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La innovación no se prescribe

Por Carlos Magro

La educación no es neutra. Debemos decidir si queremos una educación para la igualdad o una educación para la exclusión. Devenir en una cosa, la otra, o algo diferente, es cuestión de los agentes implicados”, planteanRamón Flecha y Iolanda Tortajada.

Dicho con otras palabras, la gran pregunta que deberíamos responder es si queremos ser agentes de transformación o de transmisión o, en palabras de Rafael Feito, si lo que “queremos es que nuestras escuelas sirvan básicamente para que los alumnos pasen de curso, aprueben exámenes y saquen buenas notas o para que aprendan a pensar y no acepten sin más la primera idea que les sea propuesta o que les venga a la cabeza.”

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Debemos ser capaces de respondernos a las preguntas básicas de por qué y para qué educamos. Debemos cuestionarnos si la educación que ofrecemos hoy responde a las necesidades reales de los alumnos y a la complejidad de nuestra sociedad. “Posponer, trivializar o no contemplar con rigor y altura de miras la necesaria renovación constante de la escuela, puede generar el distanciamiento, e incluso el no cumplimiento, de las altas expectativas que la sociedad deposita en ella.” (Javier Pericacho)

Las respuestas pasan por la palabra innovación. Un término que se ha convertido en ubicuo en el mundo de las organizaciones pero cuyo significado se nos escapa porque no todos entendemos lo mismo por innovación.

Hace ahora 20 años que Francisco Imbernón pedía pasar de las mejoras cuantitativas a mejoras cualitativas. Hace ahora 20 años que Imbernón reclamaba innovación para una nueva forma de ver la educación y la enseñanza. Innovación para impulsar un cambio educativo constante. Innovación para que la educación pudiera responder a la incertidumbre, la complejidad y la diversidad que estaban provocando los profundos cambios sociales, económicos y tecnológicos que entonces vivíamos.

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Pasados 20 años, los cambios socioeconómicos y tecnológicos a los que apelaba Imbernón no han hecho más que acrecentarse y acelerarse. “La educación ya no es el ámbito seguro y con pocos riesgos que era apenas hace unas pocas décadas. Debemos dejar de evadirnos. Hoy en día no nos queda otra posibilidad que soñar la utopía y desarrollar estrategias para actuar en la incertidumbre”, dice Ferrán Ruiz Tarragó. La necesidad de innovación parece más necesaria que nunca. Es urgente pasar de la innovación a la acción.

Esto es precisamente lo que hemos hecho en la segunda temporada (2016) de los laboratorios de Santillana (#santillanaLab) al dedicar un eje de trabajo a entender bien qué es la innovación educativa, por qué es importante la innovación educativa, por qué tenemos que innovar, para qué innovamos, desde dónde debemos innovar y a dónde nos lleva la innovación y sobre todo para y con quién innovamos. A identificar cuáles son las dimensiones del cambio. Y lo hemos hecho partiendo de dos premisas: que la innovación que buscamos queremos que sea una innovación transformadora y sostenible, y que la unidad básica para este tipo de innovación es el centro educativo.

The Golden Dolphin, by the Turin-based Viberti, 1956

The Golden Dolphin, by the Turin-based Viberti, 1956

Para profundizar en estas preguntas nos reunimos con 15 profesionales de la educación en dos intensas sesiones de trabajo para tratar de identificar qué es un centro educativo innovador, cuáles son los ejes de la innovación de un centro educativo, cuáles son las dimensiones del cambio y cómo debemos activar ese cambio. Y si bien estamos convencidos que la unidad de cambio educativo es el centro escolar, no debemos olvidar que el proceso de enseñanza/aprendizaje dentro de la escuela sucede en las aulas, por lo que también exploramos qué era un aula innovadora, cómo interacciona el aula con el resto de elementos del centro y cuáles son las principales barreras para la innovación. Hicimos también una propuesta de dimensiones para el cambio, exploramos rutas de la transformación y construimos una rúbrica de diagnóstico de la innovación educativa en un centro escolar.

En este post nos gustaría compartir las principales conclusiones a las que llegamos. Las hemos escrito a modo dedecálogo de la innovación educativa:

1. LA INNOVACIÓN SE DEBE A LOS ALUMNOS
Innovamos para mejorar los resultados de aprendizaje de los alumnos. El alumno es el centro del proceso de enseñanza-aprendizaje y por tanto debe ser también el principal beneficiario de la innovación educativa. El alumno es el foco y el motor del cambio y debe, además, participar en la definición del cambio.

2. LA INNOVACIÓN DEBE RESPONDER A UN PROYECTO
No hay cambio posible si no se tiene claro el por qué y el para qué de la educación. La innovación debe responder a una visión clara y compartida por cada comunidad educativa. Debe responder a un proyecto educativo. Es necesario hacer explícitos los objetivos del cambio.

3. LA INNOVACIÓN NO SE PUEDE PRESCRIBIR
No se puede imponer desde arriba ni dictar desde el boletín oficial. No hay recetas únicas. Es fundamental por tanto responder al contexto y a las necesidades de cada comunidad educativa y de cada centro. No hay un único modelo de escuela innovadora. Hay tantos modelos como proyectos educativos. Hay tantos modelos de innovación como comunidades educativas.

4. LA INNOVACIÓN ES PROPIA DE LOS CENTROS EDUCATIVOS
La unidad de innovación no son, por tanto, ni las administraciones públicas ni las aulas aisladas. Los verdaderos impulsores de la innovación no son los legisladores, pero tampoco es suficiente con la innovación que se produce en un aula aislada. La innovación debe surgir e incidir en los centros educativos.

5. LA INNOVACIÓN DEBE RESPONDER AL CONTEXTO
El contexto es fundamental y cada centro debe desarrollar un proyecto que responda a las necesidades de la sociedad de hoy pero que también esté de acorde con sus circunstancias particulares, sus problemáticas, sus necesidades, su entorno. Un proyecto, en definitiva, que responda a sus alumnos,  a sus docentes y a su comunidad educativa.

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6. LA INNOVACIÓN ES UNA TAREA COLECTIVA
La innovación educativa exige la participación de toda la comunidad educativa. Parece claro como decía Andy Hargreaves en 1999 que “una reforma de arriba-abajo, sin una innovación de abajo hacia arriba, no creará, las escuelas que necesitamos para el mundo del mañana.” La innovación educativa es, por tanto, una tarea colectiva, que debe ser liderada por cada comunidad educativa. La innovación “significa también la habilidad de trabajar con otros, de saber comunicarse” (Joan Rué. Enseñar en la Universidad).

7. LA INNOVACIÓN ES UN PROCESO SISTÉMICO Y DINÁMICO
Igual que no hay recetas universales, tampoco hay palancas mágicas para la innovación. La innovación requiere actuar simultáneamente sobre varias dimensiones. Y aunque cada proyecto de innovación es diferente, todos actúan sobre un conjunto de dimensiones comunes. En #SantillanaLab hemos identificado estas siete grandes dimensiones con las que hemos construido nuestra rúbrica de diagnóstico de la innovación: 1. Objetivo; 2. Liderazgo y Organización; 3. Currículo, contenidos y metodología; 4. Evaluación; 5. Formación; 6. Infraestructuras; 7. Conexión con la comunidad. Cada centro debe decidir sobre qué dimensiones actúa y en qué orden. Además, la innovación es acción y es necesario introducir desde el principio una dimensión que atienda al proceso de implementación del cambio, desde el diagnóstico hasta la evaluación y la iteración, pasando por el  plan de acción. Cada centro debe diseñar un plan de acción para la innovación.

8. LA INNOVACIÓN DEMANDA FORMACIÓN
Sin formación no hay innovación. El proceso de innovación nos exige aprender continuamente y aprender de otros, compartir experiencias, formar equipos y formar a la comunidad educativa (profesores, equipos directivos, familias..). “Para generar innovación educativa lo fundamental es la instauración de capacidades al interior de las escuelas, de modo que sean ellas mismas las que instalen la reflexión-acción como práctica para el mejoramiento escolar continuo.” (Red Lab-Sur. Innovaciones educativas que conectan).

9. LA INNOVACIÓN EXIGE LIDERAZGO Y ESTRUCTURA ORGANIZACIONAL
La innovación exige liderazgo. Es necesario crear entornos de trabajo flexibles en los que no se castigue el error, donde la información y el conocimiento estén disponibles y circulen abiertamente. Que favorezcan la mezcla y la diversidad. Entornos porosos que incentiven la conectividad. La innovación nos pide liderazgo en la organización y un modelo de organización y de gestión del cambio. La innovación surge y cambia la cultura escolar.

10. LA INNOVACIÓN SON LAS PERSONAS
Lo más importante en un proceso de cambio son las personas. En el centro de los procesos de innovación se encuentran las personas. Por eso también nos interesa respondernos a preguntas como ¿para quién innovamos?, ¿Quién debe innovar? y ¿quién debe participar en el proceso de cambio? ¿Quién debe liderar ese proceso de innovación?. Al final como dijo Ángel Serrano (Escuelas Padre Piquer) “no son las metodologías, ni los espacios…son la personas”.

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En resumen, innovar nos exige conocer el contexto, trabajar desde lo que tenemos, asumir riesgos, investigar, fijar objetivos, organizarnos de una cierta manera, compartir, colocar al alumno en el centro, liderazgo y formación. La innovación y el cambio debe ser la respuesta a necesidades concretas, debe estar liderada por personas comprometidas y debe ser ejecutada por toda la comunidad educativa. El cambio exige una correcta combinación de planificación, liderazgo, personas, recursos y acción.

La innovación debe ayudarnos a construir un futuro mejor desde nuestro presente. Innovar es, de hecho, nuestra manera de hablar con el futuro. Innovar es nuestra manera de construir nuestra utopía, de “diseñar y poner en marcha, de manera pausada, participativa y humilde, una renovación pedagógica que supere unas disfunciones que cada día que pasa son más manifiestas, contribuyendo al mismo tiempo a satisfacer mejor las necesidades de las personas (los alumnos) en el incierto mundo que les espera.” (Ferrán Ruiz Tarragó). Innovar es hacer que el cambio sea deseable, posible, articulable, sostenible y generalizable. Pasa por construir la imagen de “lo deseable”. Innovamos para cambiar. Innovamos para transformar. Innovamos para crear una nueva cultura del aprendizaje. Innovamos para vivir mejor.

Fuente: https://carlosmagro.wordpress.com/2016/09/22/la-innovacion-no-se-prescribe/

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Identidad digital, PLE y competencias

 Por Carlos Magro.

En los últimos meses he “impartido” formación tanto presencial como online sobre el tema de la identidad digital. Lo he hecho para públicos tan variados como profesores de educación infantil y primaria, secundaria, bachillerato, ciclos formativos (#REDucación, Educación conectada); profesores de español como lengua extranjera (#enRedELE), gestores de la red de centros del Instituto Cervantes, futuros community managers, empleados de una multinacional del sector del automóvil y alumnos de máster del Instituto Europeo de Diseño (IED).

Sus edades iban desde los 20 a los 60 años. Sus procedencias, tanto geográficas como de background profesional) también eran variadas.

Sus edades iban desde los 20 a los 60 años. Sus procedencias, tanto geográficas como de background profesional) también eran variadas.

 El tema de la Identidad digital es complejo y presenta multitud de aristas y matices. La identidad digital es fluida y dinámica, compleja y multidimensional (Castañeda y Camacho). Podemos abordarla desde una perspectiva puramente administrativa y jurídica o desde una mirada más sociológica y antropológica. Podemos hablar de identidad digital como un elemento clave en la construcción de nuestro yo y como un elemento determinante para nuestra vida en la actual sociedad-red.

Hablar de identidad digital es hacerlo de datos personales, de privacidad, del derecho a la intimidad y de seguridad. La identidad tiene que ver con la memoria y la digital además está fuertemente influida por la capacidad infinita de Internet para no olvidar y recordarlo todo y, por tanto, con el pretendido y difícil derecho al olvido. Tiene que ver también con el derecho a la información y desde luego está fuertemente vinculada con los conceptos de democracia y ciudadanía (Ver artículo Identidad digital en Medium)

El tema de la Identidad digital es complejo y presenta multitud de aristas y matices. La identidad digital es fluida y dinámica, compleja y multidimensional (Castañeda y Camacho). Podemos abordarla desde una perspectiva puramente administrativa y jurídica o desde una mirada más sociológica y antropológica. Podemos hablar de identidad digital como un elemento clave en la construcción de nuestro yo y como un elemento determinante para nuestra vida en la actual sociedad-red. Hablar de identidad digital es hacerlo de datos personales, de privacidad, del derecho a la intimidad y de seguridad. La identidad tiene que ver con la memoria y la digital además está fuertemente influida por la capacidad infinita de Internet para no olvidar y recordarlo todo y, por tanto, con el pretendido y difícil derecho al olvido. Tiene que ver también con el derecho a la información y desde luego está fuertemente vinculada con los conceptos de democracia y ciudadanía (Ver artículo Identidad digital en Medium)

Aún a riesgo de simplificar excesivamente, he decidido orientar la formación desde dos perspectivas que de alguna manera convergen y que me han permitido acercarme a estos públicos en principio tan diferentes con un discurso común. La primera es una mirada desde la óptica personal (que no exclusivamente privada); la segunda es desde el punto de vista del desempeño y el desarrollo profesional. Desde lo personal movilizamos nuestros intereses y decidimos qué imagen de nosotros mostramos, decidimos qué y con quién compartimos nuestros datos, elegimos qué cedemos y a cambio de qué, qué riesgos tomamos, qué oportunidades exploramos y en todo este proceso (que nunca termina) vamos tomando plena conciencia de nuestros derechos. Desde lo personal también se convoca a nuestra responsabilidad con nuestro futuro, con el futuro de nuestros hijos y con el de nuestro entorno. Lo profesional, como veremos, está vinculado a competencias y capacidades pero también, como no, invoca a nuestra responsabilidad profesional. (Sobre la convergencia entre identidad personal y profesional Ver artículo Identidad digital en Medium)

El concepto de identidad digital se encuentra en el centro de cualquier reflexión que hagamos sobre el uso de Internet, la Red y las redes. Parece claro que tenemos que aprender a convivir y gestionar una identidad muy fragmentada, integrada por muchas facetas, compleja y dinámica. Ya sea para nuestra vida personal y privada o para para la profesional y pública, la toma de conciencia y la gestión de nuestra identidad digital, el aprender a vivir en la Red y con las redes, el acompañar a otros en ese mismo proceso parece el primer y necesario paso a dar.

Horace Mann Training School. 1904
Horace Mann Training School. 1904

Por otro lado, la digitalización progresiva de nuestras vidas (personales y profesionales; voluntaria e involuntariamente, manual y de manera automatizada) se ha traducido en un aumento sin precedentes de datos sobre nosotros en formato digital. Incremento que se ha visto potenciado hasta niveles impensables hace tan solo una década con la generalización de los dispositivos móviles y las posibilidades actuales de conectividad en cualquier momento y lugar. (Ver artículo Identidad digital en Medium)

En el último año, el tema de la privacidad y de la protección de datos en la Red ha cobrado desgraciadamente especial relevancia con las noticias sobre las prácticas de vigilancia masiva de ciudadanos ejercidas por algunos gobiernos de acuerdo con grandes proveedores de servicios en Internet. Las noticias sobre el uso de nuestros datos o el “espionaje” de ciudadanos por parte de los gobiernos no ha hecho más que poner en evidencia una realidad que los expertos llevan años anunciando. En general, y sin ánimo de ser alarmistas, es válida la afirmación de que cuando los servicios son gratuitos (como ocurre en numerosos servicios de comunicación o de redes en Internet) el producto no es el servicio sino que somos nosotros y son, sobre todo, nuestros datos. Estar conectado, afirma Daniel Innerarity, equivale a dar información sobre uno mismo, sobre su localización y sus acciones. Tomar “control” sobre la privacidad de nuestros datos personales en Internet y del uso que se puede hacer de ellos se ha convertido en una pieza clave para la gestión de nuestra identidad digital. Este nuevo escenario, que compromete nuestras nociones de privacidad e intimidad, ha hecho que el concepto de identidad digital y sobre todo su gestión hayan adquirido toda su importancia.

Por otro lado, sabemos que vivimos en un mundo digital, global e hiperconectado, caracterizado por el cambio social y tecnológico continuo y acelerado, la irrupción constante de nuevos actores, la movilidad y la conectividad ubicuas. Un mundo donde surgen como claves tres competencias clásicas que se han visto profundamente modificadas en los últimos años con la llegada de Internet y la transformación digital que estamos experimentando: gestión de la información, comunicación y aprendizaje continuo. Tres competencias que son necesarias tanto para nuestro desarrollo personal, como individuos de esta sociedad en Red, como para nuestro desarrollo profesional en entornos y organizaciones cada día más “digitales”.

La “tecnología” que nos permite desarrollar plenamente estas tres competencias es nuestra propia identidad digital, entendida en este caso, no solo como el conjunto de características, datos e información que sobre nosotros hay en Internet, sino como nuestro yo digital, como nuestra presencia en la Red que nos permite acceder a información, crear conocimiento, aprender de otros, colaborar y comunicarnos.

Es desde el desarrollo de nuestra identidad digital, definiendo nuestros límites y nuestras líneas rojas pero también definiendo nuestras fortalezas y eligiendo a nuestros aliados (nuestras redes) desde donde podemos diseñar, construir y desarrollar nuestro Entorno Personal (Personalizado/Profesional) de Aprendizaje (PLE) y, desde ahí, poner a nuestro servicio todas las posibilidades de la Red desde un uso eficiente de las competencias de gestión de la información, comunicación y aprendizaje a lo largo de la vida.

Tomar conciencia de nuestra identidad digital significa al final algo tan sencillo (o tan complejo) como entender qué es, cómo se construye, de qué está hecha y cómo se gestiona. Y significa sobre todo ser capaces de reflexionar sobre sus límites, desarrollar el necesario espíritu crítico respecto a la Red y las redes y tomar el control sobre nuestras acciones y datos, desde una conciencia clara y personal de la privacidad, para desarrollarnos plenamente y aprovechar en su totalidad las oportunidades de esta sociedad digital que nos ha tocado vivir.

Fuente: http://www.fourpixels.es/xxxxxxxxxx/

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¿Puede nuestro futuro estar mejor hecho que nuestro presente?

Carlos Magro

No solo están los cambios tecnológicos alterando las formas en que producimos y distribuimos los frutos de nuestro trabajo, sino que además esos cambios están alterando la propia textura de la vida humana”, escribía Jerome Bruner en 1997 en el prefacio a la edición española de La educación, puerta de la cultura (Antonio Machado Libros, 2012).

Diez años después, el 29 de junio de 2007, salía a la venta el primer iPhone y seis meses antes, el 9 de enero de 2007, Steve Jobs se había subido al escenario del Moscone Center de San Francisco para decir:

“Hoy estaremos presentando tres productos revolucionarios, el primero es un iPod con una gran pantalla táctil el segundo es un teléfono móvil revolucionario y el tercero es un dispositivo de comunicación por internet sin barreras. Estos no son 3 dispositivos separados, este es un solo dispositivo y lo llamaremos iPhone.”

El iPhone no fue ni mucho menos el primer teléfono móvil, ni tampoco el mejor. Los primeros son de los años 80 y en 2007 el mercado estaba dominado por los HTC, las Palm y, por supuesto, las BlackBerry. El iPhone estaba, además, lleno de fallos. La presentación de Jobs ese día fue un éxito a pesar del dispositivo pero debemos reconocer que también supuso un cambio de paradigma en muchos aspectos de nuestra vida, incluida la educación.

Dos años antes, entre enero y junio de 2005, las búsquedas en Google del término mobile learning pasaron de 1.240 a 22.700. La vinculación entre aprendizaje y movilidad se estaba cuajando, haciendo evidente el creciente interés por aprovechar al máximo las oportunidades de las entonces incipientes tecnologías móviles; por explorar cómo aprendemos cuando el conocimiento es ubicuo; por saber qué pasa con el aprendizaje cuando éste sale fuera de las aulas y puede suceder en cualquier parte y en cualquier momento; por entender qué ocurre cuando el estudiante puede remezclar, crear, publicar y compartir su propio conocimiento a la vez que se beneficia de conocimiento creado por otros (Tíscar Lara y Mar Camacho, Scopeo 2011). En definitiva, por entender qué pasa con el aprendizaje hoy, en nuestro tiempo, que es un tiempo de redes, un tiempo de líquida abundancia, de conectividad ubicua y movilidad constante. Por entender ¿cómo podemos repensar la educación en el contexto de las nuevas y poderosas tecnologías?

En su corta existencia, el término m-learning ha sufrido numerosos intentos de definición. Desde las más sencillas de un aprendizaje mediado por una palm hasta las más completas que hablan de cualquier tipo de“aprendizaje que se produce cuando el alumno no está en una ubicación fija y predeterminada, o del aprendizaje que se produce cuando el alumno aprovecha las oportunidades de aprendizaje que ofrecen las tecnologías móviles” (Claire O’Malley et al. 2005. Guidelines for learning/teaching/tutoring in a mobile environment p.7)

En casi todas estas definiciones aparecen cuatro dimensiones: la pedagogía, los dispositivos tecnológicos, el contexto y lo social, de manera que el m-learning sería el aprendizaje “a través de múltiples contextos, de las interacciones sociales y de contenido y del uso de dispositivos electrónicos personales.” (Helen Crompton,A historical overview of mobile learning: Toward learner-centered education. 2013. p.83).

Cuando Bruner escribió la frase que abre este post llevaba cerca de 30 años trabajando en la intersección entre la psicología cognitiva y las teorías del aprendizaje. Tratando de comprender cómo funciona nuestra mente y trazando puentes entre lo que él denominaba el computacionalismo y el culturalismo, entre el mundo de lo pre-existente y lo contingente, lo dado y lo construido, lo interno y lo externo, el yo y los otros, la naturaleza y la cultura. O como Richard Rorty diría entre el conocimiento y la esperanza.

Jerome Bruner, recogiendo los trabajos de los pedagogos progresistas (y  las pedagogías activas) de principios del siglo XX y las investigaciones en psicología del aprendizaje de Jean Piaget (constructivismo) yLev Vigotsky, entre otros, sentó parte de las bases de la visión actual sobre el aprendizaje: un aprendizaje atento al contexto y centrado en el alumno quien deja de ser un sujeto pasivo para convertirse en el protagonista de su propio aprendizaje.

Para Bruner el aprendizaje se producía por descubrimiento. Para aprender es necesario “sumergir” a los estudiantes en situaciones de aprendizaje problemáticas y reales, con la finalidad de que aprendan descubriendo, involucrándose de manera activa en la construcción de su aprendizaje y a través de la acción. Poner el foco en cómo los estudiantes buscan, adquieren, guardan y reutilizan el conocimiento supone una transición desde un enfoque conductista de estímulo-respuesta hacia una constructivista.

Desafortunadamente, en esa década de los 60, la tecnología educativa “dominante” respondía sobre todo aun enfoque conductista del aprendizaje. El mejor ejemplo es sin duda, la Máquina de enseñar desarrollada por F.B. Skinner (Teaching Machines. Science. 1958).

Entre 1970 y 1980, la situación cambió. Conviene recordar también que, a pesar de la amnesia que caracteriza muchos de los relatos actuales sobre tecnología educativa, fue en esa década cuando encontramos los mejores intentos por desarrollar tecnologías que favoreciesen nuevas maneras de aprender. El desarrollo de ordenadores cada vez más potentes, del concepto (como ahora veremos) de ordenador personal y de la multimedia en los ordenadores significó que éstos ya no tenían por que ser solo instrumentos para trasladar información y conocimiento a los estudiantes sino que también podían convertirse en herramientas para la manipulación activa de esa información y, por tanto, para la construcción activa de conocimiento.

En 1972, Alan Kay publicó el artículo A Personal Computer for Children of All Ages, en el que describía con gran detalle un dispositivo para “usar en cualquier momento y cualquier lugar”, del tamaño de un cuaderno, con un peso algo menor de 2 kg, conectado a una red y un precio que no debía superar los 500 dólares. Quería crear un ordenador personal para niños. Un dispositivo móvil, con pantalla plana recargable, con un teclado y un lápiz para dibujar y vinculado a una red inalámbrica. Y con el objetivo principal de “cambiar la forma de educar. Ir más allá de la educación tradicional basada en la transmisión de datos y hechos para animar a los niños a observar el comportamiento del mundo real por ellos mismos.”

Los trabajos de los tecnólogos educativos de los 70, Kay entre ellos, estaban muy influenciados por elconstructivismo de Jean Piaget y por el aprendizaje por descubrimiento del propio Jerome Bruner. Estaban muy interesados por explorar cómo los ordenadores podían transformar nuestra formas de pensar y aprender y cómo podíamos utilizarlos para mejorar el aprendizaje de los niños. También fue en esos años cuando se presta atención a dos de las metodologías activas más extendidas hoy: el aprendizaje basado en problemas y el aprendizaje basado en proyectos. Parecía que todo confluía. Se estaba produciendo la convergencia entre unas pedagogías que apostaban por la dimensión activa del aprendizaje y unas tecnologías que por primera vez también permitían desarrollar las facetas creativas y de construcción.

Uno de las consecuencias más interesantes de este cambio fue, sin duda, el construccionismo de Seymour Papert. En 1971, Papert se quejaba de que el uso de los ordenadores en educación se hubiese limitado paraenseñar lo mismo de siempre en versiones apenas disfrazadas de las mismas viejas maneras. Para Papert, “el conocimiento es construido por el que aprende. El construccionismo expresa la idea de que esto sucede particularmente cuando el aprendiz se compromete en la elaboración de algo que tenga signficado social y que, por tanto, pueda compartir; por ejemplo: un castillo de arena, una máquina, un programa de computación” (Adolfo Obaya Valdivia. El construccionismo y sus repercusiones en el aprendizaje asistido por computadora. UNAM. 2003).

Pero la historia de la tecnología educativa tomó otra dirección como tan bien nos ha relatado Audrey Watters(The Monsters of Education Technology).

En 1991, Seymour Papert decía:

en los 80 mucha gente se unió al hecho comprando computadoras. El fenómeno más importante en esa época era el poder de la escuela para asimilar cualquier cosa nueva que apareciera. La escuela es como un organismo viviente. Un cuerpo extraño se acerca -la computadora- y el sistema inmunológico y mecanismo de defensa del organismo se ocupa de él. Así vimos el cambio en los 80. Antes de esta asimilación las computadoras se usaban en forma estimulante. Se hallaban en manos de maestros visionarios quienes usaban las computadoras porque no estaban satisfechos con la forma en que las escuelas hacían las cosas. Pero al final de los 80, las computadoras estaban en manos de la burocracia escolar y de las escuelas como instituciones. Todavía existían maestros visionarios, pero estaban siendo neutralizados. Previamente los maestros estaban usando unas pocas computadoras en las clases para alejarse de la separación por materias y de la interrupción diaria. Cuando la administración toma el control, crea una sala especial, y pone las computadoras en esa sala con un horario con el profesor de informática. En vez de convertirse en algo que socavara estas formas anticuadas de las escuelas, las computadoras fueron asimiladas. Es inherente a las escuelas, no porque los maestros sean malos o porque las escuelas sean malas, sino a todo organismo que ha alcanzado un equilibrio que éste tiende a mantener. Así las escuelas tornaron lo que pudo haber sido un instrumento revolucionario en uno conservador. La escuela no desea cambiar radicalmente. El poder de las computadoras no implica mejorar la escuela sino cambiarla por un tipo de estructura diferente.

Mucho más recientemente, en 2005,  afirmó que “la razón del fracaso de la educación progresiva fue la falta de una infraestructura tecnológica para un genuino y profundo aprender haciendo y sostenía que “uno de los papeles que la tecnología digital ha de jugar en la educación es darle una segunda oportunidad a la educación progresiva”.

Hace apenas un año, Larry Cuban decía que a pesar de que las nuevas tecnologías han encontrado un lugar en la mayoría de las aulas, su impacto es mucho menor que lo que se prometió inicialmente. Las nuevas tecnologías han fortalecido, sin cambiar, los enfoques tradicionales de la enseñanza.

Hace unos meses, en diciembre de 2015, la OCDE publicó un informe titulado Alumnos, Ordenadores y Aprendizaje: haciendo las conexiones en el que basándose en los datos de las pruebas PISA 2012 se hacían una serie de preguntas: ¿Hay ordenadores en las aulas? ¿importa que los haya?.

El informe analizaba cómo había cambiado en los últimos años el acceso y uso de tecnologías de la información por parte de los estudiantes y exploraba también cómo los sistemas educativos y las escuelas estaban integrando estas tecnologías en la experiencia de aprendizaje de los alumnos. Y entre sus conclusiones destacan frases como que la tecnología puede amplificar las prácticas de enseñanza innovadoras y que las tecnologías digitales se pueden usar para fomentar el aprendizaje experiencial, las pedagogías activas, el aprendizaje cooperativo y las pedagogías interactivas.

El titular del informe reclamaba “una nueva aproximación para conseguir todo el potencial de las tecnologías en las escuelas” y Andreas Schleicher sostenía en su presentación que “los sistemas educativos deben encontrar formas más efectivas para integrar la tecnología en los procesos de enseñanza y aprendizaje. Deben proporcionar a los docentes con entornos de aprendizaje que apoyen las pedagogías del s.XXI y a los estudiantes con las habilidades necesarias para tener éxito en el mundo del mañana”.

Ni el titular de la noticia de la propia OCDE, ni lo dicho por Andreas Schleicher suena extraño a los docentes y profesionales de la educación que llevan décadas ocupándose de la relación entre tecnología y educación. No difiere en nada de la experiencia a pie de aula de muchísimos docentes, ni de lo que sostienen desde hace décadas profesionales como Michael Fullan y Neil Selwyn, por citar solo dos.

Aunque es cierto que faltan estudios cuantitativos que demuestren el impacto positivo o negativo sobre el uso de las tecnologías de la información sobre el aprendizaje parece haber un consenso claro entre la comunidad educativa, tras más de cuarenta años de ensayos y en muchas ocasiones fracasos, que el problema surge cuando pensamos que incorporar tecnologías en el aprendizaje es lo mismo que incorporar tecnologías en las aulas. Ya hemos dicho en numerosas ocasiones que no se trata de tecnificar las aulas sino escolarizar las tecnologías.

La situación, sin embargo, parece que ahora sí está cambiando. La combinación de años de investigación y práctica en el ámbito de las tecnologías educativas y la pedagogía. Los cambios producidos en las propias tecnologías (ubicuidad, conectividad, movilidad) pero también en la sociedad en general y en los profesionales de la educación y los centros educativos están provocando que hoy podamos hablar cada vez más de proyectos educativos que han comprendido que la transformación y el cambio deben ser algo sistémico.

Hemos aprendido de nuestros errores. Hemos aprendido que debemos hacer cambios simultáneos en las metodologías de aprendizaje y de enseñanza, en los currículos, en las maneras de evaluar, en las maneras de organizarnos y en las  liderar las escuelas, en la formación, en las tecnologías y en las infraestructuras (verInnovating Learning: Key Elements for Developing Creative Classrooms in Europe).

El resultado es que cada vez hay más proyectos de transformación educativa que están incorporando de manera natural las pedagogías activas y centradas en los alumnos y las tecnologías que nos rodean (ver por ejemplo los posts etiquetados bajo la categoría ABP del blog de Fernando Trujillo o el blog de educacontic por poner solo dos ejemplos).

El pasado 29 de junio, cuando se cumplían 9 años exactos de la salida a la venta del primer iPhone, mantuve una conversación con Elena Díaz Alejo de Samsung EspañaJosé Luis Fernández de INTEF y Mar Camacho de la Universitat Rovira i Virgili, tres de los responsables del proyecto Samsung Smart School. Uno de esos proyectos que han sabido entender qué es lo que hay que hacer y qué no para mejorar el aprendizaje con tecnología. Qué han sabido dar respuesta a preguntas del tipo: ¿cómo podemos mejorar la educación con las TIC ? o ¿cómo podemos repensar la educación en el contexto de las nuevas y poderosas tecnologías?.

Fue una buena oportunidad para hablar sobre pedagogías activas, ABP, tecnologías educativas y mobile learning y para mezclar miradas: la de una empresa tecnológica, la de la formación del profesorado y la de la investigación en pedagogía y en tecnologías educativas.

Afortunadamente el proyecto Samsung Smart School no es el único buen ejemplo que existe hoy. Hay muchos otros, llevados adelante por profesores individuales, por centros educativos y por organismos y instituciones que están trabajando en la misma línea. Y aunque la batalla por entender que en educación no hay recetas fáciles ni únicas no está ganada, el camino empieza a estar señalado.

Ahora entendemos mucho mejor lo que querían decirnos Jerome Bruner y Steve Jobs. Hoy todos tenemos asumido que la movilidad lo ha cambiado todo. Todos sabemos que “hemos cambiado para siempre la forma en que nos comunicamos, nos informamos, trabajamos, nos relacionamos, amamos o protestamos” (Manuel Castells). Que hemos cambiado para siempre nuestras formas de relacionarnos con el conocimiento y, en consecuencia, con el aprendizaje. Y que “la tarea de las nuevas generaciones es aprender a vivir no solo en el amplio mundo de una tecnología cambiante y de un flujo continuo de información, sino ser capaces al mismo tiempo de mantener y refrescar también nuestras identidades locales”, como dice también Bruner en La educación, puerta de la cultura.

Parece que por fin, estamos cerca de aquello que reclamaban Larry Cuban y Seymour Papert, de aquello que soñaba Alan Kay y de aquello que nos anticipó Jerome Bruner. Parece que por fin estamos cerca de la escuela tantas veces soñada por tantos. Parece que por fin estamos en el camino para responder afirmativamente a las preguntas de Richard Rorty: “¿podemos hacer mejor las cosas?, ¿puede nuestro futuro estar mejor hecho que nuestro presente?” (Esperanza o conocimiento. Buenos Aires. 1994 p.78).

 

Fuente del articulo: https://carlosmagro.wordpress.com/2016/07/02/puede-nuestro-futuro-estar-mejor-hecho-que-nuestro-presente/

Fuente de la imagen: https://carlosmagro.files.wordpress.com/2016/07/metropolis_1_1.jpg?w=610&h=352

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Pensar con las manos

“No es que aprendamos haciendo. Aprendemos haciendo y reflexionando sobre lo que hemos hecho”, dijo el filósofo y pedagogo John Dewey a principios del siglo XX.

Aprendemos reflexionando, investigando, probando hipótesis, contrastando datos, volviendo a hacer, reflexionando de nuevo, investigando más. Aprendemos problematizando la realidad. Aprendemos haciéndonos preguntas y buscando respuestas. Aprendemos equivocándonos.

Aprendemos cuando tomamos conciencia de lo que estamos haciendo y nos organizamos para conseguir mejores resultados. Aprendemos si el contenido se nos presenta de una manera organizada, en relación con nuestras experiencias y aprendizajes previos. Si responde a nuestros intereses, necesidades o problemas. Aprendemos si estamos suficientemente motivados. Aprendemos si el aprendizaje es significativo, diría David Ausubel. O situado y atento al contexto, diría Lev Vygotsky.

It is not that we learn by doing_Dewey

Aprendemos “por la vida a través de la vida”, decía el conocido lema del belga Ovide Decroly

Aprendemos integrando saberes, vinculando conocimientos, mezclando contenidos, aunando disciplinas.

Aprendemos combinando la actividad individual y la colectiva para generar proyectos, sostuvo el francés Célestin Freinet. “Sólo se puede saber algo en continuidad con el saber de otros y solo se pueden llevar a cabo nuevas prácticas y descubrimientos en cooperación con el hacer de otros,” ha escrito recientemente la filósofa Marina Garcés.

Clase de arte. Universidad de Iowa. 19 de mayo de 1932

Clase de arte. Universidad de Iowa. 19 de mayo de 1932

El principal objetivo de la educación es crear hombres capaces de hacer cosas nuevas y no simplemente de repetir lo que otras generaciones han hecho. Hombres que sean creativos, inventivos y descubridores”, sostenía por su parte Jean Piaget.

Aprender es crear. Crear es comprender afirmaron años después algunos de los herederos de Dewey y Piaget. “Estoy con Dewey, Montessori y Piaget cuando afirmaron que aprendemos haciendo y pensando sobre lo que hemos hecho“, escribió Seymour Papert en un interesante artículo titulado “Enseñar a los niños a pensar” (1980). El mismo Papert que, casi diez años antes, en 1972, había escrito junto con Cynthia Solomon 20 cosas para hacer con un ordenador (1972), en donde se quejaba de la timidez intelectual mostrada por la comunidad de los tecnólogos educativos incapaces de hacer algo distinto con los ordenadores de lo hecho en los últimos siglos.

¿Por qué no usamos los ordenadores para hacer algo?, se preguntaba Papert. Lo mismo que se preguntaba su colega en Xerox Park Alan Kay, quien también en 1972 había escrito el premonitorio artículo A personal computer for children of all ages, donde describía el Dynabook, una tablet avant la lettre antes incluso de que apareciesen los primeros ordenadores personales.

Con ese dispositivo Kay pretendía cambiar “la forma de educar. Ir más allá de la educación tradicional basada en la transmisión de datos y hechos para animar a los niños a observar el comportamiento del mundo real por ellos mismos. Hacer que profesores y padres vieran en éstos a seres que piensan y toman decisiones y no meros recipientes de información.

La gran ventaja de los ordenadores personales, del Dynabook, sostenía Alan Kaye era su capacidad de promover un aprendizaje activo frente a metodologías más tradicionales y pasivas.

“No hay nada más importante en la sociedad de hoy en día que la capacidad de pensar y actuar creativamente”, decía recientemente en una entrevista Mitch Resnick (Lego Papert Professor of Learning Research en el MIT), discípulo a su vez de Papert y de Kay.

El aprendizaje es un proceso “activo y creador. Aprender es exactamente el cambio que se hace constructivamente cuando afrontamos una situación nueva,” escribió el que es considerado como el padre de la metodología de proyectos.

William Heard Kilpatrick, como su maestro Dewey, mantenía que la educación no es un proceso que sirva de preparación para la vida futura, sino que es la vida misma, por lo que el aprendizaje, igual que la vida, debe surgir en respuesta a un propósito.

El “acto propositivo” que ocurre en un entorno social determinado era para Kilpatrick la unidad básica de aprendizaje en la escuela. Aprendemos, según él en respuesta a un proyecto determinado y en la resolución de un problema común. Aprendemos planteando, desarrollando y evaluando proyectos. Y mejor si esos proyectos nos son relevantes y responden a preguntas, problemas, situaciones que nos interesan. Un proyecto es un camino de aprendizaje desde la pregunta o el desafío inicial hasta el “producto” final.

Sobre Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP) conversé la semana pasada (25/5/2016) con Miguel Ariza, Ana Gregorio Álvarez y Javier Ramos Sancha. Los tres llevan años trabajando en las aulas con ABP pero también asesorando a otros docentes y a otros centros educativos e impartiendo formación sobre ABP.

Miguel Ariza dirige el departamento de  Orientación de Nuestra Señora de los Milagros (Algeciras, Cádiz), imparte formación sobre ABP y es cofundador de Conecta 13, empresa responsable de varios MOOCs para INTEF incluido uno sobre ABP y de un estupendo Canvas para diseñar proyectos que recomiendo.

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Ana Gregorio es maestra de Primaria y desde hace 8 años es Asesora de Formación en el Centro de Profesorado CEP de Almería donde trabaja con centros, equipos directivos y docentes en la implementación de proyectos de innovación educativa entre los que podemos destacar la Semana de los Proyectos.

Javier Ramos es maestro de inglés en Educación Primaria y Educación Infantil en el Colegio San Gregorio de Aguilar de Campoo en Palencia y trabaja desde años con TIC y Proyectos y entre ellos, desarrollando Proyectos e-Twinning. Escribe en este blog.

Con ellos tratamos de entender qué es el Aprendizaje Basado en Proyectos y qué no es ABP. ¿Cuáles son sus límites?, ¿cuáles sus fortalezas?, ¿cuáles son las principales dificultades a la hora de poner en marcha un proyecto de ABP en un aula, en un centro?. ¿Cómo se puede diseñar un proyecto? y ¿quién debe hacerlo?, ¿de dónde parten los proyectos?. ¿A qué deben responder? ¿a los intereses de los alumnos o al currículo? y, por tanto, les preguntamos ¿cómo integrar el currículo en el diseño de proyectos?, ¿cómo empezar?, ¿a donde recurrir? (sobre ABP hay muchos recursos en Internet).

Les preguntamos si hay edad para el ABP, si funciona mejor en una etapa educativa determinada o en todas.¿Cuáles son los efectos sobre el aprendizaje de los alumnos?, ¿qué diferencias se presentan en los alumnos que trabajan con método de proyectos respecto de quienes no lo utilizan?. ¿Hay estudios sobre el impacto del ABP en los aprendizajes?. ¿Cuál es el papel del profesor?, ¿cuál es el papel de la evaluación? y algo muy importante ¿qué otros cambios (organizativos, espaciales…) se deben producir en los centros educativos y en las aulas para trabajar por proyectos?.

Trujillo 2¿Qué aporta el aprendizaje basado en proyectos y cuáles son las principales dificultades?, se preguntaba hace unos años Fernando Trujillo en un post en el que presentaba un nuevo Curso de Formación del Profesorado online del INTEF (curso que hora está disponible en gratis y en abierto en la web del INTEF). “La pedagogía del proyecto se presenta como el mejor aprendizaje de la empresa“, dice Christian Laval y citaba Fernando Trujillo en un tuit durante el #direcTIC para preguntarse si ¿el ABP es para el trabajo o la vida?.

Clase de arte. Universidad de Iowa. 19 de mayo de 1932

Clase de arte. Universidad de Iowa. 19 de mayo de 1932

Personalmente disfruté mucho de la conversación. De su preparación previa, de las interacciones y las reacciones que hubo durante la misma y sobre todo de las consecuencias posteriores. Entre ellas no me gustaría terminar este resumen sin recuperar el excelente post que ha publicado mi amigo Fernando Trujillo en el Blog de educaconTIC titulado Contra el Aprendizaje Basado en Proyectos y en el que Fernando nos plantea dos grandes preguntas: 1.”¿Puede el ABP ser la estrategia formativa para el nuevo capitalismo como la instrucción directa lo fue para la economía industrial?” y 2. ¿puede el ABP ser una estrategia de emancipación y para la búsqueda de la felicidad?  

Fernando nos invita a repensar el Aprendizaje Basado en Proyectos para que se “convierta en una estrategia de emancipación y de transformación de la sociedad“. Nos invita a problematizar el ABP. No puedo estar más de acuerdo. Como no puedo estar más de acuerdo también con Antonio Lafuente cuando nos invitaba a aprender a trabajar en modo taller, es decir, “apostar por otros modos de hacer que minimizan la distancia entre el que enseña y el que aprende”, pero también a estar atentos a los monstruos del tallerismo y a mantener vivo el gesto crítico. Es decir, a problematizar el taller, a poner en cuestión “nuestros conceptos, nuestras prácticas, nuestros códigos o nuestras tecnologías.” A pensar con las manos.

Me gusta pensar, como les gusta pensar a Fernando y a Antonio y como dijo Françoise Giroud que “todos los días se pueden transformar las cosas.”

Os dejo con el vídeo de la sesión y con una cita de uno de nuestros principales pedagogos de principios del siglo XX, Manuel Bartolomé Cossío quien en un texto titulado El maestro, la escuela y el material de enseñanzadecía algo que me recuerda a los post de Fernando y de Antonio.

El hombre educado no es el que sabe, sino el que sabe hacer, y transporta, mediante la acción, a la vida las ideas. Y a hacer, solo se aprende haciendo, y a indagar y pensar, que es un hacer fundamental, pensando, no pasivamente leyendo, ni contemplativamente escuchando.

Fuente: https://carlosmagro.wordpress.com/2016/05/31/pensar-con-las-manos/

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Una escuela vinculada a la vida

Por CARLOSMAGRO

“Hace medio siglo, cuando los soviéticos nos superaron con el lanzamiento del Sputnik no teníamos ni idea de cómo íbamos a superarles en la carrera espacial hacia la Luna. Aún, no teníamos la ciencia y la NASA no existía. Pero la gran inversión que se hizo entonces en investigación y educación no solo nos permitió superar a los soviéticos sino que desató una ola de innovación que creó nuevas industrias y millones de nuevos puestos de trabajo”.

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“Ha llegado el momento Sputnik de nuestra generación. Hace dos años afirmé que teníamos que alcanzar un nivel de investigación y desarrollo no visto desde los tiempos de la carrera espacial. En unas semanas enviaré un presupuesto al Congreso que nos ayudará a cumplir con este objetivo. Vamos a invertir en investigación biomédica, en tecnologías de la información y en tecnologías limpias. Una inversión que incrementará nuestra seguridad, protegerá nuestro Planeta y creará un sin número de nuevos puestos de trabajo para nuestro pueblo.”

Con estos vehementes y patrióticos términos se expresaba Barak Obama el 25 de enero de 2011 durante su discurso a la Nación. Obama reclamó entonces un nuevo momento Sputnik para salvar al país y también ¡cómo no! para salvar de paso a todo el Mundo.

El momento Sputnik al que se refería Obama fue más conocido en su época como la crisis del Sputnik. El Sputnik fue lanzado al espacio el 4 de Octubre de 1957 convirtiéndose en el primer satélite artificial en la órbita terrestre. El problema, para Estados Unidos, es fue la Unión Soviética quien lo puso en órbita. A éste primer lanzamiento, le siguió el 3 de noviembre del mismo año, el Sputnik II, conocido por llevar por primera vez un pasajero, la perra Laika. Los lanzamientos de satélites soviéticos continuaron durante los siguientes años. La reacción por parte de Estados Unidos no se hizo esperar. La crisis del Sputnik provocó que Eisenhower incrementara notablemente la inversión en el programa espacial, creara la NASA y una agencia de proyectos de investigación y desarrollo (A.R.P.A) que en 1972 pasaría a llamarse D.A.R.P.A (Defense Advanced Research Projects Agency).

A.R.P.A. sería desde entonces la responsable de gran parte de la investigación en computadores. En 1969 se constituye la primera red científica y académica conocida como ARPANET, antecedente directo de Internet.

circa 1934: Shoppers admiring a fortune-telling robot at Selfridges Store, London. (Photo by London Express/Getty Images)
circa 1934: Shoppers admiring a fortune-telling robot at Selfridges Store, London. (Photo by London Express/Getty Images)

En ese mismo discurso a la nación Obama también habló de “ganar el futuro” y de ganar la carrera por la educación proponiendo la creación de una agencia especial para la educación llamada ARPA-ED, un guiño a la historia que dejó intranquilos a más de uno y que en el borrador de los presupuestos para 2015 ha supuesto una partida de 50 millones de dólares de los 2.900 millones previstos para STEM.

La crisis del Sputnik puso en evidencia un retraso científico frente a la Unión Soviética y las carencias, por tanto, de la formación científica y cuestionó la enseñanza de las ciencias, abriendo un debate para cambiar tanto los curriculums como las metodologías o quiénes debían recibir formación científica.

Han pasado casi 60 años del lanzamiento del Sputnik pero desde hace al menos una década vivimos de nuevo muy preocupados por la escasez de personas formadas en ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM usando el acrónimo en inglés). El argumento de la brecha en competencias STEM (STEM Skills Gap) recorre los despachos de los gobiernos. Los principales países occidentales abogan de nuevo hoy, como hace 60 años, por una modernización de la enseñanza de las ciencias en los centros escolares, que sirva para motivar a un mayor número de estudiantes a seguir carreras de ciencias.

Ilustración de un libro infantil. Owen Davey
Ilustración de un libro infantil. Owen Davey

En la Unión Europea, la Estrategia Horizon 2020 dedica un capítulo especial a la ciencia bajo la rúbrica de Ciencia por y para la sociedad con el que se pretende involucrar a la sociedad en la ciencia y en las actividades de investigación e innovación; incrementar el acceso a los resultados de la investigación; asegurar igualdad de género; tener en cuenta la dimensión ética en la ciencia y promover la educación formal e informal en ciencia. Este último punto busca hacer las carreras de ciencia atractivas a los jóvenes y de paso aumentar sensiblemente el nivel de alfabetización científica de la sociedad en general.

El debate, como no podía ser de otra manera, es intenso, abierto y lleno de matices. No falta quien considera que no existe tal brecha y que la carencia de personas formada en ciencia y tecnología no deja de ser un mito.

En la misma década de los años 50, en concreto el 7 de mayo de 1959 en Cambridge, C.P Snow impartió una conferencia titulada Las dos culturas, en la que sostenía que la “ruptura de comunicación entre las ciencias y las humanidades y la falta de interdisciplinariedad es uno de los principales inconvenientes para la resolución de los problemas mundiales.” Desde entonces, son miles las páginas que se han escrito sobre el tema de la incomprensión entre ciencias y letras. El texto tuvo y sigue teniendo muchos críticos pero no dejaba de plantear una cuestión real que lejos de solucionarse para que ha ido a más. No parece que hayamos avanzado mucho. La escuela de hoy con una estructuración del conocimiento muy fragmentario y curricular y una organización departamental parece sigue respondiendo en muchos casos a una visión del mundo escindida al menos en dos culturas. Muy lejos en todo caso de las necesidades multidisciplinares que exigen los problemas actuales.

Laboratorio de ciencias hacia 1950
Laboratorio de ciencias hacia 1950

En los últimos años, uno de las derivadas de las políticas STEM ha sido la incorporación de la A de Arts (STEAM) como medio para fomenta la creatividad y desde ahí favorecer la innovación que esperamos traigan las políticas STEM. Un intento quizá de superar la división entre las dos culturas que señalaba Snow y de ir más allá de la cerrada división de materias para de adecuarnos a lo que entendemos hoy por aprender y educar.

Hoy cada vez es más claro que aprender es adquirir competencias que nos sirvan para interpretar y dar sentido al mundo que nos rodea. Interpretar el mundo es una tarea compleja que nos pide poner sobre la mesa muchos y diversos conocimientos (no solo de un tipo); nos demanda mezclar espíritu crítico y constructivo; y nos exige mucha capacidad de trabajo en equipo. Como dice Daniel Innerarity, debemos ser conscientes de nuestros no-saberes. Debemos asumir que progresamos, más que aumentando nuestros conocimientos, aprendiendo a gestionar el desconocimiento en sus diversas manifestaciones: inseguridad, verosimilitud, riesgo e incertidumbre. Aprender hoy es aprender a gestionar incertidumbres.

Educar, por su parte, dice José Manuel Pérez Tornero, “es informar, formar, conformar, transformar, trasladar, difundir, divulgar, aprender, enseñar a aprender, aprender a enseñar, aprender a aprender. No importan tanto los objetos de conocimiento, como los procesos. No importan tanto los procesos como los métodos. No importan tanto los métodos como los sistemas. No importan tanto los sistemas como los contextos. Y lo importante es crear y proporcionar oportunidades para el aprendizaje, para el diálogo creativo y educativo. Critico y constructivo.”

PerezTornero
PerezTornero

Ayer, en el marco de los #direcTIC mensuales de Educalab (Ministerio de Educación), tuve la suerte de poder conversar durante una hora con Neus Sanmarti. Neus lleva toda una vida vinculada a la educación y a la ciencia. Hace años que decidió aprender ciencias y enseñar ciencias.

Es Doctora en Ciencias Químicas, Profesora emérita de la Universidad Autónoma de Barcelona y Catedrática de Didáctica de Ciencias Experimentales. Durante años fue también directora del Instituto de Ciencias de la Educación (ICE) de la Universidad Autónoma de Barcelona. Entiende la didáctica de las ciencias como una manera de provocar un aprendizaje significativo que responda a los cambios que se están produciendo en la ciencia, en la sociedad y en las maneras de aprender y enseñar. De aprender y educar.

En 2007 publicó un excelente libro, cuya lectura recomiendo, titulado 10 ideas claves. Evaluar para aprender en el que, entre otras cosas, sostenía que aprender es revisar las maneras en las que hacemos las cosas y que en ese sentido la reflexión y la evaluación son el motor del aprendizaje; que la finalidad de la evaluación es la regulación tanto de la enseñanza como del aprendizaje; que lo más importante es aprender a autoevaluarse y que evaluar es una condición necesaria para mejorar la enseñanza (puedes ver aquí y aquí un resumen).

Ayer con Neus, hablamos del Sputnik y me hubiera gustado también hablar con ella de coches voladores y tecnologías poéticas, pero no encajó. Hablamos, claro, de didáctica de la ciencia y de las políticas STEM vistas desde la escuela y desde los especialistas precisamente en didáctica de la ciencia. Nos habló de la importancia de promover el interés por las ciencias pero también de los recelos existentes antes unas iniciativas que surgen en su mayoría fuera de la Escuela, desde la industria, fundaciones privadas y gobiernos y que tienen, para algunos, un enfoque excesivamente utilitarista y economicista. Hablamos también del impulso actual hacia un aprendizaje de la ciencia mucho más centrado en hacer, construir e inventar y no solo en adquirir conocimientos.

Hablamos de competencias, de transversalidad y multidisciplinariedad y, por tanto, de aprendizaje basado en proyectos. Le preguntamos si estábamos preparando a los alumnos a abordar problemas complejos. Y hablamos de cambio educativo y de las dificultades para cambiar las prácticas del aula. De la importancia de los primeros años de práctica docente. Hablamos también de competencia científica y de la importancia de aprender a hacerse preguntas y desarrollar el pensamiento crítico. De la capacidad de evaluación y de reflexión. Y la necesidad de contextualizar los aprendizajes para vincularlos a la vida. También de lectura y de la importancia de leer para aprender ciencias.

Diapositiva1
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Y terminamos hablando de la situación actual de la educación que ella considera positiva (se ha producido un giro importante en los dos últimos años, sostiene) y de la escuela del futuro que debe ser ante todo una escuela muy relacionada con la comunidad. Una escuela que atienda a sus contextos y que esté integrada con su entorno. Una escuela que sea crítica pero no esté aislada. Que responda a las necesidades de la comunidad. Que sirva para resolver los problemas de la vida. Una Escuela, en definitiva, vinculada a la vida. Una escuela, si me permiten, muy deweyana: “¿Aprender? sí, pero antes que todo vivir. Aprender a través y en relación con la vida.”

Os dejo el vídeo de la conversación. Aprovecho para agradecer a Neus Sanmarti que aceptara conversar con educacontic.

Fuente: https://carlosmagro.wordpress.com/2015/12/24/una-escuela-vinculada-a-la-vida/

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Educación y personalización

A fuerza de asimilar muchas voces va apareciendo una voz personal, dice Enrique Vila-Matas a Jordi Corominas en esta entrevista.

Lo personal es humano, la personalización no. Así de contundentes se muestran David Weinberger y Doc Searls en su nueva versión del influyente Manifiesto Cluetrain. En ese mismo tono se expresaba Audrey Watters en The problem with Personalization: “Personalized learning isn’t personal learning”, que podríamos traducir como “aprendizaje personalizado no es aprendizaje personal.”

A classroom scene with teacher Mabel Adams and students. circa 1898-1899

La personalización es, sin duda, una palabra de moda. No hay actividad, servicio o producto que no reclame hoy su cuota de personalización. En el ámbito de la educación, además de estar de moda, es importante. Parece impensable hablar de educación y no hacerlo de personalización. Ministros, políticos, profesores, académicos, expertos, empresarios y emprendedores, no estoy tan seguro sobre los alumnos, reclaman como suyo el discurso de la personalización.

Pero ¿qué entendemos por aprendizaje personalizado?. ¿Es lo mismo aprendizaje personalizado que enseñanza personalizada o que educación personalizada? ¿Es posible una educación personalizada en el marco de la educación obligatoria? ¿Es posible una educación que garantice la igualdad y sea personalizada al mismo tiempo? ¿Es compatible la personalización con el aumento de las ratios alumnos/profesor?

¿Cuál es la relación entre eficiencia y personalización? ¿De quién es hoy la agenda de la personalización? ¿A quién beneficia? ¿Qué papel desempeña en esto la tecnología? ¿Apostar por la personalización nos pone en suerte de las empresas tecnológicas? ¿O en manos de los adláteres del Big Data?

¿Es la personalización una tarea individual o una empresa colectiva? ¿Es lo mismo personal que individual? ¿y aprendizaje personalizado que aprendizaje individualizado? ¿Se puede aprender sin otros? ¿Cuál es la relación entre personalización y diversidad? ¿Nos lleva la personalización en brazos de la desescolarización? o, por el contrario, ¿en la Era de la personalización necesitamos más que nunca de la Escuela?.

No son pocos quienes como Michael Feldstein afirman que en realidad la personalización del aprendizaje no significa nada, que es un término redundante. Aprender es hacer nuestro algo, asimilar una experiencia, un hecho o un dato. Por lo que todo aprendizaje es personalizado. Pero no toda educación es personalizada y no toda la enseñanza es personalizada. Quizá sea de esto de lo que estamos hablando. De enseñanza personalizada. De educación personalizada.

Personalización parece ser lo opuesto a estandarización. Y su bandera se enarbola casi siempre contra un supuestamente homogéneo sistema educativo tradicional, un modelo de educación industrial, fabril, prusiano dicen unos, transmisivo otros. Una educación bancaria como la definió Paulo Freire y que aún hoy predominaría en la mayoría de las aulas del mundo. Pero de nuevo el problema es que tampoco parece que tengamos claro qué significa educación industrial. La educación fabril, como bien nos ha explicado Mike Caulfield, fue en realidad una respuesta al interés por la educación personalizada.

Horace Mann School for the Deaf records. ca 1890-1900

Horace Mann School for the Deaf. ca 1890-1900

Siempre hemos querido personalizar la educación. En 1905, John Dewey ya criticaba “la pasividad de actitudes, la masificación mecánica de los niños, la uniformidad en el programa escolar y en el método.” Y señalaba que el problema estaba en que “el centro de gravedad está fuera del niño, que está en el maestro, en el libro de texto, … por todas partes donde queráis, excepto en los niños y en las actividades inmediatas al niño.”

El pensamiento de Dewey inspiró el movimiento de reforma educativa de principios del s. XX que buscó la personalización del aprendizaje a través de dos grandes corrientes. Por un lado los que pretendían preparar mejor a los jóvenes para el mundo laboral aumentando la eficiencia en los procesos de aprendizaje; por el otro, aquellos preocupados por una enseñanza centrada en los alumnos, en grupos pequeños y con un aprendizaje individualizado. Dos tendencias, que volvieron a ser protagonistas en las décadas de los 60s y 70s, y que han perdurado hasta hoy como bien ha explicado Larry Cuban.

En 1996, el Informe Delors, insistía en la necesidad de la personalización: “la educación tiene la misión de permitir a todos sin excepción hacer fructificar todos sus talentos y todas sus capacidades de creación, lo que implica que cada uno pueda responsabilizarse de sí mismo y realizar su proyecto personal”.

La historia de la reforma educativa de los últimos 100 años es, de hecho, el intento de aunar personalización y socialización. Deberíamos ser capaces de reconciliar los ideales individuales con los institucionales, decía Dewey en su Credo pedagógico. La “socialización de cada individuo y [el] desarrollo personal no deben ser dos factores antagonistas. Hay pues que tender hacia un sistema que se esfuerce en combinar las virtudes de la integración y el respeto de los derechos individuales”, afirmaban por su parte en el citado Informe Delors.

Printing, teacher, Miss Christine Kincaide. Horace Mann School. 1891

Printing, teacher, Miss Christine Kincaide. Horace Mann School. 1891

Para el Glossary of Education Reform, el término personalización se refiere “a una amplia variedad de programas educativos, experiencias de aprendizaje, métodos de enseñanza y estrategias de apoyo académico que tienen por objeto atender las diferentes necesidades de aprendizaje, intereses, aspiraciones y antecedentes culturales de los estudiantes individuales.”

Así entendida, la personalización nos obligaría a repensar el sistema educativo. Muchos de los elementos básicos de la educación tradicional: la escuela, el año escolar, la clase, la estructuración por edades, la lección, la pizarra y el profesor delante de una clase de treinta niños, se han convertido en obstáculos para el aprendizaje personalizado.

La educación personalizada nos devuelve al intenso debate sobre la escolarización obligatoria que tuvo lugar en las décadas de los 60’s y 70’s (Jon Igelmo). En estos últimos años los movimientos críticos con el sistema educativo han cobrado de nuevo protagonismo, aunque quienes ahora defienden su disminución o su desmantelación distan mucho de ser un grupo homogéneo. En sus filas encontramos desde las propuestas de laecopedagogía de Richard Khan a las iniciativas de emprendedores e inversores como Peter Thiel y sus becas que promueven el abandono de los estudios universitarios.

De los 6 posibles escenarios de futuro para la educación identificados por la OCDE en 2001, dos planteaban una continuación de los modelos existentes (Mantenimiento del status-quo), otros dos preveían un fortalecimiento de las escuelas (Re-escolarización) y los dos últimos pintaban un futuro con un descenso significativo del protagonismo de las mismas (Desescolarización). No son pocos los que desde la defensa de la personalización sostienen en realidad una profunda crítica al sistema educativo obligatorio que ha caracterizado las últimas décadas.

Algunos autores llevan tiempo señalando que el principal riesgo de la personalización es el aumento de la desigualdad. Para Charles Leadbeater “la personalización es una potente pero controvertida idea, que podría ser tan influyente como la idea de privatización lo fue en los 80’s y 90’s para la remodelación de los servicios públicos en todo el mundo.”

Horace Mann School for the Deaf. 1893

Horace Mann School for the Deaf. 1893

La educación personalizada y la equidad sólo serán compatibles cuando los recursos estén disponibles de manera equitativa. Cuanta más personalización introduzcamos en el sistema más recursos públicos deberemos invertir para compensar las desigualdades.

Trabajar por la personalización nos exige asegurar no solo la disponibilidad de los recursos en los contextos escolares sino sobre todo en los entornos familiares y sociales. Algo que, por cierto, ya señaló hace años Pierre Bourdieu (Bourdieu, Pierre & Passeron, Jean-Claude. Los herederos) y que, como nos han recordado hace muy poco Joaquín Rodríguez hablando de Alemania y Kavya Vaghul sobre Estados Unidos, sigue siendo un tema importante.

Una de las principales razones que explica el interés en los últimos años por la personalización es el fuerte desarrollo de las tecnologías de la información. Si, hasta ahora, hablar de educación personalizada, más allá de la que podía suceder en un aula entre un alumno y un profesor, era algo que caía más bien del lado de la utopía, la transformación que estamos experimentando en el ámbito de la producción y difusión del conocimiento hacen que, por primera vez, parezcan alcanzables algunos de los retos históricos de la educación como la personalización (Horizon 2015). Una de las frases más escuchadas en los últimos tiempos es que “la tecnología puede ayudar al sistema educativo a ir más allá del modelo fabril de educación y empoderar a los estudiantes, profesores y padres mediante un aprendizaje personalizado”. Una vez más la tecnología es vista como la palanca para el cambio educativo. En este caso, a través de la personalización y el aprendizaje centrado en el alumno.

Los defensores de la personalización a través de la tecnología sostienen principalmente dos argumentos: el itinerario y el ritmo: Los alumnos aprenderían más, nos dicen, si tuviesen más control sobre lo que aprenden (su itinerario de aprendizaje) y sobre cuándo y a qué velocidad aprenden (su ritmo de aprendizaje).

Para muchos, la personalización está vinculada a los dispositivos y a los datos. Y su fortaleza se encuentra en la capacidad para analizar esos datos. Algo que, de hacerlo, dicen sus defensores, nos permitiría no solo mejorar el proceso de aprendizaje individual sino también el colectivo (el aula, la escuela, el sistema educativo).

Michael Fullan y Katelyn Donnelly mantienen que el concepto y la práctica extrema de la personalización podríaacarrear el riesgo de limitar nuestra exposición a lo diverso y lo extraño. La personalización sería a la larga limitadora e iría en contra de aquello que parece que más necesitemos en estos momentos: capacidad de reconocer e integrar lo diferente, lo distinto, lo variado, lo extraño y lo periférico.

Classroom of Miss Kate Hobart. 11 de noviembre de 1892

Classroom of Miss Kate Hobart. 11 de noviembre de 1892

Tampoco todo el mundo parece estar de acuerdo sobre los beneficios de que sean los alumnos los que elijan qué y a qué ritmo aprender. Benjamin Ryley nos recordaba que el conocimiento es acumulativo y que los alumnos deben saber ciertas cosas antes de embarcarse con otras nuevas. Sería un error “colocar a los niños ante la responsabilidad de fijar la velocidad de su aprendizaje, sobre todo durante los primeros años de su educación. ”

Y no son pocos los que mantienen que con el aprendizaje adaptativo no estamos realmente desafiando ni los objetivos, ni el curriculum de la educación tradicional. Tan solo estamos conduciendo a los estudiantes hacia esos objetivos de una manera más eficiente.

Y aunque nos faltan datos concluyentes sobre su impacto real sobre el aprendizaje, tampoco parece que éste mejore. Sus críticos sostienen que el aprendizaje adaptativo funcionan bien con el conocimiento procedimental pero no con el declarativo, ni con el desarrollo del pensamiento estratégico ambos imprescindibles en la sociedad de hoy. El debate es intenso (aquí, aquí, aquí y aquí) y nos recuerda que en educación nada es blanco o negro, que debemos buscar el tono de gris adecuado para cada contexto y que más que respuestas debemos ser capaces de hacernos buenas preguntas.

Charles Leadbeater sostiene que la única manera de plantearnos una alternativa al aprendizaje tradicional radica en ser capaces de combinar las agendas de la personalización, la colaboración entre centros y la implicación de la comunidad educativa. “La personalización a través de la participación hace posible la conexión entre lo individual y lo colectivo al permitir a los usuarios una participación más directa, informada y creativa en reescritura del guión mediante el cual el servicio que utilizan está diseñado, planificado, servido y evaluado.”

Por su parte, Jim Devine afirma que en 2030seguiremos viviendo, como hoy, en una cultura de la escuela porque nos habremos dado cuenta de la importancia de estar juntos físicamente en un mundo por otro lado hiperconectado, donde mucho de lo que haremos como individuos o como grupos no estará unido a ningún sitio concreto ni tampoco limitado a un tiempo determinado.” La individualización, continua Devine, “será una realidad en todas las facetas de la vida, y para nuestros hijos significará un plan de estudios personalizado con énfasis en la motivación a través del aprendizaje activo y experimental, combinando actividades individuales y en equipo”.

El paradigma del aprendizaje del futuro será altamente personalizado pero también altamente social al menos durante los años críticos del desarrollo de los niños”, algo que él llama aprendizaje personalizado pero juntos.

Classroom of Mabel Adams with 9 Children. ca 1890-1900

Classroom of Mabel Adams with 9 Children. ca 1890-1900

Sanna Jarvela, por su parte, distingue entre personalización e individualización, sosteniendo que personalización no es lo opuesto a aprendizaje social.

El término como vemos es complejo y polisémico. No significa lo mismo para todos. Es muy probable que tú y yo no queramos decir lo mismo cuando hablamos de personalización. De hecho puede significar casi cualquier cosa y el problema con los términos que pueden significar cualquier cosa es que corremos el riesgo de que al final no signifiquen nada. O, peor, que no sepamos qué quieren decir nuestros interlocutores y malinterpretemos su mensaje. De ahí la importancia de hacernos preguntas. De ahí la necesidad de no aceptar sin más los discursos y de acercarnos siempre con una mirada crítica que atienda a las aristas y a los detalles.

La personalización, entendida como una educación centrada en cada alumno, ha sido practicada siempre por los buenos profesores. Quién puede sostener que el aprendizaje no necesita estar centrado en el alumno y responder a sus demandas y necesidades y atender a las diferencias y a la diversidad. Quién no va a estar de acuerdo con la afirmación de que el aprendizaje tiene que ser una experiencia personalizada y no estandarizada y que los alumnos tienen que ser dueños de su propio aprendizaje.

Pero la agenda de la personalización tiene problemas sin resolver: semánticos, tecnológicos e incluso pedagógicos. Mal usada puede ser un arma de doble filo y el riesgo de que el discurso de la personalización provoque una fractura social y un aumento de la desigualdad es demasiado alto para no considerarlo. Al final, la pregunta que debemos hacernos es qué tipo de educación queremos y para qué.

Debemos preguntarnos si queremos un sistema que responda a lo que nos diferencia o uno construido sobre lo que tenemos en común. Si queremos un sistema que responda no solo a lo que pasa sino sobre todo a lo que nos pasa (Antonio Lafuente).

Early grade classroom scene with teacher Kate Hobart and students. 1904

Early grade classroom scene with teacher Kate Hobart and students. 1904

Pensemos en la Escuela como un lugar donde nuestros hijos van a aprender con los demás. Como un lugar de ciudadanía y un lugar para la innovación social. Pensemos en la educación no sólo como una inversión en busca de eficiencia sino como la mejor manera para que un alumno sea en el futuro un buen ciudadano. Luchemos por salvaguardar los valores primordiales de la equidad, la accesibilidad y la responsabilidad social. Trabajemos por un Escuela centrada en los alumnos, con un aprendizaje personalizado pero colectivo.

Trabajemos por la personalización sí, pero juntos y para todos.

Todas las fotos pertenecen al archivo de la Ciudad de Boston y provienen del Commons de Flickr de la Escuela Horace Mann para sordos, fundada en 1869 con el objetivo de dar una educación de calidad a las personas sordas y con dificultades de audición. En la actualidad sigue funcionando.

Todas las fotos tienen una licencia Creative Commons de reconocimiento.

Este artículo se publicó originalmente en el Boletín Scopeo nº105 en septiembre de 2015

Fuente: Educación y personalización

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Evaluar para aprender

Aunque la finalidad de la enseñanza es que los alumnos aprendan, la dinámica de las instituciones hace que la evaluación se convierta en una estrategia para que los alumnos aprueben,” afirmaba hace unos años Miguel Ángel Santos Guerra en un recomendable texto titulado 20 paradojas de la evaluación.

Puestos ante la disyuntiva de elegir entre aprobar o aprender (Elena Cano), la práctica totalidad de nuestros alumnos optaría por aprobar y después, si se puede, aprender.

No es lo mismo evaluar que examinar, ni evaluar que calificar. Evaluar con intención formativa no es igual a medir ni a calificar, ni tan siquiera a corregir. Evaluar tampoco es clasificar ni es examinar ni aplicar tests (Juan Manuel Álvarez Méndez). Hemos confundido, en demasiadas ocasiones el acto de aprender con el de aprobar exámenesAprender no es aprobar exámenes.

Sabemos que la evaluación no sólo mide los resultados, sino que condiciona profundamente lo qué se enseña y cómo se enseña y, por tanto, determina qué aprendemos y cómo aprendemos (Neus Sanmartí) y puede limitar o promover los aprendizajes efectivos (Gordon Stobart) y profundos. Cómo estudia (aprende) unalumno (Pedro Morales) depende de cómo pregunta el profesor, depende en última instancia de la evaluación esperada por el alumno.

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No son pocos los profesionales de la educación que sostienen, desde hace años, que la clave para la transformación educativa radica en modificar nuestra manera de evaluar: revisando cómo evaluamos, repensando los objetivos de la evaluación, fomentando una evaluación formativa y experimentando con nuevas maneras de evaluar.

En este contexto, deberíamos preguntarnos si hacemos las cosas que hacemos porque estamos convencidos de que son mejores para nuestros alumnos o porque son más fáciles para nosotros.

Estamos seguros de que aprenden más cuando les ofrecemos a todos lo mismo, con un curriculum normalizado y dividido en materias; cuando solo nosotros decidimos lo qué deben aprender y cómo lo deben aprender; cuando ignoramos su voz y no les dejamos espacio para decidir sobre su aprendizaje; cuando les evaluamos a todos de la misma manera; cuando ignoramos o prohibimos en clase la tecnología con la que viven a diario.

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El aprendizaje no es solo una cuestión transmitir información. No se trata de verter información en la cabeza de nuestros alumnos. Aprender es un proceso activo. Construimos nuestro entendimiento del mundo mediante la exploración activa, la experimentación, la discusión y la reflexión. No adquirimos ideas. Las construimos (Mitchel Resnick).

Aprender hoy es ser capaces de buscar, recopilar y filtrar datos. Es ser capaces de trabajar colaborativamente, compartir y comunicar (Lafuente, Alonso y Rodríguez). Aprender hoy es aprender a pensar, hacer y conectar. Aprender hoy sería entonces aprender a editar. Aprender es también explicar, argumentar, preguntar, deliberar, discriminar, defender tus propias ideas y creencias. Aprender es aprender a evaluar.

Cada vez que evaluamos deberíamos preguntarnos cuál es la finalidad de esa evaluación y si es adecuada para esa finalidad. Deberíamos preguntarnos cuáles son las consecuencias, pretendidas y no pretendidas, de esa evaluación.

¿Qué ocurriría si en lugar de exigirles que repitan lo que han memorizado, les pidiéramos que resolvieran problemas, realizaran proyectos significativos y nos demostraran su autonomía y su sentido crítico?. ¿Qué ocurriría si en lugar medir la adquisición de conocimientos que quedarán obsoletos rápidamente les evaluáramos por su capacidad de aprender a aprender y trabajáramos para favorecer grandes capacidades que puedan recrearse, adaptarse y actualizarse a lo largo de la vida?.

¿Qué ocurriría si les permitiésemos poner en práctica estrategias de autoevaluación, coevaluación y de evaluación entre iguales? ¿Qué ocurriría si les evaluásemos por su capacidad para transformar sus entornos?, ¿por su capacidad para transformar la sociedad?. ¿Qué ocurriría si evaluásemos su capacidad para pensar, construir y conectar?. ¿Si evaluásemos su criterio y su capacidad para evaluar lo incierto?. ¿Qué ocurriría si evaluásemos su capacidad para vivir y trabajar en la incertidumbre?

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Nuestro objetivo debe ser potenciar la capacidad creadora y de innovación, la creatividad y la imaginación de nuestros estudiantes a través de la reflexión sobre sus propios procesos de aprendizaje. Desarrollar su autonomía e independencia, su espíritu emprendedor, su capacidad para gestionar proyectos y resolver problemas. Su capacidad de análisis, organización, gestión y toma de decisiones. Sus habilidades para trabajar tanto individualmente como de manera colaborativa dentro de un equipo. Su capacidad de gestión de riesgos y de manejo de la incertidumbre.

Sabemos que la evaluación debe estar diseñada en relación con los objetivos y los resultados de aprendizaje buscados. Ha de ser coherente con la metodología. Debe estar vinculada al nivel de contenidos trabajado y responder a criterios relevantes y transparentes. Debe promover el que los estudiantes respondan a situaciones contextualizadas, resuelvan problemas, tomen decisiones y realicen proyectos reales.

La evaluación tradicional responde con agilidad al reto de las competencias específicas, en tanto que apenas puede atender a las competencias transversales o genéricas, aquellas que nuestros estudiantes necesitan para convertirse en ciudadanos del siglo XXI, para participar en la sociedad de la información, para participar y sobrevivir en un proceso de globalización nunca antes vivido en este planeta.” (Elena Cano)

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Nuestro desafío es saber hacer todo esto. Crear instrumentos de evaluación más versátiles que sean capaces de reconocer las competencias específicas y las transversales. Tenemos que diversificar también los agentes que intervienen en la evaluación, de modo que los estudiantes participen y se puedan poner en práctica estrategias de autoevaluación y de evaluación entre iguales.

Debemos ser capaces de hacer visibles no solo los aprendizajes formales sino también los aprendizajes informales y los no formales.

Debemos hacer uso de opciones como los portafolios, las dianas de evaluación, las rúbricas, las entrevistas en profundidad y explorar nuevos formatos como los microcertificados, los pasaportes de habilidades, las credenciales basadas en competencias, el reconocimiento entre pares, las insignias digitales, las huellas digitales.

Debemos ser capaces de evaluar si hemos formado personas independientes que pueden adquirir, retener, recuperar y aplicar nuevos conocimientos por sí mismos. Si hemos formado personas a prueba de futuro(Cristóbal Cobo), es decir, si les hemos preparado para “habitar en la incómoda e incierta pero fértil condición de la duda” del que habla William Deresiewicz.

Al final, un buen sistema de evaluación será aquel “del que el estudiante no puede escapar sin haber aprendido.” Será aquel que evalúa para aprender. Y en el que aprendemos para evaluar.

Fuente: https://carlosmagro.wordpress.com/2016/05/05/evaluar-para-aprender/

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