El virus de la desigualdad viaja en moto: reflexiones a más de seis meses del primer caso

Por: Facundo Di Vincenzo

Historia de un virus que muta

Desde que los europeos se lanzaron al mar, allá por el 1400, comenzó a llegar a las costas del sur del planeta un virus, mezcla de ambición, ansiedad, violencia, traición y, por sobre todas las cosas, explotación de “los otros” no europeos. Hoy en el 2020 y tras un sinfín de mutaciones, el virus parece renacer con más fuerza que antes, con más velocidad, aprovechándose una vez más, de las coyunturas, contextos, circunstancias.

Hay cada vez menos dudas entre los que estamos “en el conurbano del mundo”, que la idea de la globalización con su conectividad “sin fronteras” es un fábula más, de una larga lista de fábulas para nosotros, tales como: la idea de raza, el evolucionismo, la idea fuerza de orden y progreso, el desarrollismo, la revolución tecnológica y de las telecomunicaciones, la idea de vivir en una aldea global, etc…

Entre los historiadores (y también entre los religiosos o creyentes en un más allá) siempre se escucha la frase “el tiempo acomoda todo”. A fines del 2019 comenzó a expandirse el virus Covid 19. En poco más de seis meses la mayoría de los países del mundo estuvieron en cuarentena y nuevas fábulas fueron difundidas en todo el planeta.

“Todos estamos afectados”, “El virus no mira clases sociales”, “el virus ha homogeneizado el mundo” y otras tantas fantasías más. La Civilización Occidental de la OTAN, con los sajones a la cabeza como siempre (EEUU-Gran Bretaña), intentó por todos los medios correr los cadáveres debajo de alfombra. Primero acusaron a China y Rusia, luego minimizando los efectos del virus ridiculizando a la Organización Mundial de la Salud.

Otros estados, más educados, pero no por ello menos cínicos, optaron por salvar la economía del colapso reduciendo la cuarentena al mínimo posible. Plantearon incluso, un debate bobo por lo inhumano: economía vs salud. En realidad, estas fábulas esconden un problema profundo, vinculado a los Estados neoliberales y las transnacionales.

Estos Estados, desde mediados de los años ochenta se fueron desprendiendo de áreas fundamentales de servicios públicos, desguazando instituciones tradicionales, laboratorios, y demás organismos de salud pública, acciones que hoy tienen consecuencias tremendas en para los sectores sociales más pobres de Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia, España, Italia.

Las revueltas de las minorías en Francia (por Adama Traoré) y Estados Unidos (por el asesinato de George Floyd) son revueltas raciales -claro está-, pero seríamos ingenuos si no las relacionaríamos con la cantidad de muertes que han tenido estos sectores en relación proporcional con las muertes por Covid 19 de los otros sectores “blancos” y con más poder adquisitivo.

De lo virtual a lo real. Vencedores y vencidos

El Papa Francisco en su encíclica Laudato Sí´ del 24 de marzo de 2015 afirma que “La verdadera sabiduría, producto de la reflexión, del dialogo y del encuentro generoso entre las personas, no se consigue con una mera acumulación de datos que termina saturando y obnubilando, en una especie de contaminación mental”.

“Al mismo tiempo, tienden a reemplazarse las relaciones reales con los demás. Con todos los desafíos que implican, por un tipo de comunicación mediada por internet. […] y así suelen generarse un nuevo tipo de emociones artificiales”, añadía.

El filósofo y ensayista italiano Diego Fusaro, en un reciente texto titulado “Capitalismo Viral”, sostiene que: “el capitalismo se basa en una antropología “indisociable” (Kant), basada en el distanciamiento del otro con respecto de cualquier vínculo que no sea el mero nexo del dinero (Carlyle). Podemos afirmar con razón que el coranavirus ha confirmado y reforzado esta tendencia.”

En consecuencia, ¿hay vencedores en esta pandemia? Aparentemente sí, el capital transnacional, en especial, los gigantes del comercio electrónico y las industrias farmacéuticas. Me interesa aquí abordar los efectos de lo que llama Diego Fusaro, “El capitalismo viral”.

El 8 de mayo la empresa Mercado Libre anunció que en el primer trimestre del año tuvo ingresos por 652 millones de dólares, un 37% más que en el mismo período del año anterior. Las multinacionales de internet (el “websoft”) ocupan el primer renglón entre los grandes vencedores. Las ventas en el sector, entre ellas Amazon -que representa más de un tercio-, aumentaron en 17,4% y el beneficio neto en 14,9%.

Mientras, el pago por medios electrónicos (Visa, Mastercard, etc.) creció en un 4,7%. Al mismo tiempo, el volumen de negocios para las multinacionales farmacéuticas (Bayer, Pfizer, Abbott, Merck, Roche, Novartis, entre otras) aumentó un 6,1%, mientras que el beneficio neto creció de un 20,5%.

¿Y los vencidos? En principio, en nuestra región los sectores sociales que pueden aprovechar la bondades del comercio electrónico no son los mayoritarios, por varias razones: los costos del envió son elevados, y son recurrentes las denuncias de los consumidores del conurbano profundo latinoamericano, quienes protestan por la marginación que sufren, ya que muchas veces, los productos no son enviados porque en los GPS marcan sus barrios aparecen como “Zonas peligrosas”,

Y por último, simplemente estos sectores bajo el contexto de la pandemia, apenas alcanzan a cumplir las necesidades básicas para el humano, y no tienen los recursos para gozar de esos servicios o productos.

A pesar de todo esto, lo hermoso, paradójico y extraordinario en esta coyuntura, es que los lugares que se caen del mundo es donde emerge lo más puro que tiene la humanidad, que no es otra cosa que sacrificarse por el otro. En Argentina, Perú, Bolivia y Chile por ejemplo, ha crecido la cantidad de personas en los comedores voluntarios, y los voluntarios han respondido y se han sacrificado.

Ahora bien, también los estados nacionales de representación popular en Latinoamérica y el Caribe están entre los vencidos o al menos, entre los que luchan contra los vencedores. La pandemia ha generado una competencia a nivel mundial por los recursos necesarios. Los países de nuestra región debieron esperar atrás en la cola de países, mientras que las potencias de la OTAN ocuparon los primeros lugares.[11]

Sí, la civilización de la OTAN se volvió a olvidar de la ONU y demás aglutinamientos internacionales, una vez más, y el internacionalismo de izquierda, centro y derecha, se manifiesta como la legitimación -la cara oculta- de la situación semicolonial que atraviesa los Estados Nación de la llamada «periferia».

El caso de Argentina es fluorescente en este escenario. Frente a la ausencia de recursos y la imposibilidad de responder a una “explosión” de contagios, el gobierno llamó a una cuarentena en forma prematura (en relación a otros Estados del continente) y asistió con subsidios extraordinarios a más de ocho millones de personas.

Sin embargo, en estos tiempos de pandemia, los Estados Nación de representación popular están entre los vencidos o al menos, entre los que luchan contra los vencedores, ya que deberán costear ellos solos los resultados de un virus (hoy) inevitable. En resumen: el capital sin Estado, sin fronteras y deshumanizado sigue creciendo. Hoy, mientras todos estamos en nuestras casas, hay un virus que viaja en moto.

Fuente e imagen: http://estrategia.la/2020/07/15/el-virus-de-la-desigualdad-viaja-en-moto-reflexiones-a-mas-de-seis-meses-del-primer-caso/

Comparte este contenido:

La colonización historiográfica

Por: Facundo Di Vincenzo

Hace más de diez años soy docente de materias vinculadas a la enseñanza de la Historia Moderna y Contemporánea en diferentes espacios e instituciones educativas: universidades, terciarios, secundarios, antes fui estudiante de Grado y Posgrado de Historia en la UBA de materias similares. Cuando releo los textos de los estudiosos sobre el tema y al […]

Hace más de diez años soy docente de materias vinculadas a la enseñanza de la Historia Moderna y Contemporánea en diferentes espacios e instituciones educativas: universidades, terciarios, secundarios, antes fui estudiante de Grado y Posgrado de Historia en la UBA de materias similares. Cuando releo los textos de los estudiosos sobre el tema y al preparar las clases, siempre me molestó la ausencia de América en este periodo. Peor aún, me fastidia la forma en que se la menciona, cuando se la menciona. ¿Por qué me irritan estos autores? Intentaré explicarlo.

El progresismo de los «significantes» y su significado en el derrotero académico

A partir de la década de 1990, prácticamente a quinientos años de la conquista Española de América, una camada de historiadores, antropólogos, sociólogos, filósofos europeos y norteamericanos, descubrían América.

En su mayoría, provenían de corrientes de pensamiento «crítico», se definían como superadores del estructuralismo (utilizando el léxico marxista europeo), eran post estructuralistas o super-estructuralistas. En definitiva, eran cientistas sociales que claudicaban, se rendían. Consideraban que de ahora en más, el capitalismo no volvería a ser discutido. El problema era la superestructura. Algunos de ellos, como Francis Fukuyama, llegaron a escribir sobre el «fin de la historia»; otros, sólidamente posicionados en las académicas, cátedras e institutos de investigación, despilfarraban las sumas de dinero destinadas a la investigación por sus Estados, para tratar temas vinculados a la corriente del «giro linguistico». Estos últimos, en líneas generales, sostenían que la disciplina histórica era una disciplina de la que había que desconfiar. Afirmaban que los historiadores habían leído a las fuentes, pero en su producto: el texto histórico; ellos reproducían sus propias lógicas históricas y sociales. En síntesis, cuando uno leía un texto histórico no estaba leyendo a la fuente histórica, sino que uno leía aquello que el historiador quería que el lector sepa de esa fuente histórica.

Hayden White, Ricouer, Foucault, Todorov, Wolf, Chomsky, Mary Louise Platt, lectores (y fanáticos) de Wittgenstein y Cassirier, descubrían que la historia había sido escrita desde una mirada eurocéntrica. Que se había ejercido poder sobre las otras regiones no «centrales». Se asombraban al ver que nos habían silenciado, a nosotros, los periféricos. Al mismo tiempo, con una mirada situada en Europa, comenzaban a escribir «para nosotros» (¿?). Escribieron muchos libros. Hacían alusión a los campos de control académicos que cercenaban toda voz desarrollada desde afuera del centro de poder académico-científico. Otros, más místicos y espirituales quizás, se volcaron al estudio de las obras Heidegger o a textos provenientes del lejano oriente, con el objeto de encontrar un nexo universal a toda la raza humana (infinidad de términos vinculados con estas tendencias he escuchado: Numen, Dasein, Karma, Chacras, etc…) así se satisfacían con pensar que nosotros no somos diferentes a los europeos.

Ellos se deslumbraban al leer a Heidegger, quien transcribía la voz de un campesino y hablaban alucinados de las enseñanzas de ese campesino, aunque extrañamente, hacían oídos sordos a las diferentes voces de los trabajadores de nuestra América.

En definitiva, a quinientos años de la conquista española, estos autores descubrían que hacer historia, sociología, filosofía, antropología, era y es también, hacer política. Peor aún, es sostener solapadamente, determinada ideología política. Esta camada de autores, con sus trabajos vinculados a los relatos, a la «performance», la teoría del discurso y las re significaciones posibles de un texto, en realidad lo que verdaderamente hicieron fue desvirtuar las verdaderas discusiones. ¿Por qué afirmo esto? Por qué sin preocuparse en estudiar y reflexionar sobre las posibles respuestas a nuestros problemas históricos más profundos, ellos: sociólogos, historiadores, antropólogos y filósofos, también fueron responsables del naufragio de nuestra región durante buena parte del siglo XX, ya que desde el campo científico que obtenía el financiamiento de los diferentes Estados latinoamericanos, encuentro muy pocos autores que hayan elaborado lecturas desde nuestra región y para nuestra región. Incluso observo que la producción desde el mundo de las ciencias sociales en esos años, se ha dedicado especialmente a silenciar a los autores que han elaborado estudios, investigaciones e intervenciones vinculadas a diferentes exploraciones teóricas fundamentales para responder a nuestros problemas: el imperialismo británico/francés/norteamericano, la integración latinoamericana, las características de nuestros sistema democrático, las distintas Constituciones Nacionales, los dueños de los medios de comunicación y la discusión sobre el control los recursos naturales.

En síntesis, la gran mayoría del campo académico estatal ha silenciado las exploraciones más interesantes surgidas de nuestra región, desde los trabajos «fundantes» de Manuel Ugarte con El porvenir de Hispanoamerica (1910), Pedro Henriquez Ureña con La utopía de América (1925), Víctor Raúl Haya de la Torre, en su libro: Por la emancipación de América Latina (1927) o José Carlos Mariategui, 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana (1928), hasta los textos de autores vinculados con la liberación nacional surgidos luego de las experiencias de gobiernos nacionales y populares en Latinoamérica como Arturo Jauretche, Fermín Chavez, Juan José Hernández Arregui, Amelia Podetti, Carlos Montenegro, Jorge Abelardo Ramos, Alberto Methol Ferré, Álvaro García Linera, Alcira Argumedo o Norberto Galasso, entre otros tantos.

El problema de las edades «universales»

Para una brevísima comprensión del problema, comenzaré planteando el tema de la periodicidad establecida por las ciencias sociales, marcadamente evolucionista-positivista, y que aún hoy es la cronología vigente en manuales de escuela primaria y secundaria, universidades y Wikipedia. Repasemos. En primer lugar, los estudios clásicos, tradicionales, comienzan a hablar de los procesos históricos de la humanidad tras la llamada Revolución del Neolítico. El proceso que se inicia hace unos 9000 años, en donde grupos humanos ubicados en el continente africano pasan de ser recolectores y cazadores. Se pasa de una economía recolectora a otra productora (agrícola y de cría de animales). Un proceso en donde los humanos se transformaban en productores de alimento. Luego, la cronología continúa con la edad antigua, que comienza con la aparición de la escritura hace unos 3500 años a.c. Subrayo: la pre historia, de aquí en más, será el terreno para aquellos pueblos que no desarrollen la forma de comunicación escrita. Serán «pueblos sin historia», como señala el antropólogo Eric Wolf. La Edad Antigua se origina en la Mesopotamia y Egipto, con las primeras formaciones urbanas, «la revolución urbana» que menciona el historiador Mario Liverani. Esta era histórica finaliza con la caída del Imperio Romano de Occidente en el 476 a.c. a manos de los «barbaros». La caída de Roma, según esta lectura, da comienzo a la edad más oscura de todas para la humanidad, la llamada Edad Media o Feudal, que debería terminar en el 1492, el momento en el cual los europeos «descubren» América. Sin embargo, no hay una posición definida sobre el tema, algunos historiadores sostienen que la caída del Imperio Romano de Oriente, en 1453, debería marcar el corte o la invención de la imprenta por Johannes Gutenberg en 1450. Destaco: la aparición de América no ha sido considerada como un acontecimiento trascendente para todos los historiadores, sino que la Edad Moderna o modernidad tiene tres comienzos diferentes según quien uno lea: 1492, 1450 o 1453. La modernidad finaliza con la Revolución Francesa de 1789, dando inicio a la Edad Contemporánea, que estaríamos transitando hasta nuestros días.

Como puede observarse, las edades históricas de la humanidad, son en realidad edades históricas que no atraviesan a toda la humanidad, ni siquiera a la mitad de la humanidad, sino que sus principios y finales se encuentran determinados por Europa y sus vecinos. Como escribió el historiador francés Fernand Braudel, es la historia del mediterráneo y sus contornos.

Comencemos nosotros ahora. En América, la revolución del Neolítico no se produjo hace 9000 años. Tampoco nos vimos afectados por la Revolución del Neolítico de las comunidades africanas, sino que los recolectores y cazadores que cruzaron el estrecho de Bering, entre Rusia y Alaska, hace unos 15.000 años, desarrollaron tiempo después, su revolución del Neolítico. Remarco, los habitantes de nuestro continente hicieron por sí solos, el paso de una economía recolectora a otra productiva hace unos 7000 a 5000 años. Específicamente los arqueólogos hallaron vestigios de comunidades humanas sedentarias en el Valle mesoamericano de Tehuacan, pero también en la cordillera de los andes las comunidades andinas desarrollan la domesticación de plantas y animales, bajo relaciones de producción y técnicas inéditas para la humanidad: el ayllu.

Continuemos. En nuestro continente, los primeros grandes centros urbanos surgen hace 1700 a 1100 años, mientras que las organizaciones estatales centralizadas políticamente en grandes extensiones territoriales aparecen entre hace 1100 a 500 años. No tuvimos la misma cronología que la «humanidad». No tuvimos feudalismo y nuestra entrada a la modernidad, como veremos, no fue moderna para nosotros.

¿Cómo fue nuestra modernidad?

La modernidad llega América en barcos europeos. Peor aún, la historia de América que se escribió, será la historia desde la llegada de estos barcos europeos. No es extraño. Como señala el sociólogo marroquí Abdelkebir Kathibi, «toda sociedad humana escribe la historia de la relación con el territorio en el que vive». Los europeos comenzarán desde 1492 a proyectar sobre los habitantes de América un pasado no americano, tampoco real. Un pasado no histórico. ¿Cómo es esto? Su imagen de los tiempos anteriores a su llegada, será la imagen de un pasado bíblico primero, en donde los nativos estaban como en los tiempos de Adán y Eva (así lo expresaban los primeros conquistadores y religiosos que llegaban «al nuevo mundo»), y cuatrocientos años después, se continuará escribiendo sobre una América «no real», relatos signados por la caracterizaciones de una América inferior, bárbara y salvaje. Tras la emancipación, el proceso de conformación y construcción de los Estados en América será de llevado a cabo por las elites letradas de las ciudades portuarias, defensoras de economías abiertas al mercado europeo. Estas elites, como señala el antropólogo brasileño Darcy Ribeiro, realizarán una segunda conquista contra todos «los pueblos» (los originarios, mestizos, negros y mulatos) que lograron la emancipación, vencerán en las guerras civiles a todos los representantes elegidos por los «pueblos» de las provincias y regiones no hegemónicas. La victoria sobre estos sectores, iniciará un proceso que llega hasta nuestros días, en donde primó la negación del pasado histórico (indígena, colonial, mestizo, gaucho, africano, católico y comunitario).

En este sentido las elites letradas de las ciudades-puerto inventarán las naciones americanas desde una matriz de pensamiento iluminista e ilustrada durante el siglo XIX y positivista ( racista y eurocéntrica) después. Sin embargo, lo paradójico de todo esto, es que la contemporaneidad surgida de la revolución francesa reconoce el pasado histórico, de hecho la conformación de las nacionalidades europeas, en Francia, Alemania e Italia, redimensionan la esencia de sus «pueblos» dedicando especial atención a su pasado, historia, cultura y tradiciones. Por ello la contemporaneidad europea se asume como representativa de sus pueblos, devenidos de ahora en más en ciudadanos. Sus principios fundantes son los declarados durante la Revolución Francesa de 1789: Libertad, Igualdad, fraternidad. Principios que aunque se declararon como universales fueron negados en otros lugares del planeta. Por ejemplo, los franceses revolucionarios niegan estos principios en América para los Revolucionarios negros de Haití. Los principios, afirman, eran solo para los blancos. Incluso como señala el filósofo Eduardo Grüner con la victoria de los haitianos, son los haitianos y no los franceses los que vuelve universales a estos principios, porque no distinguen color, raza y ni lugar de nacimiento.

A la vez, el inicio de la contemporaneidad europea habla del origen de la ciudadanía, sin embargo en América Latina y el Caribe, la mayoría de sus habitantes ni podían elegir a sus representantes, ni podían gozar de una ciudadanía plena. ¿Por qué digo esto? Porque como señala el historiador brasileño José Murilo de Carvalho, para que sea posible ejercer la ciudadanía, se deben cumplir tres elementos: los derechos civiles, derechos políticos y derechos sociales. Derechos civiles, que son los derechos fundamentales a la vida, la libertad, la igualdad ante la ley; los derechos políticos, se refieren a la participación en el gobierno de la sociedad, y los derechos sociales; que son aquellos que garantizan la vida en sociedad, la participación en el gobierno del barrio, comunidad o ciudad, aquellos que garantizan la participación en la riqueza colectiva, es decir, se basan en la justicia social. En consecuencia, con una hojeada rápida por la historia de nuestra región podemos dar cuenta que para nosotros, los habitantes de América y el Caribe, la ciudadanía plena llego, cuando llego, recién hacia mediados del 1900 con las primeras democracias de representación popular. Y no mencioné siquiera el tema económico, que considero fundamental para comprender que no podría haber sido posible el desarrollo del modo de producción capitalista en Europa, sin la explotación (de mano de obra esclava, servil y/o con pago en especie) de las regiones colonizadas por los europeos desde el siglo XIV. Sin la explotación abusiva y violenta de estas zonas hubiera sido imposible la acumulación necesaria que fomentó la innovación tecnológica de la llamada «revolución industrial». En fin, hay muchísimo más por decir.

Fuente: https://rebelion.org/la-colonizacion-historiografica/

Comparte este contenido: