Page 2 of 7
1 2 3 4 7

Trump no tomará cianuro

Por: Boaventura de Sousa Santos

Como sistema político y social, Estados Unidos está en un momento de bifurcación, un momento característico de los sistemas alejados de los puntos de equilibrio.

Trump no es Hitler, Estados Unidos no es la Alemania nazi, ningún ejército invasor está en camino a la Casa Blanca. A pesar de todo eso, no es posible evitar una comparación entre Trump en estos últimos días y los últimos días de Hitler. Hitler en su búnker, Trump en la Casa Blanca. Los dos, habiendo perdido el sentido de la realidad, dan órdenes que nadie cumple y, cuando son desobedecidos, declaran traiciones que alcanzan a los más próximos e incondicionales: Himmler, en el caso de Hitler; Mike Pence, en el caso de Trump. Así como Hitler se negó a creer que el Ejército Rojo soviético estaba a diez kilómetros del búnker, Trump se niega a reconocer que perdió las elecciones. Las comparaciones terminan aquí. A diferencia de Hitler, Trump no ve llegado su final político y, mucho menos, se retirará a su habitación para, junto con su esposa, Melania Trump, ingerir cianuro y, conforme el testamento, incinerar sus cuerpos fuera del búnker, es decir, en los jardines de la Casa Blanca. ¿Por qué no lo hace?

 

Al final de la guerra, Hitler se sintió aislado y profundamente desilusionado con los alemanes por no haber sabido estar a la altura del gran destino que les tenía reservado. Como diría Goebbels, también en el búnker: «El pueblo alemán eligió su destino y ahora sus pequeñas gargantas están siendo cortadas». Por el contrario, Trump tiene una base social de millones de estadounidenses y, entre los más fieles, se encuentran grupos de supremacistas blancos armados y dispuestos a seguir al líder, incluso si la orden es invadir y vandalizar la sede del Congreso. Y, lejos de ser pesimista respecto a ellos, Trump considera a sus seguidores los mejores estadounidenses y grandes patriotas, aquellos que harán America great again. Hitler sabía que había llegado su fin y que su final político también sería su final físico. Lejos de eso, Trump cree que su lucha verdaderamente comienza ahora, porque solo ahora será convincentemente una lucha contra el sistema.

Mientras que muchos millones de estadounidenses quieren pensar que el conflicto ha llegado a su fin, Trump y sus seguidores desean mostrar que ahora comenzará, y continuará hasta que Estados Unidos les sea devuelto. Joe Biden se equivoca cuando, al ver la vandalización del Congreso, afirma que eso no es Estados Unidos. Sí lo es, porque Estados Unidos es un país que no solo nació de un acto violento (la matanza de los indios), sino que fue a través de la violencia que se dio todo su progreso, traducido en victorias de las que el mundo tantas veces se sintió orgulloso, desde la propia unión de Estados «Unidos» (620,000 muertos en la guerra civil), hasta la luminosa conquista de los derechos civiles y políticos por parte de la población negra (numerosos linchamientos, asesinatos de líderes, siendo Martin Luther King. Jr. el más prominente), como sigue siendo el país donde fueron asesinados muchos de los mejores (según ellos) líderes políticos electos, desde Abraham Lincoln hasta John Kennedy. Y esta violencia ha dominado tanto la vida interna como toda su política imperial, sobre todo tras la Segunda Guerra Mundial. Que lo digan los latinoamericanos, Vietnam, los Balcanes, Irak, Libia, los palestinos, etcétera.

Joe Biden también se equivoca cuando dice que la pesadilla ha llegado a su fin y que ahora se reanudará el camino de la normalidad democrática. Por el contrario, Trump tiene razón al pensar que todo está empezando ahora. El problema es que él, contrariamente a lo que piensa, no controla lo que va a empezar y, por este motivo, los próximos años tanto pueden serle favorables, llevándolo de vuelta a la Casa Blanca, como pueden dictar su fin, un triste final. Como sistema político y social, Estados Unidos está en un momento de bifurcación, un momento característico de los sistemas alejados de los puntos de equilibrio, en los que cualquier pequeño cambio puede producir consecuencias desproporcionadas. Resulta, por tanto, aún más difícil de lo habitual predecir lo que sucederá. A continuación, identifico algunos de los factores que pueden causar cambios en una u otra dirección: desigualdad y fragmentación, primacía del derecho y Stacey Abrams.

Desigualdad y fragmentación

Desde la década de 1980, la desigualdad social ha ido en aumento, tanto que Estados Unidos es hoy el país más desigual del mundo. La mitad más pobre de la población tiene actualmente solo el 12% del rendimiento nacional, mientras que el 1% más rico tiene el 20% de ese rendimiento. En los últimos cuarenta años el neoliberalismo ha dictado el empobrecimiento de los trabajadores estadounidenses y destruyó las clases medias. En un país sin servicio público de salud y sin otras políticas sociales dignas de ese nombre, uno de cada cinco niños pasa hambre. En 2017, uno de cada diez jóvenes de entre 18 y 24 años (3.5 millones de personas) había pasado en los últimos doce meses por un período sin un lugar donde vivir (homelessness). Adoctrinados por la ideología del «milagro americano» de las oportunidades y viviendo en un sistema político cerrado que no permite imaginar alternativas al statu quo, la política de resentimiento, que la extrema derecha es experta en explotar, ha hecho que los estadounidenses victimizados por el sistema consideren que el origen de sus males estaba en otros grupos aún más victimizados que ellos: negros, latinos o inmigrantes en general.

Con la desigualdad social, aumentó la discriminación étnico-racial. Los cuerpos racializados son considerados inferiores por naturaleza; si nos hacen daño, no hay que discutir con ellos. Tienes que neutralizarlos, depositándolos en cárceles o matándolos. Estados Unidos tiene la tasa de encarcelamiento más alta del mundo (698 presos por cada 100,000 habitantes). Con menos del 5% de la población mundial, EE. UU. tiene el 25% de la población carcelaria. Los jóvenes negros tienen cinco veces más probabilidades que los jóvenes blancos de ser condenados a prisión. En estas condiciones, ¿es sorprendente que la apelación antisistema sea atractiva? Nótese que hay más de 300 milicias armadas de extrema derecha repartidas por todo el país; un número que ha aumentado desde la elección de Obama. Si no se hace nada en los próximos cuatro años para cambiar esta situación, Trump seguirá alimentando, y con razón, su obsesión por regresar a la Casa Blanca.

Primacía del derecho

Estados Unidos se ha convertido en el campeón mundial de la rule of law y de la law and order. Durante mucho tiempo, en ningún país se conocía el nombre de los jueces de la Corte Suprema, excepto en Estados Unidos. Los tribunales estadounidenses ejercieron la función de garantizar el cumplimiento de la Constitución con una independencia razonable, hasta que ciertos sectores de las clases dominantes entendieron que los tribunales podían ponerse más activamente al servicio de sus intereses. Para ello, decidieron invertir mucho dinero en la formación de magistrados y en la elección o nombramiento de jueces para los tribunales superiores. Esta movilización política de la justicia tuvo una dimensión internacional cuando, especialmente después de la caída del Muro de Berlín, la CIA y el Departamento de Justicia comenzaron a invertir fuertemente en la formación de magistrados y en la modificación del derecho procesal (delación premiada) de los países bajo su influencia. Así surgió el Lawfare, una guerra jurídica, de la que la Operación Lava-Jato en Brasil es un ejemplo paradigmático. Trump cometió varios delitos federales y estatales, incluida la obstrucción de la justicia, el blanqueo de capitales, el financiamiento ilegal de campañas y delitos electorales (el más reciente de los cuales fue un intento de alterar de manera fraudulenta los resultados de las elecciones de Georgia en enero de 2021). ¿Funcionará el sistema penal como solía hacerlo en el pasado? Si es así, Trump será condenado y probablemente irá preso. Si eso ocurre, su fin político estará cerca. De lo contrario, Trump trabajará su base, dentro o fuera del partido republicano, para regresar con fuerza en 2025.

Stacey Abrams

Esta excongresista negra es la gran responsable de la reciente elección de los dos senadores demócratas en el estado de Georgia, una victoria decisiva para dar a los demócratas la mayoría en el Senado y así permitir que Biden no sea objeto de obstrucción política permanente. ¿Cuál es el secreto de esta mujer? En el transcurso de diez años, ha tratado de articular políticamente a todas las minorías pobres de Georgia (negras, latinas y asiáticas); un estado donde el 57.8% de la población es blanca, un estado considerado racista y supremacista, donde tradicionalmente ganan los conservadores. Durante años, Abrams creó organizaciones para promover el registro electoral de las minorías pobres alienadas por el fatalismo de ver ganar siempre a los mismos opresores. Orientó el trabajo de base para fomentar la unidad entre los diferentes grupos sociales empobrecidos, tan a menudo separados por los prejuicios étnico-raciales que alimentan el poder de las clases dominantes.

Después de diez años, y tras una carrera notable que podría haber alcanzado su auge con la nominación como vicepresidenta de Biden (en lo que fue relegada en favor de Kamala Harris, más conservadora y cercana a los intereses de las grandes empresas de información y de comunicación de Silicon Valley), Abrams logra una victoria que puede liquidar la ambición de Trump de regresar al poder. El mismo día en que los vándalos rompían cristales y saqueaban el Capitolio, se festejaba en Georgia esta notable hazaña; una poderosa demostración de que el trabajo político que puede garantizar la supervivencia de las democracias liberales en estos tiempos difíciles no puede limitarse a votar cada cuatro años, y ni siquiera al trabajo en las comisiones parlamentarias por parte de los electos. Exige trabajo de base en lugares inhóspitos y muchas veces peligrosos donde viven las poblaciones empobrecidas, ofendidas y humilladas que, casi siempre con buenas razones, perdieron el interés y la esperanza en la democracia.

La obra de Stacey Abrams, multiplicada por los movimientos Black Lives Matter, Black Voters Matter y tantos otros, muchos de ellos inspirados en Bernie Sanders y «nuestra revolución» animada por él, puede devolver a la democracia estadounidense la dignidad que Trump puso en riesgo. Si es así, la mejor lección que los estadounidenses pueden aprender es que el mito del «excepcionalismo estadounidense» es solo eso, un mito. Estados Unidos es un país tan vulnerable como cualquier otro a las aventuras autoritarias. Su democracia es tan frágil como frágiles son los mecanismos que pueden evitar que los autócratas, los antidemócratas sean elegidos democráticamente. La diferencia entre ellos y los dictadores es que, mientras estos últimos comienzan por destruir la democracia para llegar al poder, los primeros usan la democracia para ser elegidos, pero luego se niegan a gobernar democráticamente y a abandonar democráticamente el poder. Desde la perspectiva de la ciudadanía, la diferencia no es muy grande.

Traducción de Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez

Fuente e imagen: https://www.alainet.org/es/articulo/210482

Comparte este contenido:

Entre negacionismo, gatopardismo y transicionismo

Entre negacionismo, gatopardismo y transicionismo

 Boaventura de Sousa Santos

«La flecha que se ve venir viene más lentamente»

La pandemia del nuevo coronavirus ha puesto en tela de juicio muchas de las certezas políticas que parecían haberse consolidado en los últimos cuarenta años, especialmente en el llamado «Norte global».

Las principales certezas eran: el triunfo final del capitalismo sobre su gran competidor histórico, el socialismo soviético; la prioridad de los mercados en la regulación de la vida no sólo económica sino también social, con la consiguiente privatización y desregulación de la economía y las políticas sociales y la reducción del papel del Estado en la regulación de la vida colectiva; la globalización de la economía basada en ventajas comparativas en la producción y la distribución; la brutal flexibilización (precariedad) de las relaciones laborales como condición para aumentar el empleo y el crecimiento económico. En general, esas certezas constituían el orden neoliberal. Este orden se nutrió del desorden en la vida de las personas, especialmente aquellos que llegaron a la edad adulta durante estas décadas. Vale la pena recordar que la generación global de jóvenes que entraron en el mercado laboral en la primera década de 2000 ya ha experimentado dos crisis económicas, la crisis financiera de 2008 y la actual crisis derivada de la pandemia. Pero la pandemia significó mucho más que eso. Demostró, en particular, que:

  • es el Estado (no los mercados) quien puede proteger la vida de los ciudadanos;
  • que la globalización puede poner en peligro la supervivencia de los ciudadanos si cada país no produce bienes esenciales;
  • que los trabajadores en empleos precarios son los más afectados por no tener ninguna fuente de ingresos o protección social cuando termina el empleo, una experiencia que el Sur global conoce desde hace mucho tiempo;
  • que las alternativas socialdemócratas y socialistas han vuelto a la imaginación de muchos, no solo porque la destrucción ecológica provocada por la expansión infinita del capitalismo ha llegado a límites extremos, sino porque, después de todo, los países que no han privatizado ni descapitalizado sus laboratorios parecen ser los más eficaces en la producción y más justos en la distribución de vacunas (Rusia y China).

No es de extrañar que los analistas financieros al servicio de aquellos que crearon el orden neoliberal ahora predigan que estamos entrando en una nueva era, la era del desorden. Es comprensible que así sea, ya que no saben imaginar nada fuera del catecismo neoliberal. El diagnóstico que hacen es muy lúcido y las preocupaciones que revelan son reales. Veamos algunos de sus rasgos principales.

Los salarios de los trabajadores en el Norte global se han estancado en los últimos treinta años y las desigualdades sociales no han dejado de aumentar. La pandemia ha agravado la situación y es muy probable que dé lugar a un gran malestar social. En este período, hubo, de hecho, una lucha de clases de los ricos contra los pobres, y la resistencia de los hasta ahora derrotados puede surgir en cualquier momento. Los imperios en las etapas finales de la decadencia tienden a elegir figuras de caricatura, ya sea Boris Johnson en Inglaterra o Donald Trump en los Estados Unidos, que sólo aceleran el final. La deuda externa de muchos países como resultado de la pandemia será impagable e insostenible y los mercados financieros no parecen ser conscientes de ello.

Lo mismo sucederá con el endeudamiento de las familias, especialmente de la clase media, ya que este fue el único recurso que tuvieron para mantener un cierto nivel de vida. Algunos países han optado por la vía fácil del turismo internacional (hoteles y restaurantes), una actividad por excelencia presencial que sufrirá de incertidumbre permanente.

China aceleró su trayectoria para volver a ser la primera economía del mundo, como lo fue durante siglos hasta principios del siglo XIX. La segunda ola de globalización capitalista (1980-2020) ha llegado a su fin y no se sabe lo que viene después. La era de la privatización de las políticas sociales (a saber, la medicina) con amplias perspectivas de lucro parece haber llegado a su fin.

Estos diagnósticos, a veces esclarecedores, implican que entraremos en un período de opciones más decisivas y menos cómodas que las que han prevalecido en las últimas décadas. Anticipo tres caminos principales.

El negacionismo

Designo el primero como el negacionismo. No comparte el carácter dramático de la evaluación expuesta anteriormente. No ve ninguna amenaza para el capitalismo en la crisis actual. Por el contrario, cree que se ha fortalecido con la crisis actual. Después de todo, el número de multimillonarios no ha dejado de aumentar durante la pandemia y, además, ha habido sectores que han visto aumentar sus beneficios como resultado de la pandemia (véase el caso de Amazon o ciertas tecnologías de la comunicación, Zoom, por ejemplo). Se reconoce que la crisis social va a empeorar; para contenerla, el Estado sólo tiene que fortalecer su sistema de «ley y orden», fortalecer su capacidad para reprimir las protestas sociales que ya han comenzado a suceder, y eso sin duda aumentará, ampliando el cuerpo de policía, readaptando al ejército para actuar contra los «enemigos internos», intensificando el sistema de vigilancia digital, ampliando el sistema penitenciario. En este escenario, el neoliberalismo seguirá dominando la economía y la sociedad. Se admite que será un neoliberalismo modificado genéticamente para poder defenderse del virus chino. Entiéndase, un neoliberalismo en tiempo de intensificación de la guerra fría con China y por lo tanto combinado con algún tribalismo nacionalista.

El gatopardismo

La segunda opción es la que más se corresponde con los intereses de los sectores que reconocen que se necesitan reformas para que el sistema pueda seguir funcionando, es decir, para que se pueda seguir garantizando el retorno del capital. Designo esta opción por el gatopardismo, en referencia a la novela Il Gattopardo, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa (1958): es necesario que existan cambios para que todo siga igual, para que lo esencial esté garantizado. Por ejemplo, el sector de la salud pública debería ampliarse y reducir las desigualdades sociales, pero no se piensa en cambiar el sistema productivo o el sistema financiero, la explotación de los recursos naturales, la destrucción de la naturaleza o los modelos de consumo. Esta posición reconoce implícitamente que el negacionismo puede llegar a dominar y teme que, a largo plazo, esto conduzca a la inviabilidad del gatopardismo. La legitimidad del gatopardismo se basa en una convivencia que se ha establecido en los últimos cuarenta años entre el capitalismo y la democracia, una democracia de baja intensidad y bien domesticada para no poner en cuestión el modelo económico y social, pero que aún garantiza algunos derechos humanos que dificultan la negación radical del sistema y la insurgencia antisistémica. Sin la válvula de seguridad de las reformas, acabará la mínima paz social y, sin ella, la represión será inevitable.

El transicionismo

Sin embargo, hay una tercera posición que designo como transicionismo. Por el momento, que habita en la angustiosa inconformidad que surge en múltiples lugares: en el activismo ecológico de la juventud urbana, en todo el mundo; en la indignación y resistencia de los campesinos, pueblos indígenas y afrodescendientes y pueblos de los bosques y regiones ribereñas ante la impune invasión de sus territorios y el abandono del Estado en tiempos de pandemia; en la reivindicación de la importancia de las tareas de cuidado a cargo de las mujeres, a veces en el anonimato de las familias, ahora en las luchas de los movimientos populares, ahora frente a gobiernos y políticas de salud en varios países; en un nuevo activismo rebelde de artistas plásticos, poetas, grupos de teatro, raperos, sobre todo en las periferias de las grandes ciudades, un vasto grupo que podemos llamar artivismo. Esta es la posición que ve en la pandemia la señal de que el modelo civilizado que ha dominado el mundo desde el siglo XVI ha llegado a su fin y que es necesario iniciar una transición a otro u otros modelos civilizadores.

El modelo actual se basa en la explotación ilimitada de la naturaleza y de los seres humanos, en la idea de un crecimiento económico infinito, en la prioridad del individualismo y la propiedad privada, y en el secularismo. Este modelo permitió impresionantes avances tecnológicos, pero concentró los beneficios en algunos grupos sociales al tiempo que causó y legitimó la exclusión de otros grupos sociales, de hecho mayoritarios, a través de tres modos principales de dominación: explotación de los trabajadores (capitalismo), legitimación de masacres y saqueos de razas consideradas inferiores y la apropiación de sus recursos y conocimientos (colonialismo), y el sexismo legitimando la devaluación del trabajo de cuidado de las mujeres y la violencia sistémica contra ellas en los espacios domésticos y públicos (patriarcado).

La pandemia, al mismo tiempo que empeoró estas desigualdades y discriminaciones, ha hecho más evidente que, si no cambiamos el modelo civilizatorio, nuevas pandemias seguirán plagando a la humanidad y el daño que causarán a la vida humana y no humana será impredecible. Dado que no se puede cambiar de un día a otro el modelo civilizatorio, se debe empezar a diseñar directivas de transición. De ahí la designación de transicionismo.

En mi opinión, el transicionismo, a pesar de ser una posición por ahora minoritaria, es la posición que parece llevar más futuro y menos desgracia para la vida humana y no humana del planeta. Por lo tanto, merece más atención. Partiendo de ella, podemos anticipar que entraremos en una era de transición paradigmática hecha de varias transiciones. Las transiciones se producen cuando un modo dominante de vida individual y colectiva, creado por un determinado sistema económico, social, político y cultural, comienza a revelar crecientes dificultades para reproducirse al mismo tiempo que, dentro de ella, comienzan a germinar cada vez menos marginalmente, signos y prácticas que apuntan a otras formas de vida cualitativamente diferentes.

La idea de la transición es una idea intensamente política porque presupone la existencia alternativa entre dos horizontes posibles, uno distópico y otro utópico. Desde el punto de vista de la transición, no hacer nada, que es característico del negacionismo, implica de hecho una transición, pero una transición regresiva hacia un futuro irreparablemente distópico, un futuro en el que todos los males o disfunciones del presente se intensificarán y multiplicarán, un futuro sin futuro, ya que la vida humana se volverá inviable, como ya lo es para muchas personas en nuestro mundo.

Por el contrario, la transición apunta a un horizonte utópico. Y dado que la utopía por definición nunca se logra, la transición es potencialmente infinita, pero no menos urgente. Si no empezamos ahora, mañana puede ser demasiado tarde, como nos advierten los científicos del cambio climático y el calentamiento global, o los campesinos que están sufriendo los efectos dramáticos de los fenómenos meteorológicos extremos. La característica principal de las transiciones es que nunca se sabe con certeza cuándo comienzan y cuándo terminan. Es muy posible que nuestro tiempo sea evaluado en el futuro de una manera diferente a la que defendemos hoy. Incluso puede llegar a considerarse que la transición ya ha comenzado, pero sufre bloqueos constantes.

La otra característica de las transiciones es que no son muy visibles para quienes las viven. Esta relativa invisibilidad es el otro lado de la semiceguera con la que tenemos que vivir el tiempo de transición. Es un tiempo de prueba y error, de avances y contratiempos, de cambios persistentes y efímeros, de modas y obsolescencias, de salidas disfrazadas de llegadas y viceversa. La transición sólo se identifica completamente después de que haya ocurrido.

El negacionismo, el gatopardismo y el transicionismo se enfrentarán en un futuro próximo, y la confrontación probablemente será menos pacífica y democrática de lo que nos gustaría. Una cosa es cierta, el tiempo de las grandes transiciones ha sido inscripto en la piel de nuestro tiempo y es muy posible que contradiga el verso de Dante: el poeta escribió que «la flecha que se ve venir viene más lentamente» («che saetta previsa viene più lenta»). Estamos viendo la flecha de la catástrofe ecológica viniendo hacia nosotros. Viene tan rápido que a veces se siente como si ya estuviera clavada en nosotros. Si es posible eliminarla, no será sin dolor.

Fuente: http://www.elcorreo.eu.org/La-flecha-que-se-ve-venir-viene-mas-lentamente-ENTRE-NEGACIONISMO-GATOPARDISMO-Y-TRANSICIONISMO?lang=fr

Autor: Boaventura de Sousa Santos

Fuente de la Información: https://rebelion.org/entre-negacionismo-gatopardismo-y-transicionismo/

Comparte este contenido:

La derecha y el siempre deseado blanco de la educación

Por: Boaventura de Sousa Santos

 

Los movimientos translocales de ideas, filosofías, visiones de mundo, doctrinas sobre la vida, la política y la sociedad son tan antiguos como la difusión del uso de metales, el comercio, la escritura y las primeras civilizaciones urbanas de la Edad de Bronce hace 3000 o 4000 AC. Ciertamente se originó en Mesopotamia y lo que hemos llegado a llamar el antiguo Oriente Medio, estos intercambios se extendieron por esta vasta área de Eurasia, que más tarde comenzamos a dividir entre Occidente (Europa) y Oriente (especialmente China y la India). Hoy sabemos que Mesopotamia fue el lugar de nacimiento de la cultura griega y que estaba presente en el norte de la India en los primeros siglos de la Era Común, mucho antes de que se convirtiera en un patrimonio europeo, que, por cierto, sólo fue posible gracias a la magnífica traducción de los textos griegos emprendida en Bagdad por los árabes de la dinastía Abássida a partir de mediados del siglo VIII, una época que se conoció como la Edad de Oro del Islam.

A lo largo de los siglos, estos movimientos de ideas siempre han tenido un origen local (a veces en varios lugares simultáneamente) y desde allí se han extendido y se han convertido en movimientos globales. Los intercambios, las influencias cruzadas y las adaptaciones locales siempre han sido una constante del movimiento de ideas. El protagonismo de Europa en estos movimientos es muy tardío. Sólo comienza en el siglo XVI y, para muchos, sólo en los siglos XVIII y XIX. Para limitarme a los últimos cien años, podemos decir que la marca europea sobre las ideas políticas está presente en los siguientes movimientos globales contemporáneos: liberalismo, socialismo, derechos humanos, conservadurismo. Este último es una contracorriente en relación con los demás, ya que, si bien están formados por la tensión entre la regulación y la emancipación social, donde se producen avances en la mejora de las condiciones de vida de las mayorías y la inclusión social, el conservadurismo da plena prioridad a la regulación social y se opone a las ideas de mayorías e inclusión social (de ahí su racismo y sexismo). El conservadurismo tiene tres características principales: Al ser un movimiento de carácter global, se afirma como contrario a la globalización; siendo tan moderno como los otros tres, se presenta como un regreso al pasado, una reacción que puede ser tanto moderada (derecha) como extremista (extrema derecha); tiene una visión muy selectiva de la soberanía nacional que no le impide que sea subordinado a la globalización capitalista neoliberal. Después de la Segunda Guerra Mundial, el eje de esta difusión de ideas se trasladó al Atlántico Norte, debido a la supremacía de los Estados Unidos. Pasó luego a hablarse de eurocentrismo.

Estos cuatro movimientos de ideas tienen tres facetas importantes: ocurren simultáneamente, pero se alternan en la predominancia; se adaptan creativamente a diferentes contextos locales; se centran en los procesos educativos porque allí se forman las próximas generaciones que pueden reproducirlos. El período en el que vivimos marca una transición hacia el predominio del conservadurismo. Pero es una transición muy incierta debido principalmente a los nuevos problemas que ha planteado la pandemia del nuevo coronavirus. Señalan ideas (por ejemplo, nuevas relaciones con la naturaleza, alternativas al desarrollo, relaciones entre Occidente y Oriente) que no encajan en las versiones dominantes del liberalismo, el socialismo o los derechos humanos. Vivimos, por lo tanto, las transiciones de señales contrarias que a veces dan la apariencia de estancamiento o agotamiento ideológico. Hoy, me centro en el predominio global del conservadurismo, tanto en su versión moderada y extrema, y en sus recientes manifestaciones en el área de la educación en Brasil, India, Colombia y Portugal.

Antes de la pandemia, esta ascendencia era particularmente visible en países tan diferentes como el Reino Unido, EE. UU., Brasil, India, Filipinas, Hungría, Polonia, Turquía, Rusia, Bolivia, Ecuador, Chile, Colombia, Israel Guinea-Bissau, Marruecos, Egipto, y Camerún. La pandemia creó un problema inesperado para la derecha: los países en los que estaba en el poder eran aquellos en los que la protección de la vida era, en general, más deficiente. Los gobiernos de derecha no sólo han demostrado ser incompetentes para proteger la vida, sino que en algunos casos extremos (Estados Unidos y Brasil) han tomado medidas que han puesto en riesgo la vida de los ciudadanos. Sin embargo, no está claro que en los próximos procesos electorales los castiguen en las urnas. El riesgo existe y, para prevenirlo, asistimos al desarrollo más preocupante posible: el conservadurismo de derecha se desliza hacia la extrema derecha. En Estados Unidos, Donald Trump ante la perspectiva de perder las elecciones, impulsa campañas masivas de desinformación, utilizando fuerzas militares y movilizando milicias neonazis de extrema derecha, que podrían poner al país al borde de una nueva guerra civil, especialmente si Trump no logra manipular con éxito los procesos electorales y pierde elecciones. Brasil puede seguir el mismo camino en 2022.

Como indiqué, uno de los objetivos privilegiados del nuevo (viejo) conservadurismo de derecha y de extrema derecha es la educación. Cito cuatro casos a modo de ejemplo. En Brasil, pueden identificarse dos acciones principales. La primera consiste en la iniciativa “Escuela Sin Partido”, creada en 2004 con el objetivo de supuestamente eliminar el “adoctrinamiento ideológico” en las escuelas. A partir de 2013, con el giro de la política brasilera para la derecha (intensificando la desinformación por parte de la extrema derecha por vía de las fakenews, persecución político-judicial al Partido de los Trabajadores (PT) en el ámbito de la operación de Lava-Jato, especialmente en contra de la Presidenta Dilma Rousseff en 2016, y la elección de Jair Bolsonaro en 2018) la “Escuela Sin Partido” intensificó su acción con decenas de proyectos de ley presentados a los órganos legislativos en los varios niveles de gobierno (municipal, estatal y federal) con medidas que violaban los derechos humanos fundamentales, la libertad de cátedra y la propia Constitución, un conjunto ideológico altamente conservador cuya inconstitucionalidad ha sido cuestionada por varios organismos nacionales e internacionales. La segunda acción consiste en el ataque multifacético a las universidades públicas, que implica, en particular, recortes presupuestarios con la consecuente falta de financiación y el cuestionamiento del sistema democrático para la elección de los rectores de las universidades públicas federales. El gobierno de Jair Bolsonaro ha ido ignorando la elección de rectores progresistas e incluso ha nombrado rectores-interventores como en la época de la dictadura que imperaba en el país entre 1964 y 1985.

En India, desde que Narendra Modi y su partido (BJP) llegaron al poder (2014) ha habido un ataque sin precedentes contra la libertad académica. El sistema universitario indio es muy diverso y está compuesto por universidades públicas y privadas, centrales (o federales) y estatales, universidades para minorías, universidades religiosas, etc. Los ataques a las universidades públicas centrales son los que han tenido más publicidad. Se intensificaron a partir de 2014 aunque anteriormente habían estado dirigidos por la organización juvenil del partido que ahora está en el poder. Tanto profesores como líderes estudiantiles han sido criminalizados bajo la ley antiterrorista y las reuniones o encuentros promovidos por estudiantes o profesores han sido prohibidas con el pretexto de abordar temas políticamente sensibles. Al igual que ha sucedido en otros países, los ataques directos a la libertad académica se han complementado con ataques indirectos, es decir, con la precariedad de los contratos de los docentes, el nombramiento de administradores impuestos por el Estado, la supervisión ideológica de los planes de estudios y el nombramiento sistemático en los principales puestos universitarios de ideólogos de derecha y partidarios del BJP, a menudo sin las calificaciones académicas necesarias.

En Colombia, el conservadurismo ha tenido como objetivo constante la universidad pública y el pensamiento crítico. Mediante acusaciones temerarias, estigmatizaciones y montajes judiciales se ha querido incriminar a lo largo de los últimos años a profesores y estudiantes y así poder vincularlos a grupos terroristas. Pero no se han quedado solo allí. Recordemos que también han amenazado y atacado la vida de aquellos profesores “que incomodan”, quienes, muchas veces, hacen parte también del movimiento universitario en defensa de la educación pública o de los sindicatos de sus respectivas universidades.

Cuando no han logrado doblegar a los protagonistas de la lucha por la educación pública, la estrategia optada por estos grupos retardatarios ha sido desfinanciar y ahogar presupuestalmente el sistema universitario público transfiriendo fondos a las universidades privadas. Las políticas de la derecha, y sobre todo de la derecha neoliberal, luchan contra la idea de universidad pública y su respectivo proyecto de país cada vez más incluyente y solidario, que obviamente el neoliberalismo no está dispuesto a permitir. En esta vía, el capitalismo universitario desea transformar la idea de universidad en una idea de empresa, para así colocar a los profesores como proletarios y dejar a los estudiantes en el plano de meros consumidores. En ultimas, quieren una universidad y una escuela “sin ideología”, pero que en la práctica estará dotada con toda la ideología del mercado.

En Portugal, el conservadurismo de extrema derecha, que siempre existió antes y después de la Revolución del 25 de abril de 1974, hoy tiene un partido, Chega, que reúne a su alrededor a todos los movimientos neonazis y nacionalistas que nunca se conformaron con la derrota que sufrieron con la Revolución. Su estrategia a futuro se basará en la capitalización del descontento que puede causar la crisis económica y social derivada de la pandemia. El conservadurismo moderado se vio inmovilizado por la pandemia porque el consenso en la lucha contra la crisis de salud fue inicialmente abrumador y el gobierno de izquierda mostró eficacia y coherencia en las medidas a corto plazo. Desesperado en busca de una agenda que pueda atraer a sus partidarios, la encontró recientemente en la disputa sobre el carácter obligatorio u opcional de la asignatura de Ciudadanía y Desarrollo en la educación secundaria. Dicha asignatura es obligatoria. La polémica surgió cuando los padres de dos estudiantes de Vila Nova de Famalicão (al norte del país) invocaron la objeción de conciencia para no permitir que sus hijos asistieran a la asignatura, con el argumento de que los temas de esta eran una responsabilidad familiar. Los estudiantes reprobaron por ausencias, fueron admitidos por la escuela para pasar de nivel, el Ministerio de Educación rechazó el trámite y exigió que los estudiantes asistieran a un plan de recuperación, plan que los padres rechazaron, adelantando una medida cautelar que fue aceptada por el tribunal. La decisión de fondo está aún pendiente.

Curiosamente, el conservadurismo y la derecha en Colombia aplicaron igualmente la receta de luchar contra la educación sexual en las escuelas. Llegando incluso a acusar al Acuerdo de Paz de 2016 de ser portavoz de la “ideología de género”. Múltiples marchas en contra de cartillas sobre educación sexual para las escuelas públicas y notificas falsas sobre el enfoque de género en el Acuerdo de Paz, dejaron entrever el carácter prejuicioso de un sector amplio de la sociedad.

En Portugal, personalidades de derecha, tanto seculares como religiosas, han publicado un manifiesto a favor del carácter opcional de la asignatura. No podían elegir un objetivo menos adecuado y un tiempo menos oportuno. Vivimos en medio de un período de crisis sanitaria que nos ha estado enseñando la necesidad de un consenso político sobre los temas de los que depende nuestro futuro y el de las generaciones que nos siguen. Educar para la ciudadanía, en todas sus expresiones, es ahora más urgente que nunca. En este contexto, afirmar libertades que pueden desestabilizar la educación de los jóvenes y cuestionar aún más sus expectativas adquiere una gravedad particular. Todo el mundo recuerda las manifestaciones en los Estados Unidos de las fuerzas de derecha y de extrema derecha contra el uso de máscaras y el distanciamiento sanitario. La repulsión fue general. En el caso de la educación sexual (porque este es el quid de la molestia) no está en cuestión la desobediencia a las directrices de la OMS, se trata de la violación de los tratados internacionales de derechos humanos que Portugal ha ratificado.

Recordemos que el principio de igualdad de género y respeto por la diversidad sexual es ahora reconocido internacionalmente, y es de ahí que surge la demanda de educación sexual en las escuelas, que, además, está ocurriendo en toda Europa. Y para sorpresa de los conservadores portugueses, los estudios muestran que los padres estadounidenses, cualquiera que sea su orientación política, están abrumadoramente a favor de la educación sexual en la escuela. Entre otras motivaciones, muchas de ellas prefieren que la escuela trate temas que, por importantes que sean, pueden ser inconvenientes cuando se tratan en la intimidad familiar. Otros temen que, a falta de escuela, las redes sociales ocupen este espacio sin ningún control.

La controversia que ha surgido en la sociedad portuguesa muestra hasta qué punto el Portugal profundo sigue siendo sexista (y ciertamente también racista, ya que los dos prejuicios van juntos, como muestran varios casos recientes). Hace cincuenta años las escuelas enseñaban que las mujeres debían obedecer a sus maridos, que no podían ocupar ciertos cargos porque carecían de capacidad física o mental, y que los homosexuales eran enfermos (si no criminales). Las transformaciones políticas que hemos atravesado y los movimientos sociales que les siguieron en favor de los derechos sexuales, y todo el movimiento mundial por los derechos humanos, fueron sedimentando una nueva cultura de paz y convivencia, de reconocimiento de la diferencia y de respeto por la diversidad. Esta cultura se solapa con siglos de prejuicios y siglos de privilegio, en los que tales prejuicios se han traducido y siguen traduciendo. La inercia social que esto causa se produce en todo momento, como en el presente caso. De ahí la necesidad de que la escuela participe activamente en el aprendizaje de una cultura democrática, no excluyente, promotora de los derechos humanos. Y las escuelas ciertamente lo hacen de una manera mucho más confiable que las redes sociales.

A la luz de cualquiera de los tres movimientos globales de ideas de origen europeo (liberalismo, socialismo, derechos humanos), esta iniciativa del conservadurismo portugués significa una violación de los objetivos de inclusión social igualitaria que dominaron en los últimos cien años y, en Portugal, solo en los últimos cincuenta años. Debido a esta particularidad portuguesa, poner en duda la vigencia plena de la educación para la ciudadanía es particularmente grave. Es que, detrás de la convicción de los conservadores de la derecha moderada, se esconde la extrema derecha, probablemente con el objetivo de sobreponerse en la polarización que explotará a toda costa. La presencia de la jerarquía de la Iglesia católica, en abierta desobediencia al Papa Francisco, es una señal adicional de preocupación. No olvidemos que la jerarquía de la Iglesia católica portuguesa defendió el fascismo (y el colonialismo) hasta sus últimos momentos. Y, por supuesto, es particularmente importante que los tribunales no renuncien al hacer valer los derechos de igualdad y orientación sexuales consagrados en las leyes y la Constitución. Recordemos que en esta materia hubo decisiones recientes muy problemáticas y justificadas por motivos ilegales.

No es opcional volver atrás. Los contratiempos en la educación son siempre un terrible presagio para la sociedad. Si la igualdad sexual fuera la ideología de género, la igualdad racial sería la ideología racial y la lucha contra la pobreza sería la ideología clasista. Y, en última instancia, la lucha contra el fascismo sería la ideología…democrática.

Fuente e imagen: https://proyectoambulante.net/?p=3931

– Boaventura de Sousa Santos es Director Emérito del Centro de Estudos Sociais da Universidade de Coimbra.

Comparte este contenido:

Lo vernáculo y lo utópico

Por: Boaventura De Sousa Santos

 

Consultar cualquier diccionario moderno de lenguaje escrito nos lleva a concluir que lo vernáculo y lo utópico son conceptos opuestos. Mientras que lo vernáculo (del latín, vernaculus,) significa que es propio de un lugar o una región, lo utópico (de Utopía, título del famoso libro de Thomas More [1516]) significa lo que caracterizaría a un gobierno imaginario en ningún lugar específico.

En sentido figurado, mientras que lo vernáculo es lo correcto, puro, de la tierra; lo utópico es lo fantasioso, imaginario, quimérico. En este texto, trato de demostrar que, contrariamente a esta aparente contradicción y al consenso de los diccionarios al respecto, hay más complicidad entre los dos términos de lo que se puede imaginar, y La utopía paralela | La Virreina Centre de la Imatgeque estas complicidades se han hecho más visibles en los últimos tiempos.

El título de este texto se inspiró en la obra de uno de los teóricos marxistas más notables y olvidados del siglo pasado, Teodor Shanin, quien llevó a cabo trabajos pioneros para rescatar la riqueza, diversidad y carácter dinámico del pensamiento de Karl Marx (contra todas las ortodoxias, marxistas y no marxistas).

Shanin se dedicó, en particular, a mostrar la importancia de la obra inédita de Marx después de la publicación del primer volumen de Das Kapital en 1867 (la última obra importante que publicó en vida) hasta su muerte en 1883, titulado “Marx tardío”, nada más y nada menos que 30.000 páginas de notas.

Hasta la publicación de El Capital, y a pesar de haber leído más que ningún otro teórico europeo contemporáneo sobre la historia de las sociedades no europeas, es decir, las asiáticas, Marx las analizó desde una perspectiva eurocéntrica, evolutiva, centrada en la idea de que tales sociedades representaban etapas anteriores y desesperadamente anticuadas de las sociedades capitalistas desarrolladas de Europa. Incluso en el caso de éstas, la única que analizó con impresionante detalle y lucidez fue Inglaterra, la economía capitalista más desarrollada de su tiempo.

Atento a los movimientos revolucionarios que surgían en el centro de Europa y que no eran compatibles con el modelo de revolución proletaria que había teorizado, Marx comenzó a darles una atención privilegiada en lugar de ignorarlos o encuadrarlos por la fuerza en su teoría.

Carlos Marx y la lucha anticolonial | Revista CrisisSi esto es cierto en el caso de la Comuna de París de 1871, lo es aún más en el caso del movimiento populista revolucionario ruso de base campesina, muy fuerte en las décadas de 1870 y 1880. Para comprender lo que estaba sucediendo en Rusia, Marx comenzó a estudiar ruso de forma obsesiva (como si se tratara de «una cuestión de vida o muerte», como se quejaba su mujer en una carta a Engels, fiel compañero y colaborador de Marx).

Desde entonces hasta su muerte, la heterogeneidad de las historias y transformaciones sociales se convirtió en un hecho central en las reflexiones de Marx. Las consecuencias teóricas fueran inmediatas: no existen leyes monolíticas de desarrollo social; no hay una, pero sí varias vías para llegar al socialismo, y los análisis de El Capital sólo son totalmente válidos para el caso de Inglaterra; el campesino, lejos de ser un obstáculo o un residuo histórico, puede, en determinadas circunstancias, ser un sujeto revolucionario.

Todo esto sonaba extraño, teóricamente impuro y “poco marxista» a los ojos de la mayoría de los marxistas de finales del siglo XIX. Esta evolución del pensamiento de Marx llegó a ser considerada un signo de debilidad mental asociada con la vejez, y una de las cuatro versiones de la carta de Marx a una populista rusa, Vera Zazulich, fue censurada por marxistas rusos y sólo fue publicada en… 1924. Curiosamente, las mismas críticas de impureza teórica fueron dirigidas a Lenin por sus camaradas después de 1905-7.Preguntas frecuentes sobre el marxismo

¿Cuáles eran después de todo los pecados de Marx? Eran dos. Por un lado, habiendo valorado contextos y experiencias locales, vernáculas, a pesar de que se desvían de estándares supuestamente universales. Por otro lado, atribuir valor positivo e incluso utópico a lo antiguo, aparentemente residual (la comuna campesina rusa basada en la propiedad comunitaria y la democracia de base, aunque siempre bajo la vigilancia del estado despótico zarista) y desafiaba, con su voluntarismo y moralismo, las leyes objetivas (y no morales) de la evolución social que él mismo había descubierto.

Todo esto parece historia de un pasado lejano y sin relevancia para nuestro presente y futuro, pero de hecho no lo es. Este tipo de debate, sobre la necesidad de buscar en las tradiciones las energías y pistas para mejorar el futuro y, en general, sobre las dificultades de la teoría pura, sea la que sea, para dar cuenta de la realidad siempre rebelde y siempre en movimiento, ha acompañado todo el siglo pasado, y creo que nos acompañará en el siglo actual.

El movimiento obrero – Causas – Orígenes – Ideologías revolucionarias - DAVID STREAMSPor ejemplo, mencionaría dos contextos muy diferentes en los que el debate estuvo presente (si es que no lo sigue estando). Dejo de lado el hecho de que ninguno de los procesos revolucionarios que se estabilizaron en el siglo pasado fueron dirigidos por la clase obrera en los términos precisos previstos por la teoría marxista, desde las revoluciones rusas de 1905 y 1917 hasta la revolución mexicana de 1910, desde las revoluciones chinas de 1910, 1927-37 y 1949 hasta la revolución vietnamita de 1945 y la revolución cubana de 1959.

En todos ellos, el protagonista era el pueblo trabajador oprimido en el campo y en la ciudad, y en algunos de ellos los campesinos jugaron un papel decisivo.

El primer contexto fue la descolonización en el subcontinente asiático (especialmente en la India) y en África. En todos los procesos de independencia, el dilema entre dificultades u oportunidades estaba presente, el hecho de que las realidades locales estaban tan alejadas de las realidades europeas estudiadas por Marx que solo con muchas adaptaciones podrían imaginarse revoluciones nacionalistas de vocación socialista en versión marxista.

En el caso de India, el debate se calentó dentro de las fuerzas nacionalistas: por un lado, la posición de Nehru, que asociaba el socialismo con la modernización en India, en términos cercanos a los de la modernización europea; por el otro, Gandhi, para quien la riqueza de la cultura india y las experiencias comunitarias ofrecían la mejor garantía de una liberación real.When Jawaharlal Nehru was charged with sedition, not once but twice

En 1947 prevaleció la posición de Nehru, pero la tradición gandhiana se ha mantenido viva y activa hasta el día de hoy. En África, el lapso va desde 1957 (la independencia de Ghana) hasta 1975 (la independencia de las colonias portuguesas). Bajo pena de cometer alguna omisión, creo que los cuatro líderes más notables en la lucha de liberación anticolonial fueron Kwame Nkrumah (Ghana), Julius Nyerere (Tanzania), Leopold Senghor (Senegal) y Amílcar Cabral (Guinea-Bissau).

Todos ellos vivieron intensamente en el debate sobre el valor del vernáculo africano y todos ellos buscaron, incluso de manera diferente, neutralizar el eurocentrismo de Marx e imaginar futuros para sus países que valorizasen la cultura, las tradiciones y las formas de vida africanas.

Cada uno a su manera contribuyó a la idea del socialismo africano que reclamaba la diversidad de los caminos hacia el desarrollo en los que el humanismo africano tomaba el lugar del progreso unilineal y a toda costa, y en el que las experiencias ancestrales de la vida comunitaria tenían más prioridad que la lucha de clases. En todos ellos estaba presente la posibilidad de que lo vernáculo local y ancestral se convirtiera en la idea movilizadora de una utopía de liberación.

Obviamente, como en el difunto Marx, que ninguno de ellos conocía, lo vernáculo tendría que ser adaptado para dar rienda suelta a su potencial utópico.

Cuando, en 1975, las entonces colonias portuguesas ascendieron a la independencia, las condiciones del debate habían cambiado profundamente debido al contexto externo y también al conocimiento de la evolución de las experiencias anteriores de independencia en el continente. Aun así, la tensión entre lo vernáculo y lo utópico se manifestó de múltiples maneras.

Today in history: Mozambique achieves independence in 1975Por poner sólo un ejemplo, en Mozambique, el partido Frelimo (1) comenzó adoptando una posición hostil hacia todo lo que era tradicional porque veía en él un pasado irreparablemente adulterado por la violencia colonial. Por lo tanto, fue hostil a la continuidad de las autoridades tradicionales que administraban justicia informalmente, por parte de miembros de la comunidad y utilizando los sistemas de justicias africanos.

Sin embargo, el desmantelamiento de este sistema de autoridades comunitarias provocó tal perturbación en las formas de convivencia pacífica en las comunidades, donde la justicia oficial no llegó para nada, que el gobierno revirtió y legitimó, ya en 2000, a estas autoridades, que hoy operan en paralelo a los juzgados comunitarios. De manera similar, en Guinea-Bissau y Cabo Verde, los tribunales de tabanca persistieron con el nombre tribunales de zona.

El segundo contexto, muy diferente y mucho más reciente, tuvo lugar en México con el levantamiento zapatista en Chiapas en 1994, y en Bolivia y Ecuador, con los procesos constituyentes que siguieron a las victorias en las elecciones presidenciales de Evo Morales (2006) y Rafael Correa (2007).

La experiencia zapatista representa una de las combinaciones más complejas entre lo vernáculo y lo utópico, combinando a día de hoy los ideales de liberación social y política con la valorización de la cultura y las experiencias comunitarias de los pueblos indígenas del sur de México. Una comprensión contrahegemónica de los ideales de derechos humanos se articula con una afirmación radical de autogobierno e innovación constante de lo propio y lo ancestral.

A su vez, las dos experiencias democráticas en Bolivia y Ecuador ocurrieron después de décadas de movilización de los pueblos indígenas, de modo que las cosmovisiones ancestrales indígenas imprimieron de forma decisiva su marca en las Constituciones de Ecuador (2008) y Bolivia (2009).

La idea del desarrollo fue sustituida por la idea del buen vivir, la concepción de la naturaleza como recurso natural fue sustituida por la concepción de la naturaleza como Pachamama, la madre-tierra que debe ser cuidada y cuyos derechos están específicamente consagrados en el Artículo 71 de la Constitución Ecuatoriana.

La articulación entre lo vernáculo y lo utópico, entre el pasado y el futuro, reunió el entusiasmo de los movimientos ecologistas urbanos de muchos países que, sin conocer la filosofía indígena, se sintieron atraídos por el respeto que surgió de ella y por los valores del cuidado de la naturaleza y la conciencia ecológica que los movilizó.

Como había sucedido antes con los zapatistas, el nuevo e innovador énfasis en lo vernáculo y lo local, creó lenguajes que trascendieron el lugar y se integraron en narrativas emancipadoras cosmopolitas con un registro anticapitalista, anticolonialista y antipatriarcal.

Esta tensión creativa entre lo vernáculo y lo utópico no terminó con las experiencias históricas que acabo de mencionar. Me atrevo a pensar que nos acompañará en este siglo, ciertamente fortalecido por las alternativas que se abren en el período post-pandemia.

Cada vez es más evidente que si las sociedades y las economías no adoptan formas de vida distintas de las basadas en la explotación injusta e ilimitada de los recursos naturales y los recursos humanos, la vida humana en el planeta estará en riesgo de extinción.

 Nota 

1 Frente de Liberación de Mozambique en portugués: Frente de Libertação de Moçambique.

 

*Académico portugués. Doctor en sociología, catedrático de la Facultad de Economía y Director del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coímbra (Portugal). Traducción de Bryan Vargas Reyes

Fuente e imagen: https://www.surysur.net/boaventura-lo-vernaculo-y-lo-utopico/

Comparte este contenido:

La universidad pospandémica

Para entender lo que podría pasar con la universidad es necesario recordar los principales ataques de los que la moderna universidad pública (UP) fue objeto antes de la pandemia. Hubo dos ataques globales. Provinieron de dos fuerzas que se pueden sintetizar en dos conceptos: capitalismo universitario y ultraderecha ideológica.

El primer ataque se intensificó en los últimos cuarenta años con la consolidación del neoliberalismo como lógica dominante del capitalismo global. La universidad pasó a concebirse como un área de inversión potencialmente lucrativa. Comenzó entonces un proceso polifacético que incluía, entre otras, las siguientes medidas: permitir y promover la creación de universidades privadas y permitirles el acceso a fondos públicos; invocar la crisis financiera del Estado para infra financiar las UP; devaluar los salarios del personal docente y flexibilizar su vínculo laboral con la UP para permitirles dar clases en universidades privadas, promoviendo así una transferencia de la inversión pública en la formación de profesorado al sector privado; establecer el pago de tasas de matriculación cuando antes la educación era gratuita e impulsar a las UP a obtener sus propios ingresos; introducir la lógica mercantil en la gestión de las UP, lo que se hizo en diferentes fases: las UP deben ser más relevantes para la sociedad, sobre todo mediante la formación de personal cualificado para el mercado; la condición de profesor e investigador debe flexibilizarse (es decir, precarizarse), siguiendo la lógica global del mercado laboral; los estudiantes deben concebirse como consumidores de un servicio y los profesores deben estar sujetos a criterios globales de productividad; las UP deben administrarse como una empresa más; las UP deben integrar sistemas de ranking global para medir  “objetivamente» el valor mercantil de los servicios universitarios. En Europa, a pesar de toda la retórica en sentido contrario, el objetivo principal del proceso de Bolonia fue consolidar a nivel europeo el modelo de universidad neoliberal. En el caso portugués, este proceso implicó el fin de la elección democrática de los rectores.

Las razones más profundas del ataque del neoliberalismo a las UP residen en que estas tradicionalmente habían sido las formuladoras de proyectos nacionales, proyectos sin duda elitistas y a veces muy excluyentes (racistas, colonialistas, sexistas), pero que buscaban dar consistencia a la economía capitalista nacional y a la sociedad en la que se asentaba. Resulta que para el neoliberalismo la idea de proyecto nacional, tal y como la idea del capitalismo nacional, era un anatema. El objetivo era la globalización de las relaciones económicas en términos de libre circulación de capitales, bienes y servicios (no de trabajadores). Como resultado, antes de la pandemia las UP ya estaban muy desfiguradas, sin ninguna visión de misión social, lidiando con crisis financieras crónicas. En general, los rectores reflejaron este panorama, convertidos en gestores de crisis financieras, incapaces de poner en práctica ideas innovadoras incluso si las tuviesen, situación que se hizo rara, sobre todo después de que dejaron de ser electos por la comunidad universitaria.

El segundo ataque, más reciente, vino de la derecha ideológicamente ultraliberal, que tiene una ideología extremadamente conservadora, cuando no reaccionaria, a veces formulada en términos religiosos. Esta derecha está apoyada socialmente por grupos radicales, de extrema derecha, de tipo neonazi o proselitistas religiosos. Esta ultraderecha ha llegado al gobierno en diferentes países, desde Hungría a Turquía, desde Brasil a la India, desde Polonia a Estados Unidos. Sin embargo, en algunos países, como Estados Unidos, hace mucho que venía influyendo en la política universitaria, a escala de los estados de la Federación y desde las estructuras de gobierno de las UP. Este ataque, a pesar de ser altamente ideológico, se presentó como antiideológico y se formuló de dos maneras principales. La primera fue que todo pensamiento crítico, libre e independiente busca subvertir las instituciones y desestabilizar el orden social. La UP es el nido donde se crían los izquierdistas y se propaga el «marxismo cultural», una expresión utilizada por el nazismo para demonizar a los intelectuales de izquierda, muchos de los cuales eran judíos. La segunda ha sido particularmente dominante en la India y considera como ideología todo lo que no coincide con la comprensión política conservadora del hinduismo político. Tanto la Ilustración eurocéntrica como el Islam se consideran peligrosamente subversivos. En otros contextos, es el islam político el que desempeña el papel de guardián ideológico contra las ideologías.

Ambos ataques, aunque diferentes en la formulación y en su base de sustentación, convergen en el mismo objetivo: evitar que la UP continúe produciendo conocimiento crítico, libre, plural e independiente. Muchas de las críticas antiideológicas utilizaron la crisis financiera de las UP para reducir la educación a las materias básicas, supuestamente libres de ideología y más útiles para el mercado laboral. Muchas de las llamadas materias ideológicas se impartieron en cursos opcionales, en departamentos de literatura y de filosofía o en departamentos recién creados. El ataque consistió en eliminar las opciones y cerrar estos departamentos por supuestas razones financieras.

Durante la pandemia, estos ataques se atenuaron y las UP centraron sus prioridades en adaptarse a los cambios causados por la pandemia. Muchas vieron aumentar su visibilidad pública gracias al protagonismo de los científicos que investigan en áreas relevantes para el COVID-19. El periodo que seguirá no será un tiempo libre de pandemia y con la UP volviendo rápidamente a su normalidad.

Va a ser un periodo de pandemia intermitente. Para proyectar lo que está en juego en el próximo periodo, deben responderse varias preguntas. ¿Cómo se comportó la universidad durante la pandemia? Es muy difícil generalizar, pero se puede decir que el centralismo se ha profundizado y la lógica burocrática que domina las relaciones intrauniversitarias en la actualidad no cambió un milímetro; se tuvo muy poco cuidado con los estudiantes más allá de breves momentos en línea o lidiando con las exclusiones que causó la supuesta ciudadanía digital; los maestros que dedicaron más tiempo a los estudiantes lo hicieron por iniciativa propia y espíritu de misión; la situación de los docentes fue totalmente descuidada, enfrentando cambios en la vida familiar, utilizando tecnologías de enseñanza con las que la mayoría estaban poco familiarizados, con una inmensa carga burocrática, con el deseo de innovar, casi por necesidad frente a los desafíos de la pandemia, pero bloqueados por el muro burocrático.

En resumen, la pandemia ha agravado las tendencias de degradación de la universidad que se iban notando durante mucho tiempo. ¿Cómo se posicionará la UP en la disputa de la narrativa? Tan pronto como pase la fase aguda de la pandemia, habrá un conflicto ideológico y político sobre la naturaleza de la crisis y los caminos de futuro. La especificidad de la UP es que debe responder a esta pregunta en dos niveles: a nivel de la sociedad en general y a nivel de la universidad en particular. Se diseñaron tres escenarios: a) todo volverá a la normalidad rápidamente; b) habrá cambios mínimos para que todo permanezca igual; c) la pandemia es la oportunidad de pensar en una alternativa al modelo de sociedad y de civilización en el que hemos vivido, basada en una explotación sin precedentes de los recursos naturales que, junto con la inminente catástrofe ecológica, nos lanzará a un infierno de pandemias recurrentes.

¿Cómo expondrá la UP los escenarios y se posicionará ante ellos? ¿Cómo responderá a los ataques que precedieron a la pandemia? La forma en que la UP interprete la crisis y responda a ella será decisiva para que se posicione ante los dos ataques precedentes: el neoliberalismo universitario y la ultraderecha ideológica. Creo que la UP solo se defenderá efectivamente contra ellos en la medida en se enfoque en el tercer escenario. No es solo la institución que mejor puede resolver el tercer escenario y caracterizar el período de transición que implica. Es la única institución que puede hacerlo. Si no lo hace, será devorada por el vértigo neoliberal que ahora se ve reforzado por la orgía tecnológica de zoom, streamyard, webex, webinar, etc. Vendrán los vendedores del primer y del segundo escenarios. Y, para ellos, la UP del futuro es online: grandes ahorros en personal docente, técnico y en instalaciones; forma expedita de acabar con las materias «ideológicas» y con las protestas universitarias (no hay estatuas en línea); eliminación de procesos deliberativos presenciales disfuncionales. Finalmente, el fin de la crisis financiera. Pero también el fin de la universidad tal como la conocemos. ¿Cómo luchará la UP por su futuro? Como dije, el futuro de la UP está vinculado a la credibilidad del tercer escenario. La estrategia se puede resumir en las siguientes palabras clave: democratizar, desmercantilizar, descolonizar y despatriarcalizar.

Democratizar. La democratización de la UP tiene múltiples dimensiones. La UP debe democratizar la elección de sus rectores y autoridades. Las instituciones no democráticas para elecciones indirectas están históricamente condenadas. Son, en el peor de los casos, guaridas de compadrería y de cooptación y, en el mejor caso, espejismos de irrelevancia. Solo la comunidad universitaria en su conjunto tiene la legitimidad para elegir a los rectores y demás autoridades. La UP debe democratizar sus relaciones con la sociedad. La UP produce conocimiento válido que es tanto más valioso cuanto mejor sabe dialogar con los otros saberes que circulan en la sociedad. Una UP encerrada en sí misma es un instrumento fácil para los poderes económicos y políticos que quieren ponerla a su servicio. La UP tiene que democratizar sus relaciones con los estudiantes, a los cuales una pedagogía atrasada y rancia todavía ve como ignorantes vacíos donde los maestros mantienen el conocimiento lleno. La verdad es que se aprende-con y se enseña con. Nada es unilateral, todo es recíproco.

Desmercantilizar. Las UP deben comenzar a evaluar a sus profesores de acuerdo con otros criterios de productividad que no excluyan la responsabilidad social de la universidad, especialmente en el campo de la extensión universitaria. No pueden privilegiar las ciencias y la investigación que generan patentes, sino más bien, la ciencia que contribuye al bien común de toda la población y crea ciudadanía. En este dominio, las humanidades, las artes y las ciencias sociales volverán a tener el protagonismo que alguna vez tuvieron. Los estudiantes nacionales y los que provienen de las antiguas colonias no deben pagar las tasas de matrícula. No pueden codiciar a los estudiantes extranjeros en la lógica de cacería de matrículas lucrativas. Esta es una estrategia central para la democratización discutida anteriormente y para la descolonización analizada a continuación.

Descolonizar. Las UP europeas y de inspiración eurocéntrica nacieron o prosperaron con el colonialismo y hoy continúan enseñando y legitimando la historia de los vencedores de la expansión europea. Son cómplices del epistemicidio que acompañó al genocidio colonial. Las estatuas (y mañana los edificios, museos, archivos y colecciones coloniales) son los objetivos equivocados de mucha revuelta justa. Lo importante es que el poder que representan sea deslegitimado y contextualizado en el aprendizaje universitario. Por eso los planes de estudio tienen que ser descolonizados. No se trata de destruir conocimiento, sino de aumentar conocimiento para que se haga evidente que el conocimiento dominante a menudo es una ignorancia especializada e intencional. Las UP necesitan urgentemente iniciar políticas de acción afirmativa para una mayor justicia cognitiva y etnorracial, tanto entre los estudiantes como entre los maestros.

Despatriarcalizar. En muchas universidades, las mujeres son la mayoría, pero los lugares de gobierno administrativo y científico siguen dominados por los hombres. Los planes de estudio siguen siendo misóginos y llenos de prejuicios sexistas. ¿Dónde están las científicas, las artistas, las escritoras, las luchadoras, las heroínas? Las relaciones entre el personal docente, técnico y estudiantil tampoco están libres de los mismos prejuicios. Estas y muchas otras iniciativas que surgirán de los procesos de democracia universitaria constituyen una pesada agenda de trabajo, pero la alternativa es escalofriante: sin ellas la universidad no tendrá futuro.

Fuente: https://www.nodal.am/2020/07/la-universidad-pospandemica-por-boaventura-de-sousa-santos/

Comparte este contenido:

Réquiem por la democracia

Una vez más, después de tantas otras, las élites brasileñas prefirieron correr el riesgo de caer en la dictadura (si es que no la deseaban desde el principio) cada vez que las clases populares manifiestan su aspiración de ser incluidas en la nación, que las élites siempre han concebido como su propiedad privada.

La lectura de la transcripción de la reunión del Consejo de Ministros de Brasil del pasado 22 de abril es una experiencia dolorosa, aterradora e indignante. El hecho de que este vídeo se haya hecho público y transcrito es una señal elocuente de que la democracia aún sobrevive.

Ocurrió a raíz de la denuncia del ex ministro Sérgio Moro de que el presidente había intentado interferir en las investigaciones en curso en la Policía Federal de Río de Janeiro contra uno de sus hijos bajo sospecha de conducta criminal grave. Al ordenar la difusión del vídeo, el magistrado del Supremo Tribunal Federal (STF), Celso de Mello, inscribió su nombre en el libro dorado de la breve y tormentosa historia de la democracia brasileña. Esperemos que la señal de esperanza que nos ha dado sea el detonante del despertar de las fuerzas democráticas de izquierda y de derecha, el despertar de un sueño profundo e inquietante, hecho de ignorancia histórica y vanidad miope, un sueño que les permite soñar con cálculos electorales sin darse cuenta de la frivolidad de tales intentos cuando la democracia misma pende de un hilo.

Los fascistas ni siquiera esconden sus intenciones. El presidente hizo un llamamiento directo e inequívoco a la lucha armada. Más que una apelación, informó que está dispuesto a liderar el armamento de civiles al margen de las Fuerzas Armadas. ¡Y lo hizo flanqueado por generales! Está confesando un delito de responsabilidad y un crimen contra la seguridad nacional. Y no pasa nada. Junto al vicepresidente, se sienta impasible y silencioso el entonces ministro de Justicia, Sérgio Moro, quien fue el gran responsable de la destrucción de la institucionalidad democrática, para lo que siempre contó con la complicidad de las élites y sus medios de comunicación. El anuncio del presidente no solo es recibido con las sonrisas complacientes de quienes lo escuchan, sino que varios ministros están empeñados en abrir por su cuenta las cloacas de odio y de prejuicio, por no hablar de otras alevosías.

Lo que puede leerse es tan torpe que es mejor leer para creer:

Presidente: “Están fastidiando todo el tiempo para atacarme, metiéndose con mi familia. Ya intenté cambiar oficialmente a la gente de nuestra seguridad en Río de Janeiro y no pude. Se acabó. No voy a esperar a que jodan a toda mi familia, o a mis amigos, porque no puedo cambiar a alguien de seguridad de última línea, que pertenece a nuestra estructura. Lo voy a cambiar. Si no puedo, cambio a su jefe; si no puedo cambiar al jefe, cambio al ministro. Y punto final. Aquí no estamos para jueguitos (…) Quiero, ministro de Justicia y ministro de Defensa, que el pueblo se arme. ¡Es la garantía de que no aparecerá un hijo de puta para imponer una dictadura! ¡Qué fácil es imponer una dictadura! ¡Es muy fácil! Un maldito alcalde hace un maldito decreto y deja a todo el mundo confinado. Si estuviera armado, saldría a la calle. ¿Y si yo fuese un dictador? Querría desarmar a la población, como todo el mundo hizo en el pasado antes de imponer su dictadura. ¡Les pido a Fernando (de Azevedo) y a Moro que por favor firmen hoy este decreto [para facilitar el porte de armas] para mandarle un puto mensaje a estos mierdas [gobernadores y alcaldes]! ¡El pueblo armado jamás será esclavizado! ¿Por qué estoy armando a la gente? ¡Porque no quiero una dictadura! Ya no podemos aguantar más”.

Ministro de Educación (extrema derecha): “Si por mí fuera, enviaba a todos esos vagabundos a la cárcel, comenzando por los jueces del Supremo Tribunal Federal. Y eso es lo que me sorprende (…) Estamos hablando de con quién teníamos que luchar. No estamos siendo lo suficientemente duros contra los privilegios, con el tamaño del Estado (…) Odio al partido comunista, que está tratando de convertirnos en una colonia. Este país no es (…) Odio el término ‘pueblos indígenas’, odio ese término. Lo odio. El pueblo gitano es un pueblo brasileño, solo hay un pueblo».

Ministro de Medio Ambiente (momento maquiavélico): “Porque todo lo que hacemos aquí recibe un varapalo en el poder judicial, al día siguiente. Necesitamos tener un esfuerzo nuestro mientras estamos en este momento de tranquilidad en la cobertura de la prensa porque sólo se habla de la covid-19 y es hora de cambiar todos los reglamentos, simplificar normas (…) Ahora es hora de unir esfuerzos para hacer la simplificación regulatoria que necesitamos”.

Ministra de la Mujer, de la Familia y de los Derechos Humanos (evangelismo reaccionario): “En este momento de pandemia estamos viendo la payasada del Supremo Tribunal Federal para colocar la cuestión del aborto de nuevo en la agenda, y allí estaba la cuestión de las mujeres que son víctimas del zika virus, van a abortar (…) ¿Van a querer que todos los que tuvieron coronavirus puedan abortar en Brasil? ¿Legalizarán el aborto en general? (dirigiéndose al ministro de Salud). Su ministerio, ministro, está lleno de feministas que tienen una agenda única, que es la legalización del aborto… Porque recibimos la noticia de que habría contaminación criminal en Roraima y el Amazonas, premeditada, en indios, para diezmar aldeas y pueblos enteros a fin de cargar el bulto al presidente”.

Ministro de Economía (feria de vanidad): “Conozco profundamente, en detalle, no de oídas. Es de leer ocho libros sobre cada reconstrucción de esas (Alemania, Chile). Entonces, leí a Keynes (…), tres veces en el original, antes de llegar a Chicago. Entonces para mí no hay música, ni dogma, ni bla, bla, bla”.

Nada de esto es nuevo. Con respecto a lo que dijo el presidente Bolsonaro, basta mencionar que, después de las elecciones federales de Alemania de 1932, así se expresó Hitler, invocando la necesidad de que la dictadura se defienda de la dictadura… de la democracia. La frase de Bolsonaro sobre la necesidad de armar a civiles es idéntica a la frase de Mussolini: “Solo el pueblo armado será libre”. La reunión del Consejo de Ministros tuvo lugar el día en que Brasil se acercaba a los 3 mil muertos por el coronavirus (hoy ya son más de 30 mil). Este, sin embargo, fue un tema ausente. O peor, con mayor perversión, la intención era utilizar la preocupación de los medios por la pandemia para avanzar en la pérdida de derechos, los casinos, la privatización, la deforestación en la Amazonía y la eliminación de las restricciones ambientales. El sistema democrático brasileño está en un desequilibrio tal que está experimentando un momento de bifurcación. Cualquier acción u omisión política puede rescatarlo o hundirlo de una vez por todas.

Fuente: https://rebelion.org/requiem-por-la-democracia/

Comparte este contenido:

Brasil: Réquiem por la democracia

Por:  Boaventura de Sousa Santos

 

Una vez más, después de tantas otras, las élites brasileñas prefirieron correr el riesgo de caer en la dictadura (si es que no la deseaban desde el principio) cada vez que las clases populares manifiestan su aspiración de ser incluidas en la nación, que las élites siempre han concebido como su propiedad privada. La lectura de la transcripción de la reunión del Consejo de Ministros de Brasil del pasado 22 de abril es una experiencia dolorosa, aterradora e indignante. El hecho de que este video se haya hecho público y transcrito es una señal elocuente de que la democracia aún sobrevive.

Ocurrió a raíz de la denuncia del exministro Sérgio Moro de que el presidente había intentado interferir en las investigaciones en curso en la Policía Federal de Río de Janeiro contra uno de sus hijos bajo sospecha de conducta criminal grave. Al ordenar la difusión del video, el ministro del Supremo Tribunal Federal (STF), Celso de Mello, inscribió su nombre en el libro dorado de la breve y tormentosa historia de la democracia brasileña. Esperemos que la señal de esperanza que nos ha dado sea el detonante del despertar de las fuerzas democráticas de izquierda y de derecha, el despertar de un sueño profundo e inquietante, hecho de ignorancia histórica y vanidad miope, un sueño que les permite soñar con cálculos electorales sin darse cuenta de la frivolidad de tales intentos cuando la democracia misma pende de un hilo.

Los fascistas ni siquiera esconden sus intenciones. El presidente hizo un llamamiento directo e inequívoco a la lucha armada. Más que una apelación, informó que está dispuesto a liderar el armamento de civiles al margen de las Fuerzas Armadas. ¡Y lo hizo flanqueado por generales! Está confesando un delito de responsabilidad y un crimen contra la seguridad nacional. Y no pasa nada. Junto al vicepresidente, se sienta impasible y silencioso el entonces ministro de Justicia, Sérgio Moro, quien fue el gran responsable de la destrucción de la institucionalidad democrática, para lo que siempre contó con la complicidad de las élites y sus medios de comunicación. El anuncio del presidente no solo es recibido con las sonrisas complacientes de quienes lo escuchan, sino que varios ministros están empeñados en abrir por su cuenta las cloacas de odio y de prejuicio, por no hablar de otras alevosías.

Lo que puede leerse es tan torpe que es mejor leer para creer:

Presidente: “Están fastidiando todo el tiempo para atacarme, metiéndose con mi familia. Ya intenté cambiar oficialmente a la gente de nuestra seguridad en Río de Janeiro y no pude. Se acabó. No voy a esperar a que jodan a toda mi familia, o a mis amigos, porque no puedo cambiar a alguien de seguridad de última línea, que pertenece a nuestra estructura. Lo voy a cambiar. Si no puedo, cambio a su jefe; si no puedo cambiar al jefe, cambio al ministro. Y punto final. Aquí no estamos para jueguitos (…) Quiero, ministro de Justicia y ministro de Defensa, que el pueblo se arme. ¡Es la garantía de que no aparecerá un hijo de puta para imponer una dictadura! ¡Qué fácil es imponer una dictadura! ¡Es muy fácil! Un maldito alcalde hace un maldito decreto y deja a todo el mundo confinado. Si estuviera armado, saldría a la calle. ¿Y si yo fuese un dictador? Querría desarmar a la población, como todo el mundo hizo en el pasado antes de imponer su dictadura. ¡Les pido a Fernando (de Azevedo) y a Moro que por favor firmen hoy este decreto [para facilitar el porte de armas] para mandarle un puto mensaje a estos mierdas [gobernadores y alcaldes]! ¡El pueblo armado jamás será esclavizado! ¿Por qué estoy armando a la gente? ¡Porque no quiero una dictadura! Ya no podemos aguantar más”.

Ministro de Educación (extrema derecha): “Si por mí fuera, enviaba a todos esos vagabundos a la cárcel, comenzando por los jueces del Supremo Tribunal Federal. Y eso es lo que me sorprende (…) Estamos hablando de con quién teníamos que luchar. No estamos siendo lo suficientemente duros contra los privilegios, con el tamaño del Estado (…) Odio al partido comunista, que está tratando de convertirnos en una colonia. Este país no es (…) Odio el término ‘pueblos indígenas’, odio ese término. Lo odio. El pueblo gitano es un pueblo brasileño, solo hay un pueblo».

Ministro de Medio Ambiente (momento maquiavélico): “Porque todo lo que hacemos aquí recibe un varapalo en el poder judicial, al día siguiente. Necesitamos tener un esfuerzo nuestro mientras estamos en este momento de tranquilidad en la cobertura de la prensa porque sólo se habla de la covid-19 y es hora de cambiar todos los reglamentos, simplificar normas (…) Ahora es hora de unir esfuerzos para hacer la simplificación regulatoria que necesitamos”.

Ministra de la Mujer, de la Familia y de los Derechos Humanos (evangelismo reaccionario): “En este momento de pandemia estamos viendo la payasada del Supremo Tribunal Federal para colocar la cuestión del aborto de nuevo en la agenda, y allí estaba la cuestión de las mujeres que son víctimas del zika virus, van a abortar (…) ¿Van a querer que todos los que tuvieron coronavirus puedan abortar en Brasil? ¿Legalizarán el aborto en general? (dirigiéndose al ministro de Salud). Su ministerio, ministro, está lleno de feministas que tienen una agenda única, que es la legalización del aborto… Porque recibimos la noticia de que habría contaminación criminal en Roraima y el Amazonas, premeditada, en indios, para diezmar aldeas y pueblos enteros a fin de cargar el bulto al presidente”.

Ministro de Economía (feria de vanidad): “Conozco profundamente, en detalle, no de oídas. Es de leer ocho libros sobre cada reconstrucción de esas (Alemania, Chile). Entonces, leí a Keynes (…), tres veces en el original, antes de llegar a Chicago. Entonces para mí no hay música, ni dogma, ni bla, bla, bla”.

Nada de esto es nuevo. Con respecto a lo que dijo el presidente Bolsonaro, basta mencionar que, después de las elecciones federales de Alemania de 1932, así se expresó Hitler, invocando la necesidad de que la dictadura se defienda de la dictadura… de la democracia. La frase de Bolsonaro sobre la necesidad de armar a civiles es idéntica a la frase de Mussolini: “Solo el pueblo armado será libre”. La reunión del Consejo de Ministros tuvo lugar el día en que Brasil se acercaba a los 3 mil muertos por el coronavirus (hoy ya son más de 30 mil). Este, sin embargo, fue un tema ausente. O peor, con mayor perversión, la intención era utilizar la preocupación de los medios por la pandemia para avanzar en la pérdida de derechos, los casinos, la privatización, la deforestación en la Amazonía y la eliminación de las restricciones ambientales. El sistema democrático brasileño está en un desequilibrio tal que está experimentando un momento de bifurcación. Cualquier acción u omisión política puede rescatarlo o hundirlo de una vez por todas.

* Traducción de Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez.

Fuente e imagen: https://www.pagina12.com.ar/270265-brasil-requiem-por-la-democracia

Comparte este contenido:
Page 2 of 7
1 2 3 4 7