encuentros en torneos de debate con nuestro respectivo alumnado donde hemos sido capaces de crear lazos de trabajo y de amistad común. Así que no quieran ustedes venir a destrozar desde sus cómodos escaños lo que nosotros, con nuestro esfuerzo y nuestra ilusión, ya hemos logrado. Nosotros sólo miramos por el bien de nuestros alumnos porque mientras nuestros políticos siguen discutiendo para ver qué adjetivo le colocan detrás a la palabra Educación, nosotros, los que pasamos el día en el aula hemos ido aprendiendo a educar sin adjetivos.

Fuente: http://www.diariocordoba.com/noticias/opinion/educar-sin-adjetivos_1123628.html

Imagen: http://zetaestaticos.com/cordoba/img/noticias/1/123/1123628_1.jpg

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Educar en el aula.

Por: Antonio J. Mialdea Baena

No voy a entrar en el concepto general de educación porque requeriría un espacio y un tiempo del que no dispongo. En cualquier caso, mis lectores competentes no lo necesitan y para aquellos que no lo sean, puede bien servir este artículo como una invitación a descubrir los tesoros etimológicos de nuestra lengua. Lo esencial ahora es un análisis experiencial, no en vano y en lo que se refiere a la escuela, se trata de la actividad vocacional y profesional que desarrollo y por la que he decidido compartir con los lectores algunas de las reflexiones que desde hace tiempo sobrevuelan mi espacio aéreo. Por tanto, valgan estas líneas como una jornada de puertas abiertas a lo que seguro, muchos de vosotros ya habéis pensado antes que yo, bien en acuerdo conmigo, bien en desacuerdo, bien perdidos o encontrados, o en camino como yo me encuentro.

Tampoco voy a realizar una reflexión sobre nuestro sistema educativo. Necesitaríamos más tiempo que para el análisis etimológico. Además la brecha entre el aula y la política está más abierta que nunca. Y no sólo hablo de la brecha entre el aula y la política sino entre las políticas, las internacionales, las europeas, las nacionales y las autonómicas. Aquí, y sobre todo en lo que concierne a materia educativa, cada cual hace de su capa un sayo. Y así nos va, y no por lo que diga el informe PISA del pasado 2015 (el último del que disponemos), informe al que cada vez, sinceramente, presto menos atención, sino porque mis alumnos me «gritan» cada día que algo no va bien. Muchos me dicen que escucho demasiado a los alumnos y enseguida me hago dos preguntas, la primera cuánto es mucho y la segunda, si no los escucho a ellos ¿a quién debo escuchar, a quien me lo dice? Por eso he decidido hablar desde la experiencia, la cotidiana, la que me hace compartir seis horas, a veces más, con unos cuantos cientos de adolescentes con unas características muy particulares y que, no os quepa duda, son muy diferentes en algunos aspectos, me refiero a los educativos, al adolescente que yo era y a lo que buscaba en la escuela. Si la cifra que manejo a diario no te parece significativa, lo siento de veras aunque es mi experiencia y su valor está precisamente ahí.

 Lo que yo buscaba en la escuela era información, referentes, amigos y un horizonte de expectativas. Y os puedo asegurar que encontré esos cuatro pilares, incluso del tercero puedo decir que durante un tiempo más o menos extenso frecuenté amistades de esas que los padres califican de poco recomendables para sus hijos, lo que, sin duda, me convertía a mí también en un ser poco recomendable para los padres de mis amigos. Posiblemente los amigos es lo único que hoy buscan, en común conmigo, todos estos jóvenes que cada día visitan nuestras aulas. La información y los referentes los obtienen sin tener que moverse de sus casas. Horizonte de expectativas apenas tienen. Y para encontrar amigos, como nos descuidemos un poco, ni siquiera necesitan la escuela. Decidme, si no, cuántos de estos jóvenes no se relacionan con otros a quienes ni siquiera conocen. Una alumna me contó hace unos días que la única relación que tiene con otro compañero es absolutamente virtual. Cuando se cruzan por los pasillos o en el patio ni se miran a la cara. Me lo contaba con total normalidad.

Con este panorama, ¿qué podemos hoy ofrecer quienes los acompañamos como docentes durante seis o más horas al día e incluso a quienes los padres, por motivos fundamentalmente laborales aunque a veces también por desesperación, nos han confiado parte de sus propias responsabilidades como progenitores? Esa es la pregunta que me ronda desde hace tiempo. Con la información se aburren. Cuando les hablamos de futuro ni nos creen ni tampoco es que seamos muy creíbles. Ya no somos sus principales referentes. Para encontrar a sus amigos tampoco nos necesitan como mediadores. Y encima para forjar en ellos un espíritu crítico nuestro sistema educativo español se encarga de suprimir aquellas materias que ayudan a esta labor. Así que ahora mismo estoy en camino aunque algo desorientado. Hay quienes prefieren hacer, como solemos decir, la vista gorda, y seguir con lo de siempre. Visto desde sus laderas siguen creyendo que esto funciona y se agarran a la palabra ¡esfuerzo! como quien se agarra a un clavo ardiendo y me consta que aquellos que lo hacen no lo hacen solo por el salario de final de mes pero han arrojado la toalla porque están convencidos de que ese esfuerzo debe correr solo a cargo del alumno.

Ahí dejo, pues, estas reflexiones, como digo, en jornada de puertas abiertas. La reflexión es para todos, padres, profesores, alumnos incluso que tampoco tienen claro lo que quieren encontrar en el aula, y, que no se me escapen, políticos para que dejen de pensar en cómo convertir a nuestros jóvenes en marionetas y dejen que sean ellos los que puedan pensar cómo construir su propio futuro.

Fuente: http://www.diariocordoba.com/noticias/opinion/educar-aula_1112147.html

Imagen:  http://repositorioimagen-download.educ.ar/repositorio/Imagen/ver?image_id=73419bd2-2df0-4223-ab2d-93ba033f77a6

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