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Las Tendencias de las Reformas Universitarias en América Latina

Por: Jorge Díaz Piña

El presente ensayo intenta clasificar las tendencias o direcciones que las reformas educativas en la educación universitaria están tomando en Latinoamérica con la finalidad de establecer y comparar su naturaleza sociopolítica desde el análisis crítico de los discursos.  Hemos escogido caracterizarlas a partir de esa naturaleza primordialmente por  la afirmación de Paulo Freire, resultante de sus indagaciones educativas,  de que la esencia de la educación es política (1990).

Aunque no existe una definición compartida sobre el término “reforma educativa”, es posible aproximarnos a ella desde algunas propuestas realizadas por reconocidos investigadores en la materia. Uno de ellos, Popkewitz (2007),  concibe la reforma como parte del  proceso de regulación y reproducción social orientado fundamentalmente a reactualizar las relaciones de poder y movilidad social en una sociedad históricamente determinada teniendo en  consideración  las contradicciones de ese contexto ya que, en última instancia, la explican. Por otra parte, Torres (2000), la considera como conjunto de acciones políticas desplegadas desde los organismos internacionales y los Estados/gobiernos  en función de la reformulación y reorientación educativa en los planos global, regional y nacional.

Ambas definiciones pueden integrarse en una redefinición que articule los componentes faltantes en una y otra sin que con ello caigamos en un sincretismo inconsistente. En consecuencia, se pudiera conceptualizar la reforma educativa como un campo de lucha por adelantar acciones de hegemonía ideológica o de significación sociocultural a través de cambios institucionales en el terreno educativo como expresión  de la dinámica de intereses globales, regionales y locales contrapuestos entre  diferentes grupos, clases o bloques sociales, unos reformistas y otros regresivos o contrarreformistas, ambos reproductores, y los revolucionarios o de transformación radical.

Los tres agrupamientos expresarían correspondientemente las tendencias de los distintos tipos de reforma educativa  que a nuestro parecer actúan en América Latina y al interior de cada nación en particular,  asumiendo por definición de tendencia la que comparten Massón y Torres “la dirección u orientación que asume este {el fenómeno educativo} en su desarrollo, resultante de la conjugación de las condiciones, factores y leyes externas e internas asociadas a este fenómeno” (2011, p.16).

Los dos primeros, el primero más que el segundo, actuarían en concordancia con los organismos internacionales que tratan de imponer una hegemonía educativa globalizadora a favor de los centros de poder mundial del capitalismo neoliberal  (BM, OMC, FMI y otros), y sin afectar significativamente el orden social establecido en beneficio de las clases sociales dominantes y en detrimento de las condiciones de vida de los mayoritarios sectores populares; mientras que el tercero, actuaría en función de contrarrestar las tendencias neoliberales y globales en la educación a través de unificar criterios  y creación de organismos  regionales como la ALBA, entre otros, y que impulsan en sus naciones transformaciones estructurales que propicien y alcancen la justicia, la equidad e igualdad sociales en democracias populares o socialistas.

Las tendencias discursivas que signan las distintas  reformas requieren ser también definidas a fin de precisar los aspectos que las identifican, así como señalar sus características más resaltantes o reveladoras  ya que de esta manera podremos realizar la comparación. De aquí que las identifiquemos descriptivamente del siguiente modo:

Reformistas: acciones políticas orientadas a mejorar  la educación de las mayorías pero sin afectar su dinámica estructural desigualadora y clasista reproductora ni orientada a reforzar o fortalecer  cambios sustanciales en las condiciones de vida y trabajo que se pudieran propiciar en la sociedad. Reproductoras del discurso de los organismos internacionales liberales y neoliberales globalizadores aun cuando  maticen algunos de sus aspectos.

Contrarreformistas: acciones políticas gubernamentales concatenadas o sectoriales que tienden a mantener, sin producir cambios significativos que no sean los de la retórica discursiva en los marcos legales  de adecuación a los discursos de los organismos internacionales neoliberales pero preservando concepciones que los contradicen también, ubicándose en definitiva dentro de los mismos paradigmas y parámetros de la situación y condiciones estructurales en que se ha mantenido la educación institucional. Dichas acciones propenden a acentuar regresivamente en la mayoría de los casos, los factores de exclusión de los sectores populares y a beneficiar aun más a los sectores ya privilegiados.

 Revolucionarias: acciones políticas gubernamentales dirigidas a favorecer cambios estructurales en la educación que acompañen y refuercen interactivamente los que se propician con el mismo sentido de justicia, equidad e igualdad en un marco de democracia popular o socialista en toda la sociedad. Desatienden y rechazan las orientaciones discursivas neoliberales y globalizadoras de los organismos internacionales  y  de  los  centros   de  poder mundial del capitalismo, enmarcándose en políticas de solidaridad y complementariedad educativas con los países y naciones de la región a través de la creación de organismos  de integración regional.

En 1918 se inició en América Latina en la ciudad de Córdoba (Argentina), la insurgencia político-cultural de los estudiantes universitarios al reclamar beligerantemente la realización de la Reforma Universitaria.  A partir de aquí el movimiento reformista universitario se propagó por toda la nación y por toda la región latinoamericana.  Fue un acontecimiento histórico que detonó la implicación del estudiantado en las luchas revolucionarias desde entonces y hasta hoy.

El movimiento  por  la  Reforma  Universitaria, según Portantiero (1978)  devino en un proceso de politización radical de los estudiantes universitarios, debido a  que su dinámica de lucha descubría las fuerzas conservadoras del orden oligárquico-clerical que sujetaban las instituciones universitarias para favorecer la reproducción de una sociedad que tan solo a ellas beneficiaba en todos los órdenes en detrimento de las mayorías.

En no pocos casos, con base en el autor citado,  el desarrollo de la lucha universitaria por la reforma generó organizaciones políticas de carácter nacional que participaron decisivamente en la agitación social, organización de masas y confrontación militar a favor de los cambios revolucionarios que exigían las distintas sociedades. Ese fue el caso, para tan solo señalar un ejemplo triunfante, de los estudiantes universitarios cubanos con la constitución del Movimiento 26 de Julio que lideró  la lucha que dio al traste con el régimen dictatorial de Fulgencio Batista en 1958.

En general, el movimiento por la Reforma Universitaria latinoamericana ha sido un proceso de forja y contestación revolucionaria  ideológico-política del estudiantado. La explicación de esto radica en que a medida que se develaba  la naturaleza estructural de la universidad latinoamericana al servicio de los intereses de las oligarquías liberales que explotaban y sometían a la mayoría de los pueblos, los estudiantes tomaban conciencia y comprendían la necesidad de radicalizar políticamente sus objetivos de lucha, y de ese modo, asumían comprometerse con el cambio liberador de toda la sociedad.

De allí, que la Reforma Universitaria sea concebida como un proceso implicante del estudiantado en las luchas de liberación nacional anti-imperialista y por el socialismo que se libraron y libran históricamente en América Latina. Hay que aclarar, que no por ello, subordinaron la lucha por la reforma académica y administrativa de las universidades.  Este objetivo, inicialmente tan solo de reivindicación estudiantil, devino en objetivo político estratégico de las fuerzas progresistas y revolucionarias latinoamericanas, al entender que sin la transformación de las universidades, así como de todo el sistema educativo oligárquico-liberal, no se lograría la emancipación cultural e ideológica de los pueblos sometidos; en consecuencia, la Reforma Universitaria  inscribía en todos sus planos (estructural, académico, administrativo, de gestión, de servicios y otros)  las tareas primordiales del movimiento revolucionario en América Latina.

Para Rama (2005), luego de la Reforma de Córdoba, la que considera la primera reforma de la educación universitaria latinoamericana, se han producido dos más, una segunda y una tercera. Estima que la primera reforma impulsó un modelo universitario caracterizado por la autonomía y cogobierno de la institución universitaria, su naturaleza pública y no privada, la gratuidad de su acceso y la exigencia del suministro de los recursos financieros para sus gastos por parte del Estado.  La relación tensa entre universidades y gobiernos, junto a la de sociedades-gobiernos que se desarrolla posteriormente, explican el tipo de universidad que prevalecerá, será la autónoma y cogestionada, pública, gratuita, laica y liberal profesionalizante.  Siendo esto el resultado de luchas sociales, culturales y políticas que se libraron a todo lo largo del siglo XX en América Latina.

La segunda reforma, la ubica en las décadas de los ochenta y noventa del siglo XX, y la caracteriza fundamentalmente por el peso creciente que adquiere el incremento de las instituciones privadas de educación universitaria, su diferenciación institucional, su regionalización, el crecimiento significativo de la matrícula, su reorganización académico-administrativa y la pérdida relativa de la influencia de la educación universitaria pública. Sin embargo, resalta el citado autor, que esa transformación sufrida facilitó y promovió un aumento de la inequidad social, de género y étnica en la educación universitaria de América Latina y el Caribe.

La tercera reforma la destaca a partir del presente siglo XXI por la influencia externa de los nuevos escenarios tecnológicos y económicos a nivel mundial, así como por la cada vez mayor fiscalización y regulación de los gobiernos a través de la formulación de políticas públicas de la educación universitaria.  De allí la presión discursiva por mejorar la calidad educativa con el propósito de participar competitivamente en la neoliberal transnacionalización o globalización económica, y el desarrollo tecnológico de la educación virtual a nivel universitario, lo que está ocasionando una nueva  tensión autonomía-gobiernos y competencia-complementariedad en la región.

No obstante los señalamientos expuestos por Rama (ob.cit), las razones que con anterioridad hemos indicado otorgan a la Reforma Universitaria de Córdoba la condición de hito histórico y referencial ideológico-político trascendente para determinar el carácter o naturaleza regional frente a la globalización de las reformas universitarias actuales, sin dejar por ello de tener en cuenta el tiempo transcurrido, los cambios dados y los aspectos coyunturales del presente. El largo alcance de los objetivos transformadores propuestos y  alcanzados parcialmente la hace vigente históricamente pese a su necesaria recontextualización. Por ello, los aspectos generales derivados históricamente de la Reforma de Córdoba que han permanecido vigentes  para su consideración en las propuestas discursivas de las reformas actuales, son los siguientes:

a) dinámica estructural universitaria, que destaca su organización autoritaria jerárquica o no en sistemas o subsistemas  y su supeditación o no a agentes externos, bien sean éstos privados o públicos, su relacionamiento sistémico o no con el entorno u otros sistemas (la sociedad y sus necesidades y  el Estado con sus políticas), y la existencia o no de su condición reinstituyente o garantizadora de modificaciones y adaptaciones a través de la democracia y autonomía universitarias; b) dinámica de gestión institucional, aludiendo con ello a las políticas de formación, investigación, extensión universitarias, y administrativa,  y c) dinámica de gestión funcional-administrativa, referida a los procesos que garantizan el funcionamiento de institución a lo interno (normas, procedimientos, tecnologías, etcétera, y las relaciones que establecen los integrantes de la institución (estudiantes, profesores, trabajadores, autoridades, etcétera). Advirtiendo además, que cada una de las tres dinámicas es calificada según su cualidad definitoria en tanto sea del tipo conservadora, regresiva o progresiva, lo que facilitará definir el nudo discursivo que la clasifica con el correspondiente  tipo de reforma revolucionaria, reformista o contrarreformista como la tipificamos al comienzo.

Como se puede comprobar en las evidencias de los documentos que circulan a propósito de la reforma universitaria en la región, las tendencias en América Latina y el Caribe son diversas. Hay tendencias reformistas, contrarreformistas y revolucionarias, sin embargo, en esta heterogeneidad resaltan hegemónicamente aspectos discursivos comunes, especialmente los  impregnados de políticas educativas y discursivas reformistas y contrarreformistas que obedecen fragmentaria y reproductoramente a las dinámicas de gestión institucional y dinámicas de gestión funcional-administrativa, que contrarrestan y bloquean   las tendencias revolucionarias, las cuales responden a dinámicas estructurales universitarias que articulan consistentemente a las otras dinámicas señaladas en un sentido auténticamente renovador.

 

REFERENCIAS

Freire, P.  (1990).   La naturaleza política de la educación. Cultura, poder y liberación. Barcelona: Editorial Paidós.

Massón R. M. y Torres C. A. (2011).  La educación comparada y tendencias Educativas Caracas: Centro Internacional Miranda.

Popkewitz, T.  (2007).  El mito de la reforma educativo. Un estudio de las respuestas de la escuela ante un programa de cambio. Barcelona: Editorial Pomares.

—————     (1994). Política, conocimiento y poder: algunas cuestiones para el estudio de las reformas educativas. Revista Educación (2005).

Portantiero, J. C.  (1978). Estudiantes y políticas en América Latina. México: Editorial Siglo XXI.

Rama, C. (2005)  La tercera reforma de la educación superior en América Latina. Caraca: UNESCO/Fondo Editorial IPASME.

Torres R. M. (2000)  Reformas educativas en América Latina en la década de Revista Tiempo de Educar, No 14.

Fuente y autoría imagen: http://attacmurciaagcssspp.blogspot.com/2010/10/capitalismo-competitividad-y-educacion.html

 

 

Correo: diazjorge47@gmail.com

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El sujeto andragógico o la constitución disciplinaria del cuerpo como adulto autoeducado

El sujeto andragógico o la constitución  disciplinaria  del cuerpo como adulto autoeducado

Jorge Díaz Piña

Partimos aquí de la consideración crítica que fundamenta a las prácticas discursivas andragógicas en torno  a una presupuesta distinción etaria o generacional, para el caso que nos ocupa, la de juventud/adultez,  que se basa a su vez, apoyándonos en el pensamiento libertario de Michel Foucault, en la mediación de relaciones disciplinadoras de poder-saber para configurar socialmente  a los cuerpos como dóciles y útiles desde los requerimientos de la gubernamentalidad. Más adelante desplegaremos el uso que daremos a estas nociones foucaultianas.

De entrada, conceptualizamos a la andragogía como un campo de acciones discursivas de poder-saber  tendientes a incidir en la autoeducación disciplinadora o normalizadora e individuante, con base  en la configuración sujetante del autogobierno o gobierno de sí mismos de  los cuerpos definidos como adultos (disciplinados, maduros, responsables, dóciles, etcétera), que se pretende legitimar  en la delimitación relativa y mistificada por medio de una taxonomía normadora de tipo  etaria o generacional,   respecto de la presunta indocilidad, indisciplina o arbitrariedad  de los cuerpos calificados como  jóvenes.

Se ha naturalizado como “obvia” la relación binaria juventud/adultez  configurada histórica y socialmente, haciéndola parecer que ha existido siempre esa delimitación etaria o generacional, que para muchos ya acostumbrados culturalmente a sus definiciones consolidadas, han olvidado que fueron históricamente creadas  por la Modernidad.  Sin darse cuenta que ese es un criterio relativo de correspondencia representacional que se ha construido sociopolíticamente o biopolíticamente en el tiempo y que no ha sido siempre así.  Que tales criterios han cambiado a través del devenir con las transformaciones societales que también se han producido históricamente.

Desde el enfoque que aquí asumimos, históricamente la Modernidad burguesa o capitalista a través del discurso del movimiento de la Ilustración, asumió el cambio societal producido históricamente a su favor desde la Revolución Francesa, argumentando justificadoramente su hegemonía en  la prevalencia de la razón sobre los dogmas religiosos que hasta entonces habían hegemonizado. Y a la razón la definió como el paso de la minoría de edad (“niñez y juventud”) a la adultez en el cuerpo social colectiva e individualmente asumido. Así la definió Inmanuel Kant (2007) en su  famoso texto que lleva por título Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración? La Ilustración, como sinónimo de educabilidad racional universal, sería  para Kant  la alternativa de los hombres a su autoculpable inmadurez o minoría de edad que se superaría con  el coraje y atrevimiento de pensar por sí mismos  autónomamente, con cabeza propia y no ajena o de otros, y para ello tendría que ilustrarse o educarse por propia decisión no necesariamente de modo individual, pudiendo hacerlo también junto a otros o bajo su tutoría. Recordemos sus palabras sobre la educación del hombre en su texto Pedagogía: “El hombre es la única criatura que ha de ser educada… Según esto, el hombre es niño pequeño, educando y estudiante” (s/f p. 2).

No obstante, para  Kant la adultez no se  alcanzó, y para Foucault, en la actualidad, tampoco, sino que fue traducida discursiva y prácticamente en una nueva forma tutelada de normalización o disciplinamiento (o sujeción) corporal del poder, “lo que debe ser un adulto, a diferencia de la ‘indócil’ juventud”, y por ello, junto a otras razones, para este último, se hace necesaria una ontología del presente o de nosotros mismos para comprender por qué no se ha alcanzado, entre otros aspectos, la condición  de la “adultez” o autonomía racional ilustrada kantiana de superar el estado tutelado o de minoría de edad de los hombres, para “promover nuevas formas de subjetividad que se enfrenten y opongan al tipo de individualidad que nos ha sido impuesta” (1986 p.36). En consecuencia, se ocupa de investigar las nuevas formas de sujeción o subjetivación que surgen en sustitución de las del Antiguo Régimen histórico como las de servidumbre y de esclavitud, por ejemplo, las de la gubernamentalidad y de las tecnologías del yo insurgentes.

En Foucault (1991), la gubernamentalidad se concibe como novedosas formas de legitimación y dominio insurgentes históricamente del Estado burgués para el control de las resistencias a su  hegemonía en las poblaciones, más eficaces que la represión corporal directa, a través de prácticas individualizantes y tecnologías del yo (de inducir acciones modificadoras sobre uno mismo), que producen la autodominación, el autogobierno (el control de sí) o la autonormalización (adecuación a las normas fijadas), convirtiendo así a los individuos en cuerpos dóciles y útiles al orden instituido.  Dentro de estas formas de sujeción individualizantes, ubicamos a la autoeducación andragógica pese a sus revestimientos retórico-discursivos actuales de “liberación de la minorización de los adultos”, encubridores de su acción disciplinaria individualizadora.

En su análisis del texto sobre la Ilustración de Kant,  Foucault (1991), enuncia la necesidad de realizar la referida ontología del presente:

La cuestión que a mi juicio surge por primera vez en este texto de Kant es la cuestión del presente, la cuestión de la actualidad: ¿qué es lo que ocurre hoy?, ¿qué es lo que pasa ahora?, ¿qué es ese ‘ahora’ en el interior del cual estamos unos y otros y que define el momento en el que escribo? (p. 191)

Él emprendió sus voluminosos estudios arqueológicos y genealógicos en torno a la ontología de nosotros mismos con base principalmente en la constitución moderna de los individuos como sujetos.  Asumiendo la noción de sujeto en sus dos sentidos, como individuo gobernado en su subjetividad o sujetado por sí mismo (autogobernado), y como individuo implicado en dispositivos de sujeción de poder-saber que controlan otros.  De aquí que investigue cómo se han constituido los sujetos de saber  con respecto a los regímenes de la “verdad” o conocimiento; como sujetos éticos con relación a los regímenes de disciplinamiento moral, y como sujetos normalizados o dominados con respecto a los regímenes de poder.

Ello implicó considerar a los sujetos modernos, junto a sus agrupamientos poblacionales, como constituidos por las prácticas de individuación masivas. Prácticas que suponen un saber individual a través de técnicas como, por ejemplo,  la examinación (médica, psicológica, psiquiátrica, escolar, etcétera), que permite encuadrar o capturar a cada quién y clasificarlo  para disciplinarlo en instituciones panópticas (escuelas, cárceles, cuarteles, manicomios, hospitales, etcétera), con base en compararlos con las normas (“lo normal”) o los estándares establecidos para el ejercicio del control. Prácticas individuantes a partir de las cuales se ven los individuos a sí mismos y son vistos por los otros. Estas prácticas hacen de ellos objetivaciones que conducen a divisiones o separaciones: entre el loco y el cuerdo, el enfermo y el saludable, el normal y el anormal, el infractor y el observante, y, agregamos nosotros, entre el joven y el adulto.

Hay un autor contemporáneo, Zygmunt Bauman, que ha caracterizado esas oposiciones binarias de la Modernidad, como ambivalencias en su texto Modernidad y ambivalencia (2005), y las considera como afortunadas contradicciones que limitan el ejercicio del poder ya que para él, la Modernidad lucha contra la ambivalencia con el expreso propósito de que al dividir y separar pueda imponer sus clasificaciones en todos los ámbitos de la sociedad.  Así, la ambivalencia aparece debido a la imposibilidad de imponer el orden de poder absoluto gracias a las oposiciones o contradicciones que a su vez genera. Foucault ha señalado al respecto que el poder genera resistencia, “allí donde hay poder hay resistencia”(1985 p.116).

Por ello, las instituciones disciplinarias o normalizadoras modernas ya señaladas, forjadas con base en la imposición de esas clasificaciones, serán signadas por la ambigüedad que les es congénita pese a sus recurrentes esfuerzos de poder por anularlas, como es el caso de la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez (UNESR), en sus recurrentes crisis por la ambivalencia que la cruza institucionalmente.

De nada les valdrá recurrir discursivamente de manera reiterada a presuntos orígenes inmaculados política e ideológicamente   inexistentes (no olvidemos que el pretexto de su “experimentalidad andragógica” surge de la manifiesta intencionalidad de la gubernamentalidad en la Ley de Universidades de 1970 vigente, de impedir nuevas universidades autónomas y democráticas luego del allanamiento policial-militar de las existentes en 1969 por el accionar crítico y contestatario de sus estudiantes y profesores en la Renovación Académica de 1968), o a idealizaciones de técnicas educativas disciplinarias convertidas en presuntos “principios” de la andragogía para exorcizar la “contaminación juvenil” o “pedagógica” de sus retóricos supuestos de la educación de la adultez (principalmente los supuestos de su potencial autodisciplina y autogobierno, o sus sinónimos,  para mayor paradoja); ni forjar una falsa historicidad desde el artificio de crear un objeto (la andragogía) con continuidad lineal en el tiempo basándose para ello en nombrar y citar algunas referencias alemanas y estadounidenses, y de sus dependientes traductores nativos, ejemplos de la colonialidad que ha campeado en estos predios, de quienes han usado en el pasado esa noción, cuando eso no provee de sustentabilidad argumentativa alguna desde que las historicidades lineales y alineadas fueron socavadas e impugnadas por la historicidad posestructuralista o posmoderna.

Tampoco creemos que se pueda socorrer a la andragogía tratando de hacer un salto mortal en el aire sin red para asirse del trapecio salvador  resbaladizo de la educación popular o de la educación liberadora freireana. ¿Cómo vincular sin eclecticismo y sin dialécticas vergonzantes epistémica o epistemológicamente  matrices o paradigmas radicalmente contrapuestos en esos planos? A menos que se abuse del vulgar recurso de manipulación ideológica de “ingenuos” e indigno de la condición de la inteligencia universitaria, de aquella monserga del sentido común de “tomar lo bueno de ambos”.

Lo que parece proceder si en verdad se desea la transformación radical de la UNESR, es la asunción de la discusión abierta y fundamentada universitariamente en el pensamiento reflexivo e informado, de pensarse a sí misma desde el pensamiento crítico que dice reivindicar, poniendo todo en debate, desde las presuntas “herencias” ( a las que hay que estar dispuesto a renunciar para “salvarse” a la vieja y noble usanza dignificadora) y supuestos sustentadores, hasta las practicaciones cotidianas, democráticamente y garantizando que todos participen, no tan solo consultándoles manipuladoramente,  en las decisiones finales de los cambios a asumir.

Referencias

Bauman, Z.  (2005). Modernidad y ambivalencia. Barcelona: Editorial Anthropos.

Foucault, M. (1985). Historia de la sexualidad (I). La voluntad de saber.  México: Editorial  Siglo XXI.

__________  (1986).  Por qué hay que estudiar el poder: la cuestión del sujeto. En Mills W. y otros. Materiales de sociología crítica.  Madrid: Ediciones La Piqueta.

__________ (1991). Saber y poder. Madrid: Ediciones La Piqueta.

Kant, I.  (2007).  Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración? En:  Erhard, J. y otros.   ¿Qué es la Ilustración?  Madrid: Editorial Tecnos.

Kant, I. (s/f).  Inmanuel Kant. Pedagogía.  En: www.ddooss.org./articulos/textos/kant_pedagogia.pdf

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La Significación de la Autonomía Universitaria

Por: Jorge Díaz Piña

La autonomía universitaria es parte de un imaginario social ( C. Castoriadis) adosado por el pensamiento liberal clásico (W. von Humbolt)  a la universidad en tanto institución,“el Estado debe permanecer siempre consciente del hecho de que precisamente estos centros llevan a cabo lo que él no es capaz de realizar y que, incluso, su intervención puede llegar a constituir un obstáculo” (Humbolt en La situación de la universidad.) Para entonces, era un alto funcionario del Estado alemán impulsor de la reforma educativa.

Argumentaba que los centros universitarios: “liberados de toda forma estatal, no son más que la vida espiritual de los hombres, a quienes las condiciones exteriores o un impulso exterior empujan hacia la ciencia y a la investigación” (Ob. cit.). Esto se conjugaba con el rechazo a la instrumentalidad: “El Estado no debe tratar a sus propias universidades ni como gimnasios ni como escuelas especializadas, y no debe utilizar a la propia academia como si fuese una comisión técnica y científica” (Ob. cit.), y sostuvo que  si  alguien producía algo obedeciendo el mandato de otro “podremos admirar lo que hizo, pero despreciaremos lo que es” (Humbolt citado en Chomsky en Sobre democracia y educación)

La autonomía universitaria  simbolizó una espacialidad  institucional ( no un mero espacio o  territorio) que semiotizó una relación “dentro-fuera” con el Estado y la Sociedad Civil (ámbito de los intereses económicos para entonces) que  ha operado como identificación institucional de manera  imaginaria y mítica : ”espacio que vence las sombras”,  “templo del saber y la ciencia”, “territorio libre del pensamiento crítico”,  etcétera.

No obstante, esa autonomía inicial la perdió cuando cedió instrumentalmente ante el cerco del Estado burgués que dejó de ser retóricamente liberal, y del mercado laboral que  se desarrolló y fortaleció reduciéndola a ser primordialmente formadora de los profesionales o fuerza de trabajo requerida para atender las necesidades reproductivas del capital presentadas como de la sociedad en general.

Necesidades re-productivas del capital que se tradujeron también como pautas de una lógica o racionalidad (la Razón Instrumental) “neutra y aideológica”   para pensar y actuar científica y tecnológicamente en las universidades que las aceptaron acríticamente pese a su protección autonómica.

El gesto más simbólico que reivindicó socioculturalmente la autonomía de la universidad para “Latinoamérica” ( mejor Indoafrolatinoamérica) fue la Reforma de Córdoba (1918) en su lucha contra el orden oligárquico-clerical que la sujetaba.

En Venezuela, luego del simbólico decreto del Libertador sobre la autonomía de la universidad para liberarla de su sujeción clerical-colonial,  la autonomía es efectivamente reivindicada y legalmente reconocida luego del derrocamiento del dictador Pérez Jiménez en 1958 por su participación decisiva en esa gesta. Autonomía que es menguada por su posición opositora a los gobiernos de entonces (la oposición de hoy), con la aprobación de la Ley de Universidades en 1970  vigente y, luego reivindicada con rango constitucional en 1999 por el gobierno del presidente Hugo Chávez, para propiciar su reinstitucionalización.

Se pudiera concluir que la vigencia institucional de la autonomía universitaria,  en tanto condición imaginaria instituida o reinstituyente de la  universidad frente a sus relaciones con el  Estado, con los intereses y lógica capitalistas o con  los del pueblo, y con la democracia universitaria misma, dependerá de la correlación de fuerzas a favor o en contra de la significación hegemónica contextualizada sociohistóricamente  que se le asigne. De aquí la importancia de la  lucha por su significación.

 

Correo: diazjorge47@gmail.com

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La crisis de subjetividad en los estudiantes universitarios venezolanos

Por:  Jorge Díaz Piña

En diferentes ocasiones nos hemos pronunciado junto a otros compañeros trabajadores docentes-investigadores, administrativos y obreros a través de documentos públicos con respecto a la crisis institucional que atraviesa la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez (UNESR). Siempre lo hemos hecho con el interés de promover que la universidad se piense y se trascienda reflexivamente a sí misma desde la exigencia del acumulado acervo cultural del pensamiento crítico del que dialécticamente debe ser depositaria y renovadora a la vez por definición de su esencia institucional. Sería un contrasentido, cuando no su negación, que la universidad se viera o interpretara a sí misma desde el sentido común o reproductor al que ella está llamada o misionada a trascender por medio del sentido crítico de la investigación, la formación, la extensión y la gestión. Por ello creemos que hay que discutir primeramente desde los diversos puntos de vista que pudieran existir democráticamente sobre la involución y entropía institucional provocada por las regresiones e incrustaciones del sentido común en muchos de sus ámbitos. Es un sinsentido que donde debe imperar el conocimiento y el saber más rigurosos prevalezca el desconocimiento a la hora de opinar y de actuar.

Hoy, frente a la aparente manifestación del descompromiso estudiantil con su formación profesional, habitus que parece evidenciar una parte significativa de los “participantes” de la UNESR, así como en otras universidades venezolanas,: “abulia, desgano, desinterés, apatía, desmotivación, abandono, escepticismo, etcétera”, situación ésta que se despacha desacertadamente en las conversaciones de pasillo con la expresión fácil de la existencia de una “crisis de valores” (¿o será de valoraciones? ¡que no es lo mismo!), queremos proponer una “hipótesis” para la reflexión y el debate, inicialmente fundamentada en los trabajos de investigación psicosocial relevantes internacionalmente como los de Félix Guattari y Gilles Deleuze. Desde esta perspectiva compartimos que la determinación fundamental de ese complejo comportamiento de los estudiantes radica en la crisis de subjetividad que se atraviesa como correlativa a la crisis mundial del capitalismo neoliberal que la genera a su vez. Aunque la señalemos como la determinación general principal, no se nos escapa a la consideración que inciden otros factores, entre los cuales deseamos resaltar, los dispositivos contraculturales (por negadores de la resignificación y resentidización trascendentes), y entropizantes que se han enquistado institucionalmente en la UNESR y que intervienen activamente de modo contrainstituyente en la subjetividad de sus estudiantes y en todos los demás sectores de su “comunidad” (entre comillas porque esos factores entrópicos actúan también para impedir la cohesión sociocultural e institucional de sus integrantes). Bastaría, por ejemplo, con observar críticamente en un primer diagnóstico cómo los estudiantes configuran sus trayectorias académicamente para darse cuenta del modo actuante de esos dispositivos contraculturales instituidos perversamente en su imaginario en detrimento o alienación de la propia formación cultural liberadora.

Como se sabe a través de las investigaciones sociales aludidas, el proyecto central de la política del capitalismo consiste en la articulación de los flujos económicos, tecnológicos y sociales con la producción de subjetividad, de tal modo que la economía política coincida con la “economía subjetiva”, pero es el caso que el neoliberalismo falló en esta articulación. Por ello hoy, la debilidad del capitalismo radica en su falta de correspondencia con la producción masiva de la subjetividad que le es correlativa debido a que su crisis económica estructural mundial lo ha impedido considerablemente. En consecuencia, su discurso ideológico no ha causado el efecto esperado. De aquí que su crisis sistémica expresada en los repetidos fracasos financieros, productivos, etcétera, es también una crisis de producción de subjetividad porque ambas están estrictamente vinculadas y no pueden ser separadas por sus recíprocas implicaciones.

Su inicial predica neoliberal de promoción subjetivadora de los individuos como autónomos emprendedores, como “empresarios de sí mismos”, haciendo de cada individuo  un negocio competitivo o rivalizador con los otros, en un “todos contra todos”, resultó en la realidad una paradoja para la mayoría de la población y una gran frustración para millones de jóvenes en el mundo que incautamente creyeron en ese discurso. La autonomía, la iniciativa individual privada y el compromiso subjetivo de asumir riesgos exigidos devinieron en nuevas formas de empleo y precarización, por tanto en mayor heteronomía, en más sujeción como la lógica capitalista impone. Conllevando esto a una depresión social generalizada denominada “el mal del siglo” ya que implicó un empobrecimiento de la existencia y el rechazo a la homogeneización consecuente.

En Venezuela la retórica neoliberal del Fondo Monetario Internacional (FMI) tomó concreción principalmente en las notoriamente fracasadas políticas públicas de los segundos gobiernos de los expresidentes Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera que incrementaron la pobreza, el desempleo, la carestía, la desnutrición, la morbilidad, la mortalidad, la corrupción, etcétera. Experiencias trágicas que condujeron a incrementar la conflictividad social que derivó durante el período del primero de los expresidentes en millares de hombres y mujeres asesinados durante las protestas populares como la del “caracazo”. Sin embargo, el descontento popular se tradujo en la búsqueda y respaldo de opciones opuestas al neoliberalismo que había gobernado, y esto condujo al gobierno de Hugo Chávez Frías quien insurgió militarme contra aquellas. Que si bien propició políticas favorecedoras del entusiasmo y el bienestar popular a nombre del socialismo, en realidad afianzó un tipo de capitalismo de estado centralizador y burocratizador de todas las decisiones en desmedro del protagonismo democrático y contralor del poder popular que retóricamente reivindicaba en sus discursos sobre el Estado Comunal.

Un Estado-gobierno envilecido, al igual que todos los anteriores,  por las apetencias de riqueza fácil de muchos de sus funcionarios que por vía de la corrupción acumularon capital para constituir con sus asociados y allegados una nueva burguesía, la denominada “boliburguesía” (nueva burguesía hoy enfrentada a la del pasado o tradicional asociada a los intereses estadounidenses que quiere regresar a cualquier costo al poder estatal del que también se enriqueció corruptamente y desea seguir haciéndolo, lo que explica la actual conflictividad socio-económica a través de sus representantes políticos)  y lo hizo dentro de la continuidad histórica del esquema rentista petrolero desdiciendo de su discurso social antidependiente y antimonoproductor de materias primas. Modelo que ha continuado con el actual gobierno del presidente Maduro con el agregado de la retoma o reactivación de políticas neoliberales (liberalización de los precios en el mercado, venta a las transnacionales de los derechos a la explotación de recursos minerales de reservas inexplotadas del denominado “arco minero”, etcétera) ante la crisis provocada por EE .UU.  con el alza de los precios internacionales del petróleo, y con medidas populistas (esporádicos  aumentos de salarios y pensiones que no compensan el alto costo de la vida, etcétera) que limiten el tránsito o fuga de sus bases  populares hacia el respaldo a la  oposición que dirige la burguesía  tradicional.

Esquema rentista que en vez de promover el esfuerzo productivo y reproductivo de toda la población con apoyo del Estado, reforzó y refuerza la creencia en el mito de la riqueza minero-petrolera y, en consecuencia, de la obligatoriedad gubernamental de redistribuir esa falsa riqueza entre el pueblo que esperaba su alícuota parte de esa presunta riqueza sin retribuir esfuerzo alguno para recibirla. Redistribución populista que alimenta imaginarios contraculturales de riqueza fácil y de logros inmediatos de fortuna o bienestar individualista que se contraponen a la dedicación, al esfuerzo, al estudio y a los logros realizadores con base en proyectos colectivos locales, regionales y nacionales soberanos para bien de todos por igual que implican confianza en la espera y la postergación,  pero que al no darse esa alícuota parte en la proporción esperada para contrarrestar los efectos de las políticas neoliberales ha generado mayor malestar y descontento en los sectores sociales supeditados a las retribuciones populistas del Estado-gobierno.

Modelo rentístico que ha entrado en su fase agónica producida por la desesperada voracidad imperial capitalista por el control de la producción y las reservas de petróleo en el mundo a través de guerras criminales y de mantener la baja de los precios en esta coyuntura creyendo el gobierno estadounidense que así podrá salir de la crisis que ha propiciado a costa de los demás. Lo que agudiza la incertidumbre ante el porvenir para los jóvenes venezolanos que se perciben en un tránsito por demás incierto debido a la crisis estructural mundial y local,  en medio de una confrontación nacional por la polarización política que inunda todos los escenarios, en la que la oposición ofrece continuar con el fracasado modelo neoliberal, lo que contribuye a incrementar más su inseguridad ante opciones profesionales universitarias que lucen endebles.

En este contexto mundial y nacional, de crisis estructural generalizada del capitalismo neoliberal que ha producido la desesperanza en la mayoría de la juventud planetaria por sus falsas promesas ya que son imposibles estructuralmente de cumplir por aquel, así como el desánimo debido a la crisis nacional por el agotamiento de la contracultura del éxito y de la riqueza fáciles producto de la redistribución populista de los ingresos minero-petroleros, es que debemos entonces ubicar la crisis de subjetivación de los estudiantes de la UNESR y  la de otros estudiantes de instituciones universitarias venezolanas diferentes. ¿Qué hacer ante ello?

Indudablemente, revertir esas tendencias que afectan desfavorablemente a los jóvenes primordialmente es una tarea que implica fuerzas movilizadoras internacionales y nacionales transformadoras que sobrepasan las fuerzas y los recursos de un pequeño grupo reducido a una sola institución por más numeroso que sea. En razón de esto, hay que articularse con las fuerzas que luchan mundialmente bajo la consigna ¡Otro mundo es posible!, y nacionalmente por la transformación auténticamente revolucionaria de la sociedad contra el neoliberalismo y todas las formas de sujeción burocrático-estatales del capitalismo de estado, mal llamado retóricamente “socialismo”, a favor del futuro y esperanza para la juventud y para todos; aunque su emancipación deberá ser obra de ellos mismos para que no recaigan en una nueva sujeción, la de sus supuestos emancipadores.

Por lo pronto, y en lo que concierne al lugar de interacción académica con los estudiantes en los ambientes universitarios y fuera de estos, reivindicando nuevamente a Guattari y Deleuze, es estratégicamente fundamental que se agencien por medio de experiencias trans-subjetivas en los estudiantes los acontecimientos de ruptura en su pensamiento y actuación, provocando en ellos las interrogantes que pongan en entredicho el sentido común del discurso capitalista dominante y que se traduce en el discurso que legitima a la actual universidad reproductora, sea este neoliberal o de estado, que actúa junto con los imaginarios reproductores de su situación de anomia en la universidad debido a su incomprensión del contexto y sinsentido que los acosa y anula, y los emplacen a dotarse de un sentido crítico y responsable en torno a sí mismos, los otros, la universidad, la nación y el mundo dándoles así autoafirmación en sus acciones autónomas y emancipadoras de sí mismos.

El agenciamiento refiere a las múltiples relaciones que se generan en los individuos de modo autopoiético o autodeterminado para producir un sentido nuevo o crítico, y ese sentido, el de  una subjetividad-otra, constituye el acontecimiento al empoderarlos de sí mismos.

Por otra parte, y como complemento de lo anterior, hay que animarlos a luchar y actuar junto con ellos por la transformación universaria utópica y radical,    principalmente contra la entropía institucional que  ha vuelto a la universidad  inercial y rutinaria, por causa del vaciamiento cultural sentidizador de su cometido trascendente para la sociedad ya que su dinamización actuaría contra las fuerzas conservadoras  y reaccionarias que representan al neoliberalismo burgués típico y a la nueva burguesía de estado;  junto con  los dispositivos contraculturales instituidos que escamotean la formación cultural de los estudiantes como potencia y realización emancipadoras.

Vaciamiento cultural reductivo ya que el primero, el neoliberalismo burgués típico, considera la universidad como un populista derroche financiero si no instrumentaliza su formación de “recursos humanos” e investigación para las industrias capitalistas bajo el discurso retórico e ideológico de la “calidad y la excelencia” anticipadamente excluyente por cuanto implica un hábitus previamente establecido a través de estándares prefijados elitescamente para la selección y el arribismo competitivo disolvente de la socialidad de los individuos; y la segunda, la nueva burguesía de estado, que busca direccionarla  burocráticamente bajo la designación politiquera de sus autoridades y control de sus dirigencias sindicales y gremiales al considerarla como instrumento de sus políticas populistas clientelares dadivosas bajo el discurso ideológico de la inclusión social demagógica que propicia el facilismo, el descompromiso  y la corrupción al no incitar formas de apropiación-producción de saberes y haceres culturales dignificadoras de la condición sociocultural de los estudiantes, y modos autónomos y democráticos o autogestionarios de contraloría y conducción académico-administrativa de su gestión por parte de sus comunidades integrantes.

Correo: jodiaz12@yahoo.es

 

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La experiencia educativa y la mediación de las TICs

Jorge Díaz Piña

El proceso capitalista de subjetivación educativa puede ser asumido como proceso reductor de las posibilidades de experiencias  en los individuos por la estrecha relación que existe entre subjetivación y experiencia.  Así lo reconoce Foucault (1987), quien significa la experiencia de la manera siguiente: “entendemos por experiencia la correlación, dentro de una cultura, entre campos del saber, tipos de normatividad y formas de subjetividad” (p. 7).   De aquí que para entender una experiencia de sí histórica particular, caso de la constitución del sujeto informacional, se deba analizar 1º) la formación de los saberes discursivos que a ella se refieren, 2º) los sistemas de poder que regulan su práctica, y 3º) las formas según las cuales los individuos pueden y deben reconocerse como sujetos de esa experiencia, su subjetividad.  En otros términos, cómo un individuo, en relación con un régimen de verdad, o su sucedáneo, un régimen informacional, se le constituye u objetiva en sujeto de saber informado; cómo en relación con un campo de poder, se le constituye u objetiva en sujeto de poder informacional, y cómo en relación consigo mismo,  se considera como un sujeto informado o desinformado.

Con base en esa disección, Foucault propone una analítica interpretativa de la experiencia que resalta al poder como relación definidora de la experiencia, por cuanto el poder está indisolublemente ligado a los dominios de saber y a las formas de subjetividad.  Todo ello buscando favorecer la promoción de nuevas formas de subjetividad que evadan el tipo de individualidad alienante que le ha sido impuesta a los cuerpos por el poder.

La experiencia de sí consiste en aquella por medio de la cual el sujeto, a través de mediaciones y prácticas, se observa, se describe, se interpreta, se juzga, se domina, o dicho  con otros términos, cuando el sujeto acomete acciones sobre sí mismo.  La institución escolar es una mediación que actúa incidiendo pedagógicamente en las acciones del sujeto sobre sí mismo en la constitución de su subjetividad, por medio del establecimiento, modificación y regulación de las relaciones del sujeto consigo mismo  respecto  de los otros,  el entorno y el mundo.

Lo dicho respecto de la experiencia de sí, conlleva implicaciones ontológicas para Larrosa (1995), y lo expresa así   “no son solo las ideas y los comportamientos, sino el ser mismo del sujeto, la ontología misma del yo o de la persona humana en la que nos reconocemos en lo que somos” (p. 271). Él conceptualiza la experiencia como “lo que nos pasa, o lo que nos acontece, o lo que nos llega.   No lo que pasa, o lo que acontece, o lo que llega, sino lo que nos pasa, o nos acontece, o nos llega (2002, p. 53)”.  A lo que agrega a continuación “cada día pasan muchas cosas pero, al mismo tiempo, casi nada nos pasa.” (ob. cit.).  Lo expresado por Larrosa, conduce a la reflexión de que la experiencia se encuentra hoy día casi neutralizada en su totalidad como  afectación en los individuos o sujetos pese a la prolífica ocurrencia a su alrededor o entorno de  acontecimientos que debieran provocarla.  Es excepcional  cuando ocurre.  Él sostiene que ello se debe fundamentalmente al exceso de información, al exceso de opinión y a la falta de tiempo en las sociedades capitalistas contemporáneas.

Para él la información no favorece la experiencia, por el contrario, la desfavorece, “la información no es experiencia.  Es más, la información no deja lugar para la experiencia, es casi lo contrario de la experiencia, casi una antiexperiencia” (ob. cit.). Por ello señala que el énfasis puesto hoy día en el consumo de información, en poseer información, en constituirnos como sujetos informados, obedece al interés de obstruir las posibilidades de experiencias.  La incitación de los sujetos en estar informados produce una obsesión por acumular gran cantidad de información que no produce  saber o “sabiduría”, que no conduce a que le pase algo al sujeto (experiencia), por consiguiente, estar informado no es equivalente a saber.  Esto cuestiona la pretensión de igualar el saber que aporta la experiencia, el “saber experiencial”,  con el saber informacional.  De aquí que lo que se sabe, en el sentido de poseer más información, no significa que quien la ha  acumulado le ha pasado algo en términos  experienciales.  Esto es, no se ha producido una afectación o un aprendizaje auténticamente significativos.

Por otra parte, critica la intercambiabilidad de las nociones de información, conocimiento y aprendizaje, ya que el conocimiento no se  reviste bajo la forma de información y aprender no es adquisición de información.

La mediación tecnológica de la experiencia por los medios masivos de información y comunicación  de manera generalizada ha sido una de las características sobresalientes de la Modernidad mediante la cual se han expandido globalmente los dispositivos técnicos de significación, las Tecnologías de Información y Comunicación, TICs, que junto con la confianza que se les ha adosado, se les atribuye un amplio margen de seguridad.  Contribuyendo así a su difusión extensa y a intervenir la experiencia de una manera más variada e impactante en los individuos, mucho más que todas las técnicas conocidas y aplicadas con anterioridad.

Esa globalización tecnológica de la experiencia mediada ha provocado procesos de desanclaje locales a nivel mundial de los procesos y las prácticas de subjetivación sociocultural particulares por medio de renovados medios de información y comunicación globalizadores.  Tecnologías de la experiencia que en su incidencia subjetivadora impactan como técnicas que afectan las relaciones espacio-temporales de los sujetos, entre otras condiciones sociales e individuales.  Asimismo, y como consecuencia de ello, afectan los procesos interpretativos y comprensivos conllevando efectos identificatorios colectivos y particulares.  En el campo educativo, por ejemplo, esos dispositivos tecnológicos mediadores de la experiencia,  inciden por medio del aprendizaje vicario.

Dicha virtualidad digital se ha hecho más patente en la medida que esos dispositivos han intervenido intensa y expansivamente en los diversos ámbitos de la vida cotidiana.

La intervención mediática de las TICs no debe ser considerada tan solo o primordialmente desde su incidencia cognitiva en los sujetos, ha de ser estimada también como modeladora de modos y formas comunicativas de los individuos que colonizan el ser de los otros al no reconocerles su otredad o alteridad dignificante.  Modos y formas comunicativas que no obedecen a la intencionalidad de aquellos.  Por consiguiente, el estudio de la experiencia mediada tecnológicamente, no se puede circunscribir al plano cognoscitivo principalmente ya que su implicación sociocultural remite, como se ha referido, la experiencia a la condición existencial del ser-en-el-mundo, a la relación tensa entre el sujeto y el mundo.

Desde ese enfoque, la reflexión sobre los medios tecnológicos y su sustrato simbólico en torno a las identidades socioculturales es relevante ya que la imagen mediática, no es un reflejo de la realidad lo que representa, sino una mostración incitadora distractora o irreal de aquella, por cuanto trata de articular una forma de verla con el deseo.  En consecuencia, la perspectiva de presentar a las TICs, como unas simples herramientas representacionales y cognitivas de lo real, como medios reproductores y transmisores de conocimientos es errada al evidenciarse como mediaciones configuradoras de las experiencias revestidas de fascinación y emoción, esto es, la articulación mediática de las semióticas significantes y asignificantes.

Esta articulación, hace de las TICs, una fuente de fuerte impacto en la forja de identidades, del autorreconocimiento del yo en la objetivación mediática de los otros y de lo otro, por cuanto en la relación identificadora paradójicamente los individuos no tan solo ven o miran con deseo, sino que se sienten a la vez mirados o evaluados alienantemente por lo que ven al ser emplazados consumistamente de manera seductora, una subjetivación por medio  de regímenes de atención y percepción. Ello ha conducido a   consideraciones con relación a la constitución de las identidades socioculturales mediadas tecnológicamente como la que Orozco (2002) ofrece, “los gustos y las sensaciones que la visualidad tecnificada proporciona, las gratificaciones mediáticas y tecnológicas obtenidas por los actores, van cuadrando y prefigurando sus identidades emergentes.” (p. 30). Todo ello, da soporte argumentativo al planteamiento formulado por Giddens (1995), respecto a lo que él denomina secuestro de la experiencia.

De este modo, se puede concebir que las interacciones mediadas tecnológicamente por medio de pantallas multimedia fijas y móviles, en donde cada individuo produce y muestra la imagen de su identidad o relato en función de sus necesidades o deseos para la selección o elección de los otros individuos, son como espejos que se reflejan entre sí a través de las imágenes que muestran.  Organizándose de este modo, un entramado complejo de nexos reflejos subjetivadores que son autoproducidos bajo los modelos o maquetas de control prefijados por los programas o software, que  circulan por medio de redes de confianza que ofrecen seguridad.

Entonces, se puede caracterizar a la Modernidad capitalista, como un modo histórico de producir y gestionar tecnológicamente las experiencias colectivas e individuales a través de medios de informacionales y comunicacionales, las TICs, para incidir en la subjetivación de los individuos de manera global o universal.  De aquí que los dispositivos tecnológicos de regulación de las experiencias sean dispositivos de control y de poder.

No obstante, las redes de confianza y de seguridad promovidas para la conectividad global de los sujetos, en el marco de su articulación con procesos de producción y reproducción neoliberales de una economización o mercantilización de los vínculos para una pregonada publicitariamente redistribución de la riqueza y de la prosperidad mundial con la también tecnificación de la política, ha resultado en la aparición de nuevos riesgos catastróficos en casi todos los ámbitos y escenarios en que se desenvuelve la cotidianidad  como efectos del “progreso tecnológico”, generando mayor incertidumbre (Beck, 199).

Ello ha producido como efecto retroactivo la llamada crisis de paradigmas del conocimiento por cuanto las teorías y métodos de investigación que se soportaban en la confiabilidad de “grandes verdades científico-tecnológicas” presuntamente comprobadas, se han evidenciado como erradas e insuficientes para asegurar la certeza del pensamiento y su correspondiente aplicación práctica.

En tal contexto, se ha propagado globalmente el riesgo tecnológico debido a su ubicuidad, a sus cadenas de causa-efecto y rapidez que desata, y, por otra parte, a la complejidad que demanda su diagnóstico y búsqueda de soluciones en las que lo técnico o tecnológico mismo, en tanto paradigma, se ha revelado como inadecuado o limitante.

En esas condiciones de incremento de la incertidumbre se requiere de la interpretación y participación del otro o de los otros (la experiencia de la solidaridad y cooperación), tanto para la prevención, como para el abordaje de las posibles soluciones.  Esto conlleva a que en un mundo interconectado que propicia riesgos e incertidumbres a personas y vidas de la naturaleza ajenas a sus causas, se luche por el reconocimiento intercultural frente a las hegemonías de poder étnico, cultural, económico, político, etcétera.  Sin embargo, al otro o a los otros, se les sustituye a distancia con su representación y con el secuestro de sus experiencias al reemplazarlos por experiencias construidas mediáticamente para atribuírselas, propiciando de esta forma el no reconocimiento o indignificación de su condición ética.

La relegación de los criterios éticos en función de su reemplazo por la ideología tecnocrática en la prevención y atención de los riesgos y de la incertidumbre propiciada por la misma consideración tecnocrática de la vida social y natural, para evitar cuestionamientos impugnadores estructurales a su racionalidad técnico-instrumental, ha desembocado en una red que disfraza u oculta la experiencia real por su sucedáneo mediático.  Experiencia intervenida mediáticamente a través de los regímenes de control tecnológico de la información y de la comunicación que buscan favorecer una ficticia seguridad ante la absoluta imprevisibilidad de los riesgos tecnológicos, por vía de sostener las redes de confianza (de normalidad disciplinadora según Foucault), que a su vez, sustentan las relaciones de poder establecidas por el orden mundial capitalista dominante.

La experiencia mediada tecnológicamente también contribuye paradójicamente a regular en el imaginario sociocultural de las sociedades, el excedente de incertidumbre que las estructuras económico-sociales, junto con la tecnología, producen, al proporcionar “la posibilidad de una imagen coherente y de una comprensión global de la totalidad social, más allá de la fuerte fragmentación de la sociedad contemporánea” (Abril, 2005, p. 10).

Lo expresado hasta ahora en torno a la experiencia mediada tecnológicamente, sobre todo respecto al carácter universalizante o generalizado de ésta por medio de las TICs, y en relación al rol que juegan ellas en la generación de confianza y reducción imaginaria de la incertidumbre, conduce a superar la concepción de la tecnología como  un mecanismo tan solo funcional, ya asumirla como un dispositivo maquínico generalizado de naturaleza sociocultural implicado tanto en la producción como en la reproducción de la sociedad contemporánea.  Con esta concepción señalada de la experiencia tecnológicamente intervenida en el contexto del capitalismo tecnoinformacional de redes globorrecolonizadoras, la experiencia se encuentra articulada con la economía mercantil de ese sistema socioeconómico que se rige por la producción del valor de cambio y su apropiación privada, haciendo igualmente por su dinámica equivalencial que la experiencia mediada tecnológicamente se convierta en valor mercantilizable o de cambio.  Incluso, dentro de la lógica mercantil capitalista, en lo que se refiere a la tecnología misma, hay que señalar que ninguna tecnología es considerada como tal si antes no es rentable en el mercado.

De ese modo se ofrece comercialmente para su consumo, experiencias de información, de ocio, de entretenimiento, de comunicación, de aprendizaje, de placer, etcétera.  Consumo de experiencias tecnológicas que son subjetivadoras simbólicas de los individuos en esos planos o aspectos.  La economización mercantil de casi toda sociedad ha abarcado las experiencias socioculturales tecnologizadas de sus integrantes de manera cada vez más prevaleciente por vía de enlazar la industria cultural con la cultura de masas que ha incidido en las transformaciones posmodernas de la sociedad y en los cambios subjetivadores de los individuos en consecuencia.

Entre las interacciones o dimensiones sociales y culturales que han sido intervenidas tecnológicamente destaca la  comunicativa.  Cuando se indica que la comunicación ha sido intervenida tecnológicamente se quiere referir, en concordancia con lo expuesto hasta aquí, a las transformaciones de las mediaciones maquínicas, a tal extremo que pareciera que la comunicación lo que ha hecho es proyectar en su entorno máquinas para sustentarla con base en el pretexto de mejorarla y perfeccionarla.  Se ha hecho de tal manera que se ha diluido o sustituido el sentido real de la comunicación por la conectividad tecnológica.  Esta alienación tecnológica o maquínica ha inducido a que Sfez (1995) expresara “no se sabe si la comunicación tiene jamás otro contenido que la propiedad casi indefinida de provocar la construcción de máquinas.  Máquinas que parecen comunicarse consigo mismas, remitirse unas a otras.” (p. 235).

Alienación maquínica de la praxis comunicativa que, en tanto fundamenta o sustenta   esta última al sentido sociocultural, aliena igualmente a los individuos que se constituyen subjetivamente, en sujetos,  a través de  esa sentidización socializada experiencialmente, que Martín-Barbero (2002)  denomina socialidad, resultante del entramado social entre los individuos, “que es a la vez lugar de anclaje de la praxis comunicativa, y resultado de los modos y usos colectivos de comunicación, esto es, de interpelación/constitución de los actores sociales, y de sus relaciones (hegemonía/contrahegemonía) con el poder.” (p. 18).

Dicha alienación obedece en última instancia, a los procesos equivalenciales totalizadores de valorización del mercado capitalista que inducen  intercambios de  valores mercantiles entre quienes se conectan funcionalmente en las redes para intercambiar “comunicacionalmente” y que solo producen satisfacciones o insatisfacciones consumistas a través de las máquinas poseídas o usadas, pero que no sustituyen las solidaridades o cooperaciones comunicacionales reales re-creantes de las significaciones y de recíproco reconocimiento con el otro o los otros ya que el mercado  intercambista se regula contrariamente por la lógica de la rentabilidad de los equipos maquínicos y su funcionalidad conectiva para los intercambios.

La noción de mediación no se refiere tan solo a la interposición exclusiva de los medios tecnológicos en la comunicación. Martín-Barbero (ob. cit.) la resignifica para descentrar la comunicación de ese tipo de medios, a la que él denominó  mediocentrismo.  Para Orozco (2002), siguiendo los planteamientos de Martín-Barbero aludidos, “las mediaciones hay que entenderlas como procesos estructurantes provenientes de diversas fuentes, que inciden en los procesos de comunicación y conforman las interacciones comunicativas de los actores sociales.” (p. 26).  En este sentido, por medio de las distintas mediaciones comunicacionales se pueden estudiar las formas como circulan los mensajes y las modificaciones de su significación, sin olvidar que los individuos también son mediadores comunicacionales que tienen capacidades para modificarlos.

En la comunicación que media la intersubjetividad, el reconocimiento dignificador del otro u otros es condición determinante para la re-creación cultural significante, por ello se comparte lo dicho por Wolton (2010), que “la comunicación es la cuestión del otro” (p. 83). De aquí se desprende la necesidad de “destecnificar la comunicación” sin que con ello se entienda que hay que obviar toda mediación tecnológica en ella; sino la necesidad de que la comunicación mediada tecnológicamente no se instrumentalice  y se sustente desde la ética  de la convivencia dialógica sentidizadora entre sujetos y no mera transmisión técnica de mensajes entre terminales maquínicas .

La mediación tecnológica de la comunicación al ponerse al servicio de la comercialización de la experiencia y de la subjetivación por ende, además de incidir en la configuración de las identidades individuales y colectivas, así como en la transformación de bienes y servicios culturales como la información, por ejemplo, en bienes mercantiles para el consumo, determina que la comunicación con el otro u otros, sea una alienación de su otredad, la experiencia con/de el otro u otros, en tanto aparecen como creaciones o subproductos tecnológicos comerciales digitales u “otros virtuales”.

Es de señalar que la relación entre subjetivación y  experiencia en lo que respecta a la constitución de los sujetos desde la perspectiva fenomenológica para caracterizar a éstos lo más adecuadamente posible, ha oscilado entre la afirmación del sujeto como significador o sentidizador  de la experiencia, y la consideración de la experiencia como condición de la posibilidad de constitución del sujeto.  Esta última posición reivindica al sujeto como resultante de la variabilidad histórico-social, es decir, de las variaciones experienciales a que es sometido por las prácticas de subjetivación en un contexto dado.

En el marco de la  lógica capitalista o secuestro mercantil de la experiencia que objetiviza o aliena la subjetividad a través de la mediación tecnológica de las TICs, hay que encuadrar su uso informacional o comunicacional instrumental en la educación escolar.  Desde este enfoque, las TICs deben ser concebidas como un dispositivo  tecno-pedagógico que reproduce la lógica o racionalidad dominante por vía de su mediación en la interacción social escolar a partir de una gramática, código o estructura subyacente inmanente que las regula  y que socializa o subjetiva a quien las utiliza o es usado por ellas debido a su falta de prevención crítica.  Esta consideración se amplía  con los planteamientos de Bernstein (1998), en torno al código pedagógico en el que el poder se manifiesta en la relación o posicionamiento que establece en las clasificaciones o segmentaciones entre las categorías (agentes, componentes o elementos: docentes, alumnos, TICs, etcétera) que intervienen en la acción educativa escolar, y el control que se manifiesta en el tipo de enmarcación (de interacción) que define entre las categorías.

Si la clasificación  es fuerte o rígida, existe un aislamiento muy marcado entre categorías.  Si la enmarcación es fuerte o rígida, hay un acentuado posicionamiento en cada categoría.  Pasa inversamente cuando la clasificación y la enmarcación son débiles o flexibles.  Esto último permite neutralizar o atenuar las relaciones de poder y control, incidiendo a favor, por ejemplo, de una comunicación de tipo dialógica y no instrumental, de igual modo con las relaciones informacionales, al no ser los estudiantes y docentes meros receptores sino también re-elaboradores o productores de información.

Por consiguiente, el uso escolar de las TICs, no se definirá tan solo por el código inmanente que le han incorporado sus fabricantes en el software y hardware, que opera desde sus interfaces hasta sus aplicaciones, imponiendo límites a su presunta virtualidad ilimitada,  sino también por la clasificación y enmarcación escolar contextualizadas en su empleo práctico y en el discurso que lo regula. Ello conduce a definir la experiencia escolar mediada por las TICs como una experiencia intervenida por las codificaciones que la regulan.  Con esta afirmación, se impugna la apreciación que reduce anticipada y acríticamente la consideración escolar del uso de las TICs a su empleo como recursos para favorecer estrategias didácticas en función  del logro de objetivos educativos sin estimar los contextos de poder y de control que reproducen tanto su propia codificación como la de la institución escolar involucrada al sobredeterminarla, es decir, sin reflexionar sobre los efectos de poder y control, o de alienación, que pueden producir en la subjetividad de los estudiantes y sus docentes.

Los efectos de poder y control se traducen en el proceso de transmisión cultural escolar en pautas de información y comunicación de modo diferencial y disimétrico preferentemente respecto del uso de las TICs.  Manifestándose en pautas dominantes y dominadas de información y comunicación que reproducen las diferencias de clase, género y étnicas según Bernstein (ob. cit).  Además, destaca que el código implica las nociones de  transmisión informacional y de comunicación legítima e ilegítima al orientar la significación, lo que conlleva a una jerarquía y selección de los significados para establecer la relación en/con los contextos involucrados. De este modo, el código regula las relaciones entre contextos y en cada contexto, generando según su función reglas de reconocimiento y de realización.

Las reglas de reconocimiento producen los significados  que permiten diferenciar los contextos o la especificidad de cada uno, por ejemplo, que los estudiantes diferencien el contexto de uso de las computadoras del de otros dispositivos tecnológicos, y las reglas de realización regulan la generación de relaciones especializadas dentro de cada contexto, por ejemplo, le establecen el tipo de uso informacional y comunicacional que deben establecer a través de las computadoras.   Estableciendo una correspondencia con los conceptos de clasificación y de enmarcación, se tendría  que las reglas de reconocimiento se corresponden con el de clasificación, y las reglas de realización con el de enmarcación.  De esa manera el código para Bernstein (ob. cit.) se entendería como pautas o normas semióticas de regulación que se adquirirían implícitamente y que selecciona e integra significaciones, formas de su realización y contextos evocadores.

En conclusión, se puede afirmar que las codificaciones que cruzan la experiencia escolar con las TICs, la mediatizan las relaciones de poder y de control según sea el tipo de combinación entre sus pautas o normas de la clasificación y la enmarcación  de las categorías.

 

Referencias

Beck, U.  (2006).  La sociedad del riesgo global. Ediciones Siglo XXI.  España

Bernstein, B.  (1998).  Pedagogía, control simbólico e identidad. Editorial Morata, Madrid

Carr, N.  (2014).  Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? Editorial Taurus. España

Giddens, A.  (1996).  Modernidad e identidad del yo. El yo y la sociedad en la época Contemporánea.  Editorial Península.  Barcelona

Larrosa, J. y otros  (1997).  Escuela, poder y subjetivación.  Ediciones La Piqueta, Madrid

———————— (2002).  Más allá de la comprensión: lenguaje, formación y pluralidad. Universidad Simón Rodríguez. Caracas

Martín-Barbero, J. (2002). Medio, mediaciones y tecnología. Revista Signo y pensamiento.  Nº 41

Orozco, G.  (2002).  Mediaciones tecnológicas y des-ordenamientos comunicacionales. Revista Sino y pensamiento. Nº 41

Sfez, L.  (1995).  Crítica de la comunicación.  Editorial Amorrortu, Buenos Aires

Wolton, D.  (2010).  Informar no es comunicar (Contra la ideología tecnológica).  Editorial Gedisa, Barcelona

Fuente imagen: 

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 http://usopedagogicotics.blogspot.com/2014_06_01_archive.html

 

docente-enchufado

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La subjetividad en la dominación y la emancipación contemporáneas

    Jorge Díaz Piña

          ¿Está vigente todavía la lucha por la emancipación?  Esta pregunta  parecerá impertinente a quienes dan por descontado la obviedad de la dominación y en consecuencia la lucha contra ella, pero no lo será cuando también se percaten de la magnitud de quienes siendo dominados no sean conscientes de ello, e incluso, se hayan convertido en sus propios dominadores y refuercen así los mecanismos  que bloquean la emancipación de ellos mismos y la de los demás.  ¿Qué ha pasado para que esto ocurra?

La respuesta a esa última pregunta pareciera radicar de manera general en el desarrollo de mayores y más efectivos mecanismos de dominación por parte del orden capitalista que los impone y legitima hegemónicamente, mecanismos tanto de fuerza y coacción como de alienación,  y, en los fracasos de implementación y consolidación de un orden social contrapuesto de liberación que, por tanto, han actuado  a favor del reforzamiento del orden capitalista dominante, y del surgimiento de una crisis de dirección o conducción de los movimientos emancipadores.

Siendo esto último, lo determinante en una actuación defensiva y postergadora de las fuerzas político-sociales que luchan contra la dominación capitalista y por la instauración de una sociedad liberada de la subordinación imperialista, la desigualdad e injusticia social, la explotación económica, la hegemonía ideológica, la dominación política, la indignificación étnica, la depredación ecológica, la violencia de género, la exclusión de la sexodiversidad, etcétera.

Entre las causas que destacan en la explicación de los fracasos de las fuerzas transformadoras se encuentra la incapacidad de replantearse su vínculo con los sectores sociales populares mayoritarios con base en comprender los nuevos condicionamientos que operan en la conformación de sus subjetividades, no tan solo ideológicas o representacionales,  y sus actuaciones o prácticas sociales.  En consecuencia, que les atan a la dominación capitalista con mayor profundidad que antes, y por consiguiente, formular políticas que dirigiéndose a esas nuevas subjetividades comprendidas, les articulen desde replanteamientos desalienantes y liberadores de las subjetivaciones dominantes, y que también desborden y superen los anacrónicos, dogmáticos y burocráticos planteos ideo-políticos-organizacionales. Así como las posturas reformistas y oportunistas por conciliadoras con los dominadores que entraban el avance de la transformación radical en el rediseño y las prácticas renovadoras que demandan pensar y actuar de otras maneras en todos los campos (económico, social, político, cultural, ecológico, etcétera) desde otras fundamentaciones epistemológicas, teóricas y metódicas que se deslinden de las racionalidades y lógicas que reproducen la dominación tanto del capitalismo como  del “socialismo” o capitalismo de estado, el socialismo realmente existente.

En la dirección de contribuir al despeje de otras trayectorias transformadoras, haremos un conjunto de reflexiones con el interés y el compromiso ético-político de contribuir a reconocer algunos efectos enajenantes  en las subjetividades dominadas por el capital y, a la vez, en las posibilidades de reconvertirlas a favor de los cambios revolucionarios que encierran los procesos de des-subjetivación y resubjetivación liberadores.  Esto lo llevaremos a cabo desde recuperaciones y reactualizaciones de contribuciones críticas desarrolladas principalmente por críticos anticapitalistas e investigadores militantes revolucionarios.

Respecto del desarrollo de mayores y más eficaces dispositivos de dominación capitalistas, hay que señalar que con el derrumbe de las Torres Gemelas en EE.UU. so pretexto de un ataque del “eje del mal sobre el país norteamericano”, se desplegó una masiva cruzada mediática planetaria de connotaciones cuasi-religiosas junto con una estrategia guerrerista hacia el oriente árabe principalmente ya que incluyó a todo pueblo o nación que interesadamente para la Casa Blanca y el Pentágono  pudieran ser señalados como terroristas o cómplices de terroristas, para ser atacados.  Esas acciones político-militares fueron justificadas ideológicamente bajo la noción manipuladora de la opinión pública estadounidense como “guerra preventiva”.  Y desde entonces todos los pueblos y movimientos que luchan contra la dominación imperialista estadounidense y la de sus aliados, fueron tachados de terroristas.  Ejerciendo para ello una política de Estado Imperial de Terror Mundial  que ha generado genocidios y crímenes de lesa humanidad a lo largo y ancho de los territorios señalados y atacados como terroristas.

Una política criminal que ha violentado todos los derechos humanos de los pueblos que sufrieron y sufren esa agresión,  pero que también va dirigida a amedrentar a todas las restantes naciones,  así como pueblos y movimientos político-sociales contestatarios de la dominación,  con la soterrada amenaza atemorizante de sufrir las mismos ataques si se posicionaran contra los intereses y la supremacía del imperio yanqui. Con base en esa política terrorista del Gobierno estadounidense, se ha instaurado un nuevo régimen amenazante, que incluye a un “nuevo orden o dispositivo informativo-comunicativo con forma de red tentacular” a nivel mundial controlado por él,  que es reafirmado cotidianamente por los distintos medios de difusión noticiosa, como han sido las reiteradas declaraciones amedrentadoras  difundidas internacionalmente de la Casa Blanca y del Pentágono a través de sus funcionarios, así como por la publicitación intimidatoria de las mismas acciones militares genocidas y criminales que se acometen.

Cuando resaltamos el efecto intimidatorio por amenazante de la potencial agresión  de los EE.UU. no nos referimos tan solo al efecto inhibitorio para disuadir las acciones de resistencia o confrontación con los intereses hegemónicos de los yanquis.  Con ello queremos aludir a las consecuencias de mayor calado en la conformación de las subjetividades de  hombres y mujeres por disolutivas del reconocimiento social entre semejantes y a la sustitución del deseo de libertad o emancipación por el de protección o seguridad, ante el riesgo inducido simbólica o semióticamente por medio de las redes significantes de ese  dispositivo tecno-info-comunicante: el temor global al otro y a lo otro, “el miedo es el contenido fundamental de la información que presentan las enormes        corporaciones de la comunicación… El miedo es la garantía final de las nuevas segmentaciones” (Hardt y Negri, 2002, p. 288).

La inducción del temor inicial al pueblo árabe por asociarlo a la personificación del terrorismo, se ha trasladado a todo aquel que no responda principalmente a la tipología fenotípica del blanco  estadounidense, como es caso de los latinoamericanos en EE.UU. que son denostados e indignificados por sus características fenotípicas, pero también ha sido extendida por asociación ideológica  a aquellos que no profesen su política fe en el capitalismo neoliberal y su expansionismo imperialista, contra los que se identifiquen con cualquiera otra concepción diferente, principalmente anticapitalista o libertaria.  Conllevando esto a que sus acólitos ejerzan entre sí y sobre los diferentes una panóptica vigilancia o persecución, (una vigilancia  que se complementa con la que realizan totalitariamente  los nodos contralores  de las conexiones de internet por medio de programas de intercepción de las comunicaciones como el PRISM y XKeyscore a nivel mundial por las agencias de espionaje y seguridad gringas como lo ha denunciado internacionalmente uno de sus ex-agentes  Edward Snowden), generando la desconfianza que impide un reconocimiento y asociación entre semejantes o iguales diferentes. Sennet (2011), a propósito de la tendencia neoliberal capitalista hacia el declive del hombre público, señaló respecto a la vigilancia entre sí que  “cuando cada uno tiene al otro bajo vigilancia, la sociabilidad decrece y el silencio constituye la única forma de protección” (p. 29), reduciendo a los individuos a una opresiva privacidad o intimidad.  Por efecto de imitación, propiciado por los medios de información y comunicación instrumentalizados para la dominación global (televisión, videos, cine, internet, etcétera), hombres y mujeres de otros pueblos y naciones sometidos al bombardeo cultural mediático alienante estadounidense, han asumido inconscientemente los patrones de comportamiento inducidos con respecto a tener temor del otro, impidiéndoles también reconocerse como iguales diferentes por distinciones étnicas, socioeconómicas, etcétera, ante sus connacionales o con los “extranjeros” con quienes tienen vecindad territorial, o con  los inmigrantes de naciones más lejanas.  Se exacerban las diferencias para impedir el reconocimiento entre los iguales diferentes. Asimismo, esta desconfianza se extiende hacia todos aquellos otros que fungen como líderes  sociales o grupos de vanguardia que convocan a asociarse para luchar por demandas o reivindicaciones comunitarias.

La disolución del vínculo cohesionador del reconocimiento en el otro se refuerza con la intensificación del individualismo, en tanto centración subjetiva del ego  asocial distorsionadora de la individuación social, y el narcisismo neoliberales asociado este al consumismo  fantasiosamente autosatisfactorio y auto-realizador  por la posesión egoísta y competitiva de mercancías de moda, o sus sucedáneos imitativos sustitutivos para los sectores populares que no pueden acceder al costo de esas mercancías, que induce el mercado y el marketing, y, en consecuencia, la sociedad se entiende como una yuxtaposición de individuos atomizados o aislados sin vínculos solidarios y agrupados en alguna forma de la vida social que no sea efímera u ocasional como las que caracteriza  la condición existencial posmoderna.  Además, la asocialidad del individualismo y del narcisismo neoliberales empujan más hacia la desconfianza en los otros, o en  la sociedad, provocando con ello el aumento de la oposición individuo-sociedad e individuo-estado por cuanto el individualista ve que su libertad es obstruida o reprimida,  al ser asumida neoliberalmente como capacidad de elegir o decidir sin limitaciones bajo el criterio tan solo de su autoridad, ya que es regulada por la libertad individualista de los demás, de la sociedad, así como por la normativa coexistencial y contractualista del Estado.

No obstante, esta oposición neoliberal individuo-sociedad-estado es burocráticamente administrada por el Estado neoliberal para evitar estallidos de conflictividad, por medio de la gestión científica y tecnológica de las conductas para producir una socialidad controlada desde la manipulación mediática de sus necesidades y deseos, esto es, de su subjetividad, a partir del ofrecimiento de modos de auto-realización alienantes, y de, por ejemplo, de terapias de autoayuda, de autocontrol, de autodominio, etcétera para atenuar las angustias y patologías que aquella conflictividad provoca colectiva e individualmente. Nada que envuelva definiciones o identificaciones sustanciales o fuertes, sino superficiales o de tipo ligth, es decir, en las que prevalezca la liviandad. Siendo estos controles flexibles y operantes bajo la seducción, como lo ha destacado Lipovetsky (2000).  Todo ello encubierto bajo la restricción o represión de que la crisis libertaria de la individuación, o incluso del individualismo neoliberal, pueda ser pensada en su desalienación o superada en otro contexto social  redefiniendo la relación individuo-sociedad-estado y replantee radicalmente la satisfacción de sus necesidades y deseos, una libertad-otra, o lo otro, lo diferente: una existencia subjetiva alternativa.

Pero si bien el capitalismo neoliberal y su expansionismo imperialista ha tratado de neutralizar las propias crisis y contradicciones que le son inherentes a nivel de sus repercusiones en la subjetividad de los individuos por vía de sus dispositivos alienantes señalados, ha utilizado además los errores, desaciertos y fracasos de las experiencias históricas de transformación social liberadoras de la nueva relación dialéctica entre individuación colectiva comunalizadora-socialidad autónoma consejista  empoderadora-poder obedencial al pueblo por el estado/partido, como contrarrestantes y bloqueadores de los deseos y necesidades liberadoras en los individuos que resienten la dominación en las sociedades capitalistas y las de su hegemonía imperialista, induciendo el temor a lo otro, la libertad-otra, a lo diferente: sociedades radicalmente alternativas.  Temor asociado no tan solo a las semióticas significantes, a las significaciones y representaciones,  sino primordialmente a las semióticas asignificantes o arepresentacionales.  

La subjetivación podemos definirla, en concordancia con  lo expuesto en los apartes anteriores, como el proceso de sujeción social de  individuación, o configuración  de los individuos como sujetos, mediante la actuación compleja de las semióticas   asignificantes y significantes sobre los cuerpos en el contexto histórico-social en que tenga lugar por mediación de experiencias con agentes, instituciones, máquinas, prácticas, etcétera.  Para efectos de nuestra reflexión, se puede señalar sucintamente con relación a la subjetivación  que ontológicamente se propicia preponderantemente la conformación alienante de los cuerpos individuados para actuar de conformidad con la dominación impuesta por medio de máquinas significantes, en el contexto capitalista neoliberal de una globalización de la experiencia subjetivadora prevalecientemente mediada o mediatizada tecnológicamente.

Guattari (1996) utiliza las categorías de semiótica asignificante y semiótica significante para tratar los componentes semióticos que contribuyen a producir la subjetividad, teniendo en cuenta la obra de Stern (2005), El mundo interpersonal del infante.  En esta obra, la subjetividad pre-verbal se expresa a través de semióticas simbólicas asignificantes en una relación problemática y complicada con la máquina social lingüística o semiótica significante.  Esa subjetividad pre-verbal, pre-cognitiva o pre-individual, que subyace a todos los modos de subjetivación, es encubierta e ignorada por la teoría lingüística y la filosofía analítica.  Antes de la adquisición del lenguaje, los niños y niñas construyen activamente formas de percibir, de expresarse y de experimentarse a sí mismos en el mundo por medio de una semiotización no verbal diversificada y diferenciada. La relación consigo mismo presupone un posicionamiento que es existencial o afectivo antes de ser linguistico o cognitivo, y que es el centro de la subjetividad. Más aún, es a partir de ese núcleo asignificante que podrá haber significación y lenguaje.  Este asunto tiene implicaciones importantes para nuestros planteos políticos ya que sobre esa subjetividad asignificadora que perdura a lo largo de la vida, actúan los llamados por Guattari (ob. cit.), servidores maquínicos capitalistas, entre éstos las TICs, que explotan los afectos, las percepciones,  los ritmos, los movimientos, las duraciones, las intensidades y otras semióticas asignificantes.  Actúan controlando y modulando los efectos de subjetivación y des-subjetivación.

Una estrategia para neutralizar, ordenar y normalizar o disciplinar la acción de las semióticas simbólicas y asignificantes que exceden las significaciones dominantes, consiste en jerarquizar estas últimas por medio de las máquinas semióticas significantes.  Hay que aclarar que la palabra “máquina” la usa Guattari como sinónimo de dispositivo para sugerir que los individuos sujetos a ella son una pieza funcional más de los maquinismos sociales;  sujetos de los cuales se sirven, por ejemplo, como usuarios. Hay máquinas económicas, políticas, estéticas, etcétera, en el contexto de una megamáquina social: el capitalismo.  En este sentido, Guattari refiere el significado que atribuyó Carlos Marx a la naturaleza maquínica del capitalismo al señalar  al capital fijo (la maquinaria) como la forma general del capital más adecuada a su funcionamiento.  De aquí que el capitalismo se pueda conceptualizar como una megamáquina de subjetivación bajo la diferencialidad principal que unos son subjetivados como sujetos de enunciación significante, los capitalistas, mientras los otros son sujetos de enunciado significado por aquellos. Las máquinas tecnológicas significantes, como las  TICs, son tan solo un caso del maquinismo.

Guattari (ob. cit.) al comparar la manera como la lingüística y el psicoanálisis asumen la relación entre las semióticas verbales y las no verbales plantea un problema político.  Ambos campos teórico-disciplinarios están cruzados o informados por un modelo fundado en la oposición entre, por un lado, los deseos, las pulsiones, instintos y espontaneidad y, por el otro, un mundo de orden social, de leyes simbólicas y de prohibiciones que expresan el lenguaje y las semióticas significantes.  Por consiguiente, un modelo semiótico-linguistico significante es en la realidad  un modelo político que  justifica su dominación sociocultural en la ordenación de la supuesta anarquía de las subjetividades asignificantes. La lógica capitalista dominante de la representación y el significado buscan neutralizar y reprimir todas las demás funciones semióticas de asignificación de las subjetividades, des-subjetivando y resubjetivando a los sujetos. Por ello, el interés en instituir o imponer una significación sentidizadora, como la informacional por medio de Internet, por ejemplo,  es una función política, porque una asunción o toma del significado implica una asunción o toma de poder.  Ni la significación, ni la representación, son independientes de la dominación social del capital, por el contrario, a través de ellas se instrumentaliza la sujeción de los cuerpos en las sociedades capitalistas.

               El uso de las semióticas significantes oculta discursivamente los modos de subjetivación  afectiva  que subyace a todas aquellas.  A pesar  de ese ocultamiento en los discursos empleados, es subrepticiamente usada para soportar y hacer eficaces las significaciones semióticas en su  incidencia  o manipulación de las subjetivaciones en los individuos respecto de la realidad con la que interactúan, por ejemplo, su apego o desapego respecto de valoraciones afectivas de los tipos de gobierno, instituciones políticas, prácticas socioeconómicas, etcétera.  La actuación de los signos linguisticos reproduce las representaciones y significados dominantes manipulando soterradamente  las restantes funciones semióticas, al hacer de mediación entre los sujetos y la designación  de la realidad social primordialmente y no únicamente, aprovechando que la accesibilidad interpretativa o comprensiva  de la realidad pasa necesariamente por su significación y su representación.  De esta manera la designación significante deviene en una forma o un modo de construir esa realidad y no tan solo de nombrarla sin implicaciones performativas en el plano político. En consecuencia, la significación, la representación y lo político se vinculan inextricablemente al articular el gobierno de los signos discursivos con el gobierno de los ámbitos públicos o de “ciudadanía”.

Guattari (1996), propone que en el capitalismo la producción de subjetividad, siendo esta su esencia neoliberal actual, se realiza de dos modos que se imbrican, los dispositivos de sujeción social o molar y los de servidumbre maquínica o molecular.  La sujeción social dota segmentándolas a las subjetividades de una identidad, un género, una profesión, una nacionalidad, etcétera, así como al individuarlos según las exigencias de poder les induce una conciencia, representaciones y comportamientos. No obstante, la construcción del sujeto individuado va paralela a otro proceso de subjetivación, el de servidumbre maquínica, que es diferente ya que procede des-subjetivando a la vez, desmantelando su conciencia y sus representaciones al actuar sobre sus planos pre-individual e infrasocial: afectos, sensaciones, deseos, reacciones, actitudes, etcétera, promoviéndolos como  componentes de una máquina, como elementos de input/output, como relés que permiten o no la circulación de la información y el establecimiento o interrupción  de la comunicación.

Aunque estas semióticas son asignificantes porque sus signos no significan, son activadoras o disparadoras de acciones y movimientos, como cuando una señal perceptiva activa o dispara la sensibilidad de una respuesta refleja sin saber su causa. En la servidumbre maquínica el cuerpo hace simbiosis alienante con la máquina, no hace diferencia entre lo humano y no humano, así como entre sujeto y objeto, se conciben ambos  como complementos de funciones y flujos situados al mismo nivel.  Las funciones, los órganos-piezas y las fuerzas de ambos se agencian entre sí, por ello juntos forman un agenciamiento capitalista. Sin embargo, indica Guattari (ob. cit.), este agenciamiento maquínico encierra  factores de auto-organización o feed-back y de auto-referencialidad que pueden expresar un reservorio de posibles, unas posibilidades enunciativas o de creación y re-creación “transmaquínicas”, de producción del acontecimiento, para actuar contra la misma alienación o dominación maquínica capitalista.  El acontecimiento aparece cuando surgen las dudas cuestionadoras o preguntas impugnadoras de la relación dominante.

Si la dominación bien sea del capitalismo neoliberal o del capitalismo de estado (“socialismo”) se afirma en las segmentaciones, separaciones  o sujeciones significantes molares verticales  en que fracciona subjetivamente a los individuos clasificándolos identitariamente, y en las asociadas afectaciones asignificantes moleculares inconscientes culturalmente o reactivas afectivamente, que por un lado, impiden el reconocimiento de unos con otros para vincularse o cohesionarse sólidamente, e inducen el temor a experimentar innovadora o recreadoramente de modo libertario con la construcción de otredades o alteridades societales  contextualizadas histórico-existencialmente diferentes o alternativas  a las capitalistas dominantes, hay que comprender los actuales conflictos  individuo-sociedad-estado de tipo neoliberal y los del “socialista” capitalismo de estado para redefinirlos o traducirlos revolucionariamente en una nueva trans-subjetividad surgida y expresada experiencialmente de modo trascendente con el otro o los otros y con la anticipación de ensayos con la libertad-otra,  en la individuación colectiva comunalizadora-socialidad consejista autónoma empoderadora-poder obedencial al pueblo por el estado-partido que garantice la prevención y contraloría social de potenciales  errores, distorsiones, traiciones y fracasos por su ocurrencia en  experiencias precedentes y actuales.

           Para ello hay que transversalizar semióticamente las segmentadas identificaciones molares o macropolíticas dominantes en los discursos ideológicos y prácticas político organizacionales (yo-otro, libertad interior-otredad libertaria, sentido común-sentido crítico, expertos-empíricos, intelectuales-masa, estado-sociedad, gobierno-pueblo, vanguardia-masas, partido-base, dirigentes-dirigidos, centralismo-democracia, obreros-campesinos, frente femenino-frente masculino, revolución-reforma, etcétera), por revoluciones moleculares o micropolíticas que enlacen como multitud las alteridades libertarias trans-subjetivamente redefiniéndolas en su junción transcompleja  e innovación permanente, configurándose en otros modos relacionales y de sensibilidad autocríticos, a fin de que no se conviertan en nuevos ejes molares reproductores de las dominaciones, sino opciones confiables esperanzadoras y posibles actuales y no virtuales, de múltiples  posibilidades de desarrollo subjetivador sustentador por anticipador y afirmante de la nueva sociedad emancipada.

Referencias

Hardt, M. y Negri, A.  (2002) Imperio. Paidós, Buenos Aires

Guattari, F.  (1996)  Caosmosis. Manantial, Buenos Aires

Lipovetsky, G.  (2000) La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo. Anagrama, Barcelona

Sennett, R.  (2011)  El declive del hombre público. Anagrama, Barcelona

Stern, D.  (2005) El mundo interpersonal del infante. Paidós, Buenos Aires

 

Fuente imagen: http://3.bp.blogspot.com/_8CEjp2bmRNk/SwlUMoj5S4I/AAAAAAAAAAo/ZdcxXdz8-rg/s1600/libertad.jpg

 

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El origen histórico de la neoliberal «Sociedad de la Información»

Por: Jorge Díaz Piña

Se puede indicar que fue en EE.UU. durante la primera administración del presidente Bill Clinton y la vicepresidencia de Al Gore, en 1993, que se dio el impulso definitivo a la constitución de la llamada «infraestructura de información global», que será el precedente oficial de la sociedad de la información, a través de la política nacional denominada «National Information Infrastructure – Agenda for Action», promovida por el gobierno de los EE.UU. y que comprendería «una tarea sin precedentes de redes de comunicación, computadoras, bases de datos y aparatos electrónicos de los consumidores, en los cuales se colocará una vasta información en manos de los usuarios»(United States, 1993). Junto con su impulso nacional, esta temática adquirirá relevancia estratégica en la agenda internacional de los EE.UU., que en función de la construcción de la infraestructura de información global presentará en diferentes escenarios y eventos mundiales documentos con proposiciones para viabilizar dicha infraestructura. Con el propósito de analizar algunos de esos documentos seleccionados, se hará una relatoría de los mismos.

Esos documentos, evidenciaran las orientaciones discursivas fundamentales en que se basará la globalización tecnoinformacional y que se expresaran en las estrategias para la creación de un régimen internacional de información y comunicación al servicio de la configuración del «libre comercio mundial» capitalista neoliberal. En este sentido se destacará en la relatoría documental la legitimación de directrices para las políticas de comunicación e información de carácter internacional, y el papel que se asignará a los gobiernos locales de las naciones en la renovación de la división internacional del trabajo tecnoinformacional capitalista.

La construcción de la sociedad de la información es concomitante con nuevos regímenes para su gobernanza. Regímenes de carácter mundial que van a impulsar la incorporación en el ámbito público internacional de actores privados y no gubernamentales como la organización no gubernamental (ONG) Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), que contrapesaran el papel de los estados nacionales, bajo la argumentación de que esos asuntos ya no son principalmente de los intereses nacionales, sino de interés más general o transnacional.

Respecto de los EE.UU., relataremos los documentos que se refieren a la dimensión global de la infraestructura de la información, además del ya indicado de carácter nacional estadounidense. La «National Information Infrastructure – Agenda for Action» (United States, 1993), propone considerar la información como uno de los recursos económicos más importante para la industria manufacturera y de servicios, así como para la seguridad nacional de los EE.UU. Así mismo, concibe la infraestructura de la información nacional para que los estadounidenses tengan acceso a la información y se comuniquen entre sí en cualquier momento y desde cualquier lugar. Esa infraestructura informativa es pensada como una articulación sin precedentes de redes de comunicación, como ya señalamos con anterioridad.

La infraestructura de información pensada de esa manera potenciaría el crecimiento económico y el aumento de la productividad, lo que redundaría en el reforzamiento del liderazgo tecnológico de los EE.UU., tanto en su propio desarrollo como en el mundial. Ello debido principalmente a la reducción del tiempo de producción de nuevas mercancías. En resumen, contribuiría de manera decisiva a la promoción de la competitividad y, en consecuencia, a la creación de empleos. Del mismo modo, contribuiría también a mejorar la educación y la capacitación laboral a través del recurso de la infraestructura informativa, lo que a su vez, redundaría en el crecimiento de la misma infraestructura informativa. En este sentido, en el documento se afirma que la aplicación de estas orientaciones y objetivos asegurarían que el gobierno estadounidense brinde incentivos y apoyos a la industria, a los trabajadores, a las instituciones escolares y a los ciudadanos al usar esa infraestructura (ob. cit.).

Los objetivos principales de esa estrategia los ordena el documento del modo siguiente: a) estímulo a la inversión privada en la infraestructura; b) la promoción y protección de la competitividad; c) protección al libre acceso a infraestructura, tanto para los consumidores como a los proveedores de servicios; d) la preservación universal de los servicios para evitar la división entre quienes poseen y quienes no poseen acceso a la información; y e) garantía de flexibilidad para que las regulaciones normativas a adoptar sean compatibles con los cambios e innovaciones tecnológicas y mercantiles (ob. cit.)

Si al sector privado le corresponde realizar las principales inversiones y liderar el desarrollo tecnológico de la infraestructura informativa, al sector gubernamental le toca promover y apoyar el despliegue de la misma por medio de programas que complementen y fortalezcan los esfuerzos del sector privado (ob. cit.).

De allí que las tareas gubernamentales para mantener el liderazgo de los EE.UU. a nivel mundial en el terreno de la competitividad y respecto de las tecnologías de información y de las telecomunicaciones, conllevan a: 1º) la formulación de políticas de tributación y regulatorias que a su vez promuevan la participación del sector privado; 2º) fijar precios convenientes para favorecer que los recursos informativos estén al alcance de todos; 3º) actuar como instancia catalizadora en la promoción de innovaciones tecnológicas y de nuevas aplicaciones a través del apoyo a programas de investigación y ayuda al sector privado a fin de desarrollar las tecnologías necesarias a la infraestructura de información; 4º) la promoción de operatividad de la infraestructura para captar e incrementar usuarios garantizando que las operaciones sean interactivas y que las transferencias de información sean fáciles y eficientes; 5º) garantizar la seguridad de las informaciones y la confiabilidad de las redes; 6º) mejorar la gestión del espectro de radiofrecuencia; 7º) la protección de los derechos de propiedad intelectual de los usuarios; y 8º) la coordinación de los distintos niveles del gobierno involucrados entre sí, y respecto de los demás países , para prever y evitar obstáculos que puedan perjudicar a la industria estadounidense (ob. cit.).

Es de aclarar que el punto 2º) de las tareas gubernamentales redefine de manera privatizadora y limitante el concepto de «servicio universal» expresado en el literal d) de los objetivos anteriormente presentados dentro de esta estrategia.

En el plano internacional, la coordinación intragubernamental persigue que los servicios a comercializar le permitan al mismo gobierno central actuar en nombre de las firmas industriales nacionales, asegurándoles de este modo la apertura de mercados para exportar sus bienes tecnológicos y servicios informativos relacionados con las telecomunicaciones para los clientes extranjeros, eliminando barreras e incompatibilidades de patrones o criterios al participar hegemónicamente en comités o comisiones internacionales de patrocinio y desregulando e imponiendo normas de comercio a otros países.

El impulso para propiciar la infraestructura de información de forma global o mundial por parte de los EE.UU., se formuló en los lineamientos expuestos en el documento divulgado en 1995 titulado «Global Information Infrastructure – Agenda for Cooperation», elaborada por la Information Infrastructure Task Force (IIFT, 1994), aunque según Gore (1996), esos lineamientos fueron previamente hechos por él en la Conferencia de 1994 de la UIT en Buenos Aires y luego en la Conferencia del Grupo de los 7 (G7) en Bruselas en 1995. En el documento aludido la infraestructura de la información global es presentada como una red de redes locales, nacionales, regionales y transnacionales, y es considerada como resultante de la confluencia tecnológica y la competitividad que harían posible compartir información, interconexión y constitución de un mercado global de información (IITF, 1994).

Dicha agenda de cooperación tiene por objetivos principales la de nuevos mercados, la eliminación de barreras de incompatibilidad y el examen de las regulaciones internacionales. Después señala los aspectos que interesaban a los EE.UU. trabajar y acordar con las otras naciones. Por esto proponen un conjunto de orientaciones que asumirán como directrices a ser difundidas y adoptadas por los proyectos o políticas de las sociedades de la información de los demás países (ob. cit.).

Esas directrices se basaban en: a) el estímulo a la investigación del sector privado y la desregulación de los mercados; b) la promoción de la competitividad a nivel local, nacional, regional y global; c) acceso a las redes para todos los usuarios y proveedores, incluyendo a los gobiernos y al sector privado para ampliar la oferta de servicios e información; d) flexibilidad regulatoria para atender la naturaleza global de los mercados de telecomunicaciones, tecnologías de información y servicios informativos, y para facilitar las adaptaciones a las innovaciones tecnológicas; y e) garantía de servicio universal para proveer a todos con mayor acceso a los servicios básicos como especializados (ob. cit.). Aquí cabe citar al vicepresidente estadounidense Gore (1996), quien aludiendo a la llamada Ley de Metcalfe, la cual es también invocada para presionar a las naciones para que se conecten a la infraestructura informática global, resaltó «que el poder de una red de computadores aumenta aproximadamente en la proporción directa del cuadrado de la cantidad de personas conectadas a ella».

Puede señalarse que esas cinco orientaciones se inscriben en los «principios» neoliberales de liberalización, privatización, desregulación y competitividad.

Siendo que el aspecto regulatorio es considerado como fundamental para el desarrollo de la infraestructura de información, los EE.UU. elaboraron y divulgaron una guía destinada a los diseñadores de las políticas de los demás países del mundo, justificándola con fundamento en la falta experticia de estos países para orientar el proceso de regulación de la infraestructura global de información- Esta guía fue denominada «Connecting the Globe – A Regulators Guide to building a Global Information Community» (Kennard, 1999).

La guía se inicia reiterando las orientaciones generales enunciadas en la ya referida precedentemente «agenda para la cooperación». En este sentido son enunciadas las orientaciones de privatización, liberalización y competitividad en primer lugar, la de desregulación en segundo lugar, la de acceso universal a los servicios y tecnologías de información y comunicación en tercer lugar, y la de favorecer las oportunidades para las poblaciones desfavorecidas en último lugar. Aquí también se resalta el papel de la participación del capital privado para la construcción de la moderna infraestructura de telecomunicaciones. Asimismo, se le atribuye a los gobiernos nacionales y locales la función primordial de promoción de mercados abiertos a la competitividad y libres de regulaciones innecesarias (IITF, 1999).

Por otro lado, la guía resalta el uso de Internet al destacar ampliamente su potencial para incidir en el crecimiento económico y cultural, promoviendo en los países la implementación de políticas que desarrollen la red sin limitaciones de regulaciones en sus territorios. Focalizando su promoción en el comercio electrónico por Internet y, por este medio, la conformación de un mercado global inédito con base en su presunta neutralidad tecnológica (ob. cit.).

En la guía se describe el modelo de las entidades reguladoras de los EE.UU. como ejemplo a ser adoptado por los demás países. También trata de aspectos específicos de la infraestructura de información y de la cuestiones para su conformación global, tanto en términos comerciales como técnicos o tecnológicos. Se defiende un modelo competitivo de los servicios en telecomunicaciones en función de que los gobiernos nacionales remuevan las barreras legales que protejan a sus proveedores contra la incorporación de nuevos proveedores extranjeros. Obligándolos así, a compartir el mercado nacional cautivo. Por otro lado, se incita la promoción gubernamental local del uso de la Internet y de la infraestructura de información para dinamizar su mercado interno. En lo que respecta al espectro de radiofrecuencia, su coordinación es considerada como un aspecto relevante y álgido por lo que se remite a las recomendaciones de radiocomunicación de la UIT con el propósito de que sean asumidas.

La lectura de esta guía deja entrever el objetivo estadounidense de fijar a priori sus intereses con relación a las directrices para la liberalización y privatización de las telecomunicaciones, la universalización de sus servicios, las normativas para la radiofrecuencia y redes satelitales y, con particular relevancia, la asunción de la red de redes, Internet.

En resumen, lo que se propicia y se espera obtener como resultado es la internacionalización de parámetros que favorezcan el control de las infraestructuras nacionales, reduciendo las regulaciones al mínimo, y cuando sea necesario establecerlas a condición de que éstas se orienten de conformidad con los patrones y criterios propuestos por EE.UU. a nivel internacional.

Las orientaciones contenidas en los referidos documentos de los EE.UU., se convertirán en directrices diseminadas por las entidades internacionales para impulsar y afianzar las propuestas de concreción de las sociedades de la información. Esto permitirá identificar el advenimiento de un régimen mundial de información y comunicación del que participará la UE junto a otras naciones.

La adopción de la sociedad de la información por parte de la Unión Europea (UE) se establece mediante el documento presentado por la Comisión Europea (CE) en diciembre de 1993 denominado «White Paper on Growth, Competitiveness and Employment: the challenges and ways forward into the 21st century». En este documento se defiende la necesidad de desarrollar una infraestructura de información paneuropea como iniciativa para retomar el crecimiento económico en una economía cada vez más transnacional y competitiva con los EE.UU.

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