El cerebro humano es irreemplazable

Nuestro cerebro está adaptándose permanentemente al contexto, generando nuevas conexiones. Es así que se modifica con cada nuevo aprendizaje. Esta plasticidad, la capacidad de adaptarse ante cada experiencia, ocurre hasta el último día de nuestra vida.

Cuando hablamos de educación nos referimos a cuestiones ligadas a la identidad, los propósitos, al desarrollo de la curiosidad, de una mente abierta sin prejuicios, a la movilización de nuestros recursos cognitivos, sociales y emocionales para tomar acción. Y esto es nuestra más eficaz arma ante la mayor amenaza de nuestro tiempo: la ignorancia, las mentes cerradas, los sesgos, prejuicios, el odio, la falta de empatía y el miedo.

Es por todo eso que cuando pensamos la educación en las instituciones escolares, debemos trabajar en potenciar aquellas habilidades que nos hacen humanos, aquello que la tecnología no puede –y difícilmente pueda algún día- imitar o reemplazar: las emociones, las habilidades sociales, la creatividad, la intuición, la empatía.

Las máquinas pueden ser “más inteligentes” que nosotros en muchos aspectos, pero nunca lo van a ser en habilidades como la compasión, en imaginar qué piensa el otro y en entender que ese otro piensa diferente a nosotros, en sentir la alegría o el dolor ajeno.

Tampoco tendrán la flexibilidad cognitiva que nos permite adaptarnos a entornos cambiantes. Las computadoras podrán reemplazarnos en tareas mecánicas o en determinados cálculos matemáticos, pero nada podrá sustituir el valor del vínculo y la interacción entre quienes aprenden y quienes enseñan porque existe un componente social y emocional muy fuerte ligado a cómo procesamos la información, a cómo memorizamos, a cómo aprendemos. La inteligencia colectiva, potenciar nuestras habilidades al trabajar en equipo, es otra fortaleza que nos diferencia de las computadoras.

Por eso, cuando hablamos de educación, es importante precisar el foco: en lugar de evaluar lo que los y las estudiantes pueden simplemente reproducir, debemos trabajar sobre lo que pueden extrapolar de lo que aprenden, aplicando el conocimiento a distintos escenarios y situaciones.

Es responsabilidad de quienes enseñamos, “amigarnos” con la tecnología, no demonizarla. El futuro será complementar la inteligencia artificial con las habilidades cognitivas, sociales, emocionales y los valores de los seres humanos.

Las tecnologías nos plantean y seguirán planteando ciertos debates éticos que es necesario dar. Respecto de esto, los humanos también seremos irremplazables.

La ética de una sociedad no surge de fórmulas algorítmicas, requiere información, conocimiento y pensamiento crítico aplicado a los contextos específicos. Estas habilidades son también las mejores herramientas para luchar contra uno de los grandes perjuicios de nuestro tiempo: las noticias falsas y la posverdad.

Asimismo, el contexto es un factor fundamental en nuestro desarrollo. En consecuencia, necesitamos generar un ambiente creativo para lograr ser sociedades basadas en el conocimiento en las que nuestras capacidades sean potenciadas.

Para que todo esto ocurra, es esencial sentar las bases para poder aprender (tanto dentro como fuera de la escuela). Pensar la educación como la mayor herramienta para la lucha contra las desigualdades implica pensar mucho más allá del sistema educativo.

Que debemos pensar y transformar nuestro sistema educativo es indiscutible. A pesar del esfuerzo cotidiano de docentes y trabajadores de la educación, la escuela actual no prepara a los estudiantes para un mundo dominado por las ideas, la creatividad y la innovación. Pero además, en América Latina, aun si reformáramos el sistema educativo y lográramos el mejor del mundo, si no aseguramos las condiciones para que los chicos y las chicas efectivamente aprendan, seguiremos en problemas. Para que se pueda enseñar y aprender es necesario lograr un mínimo indispensable de bienestar y equidad social.

Los resultados de las últimas pruebas PISA en nuestro país dan cuenta no solo de un nivel de rendimiento alarmantemente bajo, sino también de grandes desigualdades en el acceso a la educación de calidad.

Sabemos que el verdadero desarrollo se logra a través de la inversión en innovación educativa y la búsqueda de aprendizajes significativos e integrales para todos. No puede ser a la inversa. Es urgente devolverle a la educación su valor social transformador. Si queremos de verdad una Nación que se desarrolle de manera sostenida e igualitaria es fundamental garantizar educación de calidad para todos los niños y niñas y adolescentes.

En momentos difíciles como el que estamos atravesando las innovaciones educativas no son opcionales ni son un lujo: son claves para avanzar en justicia social, romper los círculos viciosos de crisis y encaminarnos hacia el desarrollo verdadero y sustentable. Debemos recuperar ese sueño colectivo, ese valor de la educación con el que muchos de nosotros crecimos.

Las máquinas tampoco podrán soñar ese futuro mejor para nosotros y nuestros hijos. Nuestra creatividad y nuestras herramientas cognitivas son los recursos más valiosos para pensar soluciones a largo plazo a los recurrentes problemas y construir finalmente la Argentina que queremos ser.

Fuente del artículo: https://www.clarin.com/opinion/cerebro-humano-irreemplazable_0_xX5k6VHJ.html

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Decir presente, hacer futuro

Por: Facundo Manes.

El fin de semana acompañé a mi hija a la clase de teatro y, mientras esperaba, había una mamá que estaba ahí también y leía un libro. Estaba ensimismada, anotaba cada tanto, a veces parecía que le respondía con un gesto a lo que leía.

Cuando llegó el momento de volver, vi a la señora que cerraba el libro y, con eso, la ceremonia de lectura, y con sorpresa me di cuenta de que se trataba del libro Decir presente, hacer futuro, ese que yo había escrito y publicado hacía unas pocas semanas.

Me di cuenta una vez más de esa comunicación milagrosa comunicación milagrosaque el libro sigue provocando, y que da sentido a esa práctica de siglos y siglos en el que uno escribe algo y lo arroja como una botella al mar para que otro lo encuentre, lo lea, lo apruebe o lo discuta a partir de ese rito ìntimo de la lectura que el libro sigue promoviendo, más allá de que estemos atravesando la era digital.

¿De qué se trata este libro? Decir presente, hacer futuro es una propuesta a reflexionar sobre nosotros mismos, nuestra manera de ser, nuestra historia, sobre cómo llegamos hasta y, sobre todo, qué queremos de nosotros mismos.

Este nuevo libro nos invita a pensar sobre la necesidad de contar con un proyecto de Nación a partir de un programa político y social que resuelva las desigualdades. Y dar cuenta de que para eso es imprescindible contar con un sueño colectivo que cure la herida que nos divide a los argentinos y nos permita sentar las bases para crecer y desarrollarnos de una vez por todas.

Necesitamos pensar y hacer un país para los que vengan. Es nuestra responsabilidad y podemos lograrlo. Tres ejes nos parecen centrales en ese camino.

Para poder proyectar crecimiento a largo plazo, resulta urgente superar la crisis humanitaria (erradicar el hambre y luchar contra la malnutrición).

Es un escándalo que exista el hambre en un país como Argentina. Esto, que en sí mismo resulta intolerable, además tiene un impacto social mayúsculo. Como señala UNICEF, la desnutrición crónica elimina oportunidades a un niño, pero también al desarrollo de una nación.

El hecho de que muchísimos niños en nuestro país no puedan alcanzar su potencial en los primeros años y, en consecuencia, entrar en la escuela sin una base sólida para el aprendizaje es una injusticia para con ellos pero, también, una enorme hipoteca para el futuro. Es imprescindible implementar con celeridad programas de intervención en la temprana infancia que puedan mitigar estas condiciones de desventaja.

Gobernar significa establecer prioridades. Y claro que no debe haber algo más urgente e indispensable que acabar con el hambre. Para resolverlo debe existir una voluntad política real.

El compromiso de enfrentar el hambre (y todas las formas de malnutrición) tiene que concretarse en políticas y programas, y en la movilización inmediata y sin trabas de los recursos necesarios. Se trata de una emergencia ante una catástrofe social. Y así debemos responder.

El conocimiento debería ser el principal plan económico y social de la Argentina. Hemos probado de todo, menos esto. Muchos siguen sosteniendo que un país tiene que crecer económicamente primero y luego invertir en el desarrollo humano, en ciencia, educación, salud y tecnología.

Pero es al revés, y eso pasó en la Argentina: el crecimiento económico sin inversión en desarrollo humano no es sostenible y no reduce la desigualdad. Tenemos que entender que la experiencia de otros países nos muestra que, a mayor inversión en educación, ciencia, tecnología e innovación, más riqueza produce el país.

El tercer componente esencial para cualquier futuro promisorio es unirnos como sociedad. No hay posibilidades de prosperidad con una sociedad fragmentada, que considere al argentino lobo del argentino. El pasado nos divide. El presente nos divide.

El futuro puede unirnos atrás de un sueño común. Hace décadas que los argentinos no tenemos un sueño colectivo. El último gran sueño que nos unió fue la lucha por la democracia en los años 80. Y ese gran sueño nos unió más allá de las banderas políticas, de clase social, de si éramos del campo o de la ciudad.

Estoy convencido de que el nuevo sueño colectivo debe ser la Revolución del Conocimiento. Nutrir bien a los chicos, asegurar salud y educación de calidad para todos, invertir sostenidamente en ciencia y vincular la investigación con la producción, tener instituciones transparentes y confiables, mejorar la infraestructura, cuidar el medio ambiente, luchar por la igualdad de oportunidades sin importar género o clase social: todo esto es conocimiento. En este siglo XXI, las ideas alimentan la economía de los países y la inversión en conocimiento como política pública –más allá de a quién le toque gobernar circunstancialmente- es un pilar para el desarrollo.

Persiguiendo este sueño escribí este libro, y creo que muchos, como la señora que leía mientras esperaba en la clase de teatro, también persiguen. Brindar la contención imprescindible a quienes están sufriendo, unirnos en un proyecto común y que la inversión y el esfuerzo esté puesto en lo más importante que tenemos: nosotros mismos, los argentinos, nuestras capacidades, nuestra creatividad, el conocimiento que permite la equidad y el desarrollo. Necesitamos recomponer la confianza en que es posible alcanzarlo.

Fuente del artículo: https://www.clarin.com/opinion/decir-presente-hacer-futuro_0_D7g1PqYh.html

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El derecho básico a aprender

Por: Facundo Manes. 

 

Lo sabemos, el conocimiento es la principal herramienta de transformación de las personas y de las sociedades. Entonces, si queremos de verdad una nación que se desarrolle de manera sostenida e igualitaria resulta fundamental lograr una educación de calidad para todos los niños y niñas y adolescentes de nuestro país.

Para poder alcanzarlo, es imprescindible preparar a los chicos para el aprendizaje. Y esta preparación tiene que ver no solo con la estimulación cognitiva, sino con el acceso a una buena nutrición, a un contexto sano y seguro, a la salud.

Lamentablemente -debemos repetirlo para no habituarnos a esta dramática realidad- hoy alrededor de un tercio de los argentinos vive en la pobreza. La desnutrición y la malnutrición afectan el desarrollo físico y cognitivo, comprometiendo las posibilidades de desarrollo.

Debemos unirnos los argentinos para acabar con esta tragedia, que representa una inmoralidad y una hipoteca para nuestro futuro. Para que en una comunidad se pueda enseñar y aprender es necesario lograr un piso de bienestar y equidad. Si no hay un contexto adecuado, y aunque haya oferta educativa, no están dadas las condiciones plenas para que se produzca el aprendizaje.

Es responsabilidad del Estado garantizar, respetar y proteger el acceso a la educación y asegurar que se den las condiciones de educabilidad, es decir, los factores que promuevan que los chicos efectivamente aprendan.

¿Por qué acceder a educación de calidad es tan importante? La educación, tanto en el aula como en casa, nos ayuda a ser mejores personas. Conocer nuestra historia, por ejemplo, nos alienta a imaginar cómo sería caminar en los zapatos de aquellos personajes sobre los que leemos, conocer sus luchas, sus éxitos y sus fracasos. Saber cómo llegamos hasta acá. También nos ayuda a conocer otras culturas y, de esta manera, promueve la tolerancia. La discriminación es en gran parte producto de la ignorancia. Por el contrario, a través de la educación aprendemos a desarrollar la empatía.

Además, la educación es una herramienta fundamental que nos ayuda a convertir la información (que hoy es más accesible que nunca antes en la historia) en conocimiento. A su vez, nos prepara para seguir aprendiendo a lo largo de toda la vida. Es un desafío del presente para el futuro.

Es innegable que debemos repensar la escuela. A pesar del esfuerzo que día a día hacen docentes y trabajadores de la educación, el sistema educativo actual no prepara a los estudiantes para un mundo dominado por las ideas, la creatividad y la innovación.

Debemos preparar a los niños y niñas, además, para desafíos hoy inimaginables que requerirán de personas flexibles, creativas y con capacidad crítica. Mejorar la calidad y la relevancia de los contenidos y las estrategias educativas nos ayudará también a luchar contra la deserción escolar.

Otro de los desafíos del sistema educativo actual es erradicar los estereotipos que hacen que pensemos que solo algunos pueden dedicarse a ciertas disciplinas. Por ejemplo, muchas personas todavía piensan que para dedicarse a las ciencias, al desarrollo de tecnologías, a la ingeniería, al arte o las matemáticas (las llamadas STEAM) es necesario haber nacido con un talento especial y específico. Muy por el contrario, tanto el talento como las vocaciones pueden desarrollarse.

La vocación científica no tiene que ver con capacidades “naturales”, sino con el hecho de haber tenido ejemplos a seguir, de estar motivados y de la constancia que implica el trabajo duro. No debe haber distinción de género o clase social para tener la posibilidad de desarrollar las vocaciones. Esto no solo mejorará la calidad de vida de cada uno, sino que contribuirá al desarrollo de toda la comunidad.

La educación tiene un impacto económico en nuestras vidas. Y esto redunda también en las de nuestra sociedad porque el bien más importante con el que cuenta un país es el potencial y la formación de sus ciudadanos.

Sin embargo, hoy, pese a que los datos muestran una correlación entre el nivel educativo alcanzado, la calidad ocupacional y la movilidad social, en nuestro país parece haberse perdido la idea de que la educación es la herramienta más poderosa para transformar nuestra realidad.

Es urgente devolverle a la educación el valor social transformador. La tendencia a concentrarnos en el corto plazo, en las gratificaciones inmediatas, o la idea incorrecta de que hoy en día el ascenso social solo puede lograrse gracias a la herencia, los contactos o la corrupción atentan contra la apuesta de la formación a largo plazo.

Vivimos en un país cada vez más desigual. La brecha entre los que pueden acceder a la educación, a la alimentación o a la salud de calidad y los que no es cada día más amplia.

El gran sueño colectivo que nos una como país debe ser terminar con la desigualdad y desarrollarnos. Resulta imposible pensar una sociedad con un crecimiento sostenible partiendo de una distribución desigual del conocimiento. Tenemos que consensuar un proyecto de país en el que el desarrollo humano sea prioridad. Y en el que todos tengamos las oportunidades de potenciar al máximo nuestras capacidades sin importar dónde hayamos nacido o el lugar en el que vivamos. De eso se trata una verdadera comunidad.

 

Fuente del artículo: https://www.clarin.com/opinion/derecho-basico-aprender_0_BTSiyXgoX.html

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Neurociencias y educación: qué es importante para el aprendizaje

Por: Facundo Manes

La educación, como se sabe, involucra dos acciones fundamentales: la de enseñar y la de aprender. Las investigaciones científicas sobre la conducta humana y el funcionamiento cerebral brindan información valiosa sobre cómo los seres humanos enseñamos y aprendemos que puede ser útil para las teorías y prácticas educativas. Las neurociencias pueden realizar importantes contribuciones al conocimiento para facilitar la comprensión de procesos cognitivos claves para la enseñanza-aprendizaje, tales como la memoria, la atención, el lenguaje, la lectoescritura, las funciones ejecutivas, la toma de decisiones, la creatividad y la emoción, entre otros. Las neurociencias modernas son también importantes para el entendimiento de situaciones de riesgo de aprendizaje (por ejemplo, dislexia y discalculia) y así ofrecer un beneficio para muchísimos niños.

La metodología utilizada en el campo de las neurociencias cognitivas humanas y la psicología experimental ofrece además la posibilidad de probar empíricamente estrategias e intervenciones que pueden implementarse en el área de educación como, por ejemplo, el monitoreo y la comparación de distintas modalidades de enseñanza y aprendizaje. Sin embargo, aunque se pueda enfatizar el potencial de las neurociencias como una herramienta para mejorar la educación, la transición del laboratorio al aula no es sencilla.

Desde el momento en que nacemos, nos la pasamos aprendiendo. Así, procesamos información y construimos «esquemas mentales» del mundo para poder reflexionar, tomar decisiones y actuar. El aprendizaje es tan importante y tan central en la vida que por eso se vuelve primordial tratar de comprender qué es, cómo se produce y cómo se pueden mejorar los procesos, en lo individual y en lo social. Gracias al avance de la ciencia, hoy sabemos que, en su desarrollo, nuestro cerebro se va esculpiendo, es decir, va cambiando tanto su estructura como su funcionamiento. Así, las conexiones neuronales se van modificando a lo largo de la vida como producto del aprendizaje y la interacción con el ambiente que nos rodea. Esta capacidad del cerebro, denominada «plasticidad cerebral«, da cuenta de que los conocimientos y habilidades que adquirimos no son estáticos, sino que están en constante cambio. En pocas palabras: aprender es bueno para el cerebro.

El aprendizaje puede realizarse de distintas formas; una de ellas se da de manera guiada, pautada y asistida. Por ejemplo, las personas solemos aprender a leer y a escribir si otra persona nos lo enseña explícitamente. Sobre las prácticas planificadas y mediadas se sustentan las acciones desarrolladas por las instituciones educativas. En este sentido, los contenidos curriculares y objetivos para cada etapa, los modelos pedagógicos y la distribución del tiempo en la jornada escolar se apoyan -o deberían hacerlo- en supuestos sobre cómo aprendemos. Es así que el diálogo entre las múltiples disciplinas puede contribuir al desarrollo de una educación de mayor calidad que provea las bases para que todos aprendan y desarrollen plenamente el máximo de su potencial.

Diversos estudios científicos sobre el comportamiento humano, el funcionamiento del cerebro y la psicología experimental han mostrado evidencia sobre factores que promueven o facilitan el aprendizaje:

* Tener una buena nutrición es esencial para el aprendizaje. Investigaciones en poblaciones que sufren malnutrición han probado que ciertos tipos de deficiencia nutricional impactan negativamente en el cerebro y en el desarrollo de las funciones cognitivas. Los programas de alimentación escolar han resultado efectivos para mejorar la asistencia y permanencia de los niños y niñas en la escuela. Asimismo, pueden contribuir a incrementar la equidad social, prevenir las carencias nutricionales y promover hábitos saludables de alimentación.

* La exposición crónica a situaciones de estrés puede generar efectos adversos en el aprendizaje. Un niño que reacciona con ansiedad extrema a las pequeñas tensiones diarias en la escuela es posible que tenga dificultades para interactuar con sus compañeros y en su rendimiento escolar. Una dosis tolerable de estrés suele aumentar la vigilancia y mejorar el rendimiento en tareas complejas. Pero, al convertirse en algo crónico, el estrés afecta el desarrollo cognitivo, social y emocional, el rendimiento, el aprendizaje, la memoria de trabajo, el autocontrol emocional y la capacidad atencional impactando en el desempeño escolar. Los efectos del estrés crónico son frecuentes en los niños que viven en condiciones adversas.

El ejercicio físico beneficia la capacidad de aprender a través de una variedad de mecanismos directos e indirectos como el aumento en la regulación de factores neurotróficos (que favorecen la supervivencia de las neuronas) y la neurogénesis (generación de nuevas neuronas) en el hipocampo (área cerebral clave en la formación de la memoria). Indirectamente, el ejercicio mejora el humor y el sueño, reduce el estrés y la ansiedad, situaciones que afectan el rendimiento cognitivo.

Dormir lo suficiente promueve los procesos de memoria y aprendizaje. Luego de una jornada intensa de aprendizaje, el sueño beneficia la consolidación, reestructuración, generalización y recuerdo selectivo de la información adquirida. Contrariamente, la falta de sueño se asocia con menor atención, olvidos y menor capacidad para realizar tareas que requieren de gran esfuerzo y control mental.

* En la adolescencia, el ritmo circadiano cambia y se vuelve más «nocturno». Este cambio se explica por factores biológicos naturales y no por cambios de hábitos. Esto hace que el horario de alerta, en el que estamos más dispuestos para aprender, se corra algunas horas de la mañana. Por eso, los jóvenes suelen tener somnolencia, hecho que impacta negativamente en el desempeño escolar. En base a estas evidencias muchos sugieren que el horario de ingreso al colegio debería retrasarse en la secundaria. Otra estrategia más sencilla de llevar a cabo consiste en evitar tareas cognitivamente demandantes durante las primeras horas de clase.

* Es importante la distribución de aprendizaje en el tiempo (evitar estudiar todo el contenido en poco tiempo). Expandir los espacios de descanso entre los aprendizajes afecta de manera positiva en el aprendizaje a largo plazo. Los intervalos largos entre períodos de estudio serían ideales para retener conceptos.

* Cuando un estudiante interactúa y participa activamente con el conocimiento, la información puede integrarse y consolidarse más fácilmente en los circuitos neuronales de la memoria a largo plazo. Asimismo, las prácticas de enseñanza entre los alumnos, cuando debaten, explican, predicen o discuten contenidos, permiten una mayor y mejor comprensión de los conceptos o ideas.

* Las creencias acerca de la capacidad de aprendizaje influyen en la motivación y el desempeño académico. Diversos estudios demostraron que los estudiantes que piensan que las capacidades cognitivas y de aprendizaje son maleables y flexibles, están más dispuestos a asumir tareas desafiantes y a ampliar sus conocimientos. En cambio, los que creen que son rasgos fijos y que no cambian (por ejemplo, al pensar: «yo no soy bueno para las matemáticas») suelen centrarse más en los objetivos de su rendimiento, son más reacios a asumir tareas muy difíciles y son más sensibles al comentario negativo.

* La motivación intrínseca se refiere al interés genuino por participar de una actividad, sentirse competente y autónomo. Cuando los estudiantes están intrínsecamente motivados, tienen más probabilidades de mejorar el aprendizaje, organizar la nueva información de manera eficaz y relacionarla con lo que ya saben. Por el contrario, si están motivados por cuestiones extrínsecas, se involucran en las tareas como un medio para un fin determinado, por ejemplo, para obtener una buena calificación, para conseguir los elogios de sus padres o para evitar el castigo.

La capacidad de jugar está fuertemente relacionada con el desarrollo cognitivo y el bienestar social y emocional. El juego en los niños es una herramienta básica para el desarrollo de la función simbólica. Además, se ha demostrado que es un predictor de las capacidades lingüísticas, la autorregulación y la flexibilidad cognitiva. La calidad de la imaginación y la fantasía del juego en la infancia se asocia a medidas de creatividad a lo largo de la vida. Por su parte, contar con tiempo y espacios adecuados para que los padres jueguen con sus hijos favorece el vínculo de apego. Y esto, a su vez, contribuye a que sean emocionalmente más seguros.

* Ser capaz de autodirigirse y tomar control del propio aprendizaje es un elemento vital para organizar y alcanzar los objetivos escolares. Estas habilidades se sustentan en lo que se conoce como «funciones ejecutivas», es decir, la capacidad para establecer metas, planificar y automonitorear el propio desempeño para alcanzar un objetivo. Es importante que los docentes apoyen su desarrollo, promoviendo, por ejemplo, el control de los impulsos, la planificación y la organización de las actividades.

* Existe evidencia de que la auto-evaluación (que el estudiante reflexione sobre lo aprendido fuera de clase) mejora, en diferentes situaciones y temas, el rendimiento y la retención a largo plazo. Por el contrario, hay datos que demuestran que subrayar y releer mecánicamente como mera acumulación son ineficaces y pueden consumir mucho tiempo.

* Hacer mucho hincapié en la «inteligencia» o el «talento» -con la creencia de que tales atributos son innatos y fijos- aumenta la vulnerabilidad al fracaso, el miedo a los desafíos y la apatía para aprender y mejorar. Estimular la perseverancia, la dedicación, el esfuerzo, la tenacidad y el proceso de aprendizaje, en lugar de focalizar en la inteligencia o talento, genera mejores logros en la escuela y en la vida. Se ha mostrado que el refuerzo verbal o halago es más efectivo cuando se dirige al esfuerzo y a los procesos (ej. «Debes haber trabajado muy duro para lograr este excelente trabajo») que cuando se dirige a atributos personales del niño o joven (ej. «Tu excelente trabajo demuestra que sos muy inteligente»). La explicación radicaria en que, cuando los halagos apuntan a la personalidad del niño o joven, pueden disminuir su motivación ante nuevos desafíos que impliquen el riesgo de poner en cuestión el auto-concepto. En cambio, los refuerzos orientados a procesos construyen confianza en uno mismo y persistencia para enfrentar nuevos desafíos.
Es importante remarcar, principalmente por el interés general que despierta en la actualidad la neurociencia, que existen varias creencias erróneas basadas en interpretaciones incorrectas de investigaciones científicas que, a veces, incluso, tienen una repercusión mediática o pública. Los llamados «neuromitos» o creencias sin base científica también existen en torno a los procesos cognitivos involucrados en la educación. Algunos de ellos son que «usamos solo el 10% del cerebro», que «el cerebro izquierdo es el sitio de la racionalidad y el derecho de la creatividad» o que «existe un estilo de aprendizaje visual, auditivo y kinestésico». Estas concepciones sin sustento científico pueden llevar a la implementación de prácticas desacertadas.

Las neurociencias, la psicología y las ciencias del comportamiento dan cuenta sobre ciertos aspectos del aprendizaje escolar, pero de ninguna manera pueden ofrecer recetas mágicas. Toda decisión sobre cuestiones educativas no puede ni debe ser espasmódica ni unidireccional. Se requiere para eso de la reflexión crítica y elaboración interdisciplinaria, del diálogo y del consenso. Es en el encuentro entre disciplinas (educadores, psicólogos, científicos sociales, neurocientíficos, etc.) donde surge la interacción que podría producir mejoras en las capacidades de enseñanza-aprendizaje. Y en todo esto existen hombres y mujeres que, como dice Brecht sobre los luchadores de toda la vida, son imprescindibles. Son ellos quienes verdaderamente construyen los puentes entre las teorías y las prácticas de enseñanza y aprendizaje, quienes conocen cabalmente la realidad de cada aula, quienes día a día trabajan con sus alumnos, promueven el conocimiento y les brindan factores claves para el aprendizaje -e irremplazables por la tecnología- como el contacto humano, el ejemplo, el afecto, la inspiración, la mirada social y la motivación: son los maestros, siempre los maestros.

Fuente: http://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:http://www.infobae.com/salud/ciencia/2017/08/24/neurociencias-y-educacion-que-es-importante-para-el-aprendizaje/&gws_rd=cr&ei=FlSgWbLYBYW2mwHb3ZjgAg

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