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Ciencias y creencias 2.0

Por: Luis A. Montero Cabrera

La diferencia entre lo que se sigue y profesa voluntariamente, alentado por libres preferencias personales, que son las creencias, y la verdad comprobada y comprobable por todos, con evidencias inobjetables, que son las ciencias, ha sido comentada anteriormente. No obstante, a pesar de que esta importante conceptualización nos ayuda tanto a enriquecer nuestro pensamiento estableciendo una nítida frontera lógica, el espacio entre el campo de las ciencias y el de las creencias es también muy rico.

Recientemente apareció en los medios una información acerca del hallazgo de indicios de un nuevo ancestro de nuestra especie ¡en la actual Bulgaria!, en plena Europa balcánica. Para muchos rompía el criterio más que probado de que procedemos del actual territorio africano. ¿Se trata este hallazgo de una verdad científica contrastada y reproducible por terceros independientes? En realidad, los autores no claman para sí otra cosa que la postulación de una hipótesis a partir del hallazgo de un molar fósil. Esta pieza dentaria perteneció a un homínido similar al chimpancé actual hace más de siete millones de años. Corresponde primero a la prensa científica la divulgación como resultado interesante. Después interviene la prensa que busca la atención de las grandes masas, como debe ser cualquier prensa. Pero en ese proceso suele deformarse el contenido esencial y presentarse a una simple y atractiva hipótesis como si fuera una verdad científica. Por cierto, la Europa que fue escenario de la vida del monito que tenía ese molar era en esa época muy parecida a las actuales tierras africanas gracias a los vaivenes del clima planetario. Al final, nadie puede negar hoy que nuestra especie se originó en el continente africano y mucho más recientemente, hace “solo” alrededor de 250 mil años. Y esta es una verdad científica bastante establecida por muy diversas evidencias arqueológicas y moleculares. Podemos ver, sin embargo, que la frontera entre la verdad científica neutra y evidente para todos y el campo de las hipótesis y suposiciones, que son más parecidas a las creencias, es difuso y rico.

En el campo de la composición de los objetos materiales existe también espacio para la suposición que conduce a creencias, y a veces no se las sabe diferenciar de la verdad científica, neutral y contrastable. Los átomos y las moléculas existían mucho antes que el hombre y que se postulara a la llamada mecánica cuántica para entender el nanomundo, que es nuestro propio universo cuando podemos diferenciar objetos de dimensiones iguales a las millonésimas de metro. Como nuestros sentidos se seleccionaron naturalmente para aprender del mundo métrico, no tuvimos otra alternativa que intentar describir el nanométrico con los mismos esquemas conceptuales. Ahí tuvo un tropezón la llamada lógica newtoniana, la que es buena para describir manzanas desprendiéndose de un árbol. Los objetos detectables y que construyen directamente el nanomundo, los que habitan el pico y el femtomundo, como es el caso de los electrones, no se comportan como las manzanas, y mucho menos que como los planetas.

Lo cierto es que las manifestaciones de los electrones en el mundo que nos rodea es contradictoria para muchos, pues se trata de una partícula a la que se le puede atribuir una masa y una carga electrostática y también una frecuencia de oscilación de su campo electromagnético, como es el caso se la luz visible, aunque con valores mucho mayores. Además, así se comporta toda la materia en esas escalas nano, pico y hasta femtométricas. Lo que ocurre es que la masa, la carga y la frecuencia de oscilación electromagnética son magnitudes que inventamos para conocer el mundo métrico y su adaptación a las dimensiones de protagonismo directo para las llamadas partículas elementales, como son los electrones, requiere de pensamiento revolucionario.

Un destacado científico alemán, Werner Heisenberg postuló en 1927 [1] la llamada “relación de incertidumbre” donde la ciencia se expuso a un riesgo de credibilidad muy alto. Expresado en el lenguaje más actual, reconoció que las magnitudes (posición en el espacio, velocidad) con las que se pretendía conocer el nanomundo eran las mismas que se han usado para las escalas de un metro y que eso podía representar incongruencias, porque no se trata de manzanas. De esa forma muchos pensaron que las limitaciones de correspondencia (conmutación) entre las expresiones matemáticas (operadores con sus funciones propias para ciertas relaciones) que se usaron en la mecánica cuántica para describir los sistemas nanométricos se podían traducir en limitaciones intrínsecas de la capacidad del conocimiento humano en esas escalas. La más famosa “incertidumbre” era la de la “imposibilidad de medir al mismo tiempo la posición y el momento (proporcional a la velocidad) de una partícula cuántica”. Hoy en día han aparecido artículos ampliamente reconocidos que cuestionan esto, negando su significado de que no se puede conocer algo porque haya una expresión matemática que lo impida. Se han efectuado las mediciones experimentales y han dado resultados [2-4].

Mucho se ha escrito acerca de estas incertidumbres, y la verdad científica ha salido incólume mientras que las elaboraciones especulativas se han ido derrumbando. Es cuestionable usar, como reconoció Heisenberg, magnitudes del mundo métrico para describir el nano y picométrico, que es ajeno a nuestros sentidos de humanos. Es como cazar mosquitos con misiles balísticos intercontinentales. La naturaleza toda existió mucho antes de que los seres humanos elaboraran las teorías para describirla y entenderla científicamente. Las teorías deben servir para interpretar la realidad objetiva, pero esta no se subordina a ella. Esto debería ser válido para toda ciencia, natural o social.

Notas

1. Heisenberg, W., Über den anschaulichen Inhalt der quantentheoretischen Kinematik und Mechanik. Zeitschrift für Physik, 1927. 43(3): p. 172-198.

2. Colangelo, G., et al., Simultaneous tracking of spin angle and amplitude beyond classical limits. Nature, 2017. 543(7646): p. 525-528.

3. Rozema, L.A., et al., Violation of Heisenberg’s Measurement-Disturbance Relationship by Weak Measurements. Physical Review Letters, 2012. 109(10): p. 100404.

4. Napolitano, M., et al., Interaction-based quantum metrology showing scaling beyond the Heisenberg limit. Nature, 2011. 471(7339): p. 486-489.

Fuente: http://www.cubadebate.cu/opinion/2017/06/08/ciencias-y-creencias-2-0/#.WVWCtBU1-01

 

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La información, sus tecnologías y la libertad

Por: Luis A. Montero Cabrera

“Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; …”[1]. Se trata de un pasaje muy conocido de Fidel. Constituye una sus expresiones que mejor retrata la más genuina ética revolucionaria cubana. Aborda conceptos muy importantes sin rejuegos literarios ni restricciones vergonzantes: Revolución es igualdad y libertad plenas. Alto y claro.

La influencia de los crecientes flujos de información entre las personas gracias a las nuevas tecnologías es digna de estudios científicos que podrían clasificarse en cualquier país como de primera prioridad nacional. A través del tiempo conocido de nuestra especie, es la información o la ausencia de ella la que ha determinado el comportamiento de colectivos humanos y, eventualmente, el curso de la historia. Quien la instrumente puede influir notablemente en el destino y la acción de países completos. Si la información exclusiva del discurso de algún político de la antigua Roma pudo establecer el destino de las acciones de ese imperio y probablemente hasta el idioma que usamos hoy para comunicarnos, dos milenios después y en Cuba, ahora los flujos dominantes no son uniformes como entonces. Los actuales son muchísimo más intensos, diversos, eficientes, individualizados y accesibles. Inevitablemente así será cada vez más con la información que intercambiamos los humanos.

Se debe soñar y lograr una sociedad donde cada persona sea libre, donde el concepto de libertad personal y colectiva alcance su máxima plenitud como nos dice Fidel. Nos referimos a algo que tiene que ser mucho más un valor y consigna socialista que de cualquier otra tendencia política. La libertad debe tener como componente indispensable a la capacidad de decisión soberana de cada persona de adquirir y expresar la información que considere conveniente y la proscripción de cualquier medida que lo impida. El único límite en el ideario socialista debería ser el de que nadie pueda usar su libertad para afectar o violar la de los demás.  Por ejemplo, el que hace uso de su libertad personal para oír la información o la música que desee no puede tener la de imponérselas a otros mediante un altavoz que la comunidad no haya autorizado. Si lo hace está invadiendo sin autorización espacio acústico de los demás y violando su libertad.

Paradójicamente, en la conciencia colectiva de muchos países se ha ido imponiendo el criterio de que existe libertad de expresión por el simple hecho de que algunos grupos de ciudadanos poseen y expresan sus puntos de vista en los medios más influyentes, de los que son sus propietarios o subordinados de ellos. La libertad de unos pocos la hacen creer como si fuera la de todos. Usan sus medios para influir las conciencias individuales y colectivas según sus intereses de cualquier índole. Lo que enfrenta cualquier ciudadano con las informaciones que le suministran esas minorías privilegiadas es una situación muy parecida a la de la invasión del espacio acústico mencionada anteriormente. Esos medios más influyentes con sus poderosas, eficientes y científicamente desarrolladas técnicas de acceso y convencimiento invaden la libertad de las personas de acceder a cualquier otra información que puede serle más conveniente o verídica, o al arte realmente preferido, o a cualquier forma de entretenimiento informado que deseen y del que gusten realmente. Usan las tecnologías más avanzadas para invadir el espacio informativo individual con preferencias inducidas para ejercer la libertad de unos pocos sobre la de todos los demás. Ejercen así la usurpación de la libertad de conciencia de las mayorías.

En los EEUU se suele denominar como “soap opera” (obras de jabón) a las telenovelas. La razón es sencilla. Cuando ellas aparecieron en las pantallas de televisión de cada hogar eran seguidas fielmente por las amas de casa, las esposas de sus maridos que se hacen cargo del hogar y los hijos mientras él está en el trabajo, desde los tiempos de la edad de piedra. ¡Qué mejor espacio para anunciar repetitiva e invasivamente productos de limpieza doméstica! Los cubanos que peinen bastantes canas recordarán que Ace, Fab, Lavasol, etc. eran marcas de detergentes muy populares que se anunciaban intensamente en las telenovelas de nuestra naciente TV de los años 50. Era una acción de información y adoctrinamiento de las masas que algunas de nuestras mejores agencias publicitarias seguían científicamente.

Cuando en un país se pretende remediar esto a partir de que algunos grandes medios estén en manos de toda la sociedad a través del estado, los que se mantienen en manos de minorías lo califican graciosamente como una mordaza a la libertad de expresión, y lo hacen tan bien que mucha gente se lo cree. Ciertamente, es preciso reconocer que la sola propiedad social de los grandes medios no es garantía de una mayor libertad, aunque sea indudablemente mejor que la exclusividad de minorías económicamente poderosas. El uso impropio de los medios, las campañas propagandísticas vacías e invasivas y el desconocimiento del desarrollo en las tecnologías por experimentos socialistas fracasados del siglo XX lo demuestra, precisamente porque fracasaron. Pretendían tener a las masas agobiantemente convencidas de ideas que por buenas que fueran se presentaban de una forma que las desconectaba de sus necesidades materiales y espirituales más presentes. Cuando pudieron acceder a ideas disidentes que se parecían a esas necesidades, por incultas que fueran, fueron abrazadas por mayorías y hasta por los propios funcionarios de la burocracia en el poder. Mucho tiene que desarrollarse la ciencia en la gobernación de medios para lograr un sistema que garantice las libertades de forma plena, democrática y para la conveniencia de las mayorías. Eso requiere cada vez mas de innovación, de ruptura con dogmas insostenibles y de usar a fondo el desarrollo imparable de las ciencias informáticas y las tecnologías actuales y las que cada día siguen apareciendo.

Los que pudieron manchar el prestigio del socialismo y el comunismo imponiendo restricciones a las libertades esenciales de los ciudadanos en realidad traicionaron así muchas de las mejores aspiraciones de la humanidad. Cualquier sistema que se asocie en nuestra mente con restricciones a la libertad cierra su futuro y fracasa, inevitablemente. En momentos puntuales de la historia de un país amenazado pudo ser circunstancialmente necesario restringir libertades individuales y colectivas. Eso debe verse como tal, temporal y transparentemente y no como esencial o intrínseco al socialismo.

El concepto de libertad debe enaltecerse y ejercerse también en el socialismo, como lo señaló Fidel, sin timidez ni medias tintas. Su enajenación sería un contrasentido. Un país donde los medios fundamentales de creación de riquezas y la gestión social no esté en manos de minorías, sino de todo el pueblo, le puede garantizar a sus ciudadanos mucha más libertad que cualquier otro sistema donde gobiernen minorías. Pero hay que hacerlo bien, con honestidad, y científicamente. Un verdadero socialismo debe enorgullecerse de la libertad plena de sus ciudadanos. Nuestra centenaria consigna de “¡Viva Cuba libre!” deberá eternizarse en nuestras conciencias y la de nuestros descendientes.

La Habana, 10 de enero de 2017

  1. Castro, F. DISCURSO EN LA TRIBUNA ABIERTA DE LA JUVENTUD, LOS ESTUDIANTES Y LOS TRABAJADORES POR EL DÍA INTERNACIONAL DE LOS TRABAJADORES, EN LA PLAZA DE LA REVOLUCIÓN EL 1 DE MAYO. 2000  [cited 2017 7 de enero]; Available from: http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/2000/esp/f010500e.html.

Fuente: http://www.cubadebate.cu/opinion/2017/01/14/la-informacion-sus-tecnologias-y-la-libertad/

Imagen: media.cubadebate.cu/wp-content/uploads/2017/01/tecnología-580×242.jpg

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La sociedad socialista del conocimiento

Por: Luis A. Montero Cabrera

La historia de nuestra especie comenzó en algún lugar de África. Hoy lo sabemos a ciencia cierta e incontrovertiblemente porque nuestra sabiduría le ha seguido el rastro a ciertas moléculas muy especiales, portadoras de información, que llevamos en cada una de nuestras célula

Nuestra especie se autodenominó homo sapiens en este mundo natural que habitamos. «Humano sabio» debería traducirse, para disminuir los problemas en el buen decir contemporáneo. El género biológico homo tuvo otras especies que se consideran extinguidas al ser imposible identificar sus individuos actualmente, como es el caso de homo neanderthalensis.

A ese lo llamamos así por haberse encontrado sus primeros restos, accidentalmente, en una excavación del valle de Neander que es un bello rincón de la Renania del Norte alemana. Los rasgos moleculares de esos congéneres aparecen frecuentemente en no­sotros, los sapiens de hoy, por lo que deben de haberse podido mezclar con facilidad y durante bastante tiempo.

La historia de nuestra especie comenzó en algún lugar de África. Hoy lo sabemos a ciencia cierta e incontrovertiblemente porque nuestra sabiduría le ha seguido el rastro a ciertas moléculas muy especiales, portadoras de información, que llevamos en cada una de nuestras células. Su nombre científico no es muy amigable y se han popularizado como sus iniciales ADN, en español.

Tales rastros moleculares existentes en las poblaciones humanas actuales y en los restos de las ya fallecidas y dispersas están permitiendo averiguar con una certidumbre asombrosa sus rutas migratorias ancestrales y hasta las razones de nuestras diferenciaciones físicas actuales.

Prácticamente acabamos de aparecer como especie en este mundo, hace solo 250 000 años, miles más, miles menos. Los 3 800 millones de años que nos precedieron de vida en la tierra hicieron posible que la selección natural, la eterna adaptación de los sistemas vivos a su entorno, llegara a establecer una cierta cantidad de individuos genéticamente compatibles que fueron el núcleo originario del homo sapiens.

Aquellos superabuelos nuestros pudieron intercambiar mucha información entre ellos, almacenarla por sí mismos en forma de conocimientos y usarlos a voluntad. Eso ocurrió gracias a las herramientas naturales que se nos seleccionaron, como es la voz articulada, el oído, la vista, el tacto y un cerebro muy preparado. Dicho órgano se encargó de coordinar el ingreso y la expresión de información, de almacenarla y de recuperarla (utilizarla cuando se hace necesario).

Ruidos con mayor o menor diferenciación ya se habían seleccionado para emitirse y oírse en otras especies animales. Pero en nuestro caso la articulación y la variedad de sonidos voluntarios que podíamos emitir y entender era formidablemente amplia. Se podía intercambiar ideas completas en una conversación. Somos el producto natural más acabado del tráfico de información entre seres vivos, al menos hasta el momento.

Y no solo eso. Los conocimientos que fueron estableciéndose nos permitieron ir más allá de nuestra propia memoria individual y empezamos a escribirlos, a registrarlos en soportes permanentes fuera de nosotros, aunque mucho más recientemente.

En la misma Mesopotamia donde tantas convulsiones ocurren hoy, alguien pensó hace unos 5 500 años que con un palito podía grabar algunos símbolos que se harían equivaler a palabras habladas en una tablilla de arcilla blanda y lo realizó. Después se calentaba la arcilla y tales palabras se quedaban escritas tan bien que aún existen algunas de ellas. Los chinos y los egipcios no tardaron en imitarlos o inventar lo mismo con sus propias lenguas. En la actual América solo lograron hacerlo los Mayas parece que hace unos 2 000 años, y fue independientemente porque no pudieron copiar las experiencias de escritura del otro lado del Atlántico. La Universidad Brown, en los EE.UU., acaba de autentificar el más antiguo conocido de los códices mayas, el llamado «Grolier», que data del siglo XIII de nuestra era.

La sociedad que tenemos hoy en día es el producto de toda esa evolución. De sus rutas y andares, de sus luchas, de sus progresos y retrocesos, pero sobre todo del avance de la sabiduría de nuestra especie y del eficiente uso que comenzamos a hacer y seguimos haciendo de la información. Lo hicimos entonces con tablillas de barro y hoy con dispositivos electrónicos y sus redes de intercambio que llegan o pueden llegar a todo lugar donde exista una persona. No ha sido un progreso monótono lineal.

Han tenido lugar revoluciones de información, como la de la imprenta, la de la radio, la de las computadoras aún sin redes. La situación actual permite que un individuo pueda llevar consigo un dispositivo que lo capacita para comunicarse hasta visualmente con otro en el momento que desee, aunque esté en la luna. Y además puede tener acceso a toda la información almacenada por el hombre, o casi toda, también instantáneamente.

Los que pensamos que el presente y el futuro  de todos los seres humanos tiene que pasar por su máxima realización y felicidad personal y social, sin que nadie lo haga a costas de los demás, podemos ser optimistas. Tenemos que estar convencidos de que una sociedad que pretenda ese objetivo tendría que basarse en la solidaridad colectiva, donde el uso de las capacidades personales se ponga en función siempre del bienestar personal y también de todos los demás. Y que tales metas no se pueden obtener hoy, ni mucho menos en el futuro, sin que el intercambio de información que nos distinguió como especie sea el más eficiente e intenso de acuerdo con lo más avanzado de los tiempos.

El acceso irrestricto a las comunicaciones en cualquier lugar donde esté una persona, por aislado que sea, es una aspiración dentro de ese socialismo próspero y sostenible por el cual luchamos. También lo es que el acceso a toda información que se requiera es una necesidad. Las discusiones populares que fueron convocadas en torno a los más recientes congresos de nuestro Partido, así como los documentos que se discuten, así lo evidencian. No puede existir una sociedad socialista que no sea del conocimiento, universal, ubicuo. Si los fundadores de estas ideas cuando no se soñaba con internet o la telefonía inteligente vivieran hoy en día, seguramente que las tomarían como estandarte.

Lo demostró Lenin cuando planteó que comunismo era poder soviético más electrificación. En aquel entonces, la electrificación era de lo más excelso de los descubrimientos tecnológicos del saber humano. Sin embargo, por diversas razones entre las cuales el mayor peso lo lleva el bloqueo de Estados Unidos, y a pesar de la clara postulación de estos principios en la política de la Revolución, todavía es baja la penetración social e individual de esas nuevas tecnologías en el país.

Paradójicamente, al mismo tiempo somos de los mejor educados para aprovecharlas al máximo.

La difícil situación actual de Cuba con el uso masivo de las nuevas tecnologías de la in­formación y las comunicaciones contempla muchos factores, algunos de los cuales están fuera de nuestra acción directa, como es el caso del bloqueo; cuyo impacto se expresa en las posibilidades de adquirir hardware, software y conocimientos, pues todavía existen numerosos sitios de internet a los cuales no se puede acceder desde nuestro país. Es un impedimento que se enfrenta en el terreno político, pero en el que la decisión final  corresponde a quienes nos han impuesto estas onerosas sanciones unilateralmente.

Por tanto, tenemos que superar la situación —dentro de nuestras posibilidades— de la forma más acelerada a nuestro alcance; en­frentando los retos de toda índole y venciéndolos, nunca evitándolos, como hacen los revolucionarios verdaderos. Hay que hacerlo porque si no, como una vez dijera Fidel, estaríamos cada vez más cerca de nuestros ancestros homínidos («del mono», según sus palabras textuales) que del hombre del futuro que tantos soñamos. El mismo líder que planteó en el amanecer de la Revolución: «No le decimos al pueblo: cree. Le decimos al pueblo: lee» es un nonagenario que las usa intensivamente, tal y como le afirmó a la directora del diario mexicano La Jornada en una memorable entrevista del 2010.

Si existen barreras que no se pueden eliminar con nuestra voluntad, como es el bloqueo y las limitaciones de recursos, tenemos que usar la innovación propia, los conocimientos, y la ingeniosidad que nos sobra, para no perder ni una oportunidad de participar en el acelerado proceso que tiene que ser la informatización de todos en toda la sociedad cubana. Es preciso generar software de todo tipo, promover su uso y usarlo, y también obtener el máximo de nuestro hardware de transmisión y procesamiento.

Existe un campo enorme de progreso endógeno con las inversiones que se puedan hacer. Creemos en una sociedad mejor, que llamamos constitucionalmente socialista, y necesariamente del conocimiento. Por eso no debe-ríamos perder ni esperar un segundo para aprovechar cuanta opción exista. Cualquier barrera administrativa o conceptual, que se haya podido erigir en la mente de algunos  en cualquier parte contra este progreso, se convierte en antisocialista de facto.

De lo relatado antes acerca de nuestra historia como especie se hace obvio que cualquier acción para nuestro progreso socialista tiene que pasar por la optimización constante de sus procesos de intercambio de saberes, de conocimientos. Luchar por algo tan hermoso como la felicidad de todos tiene que estar ligado a ello en una sociedad como la que queremos construir.

 Fuente:http://www.granma.cu/ciencia/2016-11-11/la-sociedad-socialista-del-conocimiento-11-11-2016-21-11-46

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El álgebra, la mecánica cuántica y el bienestar social

Por: Luis A. Montero Cabrera

Uno de los más importantes desarrollos intelectuales de la humanidad es la Matemática. No resulta fácil definirla como ciencia de forma que todos queden satisfechos. La Wikipedia es una excelente colección de saber de libre acceso en internet, con la característica de que lo que aparece en ella goza de consenso. Es decir, todos pueden escribir algo en ella, pero se queda escrito solo aquello que no es negado o cuestionado por otros: lo consensuado. De esa forma, la Wikipedia alcanza un buen grado de credibilidad. ¿Y qué nos dice su versión inglesa acerca de la Matemática? Pues:

“Los matemáticos buscan patrones y los usan para formular nuevas conjeturas. Entonces resuelven la verdad o falsedad de tales conjeturas por medio de la prueba matemática. Cuando las estructuras matemáticas son buenos modelos de los fenómenos reales, entonces el razonamiento matemático puede proporcionar comprensión o predicciones acerca de la naturaleza.”

Eso ocurre mucho con una estructura matemática, particularmente algébrica, que de forma muy general puede expresarse como “la combinación lineal”. Se trata de un modelo de lógicas que ejercitamos constantemente entre nosotros: la capacidad de expresar algo como resultante de otros factores, que preferentemente deben ser independientes entre sí. Los componentes puramente biológicos de un hijo podrían modelarse teóricamente como una combinación de sus progenitores. En esa combinación decide la participación de cada factor. Una hija que se parece mucho a su madre quizás tenga un 55 % de ella y solo un 45 % del padre. Esos porcentajes serían, groseramente, los coeficientes de la combinación lineal. Si nos permitimos escribirla sería algo así como:

A = (c1 x B) + (c2 x C) + …

y en este caso c1 sería el grado de participación de la madre B en la hija A, y así sucesivamente.

Esto se convierte en una herramienta valiosísima para la Mecánica Cuántica. Cuando se pretende representar un sistema tan inalcanzable a nuestros sentidos como una molécula de escala nanoscópica, mil millones de veces menor que un metro, es bueno recurrir a funciones conocidas B, C, … de átomos para combinarlas linealmente y así tener un modelo de la función que deseamos representar, digamos, de una molécula A.

Lo más importante de este artefacto matemático es que nos puede servir para comprender también muchas cosas de la vida social. Los que creemos que la humanidad debe avanzar de forma natural hacia relaciones de solidaridad, cooperación y progreso para todos, lo que para muchos se llama socialismo, sin que alguien le robe el trabajo a otro, tenemos frecuentemente ante nosotros formas de aplicar este razonamiento.

Cuando se ha creído que toda la propiedad del socialismo debe ser estatal, se plantea un sistema donde esta tiene el 100 % como coeficiente de la combinación lineal. La participación de todas las demás formas de propiedad se decreta como nula. Así lo quisieron hacer algunas revoluciones que se declararon socialistas en los jóvenes tiempos de sus triunfos. La vida las condujo a que es más conveniente una combinación lineal donde la propiedad se pueda expresar en términos de una participación de varios tipos: estatal, cooperativa, individual, etc. Y hoy progresan indeteniblemente, con mucho éxito.

Algo similar ocurre con el bienestar social. Muchos sostienen que la fuente de los recursos que una sociedad dedica a la redistribución para que todos disfruten de derechos inalienables a la condición humana, como es la educación y a salud, solo debe ser estatal: un coeficiente del 100 % en la combinación lineal. La razón es muy clara: los recursos que pueda aportar cualquier individualidad o empresa para ese bienestar social pueden convertirse en una fuente de privilegio para el donante. Pero también es verdad que esa indeseable salida puede estar entre las prohibiciones que se establezcan como condiciones para la donación. De esa forma se puede minimizar el peligro, sin renunciar a importantes ayudas que significan la cooperación específica de muchos individuos, empresas y organizaciones sociales de todo tipo. Aquí la combinación lineal nos vuelve a ayudar como modelo de pensamiento y acción: los coeficientes de participación del estado y otras entidades en el bienestar social es el verdadero objeto de las políticas socialistas. Y darle el 100 % a cualquier participante es una polarización indeseable.

En los EEUU, en una orilla del río Delaware, existe una ciudad llamada Camden del estado de New Jersey, que funciona como un suburbio unido por el puente Franklyn a la fabulosa Filadelfia, que está en el estado de Pennsylvania. De otrora emporio industrial degeneró en barrio marginal durante el proceso de reconversión industrial de la segunda mitad del siglo XX. Cuando en las sociedades aparecen criterios dominantes donde la misericordia y la solidaridad pasan al segundo plano, ese tipo de situaciones económicas provocan que colectivos humanos completos degeneren y que los que otrora creaban valor trabajando en una fábrica queden desamparados. Y sobre todo sus hijos, lo que hace que el futuro se deprima antes de ocurrir.

Por eso es que es preciso dejar algún coeficiente de la combinación lineal para acciones individuales o de organizaciones caritativas. En este caso Camden tiene la suerte de tener una universidad pública y que en esa universidad existan profesores con iniciativas, innovadores. Nos referimos a la Dra. Gloria Bonilla Santiago, puertorriqueña radicada en New Jersey, que desde su cátedra en la Universidad Rutgers ha desarrollado una acción social que contribuye monumentalmente desde hace varios lustros a que la ciudad quebrada y los hijos de muchos de sus pobladores tengan un futuro cierto. Con el apoyo de donantes, muchos anónimos o anonimizados, ha establecido una serie de entidades educativas que comienzan con una suerte de círculo infantil y terminan en un instituto preuniversitario, en la denominación cubana. Así, una población de muy diversos orígenes, con desigualdades económicas y culturales que a los cubanos nos cuesta imaginar por lo ausentes en nuestra sociedad, está logrando alcanzar los niveles más altos y competitivos de educación, comparables con los de los sectores más privilegiados de la sociedad norteamericana. Una política del 100 % para el estado en el coeficiente de la combinación lineal hubiera hecho imposible este trabajo.

Las diferencias entre las sociedades cubana y norteamericanas actuales suelen ser enormes, para bien y para mal. Las que nos favorecen evitan que la marginalidad social sumerja comunidades completas en la ignorancia, el vicio y la ausencia total de oportunidades. El efecto sobre decenas de comunidades cubanas después de la desaparición de su principal sustento, el de muchos centrales azucareros que dejaron de existir en los años iniciales de este siglo, fue demoledor y se atenuó gracias a la sagrada política del estado revolucionario cubano de no dejar nunca a nadie desamparado y a nuestra propia organización social. Quizás la actividad de Gloria, con su pequeño e importante coeficiente de participación en el bienestar social de nuestros vecinos norteños, tendría poco espacio de necesidad en Cuba.

Sin embargo, ¿podemos garantizar que el estado revolucionario se pueda hacer cargo con un coeficiente del 100 % de este bienestar social en todas las comunidades cubanas? Y si no puede ser así, ¿cuál es la solución? ¿Se deben desarrollar espontáneamente iniciativas privadas de caridad allí donde aparezcan esas necesidades y un poder tan democrático como el nuestro permanecer indiferente, sin participar colaborativamente? ¿Se debe prohibir este tipo de iniciativas? ¿Se deben regular para favorecer o para limitar combinaciones lineales proactivas de bienestar social? Probablemente sea necesario llegar a acuerdos sociales profundos, meditados, democráticos, esencialmente socialistas, para la política más efectiva en este campo tan sensible.

Fuente: http://www.cubadebate.cu/opinion/2016/11/16/el-algebra-la-mecanica-cuantica-y-el-bienestar-social/#.WDSTihJGT_s

Imagen: http://derechoepja.org/la-asesoria-en-la-educacion-de-adultos-una-propuesta-pedagogica-para-la-ensenanza-de-las-matematicas-dentro-del-modelo-educativo-para-la-vida-y-el-trabajo-mevyt-del-instituto-nacional-para-la-educ/

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La Universidad y la innovación.

Las universidades cubanas producen más de la mitad de los premios nacionales anuales de la Academia de Ciencias de Cuba en conjunto y en casi todas las ramas del saber.

Centro América/Cuba/Fuente:http://www.granma.cu/

Por: Luis A Montero Cabrera.

Se suele entender por innovación a una nue­va idea, o dispositivo, o método, que se diferencie de lo normal, de lo que se está empleando o haya prevalecido anteriormente. La fraseología al uso en las políticas acerca de la ciencia y la tecnología adiciona muy frecuentemente este término.

De hecho, los países de mayor éxito económico promueven la tríada ciencia, tecnología e innovación de forma sistémica en las políticas nacionales. Son tres actividades que aparecen jun­tas aunque son diferentes y con importantes interdependencias. Cada una merece su propio tratamiento y promoción. La innovación es in­trínseca al desarrollo de la humanidad y a su bienestar.

Por ejemplo, la Revolución Cubana fue una innovación monumental en nuestra sociedad. Los focos de diodos emisores de luz, conocidos como “LED”, también lo son, pero en la tecnología. La informatización es una revolución in­novadora en el tratamiento de la información y el conocimiento humano.

Aunque se puede innovar para bien, en y con cualquier actividad, la que es producto del saber o de la ingeniosidad suele ser la que más valor produce en la economía moderna. Esto es porque ocupa posiciones exclusivas en las ne­cesidades sociales o en el mercado.

Si el valor producido va a parar a minorías que poseen los medios fundamentales de producción, la innovación se convierte en un instrumento de desigualdad e injusticia. Pero si la in­novación es propiedad de toda la sociedad se re­vierte inevitablemente en una mayor felicidad para la vida de todos, sin exclusiones. Así debe ocurrir en un verdadero socialismo.

La universidad de hoy, como sistema, es ne­cesariamente la más importante institución del saber y de innovación en las sociedades funcionales. Esto ocurre porque una universidad concebida convenientemente debe agrupar de for­ma interactiva a una parte importante de la ju­ven­tud más hábil en el conocimiento y a mu­chos de los más sabios especialistas de un país. Dicha combinación genera un potencial perfecto para las ideas innovadoras y el desarrollo so­cioeco­nómico, si es adecuadamente gestionada.

Afortunadamente los principios fundacionales de la universidad cubana después de 1959 se concibieron desde una visión progresista avanzada. Estuvo inspirada en los sueños y postulados del manifiesto de Córdoba, Argen­tina, en 1918, y en las ideas de la ciencia en la política que Fidel esgrimió desde los tiempos iniciales del gobierno revolucionario. La ciencia y la tecno­logía ocuparon por vez primera en­tonces entre nosotros el papel principista que les corresponde.

Podría considerarse que el resultado principal ha sido su decisiva contribución a la sociedad más alfabetizada y culta que disfrutamos hoy con más de un millón de graduados, aun con las insatisfacciones que también experi­men­­tamos.

Las universidades cubanas producen más de la mitad de los premios nacionales anuales de la Academia de Ciencias de Cuba en conjunto y en casi todas las ramas del saber. Pero la in­mensa mayoría de los resultados aplicables premiados no se está utilizando y no fueron so­licitados por o acordados con empresas nacionales.

Muchos factores internos favorecen que bue­na parte de nuestras inversiones tecnológicas innovadoras siguen siendo esencialmente im­portadas, incluyendo sus proyectos y asistencia técnica. La tecnología desarrollada por los calificados ingenieros cubanos en Cuba po­dría tener un espacio mucho mayor.

No es un secreto para nadie que un grupo de las inteligencias que hemos cultivado hoy producen sus riquezas de saber fuera de nuestra Patria o en otras actividades ajenas a sus potencialidades de conocimientos. Precisamente por ello se requiere buscar fórmulas efectivas que fa­vo­­re­zcan la permanencia al servicio de todo el pueblo en nuestras instituciones.

Nuestros claustros están envejecidos y no existe reemplazo su­ficiente, ni siquiera con las asignaciones de re­cién graduados al servicio social en las tareas de docencia e investigación de las universidades.

El papel de promoción de iniciativas innovadoras y de emprendimiento desde nuestras universidades hacia la sociedad requiere una profunda valoración. La Universidad de La Haba­na realizó en el curso que acaba de terminar un experimento de “incubadora de iniciativas” que resultó muy exitoso en la captación de nuevas ideas, pero que solo avanza milimétricamente en su utilización. Muchas regulaciones existentes y la planificación que está diseñada para actividades macroeconómicas suelen ser obstáculos para emprendimientos e iniciativas innovadoras que por naturaleza son de pequeña escala y de gran diversidad.

Podemos idear la innovación más audaz y potencialmente productiva pero las barreras para su aplicación en la economía y la sociedad son muy altas. Aún sucede lo que magistral y didácticamente nos mostró el filme Plaff hace varias décadas con un “polímero” generado por una joven científica cubana contra el comprado expresamente en el exterior.

Vale resaltar que para resolver estos y mu­chos otros problemas asociados con la universidad y la innovación existe una voluntad política expresa. Urge entonces buscar fórmulas para que la empresa socialista encuentre más conveniente que esa innovación provenga del propio país y de sus universidades y centros científicos.

La creación de microempresas y cooperativas para la innovación asociadas con las universidades pueden ser importantes motores de de­sarrollo. Esas serían las versiones actuales de instituciones como el Centro de Investigaciones Di­gitales de la Universidad de La Habana, creado a iniciativa de Fidel en los años 60 del pasado si­glo, que concibió un modelo de computadora muy avanzado para aquellos tiempos y que se produjo en serie durante varios años. O del La­boratorio de Antígenos Sintéticos de la misma universidad que produjo a la primera vacuna sintética comercial del mundo, ya en este siglo.

Muchas acciones esencialmente organizativas podrían también emprenderse. La constitución de consejos económico sociales en las universidades donde se sienten en la misma mesa a conversar y negociar periódicamente con los de­cisores de las principales instituciones económicas y financieras en su entorno y en cualquier pa­r­te de Cuba es una medida de muy posible realización.

El establecimiento de sistemas de interacción de las universidades con sus graduados (alumni) donde quiera que estén es un potencial de pro­greso para los especialistas, sus instituciones y la sociedad global. Todas las universidades pres­tigiosas y sus antiguos alumnos lo aprovechan hoy en el mundo, y hasta viabilizan importantes donaciones y cooperaciones voluntarias e incondicionales que les permiten avanzar más.

La movilidad de los estudiantes, docentes y científicos universitarios, interna y externa, se constituye hoy en día como una de las mayores fuentes de actualización e innovación para los países que la practican y puede serlo también para la generalidad de las universidades cubanas. La Universidad de La Habana es hoy de las más avanzadas en este aspecto.

Crear un programa bien dotado para la formación doctoral de nuestra juventud es probablemente el mayor impulso que pueda recibir la supervivencia y el progreso de nuestro sistema científico, tecnológico y de innovación.

Son muchos los retos y también pueden ser muchas las ideas de innovación, de éxito probable, que pueden emprenderse para bien de las universidades y sobre todo de la sociedad socialista próspera y sostenible, que queremos con todos y para el bien de todos.

Fuente: http://www.granma.cu/ciencia/2016-08-20/la-universidad-y-la-innovacion-20-08-2016-00-08-50

Imagen: http://www.granma.cu/file/img/2016/08/medium/f0066697.jpg

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La Universidad y la innovación

Se suele entender por innovación a una nue­va idea, o dispositivo, o método, que se diferencie de lo normal, de lo que se está empleando o haya prevalecido anteriormente. La fraseología al uso en las políticas acerca de la ciencia y la tecnología adiciona muy frecuentemente este término.

De hecho, los países de mayor éxito económico promueven la tríada ciencia, tecnología e innovación de forma sistémica en las políticas nacionales. Son tres actividades que aparecen jun­tas aunque son diferentes y con importantes interdependencias. Cada una merece su propio tratamiento y promoción. La innovación es in­trínseca al desarrollo de la humanidad y a su bienestar.

Por ejemplo, la Revolución Cubana fue una innovación monumental en nuestra sociedad. Los focos de diodos emisores de luz, conocidos como “LED”, también lo son, pero en la tecnología. La informatización es una revolución in­novadora en el tratamiento de la información y el conocimiento humano.

Aunque se puede innovar para bien, en y con cualquier actividad, la que es producto del saber o de la ingeniosidad suele ser la que más valor produce en la economía moderna. Esto es porque ocupa posiciones exclusivas en las ne­cesidades sociales o en el mercado.

Si el valor producido va a parar a minorías que poseen los medios fundamentales de producción, la innovación se convierte en un instrumento de desigualdad e injusticia. Pero si la in­novación es propiedad de toda la sociedad se re­vierte inevitablemente en una mayor felicidad para la vida de todos, sin exclusiones. Así debe ocurrir en un verdadero socialismo.

La universidad de hoy, como sistema, es ne­cesariamente la más importante institución del saber y de innovación en las sociedades funcionales. Esto ocurre porque una universidad concebida convenientemente debe agrupar de for­ma interactiva a una parte importante de la ju­ven­tud más hábil en el conocimiento y a mu­chos de los más sabios especialistas de un país. Dicha combinación genera un potencial perfecto para las ideas innovadoras y el desarrollo so­cioeco­nómico, si es adecuadamente gestionada.

Afortunadamente los principios fundacionales de la universidad cubana después de 1959 se concibieron desde una visión progresista avanzada. Estuvo inspirada en los sueños y postulados del manifiesto de Córdoba, Argen­tina, en 1918, y en las ideas de la ciencia en la política que Fidel esgrimió desde los tiempos iniciales del gobierno revolucionario. La ciencia y la tecno­logía ocuparon por vez primera en­tonces entre nosotros el papel principista que les corresponde.

Podría considerarse que el resultado principal ha sido su decisiva contribución a la sociedad más alfabetizada y culta que disfrutamos hoy con más de un millón de graduados, aun con las insatisfacciones que también experi­men­­tamos.

Las universidades cubanas producen más de la mitad de los premios nacionales anuales de la Academia de Ciencias de Cuba en conjunto y en casi todas las ramas del saber. Pero la in­mensa mayoría de los resultados aplicables premiados no se está utilizando y no fueron so­licitados por o acordados con empresas nacionales.

Muchos factores internos favorecen que bue­na parte de nuestras inversiones tecnológicas innovadoras siguen siendo esencialmente im­portadas, incluyendo sus proyectos y asistencia técnica. La tecnología desarrollada por los calificados ingenieros cubanos en Cuba po­dría tener un espacio mucho mayor.

No es un secreto para nadie que un grupo de las inteligencias que hemos cultivado hoy producen sus riquezas de saber fuera de nuestra Patria o en otras actividades ajenas a sus potencialidades de conocimientos. Precisamente por ello se requiere buscar fórmulas efectivas que fa­vo­­re­zcan la permanencia al servicio de todo el pueblo en nuestras instituciones.

Nuestros claustros están envejecidos y no existe reemplazo su­ficiente, ni siquiera con las asignaciones de re­cién graduados al servicio social en las tareas de docencia e investigación de las universidades.

El papel de promoción de iniciativas innovadoras y de emprendimiento desde nuestras universidades hacia la sociedad requiere una profunda valoración. La Universidad de La Haba­na realizó en el curso que acaba de terminar un experimento de “incubadora de iniciativas” que resultó muy exitoso en la captación de nuevas ideas, pero que solo avanza milimétricamente en su utilización. Muchas regulaciones existentes y la planificación que está diseñada para actividades macroeconómicas suelen ser obstáculos para emprendimientos e iniciativas innovadoras que por naturaleza son de pequeña escala y de gran diversidad.

Podemos idear la innovación más audaz y potencialmente productiva pero las barreras para su aplicación en la economía y la sociedad son muy altas. Aún sucede lo que magistral y didácticamente nos mostró el filme Plaff hace varias décadas con un “polímero” generado por una joven científica cubana contra el comprado expresamente en el exterior.

Vale resaltar que para resolver estos y mu­chos otros problemas asociados con la universidad y la innovación existe una voluntad política expresa. Urge entonces buscar fórmulas para que la empresa socialista encuentre más conveniente que esa innovación provenga del propio país y de sus universidades y centros científicos.

La creación de microempresas y cooperativas para la innovación asociadas con las universidades pueden ser importantes motores de de­sarrollo. Esas serían las versiones actuales de instituciones como el Centro de Investigaciones Di­gitales de la Universidad de La Habana, creado a iniciativa de Fidel en los años 60 del pasado si­glo, que concibió un modelo de computadora muy avanzado para aquellos tiempos y que se produjo en serie durante varios años. O del La­boratorio de Antígenos Sintéticos de la misma universidad que produjo a la primera vacuna sintética comercial del mundo, ya en este siglo.

Muchas acciones esencialmente organizativas podrían también emprenderse. La constitución de consejos económico–sociales en las universidades donde se sienten en la misma mesa a conversar y negociar periódicamente con los de­cisores de las principales instituciones económicas y financieras en su entorno y en cualquier pa­r­te de Cuba es una medida de muy posible realización.

El establecimiento de sistemas de interacción de las universidades con sus graduados (alumni) donde quiera que estén es un potencial de pro­greso para los especialistas, sus instituciones y la sociedad global. Todas las universidades pres­tigiosas y sus antiguos alumnos lo aprovechan hoy en el mundo, y hasta viabilizan importantes donaciones y cooperaciones voluntarias e incondicionales que les permiten avanzar más.

La movilidad de los estudiantes, docentes y científicos universitarios, interna y externa, se constituye hoy en día como una de las mayores fuentes de actualización e innovación para los países que la practican y puede serlo también para la generalidad de las universidades cubanas. La Universidad de La Habana es hoy de las más avanzadas en este aspecto.

Crear un programa bien dotado para la formación doctoral de nuestra juventud es probablemente el mayor impulso que pueda recibir la supervivencia y el progreso de nuestro sistema científico, tecnológico y de innovación.

Son muchos los retos y también pueden ser muchas las ideas de innovación, de éxito probable, que pueden emprenderse para bien de las universidades y sobre todo de la sociedad socialista próspera y sostenible, que queremos con todos y para el bien de todos.

Fuente: http://www.granma.cu/ciencia/2016-08-20/la-universidad-y-la-innovacion-20-08-2016-00-08-50

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