Las repercusiones de cerrar escuelas públicas

Por: Alexandra Rodríguez Burgos

Países en todo el mundo apuestan al sistema educativo como una inversión fundamental para garantizar la verdadera riqueza del país. En Puerto Rico, por el contrario, con el pasar de los años, se les reduce las posibilidades educativas a sus habitantes.

Con el cierre de 184 escuelas públicas no solo perdemos instalaciones educativas, sino también iniciamos una peligrosa ruta hacia la desaparición del sistema de instrucción pública de Puerto Rico.

Cuando cerramos escuelas, reducimos servicios de salud o sacrificamos los beneficios de los trabajadores. Escudados en aspectos económicos, el País tiene un retroceso acelerado. En este atraso, una de las tantas consecuencias para el que más necesita es escapar a otro lugar donde sus requerimientos se sufraguen o, al menos, se respeten. Se trata de una cadena de eventos que conlleverá la salida del País de más puertorriqueños y que seguirá hundiéndonos en una crisis más seria de la que ya vivimos. Con estos cierres vendrán otros más, hasta que, al final, para justificar que las escuelas sigan operando, se nos dirá que los ciudadanos deberán pagar por recibir la educación. Ese será el fin de la escuela pública.

La decisión de cerrar planteles no puede basarse en aritmética contable. Tampoco puede enfocarse en cumplir con imposiciones de una Junta que no persigue ni tiene como objetivo el bienestar de Puerto Rico. Para dirigir un gobierno eficaz, no basta con cuadrar la caja cada año. Hace falta, por el contrario, pensar en el bienestar y el futuro del País. La única manera de lograr esta meta es fortalecer la educación para crear una sociedad solvente y con calidad de vida. Proteger la instrucción del pueblo no puede ser objeto de negociación.

La educación, además de propiciar la calidad de vida de la gente, permite y facilita la creación de riqueza, para satisfacer las necesidades del pueblo. No es un gasto; es una inversión. Un ahorro económico nunca debe ser el objetivo principal cuando hablamos de la educación de nuestros niños y jóvenes. La meta debe ser siempre mejorar la calidad de nuestro sistema educativo y propiciar una clase trabajadora que pueda producir la riqueza que nos permita un País más saludable e instruido.

Para que un País progrese, hace falta que el ciudadano de cada urbanización, de cada barrio y de cada comunidad tenga la certeza razonable de que las decisiones que tome su gobierno estén encaminadas a construir un mejor País. En la educación se encuentra la semilla que permite el desarrollo vigoroso y sostenible de una economía próspera. Para eso, la educación no puede ser una mera partida que cuadre el proceso contable. En esa gesta, debemos estar todos, con las manos limpias y la voluntad inquebrantable.

Fuente: http://www.elnuevodia.com/opinion/columnas/lasrepercusionesdecerrarescuelaspublicas-columna-2319334/

Comparte este contenido: