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Un macroestudio sobre 5.000 niños genio desvela las claves que los distinguen

Por: Hector G. Barnés

En 1968, el profesor Julian Stanley, un matemático fascinado por los misterios del talento intelectual, conoció a Joseph Bates, un prometedor niño de 12 años. La vida de ambos nunca volvería a ser igual, y de su encuentro nació el que quizá sea el proyecto más ambicioso jamás diseñado para entender el funcionamiento de la mente de los niños mucho más inteligentes que la media. Bates, desde luego, era uno de ellos: a su edad ya había aprobado un curso de informática en la Universidad John Hopkins y en sus ratos libres le explicaba a otros estudiantes universitarios el lenguaje de programación FORTRAN.

Bates se convirtió en el estudiante cero del SMPY (Study of Mathematically Precocious Youth, “Estudio de los Jóvenes Matemáticamente Precoces”), que comenzó como una modesta investigación sobre los rasgos de la genialidad infantil y a día de hoy, 45 años después, recoge los datos de la carrera de 5.000 individuos que han dado lugar a 400 investigaciones y libros como ‘Lives of Promise’ de Karen Arnold. Su objetivo no era únicamente identificar rasgos diferenciales, sino también entender de qué factores depende su éxito posterior, por lo que ha terminado convirtiéndose en una guía para el desarrollo de programas de fomento del talento.

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Muchos de ellos obtienen en el SAT calificaciones que les permitirían entrar al instante en una de las universidades de élite norteamericanas

Uno de ellos es el Centro para Jóvenes Talentosos de la Universidad John Hopkins, abierto por el propio Stanley a principios de los años 80. Por él pasaron estudiantes como Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, Lady Gaga o el cofundador de Google, Sergey Brin. Todos ellos tenían algún en común, como recordaba un reportaje publicado en ‘Nature’: formaban parte del 1% con mejores notas en los exámenes de acceso a la universidad, que es el primero de los hallazgos con los que se topó el proyecto.

La Selectividad (americana), una buena guía

Durante décadas, los psicólogos cognitivos se preguntaron cuál podía ser el mejor método para identificar a los jóvenes más privilegiados. Lewis Terman, por ejemplo, comprobó decepcionado cómo aquellos con un mayor coeficiente intelectual no solían llegar siempre lejos, mientras que algunos de los que habían sido descartados por ese criterio habían obtenido el Nobel, como Willian Shockley o Luis Álvarez. Así que Stanley le pidió a Bates que hiciese una serie de exámenes, entre los que se encontraba el SAT, un equivalente a la Selectividad española que se utiliza para determinar el acceso a la universidad.

Lady Gaga pasó por el Centro para Jóvenes Talentosos de la Johns Hopkins. (Reuters/Mark Blinch)
Lady Gaga pasó por el Centro para Jóvenes Talentosos de la Johns Hopkins. (Reuters/Mark Blinch)

Ese examen ha terminado convirtiéndose en una brújula para conocer el talento innato de los estudiantes: a pesar de estar destinado a alumnos de alrededor de 18 años, muchos de los que lo realizaban eran capaces de obtener a los 12 notas que los permitirían ingresar en un centro de élite y a encontrar solución a problemas para los que en teoría no les habían preparado en sus clases.

Se nace, pero luego se hace

¿Hasta qué punto determinan las capacidades innatas el rendimiento posterior? El SMPY ha ofrecido una respuesta un tanto incómoda: disponer de una gran capacidad cognitiva en la infancia es mucho más importante a la hora de alcanzar el éxito que otros factores como el entrenamiento, o –buena noticia– pertenecer a uno u otro estrato socioeconómico. Sin embargo, el proyecto también pone de manifiesto que esta predisposición es inútil si dicho talento no se refuerza más tarde a través de una intervención adecuada. Esta idea sugiere una cierta predestinación entre aquellos llamados a liderar la sociedad. Como señalaba el psicólogo del programa de talento de la Universidad de Duke Jonathan Wai a ‘Nature’, “los niños cuyas notas forman parte del 1% tienden a convertirse en científicos y académicos eminentes, CEOen empresas de Fortune 500 y jueces, senadores y multimillonarios”.

Muchos de los que obtenían buenas notas en habilidad espacial terminaban convirtiéndose en arquitectos, cirujanos o ingenieros de primera fila

La habilidad espacial, determinante

En 1976, Stanley dio arranque a la segunda fase de su estudio incorporando en los test la habilidad espacial, entendida como la capacidad de entender, memorizar y recordar las relaciones de posición y tamaño entre objetos. El psicólogo sospechaba que era un factor clave y, casi cuatro décadas después, un metaestudio publicado en ‘Psychological Science’ a partir de los datos del SMPY confirmó que, efectivamente, “la habilidad espacial tiene un rol único en el desarrollo de la creatividad”. Muchos de aquellos que obtenían buenas notas a este respecto terminaban convirtiéndose en arquitectos, cirujanos o ingenieros de primera fila.

Saltarse un curso es positivo

Otra polémica conclusión del SMPY es que adelantar a los estudiantes algún curso que otro redunda en su beneficio. Al fin y al cabo, sugiere esta lógica, si son capaces de sacar las notas más altas en la Selectividad, ¿para qué necesitan cursar asignaturas que ya conocen? A menudo se argumenta que los estudiantes adelantados a su curso suelen tener problemas de adaptación, pero según las conclusiones del proyecto estadounidense, los beneficios no son solo académicos, sino también emocionales.

“Los niños no necesitan algo nuevo o innovador, sino simplemente acceder antes a lo que ya está disponible para los mayores”, explica el psicólogo David Lubinski, actual responsable del programa. De ahí que se anime a los padres a que sus hijos se enfrenten a materiales escolares o lecturas por encima de lo correspondiente a su edad. El propio Bates lo experimentó en sus propias carnes, cuando tras sufrir en el instituto, descubrió que se sentía como un pez en el agua en la universidad al conocer a otras personas como él.

El examen comenzó analizando únicamente la competencia matemática. (iStock)
El examen comenzó analizando únicamente la competencia matemática. (iStock)

¿Cómo criar a un niño con talento?

Como hemos explicado anteriormente, no basta con tener las condiciones necesarias si estas no se desarrollan correctamente. Estos son algunos de los consejos de los psicólogos del desarrollo para que los padres ayuden a los hijos sin que su condición excepcional suponga una carga:

  • Exponerlos a diferentes experiencias. Los padres deben apoyar a sus hijos cuando muestran interés por algo, ayudarles a encontrar su vocación o hacerles entender que la adopción de riesgos y el fracaso los ayudan a mejorar.
  • Esfuerzo, no habilidad. A pesar de haber nacido con unas condiciones especiales, los niños deben entender que de su capacidad para explotarlo depende su éxito futuro, por lo que no pueden dormirse en los laureles. La clave está en crecer continuamente.
  • Trabaja con los profesores. Los expertos pueden jugar un papel importantísmo a la hora de que los niños exploten su potencial y que los padres entiendan sus necesidades, que muchas veces pasan por disfrutar de una mayor libertad. Examinar las habilidades del niño puede ser clave cuando es momento de asignarles tareas más avanzadas o, en otros casos, de detectar otros problemas asociados como la dislexia o los desórdenes de hiperactividad.

Cuidado con las etiquetas

El SMPY ha sido a menudo criticado por su obsesión por determinar las posibilidades de éxito de los alumnos desde una edad muy temprana, lo que puede tener efectos muy negativos para todos ellos. Para aquellos que obtienen mejores calificaciones en las pruebas, porque sienten una presión añadida a la hora de triunfar que puede truncar sus expectativas; de ahí que sea tan importante el apoyo emocional de la familia. Para los que no forman parte de este club selecto, puede ser una manera de rebajar sus expectativas a una corta edad. Como recuerdan estos detractores, hay otros factores como la motivación o la personalidad que son determinantes en el desarrollo de los adolescentes.

Fuente: https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2017-09-19/smpy-estudio-ninos-genio_1444115/

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La adolescencia es la nueva infancia: qué está pasando con los jóvenes de hoy en día

Por: Hector G. Barnés

Durante los últimos años, diversos informes han puesto de manifiesto un cierto cambio de costumbre entre los jóvenes. La Fundación Alcohol y Sociedad (FAS) señalaba recientemente que los adolescentes beben un 30% menos que hace 20 años. Además, como señaló la Estrategia Nacional sobre Drogas 2009-2016, la edad de inicio en el consumo de alcohol y de tabaco ha aumentado ligeramente en los últimos años. No se trata tan solo de sustancias estupefacientes. Mientras que en 2002 los jóvenes de entre 18 y 34 años representaban el 40% de los conductores de automóviles, este porcentaje descendió hasta el 27,5% en 2015.

Estos datos se repiten en muchos países occidentales, como revela una investigación publicada en ‘Child Development’ que refleja “el declive en las actividades de adultos entre los adolescentes estadounidenses”. No se trata tan solo del consumo de alcohol, tabaco o drogas ilegales, sino también de la edad a la que se empieza a conducir, la primera vez que se hace el amor o a qué dedican su tiempo libre. Aunque no es completamente exportable a España, los datos señalan en una interesante dirección: los adolescentes cada vez tardan más en hacer esas cosas tradicionalmente consideradas “de mayores”.

Lo que está haciendo esta generación de adolescentes es retrasar las responsabilidades y placeres de la vida adulta

Lo más llamativo del caso es que estos datos se repiten en todas las edades, razas y regiones, urbanas o rurales. Es decir, se trata de un movimiento generalizado. Según la investigación realizada por la profesora de Psicología de la Universidad de San Diego Jean Twenge, los adolescentes beben y se drogan menos, tardan más en sacarse el carnet de conducir (el mínimo legal en EEUU es de 16 años), no suelen buscar trabajos de verano y tardan más en hacer el amor por primera vez. Una tendencia opuesta que contradice la supuesta precocidad de los adolescentes del siglo XXI.

En opinión de la autora, la mayoría de argumentos que se utilizan para explicar esta situación son muy parciales. No es ni la crisis, ni que la generación Z sea aburrida, ni que sean unos vagos, ni que sean más responsables. En su opinión, hay un factor que unifica todo ello, como expone en ‘The Conversation’: “Todas ellas son actividades que realizan los adultos”, recuerda. “Lo que está haciendo por lo tanto esta generación de adolescentes es retrasar las responsabilidades y placeres de la vida adulta”. Una tesis que nos ayuda a entender un poco mejor cómo funciona la sociedad.

Una existencia que se expande

La explicación de la autora se encuentra en sintonía con otras lecturas sociológicas realizadas durante las últimas décadas y que, coloquialmente, podrían resumirse en la fórmula “los cuarenta son los nuevos treinta” (o “los cincuenta son los nuevos cuarenta”, o “los sesenta son los nuevos cincuenta”…). Ya que la esperanza de vida es mucho mayor, cada una de las etapas vitales puede dilatarse. Algo que ha sido evidente con el alargamiento de la juventud hasta casi los cuarenta años, pero que no era tan patente en los años de infancia, quizá porque por lo general los niños y adolescentes siempre han tenido prisa por hacerse mayores.

Vivimos en una sociedad en la que cada pareja tiene menos hijos y, por lo tanto, puede dedicar un esfuerzo y tiempo mayores a cada uno de ellos.

Twenge propone utilizar la teoría de las historias de vida y del continuo rápido-lento para entender los cambios que se han producido, especialmente la forma en la que el desarrollo vital depende del contexto cultural. Según esta, los ciclos vitales son más rápidos cuando la calidad de vida es peor y los niveles de natalidad, mayores, y viceversa. Durante siglos, la vida del ser humano fue así: la cantidad de hijos por pareja era mucho mayor, las posibilidades de una muerte prematura también así que la existencia estaba orientada a la supervivencia: “Los padres necesitaban centrarse en el día a día, no en que sus hijos tuviesen clase de violín a los cinco años”.

La situación es muy diferente hoy en día, incluso más que hace 40 años. Vivimos en la sociedad ideal para una estrategia de vida lenta, en la que cada pareja tiene menos hijos y, por lo tanto, puede dedicar un esfuerzo y tiempo mayores a cada uno de ellos. La investigadora recuerda que es algo que se repite en todas las clases sociales. Muy probablemente la crisis haya agudizado aún más ese efecto, paradójicamente: debido a que la entrada en el mercado laboral es (obligadamente) posterior, el período de formación para la vida adulta se prolonga. Si no hay trabajo, resulta aceptable permanecer unos años más en el limbo de la infancia.

Los 25 son los nuevos 15. (iStock)
Los 25 son los nuevos 15. (iStock)

Es lo que defiende el psiquiatra de adolescentes Daniel Siegel, autor de ‘El cerebro del niño’ (Alba) en ‘The Washington Post: “En una cultura que te dice ‘vas a ir al instituto, a la universidad, a hacer un máster y a ser becario, así que no vas a ser realmente responsable de ti mismo hasta los 20’, tu cerebro responde en consonancia”. En realidad, se trata de una forma de protección: antes pasaba muy poco tiempo entre estos hitos de la madurez y la independencia del individuo; hoy pueden pasar décadas entre, por ejemplo, que alguien se fume su primer cigarrillo y que disfrute de independencia económica.

El escollo de la universidad

No es un cambio de paradigma bueno o malo per se, recuerda la autora, sino que presenta sus ventajas y sus problemas. Las primeras son obvias: los signos de madurez perniciosos como el consumo de alcohol o tabaco se están dejando de lado. Entre los puntos negativos se encuentran las dificultades de una adaptación tardía a ciertas exigencias vitales, especialmente en lo que se refiere a las responsabilidades ligadas con el trabajo o como muestran los datos (y como ocurre en España), a la hora de aprender a consumir alcohol, ya que son más los jóvenes que se meten atracones.

Aunque el consejo sea el de que los padres dejen que sus hijos se apañen, Barth animaba a que quizá sea preferible retirar poco a poco el apoyo paterno

Uno de los saltos más difíciles se producen a la hora de entrar en la universidad. Como recordaba un reciente artículo firmado por la psicóloga F. Diane Barth, son cada vez más los jóvenes que encuentran dificultades durante su primer año de universidad para adaptarse a su nuevo estilo de vida, lejos de casa. Aunque el consejo recurrente sea el de que los padres dejen que sus hijos se apañen solos, Barth animaba a que quizá sea preferible retirar poco a poco el apoyo paterno. Como recordaba un informe de UCLA, los estudiantes de primer año muestran los niveles más altos de ansiedad y depresión desde 1966.

“Los administradores de las universidades describen a estudiantes que no pueden hacer nada sin llamar a sus padres”, recuerda Twenge. “Las empresas están preocupadas porque más empleados jóvenes carecen de la habilidad para trabajar de manera independiente”. Aunque esto último no es exactamente así –la psicóloga defiende que, según sus estudios, la generación Z tiene una mejor ética laboral que los ‘millenials’–, la clave se encuentra en facilitar una transición que ahora resulta complicada: puede que los profesores de instituto se hayan adaptado a esta reinfantilización de sus alumnos al tener un contacto más estrecho con ellos, pero no los universitarios, cuyo objetivo y métodos lectivos son muy diferentes.

Fuente: https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2017-09-21/adolescencia-nueva-infancia-jovenes_1446966/

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Para qué sirve de verdad la filosofía: el circo sin fin de la política educativa española

Por: Hector G. Barnés

Lo que parece una buena noticia –la recuperación de las humanidades en los currículos escolares– es también un síntoma de cómo se toman en nuestro país las decisiones.

Si usted es uno de los que se llevaron las manos a la cabeza cuando la ley Wert relegó a un rol secundario a la filosofía, tenemos buenas y malas noticias. La buena es que el Partido Popular tiene la intención de dar marcha atrás, tras las reuniones de este año por el pacto educativo, y devolver a la asignatura el papel que tenía en ESO y Bachillerato antes de la LOMCE. ¿La mala? Que el PP tiene la intención de dar marcha atrás tras las reuniones de este año por el pacto educativo y devolver a la asignatura el papel que tenía antes en ESO y Bachillerato antes de la LOMCE. No, no es un error.

No me malinterpreten: volver a dar relevancia a la filosofía y sus disciplinas contiguas (la ética) es motivo de celebración. Sobre todo porque en un gesto sin precedentes en la historia de la política educativa, Sandra Moneo, portavoz de Educación del PP llegó a “entonar el ‘mea culpa’” por este arrinconamiento de la asignatura (un gesto que, de paso, mostraba el poco ‘feeling’ entre Wert y gran parte del partido). Si es una mala noticia es porque, después de meses de ponencias, negociaciones y demás, nos recuerda cuál ha sido la dinámica de la política educativa española: cambiar las cosas para volver a dejarlas como estaban. O, en otras palabras, solo podemos ponernos de acuerdo en lo que ya estuvimos de acuerdo un día.

La filosofía es otro gladiador en el campo de batalla en el que se dirimen las diferencias ideológicas de los distintos sectores de la política española

Muy probablemente, el retorno de la filosofía servirá para que aquellos que la relegaron se pongan una medalla: todos conocemos la fascinante capacidad de nuestros políticos de vender una cosa y la contraria y sacar provecho de ello. Moneo recordaba que “en este mundo, cada vez más tecnológico, es importante la formación humanística, con un replanteamiento de la filosofía”. No es de extrañar que los últimos meses hayan circulado globos sonda muy útiles para trazar una línea divisoria entre el contaminado Wert y el amable Méndez de Vigo o que en la ponencia coordinada por la vicesecretaria de estudios y programas, Andrea Levy, se incidiese en la importancia de historia, filosofía y literatura a la hora de formar “una conciencia libre, crítica y reflexiva”.

Levy ha coordinado la ponencia de Educación y Cultura en el XVIII Congreso del PP. (Efe)
Levy ha coordinado la ponencia de Educación y Cultura en el XVIII Congreso del PP. (Efe)

También porque la filosofía es, más que una asignatura, otro gladiador en el campo de batalla en el que se dirimen las diferencias ideológicas de los distintos sectores de la política española. Una guerra en la que se han enfrentado la religión, la educación para la ciudadanía, la propia filosofía o la asignatura de valores constitucionales que el PP anunció este febrero. Todas ellas tienen en común la transmisión de ciertos principios a los estudiantes, de ahí que sean desde hace décadas una de las guerras por excelencia de la política educativa española, quizá por encima de otros problemas más acuciantes.

Cómo defender el pensamiento

No volveré a reproducir una vez más los motivos por los que la filosofíaimporta. Por una parte, porque es estéril: los conversos ya están convencidos y los detractores no cambiarán de opinión. Por otra, porque ya lo han hecho antes personas (filósofos) mucho más inteligentes y con mejor oratoria que yo. Sin ir más lejos, Antonio Campillo el pasado mayo en la Subcomisión del Congreso para el pacto educativo, en la que recordaba que “la Filosofía ha sido tratada como un chicle que se estira y se encoge, como un comodín del que servirse para crear nuevas materias, e incluso como un arma arrojadiza en la confrontación política”. Quizá, por lo tanto, sea más útil entender en qué se basa la argumentación antifilosofía.

Es una profecía autocumplida: si se reduce la filosofía, se necesitarán menos profesores y, por lo tanto, estos tendrán menos salidas laborales

Basta con referirse a las palabras de Wert en aquel ya lejano 2013, en las que calificaba a materias optativas como la Educación Artística o la Música de “asignaturas que distraen” y, sobre todo, recordaba que “los universitarios no deben estudiar lo que quieren sino lo que propicie su empleabilidad”. De sus palabras se desprendía un paternalismo atroz que sugería que el problema era de los estudiantes de humanidades por su escaso pragmatismo. “No estamos siendo eficaces a la hora de enviar señales a quienes entran en el mundo universitario”, añadía. Y además, un paro juvenil del 55,13% quedaba fatal en las encuestas.

Pero el humor de la España de 2013 era quizá diferente al de hoy, y por ello resultaba más fácil vender que hacía falta sacrificar la filosofía para fortalecer materias instrumentales como las matemáticas o los idiomas, que esas sí daban trabajo. Era una sensación común durante los peores años de la crisis: hemos perdido demasiado tiempo estudiando cosas que no daban trabajo y ahora hay que centrarse en lo que de verdad da dinero. Un sentimiento que se ha atenuado, no sé si porque hemos descubierto que nada garantiza tener empleo o porque ya lo hemos aceptado como una realidad que está aquí para quedarse. Desde entonces, el paro juvenil ha descendido desde el 55,13% hasta el 42,9%, que tampoco es para tirar cohetes.

El PP ha intentado marcar diferencias con la etapa Wert a través de Méndez de Vigo. (Efe/Zipi)
El PP ha intentado marcar diferencias con la etapa Wert a través de Méndez de Vigo. (Efe/Zipi)

Ese paternalismo a la hora de orientar a los jóvenes a las carreras “que sí sirven” tenía también algo de profecía autocumplida, de perverso círculo vicioso. Si se reducía la importancia de la filosofía, y con ello el número de alumnos que la cursaba, se necesitarían menos profesores especializados en ella. Y, dado que la principal salida laboral de los licenciados en esta carrera suele ser la docencia, sus posibilidades de conseguir trabajo serían mucho menores. ¿Lo ven cómo tenían razón, y la filosofía no da trabajo?

El “yo” empleable

La filosofía moderna, precisamente, se ha mostrado preocupada por lo que se ha llamado el “homo economicus”, el ser humano de la edad capitalista que es “maximizador de sus opciones, racional en sus decisiones y egoísta en su comportamiento”. Un modelo antropológico que se encuentra en la base del ser humano en la era neoliberal y que considera irracionales los gestos altruistas o los que no tienen una utilidad clara. Un ser que debe aumentar sus posibilidades laborales potenciando su empleabilidad a través de una pragmática elección de su carrera, y que debe descartar las tentaciones sentimentales de cursar estudios “románticos” como la filosofía.

El margen de cambio para la educación es pequeño, porque la sensación entre los grandes partidos es que hay mucho que perder y poco que ganar

Lo explican los profesores Carlos Fernández LiriaOlga García Fernández Enrique Galindo Ferrández en su último libro, ‘Escuela o barbarie. Entre el neoliberalismo salvaje y el delirio de la izquierda’ (Akal): “La transmisión cultural queda, para la gran mayoría, vedada y sustituida por nociones como ‘empleabilidad’, ‘emprendimiento’ o ‘aprendizaje a lo largo de la vida’ bajo la amenaza de ‘sobrecualificación’ de la mano de obra y sus riesgos para la ‘gobernanza’ del sistema”. La educación según la lógica del ‘homo economicus’, por lo tanto, debe estar encaminada a equilibrar esos desajustes del mercado laboral evitando que los jóvenes estudien lo incorrecto. Pero hay otro riesgo aún mayor, recuerdan los autores: “Ni siquiera queda claro que las nuevas directrices educativas puedan lograr los objetivos que declaran perseguir en términos de crecimiento económico y cohesión social”.

De ahí que defender la importancia de las asignaturas de humanidades en general y la filosofía en particular porque últimamente están siendo reclamadas en puestos de cierta importancia en las grandes empresas americanas sea una trampa. Al aceptar dicha lógica para poder enarbolar el “¿veis como la filosofía sí sirve para algo?” se acepta la misma argumentación de aquellos que desprecian dicha disciplina, y es que algo solo sirve si tiene una rentabilidad laboral. Defender, como se hace cada vez más, que las humanidades son importantes porque tienen un importante rol a la hora de gestionar equipos o trazar planes estratégicos, es participar del mismo razonamiento perverso.

Que es el mismo que caracteriza la política moderna, regida por los mismos principios de hiperracionalidad, a pesar de que paradójicamente no deje de apelar a los sentimientos más primarios de su electorado. La política de partido es el arte de la continua valoración de costes y beneficios y que tiene como objetivo último garantizar la permanencia del partido en el poder. De ahí que el más que probable retorno de la filosofía por la puerta grande pueda ser visto como otra expresión más de esta lógica, una vez se ha comprobado que las protestas y el descrédito de la LOMCE no resultaban rentables. Pero que también nos recuerda una triste realidad: que el margen de cambio para la educación española es muy pequeño, porque la sensación entre los grandes partidos es que hay mucho que perder y poco que ganar.

Fuente: https://blogs.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/tribuna/2017-09-03/filosofia-educacion-espana_1436585/

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Canadá es un éxito educativo y las razones son sorprendentes: qué podemos aprender

Por: Hector G. Barnés

Cuando ojeamos los primeros puestos de ‘rankings’ educativos como el de PISA, solemos encontrar entre los consabidos Singapur, Finlandia y otros países orientales un convidado de piedra: Canadá, que destaca no tanto por sus resultados concretos como por su constancia en distintas materias. El ministro de Educación Doug Currie calificó de “trabajo soberbio” al realizado por el sistema educativo de su país a propósito de los resultados de PISA 2015, donde solo fueron superados por Japón, Estonia y Singapur. Tan solo esta última superó a Canadá en lectura.

No es un país que suela aparece en los listados de los países “milagrosos”, a pesar de que, en muchos sentidos –sus alrededor de 36 millones de habitantes se reparten por una gran extensión, su tasa de inmigración per cápita es la más alta en el mundo– tiene aún más mérito. Quizá ello se deba a la dificultad para identificar cuáles son los elementos diferenciales, principalmente por la organización de su sistema educativo, uno de los más descentralizados del mundo y que, por lo tanto, presenta grandes variaciones entre regiones. Como recordaba un reportaje de la ‘BBC’, si fuesen países independientes, Alberta, Columbia Británica y Quebec superarían en ciencia a Hong Kong o Finlandia.

No solo los estudiantes lo hacen bien, sino que es algo independiente de su estatus socioeconómico o de si son nativos o inmigrantes

“Canadá es relativamente un recién llegado a lo alto de los ‘rankings’ internacionales”, explicaba un informe de la OCDE sobre su rendimiento educativo. “Al revés de Japón y Corea, no era un líder claro en las evaluaciones internacionales de los 80 y los 90, y solo fue después de la publicación en 2000 de PISA que se vio convertida en uno de los líderes el grupo”. El veredicto es claro: no solo el país americano obtiene resultados muy altos, sino que la diferencia entre los mejores y peores estudiantes es muy pequeña. En ciencia, por ejemplo, la variación es de apenas un 9%, mientras que en Singapur es del 20. En España se encuentra en el 13%.

“Desde 2000, Canadá se ha convertido en un líder mundial en su estrategia sostenible de reforma del sistema educativo con profesionales”, señala dicho informe. “No solo los estudiantes lo hacen bien, sino que lo hacen independientemente de su estatus socioeconómico, su primer idioma o si son canadienses nativos o inmigrantes recién llegados”. A pesar de los éxitos, hay una curiosa razón que explica por qué no se habla más de ello: ya que este tan solo ha salido a la luz en los últimos 20 años, no hay mucha literatura académica, profesores visitantes ni periodistas que la visiten o se fijen en Canadá como modelo educativo. Y, sin embargo, su peculiar caso nos puede enseñar muchas cosas.

Confiar en las provincias

El sistema educativo canadiense se organiza alrededor de 10 provincias y tres territorios muy diferentes entre sí y que, por lo tanto, tienen su propia historia y sus propias necesidades. El informe de la OCDE considera esta descentralización como el “rasgo más sorprendente” de dicho sistema, ya que es el único país de todo el mundo que no tiene un departamento de Educación como tal, sino que las competencias están transferidas casi por completo a cada una de las provincias, que desde hace 20 años, son quienes aportan el 100% del presupuesto.

Los currículos se desarrollan junto a los profesores, la financiación es equitativa y la selección de docentes, muy exigente

Entre ellas, las más importantes son las de Ontario (dos millones de estudiantes), Québec (un millón), Columbia Británica (610.000) y Alberta (530.000), que suman un 80% de estudiantes, y que por lo general son las que obtienen las mejores calificaciones. Al mismo tiempo, las provincias delegan parte de su responsabilidad en los municipios y, sobre todo, los colegios; las primeras fijan el currículo, las políticas generales y la financiación, pero los segundos contratan a los empleados y eligen a los directores de los centros.

No obstante, a pesar de las diferencias, hay ciertas pautas que se repiten entodas las regiones por asimilación entre ellas, y que matizan estas supuestas diferencias. Hay tres principios que se repiten: el desarrollo de currículos a partir de la consulta con profesores y expertos en las diferentes materias, con distintos niveles de libertad para los profesores; un proceso muy selectivo de elección de los docentes (por lo general, entre el 30% de los mejores de la promoción); y financiación equitativa, que ha conseguido solucionar los problemas de algunas de las regiones y alumnos más pobres otorgando más dinero a los centros que lo necesitan.

Dalton McGuinty fue Primer Ministro de Ontario entre 2003 y 2013. (Reuters/Mark Blinch)
Dalton McGuinty fue Primer Ministro de Ontario entre 2003 y 2013. (Reuters/Mark Blinch)

Uno de los grandes éxitos de la educación canadiense ha sido su capacidad de integrar a los niños inmigrantes. Ya no provienen de Europa, como había ocurrido hasta los años 70, sino de Asia (China o India) y otros países en vía de desarrollo, como Argelia o Colombia. En apenas tres años, estos alumnos alcanzan niveles educativos superiores a la media. Las razones son tres, según el informe: aparte de que muchos de los niños inmigrantes provienen de familias de alto nivel cultural, la forma de integrar a los alumnos, con apoyo fuera del colegio (a veces a través de ONG) las y decisiones políticas para ayudar a los más desfavorecidos, por ejemplo, recibiendo refuerzo lingüístico (como ocurre en la Columbia Británica) son clave.

Los profesores, unidos

El informe destaca una de las características más peculiares del sistema educativo canadiense, y que contradice la popular idea de que los docentes suelen ser elementos de resistencia frente a los cambios promovidos desde la política o por agentes externos. Su caso es más “complejo”, señala elinforme: “Los profesores son un grupo crucial que pueden participar en una agenda de reforma mucho más amplia”. Esto se traduce a través de su organización no solo como asociación de profesionales, como ocurre en otros países, sino como sindicatos con gran influencia en la negociación.

Aunque la misión y el objetivo provenían de arriba, había un claro reconocimiento de que era a nivel de cada colegio donde debían tener lugar los cambios

Es lo que ocurre en Ontario, el caso analizado por la OCDE, donde entre 2003 y 2010 se llevaron a cabo distintas reformas promovidas por el Primer Ministro Dalton McGuinty. Este intentó revertir la tendencia del gobierno conservador antecedente, “extremadamente impopular entre los profesores”, y que había conducido a un abandono en masa de los colegios públicos. Se aprobaron 65 medidas, entre las que se encontraban la reducción del tamaño de las clases (lo que creó 5.000 nuevos puestos de trabajo) y que tenían ante todo dos objetivos: mejorar los niveles de habilidad lingüística y aumentar la cantidad de graduados en secundaria.

Para ello fue de radical importancia el apoyo de los profesores, quienes iban a realizar el esfuerzo en las aulas. Para ello, decidieron “darle menos importancia a la publicación de resultados y centrarse en que los colegios con mayores dificultades recibiesen un apoyo adicional y apoyo externo en lugar de ser castigados o cerradas”. 100 personas (profesores, directores, expertos) formaron parte de la secretaría que se encargó de aplicar las reformas. “Aunque la misión y el objetivo provenían de arriba, había un claro reconocimiento de que era a nivel del colegio donde debían tener lugar los cambios, y que el rol de otros actores en el sistema era el de apoyar el aprendizaje y los cambios que se estaban produciendo en los colegios”.

Los propios canadienses son, no obstante, muy críticos con los resultados obtenidos por su sistema educativo. A raíz de la publicación de los últimos resultados de PISA, hubo quien planteó el problema de que las calificaciones de matemáticas no hubiesen mejorado. A pesar de que los resultados son buenos, lamentaban los canadienses, el progreso no es positivo, y hay ciertas regiones (Manitoba, Saskatchewen o Newfoundland) que obtienen resultados muy inferiores a otras. En todas partes cuecen habas, pero ser capaces de identificar los problemas es uno de los factores decisivos del éxito.

Fuente: https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2017-08-21/canada-exito-educativo_1429440/

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La regla de las dos horas de los genios: el truco que aplicaban Einstein y Nietzsche

Por: Hector G. Barnés

La historia de cómo descubrió Isaac Newton la teoría de la gravedad es bien conocida: el físico se encontraba descansando al aire libre, en su casa de campo cuando vio caer una manzana. No, no aterrizó en su cabeza, como aseguran las versiones apócrifas de la historia. Así pues, no fue la casualidad la que condujo al inglés a uno de los hallazgos más importantes de la historia del hombre, sino la contemplación. De no haber estado ocioso una tarde del verano de 1665, y por ejemplo, se hubiese encontrado en su laboratorio, afanado en su trabajo, quizá no se habría preguntado por qué la fruta caía siempre de la misma manera.

No ha sido el único que ha cambiado la historia sin pretenderlo. Algo semejante ocurrió con Arquímedes cuando, en el siglo tres ante de Cristo, descubrió al meterse en la bañera el célebre principio que hoy lleva su nombre. En una entrada publicada en ‘Medium’, Zat Rana aporta otros ejemplos: Albert Einstein, que arrastraba una merecida fama de soñador, o el filósofo Friedrich Nietzsche, que acostumbraba a caminar varias horas todos los días porque consideraba que los mejores pensamientos eran los paseados; algo que también hacía Kant. O Darwin, que tenía su “camino de pensar”.

Cuando estamos estresados y vamos con el piloto automático, nuestro cerebro se bloquea ante las nuevas ideas

¿Necesitan más nombres? Bob Dylan aseguraba que si más gente viajase en autobús, y pudiese observar el paisaje a través de la ventanilla, habría más compositores. En otro sentido, Edward Munch ‘vio’ ‘El grito’ mientras caminaba por un sendero y contempló cómo “el cielo se tiñó de rojo sangre”. Está claro que el paseo y el ocio contribuyen a la inspiración y, sin embargo, son dos valores a la baja en una sociedad obsesionada por la productividad, la continua medición de todos los aspectos de nuestra vida y el orden. Sin embargo, esto nos puede hacer estar perdiendo muchas cosas.

No hay como dejar nuestra mente vagar para abandonar los caminos trillados y realizar “conexiones no lineales”, como si fuésemos surrealistas. Pensemos en nuestra propia experiencia. Cuando estamos estresados y vamos con el piloto automático puesto, somos capaces de hacer todo aquello que hemos repetido cientos de veces (levantarnos, vestirnos, lavarnos los dientes, desayunar) pero nuestro cerebro parece bloqueado a las nuevas ideas. Como explica en el artículo la profesora Fiona Kerr de la Universidad de Alemania, “soñar despierto es mucho más productivo a la hora de lidiar con problemas complejos o descubrir soluciones creativas y nuevas ideas”.

La rutina de los 120 minutos

Es fácil de decir y entender, pero difícil de aplicar. No podemos detenernos en mitad de nuestra jornada laboral y decirle a nuestro jefe que vamos a parar para pensar –aunque debería facilitárnoslo si nuestro trabajo es creativo–, así que debemos buscar otra estrategia. Para ello, Rana propone la “regla de las dos horas”, que a él le funciona. ¿En qué consiste? Básicamente, en dejar su mente vagar durante un período de 120 minutos todos los jueves.

No importa lo liados que estemos, la mayoría malgastamos mucho tiempo en asuntos triviales que no aportan nada a nuestra vida

Es necesario eliminar todas las distracciones, sobre todo, apagar el teléfono móvil, y tener solo a mano una libreta y un bolígrafo. Aunque puede parecer mucho tiempo, el periodista recuerda que no todo será productivo (¡faltaría más!) y que es posible que tengamos la sensación de que la mayor parte lo hemos malgastado. No pasa nada: es una condición necesaria para que las buenas ideas que de otra forma no se nos habrían ocurrido, comiencen a brotar.

“Puedo decir con toda sinceridad que es la actividad más rentable de mi vida”, explica en la entrada. “Me ayuda a equilibrar el corto plazo con el largo. Identifico los problemas antes de que lo sean, y me he topado con ideas o formas de optimización que no se me habrían ocurrido de otra manera”. Ello lo consigue a partir de un cuestionario con varias preguntas, entre las que se encuentran “¿me gusta lo que hago o simplemente sigo adelante?”, “¿qué oportunidades podría aprovechar y no lo estoy haciendo?” o “¿qué tiene más probabilidades de ir mal en los siguientes seis meses de mi vida?”

'Paseaba por un sendero con dos amigos, el sol se puso y de repente el cielo se tiñó de rojo sangre'. ('El grito', Edvard Munch)
‘Paseaba por un sendero con dos amigos, el sol se puso y de repente el cielo se tiñó de rojo sangre’. (‘El grito’, Edvard Munch)

Lo importante no son tanto estas cuestiones como lo que ocurre una vez hemos reflexionado sobre ello y nuestra mente empieza a ver las cosas con perspectiva: es entonces cuando empieza a vagar y las buenas ideas (las que marcan la diferencia, la que nos guían en nuestro día a día) comienzan a surgir. “No importa lo liados que estemos, la mayoría de nosotros malgastamos mucho tiempo en cosas triviales que no aportan nada a nuestra vidas”, concluye el autor. “Si una persona media gasta dos horas al día en redes sociales, unas pocas a la semana para organizar tu vida no es pedir demasiado. Es un precio muy pequeño para una recompensa tan grande

Fuente: https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2017-08-21/regla-dos-horas-einstein-darwin-nietzsche_1429982/

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Canadá es un éxito educativo y las razones son sorprendentes: qué podemos aprender

Por: Héctor G.Barnés

Aunque no suele nombrarse a la hora de hablar de los mejores sistemas educativos, se encuentra ahí arriba, con Finlandia y los asiáticos. Pero su fórmula es mucho más compleja.

Cuando ojeamos los primeros puestos de ‘rankings’ educativos como el de PISA, solemos encontrar entre los consabidos Singapur, Finlandia y otros países orientales un convidado de piedra: Canadá, que destaca no tanto por sus resultados concretos como por su constancia en distintas materias. El ministro de Educación Doug Currie calificó de “trabajo soberbio” al realizado por el sistema educativo de su país a propósito de los resultados de PISA 2015, donde solo fueron superados por Japón, Estonia y Singapur. Tan solo esta última superó a Canadá en lectura.

No es un país que suela aparece en los listados de los países “milagrosos”, a pesar de que, en muchos sentidos –sus alrededor de 36 millones de habitantes se reparten por una gran extensión, su tasa de inmigración per cápita es la más alta en el mundo– tiene aún más mérito. Quizá ello se deba a la dificultad para identificar cuáles son los elementos diferenciales, principalmente por la organización de su sistema educativo, uno de los más descentralizados del mundo y que, por lo tanto, presenta grandes variaciones entre regiones. Como recordaba un reportaje de la ‘BBC‘, si fuesen países independientes, Alberta, Columbia Británica y Quebec superarían en ciencia a Hong Kong o Finlandia.

No solo los estudiantes lo hacen bien, sino que es algo independiente de su estatus socioeconómico o de si son nativos o inmigrantes

“Canadá es relativamente un recién llegado a lo alto de los ‘rankings’ internacionales”, explicaba un informe de la OCDE sobre su rendimiento educativo. “Al revés de Japón y Corea, no era un líder claro en las evaluaciones internacionales de los 80 y los 90, y solo fue después de la publicación en 2000 de PISA que se vio convertida en uno de los líderes el grupo”. El veredicto es claro: no solo el país americano obtiene resultados muy altos, sino que la diferencia entre los mejores y peores estudiantes es muy pequeña. En ciencia, por ejemplo, la variación es de apenas un 9%, mientras que en Singapur es del 20. En España se encuentra en el 13%.

Confiar en las provincias

El sistema educativo canadiense se organiza alrededor de 10 provincias y tres territorios muy diferentes entre sí y que, por lo tanto, tienen su propia historia y sus propias necesidades. El informe de la OCDE considera esta descentralización como el “rasgo más sorprendente” de dicho sistema, ya que es el único país de todo el mundo que no tiene un departamento de Educación como tal, sino que las competencias están transferidas casi por completo a cada una de las provincias, que desde hace 20 años, son quienes aportan el 100% del presupuesto.

Los currículos se desarrollan junto a los profesores, la financiación es equitativa y la selección de docentes, muy exigente

Entre ellas, las más importantes son las de Ontario (dos millones de estudiantes), Québec (un millón), Columbia Británica (610.000) y Alberta (530.000), que suman un 80% de estudiantes, y que por lo general son las que obtienen las mejores calificaciones. Al mismo tiempo, las provincias delegan parte de su responsabilidad en los municipios y, sobre todo, los colegios; las primeras fijan el currículo, las políticas generales y la financiación, pero los segundos contratan a los empleados y eligen a los directores de los centros.

No obstante, a pesar de las diferencias, hay ciertas pautas que se repiten en todas las regiones por asimilación entre ellas, y que matizan estas supuestas diferencias. Hay tres principios que se repiten: el desarrollo de currículos a partir de la consulta con profesores y expertos en las diferentes materias, con distintos niveles de libertad para los profesores; un proceso muy selectivo de elección de los docentes (por lo general, entre el 30% de los mejores de la promoción); y financiación equitativa, que ha conseguido solucionar los problemas de algunas de las regiones y alumnos más pobres otorgando más dinero a los centros que lo necesitan.

Dalton McGuinty fue Primer Ministro de Ontario entre 2003 y 2013. (Reuters/Mark Blinch)
Dalton McGuinty fue Primer Ministro de Ontario entre 2003 y 2013. (Reuters/Mark Blinch)

Uno de los grandes éxitos de la educación canadiense ha sido su capacidad de integrar a los niños inmigrantes. Ya no provienen de Europa, como había ocurrido hasta los años 70, sino de Asia (China o India) y otros países en vía de desarrollo, como Argelia o Colombia. En apenas tres años, estos alumnos alcanzan niveles educativos superiores a la media. Las razones son tres, según el informe: aparte de que muchos de los niños inmigrantes provienen de familias de alto nivel cultural, la forma de integrar a los alumnos, con apoyo fuera del colegio (a veces a través de ONG) las y decisiones políticas para ayudara los más desfavorecidos, por ejemplo, recibiendo refuerzo lingüístico (como ocurre en la Columbia Británica) son clave.

Los profesores, unidos

El informe destaca una de las características más peculiares del sistema educativo canadiense, y que contradice la popular idea de que los docentes suelen ser elementos de resistencia frente a los cambios promovidos desde la política o por agentes externos. Su caso es más “complejo”, señala elinforme: “Los profesores son un grupo crucial que pueden participar en una agenda de reforma mucho más amplia”. Esto se traduce a través de su organización no solo como asociación de profesionales, como ocurre en otros países, sino como sindicatos con gran influencia en la negociación.

Aunque la misión y el objetivo provenían de arriba, había un claro reconocimiento de que era a nivel de cada colegio donde debían tener lugar los cambios

Es lo que ocurre en Ontario, el caso analizado por la OCDE, donde entre 2003 y 2010 se llevaron a cabo distintas reformas promovidas por el Primer Ministro Dalton McGuinty. Este intentó revertir la tendencia del gobierno conservador antecedente, “extremadamente impopular entre los profesores”, y que había conducido a un abandono en masa de los colegios públicos. Se aprobaron 65 medidas, entre las que se encontraban la reducción del tamaño de las clases (lo que creó 5.000 nuevos puestos de trabajo) y que tenían ante todo dos objetivos: mejorar los niveles de habilidad lingüística y aumentar la cantidad de graduados en secundaria.

Para ello fue de radical importancia el apoyo de los profesores, quienes iban a realizar el esfuerzo en las aulas. Para ello, decidieron “darle menos importancia a la publicación de resultados y centrarse en que los colegios con mayores dificultades recibiesen un apoyo adicional y apoyo externo en lugar de ser castigados o cerradas”. 100 personas (profesores, directores, expertos) formaron parte de la secretaría que se encargó de aplicar las reformas. “Aunque la misión y el objetivo provenían de arriba, había un claro reconocimiento de que era a nivel del colegio donde debían tener lugar los cambios, y que el rol de otros actores en el sistema era el de apoyar el aprendizaje y los cambios que se estaban produciendo en los colegios”.

HÉCTOR G. BARNÉS

Los propios canadienses son, no obstante, muy críticos con los resultados obtenidos por su sistema educativo. A raíz de la publicación de los últimos resultados de PISA, hubo quien planteó el problema de que las calificaciones de matemáticas no hubiesen mejorado. A pesar de que los resultados son buenos, lamentaban los canadienses, el progreso no es positivo, y hay ciertas regiones (Manitoba, Saskatchewen o Newfoundland) que obtienen resultados muy inferiores a otras. En todas partes cuecen habas, pero ser capaces de identificar los problemas es uno de los factores decisivos del éxito.

Fuente: https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2017-08-21/canada-exito-educativo_1429440/

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“Confían en sus profesores”: un docente revela el secreto de la educación finlandesa

Por: Héctor G. Barnés

Aunque en Reino Unido no le iba mal, John Hart decidió mudarse junto con su mujer a Finlandia. Allí descubrió cómo entiende la sociedad la educación y por qué les importa.

Desde hace años, Finlandia es el país referencia para la educación global. No se trata tan solo de sus buenos resultados en PISA, sino que al contrario de lo que ocurre con otros países como los asiáticos, donde los buenos resultados se traducen en una presión desmesurada para los alumnos, el alto nivel educativo va acompañado de políticas sociales que favorecen la conciliación laboral y el bienestar de alumnos y padres. Como suele decirse, el dinero que se destina a educación no es un gasto, sino una inversión.

La distancia que nos separa del país escandinavo y la creación de un mito que, como todos, idealiza ciertos aspectos, nos hace dudar de dichos parabienes. De ahí que el testimonio de un profesor inglés llamado John Hart, que emigró a Finlandia junto a su mujer, de dicho país, resulta particularmente útil para entender las diferencias en dicho país, no solo en cuanto a políticas sociales, sino como él mismo explica, en lo que concierne a la actitud que la sociedad mantiene frente a la educación.

«La idea de que un profesor debería proporcionar evidencias para demostrar lo que ha hecho es ridícula».

“Mucho de lo que se escribe sobre ellos, evidentemente, se ha centrado en las políticas, pero es reduccionista entenderlo tan solo en dichos términos”, ha explicado en una columna en ‘The Guardian‘. “Los valores de los colegios y de la sociedad a la hora de implantar dichas políticas son igualmente importantes”. Aunque reconoce que, en comparación con otros países, Finlandia lo tiene relativamente fácil (su población es de algo más de cinco millones de habitantes y sus niveles de inmigración son muy bajos), su apuesta por reducir la inequidad ha sido clave. Pero hay algo aún más importante: el papel de los profesores.

“Gran parte se debe a la estricta selección de profesores y a la formación de primer nivel que los candidatos reciben”, explica el profesor, que imparte Aprendizaje Digital en la Escuela Europea de Helsinki. “Pero al mismo tiempo que la entrada en la profesión es altamente competitiva, las condiciones en las que los profesores trabajan y los valores de las escuelas también tienen una gran importancia a la hora de que los profesores y sus estudiantes florezcan”. Es una gran diferencia: desde 1979, en Finlandia los profesores estudian y hacen prácticas durante cinco años y, debido a su buena consideración social y reconocimiento económico, es una profesión prestigiosa.

La evaluación no es lo más importante

El testimonio desmiente otro de los grandes tópicos relacionados con la innovación educativa más reciente: que la evaluación del profesoradosea esencial para mejorar el sistema. Más bien al contrario, señala Hart: “A los docentes finlandeses se les otorga una gran responsabilidad y se les permite una flexibilidad sin restricciones en qué enseñar y cómo”, explica. “Su rendimiento no es observado y medido”. La única forma de evaluar su rendimiento es a través de discusiones con los directores del centro sobre sus fortalezas y debilidades.

«Nadie utiliza los datos para hacer ‘rankings’ o presionar a los colegios que saquen peores notas».

«La idea de que un profesor debería proporcionar evidencias para demostrar lo que ha hecho es ridícula”, prosigue el profesor inglés. ¿Por qué? Porque la clave se encuentra en la personalización del proceso educativo, y por lo tanto, el docente es el experto que mejor sabe lo que cada uno de sus alumnos necesita, por lo que cada una de sus decisiones, aunque puedan parecer chocantes, tienen como objetivo el beneficio del estudiante, “no el de otros actores”. Trabajar para los alumnos, y no para el inspector.

La clave, por lo tanto, se encuentra en la plena confianza en el profesor, que es el que dispone de una libertad absoluta a la hora de elegir sus métodos de evaluación y horarios. “Nadie, ni dentro ni fuera de la escuela, les obliga a hacerlo de determinada manera y a adaptarse a esos horarios”, explica el profesor. “Y nadie utiliza los datos para construir ‘rankings‘ o presionar en los colegios”. Esa es la gran diferencia con otros sistemas educativos, como el británico o el español, donde la programación debe reflejar cada una de las lecciones que se imparten, un gasto de tiempo y dinero innecesario, en opinión de Hart.

Un colegio finlandés. (iStock)

“Comparadlo con el Reino Unido, donde los colegios tienen jefes de datos, donde se dice a los profesores qué colores de bolígrafo deben utilizar para corregir, y donde los libros son revisados a menudo para asegurarse de que siguen utilizándose para aprender”, lamenta Hart. No es que se trate de un mal modelo, de todas formas, ya que el profesor reconoce que sus compañeros le ayudaban y el director le concedió cierta libertad en su segundo año. Pero nada que ver con lo que se puede aprender a la sociedad finlandesa, en la que “todos se cuidan, valoran y confían mutuamente”.

El rol del ‘profe’

Lo explicaba a ‘El Confidencial’ Hanna Sarakorpi, la directora de la Escuela Saunalahti en Espoo, considerada como la mejor del mundo: “El profesor, el niño y los padres tienen que cooperar todo el tiempo, ya que el rol de la escuela no es solo enseñar, sino también educar”. Esa visión del colegio como centro de la sociedad es uno de los rasgos diferenciales del sistema finlandés.

Lo de que se seleccione a los más brillantes es un mito, pero no es problema: los mejores profesores no siempre son los que tienen notas más altas.

Tan solo el 10% de los candidatos a profesores pasan el corte y terminan siéndolo. En la Universidad de Helsinki, por ejemplo, el examen se realiza a través de dos pruebas: en primer lugar, un examen escrito, y más tarde, un test de aptitud diseñado por la propia institución. También cuentan las notas del instituto. Sin embargo, como recordaba un reportaje de ‘The Guardian‘, eso de que solo se selecciona a “los mejores y los más brillantes” es un mito. Lo cual es, paradójicamente, una ventaja, porque puede haber profesores potencialmente muy buenos entre estudiantes con mejores notas: “Es preferible diseñar su educación para sacar lo mejor de los jóvenes que tienen pasión por enseñar”.

No es oro todo lo que reluce, claro, y no existe sistema educativo perfecto. Durante los últimos años han emergido voces críticas como las de Gabriel Heller Sahlgren, que en su informe ‘Real Finnish Lessons: the True Story of an Educacion Superpower‘ revelaba que los buenos resultados del sistema finlandés no se deben a las últimas reformas basadas en la igualdad, la ausencia de exámenes estandarizados y los pocos deberes, sino que es una herencia del sistema centralizado y donde las escuelas eran poco independientes de los años setenta. En resumen, todo lo contrario del discurso que suele mantenerse sobre Finlandia. Sea como sea, Hart lo tiene claro: “El verdadero éxito es el nivel de responsabilidad y autonomía otorgado a los profesores para que hagan su trabajo”.

Fuente: https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2017-08-16/profesores-finlandia-exito_1427879/

 

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