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La perversión de la investigación y el bilingüismo en Madrid

Por: Julio Rogero 

El uso de las evidencias científicas para hacer política pasa primero por ser extremadamente cuidadosos para determinar qué constituye una evidencia y cuáles, en última instancia, pueden dar paso a políticas concretas.

Que la política pública debe tener en cuenta la investigación académica es un mantra que resuena cada vez con más fuerza en el debate público, incluido el campo educativo. “Hagamos política educativa basada en la evidencia”, proclamamos al unísono. No estoy tan seguro, no obstante, de que todos los que suscriben esta declaración asuman sus implicaciones. La primera de ellas es que hay que ser extremadamente cuidadosos para determinar qué constituye una evidencia y cuáles, en última instancia, pueden dar paso a políticas concretas. En ese sentido, es habitual que las investigaciones ofrezcan resultados contradictorios y que sea necesario un buen número de ellas y mucha discusión hasta lograr un consenso amplio (rara vez unánime) entre la comunidad científica. El debate tiene aún mayor complejidad cuando se trata de conectar los resultados con medidas concretas. De ahí la importancia de ser transparentes y de mantener abierto el debate teórico y metodológico.

Mi argumento es que la Comunidad de Madrid carece, en muchas ocasiones, del rigor y prudencia necesarios en el análisis y presentación pública de datos e investigaciones educativas, de manera que, en lugar de conducir a mejorar la educación, sirven para legitimar sus políticas. Para sostener esta idea pondré algunos ejemplos que provienen, en su mayoría, del documento I Fase de la Evaluación del Programa Bilingüe, realizado por la Consejería de Educación, Juventud y Deporte de la Comunidad de Madrid, y que ha servido como fuente argumental del discurso público de los responsables de la política educativa de la región en los últimos tiempos. Iré contrastando esos ejemplos con premisas básicas en metodología de investigación social:

“Un resultado fiable requiere datos representativos”

El informe de la CAM extrae resultados de las evaluaciones internacionales PISA (alumnos de 15 años) y TIMSS (alumnos de 4º de primaria) que provienen de muestras de centros bilingües y no bilingües que no son representativas, por lo que sus resultados no son fiables. Si los resultados extraídos no son fiables, mucho menos lo son conclusiones como las que aparecen en el informe citado -“no parece que el hecho de enseñar Ciencias en inglés repercuta negativamente en los alumnos”-, que además contradicen estudios de rigor metodológico contrastado. Esta falta de representatividad no ha impedido asegurar a la Consejería en notas de prensa y en su propia web que los resultados de PISA y TIMSS “avalan el bilingüismo”.

“Un indicador debe tener validez, es decir, debe ser capaz de cuantificar adecuadamente aquello que pretende medir”

En el documento citado y, a partir de él, en diferentes pronunciamientos públicos, la Consejería asegura que Madrid está entre las regiones con mayor inclusión académica. Para ello, utiliza el índice de inclusión académica de PISA, que mide en qué medida estudiantes con resultados diferentes en esta prueba comparten centro. El aumento de este indicador entre 2012 y 2015 en Madrid, periodo de expansión del Programa Bilingüe, lleva a la Consejería a concluir “que no hay efecto de “segregación” en el bilingüismo”.

Conviene recordar que, en el ámbito educativo, una de las premisas para la inclusión es que las escuelas y aulas sean heterogéneas, es decir, que acojan la diversidad del alumnado sin exclusión alguna. El indicador elegido por la CAM, primero, no permite conocer el grado de segregación por centro según el origen social o las necesidades educativas (por discapacidad, etc.) del alumnado; y segundo, no detecta si los estudiantes de diferentes orígenes sociales y desempeños académicos están en aulas diferentes dentro de los propios centros. Una de las formas de extender el programa bilingüe en Madrid ha sido crear, dentro de los institutos, grupos diferentes de alumnos en función de su nivel de inglés. Los datos de varios municipios de la corona sur de la región muestran una segregación extrema del alumnado con necesidades educativas especiales según el tipo de enseñanza bilingüe o no bilingüe. Por tanto, la validez del indicador que utiliza la Comunidad de Madrid para captar el grado de inclusión educativa tiene, a mi juicio, una validez muy limitada.

“Una evidencia requiere cierto consenso entre la comunidad científica que solo puede ser fruto del debate”

En su evaluación, la Consejería comenta los resultados de cinco estudios académicos sobre diferentes aspectos del programa bilingüe (solo dos de ellos publicados y, por tanto, validados -provisionalmente- por la comunidad científica). Al menos tres de esos estudios observan efectos negativos del programa y reclaman mejor información para evaluarlo adecuadamente. Sin embargo, las “Conclusiones de todos los estudios” seleccionadas por la Consejería omiten las del más riguroso e incluyen solo resultados positivos, que se dan por válidos sin discusión. Dicho de otro modo, se selecciona la evidencia que interesa para validar una política escogida por motivos no explícitos, que pueden ir desde la confianza irracional (no científica) hasta la defensa de intereses particulares. No olvidemos que, antes de que se evaluara por primera vez, el Programa Bilingüe llevaba ya 11 años en funcionamiento y se había extendido al 45% de los colegios e institutos de la región.

Si se analizan las conclusiones que extrae la Consejería de los estudios citados, se comprueba que las dos primeras no aparecen como tal en ninguna de las investigaciones, sino que son interpretaciones que pueden calificarse de atrevidas: (1) “En la Educación Secundaria se recupera la ligera pérdida de conocimientos durante los primeros años de la Educación Primaria en las materias que se imparten en inglés (Ciencias)”; y (2) “A largo plazo, durante toda la etapa educativa obligatoria (Primaria y Secundaria), el Programa Bilingüe no reduce los conocimientos y las competencias en ninguna asignatura”. La tercera conclusión indica que (3) “el Programa Bilingüe mejora de forma destacada el aprendizaje de la lengua inglesa”; si bien no sabemos si lo hace de forma destacada, parece evidente que sí los mejora, al menos entre los alumnos que se mantienen en el programa, pues no se evalúa el aprendizaje de quienes lo abandonan. Por último, la cuarta conclusión nos lleva a rescatar uno de los eslóganes más repetidos en metodología de investigación:

“Correlación no implica causalidad”

La Consejería asegura que (4) “El Programa Bilingüe también mejora otros aspectos educativos como los hábitos de lectura”. La aseveración resulta sorprendente, pues es difícil aventurar una explicación sobre por qué se produce ese efecto. ¿Se prueba realmente que las diferencias son atribuibles al programa? El estudio del que se extrae esta conclusión (recordemos, sin representatividad contrastada y que no ha sido publicado) cae, a mi juicio, en un error frecuente en ciencias sociales: confundir relación estadística con relación causal. Convendría descartar, por ejemplo, que tales diferencias no se deben a que sean los alumnos con mejores hábitos de lectura quienes tienen más probabilidades de acceder y mantenerse en el Programa Bilingüe. En síntesis y como puede comprobarse, la Comunidad de Madrid no parece haberse guiado por la prudencia y el rigor metodológico para alcanzar estas conclusiones, sino por aquella máxima del periodismo “nunca dejes que la realidad te arruine un buen titular”.

“Cuando se interpreta un dato, hay que analizar sus limitaciones”

Cuando se critica la política educativa madrileña, la respuesta más frecuente desde la Consejería es que el sistema funciona bien porque los resultados en PISA y TIMSS superan el promedio nacional y, en ocasiones, también el de la OCDE. Cuando se recuerda que esos datos son limitados y se reclama otro tipo de información, la única respuesta es que los resultados educativos de Madrid “son buenos”. La Consejería, al soslayar que las fuentes de datos son marcos que condicionan cómo y sobre qué se habla, impone su discurso y su diagnóstico. Ofrece sus respuestas, pero no permite elegir las preguntas. Interpreta una parte de la realidad, pero oculta otra.

Cualquier indicador ofrece, por definición, una imagen deformada de un aspecto de la realidad. Su relato es, en el mejor de los casos, una abstracción de lo que se pretende observar. Esa capacidad de simplificar la complejidad del mundo nos cautiva y, muchas veces, hace que detengamos la reflexión, especialmente cuando los datos encajan con nuestra visión del mundo. El dato descontextualizado, sin transparencia metodológica, como verdad incuestionable o argumento cerrado representa una visión insuficiente del conocimiento. No solo la investigación ha de ser rigurosa, sino también la interpretación de sus resultados, que deben someterse a discusión. Esos resultados deben entenderse como señales e indicios para identificar los problemas y las posibles soluciones, y no como acicate para la autocomplacencia y el autobombo.

En conclusión, la Comunidad de Madrid, con demasiada frecuencia, utiliza las estadísticas como los borrachos usan las farolas: para apoyarse, en lugar de para alumbrarse. A quienes nos interesa y apasiona la educación comprobamos cómo, muchas veces, los datos se convierten en mentiras sutiles, camuflajes interesados de problemas acuciantes, envoltorios que legitiman injusticias, ocurrencias, desamparos y negligencias, en lugar de en información útil para lograr una mejora educativa y una ciudadanía más informada y reflexiva. No me atrevo a afirmar si este abuso de los datos es consciente o si, por el contrario, es fruto del autoengaño, pero ambas posibilidades son enormemente preocupantes. Hagamos política educativa basada en la evidencia, pero antes usemos la investigación educativa de manera responsable.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/05/04/la-perversion-de-la-investigacion-y-del-bilinguismo-en-madrid/

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Construyendo la casa de la educación

Por: Julio Rogero

Colectivos educativos de Getafe han puesto en marcha La Casa de la Educación, un espacio en el que educación y municipio se dan la mano para la construcción de la ciudad educadora.

Acababa mi artículo anterior, dedicado a La escuela en la ciudad educadora diciendo que muchos creemos que ya es hora de que la escuela y el municipio se reconozcan mutuamente y se propongan construir juntos la educación y la vida en común que queremos.

Parece importante que se vayan concretando algunas propuestas para desarrollar lugares y tiempos de encuentro y coordinación entre todas las instituciones, organizaciones y asociaciones de la ciudad relacionadas directa o indirectamente con la educación.

Entre esas propuestas está la de poner en marcha una “casa de la educación” o un “centro de la educación de la ciudad” o un “centro de la comunidad educativa local”, como quiera que se le llame.

Cuando nos proponemos transformar la educación en una ciudad como Getafe (177.000 habitantes, sur de la Comunidad de Madrid), entendemos que es importante tener claras las referencias que nos han de orientar en ese proceso. El referente de la educación en Getafe es la construcción de una ciudad educadora con un proyecto educativo de ciudad elaborado por toda la sociedad, sabiendo que tienen un papel central los directamente implicados en la educación formal y en la educación no formal. La Casa de la Educación puede ser un medio eficaz para este objetivo.

La realidad es que algo parecido ya se está creando y lo queremos llamar así:
El proyecto de la “Casa de la educación”. Ha comenzado a ser un hecho real en la ciudad de Getafe desde que la nueva corporación municipal hace suyo el proyecto y se implica en él, cediendo el espacio de un antiguo colegio, vacío durante largo tiempo, al que vamos dando vida poco a poco desde hace ya año y medio. En estos momentos somos siete asociaciones las que habitamos la Casa de la Educación. Ahora es importante que se vayan incorporando otras asociaciones educativas. Nos encontramos en la fase de puesta en marcha, de información y presentación pública del proyecto a las instancias educativas institucionales y a la red asociativa de la localidad.

Entre los objetivos que nos proponemos hacer realidad con la Casa de la educación está la construcción de un espacio colectivo de toda la comunidad educativa local, donde las organizaciones, colectivos y grupos educativos tengan un espacio donde reunirse y, además, puedan encontrarse con los demás miembros de la trama social educativa de Getafe. Poder así colaborar en los procesos de construcción de Getafe como ciudad educadora; participar en la elaboración, desarrollo y evaluación del proyecto educativo de ciudad, donde la Casa de la Educación sea un componente más; elaborar planes de trabajo conjuntos en los aspectos en que sea posible y tener un espacio donde desarrollarlos; plantear planes coordinados de formación, encuentros y foros de educación; tener un fondo documental y de recursos que podamos utilizar todos: biblioteca, mediateca, documentación…

Los posibles habitantes de la Casa de la Educación serían todos los actores de la educación formal ligados a la institución escolar y otras instituciones educativas: asociaciones de familias, de alumnado, de profesorado, representantes municipales en los consejos escolares, equipo técnico municipal de educación… Los protagonistas de la educación no formal: animadores socioculturales, educadores de infancia y adolescencia en el tiempo libre y de ocio, trabajadores sociales, educadores de calle… Organizaciones, redes educativas y plataformas de la escuela pública. Voluntariado educativo y asociaciones interesadas en la educación directa o indirectamente: asociaciones vecinales, de salud, de mayores, de jóvenes…

El contenido de la Casa de la Educación tiene una doble dimensión. Por una parte, están las programaciones y actuaciones de cada una de las asociaciones que forman parte de ella. Por otra, están las actividades comunes planificadas por varias o todas las asociaciones que la habitan. Estas pueden ir desde la organización interna del centro a actividades de todo tipo: planes de formación conjuntos, foros de conversación y debate sobre temas educativos, talleres, jornadas pedagógicas…

Esta es una propuesta que requiere la aportación de todos los implicados, y, sobre todo, precisa que se crea que es un proyecto viable. En nuestro país es una experiencia un tanto inédita. Sabemos que es necesario creer en la comunidad educativa local. Por ello, además de hacerla una realidad en los centros educativos, se ha de proponer ir más allá de los muros de la escuela para que esta se inserte en su comunidad y para que su comunidad penetre en ella. Así, en el ámbito de una ciudad educadora, se precisa poner los medios para la coordinación real de los actores de la educación en el municipio.

Los que estamos en la Casa de la Educación tenemos claro que hemos de auto-organizarnos para ir dando respuesta a las necesidades organizativas. Hasta este momento hay reuniones periódicas (mensuales y cuando se precisan por alguna cuestión urgente) de una comisión coordinadora con un representante de cada una de las asociaciones y la presencia esporádica de la Concejalía de Educación. En ellas se van distribuyendo las tareas y funciones que se necesitan para que el local esté en condiciones de ser utilizado por todos.

Además del local, se añaden los recursos que tiene cada colectivo en cuanto a mobiliario y otros recursos que se ponen al servicio de todos: biblioteca, medios audiovisuales… El Ayuntamiento está haciendo una importante inversión en la adecuación del edificio para hacerlo más acogedor y que responda mejor a sus nuevos usos.

En Getafe ya habitamos la Casa de la Educación. Ahora nos falta lo más importante: ir desarrollándola como Proyecto Compartido por todos y todas. Ello requiere la toma de conciencia de que hay vida más allá de nuestras particulares asociaciones, de que nos necesitamos y de que tenemos la misma problemática desde distintas especificidades de cada una de ellas, ya que no es fácil construir y encontrar lo común desde los intereses particulares de cada uno.

Es necesario también que nos demos tiempo, pues este es un proyecto a medio y largo plazo, y los cortoplacismos son enemigos de construir realidades sólidas. Se requiere que vayamos desarrollándolo poco a poco y avanzando todos juntos en este proyecto que nos ilusiona y nos abre importantes oportunidades de avanzar en la coordinación para la mejora de la educación en el objetivo común: la construcción colectiva de la ciudad educadora que quiere ser Getafe.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/02/17/construyendo-la-casa-de-la-educacion/

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El reto de construir una ciudad educadora

Por: Julio Rogero

Es fundamental recuperar la participación ciudadana, colectiva, en los municipios, así como tener presente las potencialidades educativas del territorio.

Aunque sé que estos procesos ocurren en muchas localidades del país, hoy quiero hablarles de mi ciudad, Getafe, para trascenderla y reflexionar sobre la relación crucial entre las instituciones locales y educativas. Hace poco tiempo tuvimos un debate en el resucitado Consejo Escolar Municipal de Getafe en torno al reto de construir un proyecto educativo de ciudad. Lo convoca la Concejalía de Educación y está formado por miembros de los centros educativos, las asociaciones de familias, de renovación pedagógica, los sindicatos y partidos políticos. Es un órgano consultivo de la administración educativa local.

En ese encuentro se trataron tres problemáticas de gran interés en la perspectiva de construir colectivamente un proyecto educativo de ciudad. La primera partió de una realidad constatada con frecuencia: el alejamiento en los últimos años de la institución municipal de la participación asociativa y colectiva en los asuntos locales. Su prioridad fue la atención a lo individual y el desprecio a lo colectivo. Lo sufrimos en las asociaciones de todo tipo, también en las educativas. Por ello se manifestó la necesidad de promover ahora, desde las políticas locales, prácticas ciudadanas proactivas y de compromiso individual y colectivo con su entorno.

Se apunta la importancia de que la acción política municipal camine en una doble dirección. Por una parte, fomentar su labor de servicio y lucha contra las realidades sociales injustas y problemáticas (paro, pobreza, marginación, fracaso escolar, discriminación…) y a favor de la implicación en esas problemáticas de las tramas asociativas de los ciudadanos; por otra, promover el apoyo a estas asociaciones respetando sus dinámicas horizontales, más allá de la rentabilidad política de los gestores municipales. Es el momento de crear marcos de confianza mutua en los que se restablezca un diálogo abierto y sincero entre las redes de proximidad (familiares, barriales, escolares…) y la administración local.

La siguiente cuestión en aquel foro se centró en las condiciones necesarias para una toma de conciencia colectiva de las potencialidades educativas del territorio y, en particular, de la ciudad. Es claro que no partimos de cero y que se ha de aprovechar lo positivo que ya se tiene, pero se precisa la voluntad política explícita de que la educación esté en los primeros lugares de interés en las políticas municipales. Esto implica una nueva mirada a la realidad educativa haciéndose necesario primero, una nueva visión de los tiempos y espacios educativos más allá del espacio y del tiempo escolar y, después, una nueva perspectiva de los contenidos curriculares ligados a los contextos vitales y experienciales en la ciudad.

Los tiempos, espacios y contextos de proximidad también deberían ser incorporados y tenidos en cuenta en los Proyectos Educativos de los centros escolares a través de diversas actuaciones del tipo de aprendizaje-servicio, de participación en las distintas redes sociales y actos culturales del barrio y la ciudad, entre otra muchas. En las políticas educativas de proximidad la educación ha de ser un eje transversal a las actuaciones del ayuntamiento, en el sentido de que cualquier acción cultural, ecológica, económica, urbanística, tecnológica, etc., tiene que considerar la dimensión educadora y las necesidades de formación ciudadana que conllevan. El propio proyecto de ciudad ha de concebirse también teniendo en cuenta esta perspectiva ineludible para la calidad de la vida de los ciudadanos. Por ello la coordinación de las diferentes áreas de gestión municipal tienen que tener en cuenta siempre la incidencia educativa de sus actuaciones.

El último tema giró en torno a las posibilidades que ofrece un Proyecto Educativo de Ciudad para mejorar la educación en el municipio. Es necesario que este se integre en un proyecto global de ciudad habitable y sostenible. La propuesta está en ciernes y se manifestó por parte del ayuntamiento la voluntad política de poner los medios para sacar adelante el Proyecto Educativo de Ciudad a medio plazo, sabiendo que son muchas las cuestiones que dialogar y decidir. Quienes participaron en el debate explicitaron que este proyecto ha de ser un elemento dinamizador de lo común a todos los actores en el espacio y tiempo de aprendizaje de la comunidad local; ha de establecer los acuerdos de actuación común, tanto de las instituciones como de las organizaciones y asociaciones de los diferentes agentes respetando la autonomía e interdependencia de cada uno; ha de dar coherencia a las iniciativas y realidades educativas que ya están en vigor; deberá poner en marcha las actuaciones de coordinación necesarias entre las diferentes áreas de coordinación municipales implicadas y los demás actores educativos de la ciudad, y ha de significar la puesta en práctica de la perspectiva educadora de todo el quehacer municipal.

El Proyecto Educativo de Ciudad deberá servir para dinamizar la participación tanto en su proceso de elaboración como en su desarrollo, para que el protagonismo de la vida local se sitúe en la ciudadanía y lo institucional no ahogue el dinamismo y la autonomía de las propias organizaciones. Así pues, si el propósito de realizar un Proyecto Educativo de Ciudad se hace firme habremos de abrir un diálogo sincero en torno al proceso a seguir.

Tras la reflexión en el Consejo Escolar Municipal me surgen múltiples interrogantes: ¿Qué educación queremos para nuestra comunidad local? ¿Cómo sumar los centros, con sus proyectos educativos específicos, al proceso de elaboración y ejecución a este proyecto global de ciudad educadora? ¿Cuáles han de ser los componentes de este proyecto? ¿Conseguiremos que los intereses colectivos primen sobre los privados y los políticos, urgidos con frecuencia por la exigencia de resultados a corto plazo? ¿Cómo generar conciencia en toda la red asociativa de la dimensión educadora de cada una de ellas? ¿Cómo incorporar a este diálogo a las asociaciones culturales, de vecinos, de jubilados, de infancia y juventud, ecologistas, deportivas, de salud, de economía social, empresariales, de defensa de los derechos humanos, feministas, de solidaridad, de cooperación y recreativas? ¿Es posible encajar lo que ya existe disperso en un proyecto coordinador de esas realidades con otras nuevas? ¿Seremos capaces de hacer un Consejo de la Educación Municipal que sea realmente participativo y democrático? ¿Sabremos dar coherencia en el interior del proyecto a iniciativas como la Casa de la Educación? ¿Daremos respuesta a problemáticas que tenemos hoy, entre otras, a la jornada escolar, la escolarización, la defensa y provisión de recursos en centros con mucho alumnado con dificultades? ¿Cómo haremos para introducir la perspectiva educadora en planes urbanísticos, por ejemplo, y contar con los niños y colegios para planificar la ciudad y poner a su servicio parques, espacios de ocio, etc?

Parece clara la intención de impulsar todo este sueño desde abajo, desde las asociaciones de la educación no formal, desde los centros educativos, desde la trama asociativa de la comunidad local en coordinación con una corporación municipal comprometida con la transformación de nuestra ciudad para mejorar la vida y la educación de la ciudadanía.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/01/20/el-reto-de-construir-un-la-ciudad-educadora/

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¿Será la innovación educativa emergente acicate para la escuela pública?

Por Julio Rogero

Son muchos los frenos que tiene la pública para lanzarse a una renovación que la transforme por completo

En los últimos tiempos, ha habido una mayor difusión de las llamadas “prácticas educativas innovadoras”, que algunos proclaman nuevas. En muchos casos, estas prácticas atienden y se adaptan a los aspectos más demandados en la sociedad actual: eficiencia, competencias para el mercado, modernización de métodos y tecnologías para mejorar los resultados. Es oportuno analizar si esas iniciativas responden a la voluntad de mejorar la educación desde una perspectiva integral y emancipador, al diseño de un nuevo tipo de trabajador/a que responda a las demandas de las empresas o a una estrategia más estética que sustantiva del sector privado para vender mejor sus servicios.

Es sintomático que sea en los centros privados donde se está dando con mayor fuerza este movimiento innovador de avanzadilla. Parece que son diversos los elementos que lo motivan. Por un lado, está la decisión de las políticas educativas de la actual administración de seguir privatizando la educación y, a su vez, de seguir recortando en la escuela pública. Por otro lado, está la voluntad de los dueños de los centros de enseñanza privados (concertados o no) de que sus docentes se formen e innoven para adaptarse a las demandas de los departamentos de recursos humanos de las empresas, que cada vez más requieren habilidades como el trabajo en equipo, la iniciativa, la creatividad, el trabajo por proyectos, el emprendimiento, la adaptación, etc. Tal demanda innovadora proviene también de su clientela, las clases medias y altas, para preservar así el capital económico y cultural que les garantice permanecer en su estatus social en el hoy difícil acceso al mercado laboral.

En el ámbito de la escuela pública, la renovación pedagógica se hace cada vez más difícil para quienes quieren hacer transformaciones en la dirección de un modelo educativo más integral, crítico y comprometido con el mundo en que vivimos, por diversas razones. Entre ellas está la reducción sistemática de los recursos económicos, que conlleva la disminución del profesorado, el aumento de ratios y la intolerable persistencia de la inestabilidad de los equipos docentes, con numerosísimas interinidades que se eternizan año tras año. Este hecho, junto a la falta de autonomía en los centros educativos públicos, hace muy difícil cualquier proyecto de centro renovador y estable.

Otro freno a la innovación es la pertinaz insistencia en asentar un modelo educativo puramente academicista, transmisivo y selectivo, cargado de burocracia y de currículos inabarcables y farragosos, como hace la actual ley de educación. Además, está la imposición de pruebas estandarizadas y seleccionadoras que dificultan enormemente otras formas de educar que no sean las que impone el adiestramiento para su superación. Finalmente, la rutina, la dictadura del libro de texto, el aislamiento que conlleva la falta de tiempo para coordinarse, planificar y compartir experiencias entre los docentes, el miedo al cambio y la falta de una sólida formación también forman parte de los obstáculos que hacen difícil la extensión de proyectos y prácticas innovadoras.

En cualquier caso, hoy se están dando respuestas innovadoras y transformadoras en determinadas escuelas públicas en la dirección de construir comunidades educativas donde se vive y convive positivamente, se comparte, se coopera, se aprende y desarrolla la integralidad del ser humano. ¿Seremos capaces de darlas a conocer y de potenciarlas o las seguiremos ignorando e invisibilizando? En todo caso, se hace necesario un debate sobre qué es innovar hoy en el seno de la escuela pública y sobre las políticas educativas que se requieren para que sea posible esa renovación pedagógica que muchos defendemos.

Querer renovar hoy la educación solo puede tener un sentido y un significado: la transformación profunda de la escuela, para que sea un espacio y un tiempo ligado a propuestas y formas de educar y de vivir radicalmente diferentes a las que nos impone un sistema corrompido en sus entrañas. Se trata de la emancipación humana, de la autorrealización individual y colectiva, del desarrollo pleno de las personas en una sociedad del compartir, de construcción de la equidad y la justicia social, de la libertad en un nosotros y en un “procomún” fraternal y alternativo a los principios del libre mercado neoliberal y de consumo que nos consume y cosifica.

Este propósito, sin embargo, plantea algunas preguntas para las que hoy no tengo respuesta: ¿Serán las innovaciones emergentes un revulsivo para poner en jaque el modelo educativo conservador, clasista, instruccionista y selectivo?, ¿o serán una nueva respuesta a las demandas del sistema productivo para consolidar una sociedad injusta y desigual?, ¿serán realmente un acicate para que la escuela pública reaccione y amplíe la renovación pedagógica a todos sus centros y aulas?, ¿qué márgenes quedan hoy, con los condicionantes impuestos y sobrevenidos de las actuales políticas educativas, para la renovación pedagógica en el espacio de la educación pública?

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2016/10/27/sera-la-innovacion-educativa-emergente-acicate-la-escuela-publica/

Imagen: https://ideasyanalisis.files.wordpress.com/2014/02/0010431102.jpg?w=558

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La escuela en la ciudad educadora hoy

Por: Julio Rogero

Muchos creemos que ya es hora de que la escuela y el municipio se reconozcan mutuamente y se propongan construir juntos la educación y la vida en común que queremos.

Los municipios tienen muy pocas competencias asignadas por las administraciones autonómica y estatal en las cuestiones que afectan al sistema educativo y a las escuelas ubicadas en su territorio. En Infantil y Primaria se limitan al cuidado físico de los centros escolares: limpieza, mantenimiento y conserjes. En Secundaria ni eso. Sin embargo, son muchos los temas educativos directamente relacionados con las políticas locales de proximidad: actividades de ocio, cultura, deportes fuera del tiempo escolar; los espacios urbanos de encuentro y relación ciudadana; la relación escuela-entorno; la proyección de los aprendizajes escolares en actuaciones de servicio a la comunidad; los espacios comunes de aprendizaje y convivencia; el acceso y relación con las instituciones y servicios de la ciudad…

Muchos municipios actúan en esos aspectos más allá de lo que la normativa regula. Tienen conciencia de las potencialidades negadas a la acción municipal por el distanciamiento entre las administraciones y el cierre de la relación escuela-entorno-ciudad por un sistema educativo excesivamente academicista y burocratizado.

Las actuales políticas educativas municipales abren nuevas posibilidades de hacer la educación de otra manera. Se vuelve a hablar de Ciudad Educadora, de Proyecto Educativo de Ciudad, Infancia y ciudad, escuela y servicio a la comunidad, educación a tiempo completo. En el año 1990 se celebró en Barcelona el Primer Congreso de Ciudades Educadoras. En él se redactó “La Carta de las Ciudades Educadoras”, recogiendo el consenso de los participantes que representaban a diferentes ciudades, sobre las perspectivas que se abrían para las políticas educativas municipales. Las ciudades que la firmaron asumieron el compromiso público de comenzar a dar pasos de transformación de sus comunidades. Sin embargo, más tarde se demostraría que la mayoría fueron incapaces de avanzar lo más mínimo en esa dirección. Otros intereses diferentes y la posición de la educación en los últimos lugares del orden de prioridades en la política municipal relegaron lo firmado al olvido. La posibilidad de hacerlo realidad requería dos aspectos elementales que no se dieron en casi ningún lugar: la superación de los reinos de taifas en la gestión de las áreas de trabajo y entre las diferentes concejalías; y en segundo lugar, la consolidación de la participación ciudadana, muy baja en esos momentos, porque sus asociaciones vivían encerradas en sus problemáticas específicas.

Hoy, en muchos municipios, parece que se abre una nueva posibilidad de cambio en esa doble dirección: por una parte, el reconocimiento de que la educación debe tener una transversalidad reconocida en todas las áreas municipales, y que estas requieren de coordinación para dar coherencia y eficacia a las políticas. Y por otra parte, la valoración real de que, más allá de los componentes escolares -pero teniéndolos en cuenta- es la comunidad local en su diversidad la que desde su horizontalidad, su identidad y su sentido de pertenencia, puede promover acciones colectivas para ir haciendo suyas las posibilidades de cooperación y participación en la construcción de una ciudad educadora.

Intuyo que es necesaria una nueva visión de la política local. Pasaron los tiempos del protagonismo absoluto de la administración. Hoy nos encontramos con nuevos actores que piden un protagonismo mayor en la vida de las ciudades: asociaciones, colectivos y plataformas reivindicativas en el campo de la vivienda, la salud, la educación… que requieren espacios de dinamización de lo común para consolidar la acción colectiva en la respuesta a los problemas colectivos; la reformulación de los tiempos y espacios educativos para aproximarnos a una educación a tiempo completo de calidad; el compromiso educativo de la escuela con la ciudad y de la ciudad con la escuela a través del proyecto educativo de ciudad…

Se hace necesaria una visión diferente del papel de la escuela, que reconozca que no tiene ya el monopolio de la enseñanza y del espacio de aprendizaje. Quizás pasen a un primer plano funciones que en un modelo escolar academicista y transmisivo quedaron ocultas u olvidadas: el cuidado y la custodia de la infancia, el aprendizaje de la convivencia positiva en la diversidad y de la relación positiva con la naturaleza, la apertura al medio, el conocimiento de sí mismos, el encuentro intergeneracional… Sin embargo, muchos reconocen que la escuela tiene un papel relevante en la construcción de la convivencia positiva en la comunidad local.

¿Cómo se inserta la escuela en esta nueva realidad? ¿Cómo conseguir que los escolares conozcan el espacio público como el lugar donde se defienden y desarrollan los intereses colectivos? ¿Cómo hacer realidad la educación de una ciudadanía comprometida con la construcción de una ciudad habitable? ¿Cuál es el lugar de la ciudad en la educación de la infancia y la adolescencia?, ¿Cómo incorpora la escuela la vida de la ciudad con su complejidad, su integralidad y sus problemas en el currículo escolar? ¿Cómo hacemos del aprendizaje en la ciudad un elemento básico para el compromiso y el servicio a los demás? ¿Cómo se asume que el aprendizaje se extienden a lo largo y ancho del vivir y convivir en todos los espacios y tiempos que nos ofrece la ciudad?

Muchos creemos que ya es hora de que la escuela y el municipio se reconozcan mutuamente y se propongan construir juntos la educación y la vida en común que queremos.

 Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2016/12/16/la-escuela-en-la-ciudad-educadora-hoy/

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