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¿Sabías que tienes un sistema inmunitario psicológico?

Por: Jennifer Delgado Suárez

El sistema inmunitario nos protege contra toda clase de agentes infecciosos que abundan en el medio. De hecho, es imposible controlar nuestra exposición a virus, bacterias y demás agentes patógenos, pero si tenemos un sistema inmunitario fuerte y sano, nuestras probabilidades de enfermar se reducen.

No obstante, psicólogos como Dan Gilbert, de la Universidad de Harvard, creen que también tenemos un sistema inmunitario psicológico. Y las personas que lo fortalecen pueden lidiar mejor con las adversidades y los problemas, sin que estos sumen demasiada ansiedad, depresión o desesperanza.

Según esta teoría, de la misma manera que existen personas que prácticamente son inmunes a los virus y casi nunca se enferman, también hay quienes pueden enfrentar las peores tragedias con mayor entereza de ánimo mientras otros se desmoronan, entristecen o estresan ante los problemas más nimios.
Sin embargo, lo cierto es que todos tenemos un sistema inmunitario psicológico. Los estudios indican que aproximadamente el 75% de las personas logran encontrar un nuevo equilibrio que les permite ser felices al cabo de los dos años después de haber sufrido una gran tragedia.
El sistema inmunitario psicológico se encargaría de construir una red de seguridad que nos proteja de los efectos del estrés crónico y nos dé fuerzas para soportar los eventos más terribles. Mientras que el sistema inmunitario biológico nos mantiene vivos para protegernos de las enfermedades, el sistema inmunitario psicológico amortigua el impacto de los golpes emocionales y nos permite seguir adelante.

Sobrevalorarse como estrategia para proteger la autoestima

El sistema inmunitario psicológico activa diferentes estrategias para protegernos, una de ellas consiste en evitar que nos odiemos por nuestros fracasos. Esa es la razón por la cual tenemos la tendencia a atribuir los problemas a factores externos, como el gobierno, un subalterno incompetente o simplemente la mala suerte.
De esta forma preservamos nuestra autoestima y no nos sentimos tan deprimidos, frustrados o desesperanzados. De hecho, un estudio llevado a cabo en la Virginia Commonwealth University reveló que las personas con tendencia a la depresión en realidad tienen una perspectiva más objetiva del mundo y suelen ser más lógicas y reflexivas. Al contrario, quienes mantienen una actitud más optimista es porque ponen en práctica determinados sesgos que les ayudan a lidiar mejor con su realidad.
Por eso, no es extraño que cuando nos comparamos con los demás pensamos que somos más inteligentes, que tenemos menos prejuicios, que somos más éticos y que viviremos más años.
No se trata de algo negativo. De hecho, psicólogos de la Universidad de California afirman que los estados mentales de autoafirmación positiva, incluso las ilusiones positivas, contribuyen a disminuir nuestro nivel de estrés. Estos investigadores apreciaron que las enfermedades incurables avanzaban con mayor lentitud en las personas que albergaban ilusiones optimistas, aunque fueran poco realistas, ya que estas tienen un efecto protector.
Desde el punto de vista biológico, esto se debe, en parte, a la acción del eje hipotalámico-pituitario-adrenal, que regula desde la digestión y la temperatura corporal hasta el humor, la energía física y el sistema inmunitario biológico. Este eje también modula nuestra respuesta ante el estrés, por lo que se ha apreciado que las personas con una percepción positiva tienen un eje hipotalámico-pituitario-adrenal más saludable que quienes tienen una percepción más negativa de la vida y de sí mismos.
Solo es necesario asegurarse de que no perdemos demasiado el contacto con la realidad y que esas ilusiones no son tan irreales que terminen haciéndonos daño.

Nuestra mente piensa en positivo automáticamente

Varios estudios sugieren que las personas tienen un temor infundado a los eventos negativos. Solemos imaginar las peores consecuencias y suponemos que reaccionaremos muy mal aunque en realidad cuando nos enfrentamos a esos problemas solemos responder mejor de lo que pensábamos. Esto se debe a que normalmente subestimamos nuestra resiliencia. Por consiguiente, ni los eventos positivos ni los negativos cambian tanto nuestra vida como pensábamos.
De hecho, cuando se trata de lidiar con la adversidad, es mejor dejar que nuestro inconsciente tome las riendas. Un estudio llevado a cabo en la Universidad Estatal de Florida reveló que cuando irrumpen en nuestra mente pensamientos sobre la muerte, ya sea la propia o la de personas que queremos, nuestro cerebro no se queda paralizado en la negatividad o el miedo durante mucho tiempo sino que intenta moverse hacia pensamientos más positivos.
En el experimento, los psicólogos prepararon a más de 100 personas para que pensaran en su propia muerte. A otro grupo le pidieron que imaginaran un evento desagradable, como ir al dentista. Luego les presentaron algunas raíces de palabras que debían completar, como “go”, a partir de la cual podían escribir términos como “gobierno” o “gozo”. Así los investigadores evaluaban su estado emocional inconsciente.
Descubrieron que quienes habían pensado en la muerte solían elegir palabras más positivas, como “gozo”. Este mecanismo que ocurre a nivel inconsciente es el sistema inmunitario psicológico en acción, intentando mitigar los efectos del dolor y el sufrimiento, llevándonos a ver la parte positiva de la vida, incluso cuando estamos ante los eventos más desoladores.

¿Cómo fortalecer el sistema inmunitario psicológico?

El sistema inmunitario psicológico está compuesto por dos elementos esenciales: el componente resiliencia, que significa enfrentar la adversidad sin desmoronarse y salir fortalecido, y el componente de eudaimonía, que señala que la felicidad sostenible no proviene del placer sino del significado de la vida. Por tanto, para fortalecer tu sistema inmunitario psicológico debes:
– Encontrar el sentido de la vida. Las personas que tienen un por qué, son capaces de encontrar el cómo incluso en las condiciones más difíciles. Si tienes un buen motivo para vivir, la adversidad te  golpeará pero saldrás más fuerte.
– Aprender a centrarse en lo positivo. Las personas resilientes son aquellas que, incluso en la adversidad, no se derrumban y son capaces de encontrar lo positivo en los problemas. Cada situación, por mala que parezca, encierra un aprendizaje, que se convierte a la vez en una oportunidad para crecer.
– Practicar el desapego. Se trata de comprender la vida como el curso de un río, en el que todo llega y todo se va. De esta forma logras aceptar tanto las cosas buenas como las malas, sabiendo que no son eternas y que, antes o después, el dolor y el sufrimiento desaparecerán.
– Dominar la atención. David Kessler, especializado en la muerte y el sufrimiento, cree que la mayoría de las enfermedades mentales están causadas por algo que capta de manera obsesiva nuestra atención. Por tanto, si somos capaces de dominar nuestra atención, desarrollaremos un sistema inmunitario más eficaz. De hecho, el gran maestro indio Shantideva afirmaba: “una persona distraída vive continuamente en las fauces de las aflicciones mentales”.
Fuente: http://www.rinconpsicologia.com/2017/02/sabias-que-tienes-un-sistema_21.html
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Cómo leer bien a los niños, según la Neurociencia

por: Jennifer Delgado Suárez

La mayoría de los padres leen a sus hijos. De hecho, se trata de un excelente hábito que potencia el desarrollo infantil, aunque los neurocientíficos alertan de que podríamos estar desperdiciando una excelente oportunidad ya que, al parecer, no le sacamos el máximo provecho a la lectura.
De hecho, la mayoría de los padres leen a sus hijos por la noche, para que los niños concilien más rápido el sueño. Así, el cuento de antes de irse a la cama se convierte en una rutina cuyo principal objetivo es calmar al pequeño. Otros padres son un poco más concienzudos y se preocupan porque la lectura potencie las habilidades lingüísticas de los niños o consolide determinados valores.
Sin embargo, los neurocientíficos afirman que leer libros a los niños, sin realizar pausas ni promover la reflexión, es como mirar una película. En práctica, los niños se ven aspirados por la trama, están tan ansiosos por llegar al final para conocer el desenlace que se pierden los detalles más importantes, o al menos dejan escapar las mayores oportunidades de crecimiento.
La buena noticia es que los padres pueden remediar ese “error” simplemente cambiando la forma de leer.

La lectura cambia el cerebro infantil

Un estudio realizado por psicólogos de la Universidad de Princeton reveló que cuando leemos una novela desarrollamos una actitud más empática y comprendemos mejor los estados mentales de los demás. Esto se debe a que las novelas captan nuestra atención y, a través de la trama, nos involucran en los pensamientos y emociones de los personajes, nos ayudan a ponernos en el lugar de los demás.
Otro estudio realizado en la Universidad de Emory fue un paso más allá y descubrió que los efectos de la lectura en el cerebro no son efímeros sino que se mantienen a lo largo del tiempo. Según estos neurocientíficos, leer una buena novela es como recibir un “masaje” suave pero poderoso, directamente en el cerebro. Y lo más interesante es que esos cambios persisten incluso cinco días después de haber terminado la obra, lo cual indica que los efectos de la lectura no cesan cuando cerramos el libro.
Obviamente, la mayoría de los libros escritos para niños no tienen ese nivel de profundidad y matices, pero en sentido general todos los cuentos infantiles se pueden utilizar para fomentar la empatía y desarrollar la toma de decisiones. De hecho, un estudio realizado en el Hospital de Cincinnati en niños de 3 a 5 años desveló que los cerebros de los pequeños cuyos padres les solían leer mostraban una mayor actividad como respuesta ante la lectura en las zonas vinculadas con la comprensión narrativa y la imaginería visual.
El secreto para lograr que la lectura potencie aún más el aprendizaje y el desarrollo del cerebro infantil es muy sencillo: leer haciendo pausas.

Enfatizar los conflictos potencia el aprendizaje

Según los neurocientíficos, la clave para que los niños le saquen el máximo provecho a los libros radica en que los padres sepan enfatizar los conflictos que se presentan en la trama, justo lo contrario de lo que los adultos solemos hacer.
De hecho, en muchos casos pasamos de largo por los conflictos que se presentan en los libros, leemos más rápido hasta llegar al final, al desenlace feliz. Sin embargo, lo que deberíamos hacer es detenernos precisamente en esa parte y preguntarle al niño qué haría si estuviera en lugar de los protagonistas de la historia.
En este sentido, los estudios han demostrado que cuando estamos aprendiendo y debemos tomar una decisión, recordamos mejor. Lo que sucede en esos casos es que el cerebro se pone en marcha como un todo. Cuando el niño escucha la historia que le leen sus padres, asume un papel pasivo. Sin embargo, cuando participa activamente y toma decisiones sobre el curso de los acontecimientos se activan diferentes zonas cerebrales que potencian aún más el aprendizaje.
Es precisamente ese momento de reflexión el que permite que se produzca un aprendizaje más holístico, el que deja huellas más profundas en el cerebro del niño. De hecho, a menudo la parte más interesante de la historia tiene lugar precisamente cuando los padres cierran el libro y el niño reflexiona sobre lo que ha escuchado. Por eso se dice que los buenos libros son aquellos que hacen pensar cuando la historia ha terminado.

Un momento para la trama, otro para el aprendizaje

Es importante que los padres y los maestros comprendan que el objetivo de la lectura no es simplemente que los niños aprendan palabras nuevas o adquieran el amor por la lectura sino generar experiencias más intensas desde el punto de vista intelectual que también propicien el desarrollo de sus funciones cognitivas.
Además, esta forma de lectura también estimula la empatía ya que motiva al niño a ponerse en el lugar de los personajes, tanto los “buenos” como los “malos”, contribuyendo a que desarrollen la «Teoría de la Mente«. Por si fuera poco, la disyuntiva moral ante la cual se encuentra el pequeño se convierte en una poderosísima herramienta para educar en valores.
Obviamente, no es necesario hacer una pausa para reflexionar cada vez que les leamos un cuento porque también es importante que los niños disfruten la magia de la trama y se dejen atrapar por los acontecimientos. Sin embargo, es importante que los padres y maestros sean conscientes de que la lectura rápida no es la mejor forma para sacarle partido a esos libros especiales que contienen grandes enseñanzas esperando a ser descubiertas.
Fuentes:
Huttón, J. S. et. Al. (2015) Home Reading Environment and Brain Activation in Preschool Children Listening to Stories. Pediatrics; 136(3).
Berns, G. S. et. Al. (2013) Short- and Long-Term Effects of a Novel on Connectivity in the Brain. Brain Connectivity; 3(6): 590-600.
Comer, D. et. Al. (2013) Reading Literary Fiction Improves Theory of Mind. Science; 342(6156): 377-380.
Mar, R. A; Oatley, K. & Peterson, J. B. (2009) Exploring the link between reading fiction and empathy: Ruling out individual differences and examining outcomes. Communications; 34: 407-428.

Fuente: http://www.rinconpsicologia.com/2016/10/padres-como-leer-ninos.html

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8 lecciones para la vida que los niños pueden enseñarles a los adultos

Por: Jennifer Delgado Suárez

Siempre pensamos que somos los adultos quienes debemos guiar a los niños, tomarles de la mano para ayudarles a recorrer el camino de la vida y enseñarles todo lo que no saben. Sin embargo, pocas veces nos detenemos a pensar en las enseñanzas que los niños nos pueden ofrecer. Y tampoco nos detenemos a pensar en las cosas que nuestras enseñanzas les arrebatan a los niños, cosas que también son muy valiosas para enfrentar la vida. De hecho, el escritor británico Ken Robinson afirmó: «La educación es la culpable, casi siempre, de desviar a la gente de sus talentos«.

Volver a ser niños implica conectar con nuestra esencia

1. Piensa en cada día como en un nuevo comienzo

¿No es agradable pensar en el día que comienza como en una nueva oportunidad en vez de sentirnos abatidos o agobiados apenas abrimos los ojos? Para los niños, cada día implica la posibilidad de vivir una aventura, de descubrir algo, de ser felices. Los niños no llevan equipaje de un día para otro, y nosotros deberíamos aprender a contagiarnos de ese espíritu porque es una sensación increíble que solo puede hacernos bien.

2. Busca motivos para sonreír

Charlie Chaplin dijo que “un día sin reír es un día perdido”. Sin embargo, muchos adultos prácticamente han olvidado qué se siente al reír a carcajadas. En realidad, hay mil motivos para sonreír, solo que no los vemos porque estamos demasiado ensimismados en nuestras preocupaciones y problemas. Los niños, al contrario, echan a volar su imaginación y le encuentran el matiz simpático a las situaciones cotidianas. Reaprender a enfrentar la vida con sentido del humor es uno de los mayores regalos que puedes hacerte, tu equilibrio emocional te lo agradecerá.

3. Sé el héroe de tu vida

Nora Ephron dijo que «todos deberíamos ser el héroe de nuestra vida, no la víctima”. De hecho, cuando los niños cuentan una historia son proactivos, siempre asumen el papel de héroes. Sin embargo, a medida que crecemos nos volvemos más reactivos, en vez de tomar las riendas nos dejamos llevar y nos ponemos cada vez más a merced de las circunstancias. Así, terminamos minimizando nuestros logros y comenzamos a culpar al destino asumiendo el papel de víctimas. No obstante, si de verdad quieres vivir sin arrepentimientos, la clave radica en ser el protagonista de tu vida, no verla como si fueras un espectador o un actor secundario.

4. Muestra tus cicatrices con orgullo

Cuando un niño se rompe un hueso, todos le firman el yeso y se convierte en la estrella de la clase. Si se corta, enseña la cicatriz con orgullo, como si fuera un trofeo de guerra. Sin embargo, cuando crecemos comenzamos a esconder nuestras heridas emocionales, nos avergonzamos de ellas. No nos damos cuenta de que un amor no correspondido, la pérdida de una persona amada o un fracaso en un proyecto son señales de que hemos vivido y nos hemos atrevido a intentarlo. Por tanto, no debemos esconder nuestro dolor, tristeza, desasosiego sino compartirlos con las personas cercanas. Las cicatrices no son signos de debilidad sino señal de fortaleza y resiliencia, son una historia que contar, no algo vergonzoso que se deba ocultar.
5. Atrévete a probar cosas nuevas

Andre Gide dijo que “el hombre no puede descubrir nuevos océanos si no tiene el valor de perder la vista de la orilla”. Los niños no tienen miedo a enfrentarse a lo desconocido porque no están llenos de prejuicios y temores como los adultos. Los pequeños buscan con entusiasmo lo nuevo, y lo disfrutan plenamente porque la novedad estimula sus sentidos y su mente. Los adultos piensan que están bien en su zona de confort y les atemoriza salir de sus límites, pero lo cierto es que su cerebro necesita la novedad tanto como el cerebro infantil porque solo cuando dan un paso fuera de lo que conocen, solo cuando exploran nuevos territorios, logran crecer.

6. Disfruta los pequeños placeres

Disfruta de las pequeñas cosas porque un día puedes mirar hacia atrás y darte cuenta de que esas eran las cosas grandes”, dijo Robert Brault. Los niños lo saben, son capaces de entusiasmarse ante una flor aparentemente insignificante, disfrutan del tacto de la arena de la playa, se inspiran con un arcoíris, se alegran cuando pueden jugar bajo la lluvia… Los adultos también tenemos todos esos pequeños milagros al alcance de la mano, pero como hemos dejado de apreciarlos, también dejamos de disfrutarlos.

7. Cuestiona todo, y a todos

Los niños no se dan por satisfechos con tanta facilidad, quieren llegar al fondo de las cosas y cuestionan todo, incluso las cosas que los adultos dan por sentadas. De hecho, su «¿por qué?» es una de las herramientas más valiosas que tienen a su disposición, no solo para descubrir y entender el mundo sino también para desarrollar una actitud crítica y autodeterminada. Los adultos dejamos de plantearnos ese tipo de preguntas y simplemente comenzamos a aceptar lo que la sociedad nos dice. En ese mismo momento nuestro pensamiento comienza a marchitarse y nos convertirmos en autómatas. Sin embargo, volver a cuestionarse todo, como si fuéramos niños pero ahora con los ojos de un adulto, te abrirá nuevas puertas que ni siquiera sospechabas que existían.

7. Confía en tu brújula interior de la felicidad

Los niños tienen un sentido especial para la felicidad, saben perfectamente qué les hace felices y no dudan en buscar con fruición esa agradable sensación. A medida que crecemos acallamos ese sentido, lo sacrificamos en el altar del deber. Los otros, esas personas que ya se han resignado a no ser felices, nos dicen que es egoísta, utópico o inútil pensar en términos de felicidad. Sin embargo, deberíamos reencontrar ese sentido perdido para hacer cada día lo que creemos correcto, lo que nos gusta, cuando nos apetece y a nuestro propio ritmo.

Fuente:  http://www.rinconpsicologia.com/2016/12/8-lecciones-para-la-vida-que-los-ninos.html

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¿Qué pasaría si en vez de castigar a los niños, les enseñáramos a meditar?

Por:

Cuando los niños se portan mal, se les castiga. Así se hace en el hogar y así se hace en los colegios. Así se ha hecho desde siempre y así se sigue haciendo. Sin embargo, si queremos que las cosas cambien, si queremos que la sociedad mejore, quizá deberíamos cambiar nuestra forma de educar.
Y eso es precisamente lo que se ha propuesto la escuela primaria estadounidense “Robert W. Coleman”, sus maestros no castigan a los niños sino que les proponen algo diametralmente diferente: meditar.
El centro educativo, que se encuentra en Baltimore, ha creado una “Sala Mindful”, donde acuden todos los niños, también aquellos que han tenido comportamientos disruptivos. Una vez allí, en vez de reprenderles, se les anima a respirar y meditar, a reencontrar la calma, tranquilizarse y reflexionar sobre lo ocurrido.
Este proyecto fue creado en conjunto con “Holistic Life Foundation”, una fundación que ha pasado más de una década ofreciendo programas extraescolares holísticos para los niños. De hecho, su director afirma que aunque puede parecer imposible que los niños se sienten a meditar en silencio, lo hacen sin dificultades.
Por otra parte, el director del colegio afirma que desde que han puesto en marcha este proyecto, los estudiantes han mejorado mucho su comportamiento y ya no ha sido necesario recurrir a los castigos o a las suspensiones escolares.

Los increíbles beneficios de la meditación mindfulness para los niños

La meditación mindfulness existe desde hace miles de años, aunque solo ahora el mundo occidental está redescubriendo sus beneficios. De hecho, está técnica ya se ha introducido en muchas terapias psicológicas y poco a poco también va ganando terreno en la educación.
Se ha comprobado que este tipo de meditación mejora la atención, por lo que es ideal para los niños con déficit de atención e hiperactividad. También reduce el estrés, fomenta la empatía y potencia el autocontrol emocional, por lo que se recomienda en los niños que sufren un trastorno oposicionista desafiante o que muestran conductas agresivas.

Esto se debe a que la meditación mindfulness provoca cambios a nivel cerebral, sobre todo en las regiones vinculadas con la atención, el procesamiento de la información sensorial, el pensamiento y la toma de decisiones.

En un estudio realizado en la Universidad de Harvard se apreció que estas áreas de la corteza cerebral muestran un engrosamiento cuando se practica la meditación mindfulness, el cual se suele alcanzar de manera natural solo con el paso de los años. Esto significa que algunas zonas del cerebro se desarrollan más rápido cuando se medita, por lo que es una herramienta muy poderosa para estimular la maduración cerebral en los niños.

Por otra parte, un metaanálisis realizado por psicólogos de la Universidad de Chicago que incluyó los datos de 270.034 niños de 213 escuelas en las que habían puesto en marcha programas de meditación mindfulness, llegó a la conclusión de que esta técnica no solo mejoraba sus habilidades sociales y emocionales sino también su desempeño académico, en una media de 11 puntos.

Estos resultados no son casuales. De hecho, se ha comprobado que la meditación mindfulness también incrementa la densidad de materia gris en el hipocampo, una zona estrechamente vinculada con la memoria y el aprendizaje. Por tanto, no es extraño que los niños que aprenden a meditar también mejoren su aprendizaje.

Meditación midnfulness: El antídoto para el estrés que genera la vida moderna

La meditación mindfulness no es simplemente una técnica, no implica sentar a los niños a meditar durante un rato y después olvidarse del asunto, implica asumir un estilo de vida diferente y comprender que los niños necesitan ser felices, no ser los mejores, que necesitan jugar y tener un ritmo de vida más relajado, en vez de sentirse presionados constantemente por obtener buenas calificaciones.

Por eso, la meditación puede convertirse en una especie de antídoto contra muchos de los problemas modernos. Los padres y maestros pueden usarla para:

– Enseñarles a mantenerse calmados, en vez de perder el control

– Enseñarles a estar plenamente presentes, en vez de tener la mente en otra parte

– Enseñarles a disfrutar de las pequeñas cosas, en vez de apostar únicamente por la tecnología
– Enseñarles a ser empáticos y compasivos, en vez de distantes y egoístas
– Enseñarles a mirar dentro de sí, para que sean más conscientes y responsables, en vez de dejar que miren continuamente hacia afuera en busca de culpables
– Enseñarles a bajar el ritmo cada vez que sea necesario, en vez de empujarles a perseguir el «éxito»

3 ejercicios para desarrollar una actitud mindfulness en los niños

Para desarrollar una actitud mindfulness en los niños, es importante que los adultos sean pacientes y perseverantes. Cuando se trata de niños pequeños, de 4 o 5 años, tan solo 5 minutos al día de «meditación» serán suficientes. Cuando sean mayores podéis dedicarle a esta actividad unos 15 minutos al día.

Se recomienda ponerla en práctica siempre a la misma hora, al menos tres días a la semana y en un lugar tranquilo, donde no os interrumpan. La idea es proponer la actividad bajo una perspectiva interesante y divertida. También es importante pedirle al niño que cuente sus sensaciones al terminar el ejercicio. Obviamente, es fundamental no juzgarle porque todas las experiencias son válidas. De hecho, es normal que algunos días esté más disperso y desconcentrado que otros, no se le debe criticar ni reprender.

1. Técnica «Los Astronautas»

El objetivo de esta técnica es que los niños aprendan a concentrarse en el momento presente, con todos sus sentidos. Para lograrlo, le dirás que vais a jugar a ser astronautas que visitan otros planetas. Él será el terrícola y tú el extraterrestre.

A continuación, dale una fruta y pídele que la experimente con todos los sentidos, como si nunca la hubiese visto. Es importante que no se le escapen los detalles porque su misión intergaláctica consiste en describirle esa fruta a un extraterrestre que no sabe qué es y quiere replicarla en su planeta.

2. Técnica «Parte Meteorológico»
En este caso, el objetivo es potenciar la conciencia emocional del niño, haciendo que gane en introspección. Solo tenéis que sentaros y cerrar los ojos, para descubrir cómo os sentís en ese momento. Al principio puedes ayudarle preguntándole «¿Qué tiempo está haciendo allí dentro?» Si se siente relajado y tranquilo puede decir que brilla el sol, si está preocupado puede indicar que hay nubes y si se siente muy tenso, que está a punto de caer un chaparrón.
La idea es que observe el «tiempo» que hace en su interior, desde una postura desapegada. Aprovecha para explicarle que los estados de ánimo cambian como el tiempo y que no tiene sentido aferrarse a ellos. Debe aprender a observar, comprenderlos y dejarlos pasar. Verás que a medida que practicáis, el niño irá añadiendo más detalles a su «tiempo» interior, lo cual es sinónimo de que está ampliando su conciencia emocional.
3. Técnica «Como una Rana»
El objetivo de esta técnica es lograr que el niño aprenda a respirar profundamente y comience a dar los primeros pasos en la meditación mindfulnes. Puedes empezar explicándole que imitaréis a la rana, un animal que puede dar grandes saltos pero también puede quedarse muy quieta, observando lo que sucede a su alrededor, sin reaccionar de inmediato.
Pídele que respire como la rana, tomando lentamente el aire por la nariz mientras infla la barriga y soltándolo muy suavemente por la boca, mientras se desinfla. Así sentados, la rana no se deja arrastrar por las miles de ideas que cruzan por su mente sino que se concentra en el movimiento de su barriga mientras respira. De esta forma le enseñas autocontrol y, de paso, le ayudas a respirar adecuadamente, no de forma entrecortada, como solemos hacer.
Fuentes:
Durlak, J. A. et. Al. (2011) The impact of enhancing students’ social and emotional learning: a meta-analysis of school-based universal interventions. Child Dev; 82(1): 405-432.
Hölzel, B. K. et. Al. (2011) Mindfulness practice leads to increases in regional brain gray matter density. Psychiatry Research: Neuroimaging, 191(1): 36–43.
Lazar, S. W. et. Al. (2005) Meditation experience is associated with increased cortical thickness. Neuroreport; 16(17): 1893–1897.

Fuente: http://www.rinconpsicologia.com/2016/10/que-pasaria-si-en-vez-de-castigar-los.html

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¿Cómo la tecnología está cambiando la Psicología?

Por:

La Psicología nunca se ha mantenido al margen de los adelantos tecnológicos, siempre ha intentado incorporarlos a su práctica. Si echamos un vistazo, a lo largo de la historia de esta ciencia descubriremos que muchos psicólogos, psiquiatras y neurólogos han inventado sus propios artefactos en base a los avances tecnológicos de la época.
En el siglo XVIII, por ejemplo, Franz Anton Mesmer, un médico austríaco, recurrió a los imanes para intentar aliviar los trastornos mentales. Creó sus famosas «cubas de la salud», un recipiente de madera en el cual dos hileras de botellas llenas de agua magnetizada corrían hacia una barra de acero provista de puntas conductoras movibles. El paciente se aplicaba una de esas puntas en la región dolorida. También solía sentar a las personas alrededor de esta cuba con las manos agarradas para transmitirse el magnetismo de unos a otros.
No obstante, fue en el siglo XIX cuando se desató en la Psicología la pasión por los aparatos, fundamentalmente de medición y restringidos al uso en el laboratorio. Tal es el caso del pletismógrafo, que podría considerarse como la antesala de la TAC y que medía los cambios en el volumen cerebral en personas con lesiones craneales.
Fue también en esta época cuando se inventó el quimógrafo, el precursor del polígrafo, que llegaría en las primeras décadas del siglo XX, y que aún hoy se sigue utilizando para medir las variaciones en los parámetros fisiológicos cuando la persona se expone a ciertos estímulos.
Ahora la Psicología se enfrenta a nuevos retos planteados por la tecnología digital, el avance de Internet y los móviles así como el uso de la Realidad Virtual y la Realidad Aumentada, nuevos horizontes que están cambiando no solo nuestra manera de comunicarnos sino también de percibir el mundo y de vivir.

Las pruebas computarizadas se convierten en la norma

Antes los test de Psicología se realizaban a mano, con lápiz y papel. El psicólogo o psicometrista se sentaba delante de la persona y aplicaba las diferentes pruebas. Sin embargo, ahora muchas de ellas se completan en los ordenadores o directamente en los móviles. De esta forma se ahorra tiempo y muchas personas refieren sentirse menos nerviosas ya que la presencia del psicólogo les intimidaba un poco.
En el ámbito investigativo la posibilidad de realizar las pruebas a distancia abre nuevos horizontes ya que es posible recolectar más datos en muchísimo menos tiempo. De hecho, muchos de los grandes estudios, que implican a miles de participantes, se realizan basados en encuestas online que las personas pueden llenar desde cualquier parte del mundo.
Obviamente, esta nueva forma de recolectar información también implica que el psicólogo no puede brindar niveles de ayuda y ver cómo reacciona la persona. De esta manera, las pruebas computarizadas no analizan el potencial, sino que se centran en brindar un cuadro, más o menos certero, del presente. Por eso, es fundamental formular correctamente las preguntas y estructurar bien la encuesta, tal y como explican aquí, así como elegir la herramienta online más adecuada para crear el cuestionario. De esta manera se minimiza el riesgo de que las personas dejen las encuestas a mitad o de recopilar información que después es muy difícil de computar.

El “Big Data” le da un empujón a nuevas ramas de la Psicología

Antes cada ciencia iba por su propio camino, los resultados de sus investigaciones no trascendían ese campo. Sin embargo, con el Big Data el vasto océano de datos que produce cada uno de esos estudios se puede encauzar fácilmente, de manera que es posible tener acceso a bases de datos enormes en las que se pueden analizar y cruzar diferentes variables del comportamiento.
Esa posibilidad, antes inexistente, ha permitido que se desarrollen disciplinas como la Neuroeconomía y el Neuromarketing. De hecho, abre el camino a la realización de metaanálisis más completos donde se puede acceder a una cantidad de datos enorme que ofrecen conclusiones más cercanas a la realidad, a partir del análisis del comportamiento de cientos de miles de personas. De esta manera también se puede comprender mejor cómo reaccionan y en qué circunstancias, para diseñar tratamientos más adecuados.

Las consultas se dan por Internet

Ya no es necesario desplazarse hasta la consulta del psicólogo, basta tener una conexión Internet y se puede recibir la terapia en el hogar. Cuando el caso no es muy grave, muchos psicólogos ofrecen la posibilidad de realizar algunas sesiones online o incluso todo el tratamiento. De esta forma se abaten las barreras geográficas y las personas que tienen dificultades para desplazarse no tienen por qué renunciar al tratamiento.
Esta nueva forma de hacer terapia también anima a aquellas personas que tenían miedo a ser vistas entrando a la consulta de un psicólogo, ya que aún existen muchos estereotipos al respecto. Por otra parte, ya existen programas online en los que las personas pueden permanecer en el anonimato para aclarar sus dudas o recibir orientación psicológica.
Obviamente, las consultas online también tienen puntos en contra. Por ejemplo, al psicólogo le resulta más complicado leer el lenguaje extraverbal, de manera que puede pasar por alto detalles significativos. En las sesiones online se pueden captar pistas visuales pero existen límites y no es posible observar tantos signos emocionales como en un encuentro cara a cara.
También es más difícil establecer el rapport necesario para la terapia, así como lograr que la persona se sienta a gusto y apoyada. Aun así, un metaanálisis publicado recientemente ha desvelado que la terapia online puede llegar a ser tan eficaz como la terapia presencial para el tratamiento de trastornos depresivos, de ansiedad y las fobias.

Curarse en un mundo de Realidad Virtual para curarse en la vida real

La Realidad Virtual está ganando terreno en las consultas de Psicología, sobre todo para tratar trastornos como la ansiedad, las fobias y el estrés postraumático, donde ya ha demostrado su eficacia. De hecho, un metaanálisis que incluyó 13 estudios en los que se comparaba el uso de la Realidad Virtual con la terapia in vivo en casi 400 pacientes, concluyó que esta herramienta no solo es más eficaz, sino que sus resultados se mantienen a lo largo del tiempo.
La clave radica en que la Realidad Virtual aprovecha nuestro miedo y desconcierto, un estado que desencadena una fuerte respuesta emocional que cambia el funcionamiento de nuestro cerebro, impidiéndonos detectar los pequeños detalles que nos indicarían que no estamos en un entorno real. Todo esto ocurre en apenas 12 o 15 milisegundos y aunque la situación que la persona vive en el entorno virtual no es real, se activan los mismos mecanismos fisiológicos y psicológicos, por lo que se puede corregir la respuesta inadecuada con extraordinaria eficacia.
Además, la Realidad Virtual tiene un mayor índice de aceptación que la desensibilización sistemática y la exposición in vivo, ya que aproximadamente el 27% de las personas se niegan a someterse a las técnicas tradicionales simplemente porque tienen demasiado miedo. Al contrario, solo el 3% de las personas se niegan a usar la Realidad Virtual pues saben que podrán enfrentar sus miedos en un entorno terapéutico seguro y controlado, en el que pueden decidir cuándo parar.
Además, los sistemas de Realidad Virtual más modernos permiten que el psicólogo pueda graduar la exposición en cada instante de la terapia, adaptando la experiencia al nivel de cada paciente. También se pueden mantener monitorizadas las constantes fisiológicas de la persona, para saber exactamente su nivel de ansiedad y lograr que no aumente de manera excesiva.

¿Le contarías tus problemas a un robot? 

Sin embargo, lo más interesante no son los cambios que ya se están poniendo en práctica sino los que vendrán en un futuro. Ahora mismo, el 6% de las aplicaciones para móviles en el campo de la salud están enfocadas en la salud mental. Muchas de ellas pretenden convertirse en una especie de “coach digital” que le brinda orientaciones a la persona para lidiar con su trastorno o mejorar ciertas áreas de su vida.
Por otra parte, los ingenieros ya están trabajando en un nuevo campo denominado “computación afectiva” con el objetivo de lograr que las máquinas aprendan a captar y reaccionar ante nuestros estados emocionales. Por tanto, quizá en un futuro, podrías contarle tus problemas a un robot 😉
 Fuente: http://www.rinconpsicologia.com/2017/02/como-tecnologia-cambia-psicologia.html
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Pequeños tiranos: Niños que dominan a sus padres

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Solemos asociar la infancia con un estado de ingenuidad y sinceridad. Sin embargo, no siempre es así. El hecho de que los niños absorban la información del mundo como si fueran una esponja también significa que pueden aprender a mentir muy rápido y a manipular a los demás para obtener lo que desean.

En la mayoría de los casos no lo hacen de forma consciente, al menos no al inicio. Sin embargo, llega un punto en el que se dan cuenta de que ese comportamiento disruptivo les permite alcanzar ciertas cosas, por lo que este se vuelve cada vez más frecuente, hasta que se convierte en el patrón de comportamiento habitual.

Aún así, lo cierto es que se habla muy poco de los niños que dominan a sus padres, a pesar de que este problema ha cobrado fuerza en los últimos años, fundamentalmente debido a una educación extremadamente permisiva en la que los pequeños crecen sin reglas ni límites claros.

Los niños pueden asumir diferentes estilos para lograr ese control sobre los padres, es importante detectarlos a tiempo para ponerles freno antes de que se convierta en un problema mayor.

1. Acosador desafiante

¿Tu hijo siempre se opone a ti?
¿A menudo intenta ponerte una zancadilla?
¿A veces te asustan sus ataques de ira?
Estos niños muestran una actitud profundamente desafiante ante sus padres. Su principal herramienta es llevarles la contraria en todo. Si les dicen que pueden irse, dirán que prefieren quedarse, y si les pides que se queden, se irán.
Normalmente se trata de niños impulsivos, impacientes y desafiantes que pretenden vivir según sus propias reglas, obviando las normas de los adultos. De hecho, estos niños rechazan los intentos de los padres de ponerle coto a sus conductas disruptivas. Cuando la educación corre a cargo de un solo progenitor, normalmente la madre, estos niños pueden llegar a comportarse de forma muy agresiva, hasta que la situación llega a ser insostenible.
Estos pequeños también adoptan una actitud autosuficiente y, a primera vista, parecen tener una gran autoconfianza, aunque en realidad suele tratarse de una máscara para esconder su miedo e inseguridad. Aún así, disfrutan de llevar la contraria, de generar discusiones y no se muestran dispuestos a dar su brazo a torcer. Para ellos, tener la razón es más importante que respetar a los demás o llevarse bien con los otros.
Buenas y malas noticias
Ser desafiante no es necesariamente un rasgo problemático. Muchos artistas, inventores, diseñadores y pensadores tienen una vena desafiante. Estas personas se oponen a los convencionalismos y precisamente por eso logran desarrollar nuevas perspectivas y formas de pensar, utilizan ese rasgo como una fuerza creativa.
Los niños desafiantes tienen mucha energía que necesita ser enfocada y canalizada para que encuentre una salida positiva. De hecho, si los niños se muestran demasiado complacientes y dóciles, si siempre están de acuerdo con sus padres, significa que no han desarrollado ideas, opiniones y puntos de vista propios, lo cual no es positivo.
Sin embargo, no es menos cierto que encauzar esa energía desafiante suele ser difícil, sobre todo si no se ataja a tiempo ya que los hábitos instaurados son difíciles de romper. Por eso, en algunos casos esa actitud puede causar graves problemas en la familia.

¿Qué le sucede al niño desafiante?
En la base de esa actitud desafiante suele esconderse un niño que, por alguna razón, se siente poco reconocido o incluso infravalorado. Ese niño suele vivir con el temor de que los demás lo olviden, razón por la cual, busca la atención, aunque para ello tenga que recurrir a un comportamiento disruptivo.
Lo curioso es que a menudo los padres no se dan cuenta de lo vulnerable que son estos niños pues son maestros escondiendo sus inseguridades. Sin embargo, en última instancia, esta actitud desafiante es una forma de dependencia ya que, para sentirse completos, estos niños necesitan tener a una persona a quien desafiar. Estos niños solo se sienten fuertes cuando pueden luchar con alguien.
¿Qué ganan los niños desafiantes con esta actitud? El desafío es una barrera protectora contra la inseguridad que generan las relaciones interpersonales, les proporciona una identidad temporal con la que el niño se siente más seguro.

2. Acosador ansioso

¿Tu hijo siempre está nervioso?
¿Necesita que lo reconfortes y tranquilices continuamente?
¿Su discurso está lleno de angustia?
Los niños ansiosos son muy difíciles de manejar ya que lo mismo se aferran a sus padres en busca de apoyo que los rechazan. Por supuesto, es natural que los niños busquen en sus padres la validación de sus emociones, pero el niño ansioso va un paso más allá y llega a ser extremadamente agotador.
Los niños ansiosos no son capaces de calmarse, cuando se sienten amenazados o tienen miedo corren a sus padres en busca de protección. Sin embargo, una vez que ven satisfecha esa necesidad, rechazan esa relación. Ese ciclo de búsqueda/rechazo se repite constantemente, lo cual confunde a los padres.
En realidad, lo que sucede es que estos niños no quieren depender de sus padres, pero no son capaces de romper el cordón umbilical. Normalmente no son tan agresivos como los niños desafiantes, pero eso no significa que la relación sea menos intensa y agotadora desde el punto de vista emocional. En estos casos, los niños dominan a sus padres atándolos al rol de cuidadores eternos, pero les niegan el placer de sentirse retribuidos y amados plenamente.
Buenas y malas noticias
A diferencia de los niños desafiantes, que son extremadamente rebeldes, los niños ansiosos normalmente tienen demasiado miedo como para exponerse a situaciones peligrosas. De hecho, los padres a menudo tienen que motivarlos a salir de su habitación para que pasen tiempo con sus amigos.
Sin embargo, estos niños ansiosos tienen problemas para crecer y, si no se estimula la independencia y autonomía, seguirán siendo niños pequeños durante toda su vida, sufrirán el Síndrome de Peter Pan. El problema es que no están dispuestos a asumir riesgos y prefieren mantenerse en su zona de confort por lo que arrastran a sus padres a ella, limitando también su vida.
¿Qué le sucede al niño ansioso?
En algunos casos esa ansiedad puede ser un rasgo de su personalidad. De hecho, es probable que otras personas de su familia también padezcan ansiedad. Además, se debe tener en cuenta que la ansiedad y el miedo también se “contagian”, lo cual significa que puede ser un reflejo de uno de los padres.
En otros casos esa ansiedad puede estar causada por un evento traumático que el niño haya vivido, o puede deberse a inseguridades que en su momento no fueron debidamente abordadas y superadas. También puede ser el resultado de una educación sobreprotectora, que ha limitado las oportunidades del niño para poner a prueba su fuerza y destrezas, impidiéndole desarrollar la confianza necesaria.
En cualquier caso, eso no significa que el niño deba vivir con esa ansiedad y miedo durante toda su vida, estos problemas se solucionan dándole más responsabilidades y desarrollando su independencia y autonomía.

3. Acosador manipulador

¿Tu hijo miente a menudo?
¿Sabe cómo sacarle partido a tus miedos e inseguridades?
¿Te manipula diciendo que se hará daño o amenazándote con contar tus secretos?
Estos niños son muy buenos mentirosos, no dudan en falsear la verdad para evadir sus responsabilidades y lograr sus propósitos. Por otra parte, suelen tener una habilidad especial para descifrar las emociones de los demás y, obviamente, la utilizan a su favor.
Estos pequeños pueden inventar falsas enfermedades para no acudir al colegio y no dudan en usar el amor de los padres o su sentimiento de culpa si pueden sacar algún beneficio. Pueden recurrir a historias muy elaboradas que hacen leva en las emociones, y no dudarán en echar mano a la extorsión y el chantaje cuando las mentiras ya no funcionen.
Los niños manipuladores aprovechan las dudas y ansiedades de los padres para obtener lo que desean. Pueden recurrir a estrategias muy sutiles, como inspirar pena, pero también pueden mostrar su peor cara y llegar a la amenaza si ven peligrar sus planes.
Buenas y malas noticias
Los niños manipuladores tienen una capacidad especial para detectar las emociones de los demás, el problema es que la usan a su favor, sin tener en cuenta las necesidades y deseos de las personas. Sin embargo, bien encauzada, esta habilidad les permitiría desarrollar una gran Inteligencia Emocional, que es fundamental para tener éxito en la vida.
Sin embargo, los padres deben tener cuidado porque si no les ponen coto a tiempo a este tipo de comportamientos, quedarán en manos de sus hijos, les cederán el mando de la relación. Como resultado, estos pequeños pueden llegar a ser muy egocéntricos y demandantes, y nunca se darán por satisfechos.
 
¿Qué le sucede al niño manipulador?

Al contrario de la ansiedad, la manipulación es un comportamiento aprendido. Esto significa que quizá el niño ha aprendido a mentir, engañar y manipular de una persona cercana. En otros casos, el pequeño simplemente se ha percatado de que la manipulación funciona ya que los padres siempre ceden a sus demandas.

No obstante, en la base de estos comportamientos normalmente se encuentra un niño frágil que necesita reafirmarse. El niño manipulador no es más maduro, a pesar de la complejidad de las historias que crea y de cómo sabe halar los hilos de las emociones, sino todo lo contrario, es inmaduro porque es incapaz de asumir las consecuencias de sus acciones o de defender sus puntos de vista con argumentos razonables, por eso se ve obligado a usar la manipulación emocional.

¿La solución? Reglas claras y límites precisos

Un niño que recurre a estas estrategias, no es un niño feliz. Por eso, es importante que los padres sean conscientes de que las reglas y los límites no significan una restricción de la libertad infantil sino que son necesarias para que los niños sepan exactamente que se espera de ellos.

Las reglas y los límites se pueden entender como una especie de puntos cardinales que los niños utilizan para orientar su comportamiento. Cuando no hay normas o son muy laxas, aumentan las probabilidades de que los pequeños desarrollen conductas disruptivas y terminen creando problemas en la familia. La disciplina y el amor no son antónimos, se puede disciplinar con amor.

Fuente: http://www.rinconpsicologia.com/2016/09/pequenos-tiranos-ninos-que-acosan-sus.html

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Enséñales a los niños cómo pensar, no qué pensar

Por: Jennifer Delgado Suárez

Un maestro sufí tenía la costumbre de contar una parábola al terminar cada lección, pero los alumnos no siempre entendían el mensaje de la misma.
– Maestro – le dijo en tono desafiante uno de sus estudiantes un día -, siempre nos haces un cuento pero nunca nos explicas su significado más profundo.
 – Pido perdón por haber realizado esas acciones – se disculpó el maestro-, permíteme que para reparar mi error, te brinde mi rico durazno.
 – Gracias maestro.
 – Sin embargo, quisiera agradecerte como mereces. ¿Me permites pelarte el durazno?
 – Sí, muchas gracias – se sorprendió el alumno, halagado por el gentil ofrecimiento del maestro.
 – ¿Te gustaría que, ya que tengo el cuchillo en la mano, te lo corte en trozos para que te sea más cómodo?
 – Me encantaría, pero no quisiera abusar de su generosidad, maestro.
 – No es un abuso si yo te lo ofrezco. Sólo deseo complacerte en todo lo que buenamente pueda. Permíteme que también te lo mastique antes de dártelo.
 – ¡No maestro, no me gustaría que hicieras eso! – se quejó sorprendido y contrariado el discípulo.
 
El maestro hizo una pausa, sonrió y le dijo:
 – Si yo les explicara el sentido de cada uno de los cuentos a mis alumnos, sería como darles a comer fruta masticada.
Desgraciadamente, muchos maestros y padres piensan que es mejor darles a los niños las frutas perfectamente cortadas y masticadas. De hecho, la sociedad y las escuelas están estructuradas de tal forma que se enfocan más en la transmisión de conocimientos, de verdades más o menos absolutas, que en enseñarles a los niños a pensar por su cuenta y sacar sus propias conclusiones.
Los padres, educados en este esquema, también lo repiten en casa ya que todos tenemos la tendencia a reproducir con nuestros hijos las pautas educativas que utilizaron con nosotros, aunque no siempre somos conscientes de ello.
Sin embargo, enseñarle a un niño a creer a ciegas en supuestas verdades sin cuestionarlas, enseñarles lo que deben pensar implica arrebatarles una de sus capacidades más valiosas: la capacidad para autodeterminarse.

Educar no es crear sino ayudar a los niños a crearse a sí mismos

La autodeterminación es la garantía de que, elijamos lo que elijamos, seremos nosotros los protagonistas de nuestras vidas. Podremos equivocarnos. De hecho, es muy probable que lo hagamos, pero aprenderemos del error y seguiremos adelante, enriqueciendo nuestro kit de herramientas para la vida.
Desde el punto de vista cognitivo, no existe nada más desafiante que los problemas y los errores ya que estos no solo demandan esfuerzo sino también un proceso de cambio o adaptación. Cuando nos enfrentamos a un problema se ponen en marcha todos nuestros recursos cognitivos y, a menudo, esa solución implica una reorganización del esquema mental.
Por eso, si en vez de darles verdades absolutas a los niños les planteamos desafíos para que piensen, estaremos potenciando la capacidad para observar, reflexionar y tomar decisiones. Si enseñamos a los niños a aceptar sin pensar, esa información no será significativa, no producirá un cambio importante en su cerebro sino que simplemente se almacenará en algún lugar de su memoria, donde poco a poco se irá difuminando.
Al contrario, cuando pensamos para solucionar un problema o intentamos comprender en qué nos equivocamos se produce una reestructuración que da lugar al crecimiento. Cuando los niños se acostumbran a pensar, a cuestionar la realidad y a buscar soluciones por sí mismos, comienzan a confiar en sus capacidades y enfrentan la vida con mayor seguridad y menos miedos.
Los niños deben encontrar su propia manera de hacer las cosas, deben conferirle sentido a su mundo e ir formando su núcleo de valores.

¿Cómo lograrlo?

Una serie de experimentos desarrollados en la década de 1970 en la Universidad de Rochester nos brinda alguna pistas. Estos psicólogos trabajaron con diferentes grupos de personas y descubrieron que las recompensas pueden mejorar hasta cierto punto la motivación y la eficacia cuando se trata de tareas repetitivas y aburridas pero pueden llegar a ser contraproducentes cuando se trata de lidiar con problemas que demandan la reflexión y el pensamiento creativo.
Curiosamente, las personas que no recibían premios externos obtenían mejores resultados en la resolución de problemas complejos. De hecho, en algunos casos esas recompensas hacían que las personas buscaran atajos y asumieran comportamientos poco éticos ya que el objetivo dejaba de ser solucionar el problema, para convertirse en obtener la recompensa.
Estos resultados llevaron al psicólogo Edward L. Deci a postular su Teoría de la Autodeterminación, según la cual para motivar a las personas y a los niños a que den lo mejor de sí, no es necesario recurrir a recompensas externas sino tan solo brindar un entorno adecuado que cumpla con estos tres requisitos:
1. Sentir que tenemos cierto grado de competencia, de manera que la tarea no genere una frustración y una ansiedad exageradas.
2. Disfrutar de cierto grado de autonomía, de manera que podamos buscar nuevas soluciones e implementarlas, sintiendo que tenemos el control.
3. Mantener una interacción con los demás, para sentirnos apoyados y conectados.

Por último, os animo a disfrutar de este corto de Pixar, que se refiere precisamente a la importancia de dejar que los niños encuentren su propio camino y no darles respuestas y soluciones predeterminadas.

Fuente: http://www.rinconpsicologia.com/2016/12/ensenales-los-ninos-como-pensar-no-que.html
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