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Comunidades de aprendizaje: la escuela como excusa para transformar la sociedad

Por: Liliana Arroyo

Lo que marca la diferencia es su capacidad de tejer un ecosistema: esa comunidad de apoyo, de respeto, de comprender la diferencia desde lo genuino.

Hace unos días me invitaron a una jornada de debate educativo para que compartiera mis ideas y reflexiones acerca de los retos educativos entre tanta tecnología digital. Tuve la enorme suerte de recibir muchísimo más de lo que aporté. Y la lección mayor del día fue conocer de cerca dos comunidades de aprendizaje (una de Mollet y otra de Terrassa) porque demuestran que la escuela puede ser una buena excusa. O mejor dicho, varias excusas. Aquí van cinco, pero podrían ser otras o estas y muchas más:

1. La escuela como excusa para aprender y enseñar

La escuela es ese espacio-tiempo que favorece que cualquiera aprenda de quien tiene al lado. Tengamos la edad que tengamos, siempre enseñamos a los demás qué hacer o qué no, qué ideas son útiles en cada momento, cómo aprovechar el conocimiento o cómo adaptarnos a la situación. Si aún no hemos crecido demasiado, seguimos con el programa de aprender como esponjas instalado por defecto. Si ya hace años que nos abrochamos los cordones, lo de absorber como esponjas puede ser una habilidad olvidada, pero en todo caso recuperable en cualquier momento y lugar. Atención y consciencia del momento, que cualquier acto o palabra puede ser una experiencia de aprendizaje y enseñanza.

2. La escuela como excusa para sumar

Es un contexto fantástico para tener misiones conjuntas donde aportar aquello que nos gusta, que nos apasiona y que se nos da bien. Las comunidades de aprendizaje son la versión más atrevida de organizar la escuela con el alumnado en el centro pero con la premisa de la participación de la comunidad al completo por encima, por debajo y en todas partes. Eso implica compartir el aula con papás y mamás. Implica que las personas encargadas del mantenimiento de la escuela nos pueden hacer de profes porque explicarán como nadie cómo cambiar la bombilla. Pero quizá también es invitar al presidente de la asociación de vecinos a que nos enseñe qué pasó con las flores el día que nos divertimos pisándolas. Compartir e intercambiar son la tónica dominante, un diálogo permanente y una relación constante con la intersubjetividad a partir de cualquier experiencia, conocimiento o herramienta.

3.La escuela como excusa para soñar

Si algo tienen en común las comunidades de aprendizaje son esta energía de convertir los sueños en objetivos concretables. Exhiben su habilidad de construir castillos en el aire y pensar luego cómo se materializan. Porque soñar es pensar en grande y no se puede pensar en grande sin equivocarse. Son espacios de laboratorio social, donde están en fase de testeo permanente, viven en modo ensayo-error. Si funciona, se aplica. Si no funciona, se analiza el por qué, se aprende y se prueba de nuevo. Son ese tipo de habilidades intangibles las que van a necesitar mañana los que hoy aprenden a escribir. El derecho a atreverse y el derecho a frustarse de una forma sana. Es también la atmósfera idónea para descubrir sus pasiones, sus filias y fobias o romper los estereotipos de la inteligencia lógica en favor de las inteligencias múltiples.

4.La escuela como excusa para formar parte de algo

Está comprobado que la marginación combinada con las desigualdades sociales son la fórmula idónea para el aislamiento. Si nos descuidamos, avanzamos hacia sociedades cada vez más desiguales y más segmentadas, lo que significa mayor desconexión. El margen cada vez está más lejos -y no sólo de las oportunidades-, sino también de la empatía y de esa necesidad tan básica de formar parte de algo. De un grupo, de una comunidad, de un colectivo. De algo que trasciende los límites individuales de la propia piel. Los límites entre el “otro” y el “nosotros” juegan con los temores del “otro desconocido” ensombreciendo la opción del “otro diferente pero tan real y válido como puedo ser yo”. Y a nivel colectivo, eso cobija populismos, fronteras y poca consideración hacia al planeta y demás seres vivos.

5.La escuela como excusa para tejer las costuras de la sociedad

La responsable de una comunidad de aprendizaje de Terrassa usó un ejemplo ilustrativo: dar voz a las familias permite que madres magrebíes soliciten cursos de lengua (catalán) en este caso para poder participar en el “nuevo” entorno y ayudar a las criaturas con los deberes. ¿Qué hay más integrador que apreciar la riqueza de saber lenguas? Pero eso no es todo. Una madre deja de acudir a las clases porque el marido considera que ya ha aprendido bastante. En un entorno desconectado y poco cohesionado, esa madre hubiera abandonado los libros por presión familiar. En el seno de esa comunidad de aprendizaje, el propio ecosistema (las otras madres y sendos maridos) convenció tanto a la mujer como a su marido de lo importante que era que ella no faltara a clase. Es decir, una dinámica cultural se hubiera reproducido en ese caso, pero las conexiones favorecen la auténtica aculturación como proceso de apertura, de abajo arriba, como oportunidad y sin imposición.

En definitiva…

En definitiva, lo del aprendizaje “se le supone” a la escuela. Lo que marca la diferencia es esa capacidad de tejer un ecosistema: esa comunidad de apoyo, de respeto mutuo, de comprender la diferencia desde lo más genuino, de experimentar que la unión hace la fuerza en cada uno de los gestos del día. La escuela no debe ser una representación micro-cósmica que prepare para lo que habrá mañana ahí fuera. Primero porque “el mañana” es tan incierto como imprevisible. Y después porque poner muros entre el “dentro” y el “fuera” es mantener la ficción de la vida como compartimentos estanco. Y en esta era nuestra, donde se funden el yo analógico con la versión digital y tomamos consciencia que la identidad es un continuum, creer que la escuela es sólo un lugar para aprender -o el único lugar para aprender-, es quedarse mirando el dedo. Y para más inri, mientras damos la espalda a la luna.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/03/31/comunidades-de-aprendizaje-la-escuela-como-excusa-para-transformar-la-sociedad/

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Consejos para educar la privacidad en línea

El acompañamiento, el uso en familia y el diálogo son condiciones necesarias para educar en una buena gestión de la identidad en línea protegiendo la privacidad.

Evitar el acceso a Internet es utópico y discriminatorio para nuestros menores. Dejarles solos en la exploración es arriesgado. Hay que buscar formas de ayudarles a estar ahí maximizando las oportunidades y minimizando los peligros. Pero, ¿por dónde empezamos? ¿Qué herramientas tenemos para abordarlo? ¿Cómo lo enfocamos si las redes sociales nos quedan grandes? La buena noticia es que es un reto generalizado y empezamos a contar con recursos útiles y accesibles que nos pueden ayudar a iniciar estos diálogos, reforzarlos o, por lo menos, darnos coordenadas. Esta es la contribución de este artículo, pero atención: ni es una recopilación exhaustiva de todos los recursos disponibles ni está pensada desde la vertiente del cibercrimen y la ciberseguridad.

Educar en el uso de Internet y las redes sociales tiene mucho que ver con enseñarles cómo, cuándo y qué ver en la televisión, cómo comportarse en el recreo o el transporte público. Es cierto, sin embargo, que existen factores diferenciales en el entorno digital que hacen de la gestión de la identidad y la privacidad algo complejo a la vez que indispensable. Desde el primer momento en que un menor se conecta, necesita entender que Internet es un campo sin puertas. Y mucho mejor si lo hace de la mano de adultos que le acompañen y fomenten un uso crítico y seguro de la red.

Cada vez son más los padres, madres, maestros y personas involucradas en la educación de menores que muestran preocupación sobre los riesgos que supone utilizar Internet y especialmente las redes sociales. A pesar de que el reto es nuevo, las respuestas son de sentido común. El acompañamiento, el uso en familia y el diálogo son condiciones necesarias (aunque no suficientes) para educar en una buena gestión de la identidad en línea protegiendo la privacidad.

Y, de hecho, tanto los nativos como los inmigrantes digitales necesitamos entender las normas del juego, los límites, las oportunidades y los riesgos de este nuevo escenario virtual sin precedentes. La diferencia es que es nuevo para grandes y pequeños, y los últimos tienden a explorarlo con mayor facilidad y destreza, lo que puede dar la vuelta a las dinámicas establecidas de quién enseña a quién. Ahora bien, no debemos confundir saber pulsar o hacer búsquedas eficientes con ser conscientes de las consecuencias de lo que hacemos en Internet. La alfabetización digital debe ser a nivel de habilidades, pero también de comprensión. El acompañamiento en este caso es clave. Y acompañar también puede querer decir aprender juntos: perdemos el miedo a no saber más que ellos, a estar perdidos. Recordemos que sabe más el diablo por viejo que por diablo, y siempre tendréis a vuestro favor ese añadido de experiencia, aquel bagaje acumulado a partir de escenarios previos (aunque no digitales) que ayudan a discernir. Los menores (los nativos digitales) se relacionan con la tecnología de forma sencilla y nada acomplejada. Los inmigrantes digitales están más preparados para la mirada de fondo, una perspectiva crítica sobre la foto completa.

Temores y estrategias

Un reciente estudio del Ministerio del Interior señala que la principal preocupación de los padres cuando los hijos navegan por Internet es el riesgo de lo que otros (conocidos o desconocidos, adultos u otros menores) puedan hacer a sus hijos. En segundo término, sitúan la posibilidad de acceder a contenidos poco apropiados y rara vez consideran un problema cómo pueden comportarse sus hijos respecto a otros usuarios. Ahora bien, solo en la mitad (54,4 %) de los hogares con niños de entre 10 y 17 años que utilizan Internet existe diálogo sobre estas cuestiones (según el CIS, barómetros del mes de marzo de 2015, nº 3057 y 2016, nº 3131). Un cuarto de las familias ha hablado de ello «alguna vez», pero sigue siendo tabú para un 20 % de los casos. La encuesta no aborda las razones para dialogar o no hacerlo, pero lo cierto es que uno de cada cinco menores es más vulnerable a los riesgos por no tener quien le aconseje, le guíe, le acompañe o pueda resolverle sus dudas. Esto provoca que la experiencia de uso de Internet que perciben los padres diste en buena medida de la que realmente tienen los hijos.

De acuerdo con Sonia Livingstone, los padres son los mediadores entre los riesgos de Internet y las oportunidades que la red ofrece a sus hijos. El diálogo forma parte de lo que se ha clasificado como estrategias de mediación activas, pero se han definido diferentes dimensiones de gestión parental. La clasificación tiene en cuenta la naturaleza de acuerdo con los ejes control/acompañamiento y limitación/capacitación del individuo. No se trata de estrategias excluyentes y pueden aparecer combinadas.

Como forma pura de control encontramos estrategias basadas en la vigilancia y la supervisión. Se refiere a controlar qué páginas web visitan, revisar sus perfiles en las redes sociales (qué cuelgan, quiénes son sus contactos) o ver los mensajes que reciben. Estas no se consideran formas de mediación, porque a menudo se hacen cuando el menor no está. La supervisión da información sobre los comportamientos y puede ser la antesala de las demás estrategias.

En términos de mediación se han definido tres perspectivas: técnica, restrictiva o activa. El uso de programas de control parental sobre el contenido para evitar spam o virus actúa a nivel de mediación técnica, en que se proporcionan límites a través de soluciones de software. La mediación restrictiva entra en acción cuando se comunican los límites respecto al tipo de información que pueden publicar, el tiempo de uso, las páginas que se pueden y no se pueden visitar, etc. Y por último, está la mediación activa, que se caracteriza por tener una base dialógica donde se habla, se comparte, se hacen sugerencias y se anima a que exploren por sí mismos y compartan las dudas, las inseguridades y los descubrimientos. Mientras que la mediación técnica combina control y limitación, la mediación restrictiva es una limitación acompañada y la mediación activa se situaría en el paradigma del acompañamiento con el objetivo de capacitarlos. El escenario ideal es tender hacia los cuadrantes marcados en verde, especialmente donde se cruzan la capacitación y el acompañamiento.

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Cada aproximación posee unos componentes específicos que pueden contribuir al proceso de alfabetización digital. El acompañamiento y la capacitación también requieren un cierto grado de control y delimitación. Lo más recomendable, sin embargo, es que, siempre que sea posible, se haga de forma explícita y razonada.

Diez recomendaciones para aplicar hoy mismo

  1. Consensuar y capacitar más que prohibir. Establecer límites de forma explícita, razonada y pactada en la medida de lo posible. Hay que explicarlo en cada momento en la medida y la forma en que lo puedan entender, pero evitar la vía de la imposición nos invitará a razonar y exponer los motivos de las acciones que llevemos a cabo. Una forma imaginativa es firmando un contrato en el que padres e hijos establezcan las normas de uso, los términos, las limitaciones y las eventuales sanciones en caso de incumplimiento. Safe Surfing Kidspublicó una plantilla que podéis adaptar a vuestro gusto (en inglés).
  2. Mediación técnica sí, exponerlo también. Los programas de control parental son realmente una solución técnica muy eficaz para evitar contenidos no deseados. Es importante, sin embargo, que los niños y adolescentes sean conscientes de que en el ordenador familiar no hay riesgo de que aparezca información de contenido violento o sexual explícito. Así, también les ayudaremos a entender que hay entornos más protegidos que otros y que pueden regular los niveles de alerta. El blog específico de Pantallas Amigas os puede resultar útil.
  3. Las TIC como a tema de conversación. En muchos hogares el móvil o la tecnología pueden ser motivo de conflicto (generalmente porque les prestan más atención que a los padres o los deberes, porque pasan con ellos más tiempo del deseable, etc.). Esto debe cambiar. Jordi Jubany destaca en La Família en digital los beneficios de dar un espacio a la tecnología en el seno familiar, y hacerlo también de forma intergeneracional.
  4. Uso individual, pero en compañía. Los expertos recomiendan que el punto de acceso a Internet esté situado en un espacio común de la casa (comedor, salón). Es importante que puedan navegar y explorar solos, pero hay que reservar tiempo para sentarse con ellos y ver qué hacen, qué intereses tienen, qué buscan y cómo reaccionan a los estímulos de Internet o en las conductas de los demás. Es un proceso similar al de sentarse a ver la televisión con ellos mientras meriendan para indicar cuánto tiempo mirarla, explicarles qué canal elegir y descodificar los mensajes que lanzan los programas para que los comprendan y los encajen de la mejor manera. Cuanto más tiempo pasen acompañados en Internet, más posibilidades hay de que compartan sus dudas con nosotros de forma espontánea.
  5. Identificar los datos personales. Es importante que sepan qué son, por qué son sensibles y, sobre todo, que entiendan que no los deben proporcionar a nadie sin motivo. Se considera información sensible en la red los nombres, las direcciones electrónicas, las contraseñas, las direcciones postales, las cuentas bancarias, etc. Las aventuras de Reda y Neto nos pueden ayudar a iniciar la conversación de forma lúdica, con capítulos cortos de dibujos animados. También se puede aplicar en el momento de darse de alta en una web, servicio o aplicación.
  6. Cuidado con los «caramelos» de desconocidos. Hay que explicarles que la identidad en la red es más fácil de simular que en la realidad. A la hora de relacionarse con los demás en las redes sociales, es primordial limitar a las personas desconocidas que incluyen en sus listas de contactos. Un 20 % han recibido propuestas para encontrarse físicamente con desconocidos y varias instituciones han publicado guías prácticas para abordar estas cuestiones. Es importante la confianza para que los menores puedan compartir con nosotros si han vivido situaciones desagradables. Hay que desincentivar estas citas, pero, en caso de que queden, hay que advertirles de que avisen siempre a alguien de dónde van y que se encuentren en un lugar público.
  7. Hablemos de la huella digital. Es importante que entiendan el rastro que genera su actividad en la red, incluso cuando tienen la ilusión de que es efímero. Un buen ejemplo de ello es el experimento de unamaestra inglesa que demostró a sus alumnos cuán «privada» era una foto realizada con la aplicación Snapchat. En la foto se ve cómo ella sostiene un cartel que reza: «Esta es una foto “privada” de Snapchat. Por favor, compartidla, haced click en me gusta y comentad dónde estáis. Ayudadme a enseñar a mis alumnos de primaria en qué medida esta es una foto privada en realidad». Solo hay que decir que en pocos días llegó a los 27.000 me gusta desde Inglaterra, Australia, Dinamarca o Canadá, entre otros.
  8. ¿Configuramos el perfil juntos? Si nuestros hijos quieren crear un perfil en las redes y consideramos que tienen la edad para hacerlo, podemos ayudarles a configurar su perfil. Ello nos dará el espacio para razonar qué información personal deben dar y elegir la fotografía del perfil (mejor un avatar o cualquier fotografía que no los identifique). También podemos repasar con ellos la política de privacidad de la empresa correspondiente y la configuración de la privacidad deseada. Por defecto, procuraremos siempre restringirlo a los contactos que aceptamos. Desde 2014 Facebook ofrece una funcionalidad que permite revisar esta configuración de forma ágil y sencilla.
  9. Antes de publicar, tres preguntas. En las redes sociales tendemos a publicar opiniones o imágenes casi antes de pensar qué decimos, cómo lo decimos y cómo se puede interpretar. Es recomendable que acostumbremos a nuestros hijos a hacerse unas preguntas (al estilo de contar hasta diez y respirar antes de responder):
    • La norma de la euforia: ¿colgarías esto dentro de dos horas?
    • La norma de la vergüenza: ¿tu abuela/abuelo/familia se avergonzará al leer esto?
    • La norma del Bad Guy: ¿alguien con malas intenciones puede usar esta información para encontrarte o perjudicarte?
  10. Más hechos que palabras. Como decía Mafalda, «A mí me gustan las personas que dicen lo que piensan. Pero por encima de todo, me gustan las personas que hacen lo que dicen».

Conclusiones

Hay que apostar por una buena alfabetización digital desde pequeños, basada en el acompañamiento y la capacitación, con las dosis adecuadas de control y limitaciones en cada caso. Hay que pensar en soluciones que sirvan como estrategias a largo plazo: es más importante crear usuarios críticos que sepan identificar las amenazas presentes y futuras, así estarán dotados de herramientas y recursos para reaccionar y protegerse.

Podemos aprovechar este reto para iniciar procesos educativos donde poner en valor la comprensión, el espíritu de autosuperación, el aprendizaje, la curiosidad por el mundo que nos rodea, y el trabajo en equipo de padres e hijos. Es un hecho que los jóvenes y adolescentes son agentes activos que participan en Internet y las redes sociales. Es importante que contemos con ellos y que desempeñen un papel relevante en las decisiones que tomamos sobre su relación con las TIC. Se necesitan más iniciativas para unir esfuerzos para capacitar e incorporar a padres, madres, abuelos, familiares y educadores de todos los ámbitos para poder acompañar a estos ciudadanos en formación. En el acompañamiento es importante recordar que se aprende de lo que se dice, pero sobre todo de lo que se hace.

A nivel colectivo, también tenemos acciones pendientes: podemos empujar para impulsar el reconocimiento de los derechos de los niños a la esfera virtual. Al mismo tiempo, reclamar que la industria y los proveedores de servicios en línea faciliten una oferta más proporcionada, transparente y a la medida de los usuarios. Nadie ha dicho que sea fácil, pero seguramente estaremos de acuerdo en que esta nueva perspectiva es altamente necesaria.

Fuente: http://lab.cccb.org/es/category/educacion/

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El futuro de la educación: 3 premisas para la discusión tecnológica

Por: Liliana Arroyo

El aprendizaje real no está en el ‘cuánto’ sino en el ‘cómo’. No es el tiempo de exposición, sino la capacidad de relacionarse en el ámbito digital. No es la cantidad de pantallas que tienen alrededor, sino el acompañamiento que reciben.

Una semana antes que Barcelona esté hirviendo con el MWC la ciudad calienta motores organizando una serie de actividades de reflexión sobre futuro y transfomación digital. Uno de los debates estaba dedicado precisamente a la irrupción tecnológica en las aulas. El debate fue rico en ideas y experiencias, pero me gustaría rescatar algunos puntos de vista que surgieron y que me parecen fundamentales para enmarcar bien la cuestión.

Las nuevas tecnologías no educan solas

En 2001 Mark Prensky usó el concepto de nativos e inmigrantes digital es para distinguir a los nacidos entre pantallas y botones de los que nacieron en mundo analógico y las incorporan en diversos estadios de la vida. El concepto fue poderoso para explicar fácilmente que los nativos tienen activado el instinto explorador táctil casi más pronto que el caminar. Precisamente porque ven y aprenden que tocando ocurren cosas, a menudo divertidas, pero no tienen perspectiva para entender por qué llegan a ese capítulo de sus dibujos favoritos. Los mayores, los migrantes de un mundo analógico al mundo digital, precisamente tienen más perspectiva y por ello son prudentes y toquetean menos. Pero la destreza instrumental, la capacidad de manejo, no tiene que ver con la capacidad de entender qué hay realmente tras esa aplicación. De la misma forma que la TV no podía sustituir a un adulto, las pantallas per se no educan. Lo dice la experiencia pero también los números: Francesc Pedró (responsable de políticas educativas en la UNESCO) afirmó que una mayor inversión en tecnología no necesariamente tiene impacto en el rendimiento académico.

Por qué el aprendizaje real no está en el cuánto sino el cómo. No es el tiempo de exposición, sino la capacidad de relacionarse en lo digital. No es la cantidad de pantallas que tengan alrededor, sino el acompañamiento que reciban para entenderlas, conocerlas y usarlas a conveniencia. Una década después el mismo Prensky amplió su teoría con la noción de ‘sabiduría digital’. Porque se trata de comprender que el entorno digital es un nuevo tablero de juego, con nuevas reglas, nuevos rivales y nuevos horizontes. Tenemos que aprender y enseñar a jugar en este otro escenario. Y poco a poco debemos ir entendiendo que no seremos o analógicos o digitales, sino que ambos mundos estarán cada vez más interrelacionados.

A menudo tomamos las nuevas tecnologías como un fin, cuando son el medio

Las nuevas tecnologías nos apasionan tanto que parece que el entretenimiento con ellas sea la finalidad última. Pero eso sería como decir que en la versión analógica lo suyo es juguetear con el lápiz, si en realidad lo que queremos es escribir. Las TIC ofrecen nuevas herramientas y por tanto nuevas posibilidades (PLE, campus virtuales, pizarras digitales, aplicaciones móviles o impresoras 3D). Aquí las aportaciones de los que están en el día a día de las aulas fueron muy valiosas. Ana Albalat (profesora de proyectos TIC en secundaria) afirmó que no solamente consiste en sustituir la pizarra por un proyector, sino que el cambio está también en los procesos de enseñanza y aprendizaje. Miquel Carreras, habló de la experiencia de la FABLAB@School de Rubí. Comenzaron hace 3 años y lo más llamativo de su modeloes que lo trabajan todo por proyectos y que cuentan con un taller ceativo contecnologías avanzadas como las impresoras 3D. Puso un fabuloso ejemplo y es que en lugar de proponer “vamos a aprender cómo usar una impresora 3D”, se plantea un reto del tipo “tenéis que crear un banco inspirado en Gaudí para exponerlo en la próxima feria de mobiliario urbano”. De esta forma, son los miembros del equipo los responsables de conseguir la misión. Ellos mismos decidirán el cómo y el qué, sabiendo las diferentes herramientas y tecnologías que tienen a su alcance. Cierto es que la mayoría de centros pueden asumir una impresora 3D, pero sí pueden incorporar nuevas metodologías e incorporar la infinidad de aplicaciones disponibles. En un esfuerzo colaborativo de los docentes, liderado por mSchools, han creado Toolbox, una especie de catálogo donde descubrir apps y experiencias de innovación educativa, organizadas por áreas, seleccionadas y validadas por docentes.

Las nuevas TIC deben servir para generar oportunidades

Las innovaciones digitales pueden aumentar o mitigar las desigualdades educativas, todo dependerá de cómo se implementen. Veamos. La exclusión digital tiene una doble vertiente:una es el acceso a las tecnologías en sí, pero otra muy importante es la de los usos una vez se ha accedido. Esto quiere decir que incluso cuando el acceso está garantizado, no todos y todas tienen los mismos recursos para crecer, informarse, desarrollarse y utilizar de forma crítica el medio digital. Lo genial del caso es que en el debate hubo un par de experiencias reales que muestran cómo se pueden tomar acciones para evitarlo. Aunque quizá sean experimentos muy locales, embrionarios y particulares, son innovaciones que arrojan luz y bien podemos aprender de sus errores y aciertos.

El IES Torre del Palau (Terrassa), +un instituto público compuesto por alumnado de familias de clase media-baja, obtuvo puntuaciones por encima de la media en las pruebas PISA 2015. Era la primera edición realizada íntegramente con ordenadores. Evaristo González, el director, explicaba que el secreto para esos fantásticos resultados es que el uso de ordenadores en clase, así como la formación tecnológica de los docentes, es una apuesta estratégica del centro desde hace años.

Sumada a la brecha de clase, no podemos obviar la de género. En el mundo profesional es evidente que existe un sesgo: las carreras técnicas, con fuertes componentes tecnológicos y especialmente los puestos de trabajo, configuran un panorama altamente masculinizado (sólo un 30% son mujeres). Las barreras tienen mucho que ver con el imaginario social y los patrones de juego simbólico, algo que va mucho antes de la elección de una carrera. Diversos ponentes insistieron que son pocas las niñas y chicas que se interesan espontáneamente por profesiones tecnológicas. A menudo puede ser por falta de referentes en la familia o el entorno social y quizá también por un problema de narrativa. La tecnología va mucho más allá de programar y Albert Forn (director del programa de mSchools) afirmaba que permite desarrollar facetas humanas importantes. De acuerdo con Miquel Carreras, la atención de las chicas se genera cuando se explica qué pueden hacer con ello. No les importa si es una impresora 3D o Arduino, sino qué contribución pueden hacer a partir de eso.

Hubo otros muchas cuestiones relevantes durante la discusión pero estos tres elementos son importantes como puntos de partida para cualquier discusión acerca de cómo reinventamos los sistemas educativos en medio de la revolución digital. Josep A. Planell, Rector de la Universitat Oberta de Catalunya, tiene claro que el aula acabará siendo el móvil y que la formación a lo largo de la vida será la nueva normalidad. Lo que tenemos que preservar, dijo, es que comprendan lo que leen y que sepan expresar lo que piensan. Las predicciones son inciertas pero una cosa está clara: las TIC han llegado para quedarse y está en nuestro derecho y responsabilidad convertirlas en la palanca aliada para el cambio inminente.

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Los robots entran al aula para contradecir a Asimov

Por Liliana Arroyo

Asimov vaticinó una enseñanza, en casa, reinada por un profesor mecánico. Ya hay robots sociales que interactúan en las aulas. Empecemos a pensar cómo queremos que esos robots sociales nos asistan, cuándo y de qué manera.

Cada vez que estrenamos año nos encanta imaginar y proyectar qué nos deparan los próximos 12 meses. Así que para estrenar el 2017, traigo una de tecnología y tendencias educativas. Para ello os propongo breve un viaje al futuro desde el pasado -de la mano de Asimov-, y una mirada a la escuela del futuro a través de los robots sociales. Abróchense los cinturones que nos vamos.

El hoy desde el ayer

Isaac Asimov fue un gran referente en ciencia ficción y tenía visiones futuras de una lucidez asombrosa. Tras visitar la Feria Mundial de Nueva York en 1964 hizo una predicción del mundo a 50 años vista. Justo en el aniversario, en 2014, constatamos que la mayoría de sus predicciones estaban bien encaminadas y que la mitad se han cumplido. Aunque su especialidad era la bioquímica, escribió mucho sobre robótica y se le atribuyen frases célebres relacionadas con la educación. Me gusta especialmente un relato corto titulado “The Fun they Had” (Lo bien que se lo pasaban). El argumento es simple: un niño del año 2157 encuentra un libro de papel. Se lo enseña a otra niña, su vecina, y hablan de cómo era la escuela que conocieron sus abuelos y bisabuelos.

Dejando su visión nostálgica de la escuela como lugar donde relacionarse, ese cuento nos da pistas sobre cómo imaginaba la educación en pleno siglo XXII. Asimov vaticinaba que la escuela ya no sería un edificio donde van todos los niños, sino que el proceso educativo y de aprendizaje se haría en casa, en una habitación específica y reinada por el Profesor Mecánico. Este “profesor” lo describía como un robot de forma humanoide, programado para encenderse de lunes a viernes a una hora determinada, dando contenidos personalizados cada día y con una ranura a medio tronco para introducir los deberes del día anterior.

A fecha de hoy podemos decir que el olfato de Asimov afinó relativamente en cuanto a los contenidos individualizados y el uso de robots. En cambio, las escuelas tienen todavía un largo recorrido como centros educativos, los profesores siguen siendo humanos y el aprendizaje solitario y a domicilio es una rara avis. En cuanto al Profesor Mecánico, algunos avances hacen pensar que de momento no veremos profesores robot y que cuando los veamos, no serán mecánicos sino reactivos.

El mañana desde hoy

Hace un par de meses, Barcelona acogió una conferencia internacional sobre robots sociales, con el foco puesto en las finalidades terapéuticas y educativas. Lo revolucionario de los robots sociales es que, además de contar con Inteligencia Artificial (que les permite aprender de cada acción), son capaces de identificar emociones cuando se relacionan con humanos. En las charlas se enfatizaba que los robots sociales deben servir para estimular el aprendizaje, así como adquirir nuevas habilidades y competencias. El asistente más conocido probablemente sea Pepper, un robot japonés que ha comenzado a ir a una escuela de Fukushima para ayudar a los compañeros con menos don de palabra. Lo que diferencia estos robots sociales de los demás, e incluso de un tutorial cualquiera, es que interpretan emociones descodificando la entonación y los gestos. Por eso los niños pueden interactuar con ellos espontáneamente (lo que se llama “con lenguaje natural”), estando más cerca de la manera de relacionarse con un humano que con una máquina.

El desarrollo y la investigación están todavía en fases muy tempranas. Los robots sociales se están probando de momento como asistentes educativos, tanto para el aprendizaje general como para dar apoyo a los casos con dificultades en el desarrollo cognitivo. Se me ocurren muchas ventajas, comenzando por una atención personalizada o la detección precoz de algunos trastornos. Seguramente lo ideal sería que los robots fueran un complemento para que los y las docentes puedan dedicarse a esos aspectos intrínsecamente humanos de la tarea educativa.

No jugaré a ser Asimov porque hacer predicciones de ese calibre sólo está al alcance de los grandes visionarios, aunque dudo mucho que al terminar el 2017 los robots sociales sean uno más de la clase. Lo que sí puedo decir es que la innovación tecnológica no es buena sólo por ser nueva, sino que es buena cuando aporta mejores soluciones. En educación, me atrevería a decir, mejor no significa más rápido o más caro, sino más bien algo efectivo y que además llega a todas las aulas. De lo contrario, por muy sociales que sean los robots, el derecho a tener un futuro digno seguirá mal repartido.

Desabróchense los cinturones y bienvenidos de nuevo al presente. Permanezcan atentos, pues es el momento adecuado para debatir, imaginar y construir colectivamente el mañana. Empecemos a pensar cómo queremos que esos robots sociales nos asistan, cuándo y de qué manera. Porque como dijo Alan Kay, “la mejor manera de predecir el futuro, es inventándolo”.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/01/20/sera-2017-el-ano-de-los-profesores-robot/

Imagen: eldiariodelaeducacion.com/wp-content/uploads/2017/01/Roberlan-Borges-cc-flickr.jpg

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