En defensa de la libertad educativa

Por: Jesús Rogero

El sistema educativo debe promover la libertad educativa estableciendo un contexto educativo adecuado y con recursos suficientes para todo el alumnado, eliminando las barreras económicas y sociales en el acceso a los centros, y garantizando la libertad de pensamiento.

En las últimas semanas, determinados sectores de la sociedad española han redoblado sus esfuerzos para reivindicar lo que denominan “libertad educativa”. Para ellos, la libertad educativa equivale a que los padres puedan elegir (o ser elegidos por) colegios e institutos de titularidad privada sufragados con dinero público (centros concertados), proceso al que llaman “libertad de elección de centro”. Aseguran que así se garantiza el derecho a que los padres elijan la formación religiosa y moral acorde con sus convicciones (Constitución Española, 27.3), a pesar de que la evidencia jurídica contradice su argumento (Tribunal Constitucional, sentencia 86/1985). Sostienen que la educación pública adoctrina a sus hijos en valores contrarios a los suyos. Su propuesta para evitarlo es ceder directamente la gestión de los centros a quienes defienden, en la mayoría de los casos y con escaso disimulo, intereses particulares (económicos, políticos y/o religiosos). Dicho de otro modo, quieren tener las manos libres para adoctrinar a sus hijos en valores que no respetan la diversidad ideológica, religiosa o sexual, y en un contexto que excluye a parte del alumnado. Y lo grave es que lo hacen y quieren seguir haciéndolo con dinero público.

En su férrea defensa, los supuestos adalides de la libertad educativa omiten, en primer lugar, que los titulares del derecho fundamental a la educación -que incluye la libertad educativa- son los niños y las niñas, y no sus padres. En segundo lugar, no mencionan que hay enormes obstáculos para que la libertad educativa se desarrolle de forma efectiva: no dicen que lo que realmente compromete esa libertad es que un niño asista a un centro con más del 80% de población vulnerable, porque ese contexto impide un aprendizaje adecuado para todos; que una niña de 3 años esté en una clase con otros 24 alumnos sin más apoyos que la tutora, porque esa situación limitará su aprendizaje en un momento clave de su desarrollo; que un niño sea invitado a marcharse de su colegio bilingüe por no seguir el ritmo, porque un centro debe atender a toda la diversidad y no lo hace; que una niña, por tener síndrome de Down, se vea obligada a irse a un centro de educación especial por carecer de los apoyos necesarios, porque se conculca su derecho a la inclusión; que un niño se eduque solo con varones, porque se le priva de entender y relacionarse de forma adecuada con otros géneros, o que a una niña se le obligue a realizar actividades religiosas en horario escolar, porque se compromete su libertad de conciencia. En estos y otros muchos casos se restringe gravemente la libertad educativa de la persona para acceder a una vida plena, respetuosa y con igualdad de derechos y oportunidades.

De esta forma, las propuestas de quienes hoy se proclaman sus defensores nada tienen que ver con la libertad educativa en términos sustantivos. La verdadera libertad educativa reside en que el origen y el contexto social de la niña y el niño no restrinjan sus opciones vitales. En un Estado democrático, el encargado de poner las bases materiales y sociales para garantizar ese principio es el sistema educativo, cuya finalidad es que todas las personas puedan elegir qué quieren ser en todos los ámbitos de su vida: en su trabajo remunerado, sus relaciones sentimentales, su identidad religiosa o sus ideas políticas. Para garantizar la libertad educativa, el sistema educativo debe asegurarse de que en su seno se respete la libertad de conciencia del alumnado, siempre bajo los principios democráticos de convivencia y los derechos y libertades fundamentales (CE, 27). Esta idea es incompatible con la imposición de formas de ser y de pensar por parte de grupos con intereses particulares de carácter económico, político o religioso.

En definitiva, el sistema educativo no puede soslayar su obligación y debe promover la libertad educativa estableciendo un contexto educativo adecuado y con recursos suficientes para todo el alumnado, eliminando las barreras económicas y sociales en el acceso a los centros, y garantizando la libertad de pensamiento. Ello solo es posible desde la ampliación y mejora de la escuela de titularidad pública, y a la ciudadanía corresponde defender y perfeccionar ambas, la libertad y la escuela pública, porque son lo mismo.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/11/26/en-defensa-de-la-libertad-educativa/

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El nuevo discurso reaccionario frente a la educación inclusiva

Por: Jesús Rogero

El discurso inclusivo ha ido ganando espacio en los últimos años. Tras las iniciativas legislativas en la Comunidad de Madrid y del propio Ministerio, el movimiento de la educación especial se ha levantado para intentar frenar estos avances.

Hasta hace pocos meses existía en España un amplio consenso sobre la necesidad de avanzar hacia un sistema educativo más inclusivo, fundamentado en el derecho a una educación en igualdad de condiciones y en la promoción de la autonomía de las personas. Prueba de ello fue la ausencia de oposición a que España ratificara en 2008 la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. Este compromiso implicaba aplicar medidas para adaptar, progresivamente, los centros ordinarios para acoger, cuidar y educar de forma adecuada a la totalidad del alumnado, independientemente de sus capacidades, su origen social u otras características. Aunque en las últimas dos décadas apenas se han producido avances, sí parecía que la educación inclusiva era un objetivo compartido por el conjunto de la sociedad española.

Sin embargo, en 2018 emerge un nuevo movimiento social que demuestra que el consenso en torno a la inclusión educativa era un espejismo. El origen de este movimiento se sitúa el 27 de junio de ese año, en una reunión de directores y directivos de los centros de Educación Especial pertenecientes a Escuelas Católicas de Madrid, tras la cual emiten una nota de prensa en la que afirman que “dos proposiciones de ley en la Asamblea de Madrid proponen que la totalidad del alumnado con necesidades educativas específicas severas sea escolarizado únicamente en centros ordinarios”, y anuncian una recogida de firmas de directores, profesorado y familias para que se respete “el derecho de elección de las familias y la existencia de los colegios específicos de Educación Especial”. Las leyes referidas son la Proposición de ley 17/2017 RGEP, 10978 de medidas prioritarias para la promoción de la escolarización inclusiva, impulsada por una Iniciativa Legislativa de 43 ayuntamientos madrileños (que representaban al 85% de la población de la región), y la Ley para la Equidad y Educación Inclusiva, propuesta por Podemos -ambas realizadas de forma absolutamente independiente-. Ese mismo día se crea la “Plataforma Educación Inclusiva Sí, Especial TAMBIÉN”, a la que se adhieren de forma inmediata FSIE de Madrid y FEUSO-Madrid, dos sindicatos con gran presencia en la educación concertada. Apenas una semana más tarde, el 7 de julio, el consejero de Educación de la Comunidad de Madrid se reúne con representantes de la plataforma y les transmite su respaldo (nótese que el consejero nunca se reunió con los representantes de los ayuntamientos que presentaron la Proposición de ley 17/2017 RGEP). A partir de ese momento la plataforma inicia una intensa campaña en medios de comunicación y redes sociales.

Este movimiento extiende su acción al resto del Estado tras la aprobación, en febrero de 2019, del proyecto de Ley Orgánica para la reforma de la Ley Orgánica de Educación (LOMLOE), que establecía la obligación del Gobierno de desarrollar un plan para que, en el plazo de 10 años, “los centros ordinarios cuenten con los recursos necesarios para poder atender en las mejores condiciones al alumnado con discapacidad”, manteniendo los centros de Educación Especial para el alumnado “que requiera una atención muy especializada”. Al mismo tiempo, la situación abre un conflicto interno en organizaciones muy relevantes del sector de la discapacidad entre quienes apuestan por una mayor inclusión y quienes defienden el statu quo.

Como todo movimiento social, el objetivo de “Educación Inclusiva Sí, Especial TAMBIÉN” es incidir en la esfera política. Para ello, la plataforma, a través de sus miembros y simpatizantes, construye y extiende de forma eficaz unas ideas que pretenden convertirse en el discurso hegemónico en el ámbito de la educación de la infancia con discapacidad. Estas ideas se elaboran a través de su web y en artículos de prensa publicados en medios de gran difusión como El PaísEl ConfidencialABC o La Razón. En general, los autores de estos textos son padres y madres de niños/as con discapacidad con alguna vinculación con el campo de la comunicación o del derecho, lo que les ofrece un altavoz inmediato a sus propuestas. Miembros de la plataforma han participado en cadenas de radio como COPE o Cadena Ser, y de televisión como Telecinco y Antena 3. En redes, la mayor difusión la realizan familiares, docentes y cuentas institucionales de centros concertados de Educación Especial. Antes de las elecciones generales del 28 de abril de 2019, el Partido Popular y Ciudadanos ya se habían alineado programáticamente con los planteamientos de esta plataforma. La pregunta es: ¿Cuál es su discurso de fondo?, es decir, ¿qué proponen realmente?

Este movimiento utiliza, principalmente, dos estrategias de comunicación: en primer lugar, se difunde un relato por el que los padres y madres de centros de Educación Especial son agraviados e insultados por quienes defienden la inclusión. Supuestamente, estos les acusan de aislar y segregar a sus hijos, de ser conformistas, ignorantes, miedosos, etc. Sin embargo, no he sido capaz de encontrar ni un solo artículo ni mensaje en las redes que falte el respeto o que juzgue de esta forma a las familias. En segundo lugar, los miembros de la plataforma desinforman sobre el contenido de las leyes y crean una alarma interesada a partir de falsedades, como cuando afirman que la Proposición de ley 17/2017 obligará al traslado de todo el alumnado con discapacidad a centros ordinarios o que lo primero que hará la LOMLOE, antes de dotar a estos centros de recursos, será cerrar todos los centros de Educación Especial. En cuanto a sus ideas, pueden sintetizarse en las siguientes:

  1. Defender los centros de Educación Especial es proteger los derechos de la infancia vulnerable (y, por tanto, no defender estos centros es ir contra esos derechos). Sin embargo, como señala la Observación general núm. 4 del Comité de los Derechos de las Personas con Discapacidad de Naciones Unidas, lo que sí es un derecho fundamental, y por tanto requiere protección, es la educación inclusiva en centros ordinarios con los apoyos y ajustes necesarios. Al contrario de lo que plantea la plataforma, no hay mejor manera de defender los derechos de los niños/as que promoviendo una educación inclusiva real y efectiva.
  2. Los niños/as con discapacidad no son iguales al resto. Según “Educación Inclusiva sí, Especial también”, sus iguales son quienes tienen discapacidad, no el resto de niños/as. Siguiendo esta lógica, la segregación por motivo de discapacidad en centros diferentes es natural, y la discriminación se produce cuando estos niños acuden a centros ordinarios, porque se les separa de sus iguales. Esta visión entronca directamente con una concepción del niño/a con discapacidad como esencialmente distinto y, por tanto, susceptible de ser segregado.
  3. La presencia de algunos/as niños/as en centros ordinarios no es posible ni deseable. Estos centros son presentados como espacios de exclusión, violencia, malestar y escasez de recursos, mientras que los centros de Educación Especial se muestran como el único lugar en el que estos niños pueden aprender y ser cuidados, y donde los recursos son siempre suficientes. No hay duda de que la inclusión educativa tiene un grandísimo margen de mejora en la educación ordinaria y que la Educación Especial realiza una labor imprescindible en la situación actual, pero presentar así la realidad es, sencillamente, falsear lo que ocurre en ambos tipos de centro.
  4. La inclusión educativa no implica educarse junto a los demás. La plataforma trata de resignificar la idea de inclusión y de deslegitimar el concepto de la ONU, que entiende que la presencia de estos niños/as en la escuela ordinaria es uno de los requisitos para una inclusión educativa completa. En esta línea, los miembros de la plataforma intentaron desprestigiar el duro informe que la ONU emitió en mayo de 2018 sobre la situación de la educación inclusiva en España.
  5. La inclusión educativa es una teoría utópica carente de realismo y sensibilidad. Hay una intención expresa de presentar a quienes defienden la inclusión como personas o instituciones fuera de la realidad, que no conocen la vida cotidiana de los centros ni de los niños/as con discapacidad. Nada más lejos de la realidad. La gran mayoría son familiares y docentes de niños/as con necesidades educativas especiales, plenamente conscientes de su situación y de las barreras para la inclusión existentes tanto en los centros ordinarios como de Educación Especial; y que saben también que hay sistemas educativos y colegios que demuestran que es posible lograr una inclusión muchísimo mayor.
  6. La inclusión atenta contra el derecho a la libertad de elección de los padres y madres. No obstante, el ordenamiento jurídico español y la ONU dejan clara la jerarquía de derechos: “Las responsabilidades de los padres a este respecto están supeditadas a los derechos del niño”. No hay duda de que el derecho a la educación inclusiva debe prevalecer sobre el supuesto derecho a la libertad de elección.

En síntesis, se trata de un movimiento de raíz corporativista, que difunde una visión deformada de las propuestas legislativas y de la realidad educativa, que utiliza el miedo para diseminar su mensaje, que legitima y naturaliza la segregación por motivo de discapacidad y que reduce el debate a “Educación Especial sí o no”, cuando la cuestión crucial es cuántos recursos se necesitan y cómo debemos distribuirlos para garantizar el derecho a la educación de todo el alumnado.

Sin embargo, quizá lo más significativo de este movimiento sea su acérrima defensa de una situación actual que vulnera sistemáticamente el derecho a una educación inclusiva y de calidad para buena parte del alumnado -con y sin discapacidad-. En su planteamiento no hay rastro de alternativa a las urgentes necesidades educativas de nuestros/as niños/as. Su propuesta es el inmovilismo, la naturalización de una realidad intolerable, la consolidación de la injusticia, el sálvese quien pueda con los recursos que tenga a su alcance. Pero hay otro camino. Uno que muchos quieren ocultar. Uno por el que avanzar, con responsabilidad y garantizando siempre el bienestar de la infancia, hacia una educación que promueva la autonomía, el aprendizaje y la convivencia positiva. Un camino lleno de retos, pero ineludible para lograr una sociedad más humana, más justa y más libre.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/10/22/el-nuevo-discurso-reaccionario-frente-a-la-educacion-inclusiva/

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La educación en el barrio en el que no entran los taxis

San Cristóbal de los Ángeles es un barrio de Madrid en el que los taxis no entran, con mucho paro y dificultades, pero en el que las familias quieren la mejor educación posible y los docentes combaten el desaliento promoviendo cultura y aprendizaje.

Por Jesús Rogero

San Cristóbal de los Ángeles es un barrio al sur de la ciudad de Madrid en el que viven algo más de 15.000 personas y que tiene algunas peculiaridades. Por ejemplo, el 45% de sus vecinos no nació en España y hay mucha población de etnia gitana. Su tasa de desempleo dobla a la del total de la ciudad de Madrid. Los coches robados llegan con frecuencia a sus calles, donde se revenden o desguazan. Empresas como Seur o Telepizza no prestan servicio de entrega en esta zona, en la que los taxis se niegan a entrar. Los desahucios están a la orden del día y hay mafias que controlan el mercado de casas ocupadas, muy numerosas aquí.

Ahora bien, San Cristóbal es como los demás barrios al menos en una cosa: sus vecinos anhelan una vida mejor y quieren para sus hijos la mejor educación posible. ¿Y cómo es la educación aquí? Aquí van algunas pinceladas a modo de respuesta.

El colegio

En uno de los colegios públicos no bilingües (hay cuatro en el barrio, uno de ellos bilingüe, ninguno concertado) hay escolarizados unos 300 niños y niñas, solo 2 españoles no gitanos. Las bajas y altas durante el curso son constantes: de 25 alumnos que entraron en 3 años quedan 6 en 6º de primaria. Los dos grupos de infantil de 3 años tienen 27 alumnos, con una alta diversidad y situaciones familiares difíciles, en ocasiones extremas. Muchos de los que se incorporan desde 2º de primaria no saben leer ni escribir y todo lo que el centro ha conseguido para ellos desde la administración son 1,5 horas semanales de refuerzo de castellano durante dos meses. La convivencia entre el alumnado es buena, aunque en 5º y 6º comienzan los procesos de segregación, en especial de quienes pertenecen a la etnia gitana.

Una parte relevante del alumnado tiene hábitos negativos de descanso, higiene y alimentación. Es frecuente que algunos niños y niñas acudan sin desayunar y con pocas horas de sueño, y un alto porcentaje de familias tiene problemas económicos y/o relacionales. Muchos alumnos también experimentan alguna discapacidad, aunque apenas hay recursos para evaluar sus necesidades educativas y menos aún para ofrecerles apoyo. Los docentes encuentran grandes dificultades para trabajar cuestiones educativas básicas con la gran mayoría de las familias.

Las situaciones en las que los maestros y maestras se ven desbordados son habituales y no es raro que lloren tras las clases, pero se levantan y siguen adelante. Su compromiso se refleja en que el 80% de la plantilla es estable y que el último equipo directivo estuvo 8 años, pero claman por más recursos, sobre todo más docentes y ratios más reducidas.

El instituto

El único instituto del barrio tiene unos 500 alumnos y unos muros altos y alambrados. El número de grupos por curso habla por sí solo del nivel de abandono escolar: son cinco grupos en 1º de la ESO, cuatro en 2º, tres en 3º, dos en 4º, uno y medio en 1º de Bachillerato y uno en 2º. La población gitana es la primera en abandonar cuando la asistencia al instituto no sirve para que sus familias cobren la Renta Mínima de Inserción. Este año se gradúan en 4º de la ESO 47 alumnos/as de un total de 60, pero el abandono viene en los primeros cursos; en 1º repite aproximadamente 1 de cada 3 alumnos/as. El hecho de que no haya programas de educación compensatoria en el barrio hace que el problema se agudice.

El instituto se hizo bilingüe el curso 2016-2017 con el fin de atraer alumnado de barrios cercanos de clase media. El reclamo sirvió un año (vinieron 16 alumnos de fuera del barrio), pero para el presente curso no se ha matriculado ni un solo “foráneo”. El grupo bilingüe de 1º de la ESO se valora “muy positivamente”; los cuatro no bilingües, “mal”. Una de las profesoras reconoce que impartir asignaturas en inglés, como Educación Física, en los grupos no bilingües resulta “complicado”.

Entre el alumnado suele haber conflictos. A diario hay un coche de policía a la hora de salida, aunque los alumnos lo saben y, en ocasiones, quedan en otros lugares para pelearse. El instituto realiza más de 100 expulsiones al trimestre por agresiones a profesores (verbales o físicas), peleas entre alumnos y otro tipo de faltas. Algunas familias reaccionan violentamente cuando sus hijos/as son sancionados. El profesorado ve las medidas disciplinarias como uno de los pocos asideros para combatir la situación.

En este escenario y con estos mimbres, los docentes de este colegio y de este instituto siguen día a día combatiendo el desaliento, promoviendo el aprendizaje y la cultura, acompañando vidas al límite y cultivando la esperanza de un barrio desesperado. No muy lejos de allí, políticos que aseguran que la educación madrileña va de cine deciden gastar muchos millones de euros en impartir robótica en la enseñanza obligatoria, en un bachillerato “de excelencia”, en pruebas estandarizadas que aquí solo sirven para confirmar lo conocido o en financiar la educación privada a través de desgravaciones fiscales. Mientras, los niños y adolescentes de San Cristóbal siguen esperando políticas y recursos que garanticen su derecho a una educación de calidad. Quizá esta sea la clave para que, algún día, puedan llegar al barrio las pizzas y los taxis.

* Un afectuoso agradecimiento a la Asociación Educación Cultura y Solidaridad, y a los docentes de los centros educativos de San Cristóbal de Los Ángeles, por sus relatos y por su labor comprometida durante tantos años.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/10/13/la-educacion-en-el-barrio-en-el-que-no-entran-los-taxis/

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La elección de centro educativo o la semilla de la desigualdad

Diversificar la oferta educativa y aumentar el número de centros concertados no ha demostrado mejorar la calidad de la educación ni aumentar la motivación de los alumnos. En cambio, sí hay evidencias de que aumenta la desigualdad de oportunidades.

El artículo 27.3 de la Constitución Española garantiza a los padres el derecho a que sus hijos reciban la formación religiosa y moral de acuerdo con sus propias convicciones. En nuestro país, se ha interpretado que este derecho exige a las administraciones públicas ofrecer distintas opciones educativas, algo que pueden hacer de dos modos. El primero, disponiendo diferentes tipos de centro, y el segundo, ofreciendo alternativas formativas dentro de los propios centros. Ese es precisamente el propósito con el que se regula la asignatura optativa de Religión Católica, cuyos docentes y currículum son elegidos por la Iglesia, y que puede ser cursada por todos los alumnos.

Tanto la asignatura de Religión Católica como la financiación pública de colegios confesionales han sido cuestionadas por quienes consideran que la educación sostenida con fondos públicos debe ser laica y evitar el adoctrinamiento religioso. En particular, existe un permanente debate entre quienes defienden un aumento de la educación concertada y quienes apoyan una red pública ampliamente mayoritaria. La polémica se mantiene, en parte, porque muchos centros concertados no se caracterizan solo por su orientación religiosa o moral, sino también por establecer requisitos económicos para su acceso y por no disponer las actividades religiosas con carácter voluntario, prácticas que vulneran la ley al discriminar a las familias con rentas bajas o que no son católicas.

Desde hace unos años, el Estado central y, especialmente, algunas Comunidades Autónomas han apostado decididamente por aumentar la diferenciación educativa en los niveles obligatorios. El objetivo, como explicó la exconsejera de Educación de la Comunidad de Madrid Lucía Figar, es garantizar la libertad de elección de los padres y, con ello, mejorar la calidad del sistema. Aunque no hay evidencias de que lo primero logre lo segundo, conviene detenerse en el primer paso: ¿Existe libertad de elección? Mi tesis es que no, por las siguientes razones:

1. Hay centros concertados que no están al alcance de muchas familias debido a algunos costes económicos indirectos bastante generalizados, como cuotas cuasi-obligatorias o gastos extra como el uniforme o el transporte, que se hanincrementado durante los últimos años.

2. La información sobre colegios e institutos es insuficiente y desigual. Aunque existen mecanismos como las jornadas de puertas abiertas o las páginas Web, los datos ofrecidos suele ser escasos e incompletos. Es infrecuente, por ejemplo, que el proyecto educativo esté disponible. Otras herramientas, como los rankings en base a pruebas externas, se han demostrado poco fiables para estimar la calidad educativa de un colegio. En este aspecto, los padres con mayor nivel socioeconómico suelen disponer de mejor información sobre los centros elegibles.

3. El interés y conocimiento sobre la educación varían mucho entre las familias. Precisamente, los padres con más recursos suelen elegir colegio con un objetivo: que sus hijos se relacionen con un alumnado seleccionado socialmente, sobre la suposición de que estas relaciones serán positivas para su éxito escolar y social.

4. No todas las familias disponen de las mismas posibilidades para acompañar con garantías el proceso educativo de sus hijos. Hay quienes, por ejemplo, no eligen colegios bilingües porque no saben inglés y no podrán servir de apoyo a la hora de hacer los deberes, o porque no tienen el dinero suficiente para pagar una academia de refuerzo.

Por todo ello, quienes tienen menos recursos económicos y culturales tienden a mantenerse en el centro asignado administrativamente, mientras que quienes disponen de ellos sí suelen ejercer de manera efectiva esa elección. Como consecuencia, el alumnado con ingresos bajos, progenitores con menor nivel de estudios (ver gráfico 1) y de origen inmigrante se concentra principalmente en la educación pública. Debido a que los resultados individuales se ven afectados por las características socioeconómicas y culturales de los compañeros, esa concentración de alumnado “difícil” reduce las posibilidades de conseguir buenos resultados académicos en los centros públicos. La mayor expectativa de éxito escolar y de establecer relaciones sociales provechosas hacen aumentar el atractivo de la escuela concertada.

Gráfico 1. Máximo nivel de estudios de la madre, según tipo de centro al que acude el alumno. España 2012

PISA

Fuente: PISA 2012.

Diversificar la oferta educativa y aumentar el número de centros concertados no ha demostrado mejorar la calidad de la educación ni aumentar la motivación de los alumnos. En cambio, sí hay evidencias de que aumenta la desigualdad de oportunidades. ¿Por qué profundiza la administración en una separación del alumnado que tiene efectos perniciosos para muchos alumnos? Posiblemente, por dos razones: Primero, porque muchas familias no ven con malos ojos este filtro social, siempre y cuando les siga permitiendo evitar al alumnado con mayores dificultades. Y segundo, porque es muy barato para una administración que no solo potencia la extensión de la educación concertada, sino que además no pone los medios necesarios para que se desempeñe de acuerdo con la ley.

Más que de libertad de elección, por tanto, deberíamos hablar de opciones limitadas en un sistema que conduce a los alumnos al estrato educativo que se corresponde con su origen social. La cuestión de fondo es: ¿Están obligados los padres a tener unos determinados recursos económicos, información, conocimiento y capacidades para que sus hijos reciban una educación básica de igual calidad al resto? Dicho de otro modo: ¿El contenido del derecho a la educación debe depender de los recursos de las familias?

La preservación de las creencias de las familias no puede ser la excusa para segregar al alumnado según origen socioeconómico a través de una falsa libertad de elección de centro. Las políticas educativas deben corregirse para garantizar el respeto a las convicciones de todas las familias y para que tengan a su alcance una educación de la máxima calidad. Ello pasa, ineludiblemente, por repensar el modelo de distribución del alumnado entre centros y el papel que desempeña la Religión Católica en la educación española.

Fuente: http://www.eldiario.es/agendapublica/blog/eleccion-centro-educativo-semilla-desigualdad_6_429117125.html

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El informe PISA, la segregación escolar y la luna

Por Jesús Roguero García

Como se esperaba, la publicación del Informe PISA 2015 hace unos meses abrió un intenso debate sobre la enseñanza en nuestro país. La mayor parte de reacciones giró en torno a la puntuación de los estudiantes en estas pruebas, que se utilizaron para evaluar el funcionamiento del sistema educativo. Como consecuencia, para muchos, el único poso que dejó este informe fue que España había mejorado su posición en relación con otros países. Sin embargo, tanto los propios autores del informe como un buen número de expertos han repetido hasta la saciedad que PISA tiene grandes limitaciones para evaluar los sistemas educativos (esas limitaciones se describen, por ejemplo, aquí, aquí o aquí). Mi impresión es que PISA es más fiable para mostrar la situación de los diferentes agentes del sistema (centros, docentes, estudiantes y familias), sus relaciones mutuas y sus recursos. Podemos decir, acudiendo al viejo proverbio, que mientras PISA señala a la Luna, nosotros miramos al dedo. Y PISA 2015 muestra que nuestro sistema educativo tiene problemas graves.

Uno de los datos más preocupantes del último informe es el significativo descenso del índice de inclusión social, que mide el grado con el que los centros educativos acogen estudiantes de diferentes perfiles socioeconómicos. Dicho de otro modo, cuanto menor sea el índice de inclusión social, mayor será la segregación del alumnado en los centros. España ha pasado de 74 puntos en 2012 a 69 en 2015 y ocupa ya la antepenúltima posición entre los países europeos de la OCDE y la quinta por la cola de toda la OCDE. PISA nos está diciendo que los alumnos españoles están entre los que tienen menos probabilidades de todo el mundo de compartir centro con compañeros de un origen social distinto al suyo.

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La segregación escolar tiene un efecto negativo evidente en la cohesión social. Muchos de los valores de respeto, tolerancia e inclusión solo pueden aprenderse a través de la relación entre personas de orígenes diversos. En este sentido, la calidad de la educación tiene una vertiente cívica y convivencial fundamental, que depende del grado en que el sistema educativo es capaz de proporcionar un espacio de socialización positiva. La segregación supone un freno claro a estos objetivos.

Por si esto no fuera suficiente, la segregación tiene también consecuencias perniciosas en la trayectoria académica de muchos estudiantes. La realidad educativa española está sembrada de colegios e institutos a los que se les han puesto diferentes apellidos: “gueto”, “de especial dificultad”, etc., pero que, básicamente, se caracterizan por contener una excesiva proporción de estudiantes con dificultades económicas y/o académicas. Estos contextos educativos reducen el bienestar y la motivación de los estudiantes, lo que perjudica su desempeño escolar. A su vez, estas condiciones dificultan el trabajo del profesorado, disminuyen la motivación de los equipos docentes y aumentan la rotación de las plantillas, lo que supone una dificultad añadida para dar una respuesta educativa de calidad. Es así como los estudiantes que más atención necesitan quedan encuadrados en contextos escolares que ofrecen escasas posibilidades de éxito académico.

¿Por qué está España entre los líderes mundiales en segregación escolar? Si bien la segregación depende también de procesos ajenos al sistema educativo, como la distribución en el territorio de los diferentes grupos sociales, las políticas educativas son claves para configurar este fenómeno. Aunque hay más, yo destacaría dos rasgos específicos del sistema español que potencian la segregación social.

En primer lugar, parte de los centros concertados seleccionan a sus estudiantes a través de, por un lado, barreras económicas (aportes voluntarios, cuotas u otros pagos cuasi-obligatorios) que impiden el acceso de las familias con menos recursos económicos; y, por otro lado, mediante prácticas de discriminación cultural, como la ausencia de alternativa a la asignatura de Religión Católica o los rezos en horario lectivo, que no respetan las creencias de los alumnos no católicos.

En segundo lugar, la segregación social aumenta por la creciente separación de los estudiantes según su nivel académico, especialmente en Educación Secundaria. Dos ejemplos son el programa bilingüe en inglés y el Bachillerato de excelencia, ambos en la Comunidad de Madrid, en los que los estudiantes son agrupados en clases según sus calificaciones académicas o sus resultados en pruebas específicas. Esta segregación genera, en muchos institutos, grupos poco propicios para el aprendizaje que aumentan las probabilidades de repetición y expulsión del sistema; unas probabilidades que, en el caso español, son injustificadamente elevadas, especialmente para quienes provienen de familias desfavorecidas.

Tras la desbocada segregación social del alumnado subyace no solo un modelo educativo, sino también un modelo de sociedad. El debate de fondo, por tanto, reside en si deseamos una educación excluyente e injusta, que avance hacia una sociedad fragmentada, o si preferimos un sistema inclusivo y equitativo, que contribuya a crear una sociedad cohesionada. La evidencia empírica demuestra que es posible hacer compatibles altos niveles de equidad, excelencia y cohesión social. En el camino hacia ese sistema educativo, estudios como PISA pueden ser muy útiles para identificar debilidades y áreas de mejora. Pero eso solo será posible si los utilizamos de modo riguroso y prudente; y si miramos a la Luna.

Fuente: http://agendapublica.es/el-informe-pisa-la-segregacion-escolar-y-la-luna/

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