El instituto que acabó con la segregación

Por: Ivanna Vallespín

El INS Pau Claris deja de ser un gueto, cambiando su método educativo y atrayendo un grupo de familias autóctonas

El instituto Pau Claris de Barcelona, ubicado frente al Arc de Triomf en el distrito de Ciutat Vella, se convirtió a finales de los años 90 en un gueto. Al mismo tiempo que recibía multitud alumnos recién llegados, los autóctonos desaparecían. «Las familias veían la inmigración como un riesgo y muchos optaban por otros centros», admite la directora Mercè Miralles. Cada vez tenían menos estudiantes, así que las vacantes se usaba para la llamada «matrícula viva», esto es, acoger los alumnos que llegaban a medio curso, principalmente inmigrantes, cosa que agudizaba el problema. Tenían hasta 27 nacionalidades diferentes, con predominio de marroquíes, dominicanos y chinos. Desde el año 2000 y hasta hace cuatro cursos, en la mayoría de las clases el 100% era inmigrante, explica el centro.

Otro contratiempo era la movilidad del alumnado. Aseguran que cada curso entre el 30 y el 40% de alumnos era nuevo. «Teníamos mucha movilidad, tanto por los que se iban debido a un cambio de domicilio, como por los que llegaban. Esto hacía que las clases no estuvieran cohesionadas», admite la directora. Y ello se notó en las aulas. «Para los profesores la situación era muy tensionada y había frustración. Veían que su trabajo caía en un saco roto y sentían que lo que habían hecho no servía de nada porque al año siguiente los alumnos eran nuevos y no podían consolidar nada», añade.

Hasta que llegó un momento que dijeron basta. Los primeros cambios se aplicaron en 2005 -pero hasta una década después no se notaron los efectos-, que se basaron en una atención personalizada de los alumnos, el trabajo por proyectos y una redistribución de las clases para permitir el trabajo colaborativo. También apostaron por la digitalización de las aulas. «Nos planteamos los ordenadores como un elemento de equidad, que compensara las diferencias por razón de origen». Aparcados los libros, los profesores empezaron a elaborar los materiales con una visión más interdisciplinar y pensando en la educación por competencias.

Pero hubo un factor clave que propició el cambio y que fue ajeno al centro. Familias de escuelas de la zona, como Pau Vila y Fort Pienc, decidieron darle una oportunidad al instituto y se acercaron para conocer cómo trabajaban. En 2013 familias de cinco escuelas de la zona, también interesadas en luchar contra la segregación, se reunieron en un bar y crearon Amics del Pau Claris. «Teníamos un club de fans», bromea la directora. Y algo importante: estas familias combatieron los rumores negativos que estigmatizaban el centro.

«Acordamos que conocer el instituto estaba bien, pero decidimos que debíamos dar un paso más», explica Oriol Pérez de Tudela, entonces miembro del AMPA del Fort Pienc. Consiguieron la complicidad del Consorcio de Educación, adscribiendo dos escuelas del Eixample al Pau Claris para diversificar el perfil de alumnos. Y un grupo de familias se comprometieron a matricularse en bloque en el instituto. En 2016 lo hicieron 38 alumnos. Ese año el Consorcio no permitió la matrícula viva. Esta oleada dio un giro total a la situación y el porcentaje de alumnado inmigrante cayó al 30% (el barrio tiene un 40% de población extranjera). «El problema de fondo no era tanto la inmigración como la movilidad y la matrícula viva. No puedes asegurar la calidad de la educación si cada semana o cada mes vienen y se van niños», defiende Pérez de Tudela.

Desde entonces el instituto sufre una sobredemanda y han notado una reducción del absentismo, del abandono y de la movilidad. Ahora esperan a que la primera promoción de esta nueva etapa se someta el próximo año a las pruebas diagnósticas de la Generalitat. «Lo que no podremos saber es si la mejora, que ya hemos ido notando, se debe al cambio de método o al nuevo perfil de alumnado», admite la directora. También perciben una mayor interrelación entre los alumnos. «Se juntan según sus afinidades, no según su procedencia», apunta la directora. Oriol Pérez admite que las familias acostumbran a tener prejuicios en cuanto a la inmigración, «pero son fruto del desconocimiento», destaca. Y añade, como beneficio de la mezcla de alumnos, la «educación subliminal» de los niños en el respecto y el reconocimiento del otro, en la igualdad y la convivencia.

Hace años que las familias se movilizan reclamando un reparto más equitativo del alumnado de origen extranjero. Los padres del colegio Fort Pienc que han luchado por reflotar el Pau Claris, también se levantaron contra la decisión de colocar un bolet -un grupo adicional en P3 de forma extraordinaria- en su escuela en 2007. Se quejaban de la falta de espacio en su colegio para acogerlo, mientras otros centros cercanos tenían vacantes. Las familias de las escuelas afectadas se unieron en la lucha y crearon unos vínculos que se reproducirían años más tarde con el Pau Claris.

«Creemos en la escuela como garante de la igualdad de oportunidades y esto se consigue con la mezcla de alumnos. No luchamos porque la escuela de nuestros hijos sea de calidad, sino que miramos todo el sistema y buscamos una mejora global», defiende Roger Martínez, entonces miembro del AMPA de Fort Pienc y uno de los impulsores de la lucha contra la segregación.

Las familias aseguran que «no hay una única solución mágica» para acabar con esta problemática, pero aseguran que lo primero es tomárselo en serio. «El problema es que se ha normalizado la segregación», lamenta Martínez. Mezclar los alumnos de centros cercanos, pero de perfil antagónico, cambiar las zonas escolares para hacerlas más heterogéneas o poner cuotas para igualar la proporción de familias según su nivel formativo son algunas de las propuestas de los padres. Algunas de estas se incluyen en el paquete de 189 medidas del Pacto contra la Segregación Escolar que la Generalitat firmó el pasado marzo.

Fuente: https://elpais.com/ccaa/2019/08/24/catalunya/1566659366_104848.html

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Guarderías que agudizan los sentidos y el desarrollo

Por:  Ivanna Vallespín.

Cuando María entró en la guardería el pasado curso con un año de edad no se desplazaba ni aceptaba el contacto físico con los adultos. Tampoco dejaba consolarse por nadie que no fueran sus padres. María —nombre ficticio— fue una de las primeras en estrenar la sala multisensorial de la guardería municipal Espronceda de Sabadell, llena de materiales diseñados para fomentar el desarrollo de los pequeños.

“Lo primero que hicimos fue trabajar la confianza y el contacto. Llevamos a la niña a una columna de burbujas donde ella se abrazaba y se dejaba acariciar. Cogíamos un haz de fibra óptica y se lo pasábamos por el brazo. Esto le ayudó a reconocer las diferentes partes de su cuerpo. No se desplazaba porque no tenía seguridad de su propio cuerpo”, explica Laura González, directora del centro. En unas semanas la relación de confianza y el contacto físico se consolidó y en medio año ya gateaba.

Salas multisensoriales como la de la guardería de Sabadell se han extendido a otra docena de centros infantiles de varios municipios. Estos recursos se enmarcan en un proyecto de la Diputación de Barcelona para atender a los menores con necesidades educativas especiales. El ente provincial ha destinado este mandato casi 300.000 euros para financiarlos.

Necesidades especiales

Detectar a un bebé con alguna carencia no es fácil. A esta temprana edad solo están clasificados como niños con necesidades educativas especiales (NEE) aquellos “casos de libro”, como lo definen las educadoras, que son los que padecen una parálisis cerebral o un autismo grave, entre otros. Muchas veces no son las familias las que detectan que algo no va bien, sino las educadoras de la guardería. “A veces ves algo que no cuadra y entonces se habla con la familia, el psicólogo lo evalúa y se determina el procedimiento y la asistencia que debe recibir ese niño”, abunda Conxita Navarro, directora de la guardería municipal Tabalet de Terrassa.

En la guardería Espronceda cuentan con dos niños con algún trastorno diagnosticado, pero hasta una quincena requieren una atención especial, como María. Las educadoras rechazan, no obstante, atribuirles un trastorno concreto a tan corta edad. “A tan temprana edad no puedes etiquetar un niño con un trastorno concreto, porque a veces lo que necesitan es más tiempo. En la etapa del 0-3 se ponen las bases del crecimiento y, si los etiquetas, les marcas el camino. En cambio, con un poco de trabajo, puede ser que se revierta el problema”, subraya Yolanda Martínez, técnica en educación especial de la guardería de Sabadell.

El centro instaló hace un año la sala multisensorial. Un pequeño cartel donde se lee “Espacio Mágico” invita a una estancia que, nada más poner el primer pie, rezuma armonía. Preside una gran pantalla donde se proyecta desde un paisaje nevado a dibujos de cuentos populares. Hay una columna de burbujas, haces de fibras ópticas o una alfombra con líquidos de colores. Una columna de colores que se enciende progresivamente dependiendo del volumen de sonido fomenta el habla, porque a más sonidos, más colores aparecen. O cuando se proyecta un cuento, toda la sala se sincroniza con él.

Por esta sala pasan todos los alumnos, tanto los que presentan alguna carencia como aquellos que pueden tener una necesidad en un momento concreto, como ayudarlos a fomentar el habla. “Puedes controlar el espacio y adaptar la sala según la necesidad y el objetivo que te plantees. El aula no es un chiquipark, no venimos a jugar, sino con un objetivo concreto», subraya la directora. Coincide la responsable de la guardería municipal Tabalet de Terrassa, que también dispone de esta sala: “Los niños más movidos consiguen relajarse en este espacio. El aula ayuda a estimular las diferentes capacidades del alumno, hay un trabajo multisensorial, pero también en el bienestar del alumno y su calidad de vida”.

El responsable del área de Educación del ente provincial, Rafael Homet, considera clave que los niños con algún déficit puedan acudir a la guardería, pero admite que faltan recursos: “Muchas veces las familias no se plantean que su hijo vaya a una guardería. La tradición es la asistencia médica, pero es necesario extender la idea de que la educación hasta los tres años es también una necesidad”.

Fuente del artículo: https://elpais.com/ccaa/2018/12/08/catalunya/1544295381_699661.html

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