Pedagogía materialista del principio esperanza

Una lectura arbórea, compleja de la dialéctica capitalista que introduce elementos reflexivos de mucha relevancia como la economía política del tiempo, la física cuántica, las ciencias cognitivas y de la vida y otros avances de la ciencia y la técnica.

Hace apenas unos días, con mis colegas de la FIM, José Sarrión y Francisco José Martínez, presentábamos en la librería Letras Corsarias de Salamanca el volumen preparado en Tirant lo Blanch sobre Adolfo Sánchez Vázquez y vindicábamos la filosofía de la praxis. El trabajo de Pepe Ródenas abunda en este empeño por transformar el mundo, empezando por lo más difícil, hacerlo comprensible en toda su complejidad.

Estos días que se publican los Cuadernos de la Cárcel, la edición del libro de Pepe Ródenas es una aportación más a la pedagogía del principio esperanza, hacer accesible el pensamiento materialista, desde una didáctica de la concepción materialista de la historia empezando por los fundamentos y rudimentos, desde lo dicho a la escucha, desde lo filosófico a lo instrumental, y desde los textos de Marx y Engels a los contextos actuales que nos ocupan y preocupan. Explorar las tensiones del pensamiento, la anatomía de la sociedad civil, la economía política del mundo que habitamos no es poca cosa en los tiempos que corren de guerra cultural. Quienes somos conscientes que la mayor dificultad de toda pedagogía democrática es buscar la sencillez sobre la complejidad de este mundo celebramos que El Viejo Topo y su autor se empeñen en, más allá de recetarios y formulaciones al uso, explicar la historia, relatar el sistema complejo, hacer didáctica de las mutaciones presentes y por venir dando cuenta de las formas de ensamblaje, articulación, reversibilidad, coocurrencia y transformaciones que la era digital proyecta en el capitalismo de plataformas. Y para ello se despliegan símiles como la liga, el fútbol, la física, con una prosa clara, legible, de código de banda ancha, con la experiencia de quien sabe divulgar en medios digitales como Rebelión o Nou Treball. Estamos pues ante un libro que opera como dispositivo o brújula con la que explorar la densidad selvática del patrimonio intelectual del materialismo.

Libro "Marx desde Marx. Una reformulación del materialismo histórico"

A tal fin, la obra dialoga no solo con Marx sino con referentes del pensamiento marxista como David Harvey, Fernández Buey y los clásicos de Lenin a Gramsci. El objetivo: enseñar a aprender a pensar autónomamente, revisar las enmiendas a la teoría del materialismo histórico e incluso las imágenes o metáforas comúnmente usadas, transitando por los vacíos, dudas, interpretaciones y aplicabilidad del pensamiento materialista en nuestros días. Ante la pregunta “Marx para qué”, el autor es concluyente, “el marxismo nos aporta un punto de partida excelente, a partir del cual podríamos construir la nueva teoría que ahora nos urge (…) entre la agencia y la estructura, desde las condiciones de existencia y los nuevos factores estructurales.

Una lectura, en suma, arbórea, compleja de la dialéctica capitalista que puede y debe ser texto base para los procesos de formación de cuadros y la apropiación inicial del pensamiento marxista de las nuevas generaciones. Pero que introduce elementos reflexivos de mucha relevancia como la economía política del tiempo, la física cuántica, las ciencias cognitivas y de la vida y otros avances de la ciencia y la tecnología siempre procurando respetar el principio de la sencillez y la explicación didáctica. Este trabajo no es, en definitiva, solo un libro, más que eso se trata de una útil caja de herramientas para desentrañar y pensar desde la subalternidad y la autonomía. Es hora de leer y asumir que para ello debemos seguir siendo “el motor de la parte activa”, aprendiendo de la vida misma.

Fuente de la información e imagen: https://mundoobrero.es

Comparte este contenido:

La tasa Google

Por: Francisco Sierra Caballero

El discurso del capitalismo de plataformas recurre para ello al tecnolibertarismo que empieza y termina con el alfa y omega de la inhibición del Estado y los poderes públicos, a fin de proteger un proceso considerado cuasi natural.

La política de tributación sobre servicios digitales no es un problema de armonización y justicia fiscal, sino sobre todo de soberanía y cuestionamiento del problema de la renta tecnológica, tan discutida por la teoría de la dependencia. Más allá de Stiglitz o Piketty sobre la necesidad de un impuesto digital global, la cuestión debe pues ser planteada como una batalla ideológica en el capitalismo de plataformas. Los argumentos en contra de actores como el BBVA, vía Rafael Domenech, sobre la afectación a la innovación y el desarrollo son la panoplia habitual del capitalismo corporativo que imponen como sentido común los oligopolios, hoy los GAFAM. Pero la historia demuestra lo contrario. Tales lecturas obvian la debilidad, por ejemplo, de España y la UE frente a Estados Unidos. La innovación, en fin, no se da en abstracto o sobre el vacío, sino en una estructura determinada de producción. Y la estrategia, ya lo vimos en el caso de la política audiovisual europea, de producir gigantes de la comunicación continentales termina favoreciendo a las majors y telecos de origen estadounidense, ahondando más si cabe el desequilibrio y dependencia de Europa en esta materia. Así, la actual deriva del capitalismo de plataformas es la lógica del monopolio en la extensión y explotación mercantil de la información. Cuando se afirma que la revolución digital es la era de la desintermediación se elude referir que las mediaciones entre usuarios, distribuidores, productores y proveedores de servicios tienen lugar con menos intermediarios que en la era analógica. Este control es debido a la escalabilidad y la lógica de redes de valor que alimentan las propias plataformas, además de complementar los ingresos y gastos entre servicios por medio de subvenciones cruzadas. Como explica Srnicek, una rama de la compañía reduce el precio de un servicio o de un producto mientras otra sube los precios para cubrir tales pérdidas, aprovechando la posición de virtual monopolio. Esta es la lógica extractivista hoy imperante, el progrom de lo que Éric Sadin denomina siliconización del mundo. El discurso del capitalismo de plataformas recurre para ello al tecnolibertarismo que empieza y termina con el alfa y omega de la inhibición del Estado y los poderes públicos, a fin de proteger un proceso considerado cuasi natural. Ahora, cuando medios como ZOOM pasan de los 10 millones de servicios diarios a 300, incrementando el volumen de negocio en más de 150%, con la pandemia, o la compraventa de grandes compañías como AMAZON destruyen el débil tejido del comercio de proximidad, cabe empezar a pensar que lo que se nos presenta como natural no es producto del azar, sino de la determinación social, y, por qué no decirlo, de la necedad de las autoridades que han dejado operar sin limitaciones a estos embajadores del neocolonialismo. Tanto así que hoy por hoy la dependencia de la UE respecto a Estados Unidos es más que notoria. Y pese a las evidencias, quizás por influencia de los lobbys norteamericanos de las punto.com, se ha evitado actuaciones contundentes de Bruselas contra los virtuales monopolios comerciales. Desde hace años, con la sentencia del Tribunal de Justicia de la UE (6/10/2015) se viene apuntando la necesidad de una regulación de los conglomerados de la llamada economía digital, sin que las autoridades comunitarias hayan mudado su política de gestos y amagos sin consecuencia real, en esta dirección. Las propias interpretaciones dominantes en la Comisión sobre normativa antimonopolio tienden a imponer lo que Prieto y Cabezudo denominan NET MERCATOR, una lógica de optimización de las telecomunicaciones que en nada tiene que ver con derechos universales ni prestaciones estratégicas de servicio y dominio público. Antes bien, se naturaliza la llamada por Philip Howard Pax Technica, en virtud del incremento exponencial de los nodos de conexión como consecuencia, se argumenta, del principio de libre flujo de la información.

Esta visión equívoca no es solo propia de actores como José María Álvarez-Pallete, Presidente de Telefónica. La mayoría de portavoces de la globalización piensan la revolución digital como una lógica universal, y democrática, de acceso irrestricto. Pero nada dicen de los pactos entre grandes corporaciones sobre precios, regulaciones globales y guerras económicas y comerciales contra aquellos países, como los de UNASUR, que osaron pensar en una red que no pasara por Washington o New York. Mientras, en la economía real, los sectores populares, como el mundo del taxi en España, han de ocupar la calle tras decenios de ser invadidos por los misioneros del gran capital en defensa del trabajo y sus derechos.

No sabemos si prosperará la tasa Google, en el seno de la UE, pero lo que es cierto es que, como demuestra el caso de San Francisco y la batalla judicial contra UBER, no estamos ante un videojuego. La experiencia histórica valida la tesis de Carlo Formenti sobre la lucha de clases del nuevo proletariado, precarizado en el capitalismo de plataformas digitales. Ya vemos de hecho cómo empieza la conflictividad social entre los sectores más vulnerables de las cadenas de ensamblaje global. La cuestión ahora es si pasamos de la externalización a cuestionar lo que hemos internalizado como introyección ideológica. A saber: toda tecnología es cultura, producción social, sujeta pues a relaciones específicas de producción. Y, como se crearon, pueden reinventarse. ¿Alguien en Bruselas está dispuesto a este ejercicio de imaginación y soberanía tecnológica?

LEER EL ARTÍCULO ORIGINAL PULSANDO AQUÍ

Fotografía: TreceBits

Fuente e Imagen: https://insurgenciamagisterial.com/la-tasa-google/

Comparte este contenido:

La virtud del magisterio: Luis Ramiro Beltrán Salmón

Por: Francisco Sierra Caballero

Este discurso fue pronunciado el 23 de septiembre de 2014 en La Paz, Bolivia, durante el acto de entrega de la Medalla de Oro de Ciespal, el más alto reconocimiento de la institución, al comunicólogo boliviano Luis Ramiro Beltrán Salmón, fallecido el 11 de julio de 2015. Lo reproducimos en su memoria.

Si la autoría constituye una función pública de articulación de espacios, de recuerdos, omisiones, momentos incidentales y pura contingencia, la vida y obra de Luis Ramiro Beltrán es, sin lugar a dudas, la más prolífica y creativa del continente americano pues, desde siempre, ha sido proclive a ir trenzando constelaciones de patrimonio simbólico para el acuerdo o la controversia, que han marcado un antes y un después en la comunicología latinoamericana. Ciespal reconoce en él no solo a un pionero de la Escuela Latinoamericana de Comunicación, sino a un pensador incómodo e intempestivo, que supo despejar el horizonte intelectual del pensamiento emancipatorio, disolviendo malentendidos o lugares comunes a fin de alumbrar lecturas disidentes del bagaje con el que el pensamiento latino en comunicación ha ido transitando los cambios históricos acontecidos a lo largo del último siglo. En definitiva, sin su liderazgo y concurso no hubiera tenido lugar el proceso de catálisis por el que hoy podemos repensar las matrices epistémicas de un pensamiento propio en la región.
El determinante papel académico y político de nuestro autor lo hace acreedor de todos los reconocimientos. Ahora bien, este homenaje de Ciespal no es un mero recuerdo o ejercicio ritual de celebración de la necesaria memoria histórica en su nombre, tan habitual, por otra parte, en la lógica académica. El término homenaje, que se remonta a la Edad Media, proveniente del provenzal homenatge, significaba en el latín tardío homenaticum, pues aquel que comprometía fidelidad a su señor, era denominado hombre. Adquiría, en suma, un reconocimiento o suerte de ciudadanía por el acto de veneración y respeto a su señor. En castellano, el significado de homenaje tiene tres acepciones. El sentido común designa el acto que se celebra en honor a alguien, pero también, respeto y veneración hacia una persona, al tiempo que, obligado cumplimiento de cualquier pacto como juramento solemne de fidelidad. Hablar de admiración y respeto, de la veneración compartida por todos respecto a la figura de Luis Ramiro Beltrán como académico y persona es por obvio un ejercicio en vano. Pero no tanto, quizás, el pacto o compromiso que ello significa, desde el punto de vista de la fidelidad a sus ideas, a su trayectoria intelectual, al legado que nos ha dejado. Y este sentido del homenaje es el que conviene recordar como reconocimiento, como memoria, como proyecto vivo de la Comunicología Latinoamericana.
Sí, como dejó escrito José Carlos Mariátegui: por lo general, quien no puede imaginar el futuro tampoco puede pensar el pasado; y, por lo mismo, quien no cultiva la memoria poco o nada puede proyectar en el horizonte histórico, las páginas de este modesto homenaje que Ciespal brinda a nuestro principal autor de referencia, tienen la voluntad de tejer nuevas utopías y proyectos históricos emancipatorios para el derecho a la comunicación en lugar del concepto equívoco del homenaje como acto ritual desprovisto de sustancia y contenido, como momento episódico y posmoderno siempre apolítico, más aún en un tiempo como el actual que si por algo se distingue es, justamente, por la preeminencia de una cultura pragmática y una percepción del presente perpetuo, marcada, incluso teóricamente, por el olvido de la historia y la negación de toda lectura crítica sobre las cenizas del pasado.
La complejidad y la velocidad de los cambios informativos en curso han penetrado tan profundamente en las estructuras y formas de sociabilidad que la naturalización, a nivel del discurso público, de las lógicas dominantes de mediación se ha revestido de tal consistencia y opacidad, que, bajo la apariencia de una falsa transparencia, parecen irreductibles a la crítica científica, mientras el proceso de estructuración y organización de la comunicación y la cultura pública inciden en las lógicas de dominación y desigualdad material y simbólica, características del modo de producción capitalista.
La naturalización de las formas desvertebradas y alienantes de la cultura contemporánea ha reafirmado así, como consecuencia, una concepción individualizada de la vida social que debe ser objeto de crítica para hacer visible las causas sociales de fenómenos desconcertantes de la ‘modernidad líquida’ que fragmentan y descomponen los marcos axiológicos y de convivencia. En este sentido, dos obstáculos fundamentales para la teoría crítica son, por un lado, el poder dominante de la metafísica burguesa, en especial la ilusión extensamente propagada de que el mercado capitalista y el régimen capitalista de producción son eternos e insuperables y, por otro, el imperio de una teoría y academia miopes incapaces de pensar más allá de los límites formales que determina el proceso o la lógica de acumulación.
Esta miopía intelectual sobre los dispositivos de control y subsunción social de los mundos de vida por el capital es la clave de la renuncia a una idea de sociedad crítica y comprometida con los espacios próximos de reproducción cultural y con la articulación dialógica de las complejas relaciones a distancia que median los sistemas desterritorializados del poder basado en flujos de información, que hoy también colonizan el pensamiento y la producción teórica, condicionando una nueva concepción del intelectual y de los trabajadores de la cultura.
Por ello, el homenaje dedicado a Luis Ramiro no puede ser de otro modo que aprendiendo de su virtud y de su legado; una reivindicación del deber de fidelidad a la virtud insobornable de pensar desde el compromiso y una política de lo procomún que ha venido mostrando, ejemplarmente, a lo largo de su trayectoria, al promover en América Latina esperanzas de futuro desde la conciencia despierta de lo que hoy se reformula como sumak kawsay.
No es cuestión glosar aquí la fructífera y rica trayectoria intelectual de Luis Ramiro. Tratar de resumir sus contribuciones al campo latinoamericano de estudios en comunicación y a la propia Ciespal sería demasiado profuso y materialmente imposible en unas pocas líneas. Maestro de comunicadores, inspirador y líder de una generación de estudiosos que hizo real el paradigma de la Teoría de la Dependencia en Comunicación para la insubordinación de los conocimientos locales, pretender, como decimos, resumir en unas pocas páginas toda una vida dedicada a la labor de ingeniero incansable de utopías nos llevaría a la paradoja de Funes el memorioso de Borges y, además, no es la razón de ser de este texto, pues tal empeño es tarea de biógrafos y estudiosos de la Genealogía de la Comunicación Latinoamericana.
Únicamente nos permitimos la licencia de señalar, por justicia, y lo evidente del hecho histórico que motiva tal conmemoración, que Ciespal le debe a Luis Ramiro Beltrán lo que hoy es como institución: un espacio de encuentro y articulación de la Comunicología Latinoamericana pensada, en su proyección, desde el sentido y sentimiento del Sur. El norte o guía de la caja de herramientas que hizo posible la Escuela Latinoamericana de Comunicación como un proyecto utópico de Comunicología del Sur está en deuda con el maestro. Y esta certera asunción o compromiso nos ha acompañado siempre desde que conocemos a Luis Ramiro Beltrán y compartimos amistad, primero en Sevilla, donde le hiciéramos un merecido y modesto reconocimiento la comunidad académica iberoamericana, posteriormente, en La Habana, Madrid y, hoy, en La Paz. Por ello, tal reconocimiento es, en cierto modo, una defensa del corpus conceptual y la práctica teórica surgida en los setenta como ruptura y desconstrucción frente a las corrientes dominantes en las antiguas y nuevas metrópolis occidentales; es decir, frente a las teorías foráneas del funcionalismo norteamericano y la teoría crítica marxista de la Escuela de Frankfurt, cuando en América Latina se comenzó a enunciar nuevas agendas propias adaptadas al contexto de movimientos y luchas políticas y sociales de la región, construidas desde la dialéctica de la hibridación y el mestizaje que reconoce la praxis, la diversidad y la participación como medulares en la comunicación, entendida esta como proceso de mediación social.
Como sabemos, es en suma, desde el reconocimiento de las particularidades históricas y culturales de América Latina, donde se comienza a tejer la propuesta de comprensión de la comunicación desde la perspectiva social y cultural. Las prácticas locales y creativas y los testimonios de resistencia suscitados a través de los procesos de comunicación participativa dan consistencia al pensamiento comunicacional latinoamericano. Es en este marco, que la Academia regional hace visible la construcción de pensamiento desde la praxis como posibilidad de reflexión a partir de la práctica/acción, de acuerdo con Ramiro Beltrán, y la investigación-acción Participativa como metodología colectiva de producción de conocimiento, donde la cooperación de los actores, siguiendo las exploraciones de Orlando Fals Borda en Colombia, en torno a la experiencia de lo popular y lo cotidiano, constituye el alfa y el omega de toda práctica teórica. De tal manera que el conocimiento científico es interpelado por la emergencia de otros saberes desde las culturas populares, afroascendientes e indígenas, en función de la construcción socioanalítica de conocimiento colectivo como lógica de apropiación de los saberes locales comunes, resituando la Comunicología en el terreno de las formas ancestrales y antagonistas de lo procomún, de la tierra y las cosmogonías invisibilizadas por la racionalidad cartesiana como opción epistémica y política frente a la condición de colonialidad en la que ha vivido históricamente América Latina. De aquel tiempo a esta parte, la larga noche neoliberal ha tratado de mudar tal espíritu reivindicativo. Pero como dice el adagio popular: “No hay mal que dure cien años…”, y “…tras la tormenta llega la calma”, pues, “…toda noche tiene su Alba…”. Así hoy, países como Bolivia y Ecuador han experimentado cambios significativos en la estructura del Estado y la cosmovisión de las políticas públicas con el reconocimiento de base del pensamiento de los pueblos originarios. Esta es apenas, como señala Boaventura de Sousa Santos, un punto de partida, “una victoria del movimiento social, del movimiento indígena y del movimiento popular” (De Sousa Santos, 2009: 61). Sin embargo, más allá del plano normativo, es el inicio de un proyecto de transformación y justicia cognitiva que debe llevarnos a pensar el estatuto de las ciencias sociales y de la comunicología en particular.
Si bien la hibridación social fue casi siempre negada en el plano conceptual de la práctica teórica como una desviación de la norma, hoy por hoy, en la era del capitalismo cognitivo, la ruptura con el eurocentrismo y el imaginario científico occidental es como se evidencia la condición para el desarrollo autónomo del campo científico regional. Ello exige, a diferencia de otras épocas, reformular las bases epistémicas de la comunicología en virtud de un proyecto histórico transmoderno, transoccidental, dialógico y articulado en, por, desde y para el Sur, atendiendo la singularidad creativa de sus culturas originarias. Ahora bien, para construir una epistemología del Sur para la comunicología latinoamericana, como rearticulación de la teoría crítica de la mediación social, basada en la cultura académica emancipadora y antagonista de la Escuela Latinoamericana de Comunicación (Elacom) no partimos de cero. De Freire a Escobar, de Martín Barbero y García Canclini a Dussel y Quijano, y los estudios poscoloniales, pasando por Boaventura de Sousa Santos, la apuesta por la decolonialidad del saber-poder informativo nos plantea el reto de reformular las bases del discurso científico comunicacional a partir de una crítica del poder mediador del pensamiento hegemónico angloamericano desde las matrices culturales del paradigma amerindio por el que Luis Ramiro se introdujo durante su período de residencia en Quito (1984-1991) de la mano de Wilson Hallo y que recientemente se materializó en el Proyecto Ameribcom (Beltrán, L. R.; Herrera, K.; Pinto, E. & Torrico, E., 2008).
La apuesta por formas diferentes de ver el mundo, de interpretar e intervenir en él constituyen una tradición epistémica propia del pensamiento latinoamericano desde su génesis, construyendo nuevas bases y estilos de conocer y representar el universo a partir de formas comunitarias inspiradas en la filosofía de la liberación y la cultura de la resistencia que hoy, a fuerza, deberían ser enriquecidas además por la emergencia reciente de los movimientos indígenas en una nueva lógica de compromiso intelectual(1).
El redescubrimiento de lo propio como empoderamiento del pensamiento y la realidad latinoamericana se traduce en la comunicología latinoamericana, en una reivindicación de la diferencia. Además también en un cuestionamiento y antagonismo de la norma y el pensamiento dominante de la modernización occidental y la ciencia neopositivista hegemónica en el Norte. En su origen, por ejemplo, la Escuela Crítica Latinoamericana demuestra con su emergencia y potencia crítica deconstructiva que “un pensamiento de fronteras, márgenes (que es donde mejor se ve la gramática del poder); está en las rutas, plazas, pueblos, marchas con las poblaciones y también en los foros, las cumbres, las jornadas de discusión, en las asambleas constituyentes en todos estos vertiginosos años” (De Sousa Santos, 2009: 5) que cuestionaron la hegemonía angloamericana. Así, por ejemplo, con el movimiento Nomic y, posteriormente, la defensa del Informe McBride, América Latina, con Luis Ramiro Beltrán a la cabeza, lideraría el debate sobre el acceso a la información y la democratización de la comunicación como componente fundamental de los Derechos Humanos, lo que marcaría un punto de inflexión en las agendas de investigación. Esta tradición que legitima un saber-hacer diferenciado constituye, como reconoce el propio autor, el principal elemento original de la comunicología latinoamericana. La filosofía de la praxis es la razón que habría de animar al maestro a convertirse en el eje de articulación del frente del Nomic, como impulsor de la Conferencia de San José de Costa Rica, y, más allá, en abogado defensor del concepto sistemático e integral de Políticas Nacionales de Comunicación. Como es de conocimiento público, aquel encuentro pudo haber acontecido en Buenos Aires, Lima o Quito. Pero entonces, como hoy, los voceros de la SIP y de AIR orquestaron una campaña de presión contra los gobiernos nacionales y la propia Unesco. Al igual que, actualmente, el capital acosa y trata de deslegitimar los procesos de democratización de Bolivia, Venezuela, Ecuador o Argentina. Por ello, es preciso recordar de dónde venimos -la lección es del todo evidente- y qué legado nos deja el artífice de la Comunicología de la Liberación.
Actualizar sus propuestas, su ejemplo de disciplina y compromiso, la metódica voluntad de insubordinación al neocolonialismo de propuestas como la ALCA que amenazan el sentido y progreso del Buen Vivir da toda la razón de ser a este reconocimiento público, quizás, es de lamentar, muy tardío por parte de Ciespal, pero aun así ello nos permite repensar y seguir luchando por el código, por la información y el conocimiento libres, por una obra y un pensamiento que hacemos nuestro en la asunción del deber de formar y transformar la realidad a partir en la actualidad de nuevas bases, pues, de acuerdo con el profesor Erick Torrico, es preciso renovar el legado de Luis Ramiro Beltrán a partir del programa de investigación sobre modernidad/colonialidad que Escobar, Quijano, Castro-Gómez, o Dussel vienen proponiendo para deconstruir las matrices eurocéntricas y definir un nuevo horizonte epistémico con el que pensar las ciencias sociales desde la autonomía, el pensamiento propio y la lucha por la emancipación social. Se trata, en fin, no de otra cosa que hacer efectivo el principio de homenaje como fidelidad al pensamiento antiestratégico de Luis Ramiro Beltrán que, hoy por hoy, iniciativas como el Foro Nuestra América identifica como reivindicación de la memoria al defender la soberanía tecnológica, la autonomía informativa, la defensa de los medios y prácticas comunicativas propias, así como las plataformas libres y las políticas públicas adecuadas a las realidades nacionales de Latinoamérica.
En esta voluntad transformadora radica la universalidad de la obra de Luis Ramiro Beltrán, la primera voz propia de América Latina que revolucionó el estatuto de la comunicología hegemónica para, en el fondo, dar voz a los sin voz, y repensar el sentido y la praxis de la comunicación para el cambio social en el paso de la lógica del escamoteo funcionalista a la estrategia del disimulo que alumbrara lo que el profesor Marques de Melo ha venido sistematizando como Escuela Crítica Latinoamericana de la Comunicación. En esta transición de la filosofía de la praxis comunicacional, “Beltrán es uno de los primeros comunicólogos en pensar América Latina como unidad con ciertas peculiaridades históricas e identitarias, razón por la cual se considera uno de los fundadores -junto a Pasquali, Verón, Díaz Bordenave o Marques de Melo- de la Escuela Crítica Latinoamericana de la Comunicación” (Barranquero en Beltrán, 2014: 30), cuya principal contribución fue imaginar, siempre, la mediación desde abajo, desde las comunidades y actores sociales, dando así rienda suelta a su inclinación artística, jugando a los palimpsestos con la Ciencia de la Comunicación. Tal virtud está, en el fondo, en su ADN cultural. La polivalencia y perfil polifacético hacen de él un artista de la comunicación, en tanto que atento observador de las culturas populares, de las formas de vida y resistencia de los movimientos sociales en la región. Si tuviéramos que definir a un académico tan inclasificable como Luis Ramiro, sería justamente como un investigador que piensa la comunicología como arte y técnica, como pensamiento nómada, como un reto de asunción, en el fondo, del ethos barroco. Y esta definición no es un rasgo menor o marginal. Antes bien, define, en esencia, la práctica teórica de nuestro autor.
El barroco es la forma de mediación de la lógica de la equivalencia y la racionalidad instrumental y la vida cotidiana, esto es, la afirmación de la forma natural y aliento a la resistencia que el trabajo y el disfrute de los valores de uso ofrecen al dominio del proceso de valorización. “El ethos barroco no borra, como lo hace el realista, la contradicción propia del mundo de la vida en la modernidad capitalista y tampoco la niega, como lo hace el romántico; la reconoce como inevitable, a la manera del clásico, pero, a diferencia de este, se resiste a aceptarla, pretende convertir en bueno el lado malo por el que, según Hegel, avanza la historia” (Bolívar Echeverría, citado por Dussel, 2012). Es esta mirada atenta a la inmanencia de la vida, la potencia del deseo, la realidad bizarra, extravagante y ornamental, la que ilumina el hilo rojo de la comunicación regional que Luis Ramiro supo capturar con inteligencia. Y que tan relevante se nos antoja en la contemporaneidad para pensar el capitalismo cognitivo. Pues, como ilustra el filósofo Bolívar Echeverría, el ethos barroco es el fundamento cultural que puede garantizar en América Latina una lectura otra para la emancipación. Es el que permite una subjetivación política y la emergencia de un nuevo sujeto de conocimiento legitimando el saber-poder como disyunción, subsunción y excentricidad, necesarios hoy más que nunca en los espacios liminares de la llamada Economía Creativa. De ahí la apuesta, acorde con la naturaleza fugaz del capitalismo informacional, por un conocimiento local, efímero, transitorio, particular de la heterotopía que fraguó la cultura latinoamericana, y que hoy exige una mayor reflexividad compartida. En otras palabras, pensar las diásporas como comunidades, como espacios de fuga y resistencia, de construcción y reconstrucción de identidades, durante más de quinientos años de lucha, nos permite dibujar una nueva epistemología o pensamiento de frontera, neobarroco, del Sur, de los márgenes, fluido y complejo que genera nuevos procesos de producción de sentido común liberado a partir de las bases antes expuestas. Ahora bien, apostar por ello, de acuerdo con Boaventura de Sousa (2009), es dislocar la práctica de representación de la Teoría Global de la Comunicación, del centro angloamericano en favor de los márgenes amenazados, a partir de una fenomenología de la marginalidad basada en el uso creativo de las tradiciones culturales amerindias. Si el poscolonialismo anglosajón parte de una relación colonial fundada en la polarización extrema entre colonizador y colonizado, entre Próspero y Calibán, una polarización que es tanto una práctica de representación como la representación de una práctica; una lectura decolonial de la comunicología latinoamericana representa una subversión y crítica antagonista de lo mestizo, hibridado y creativo transfronterizo, una proyección modélica de lo transcultural americano que sienta las bases para una nueva epistemología del Sur constructivista, no funcional ni esencialista. El problema de este reto es cómo construir el pensamiento desde y a partir de los grupos y movimientos indígenas que luchan en el subcontinente por su liberación.
Luis Ramiro supo apreciar, en plena madurez y ya retirado de la academia, la brillante idea, a la vanguardia del conocimiento, de repensar la comunicación desde la cultura precolombina. En su epistemología cultural se observa una diferencia notable con Bolívar Echeverría. Luis Ramiro Beltrán supo ver en la Teoría de la Dependencia, a diferencia de cierto marxismo dominante en la región, un modo específico de comprensión de los problemas de la comunicación moderna a nivel regional. Como bien observa Dussel, la teoría latinoamericana no siempre apreció el aporte diferente de la teoría de la dependencia, con sus limitaciones, en la contribución de la academia a los procesos de transformación histórica y las luchas sociales de la región. Luis Ramiro sin embargo apostó por esta mirada estructural para convertir la comunicología en un campo de disputa de los imaginarios del cambio social. Es por ello que podemos afirmar que la filosofía de la cultura, el giro descolonizador y la actualidad y potencia del pensamiento latinoamericano, vista desde Quito, capital del barroco por excelencia, plantea con él otra mirada sobre el pensar comunicológico. Sabemos, a ciencia cierta, que es esta cultura de una conciencia insatisfecha la que hizo posible y necesaria su voluntad de deconstrucción del elitismo funcionalista, la colonialidad del saber-poder informativo y las anteojeras ideológicas de la academia acomodaticia del imperio. Es este ethos barroco, la lucha expresiva entre el alma y el cuerpo, la contradictora emergencia de la modernidad y la cultura de la miseria en Latinoamérica la que explica la potencia creativa de un pensamiento otro que -permítaseme el atrevimiento- explica la virtud y originalidad del pensamiento de Luis Ramiro Beltrán, su deambular bohemio entre la literatura y el periodismo, al tiempo que el rigor de la ciencia y la disciplina del método. Porque en el fondo sabe el maestro que la comunicación es Comunic@rte, creatividad, técnica y ciencia aplicada al mismo tiempo. Esa tensión entre literatura y pensamiento estratégico, entre rigor científico y creatividad cinética, entre pensamiento y acción, han marcado su vida y obra, entre la bohemia y la disciplina del conocimiento consistente, meticuloso y relevante.
El reto ahora es construir una comunicología contrahegemónica, incluyente, participativa, pensada para el Buen Vivir, reconstruyendo una vez más utopías de futuro para la región. Los textos y ejemplo del magisterio de Luis Ramiro Beltrán garantizan sin duda esta apuesta, en tanto que son puertas, ventanas, intervenciones para un pensar otro. Hoy que las prácticas y fuentes de referencia están de nuevo colonizadas por el dominio del capitalismo cognitivo, su ejemplo como impulsor de Alaic, Ciespal, Felafacs y el pensamiento propio, autónomo y rebelde de América Latina, cobra así viva actualidad. Solo hay que desplegar la competencia freireana de la escucha activa. Pues, en palabras del maestro: “Hay, en nuestra parte del mundo, una base institucional de excepcional calidad e influencia. Pero, puesto que obviamente ninguna de estas organizaciones puede asumir el gran reto por sí sola, es indispensable y urgente que todos ellos conjuguen sus recursos humanos y materiales, mediante un Comité Permanente de Coordinación Internacional, encargado de diseñar y ejecutar un Programa Cooperativo Regional de Promoción de Políticas para Democratizar la Comunicación”.
El homenaje de Ciespal es compromiso de fidelidad a su obra y estas, sus palabras. La asunción, en fin, de la virtud debida a la conciencia despierta, porque no renunciamos a la utopía y porque, bien lo saben, la mayéutica socrática es eso: el cultivo de una vida ejemplar. Quito, 8 de septiembre de 2014
Nota: 1. Para una revisión sobre las matrices originarias de la Escuela Latinoamericana de Comunicación y sus fundamentos teóricos desde una perspectiva crítica ver José Marques de Melo (1988): Communication Theory and Research in Latin America, Culture, Media & Society, vol. X, Nº 4, pp. 405-418, London: Sage; José Marques de Melo y Cristina Gobbi (org.) (2000). Gênese do Pensamento Comunicacional Latino-Americano: O Protagonismo das Instituições Pioneiras – Ciespal, ICINFORM, ININCO, Sao Bernardo do Campo: UMESP/UNESCO; Raúl Fuentes Navarro (2005). La emergencia de un campo académico. Continuidad utópica y estructuración científica de la investigación de la comunicación en México. Tesis doctoral, Departamento de Ciencias Sociales, México DF: Universidad de Guadalajara, UdG; Raúl Fuentes Navarro (1992). Un campo cargado de futuro. El estudio de la Comunicación en América Latina, México: CONEICC; José Marques de Melo (org) (1996). O pensamento latino-americano en Comunicaçao, Comunicaçao e Sociedade, 15, Sao Bernardo do Campo: UMESP; José Marques de Melo (1998). Teoría da Comunicaçao. Paradigmas Latino-Americanos, Petrópolis: Vozes; Gustavo León Duarte (2008): “ELACOM. Referente histórico y conquista de la hegemonía en el pensamiento latinoamericano de comunicación”, Revista Razón y Palabra, vol. 13, Nº 61, Marzo-Abril, ITEMS-CEM, Estado de México. José Marques de Melo (2009). Pensamiento Comunicacional Latinoamericano. Entre el saber y el poder, Sevilla: Comunicación Social Ediciones y Publicaciones; Gustavo León Duarte (2011). La Escuela Latinoamericana de Comunicación, Madrid: Editorial Académica Española; Luis Ramiro Beltrán (2000). Investigación sobre Comunicación en Latinoamérica. Inicio, trascendencia y proyección, La Paz: Plural Ediciones. Referencias Beltrán, L. R. (2014). Comunicología de la liberación, desarrollismo y políticas públicas. Málaga: Luces de Gálibo. Beltrán, L. R., Herrera, K., Pinto, E. & Torrico, E. (2008). La comunicación antes de Colón. Tipos y formas en mesoamérica y los Andes. La Paz: Centro Interdisciplinario de Estudios de la Comunicación. Castro-Gómez, S. (1996). Crítica de la razón latinoamericana. Barcelona: Puvill Libros. Castro-Gómez, S. y Mendieta, E. (1998). Teorías sin disciplina. Latinoamérica, postcolonialidad y globalización en debate. México DF: Editorial Porrúa. Castro-Gómez, S. (1999). Pensar(en) intersticios. Teoría y práctica de la crítica postcolonial. Bogotá: CEJA. De Sousa Santos, B. (2009). Una epistemología del Sur: la reinvención del conocimiento y la emancipación social. México DF: Siglo XXI / CLACSO. Dussel, E. (2012). Modernidad y ethos barroco en la filosofía de Bolívar Echeverría, México DF: UAM-Iztapalaba. Echeverría, B. (2005) (comp.) La mirada del ángel, México DF: Ediciones ERA. Echeverría, B. (2010). Antología. Crítica de la modernidad capitalista. La Paz: Vicepresidencia de Bolivia / Oxfam. Escobar, A. (1996). La invención del tercer mundo, construcción y deconstrucción del desarrollo. Bogotá: Editorial Norma. Escobar, A. (2010). Una minga para el postdesarrollo: lugar, medio ambiente y movimientos sociales en las transformaciones globales. Lima: Programa Democracia y Transformación Global y Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Recuperado de ‹http://www.unc.edu/~aescobar/text/esp/escobar.2010.UnaMinga.pdf›. Lander, E. (comp.) (2001). La colonialidad del saber. Eurocentrismo y ciencias sociales. Buenos Aires: CLACSO / CICCUS. Marques de Melo, J. y Gobbi, M. C. (orgs.) (2003). Pensamento comunicacional latinoamericano. Da pesquisa-denuncia ao pragmatismo utópico. Sao Paulo: UMESP / Unesco. Sierra, F. , Bolaño, C. y Mastrini, G. (edit.) (2012a). Political Economy, Communication and Knwoledge. A Latin American Perspective. London: Hampton Press. Sierra, F. y Martínez, M. (edit.) (2012b). Comunicación y desarrollo. Prácticas comunicativas y empoderamiento local. Barcelona: Gedisa.

Fuente: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/carton-piedra/1/la-virtud-del-magisterio-luis-ramiro-beltran-salmon

Comparte este contenido:

Nueva Comunicología Latinoamericana

Por: Francisco Sierra Caballero

Hay tiempos que condensan la aceleración de la historia y la viva potencia transformadora de las turbulencias de la naturaleza. Nuestro tiempo, el actual proceso de transición histórica podría decirse que es de este tenor. En CIESPAL, observamos en los últimos años que los cambios tienen lugar con la profundidad y espesor que uno experimenta en la propia vida cotidiana y parece ser que la Academia de algún modo,  si bien tardío, también comienza articular otro sentido de su práctica teórica. A riesgo de equivocarnos, sentimos que algo empieza a moverse en la Comunicología Latinoamericana tan necesitada, tras la contrarrevolución conservadora que asaltó las universidades en los ochenta, de nuevas miradas y un retorno a sus fuentes originales como pensamiento de la liberación. El próximo encuentro de INTERCOM en Sao Paulo es una prueba de ello. La pionera escuela paulistana celebra el 50 Aniversario de la ECA y con ello mi estimado colega Giovandro Marcus Ferreira, responsable de Relaciones Internacionales de Intercom, nos convoca a distinguidos colegas como Jorge González, Raúl Fuentes, Immacolata Vassallo y, desde luego, el propio Marques de Melo, entre otros, a repensar la investigación en comunicación en América Latina.

Que la Comunicología Latinoamericana requiere un giro o ruptura epistemológica es, sin duda, a nuestro modo de ver incuestionable. En el último número de CHASQUI apuntábamos algunas ideas a este respecto que quisiéramos apuntar en esta entrada para anticipar algunos debates en Sao Paulo.

Primero, y antes que nada, a decir de Raúl Fuentes, es preciso reconocer tres obstáculos subjetivos de progreso del pensamiento crítico en América Latina: el dogmatismo, la militancia voluntarista y el enfoque maniqueo de las contradicciones y conflictos de la comunicación moderna. De ahí la pertinencia de una revisión crítica, tanto histórica como cognitiva, en términos metateóricos, del despliegue y desarrollo académico regional. Pero para ello es preciso deconstruir ciertas posiciones de observación y conceptos al uso de la práctica teórica. En un camino de ida y vuelta, de la economía política a la teoría crítica y la estética de la recepción, para volver a la geopolítica de la cultura, el giro decolonial constituye, en este sentido, una exigencia para la COMUNICOLOGÍA DEL SUR. Más aún en un contexto de creciente captura y subsunción del trabajo intelectual. La cultura y el modo de producción del Capitalismo Cognitivo, como explica Jameson, se han fusionado produciendo la subsunción del trabajo académico bajo las exigencias neopragmáticas de circulación y valorización del capital en una suerte de tiempo pseudocíclico y neopositivismo aceptado acríticamente por los trabajadores de la cultura y del conocimiento. A ello ha contribuido significativamente la política científica dominante. Los organismos nacionales e internacionales de ciencia y tecnología imponen el dogma fundamentalista del empirismo abstracto, la razón de la existencia constatada de un orden inmutable al cual están sometidos todos los acontecimientos y al que la academia regional ha terminado, lenta pero paulatinamente, adaptándose de forma acrítica, con perniciosos efectos no solo en las formas y agendas de investigación sino en el propio sentido de la praxis científica. Como decimos, la década perdida y el neoliberalismo no solo incidieron en las políticas económicas y sociales. La restauración conservadora de la era Reagan y el Documento de Santa Fe significó, de facto, un retroceso de los estudios y potencial emancipatorio del pensamiento latinoamericano, traduciéndose en una suerte de colonización interna de modos y visiones de la Universidad y la investigación comunicológica, contraria a la rica tradición de los años setenta.

En este escenario, parece evidente la necesidad de repensar la ruptura o quiebre epistemológico del campo si de verdad se trata, como antaño, de recuperar la función social del intelectual, del comunicólogo, como traductor colectivo que convoca a la comunidad a repensar el papel de la comunicación y las nuevas mediaciones digitales en el escenario de crisis global del capitalismo. El reto no es otro que tratar de ofrecer herramientas de conocimiento y liberación social de acuerdo a la diferencia teórico-metodológica de la escuela crítica en América Latina. Este giro, de lo decolonial, exige, en lógica coherencia, una crítica de la crítica (Rancière dixit), revisando conceptos, triangulando perspectivas teóricas, reconstruyendo las lógicas del sentido y la genealogía moderna de la comunicación regional. Una suerte en fin de economía política del conocimiento comunicológico, entre la sociedad, la cultura y la economía, en la que se logre vislumbrar nuevas miradas potentes en la dialéctica productiva entre tradición y modernidad, en este caso reconociendo la riqueza de los saberes ancestrales.

A partir del reconocimiento de la alteridad, de la diferencia, con Martín Barbero cobra forma, como es sabido, la idea de otra modernidad en América Latina; una modernidad inconclusa, en fin, para la mirada dominante y diferente o novedosa para la mirada alternativa. De acuerdo con Mattelart, esta relación en América Latina ha suscitado interrogantes originales sobre la articulación entre las culturas populares y la producción industrial de cultura. Desde la comprensión de las identidades y sus luchas contra los flujos de la modernidad hasta la comprensión de los usos de lo popular, las complicidades, las apropiaciones y las resistencias de los receptores, en la Escuela Latinoamericana de Comunicación (ELACOM) subyace una teoría que piensa la sociedad latinoamericana, más que desde la deuda o la carencia del desarrollo de la modernidad, desde la diferencia y la diversidad de lo social mediatizado que hoy los estudios sobre la decolonización del saber-poder deben actualizar y trascender con nuevos interrogantes y/o cuestionamientos en la medida que el contexto es otro bien diferente.

La emergencia del movimiento indígena ha transformado políticas y deliberación en las Ciencias Sociales a nivel regional en un momento de crisis de paradigmas y transición. Los casos de Ecuador y Bolivia sobresalen en este contexto de cambios y transformación por el reconocimiento explícito a nivel constitucional de los pueblos originarios al declararse estados plurinacionales. Ahora bien, este es apenas, como señala Boaventura de Sousa Santos, un punto de partida, “una victoria del movimiento social, del movimiento indígena y del movimiento popular” (De Sousa Santos, 2010a: 61).

Más allá del plano normativo, hoy es preciso además la justicia cognitiva global y ello pasa por repensar el estatuto de las ciencias sociales y de la Comunicología en particular. De Freire a Escobar, de Martín Barbero y García Canclini a Dussel y Quijano, y los estudios poscoloniales, pasando por Boaventura de Sousa Santos, la apuesta por la decolonialidad del saber-poder informativo plantea, en este sentido, el reto de reformular las bases del discurso científico comunicacional a partir de una crítica del poder mediador del pensamiento hegemónico angloamericano desde las matrices culturales del paradigma amerindio.

Históricamente, el redescubrimiento de lo propio como empoderamiento del pensamiento y la realidad latinoamericana se ha traducido en la Comunicología latinoamericana en una reivindicación de la diferencia. Pero también en un cuestionamiento y antagonismo de la norma y el pensamiento dominante de la modernización occidental y la ciencia positiva hegemónica en el Norte. En su origen, por ejemplo, la Escuela Crítica Latinoamericana demuestra con su emergencia y potencia crítica deconstructiva que “un pensamiento de fronteras, márgenes (que es donde mejor se ve la gramática del poder); está en las rutas, plazas, pueblos, marchas con las poblaciones y también en los foros, las cumbres, las jornadas de discusión, en las asambleas constituyentes en todos estos vertiginosos años” (De Sousa Santos, 2010b: 5) que cuestionaron la hegemonía angloamericana. Así, por ejemplo, con el movimiento NOMIC y posteriormente la defensa del Informe McBride, América Latina lideraría un debate sobre el acceso a la información y la democratización de la comunicación como componente fundamental de los Derechos Humanos que marcaría un punto de inflexión en las agendas de investigación partiendo de las prácticas negadas de la comunicación comunitaria y el derecho de acceso a los medios. Como consecuencia, y fruto del debate abanderado por destacados pensadores y activistas como Luis Ramiro Beltrán, la región asistiría a la emergencia en el marco de la teoría de la dependencia de políticas públicas, en países como México, para el acceso a los medios de comunicación de las comunidades indígenas, legitimando un saber-hacer que, como advirtiera Luis Ramiro Beltrán, constituye un elemento distintivo original de la Comunicología Latinoamericana, a saber: la dimensión praxiológica.

Conscientes de la necesidad de asunción de la ambivalencia y el potencial de las derivas y lógicas sociales que la cultura moderna negó por omisión, hoy  estimamos por ello, siguiendo la tradición del pensamiento de la liberación regional, la pertinencia de vislumbrar a corto y medio plazo, en el horizonte cognitivo de América Latina, la emergencia de una nueva conciencia posible que permita definir una nueva lógica y pensamiento del Sur actualizando para trascender la experiencia de ELACOM.

Sin entrar a discutir la pertinencia o no de esta distinción, que se nos antoja ociosa cuando no limitadamente malinchista, definimos la Escuela Latinoamericana de Comunicación como el corpus de análisis de la comunicación y la cultura, con elementos epistémicos y metodológicos diferentes a los desarrollados en los ámbitos de la academia de Europa y Estados Unidos, en virtud de una hibridación teórico-metodológica original que atiende a la especificidad histórica y la emergencia de sincretismos y nuevas lógicas de modernización marcada por la pluralidad de las culturas populares massmediatizadas. Tal reconocimiento da lugar a un corpus conceptual y a una práctica teórica surgida como ruptura y desconstrucción frente a las corrientes dominantes en las antiguas y nuevas metrópolis occidentales, es decir, frente a las teorías foráneas del funcionalismo norteamericano y la teoría crítica marxista de la Escuela de Frankfurt, al mismo tiempo que se enunciaban nuevas agendas propias adaptadas al contexto de movimientos y luchas políticas y sociales de la región, construidas desde la dialéctica de la hibridación y el mestizaje que reconoce la praxis, la diversidad y la participación como medulares en la comunicación entendida como mediación social. Es, en suma, desde el reconocimiento de las particularidades históricas y culturales (mestizaje, diversidad de identidades) de América Latina desde donde se comienza a tejer la propuesta de comprensión de la comunicación desde la perspectiva social y cultural. Con el surgimiento de explicaciones más críticas en la investigación latinoamericana de la comunicación lideradas por Pasquali, Mattelart y Freire (entre otros), los estudios de comunicación ganaron entonces la perspectiva de la localización, en la vida social y cultural de la realidad latinoamericana. En el caso particular de Freire, se habla de una propuesta que “apunta hacia el núcleo del proceso de dominación social: la ausencia de dialogicidad en la comunicación cotidiana y su proyección en el silencio secular de las poblaciones oprimidas de todo el continente…” (Marques de Melo, 2000: 286). Estas dos tendencias marcarán el desarrollo de la investigación en América Latina entre los años 70 y los 90, definiendo por un lado los análisis desde marcos sobreideologizados y por otro, el culturalismo que resta peso al valor ideológico, donde el exceso etnográfico se impuso como una nueva forma de populismo cultural con una defensa acrítica de todo consumo como resistencia. En sus alcances teórico-metodológicos, en cualquier caso, la propuesta de investigación desde la relación comunicación/cultura ha permitido comprender el desarrollo y el reconocimiento de las identidades culturales en el marco del mestizaje entendido como procesos de continuidades en la discontinuidad, conciliaciones entre ritmos que se excluyen desde donde se piensan las formas y sentidos culturales. Y ha sido la base o punto de partida de definición de una propuesta autónoma de investigación en el marco desarrollista de la modernización acelerada en el que estaba inmersa América Latina. Esto es, la ruptura y deconstrucción frente a las corrientes dominantes en las antiguas y nuevas metrópolis occidentales, es decir, frente a las teorías foráneas del funcionalismo norteamericano y la teoría crítica marxista de la Escuela de Frankfurt, tienen lugar al mismo tiempo que se enunciaban nuevas agendas propias adaptadas al contexto de movimientos y luchas políticas y sociales de la región, construidas desde la dialéctica de la hibridación y el mestizaje que reconoce la praxis, la diversidad y la participación como medulares en la comunicación entendida como mediación social, al tiempo que son permeadas, como criticara Escobar, por visiones eurocéntricas de progreso.

Cuando hoy reivindicamos la deswesternización del pensamiento comunicológico latinoamericano, problematizando la colonialidad del saber-poder comunicacional es justamente para construir desde dicha diferencia conocimiento consistente, liberador y referenciado en las ecologías de vida.  En otras palabras, de la cultura clásica y el barroco a la era del neobarroco gubernamentalizado de las Américas y la decolonialidad del saber-poder informativo, que atraviesa las nuevas mediaciones y disciplinamientos, hoy se nos antoja pertinente y necesario recorrer los ejes vertebradoras de nuestra crisis civilizatoria y de sentido para apuntar nuevas matrices para el buen vivir, para las ecologías de vida que se construyen en el nuevo entorno mediatizado actualizando la propuesta de ELACOM desde un nuevo giro o ruptura epistemológica. Se trata de tomar en serio el diálogo de saberes y asumir la diferencia de la modernidad evitando cierto dominio eurocéntrico hegemónico, hoy básicamente angloamericano, para afirmar una suerte de ethos barroco como programa científico vital para la región.

La afirmación de una radical singularidad o diferencia del modelo de construcción de lo social en Latinoamérica debe asumir, por principio, la diversidad no solo como lo real concreto de las ecologías de vida, sino también en la propia forma de producción del conocimiento. Pues, siguiendo en ello a Bolívar Echeverría, si pensamos desde América Latina, hemos de reconocer que “las configuraciones históricas efectivas de la modernidad aparecen como el despliegue de las distintas re-formaciones de sí mismo que el occidente europeo puede inventar – unas como intentos aislados, otras coordinadas en grandes proyectos globales – con el fin de responder a esa novedad absoluta desde el nivel más elemental de su propia estructura. Más o menos logradas en cada caso, las distintas modernidades que ha conocido la época moderna, lejos de agotar la esencia de la modernidad y de cancelar así el trance de elección, decisión y realización que ella implica, han reavivado ese trance cada cual a su manera” (Echeverría, 1997: 143). Ello se traduce en formas distintas de pensar, de producir ciencia, tal y como el propio Echeverría razona a propósito del ensayo en Latinoamérica. Esta fue la razón de ser de la propuesta epistémica de hacer visible la construcción de pensamiento desde la praxis como posibilidad de reflexión y elaboración de teoría desde la práctica/acción, de acuerdo con Ramiro Beltrán, y la Investigación-Acción Participativa como metodología colectiva de producción de conocimiento, siguiendo las exploraciones de Orlando Fals Borda en Colombia en torno a la experiencia de lo popular y lo cotidiano.

La incursión de la llamada comunicación alternativa sustentada en la oposición a lo constituido, lo alterno a lo establecido, lo otro distinto a lo institucional en contraposición a los grandes medios, abrió una de las ventanas de discusión y aporte más importante al debate de la comunicación desde América Latina y en cierto modo por vez primera visibilizó las culturas indígenas. Los análisis y las investigaciones sobre el tema aparecen con mayor fuerza en México, Bolivia y Ecuador y se centran en estudiar los procesos de apropiación de tecnologías de la comunicación y la información desde las radio hasta las tecnologías más recientes como procesos de reconocimiento cultural. Se constituye así una Comunicología de la praxis, esto es, un saber para la acción, una nueva lógica del sentido, las bases de reflexividad y metacognición que anticipa muchos de los debates contemporáneos del constructivismo por el énfasis en el contexto, la historia conectada, y la triangulación compleja y recursiva en la emergencia de una Comunicología Otra.

Hoy esta línea de desarrollo, abandonada en la academia por influencia del conservadurismo intelectual que dominó las universidades durante el neoliberalismo, adquiere nuevo sentido y relevancia en un horizonte de discusión conceptual que apunta la pertinencia de redefinir agendas, matrices de pensamiento y culturas de investigación. Pero para ello sea posible es preciso empezar por lo elemental. Por ejemplo, una de las tareas pendientes de la investigación comunicacional sigue siendo la de sistematizar el estado del arte. Llama la atención que si bien en la década de los setenta revistas de referencia como CHASQUI promovió el debate sobre cultura indígena y medios de comunicación, la literatura especializada en la materia en América Latina es casi episódica hoy, limitándose bien a redes más amplias sobre cultura popular o tradicional en la que se incluiría las formas de comunicación indígena, caso de FOLKCOMUNICACIÓN en Brasil, o centrada en dos problemas fundamentales de estudio: las radios o medios comunitarios, sobre todo abordado en México y Colombia; o el estudio del impacto de la innovación tecnológica en comunidades tradicionales, caso de Brasil y Chile. Por otra parte, en la necesaria transición y ruptura de las hibridaciones y cambios de demarcación que tienen lugar en el contexto es preciso definir nuevas direcciones y agendas de investigación capaces de reconectar, como sugiriera Williams y Hall, la cultura y la política, la economía y la comunicación, la identidad y las transformaciones históricas en una suerte de nueva imaginación comunicacional que construya pensamiento desde el humus y formas inmediatas de reproducción social. Así, como apuntábamos al analizar las formas de producción y consumo cultural en América Latina, hoy mediatizados en grandes centros urbanos como Londres, Madrid o Los Ángeles, realidades como la diáspora como problema, la lucha de clases como telón de fondo de la globalización, sitúa la hibridación como un problema de deseo emancipatorio de las nuevas clases subalternas que exige otra mirada constitutiva de la academia como en su momento ensayaran los Estudios Culturales Latinoamericanos. La asunción de este reto comunicológico es estratégica en la era postmedia, pues el reino de lo extraordinario y de lo espectacular integrado, la creatividad, el acto de lectura que evoca, sugiere, proyecta e impugna la práctica teórica se torna norma fundamental de acumulación en el Capitalismo Cognitivo. La referencia del filósofo Santiago Castro Gómez es, en este sentido, del todo pertinente pues la nueva forma de organización del trabajo en el Capitalismo Cognitivo, el modelo de producción postfordista, valoriza la dimensión simbòlica, social, afectiva, comunicativa y emocional de las formas comunadas, proyectando una nueva ciudadanía cultural, tal y como apuntamos en anteriores trabajos: Francisco Sierra; Carlos Del Valle y Javier Moreno (Eds.) (2010). Cultura latina y revolución digital. Matrices para pensar el espacio iberoamericano de comunicación, Barcelona: Gedisa; Francisco Sierra; Carlos Del Valle y Javier Moreno (Coords.) (2011). Políticas de comunicación y ciudadanía cultural iberoamericana, Barcelona: Gedisa. SIERRA, Francisco y MARTÍNEZ, Marcelo (Eds.) (2012). Comunicación y Desarrollo. Prácticas comunicativas y empoderamiento local, Barcelona: Gedisa.

Si, como demuestra Eagleton, la lógica de la dominación es la forma estética de la ideología apolítica del sentido común y la sensibilidad del espectáculo como mediación del inconsciente político (Eagleton, 2006) eludir en el plano teórico los márgenes y formas obliteradas de conocimiento y praxis social constituye, en este sentido, cuando menos, un ejercicio de irresponsabilidad histórica. La apuesta, de acuerdo con Boaventura Sousa Santos, de una Epistemología del Sur  exige comenzar a repensar desde donde observamos y qué atención se da a la emergencia de sujetos, saberes y ecologías culturales negadas. Más aún cuando sabemos que “los fenómenos semi-modernos son elementos (fragmentos, ruinas) de civilizaciones o construcciones no occidentales de mundo social, que mantienen su derecho a existir en el mundo de la modernidad europea pese a que el fundamento tecnológico sobre el que fueron levantados ha sucumbido ante el avance arrasador de la modernización. La vitalidad que demuestran tener estos elementos aparentemente incompatibles con toda modernidad – pese a que son integrados en exterioridad, usados sin respetar los principios de su diseño, de manera muchas veces monstruosas – es la prueba más evidente de la limitación eurocentrista que afecta al proyecto de la modernidad dominante” (Echeverría, 1997: 189).  Y que hoy por hoy debe ser impugnada, tal y como propone el giro decolonial, a fin de tratar de explorar productivamente el mosaico de identidades y pensar los flujos descentrados: la ruptura o corte epistemológico del eurocentrismo.

CIESPAL apuesta en esta línea, como política científica, por una teoría de la mediación deswesternizada, politizando el análisis cultural y de las mediaciones mediante la reconexión del pensamiento para el cambio social en una línea fronteriza entre EPC y Estudios Culturales frente al dominio del Capitalismo Cognitivo eurocéntrico. Pensar la Comunicología de la Liberación, ensayar una teoría del Sur y desde abajo, significa, a nuestro modesto entender, superar dato, base material, e interpretación, mediación subjetiva, trascendiendo la binaria forma dominante que desconoce otras formas de vida y conocimiento tanto como otros lenguajes y formas de representación obliterados por la academia. Y aquí entroncamos con el giro lingüístico y la crítica que hace años formulara Homi Bhabha. La misma que hoy hace posible una nueva potencia crítica con el giro decolonial. Y que asume, con todas las consecuencias, la crítica cultural y de la comunicación latinoamericana en la inestabilidad intersticial de lo no reconocible que desafía a las disciplinas organizadas.

Esta reflexividad apunta a las tensionalidades de la decolonialidad del saber-poder, a una escritura desbordante especialmente en un tiempo como el nuestro en el que tienen lugar mutaciones readaptativas sin cesar, un tiempo encrucijada, de transición y crisis, en fin, de paradigmas y modelos civilizatorios que nos obliga a asumir prioritariamente una ruptura epistemológica y vital. En otras palabras, la constatación del fin de una era y la emergencia, que se vislumbra apenas, de un nuevo modelo de reproducción y, por ende, de mediación social, exige de una institución como CIESPAL repensar sistemas categoriales, matrices epistémicas y la propia práctica académica empezando por deconstruir el discurso cínico de la colonialidad que impera en la Universidad.

Si la política es el arte de lo posible, la voluntad incisiva de este trabajo de política científica es una inadecuada y paradójica iniciativa de acción transformadora que recupera el sentido originario de la teoría crítica latinoamericana, cultivando la memoria de nuestra contingencia. Con esta voluntad convocamos el último monográfico de CHASQUI y con esta esperanza abrimos diálogo no solo en Ecuador, Bolivia (ABOIC), Chile (UFRO) sino en diferentes espacios y colectivos sociales que piensan que la Comunicación más que nunca es, de acuerdo con Muniz Sodré, una CIENCIA EN COMÚN y exige una sociología de las emergencias basada en el diálogo de saberes y en una ruptura con los hábitos tradicionales.

De acuerdo con Escobar, se trata de reconstruir en la práctica académica en Comunicación las formas diferenciales del lugar, del ser y del conocer de las prácticas indígenas como conocimiento local cualitativamente valioso en función de un enfoque enactivo de la Comunicología, generar en fin nuevas relaciones entre los diferentes tipos de conocimiento, desde una dinámica de heterarquía, esto es, entendida como entrecruzamiento abierto y multidimensional sin la certeza, por otro lado habitual en la racionalidad instrumental y el neopositivismo, de superioridad o importancia de unos elementos sobre otros, en este caso, de unos conocimientos sobre otros.

Frente a cada una de las monoculturas y lógicas dominantes precisamos asumir radicalmente cinco ecologías sostenibles para el campo: la ecología de los saberes, para aceptar el valor de otros saberes y otros criterios de rigor que dan credibilidad contextual a los saberes; la ecología de las temporalidades, para recuperar el sentido de los ciclos y del tiempo circular, propio de los procesos biológicos y de la naturaleza; la ecología de los reconocimientos, en los movimientos sociales, la diversidad social y cultural, las luchas por la emancipación y el actuar colectivo; la ecología de las transescalas, como recuperación simultánea de las tensiones y articulaciones entre lo local y lo global; y la ecología de las productividades,  para recuperar y valorar los sistemas alternativos de producción que se generan en las organizaciones económicas populares a través de la autogestión, la organización cooperativa y la solidaria (De Sousa Santos, 2009: 103-126).

En definitiva, debemos, de acuerdo a las tesis de Boaventura Sousa de Santos, Descolonizar la Comunicología, por medio de:

  1. 1. La ruptura de los abismos epistémicos. La teoría crítica de la comunicación sólo será renovada abriendo espacios analíticos para realidades emergentes donde, como sucede en los espacios tradicionales de los pueblos originarios amerindios, subsisten prácticas, cosmogonías y formas de saber-hacer ocluídos, obliterados o directamente clasificados como no saber por la Academia. Un conocimiento comunicacional situado desde las matrices del paradigma amerindio significa, en este sentido, reivindicar un conocimiento prudente y situado que dé proyección al saber común del “instinto Caribe”, del saber para la vida de la raza cósmica, dando continuidad a la “estética de la fome” o , en sentido epistemológico, a una Comunicología decolonial, compleja y liberadora, que, heredera de la praxis teórica antropofágica, asuma radicalmente la legítima canibalización de la diferencia como propia de la subalternidad de las culturas populares latinoamericanas en la crítica de la negación inequitativa de un pensamiento anclado en lo local, de un ser y un conocer articulado en los lugares sagrados de los que son protagonistas los nuevos actores políticos del siglo XXI en la región.
  2. 2. El diálogo Sur-Sur. Desde la Teoría de la Dependencia, la Comunicología Latinoamericana es consciente de la necesidad de una historia conectada, de la importancia de la hermenéutica diatópica que confronta, redescubre y construye las tramas de sentido común, activadas en el caso del movimiento indígena con las cumbres, redes, políticas y también universidades de la tierra, de la Pachamama. En el mismo sentido, la investigación en comunicación para una nueva Epistemología de la Comunicación desde el Sur ha de tratar de conectar, reescribir y contrastar experiencias, saberes y prácticas de mediación en la región, en coherencia con el principio de clinamen y la práctica de la relación del paradigma amerindio, tal y como enseña Viveiros de Castro en Metafísicas caníbales. Línea de antropología posestructural, Buenos Aires: Katz (2010).
  3. 3. La politización de la investigación en comunicación. La rearticulación del pensamiento crítico latinoamericano pasa por una epistemología del Sur y desde abajo de la práctica teórica, concebida como superación de la relación fantasmática entre teoría y práctica del culturalismo cosificado de los años noventa. Una práctica teórica que por su circularidad y empobrecido potencial liberador termina siendo tautológica, una suerte de “adecuación ceremonial”, de acuerdo con la feliz expresión de Thorsten Veblen, no corresponde al “espíritu de los nuevos tiempos” que, como hemos indicado, da cuenta de nuevas formas de apropiación, activismo tecnológico y, en el caso de los movimientos indígenas del continente, nuevas formas de acción colectiva de las políticas de representación.
  4. 4. La discusión de la Economía Política de la Comunicación y del Conocimiento en la era del Capitalismo Cognitivo en forma de Arqueología del Saber-Poder Informativo en la modernidad otra de América Latina. Ello significa situar la agenda de investigación en Comunicación en un desplazamiento de la metrópoli a la frontera o periferia en una suerte de aculturación a la inversa o cambio de código y matrices epistémicas. Y en un desplazamiento de la visión culturalista a la economía política. De acuerdo con Castro Gómez, “para conceptualizar (la ruptura epistemológica que proponemos) se hace necesario realizar un giro metodológico: la genealogía del saber-poder, tal como es realizada por Foucault, debe ser ampliada hacia el ámbito de macroestructuras de larga duración, de tal manera que permita visualizar el problema de la invención del otro desde una perspectiva geopolítica” (Lander, 2001: 169). Y, al tiempo, problematizar los sistemas de saber y conocimiento tal y como las Universidades de la Tierra están planteando desde los movimientos indígenas, mientras los currículos formales de las Escuelas y Facultades de Comunicación de América Latina ignoran o marginan en sus agendas de formación e investigación el reto de pensar la diversidad cultural y las ecologías de vida del contexto inmediato en la región.

Si el campo y la academia están en un punto de inflexión como consecuencia de los cambios estructurales de la globalización capitalista, la Comunicología Latinoamericana puede renovar, como ya  hiciera antaño, los paradigmas y modelos teóricos aprendiendo de la experiencia insurgente de los movimientos indígenas, tal y como está ocurriendo en otras disciplinas (Derecho, Antropología, Sociología, Historia), pero para ello es necesario proceder a una ruptura epistemológica de la colonialidad del saber comunicológico dominante. Pues si se muda la estructuración y composición del campo desde nuevas bases epistémicas no es posible construir una nueva teoría crítica de la mediación sin dar la centralidad que merece a la insurgencia emergente desde el 94 en la región iniciada con la lucha zapatista.

Ello requiere, al menos, tres condiciones para la práctica científica:

  1. a. Construir formas institucionales más fuertes, coherentes y supranacionales, articulando redes de investigación potentes y transversales que contribuyan al fortalecimiento del campo autóctono. Necesitamos una primavera académica contra la privatización y monopolios privados del conocimiento que la globalización impone en el Capitalismo Cognitivo a favor de una mirada, teoría y práctica o estilo de investigación angloamericano o eurooccidental que, de facto, cercena los saberes condicionando las prácticas científicas autónomas y comunitarias en la región. CONFIBERCOM (Confederación Iberoamericana de Asociaciones Académicas de Comunicación) representa en este sentido la voluntad de una nueva institucionalidad creativa, flexible, polivalente, rizomática y con voluntad liberadora, que trata de sumar y garantizar convergencias a la hora de tratar de construir un futuro para nuestro pensar en común. Pero también CLACSO, CIESPAL, ALAIC, FLACSO, CLAD, ULEPICC y otros espacios de construcción de pensamiento crítico en la región. En esta línea, si el capitalismo y las políticas de ciencia y tecnología separan, externalizan y disuelven las comunidades científicas que nos identifican, el reto es, justamente, tratar de religar, juntar, unir, conectar, compartir y reconstruir lo procomún latino para un pensamiento renovado, poscolonial y divergente, un pensamiento, en fin, de la disidencia y la diferencia reconocida y potencialmente emancipadora. Sólo así podremos acometer los retos de una Comunicología renovada y, lo que es más importante, sólo bajo esta condición tendremos la legitimidad que necesitamos atendiendo las demandas y necesidades de desarrollo de los pueblos y multitudes que, sólo indirectamente, nos interpelan porque no nos conocen ni nos esperan.
  2. b. Favorecer la reflexividad científica y la metainvestigación para definir agendas, cuestionar el campo y permitir una mayor capacidad de autoobservación. El metaanálisis y la teorización siguen siendo pobres, notoriamente insuficientes, y hoy con las políticas de I+D, crecientemente marginales, por el imperio absoluto de indicadores y sistemas de evaluación orientados tan pragmáticamente, que lo urgente y necesario es desplazado por una miope visión de conjunto. Así, justo cuando más precisamos complejizar nuestra práctica científica y ganar potencia reflexiva para alterar el locus del campo, se observa una notoria carencia de perspectiva estratégica y producción epistémica en esta dirección. Por ello, si hemos de evitar la propia disolución, vía consumo mercantil, de toda práctica científica por inoperancia o falta de efectividad, la discusión de las agendas, la arqueología del saber-poder comunicacional en los marcos nacionales tanto como los estudios comparados constituyen prioridades en la conformación de un programa fuerte y articulado supranacionalmente para dotar de sentido y hacer política científica que fortalezcan el campo ante las nuevas transformaciones visibles y transversales que recorren el ámbito científico y práctico de la mediación.
  3. c. Fomentar la naturaleza aplicada, productiva y creadora del campo de la comunicación. Si la cultura digital es la intelectualización de todo trabajo como actividad creativa y representa la socialización del poder de producción simbólica, parece contraproducente no explorar esta dimensión, convirtiendo la Universidad, en verdaderos laboratorios multimedia o medialabs, que, permeando la práctica científica, procuren contribuir, por medio de metodologías de investigación colaborativa, una estrecha participación con los usuarios para producir y generar nuevos contenidos, valores y servicios como podemos aprender escuchando de las Universidades de la Tierra Indígenas. Ello pasa por refundar el modelo de Universidad del Siglo XXI, como apunta Boaventura De Sousa Santos, en su crítica del papel de la educación superior. Una Comunicología de, para, en y desde el Sur implica un modelo de reproducción del conocimiento basado en el reconocimiento, la ecología de saberes, la justicia cognitiva global y una cultura académica anticolonial, anticapitalista y democrática de la producción del saber sobre la Comunicación en línea con muchas de las experiencias que están liderando los pueblos amerindios.

Los debates que tengamos en el Coloquio Latinoamericano previo a INTERCOM 2016 espero caminen en el sentido de los cambios emergentes en nuestro entorno. Este es el sentido del trabajo colectivo que venimos construyendo en CIESPAL.

BIBLIOGRAFÍA

Bhabha, H. (1994). The Location of Culture. London: Routledge.

Beltrán, L. R., Herrera, K., Pinto, E., & Torrico, E. (2008). La comunicación antes de Colón. Tipos y formas en Mesoamérica y los Andes. La Paz: Centro Interdisciplinario de Estudios de la Comunicación.

Beltrão, L. (1980). Folkcomunicación, la comunicación de los marginalizados. São Paulo: Cortez.

Castro-Gómez, S. (1996). Crítica de la razón latinoamericana. Barcelona: Puvill Libros.

Castro-Gómez, S. y E. Mendieta (1998). Teorías sin disciplina. Latinoamérica, Postcolonialidad y Globalización en debate. México: Editorial Porrúa.

Castro-Gómez, S. (1999). Pensar(en) intersticios. Teoría y práctica de la crítica postcolonial. Bogotá: CEJA.

De Sousa Santos, B. (2009). Una epistemología del sur: la reinvención del conocimiento y la emancipación social. México: Siglo XXI- CLACSO.

De Sousa Santos, B. (2010a). Para descolonizar occidente: mas allá del pensamiento abismal. Buenos Aires: Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales -CLACSO- y Prometeo Libros.

De Sousa Santos, B. (2010b). Refundación del Estado en América Latiana: perspectivas desde una epistemología del sur. Buenos Aires: Antropofagia.

Dussel, E. (1998). Ética de la liberación en la edad de la globalización. Madrid: Editorial Trotta.

Eagleton, Terry (1998). Walter Benjamin o hacia una crítica revolucionaria. Madrid: Cátedra.

Eagleton, Terry (2006). La estética como ideología, Madrid: Trotta.

Echeverría, B. (1997). Las ilusiones de la modernidad. México: UNAM/El Equilibrista.

Escobar, A. (1996). La invención del tercer mundo, construcción y deconstrucción del desarrollo. Bogotá: Editorial Norma.

Escobar, A. (2010). Una minga para el postdesarrollo: lugar, medio ambiente y movimientos sociales en las transformaciones globales. Lima: Programa Democracia y Transformación Global y Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Recuperado en http://www.unc.edu/~aescobar/text/esp/escobar.2010.UnaMinga.pdf

Lander, E. (Comp.) (2001). La colonialidad del saber. Eurocentrismo y Ciencias Sociales. Buenos Aires: CLACSO/CICCUS.

Marques de Melo, J. (2000). Los tiempos heróicos. En Beltrán, L. (Ed.), Investigación sobre comunicación en Lationoamérica. Inicio, trascendencia y proyección (283-289). La Paz: Universidad Católica Boliviana y Plural editores.

Marques de Melo, J. y Gobbi, M.C. (Orgs.) (2003). Pensamento comunicacional latinoamericano. Da pesquisa-denuncia ao pragmatismo utópico. Sao Paulo: UMESP/UNESCO.

Martín Barbero, J.; López de la Roche, F. y Jaramillo, E. (Eds.) (1999). Cultura y Globalización. Bogotá: CES/Universidad Nacional de Colombia.

Rancière, J. (2010). El espectador emancipado. Pontevedra: Ellago editores.

Roig, Arturo (2009). Teoría y Crítica del Pensamiento Latinoamericano. Buenos Aires: Ediciones La Ventana.

Sierra, F. (2006b): Information Society and Social Movements: Democratic Alternatives to the Dominant Social Development Model. En Gumucio, A. y Tufte, Th. (Eds.), Communication for Social Change Anthology: Historical and Contemporary Readings. New Jersey: CFSC.

Fuente: http://www.franciscosierracaballero.com/nueva-comunicologia-latinoamericana/

Comparte este contenido:

Umberto Eco y la cultura de la vida buena

Europa/España/29 de Julio de 2016/Autor: Francisco Sierra Caballero

Los caminos del pensamiento y de la lectura son inextricables. Bien lo sabía el sabio de Bolonia. Un bibliófilo incansable, vivo ejemplo del hombre renacentista que quizás, digo solo quizás, no vuelva a repetirse en la historia de la cultura. Lo señalaba recientemente con motivo de su última novela “Número Cero” que reseñara en este mismo blog.  En aquel entonces afirmaba que nuestro tiempo es el tiempo de las multitudes y la cultura de la aglomeración.

Eco se hizo mundialmente célebre no solo por su obra “En nombre de la rosa”. El clásico ensayo “Apocalípticos e integrados” sobre la cultura de masas fue referencia obligada en todas las Facultades de Periodismo. Desde entonces aprendimos que las multitudes, antes definidas como masas, más allá del diagnóstico de apocalípticos e integrados, son un fenómeno de la modernidad tanto como lo es la democratización del acceso a la cultura, un proceso no exento, como todos saben, de numerosos problemas y contradicciones. Y en modo alguno explicable, sin más, por el desarrollo de la tecnología. El acceso al ciberespacio obedece al mismo principio que da lugar a la ocupación de las Ramblas (como nos recuerda Miquel de Moragas, a propósito de la visita a Barcelona del bueno de Umberto) o, por otra parte, hace posible la ocupación de la Puerta del Sol. En este punto, sin duda, Eco era deudor de la galaxia Gutenberg, de una cultura otra, en proceso de extinción o creciente marginalidad.  Resulta paradójico que el centro de estudios que fundara en Bolonia hoy sería materialmente imposible de acuerdo a las exigencias neoliberales del proyecto de convergencia de la Educación Superior Europea, cuya acta fundacional ocurriera, curiosamente, en la misma universidad donde dictara por tantos años cátedra el brillante estudioso.

Hace décadas Neil Postman insistía que el papel de la educación ha de ser proteger ese legado humanista. En sus críticas a Internet, polémicas como otras que con ironía y atino apuntaba Eco, esta cuestión define en parte la herencia cultivada por el autor en forma de filosofía de la sospecha o cultura de la duda, más que pertinente, por cierto, en la cultura like (o, mejor aún, light, por influencia de cierto posmodernismo conservador). Eco, como el Profesor Di Samis, protagonista de su novela, pecaba en este sentido de exceso neobarroco. Pero quién no es ajeno a esta deriva en nuestra cultura. Eco además pertenecía a otro tiempo y otra era, la del registro, la de la cultura conservadora (en el sentido de Moles); por eso los personajes de su última novela piensan la memoria externa en términos de CD y no de la nube. Ello explicaría, por lo mismo, la crítica a las redes, los móviles y la cultura radical chic del autor de La estructura ausente. Pero esta no era solo la opinión anacrónica de un intelectual fuera de su tiempo. Muchas Facultades de Comunicación comparten esta idea de nuestro autor, empezando por reconocer que tampoco parecen acompañar el reto de la revolución digital. No sé si es válida la afirmación que asevera categóricamente el profesor Di Samis en NÚMERO CERO: en la universidad las cosas funcionan de manera contraria al mundo normal.  Es el caso de la Universidad de Sevilla, donde como Decano tuve la idea de distinguir a Umberto Eco, Doctor Honoris Causa por la Facultad de Comunicación que entonces dirigía. Probablemente, la mayoría del profesorado de la institución tuviera un conocimiento exclusivamente mediático del semiólogo italiano como novelista de éxito. Digo probablemente porque cuando hiciera igualmente la propuesta de esta honorable distinción al profesor Armand Mattelart, algunos docentes recibieron extrañados mi propuesta como prueba clara y evidente de tener poco o nulo conocimiento del campo de estudios de nuestra competencia. El caso es que todos unánimemente respaldaron con entusiasmo mi solicitud a Rectorado y pudimos recibir en nuestra institución al ilustre pensador.

No era la primera vez que conocía a Umberto Eco en persona. En los años ochenta, como estudiante de la Universidad Complutense de Madrid pude asistir a las conferencias que impartió en la Facultad de Ciencias de la Información, seguramente por iniciativa de los profesores Jorge Lozano y Cristina Peñamarín. En aquellas lecciones magistrales admiramos su socarronería, la inteligencia crítica y la sabiduría humanista que rezumaban sus comentarios y consideraciones a unos cientos de alumnos que observábamos asombrados las complejas lecciones y posibilidades que nos brindaba la Semiótica como herramienta de estudio de la comunicación moderna. En Sevilla pudimos, además de ratificar su excelencia intelectual, convivir con el homenajeado varios días. Solícito al protocolo que marca este tipo de actos en la centenaria Universidad de Sevilla, solo pidió poder visitar la Biblioteca Colombina. La pasión por el libro de Eco era más que legendaria. No sólo por los valiosos incunables y numerosos volúmenes que atesora, sino por su conocimiento del medievo y de los textos clásicos, empezando por Santo Tomás. De su paso por Sevilla, justamente, tuve a bien regalarle un pergamino con la imagen del teólogo, de incalculable valor, dados los tesoros ocultos o perdidos que aún guarda en sus calles la capital hispalense. A cambio, él nos acompañó de buen grado a la visita a la Catedral y en las conversaciones varias sobre su vida y obra, siempre aderezadas con un buen whisky y con el fino humor que le caracterizaba pese a su ya por entonces reducida movilidad. Con Jorge Lozano, Eliseo Colón y Lucrecia Escudero, entre otros, compartimos mesa y mantel, y acompañamos al autor al acto central del seminario de alto nivel sobre Barroco y Comunicación que organizamos en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo junto a Roger Chartier, a iniciativa de Antonio Miguel Bernal, como parte del programa de la Escuela FOCUS ABENGOA. Memorable acto en la iglesia del antiguo Hospital de los Venerables solo posible en Sevilla y muy propio por otra parte de Eco. Sobra decir que la convocatoria fue multitudinaria y excelente la acogida y calidad de la conferencia, tanto por el tema como por el nutrido y selecto público que nos acompañó en tal ocasión. Pero más allá del anecdotario y el memorial del convento, nunca mejor dicho, de aquellos febriles días de celebración y homenaje, me quedo con dos lecciones con él aprendidas: el compromiso con la tradición y el legado humanista que reposa en el mundo del libro y la escritura en países como Italia o España con la consiguiente necesidad de volver a los clásicos; y la necesidad de pensar en el mundo, de intervenir en la sociedad, de no renunciar, como hicieron muchos intelectuales ligados en su momento al antiguo PCI, a un pensamiento anclado en la inmanencia de la vida. Él siempre dio ejemplo cotidiano de su voraz curiosidad intelectual por lo elementalmente humano porque, como Edgar Morin, sabía que Nacer es Conocer. Y la escritura y lectura un acto político de reivindicación de la Vida Buena. Sólo por ello, bien merece volver a sus textos de semiótica y su dilatada obra. Aquí y Ahora, desde el ethos barroco.

Fuente: http://www.franciscosierracaballero.com/umberto-eco-y-la-cultura-de-la-vida-buena/

 

Comparte este contenido:

Tecnopolítica y nuevo tiempo social

Tecnopolítica y nuevo tiempo social

Por: Francisco Sierra Caballero

Del paro agrario en Colombia al movimiento Passe Livre en Brasil, del periodismo digital y la lucha mapuche por la tierra a las radios comunitarias en red de Bolivia, pasando por Yo soy 132 de México o la revolución de los pingüinos de Chile, la tecnopolítica inaugura en la región, en la última década, un tiempo nuevo que requiere formular con cierta urgencia una agenda de trabajo en común entre movimientos sociales y academia para conectar y definir un proyecto de construcción colectiva que trascienda los marcos y normas establecidos por la Comunicación como Dominio. Esta voluntad transformadora de articulación de un programa de trabajo o plataforma en común no puede, como es lógico, partir de cero. Cabe recordar el proceso de innovación social vivido en América Latina a lo largo de las décadas sesenta y setenta. Aún hoy, entre culturas y tradiciones diversas que conforman el amplio sector comunitario de la comunicación, numerosos agentes y actores colectivos continúan sosteniendo la idea revolucionaria de la comunicación participativa reivindicando la praxis con ellos a partir de la economía moral de la multitud y la experiencia rica y diversa de las culturas populares.
Desde los frentes culturales y las luchas por la democracia informativa liderada por la Comunicación Comunitaria como campo de producción autónoma de articulación de voces, como abertura contrahegemónica para el cambio social, de la resistencia a la crítica antagonista, el trabajo de organizaciones pioneras como ALER, ALAI o SIGNIS, entre otras muchas, ha venido contribuyendo al desarrollo de procesos de producción y apropiación tecnológica basado en la organización, la unidad y el empoderamiento grupal y colectivo que hoy deben ser tomados en consideración para una plataforma y agenda común en América Latina. Ahora bien, en la era de la denominada por Castells Autocomunicación de Masas, parece lógico revisitar críticamente, hasta sus últimas consecuencias, las nuevas experiencias de tecnopolítica que se observan en la región, en un ejercicio de reflexividad dialéctica, recursiva y generativa del campo, para recomponer las posiciones de observación, definir cambios de objeto y proyectar nuevos usos y estrategias de redes frente a la ciberguerra y la constante intervención que observamos en iniciativas de la USAID aplicadas en países como Cuba o Brasil. En ello nos jugamos el futuro, y en nuestros países periféricos la posibilidad misma de desarrollo autónomo.
Convendría subrayar sobremanera este hecho, porque nos tememos que el llamado tercer sector no es del todo consciente de esta situación contradictoria. No siempre fue así en la tradición latinoamericana. Desde “Para leer al Pato Donald”, el pensamiento crítico en comunicación ha procurado deconstruir en todo momento el proceso neocolonialista de las industrias culturales y de la teoría funcionalista o etnocéntrica occidental, hibridando, releyendo, reescriturando de nuevo la historia y el pensamiento desde su topología y mundos de vida concretos.
Sabemos que las tecnologías de información y comunicación (TICs) son dispositivos de expresión de la acción colectiva que surgen como resultado de la innovación, al tiempo que articulan para los movimientos sociales, desde el punto de vista de la mediación social, nuevas condiciones de disputa de la hegemonía en la lucha por el código. De ahí la pertinencia de un abordaje sociocultural de las mediaciones, aperturas y modelos de hibridación del espacio público que tienen lugar en las contradictorias dinámicas de articulación de la cibercultura contemporánea. De acuerdo con la Carta sobre Derechos en Internet de la Asociación para el Progreso de las Comunicaciones (APC), “ El acceso a internet se ha incrementado a pesar de la constante exclusión de comunidades marginales y de miles de personas en países en vías de desarrollo. Al mismo tiempo, se la ve cada vez más sujeta a la comercialización, al poder y al control corporativos. Las nuevas tecnologías de información y comunicación (TIC), incluido la internet, son parte del proceso de globalización – un proceso que se lleva a cabo en términos desiguales y que suele exacerbar las desigualdades sociales y económicas entre países y dentro de los mismos. A la vez, la internet y las tecnologías relacionadas pueden convertirse en herramientas para la resistencia, la movilización social y el desarrollo cuando están en las manos de individuos y organizaciones que trabajan por la libertad y la justicia. ” (APC, 2002).
Nuevos desafíos
En este nuevo marco de intervención, no podemos obviar que emerge un nuevo sujeto o actor-red. “En particular, la transformación de la subjetividad de los procesos identitarios por el desplazamiento de los referentes culturales, corporales, espacio-temporales, geográficos y políticos, en un ágora electrónica, de despersonalización para algunos, de exacerbación del yo, o de una subjetividad compartida para otros, es un asunto que requiere de nuestra atención. El cruce de normativas que opera en la red está configurando un nuevo espacio para la construcción del otro y en consecuencia para pensar la ciudadanía” (Rueda, 2006: 29). La transformación de los vínculos sociales en el ciberespacio anticipa, en fin, nuevas formas de ciudadanía. Por ello, los movimientos sociales, el voluntariado y las ONGs deben asumir la centralidad de la tecnopolítica y definir estrategias en común en las redes electrónicas y telecentros, en la medida que toda máquina “es una concatenación no sólo de tecnología y saber, sino también de órganos sociales, llegando al extremo de ejercer una coordinación de los trabajadores y las trabajadoras individuales” (Raunig, 2008: 28). La visión matricial en red implica, en esta línea, mayor flexibilidad, interconexión, horizontalidad y cercanía. Más comunicación y menos información, de acuerdo al paradigma o enfoque de la mediación.
La cuestión, pues, es ver si las redes digitales nos permiten articular espacios socialmente abiertos, innovadores y autónomos, si contribuyen a establecer reglas y procedimientos, contrapoderes y espacios de interlocución y empoderamiento o, por el contrario, replican lógicas de dominio tradicionales tal y como se ha observado recientemente en Bolivia. Por ello, quizás hemos de volver a transitar el desplazamiento de lo tecnoinstrumental a lo sociopolítico, aprendiendo de nuevo a politizar críticamente la generación social de la comunicación y la cultura en una época de creciente disgregación y mercantilización del universo simbólico por las lógicas de mercificación de la innovación tecnológica y social. De no hacer, como viene planteando Mattelart, una crítica al cibercontrol, los procesos de cambio que vive América Latina corren el peligro de ser presas de la jaula digital y las estrategias de dominio de lo que antaño se denominara cultura tecnotrónica. Confiamos en la inteligencia creativa y emancipadora del tejido social. Es hora de situar en el centro estas cuestiones para una agenda común. El cómo y desde dónde es una cuestión a definir en territorio y desde lo concreto. Urbi et Orbi.
Referencias
APC (2002). Carta de APC sobre derechos en Internet: Internet por el desarrollo y la justicia social. http://www.alainet.org/es/active/11844 (anexo II)
Lago, Silvia (Comp.) (2012). Ciberespacio y resistencias. Exploración en la cultura digital. Buenos Aires: Hekht Libros.
Raunig, Gerald (2008). Mil máquinas. Breve filosofía de la máquina como movimiento social. Madrid: Traficantes de Sueños.
Rueda, Rocío (2006): “Apropiación social de las tecnologías de la información: ciberciudadanías emergentes” en Tecnología Educativa, ILCE, número 4, México.
Sierra, Francisco y David Montero (Eds.) (2015). Videoactivismo y movimientos sociales. Barcelona: Gedisa.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=213709

Comparte este contenido: