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En tiempos de covid: El cuidado necesario y la hermandad afectuosa

En tiempos de covid: el cuidado necesario y la hermandad afectuosa

2020-11-01

Leonardo Boff

En los días actuales, especialmente durante el aislamiento social, debido a la presencia peligrosa del coronavirus, la humanidad despertó de su sueño profundo: empezó a oír los gritos de la Tierra y los gritos de los pobres, y la necesidad de cuidarnos unos a otros y también a la naturaleza y a la Madre Tierra. De pronto nos dimos cuenta de que el virus no vino del aire y no puede ser pensado en forma aislada, sino dentro de su contexto: vino de la naturaleza. Es la respuesta de la Madre Tierra al antropoceno y el necroceno, es decir, a la destrucción sistemática de vidas, debida a la agresión del proceso industrialista, en una palabra, al capitalismo globalizado. Este avanzó sobre la naturaleza, deforestando miles de hectáreas en el Amazonas, en el Congo y en otros lugares donde se encuentran las selvas y bosques húmedos. Esto destruyó el hábitat de cientos y cientos de virus que se encontraban en los animales e incluso en los árboles. Saltaron a otros animales y de éstos a nosotros.

Como consecuencia de nuestra voracidad incontrolada, cada año desaparecen cerca de cien mil especies de seres vivos, después de millones de años de vida en la Tierra, y todavía, según datos recientes, un millón de especies vivas corren el riesgo de desaparecer.

La idea-fuerza de la cultura moderna era y sigue siendo el poder como dominación de la naturaleza, de otros pueblos, de todas las riquezas naturales, de la vida e incluso de los confines de la materia. Esta dominación ha causado las amenazas que pesan actualmente sobre nuestro destino. Esta idea-fuerza tiene que ser superada. Bien dijo Albert Einstein: “la idea que creó la crisis no puede ser la misma que nos saque de la crisis; tenemos que cambiar”.

La alternativa será ésta: en lugar del poder como dominación tenemos que poner la fraternidad y el cuidado necesario. Estas son las nuevas ideas-fuerza. Como hermanos y hermanas, todos somos interdependientes y debemos amarnos y cuidarnos unos a otros. El cuidado implica una relación afectuosa con las personas y con la naturaleza; es amigo de la vida, protege y da paz a todos los que están alrededor.

Si el poder como dominación significaba el puño cerrado para someter, ahora ofrecemos la mano extendida para entrelazarla con otras manos, para cuidar y abrazar afectuosamente. Esta mano cuidadosa traduce un gesto no agresivo hacia todo lo que existe y vive.

Por lo tanto, es urgente crear la cultura de la fraternidad sin fronteras y el cuidado necesario que une todo. Cuidar todas las cosas, desde nuestro cuerpo, nuestra psique, nuestro espíritu, a los demás y más cotidianamente la basura de nuestras casas, el agua, los bosques, los suelos, los animales, a unos y otros, empezando por los más vulnerables.

Sabemos que todo lo que amamos, lo cuidamos, y todo lo que cuidamos también lo amamos. El cuidado cura las heridas del pasado e impide las futuras.

En este contexto urgente cobra sentido uno de los más bellos mitos de la cultura latina: el mito del cuidado.

Cierto día, caminando a la orilla de un rio, Cuidado vio un trozo de barro. Fue el primero en tener la idea de tomar algo de ese barro y darle la forma de un ser humano. Mientras contemplaba, contento consigo mismo, lo que había hecho, apareció Júpiter, el dios supremo de los griegos y romanos. Cuidado le pidió que soplara espíritu en la figura que acababa de modelar. A lo que Júpiter accedió de buen grado. Pero cuando Cuidado quiso dar un nombre a la criatura que había diseñado, Júpiter se lo prohibió. Dijo que esta prerrogativa de imponer un nombre era misión suya. Cuidado insistía en que tenía este derecho al haber pensado primero y moldeado la criatura en forma de un ser humano.

Mientras Júpiter y Cuidado discutían acaloradamente, apareció de repente la diosa Tierra. También ella quería darle un nombre a la criatura, ya que, según ella, estaba hecha de arcilla, material del cuerpo de la Tierra. Se produjo una discusión general sin llegar a un consenso.

De común acuerdo, pidieron al antiguo Saturno, llamado también Cronos, fundador de la edad de oro y de la agricultura, que actuara como árbitro. Apareció en escena y tomó la siguiente decisión que a todos les pareció justa:

“Tú, Júpiter, le has dado el espíritu; por lo tanto, recibirás este espíritu de vuelta cuando esta criatura muera”.

«Tú, Tierra, le has dado el cuerpo; por lo tanto, recibirás también el cuerpo de vuelta cuando esa criatura muera”.

“Como, tú, Cuidado, fuiste quien dio forma a esa criatura, ella permanecerá bajo tu cuidado mientras viva”.

«Y como no hay consenso entre ustedes sobre el nombre, decido yo: esta criatura se llamará Ser Humano, es decir, hecho de humus, que significa tierra fértil”.

Veamos la singularidad de este mito. El cuidado es anterior a cualquier otra cosa. Es anterior al espíritu y anterior a la Tierra. En otras palabras, la concepción del ser humano como compuesto de espíritu y cuerpo no es originaria. El mito es claro al afirmar que “fue Cuidado el que primero moldeó la arcilla en forma de un ser humano”.

El cuidado aparece como el conjunto de factores sin los cuales el ser humano no existiría. El cuidado constituye esa fuerza original de la que brota y se alimenta el ser humano. Sin cuidado, el ser humano seguiría siendo sólo un muñeco de arcilla o un espíritu desencarnado y sin raíz en nuestra realidad terrestre.

Cuidado, al moldear al ser humano, empeñó amor, dedicación, devoción, sentimiento y corazón. Tales cualidades pasaron a la figura que él proyectó, es decir, a nosotros, los seres humanos. Estas dimensiones entraron en nuestra constitución como un ser amoroso, sensible, afectuoso, dedicado, cordial, fraternal y lleno de sentimiento. Esto hace que el ser humano emerja realmente como humano.

Cuidado recibió de Saturno la misión de cuidar al ser humano durante toda su vida. De lo contrario, sin cuidado, no subsistiría ni viviría. Efectivamente, todos somos hijos e hijas del infinito cuidado de nuestras madres. Si no nos hubieran acogido con cariño y cuidado, no hubiéramos sabido cómo salir de la cuna a buscar nuestra comida. En poco tiempo habríamos muerto, porque no tenemos ningún órgano especializado que garantice nuestra supervivencia.

El cuidado, por lo tanto, pertenece a la esencia del ser humano. Pero no sólo eso. Es la esencia de todos los seres, especialmente de los seres vivos. Si no los cuidamos, se marchitan, poco a poco van enfermando y finalmente mueren.

Lo mismo ocurre con la Madre Tierra y todo lo que existe en ella. Como bien dijo el Papa Francisco en su encíclica que tiene como subtítulo “Cuidando de la Casa Común”: “debemos alimentar la pasión por el cuidado del mundo”.

El cuidado es también una constante cosmológica. Bien dicen los cosmólogos y los astrofísicos: si las cuatro fuerzas que sostienen todo (la gravitatoria, la electromagnética, la nuclear débil y la nuclear fuerte) no se hubieran articulado con extremo cuidado, la expansión sería demasiado enrarecida y no habría densidad para originar el universo, nuestra Tierra y a nosotros mismos. O bien sería demasiado densa y todo explotaría en cadena y no existiría nada de lo que existe. Y ese cuidado preside el curso de las galaxias, las estrellas y todos los cuerpos celestes, la Luna, la Tierra y nosotros mismos.

Si vivimos la cultura y la ética del cuidado, asociado al espíritu de hermandad entre todos, también con los seres de la naturaleza, habremos colocado los fundamentos sobre los cuales se construirá un nuevo modo de relacionarnos y de vivir en la Casa Común, la Tierra. El cuidado es la gran medicina que nos puede salvar y la hermandad general nos permitirá la siempre deseada comensalidad y el amor y el afecto entre todos. Entonces continuaremos brillando y desarrollándonos en este bello planeta.

Esta consideración sobre el cuidado concierne a todos los que cuidan de la vida en su diversidad y del planeta, especialmente ahora, bajo la pandemia de la Covid-19: el cuerpo médico, los enfermeros y enfermeras y todo el personal que trabaja en los hospitales, pues el cuidado esencial cura las heridas pasadas, impide las futuras y garantiza nuestro futuro de nuestra civilización de hermanos y hermanas, juntos en la misma Casa Común.

Autor: Leonardo Boff

Fuente de la Información: http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=1006

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Fratelli tutti: La dimensión política de la fe hoy

Por: Leonardo Boff

Las ya próximas elecciones municipales en Brasil, sugieren hacer una reflexión sobre la relevancia de la fe cristiana ante la política, sea social, o partidaria.

La fe no es un acto al lado de otros actos. Es una actitud que engloba todos los actos, a toda la persona, el sentimiento, la inteligencia, la voluntad y las opciones de vida. Y una experiencia originaria de encuentro con el Misterio que llamamos Dios vivo y con Jesús resucitado. Ese encuentro cambia la vida y la forma de ver todas las cosas. Por la actitud de fe vemos que todo está ligado y religado a Dios, como aquel Padre/Madre que ha creado todo, acompaña todo y atrae todo para que todos puedan vivir con espíritu fraterno, con cuidado de unos a otros y con cuidado de la naturaleza. Este amor social constituye el mensaje central de la nueva encíclica del Papa Francisco Fratelli tutti. La fe no sólo es buena para la eternidad, lo es también para este mundo.

En este sentido, la fe engloba también la política con P mayúscula (política social) y con p minúscula (política partidaria). Siempre se puede preguntar: ¿en qué medida la política, ya sea social o partidaria, es instrumento para la realización de los bienes del Reino como el amor social, la fraternidad sin fronteras, la justicia personal y social, la solidaridad y la tolerancia? En qué medida la política crea las condiciones para que las personas se abran a la cooperación y no se devoren unas a otras mediante la competición sino en comunión unos con otros y con Dios. Esta es llamada en la reciente encíclica del Papa Francisco Fratelli tutti “la Política Mejor”, que incluye el corazón, y también la ternura y la gentileza, como de forma sorprendente se dice en ella.

La fe como una bicicleta

La fe no es sólo una experiencia personal de encuentro con Dios y con Cristo en el Espíritu. Se traduce concretamente en la vida. Es como una bicicleta, tiene dos ruedas a través de las cuales se vuelve concreta: la rueda de la religión y la rueda de la política.

La rueda de la religión se realiza mediante la meditación, la oración, las celebraciones, la lectura de la Biblia, incluso la popular, las peregrinaciones, los sacramentos… en una palabra, por el culto.

Muchos reducen la religión sólo a esta rueda, especialmente las cadenas de televisión católicas. Estas son generalmente de un cristianismo meramente devocional, de misas, santos, rosarios y de ética familiar. Casi nunca se habla de justicia social, del drama de los millones de desempleados, del grito de los oprimidos ni del grito de la Tierra. En este campo hay que comprometerse, tomar partido, para escapar del cinismo ante una realidad con tantas iniquidades. Este tipo de cristianismo hace difícil entender por qué Jesús fue preso, torturado, juzgado y condenado a muerte en una cruz. Este tipo de cristianismo es un cristianismo cómodo, como si Jesús hubiera muerto de viejo y rodeado de seguidores.

Más grave es el tipo de fe proclamada por las iglesias neo-pentecostales con sus televisiones y sus programas multitudinarios. Allí no se escucha nunca el mensaje del Reino de amor, de justicia, de fraternidad y de perdón. Nunca se escucha la palabra fundamental del Jesús histórico: “Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios… ¡Ay de vosotros, ricos, porque ya tuvisteis vuestro consuelo!” (Lc 6,20.24). En su lugar, se vuelve a un tipo de lectura del Antiguo Testamento (raramente la tradición profética) en la que se destacan los bienes materiales. No predican el evangelio del Reino, sino el evangelio de la prosperidad material.

La mayoría son pobres y, lógicamente, necesitan una infraestructura material básica. Es el hambre real que martiriza a millones de creyentes. Pero “no sólo de pan vive el ser humano”, dijo el Maestro. El ser humano tiene fundamentalmente otro tipo de hambre: hambre de reconocimiento negado a las mujeres, a los más humildes, a los negros, a los homoafectivos, a los LGBT; hambre de belleza, de trascendencia; hambre de un Dios vivo que es un Dios de ternura y amor hacia los más invisibles. Todo esto, esencia del mensaje del Jesús histórico, no se escucha en las palabras de los pastores. La mayoría de ellos son lobos con piel de oveja, ya que explotan la simple fe de los más humildes para su propio beneficio. Y lo peor es que son políticamente conservadores y hasta reaccionarios, actúan de forma partidista, normalmente, apoyando a políticos de conducta dudosa, interfiriendo, como ocurre hoy en Brasil, en la agenda del gobierno, indicando nombres para altos cargos. No respetan la Constitución que prescribe la laicidad del Estado. El actual presidente, que una vez fue católico, se aprovecha por conveniencia de estas iglesias neo-pentecostales como base de apoyo para su gobierno de sesgo reaccionario, autoritario y fascistoide.

Junto a ellos, hay un grupo de católicos nostálgicos del pasado, conservadores que se oponen incluso al Papa, al Sínodo Pan-Amazónico, utilizando verdaderas mentiras, noticias falsas y otros ataques, por medio de sus youtubes. Pueden ser católicos conservadores, pero nunca cristianos según la herencia de Jesús, porque en esa herencia no cabe el odio, las mentiras y las calumnias que difunden.

La fe tiene una segunda rueda, la rueda de la política, es su lado práctico. La fe se expresa mediante la práctica de la justicia, la solidaridad, la denuncia de la opresión, la protesta y la práctica de la solidaridad sin fronteras, el amor social y la fraternidad universal, como subraya el Papa en Fratelli tutti (nº 6). Como puede verse, la política aquí es sinónimo de ética. Tenemos que aprender a equilibrarnos en ambas ruedas para poder andar correctamente.

Entre los que viven una ética de solidaridad, de respeto y de búsqueda de la verdad, hay muchos que se confiesan ateos. Admiran la figura de Jesús por su profunda humanidad y su coraje para denunciar los males sociales y, por eso, sufrir persecución y ser crucificado. El Papa Francisco lo enfatiza bien: prefiero estos ateos éticos a los cristianos que son indiferentes al sufrimiento humano y a las clamorosas injusticias del mundo. Aquellos que buscan la justicia y la verdad están en el camino que termina en Dios, porque su verdadera realidad divina es de amor y de verdad. Tales valores valen más que las muchas oraciones si en ellas no están presentes la justicia, la verdad y el amor. El que es sordo ante los sufrimientos humanos no tiene nada que decir a Dios y sus oraciones no son escuchadas por Él.

En las Escrituras judeocristianas la rueda de la política (ética) aparece más importante que la rueda de la religión institucional (culto, cf. Mt 7,21-22; 9,13; 12:7; 21,28-31; Gál 5,6; Stg 2,14 y los profetas del AT). Sin ética, la fe es vacía e inoperante. Son las prácticas y no las prédicas lo que cuenta para Dios. De nada sirve decir “Señor, Señor”, y organizar así toda una celebración y una aeróbica religiosa; más importante es hacer la voluntad del Padre, que es amor, misericordia, justicia y perdón, todas ellas cosas prácticas, por lo tanto, éticas (cf. Mt 7,21).

Por ética en la política se entiende la dimensión de responsabilidad, la voluntad de construir relaciones de participación y no de exclusión en todos los ámbitos de la vida social. Significa ser transparente y aborrecer la corrupción. Hoy día, problemas como el hambre, el desempleo, el deterioro general de las condiciones de vida y la exclusión de las grandes mayorías son de naturaleza social y política, y por lo tanto éticos. Aquí la fe debe mostrar su poder de movilización y transformación (Fratelli tutti nº 166).

Política social (P) y política partidaria(p)

Como dijimos anteriormente, hay dos tipos de política: una escrita con P mayúscula y otra con p minúscula: Política social (P) y política partidaria (p).

Política social (P): es todo lo que concierne al bien común de la sociedad, o bien es la participación de las personas en la vida social. Por ejemplo, la organización de la salud, la red escolar, el transporte, la apertura y el mantenimiento de las calles, el agua y el alcantarillado, etc., tiene que ver con la política social, así como la lucha por conseguir un puesto de salud en el barrio, reunirse para llevar la línea de autobuses hasta arriba del monte: todo esto es política social. Definiéndolo brevemente podemos decir: política social o política con P mayúscula es la búsqueda común del bien común.

Política partidaria (p) : es la lucha por el poder del estado, para conquistar el gobierno municipal, estatal y federal. Los partidos políticos existen para alcanzar el poder del Estado, ya sea para cambiarlo (proceso libertario), o para ejercerlo tal como está constituido (para gobernar el statu quo existente). El partido, como la misma palabra dice, es parte y parcela de la sociedad, no toda la sociedad. Cada partido tiene detrás los intereses de grupos o clases que elaboran un proyecto, dirigido a toda la sociedad. Si llegan al poder del Estado (gobierno) dirigirán las políticas públicas de acuerdo con su programa y su visión particular de los problemas.

En cuanto a la política de partidos, es importante que la persona de fe considere los siguientes puntos:

– ¿Cuál es el programa del partido?

– ¿Cómo entra el pueblo en este programa? Si se ha discutido a nivel de base; si satisface las demandas reales y urgentes del pueblo; si prevé la participación popular a través de sus movimientos y organizaciones; si se le ha escuchado en su concepción, implementación y control.

– ¿Quiénes son los candidatos que representan el programa? Qué biografía tienen, si siempre han mantenido un vínculo orgánico con las bases, si son verdaderos aliados y representantes de las causas de la justicia y la transformación social con más justicia y derechos, o si quieren mantener las relaciones sociales tal como están, con las contradicciones e incluso con las iniquidades que encierran.

Hoy en día, ante la ascensión del pensamiento conservador y fascistoide en Brasil y en otros países del mundo, es necesaria la participación de cristianos conscientes y comprometidos para recuperar la democracia en riesgo de ser demolida, los derechos personales y sociales y también los derechos de la naturaleza, devastada por la codicia del capital brasileño y mundial, responsable, entre otros, de los grandes incendios de la Amazonia y del Pantanal.

Estos sencillos criterios bastan para comprender el perfil del partido y de los candidatos, de derecha (si quieren mantener inalterada la relación de fuerzas que favorece a los que están en el poder); de izquierda (si pretenden cambios sustanciales para superar las estructuras perversas que marginan a las grandes mayorías), o de centro (los partidos que equilibran la izquierda y la derecha, buscando siempre ventajas para ellos mismos y para los grupos que representan).

Para los cristianos, es necesario analizar en qué medida estos programas están en sintonía con el proyecto de Jesús y los apóstoles, cómo ayudan a la liberación de los oprimidos y marginados, y en qué sentido abren espacio para la participación de todos. Pero es importante destacar: la decisión partidista es un asunto de cada conciencia y un cristiano sabe qué dirección tomar.

Dada la coyuntura de exclusión social debida a la lógica del neoliberalismo, la financiarización de la economía y del mercado, la fe apunta a una política partidaria que debería revelar una dimensión popular y libertaria, de abajo hacia arriba y de dentro hacia fuera, como ha proclamado el Papa Francisco a los movimientos sociales populares y en la encíclica Fratelli tutti (nº 141-151). Esta política apunta a otro tipo de democracia: no sólo la democracia representativa/delegada, sino una democracia participativa por la cual el pueblo con sus organizaciones ayuda a discutir, decidir y orientar los asuntos sociales.

Por último, es importante inaugurar una democracia socio-ecológica que incorpore como ciudadanos con derechos a ser respetados a la Tierra, a los ecosistemas y a los seres de la creación con los que tenemos relaciones de interdependencia. Todos somos los “Fratelli tutti” según las dos encíclicas del Papa Francisco, Laudato Sì: sobre el cuidado de la Casa Común» y la reciente de 2020 Fratelli tutti.

La política partidaria, tiene que ver con el poder, que para ser fuerte quiere tener siempre más poder. En esto hay un riesgo, el riesgo del totalitarismo de la política, de politizar todas las cuestiones, de ver sólo la dimensión política de la vida. Contra esto debemos decir que todo es político, pero la política no lo es todo. La vida humana, personal y social, aparece con otras dimensiones, como la afectiva, la estética, la lúdica y la religiosa.

Conclusión: la memoria peligrosa de Jesús

Los cristianos pueden y deben participar en la política a todos los niveles, con P mayúscula y con p minúscula. Su acción se inspira en el sueño de Jesús, que implica un impulso de transformación de las relaciones sociales y ecológicas, presentado con valentía en la encíclica Fratelli tutti. Sin embargo, no debemos olvidar nunca que somos herederos de la memoria peligrosa y libertaria de Jesús. Debido a su compromiso con el proyecto del Reino del amor, de justicia, de intimidad filial con el Padre y, específicamente, debido a su compasión con los humillados y ofendidos, fue llevado a la muerte en la cruz. Resucitó para, en nombre del Dios de la vida, animar la insurrección contra una política social y partidista que penaliza a los más pobres, elimina a los profetas y persigue a los predicadores de una mayor justicia, y para fortalecer a todos los que quieren una sociedad nueva con una relación de hermandad y cuidado hacia la naturaleza, con todos los seres, amados como seres humanos, y con el Dios de ternura y de bondad.

Fuente: https://rebelion.org/fratelli-tutti-la-dimension-politica-de-la-fe-hoy/

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La dimensión política de la fe hoy

Por: Leonardo Boff

Las ya próximas elecciones municipales en Brasil, sugieren hacer una reflexión sobre la relevancia de la fe cristiana ante la política, sea social, o partidaria.

La fe no es un acto al lado de otros actos. Es una actitud que engloba todos los actos, a toda la persona, el sentimiento, la inteligencia, la voluntad y las opciones de vida. Y una experiencia originaria de encuentro con el Misterio que llamamos Dios vivo y con Jesús resucitado. Ese encuentro cambia la vida y la forma de ver todas las cosas. Por la actitud de fe vemos que todo está ligado y religado a Dios, como aquel Padre/Madre que ha creado todo, acompaña todo y atrae todo para que todos puedan vivir con espíritu fraterno, con cuidado de unos a otros y con cuidado de la naturaleza. Este amor social constituye el mensaje central de la nueva encíclica del Papa Francisco Fratelli tutti. La fe no sólo es buena para la eternidad, lo es también para este mundo.

En este sentido, la fe engloba también la política con P mayúscula (política social) y con p minúscula (política partidaria). Siempre se puede preguntar: ¿en qué medida la política, ya sea social o partidaria, es instrumento para la realización de los bienes del Reino como el amor social, la fraternidad sin fronteras, la justicia personal y social, la solidaridad y la tolerancia? En qué medida la política crea las condiciones para que las personas se abran a la cooperación y no se devoren unas a otras mediante la competición sino en comunión unos con otros y con Dios. Esta es llamada en la reciente encíclica del Papa Francisco Fratelli tutti “la Política Mejor”, que incluye el corazón, y también la ternura y la gentileza, como de forma sorprendente se dice en ella.

La fe como una bicicleta

La fe no es sólo una experiencia personal de encuentro con Dios y con Cristo en el Espíritu. Se traduce concretamente en la vida. Es como una bicicleta, tiene dos ruedas a través de las cuales se vuelve concreta: la rueda de la religión y la rueda de la política.

La rueda de la religión se realiza mediante la meditación, la oración, las celebraciones, la lectura de la Biblia, incluso la popular, las peregrinaciones, los sacramentos… en una palabra, por el culto.

Muchos reducen la religión sólo a esta rueda, especialmente las cadenas de televisión católicas. Estas son generalmente de un cristianismo meramente devocional, de misas, santos, rosarios y de ética familiar. Casi nunca se habla de justicia social, del drama de los millones de desempleados, del grito de los oprimidos ni del grito de la Tierra. En este campo hay que comprometerse, tomar partido, para escapar del cinismo ante una realidad con tantas iniquidades. Este tipo de cristianismo hace difícil entender por qué Jesús fue preso, torturado, juzgado y condenado a muerte en una cruz. Este tipo de cristianismo es un cristianismo cómodo, como si Jesús hubiera muerto de viejo y rodeado de seguidores.

Más grave es el tipo de fe proclamada por las iglesias neo-pentecostales con sus televisiones y sus programas multitudinarios. Allí no se escucha nunca el mensaje del Reino de amor, de justicia, de fraternidad y de perdón. Nunca se escucha la palabra fundamental del Jesús histórico: “Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios… ¡Ay de vosotros, ricos, porque ya tuvisteis vuestro consuelo!” (Lc 6,20.24). En su lugar, se vuelve a un tipo de lectura del Antiguo Testamento (raramente la tradición profética) en la que se destacan los bienes materiales. No predican el evangelio del Reino, sino el evangelio de la prosperidad material.

La mayoría son pobres y, lógicamente, necesitan una infraestructura material básica. Es el hambre real que martiriza a millones de creyentes. Pero “no sólo de pan vive el ser humano”, dijo el Maestro. El ser humano tiene fundamentalmente otro tipo de hambre: hambre de reconocimiento negado a las mujeres, a los más humildes, a los negros, a los homoafectivos, a los LGBT; hambre de belleza, de trascendencia; hambre de un Dios vivo que es un Dios de ternura y amor hacia los más invisibles. Todo esto, esencia del mensaje del Jesús histórico, no se escucha en las palabras de los pastores. La mayoría de ellos son lobos con piel de oveja, ya que explotan la simple fe de los más humildes para su propio beneficio. Y lo peor es que son políticamente conservadores y hasta reaccionarios, actúan de forma partidista, normalmente, apoyando a políticos de conducta dudosa, interfiriendo, como ocurre hoy en Brasil, en la agenda del gobierno, indicando nombres para altos cargos. No respetan la Constitución que prescribe la laicidad del Estado. El actual presidente, que una vez fue católico, se aprovecha por conveniencia de estas iglesias neo-pentecostales como base de apoyo para su gobierno de sesgo reaccionario, autoritario y fascistoide.

Junto a ellos, hay un grupo de católicos nostálgicos del pasado, conservadores que se oponen incluso al Papa, al Sínodo Pan-Amazónico, utilizando verdaderas mentiras, noticias falsas y otros ataques, por medio de sus youtubes. Pueden ser católicos conservadores, pero nunca cristianos según la herencia de Jesús, porque en esa herencia no cabe el odio, las mentiras y las calumnias que difunden.

La fe tiene una segunda rueda, la rueda de la política, es su lado práctico. La fe se expresa mediante la práctica de la justicia, la solidaridad, la denuncia de la opresión, la protesta y la práctica de la solidaridad sin fronteras, el amor social y la fraternidad universal, como subraya el Papa en Fratelli tutti (nº 6). Como puede verse, la política aquí es sinónimo de ética. Tenemos que aprender a equilibrarnos en ambas ruedas para poder andar correctamente.

Entre los que viven una ética de solidaridad, de respeto y de búsqueda de la verdad, hay muchos que se confiesan ateos. Admiran la figura de Jesús por su profunda humanidad y su coraje para denunciar los males sociales y, por eso, sufrir persecución y ser crucificado. El Papa Francisco lo enfatiza bien: prefiero estos ateos éticos a los cristianos que son indiferentes al sufrimiento humano y a las clamorosas injusticias del mundo. Aquellos que buscan la justicia y la verdad están en el camino que termina en Dios, porque su verdadera realidad divina es de amor y de verdad. Tales valores valen más que las muchas oraciones si en ellas no están presentes la justicia, la verdad y el amor. El que es sordo ante los sufrimientos humanos no tiene nada que decir a Dios y sus oraciones no son escuchadas por Él.

En las Escrituras judeocristianas la rueda de la política (ética) aparece más importante que la rueda de la religión institucional (culto, cf. Mt 7,21-22; 9,13; 12:7; 21,28-31; Gál 5,6; Stg 2,14 y los profetas del AT). Sin ética, la fe es vacía e inoperante. Son las prácticas y no las prédicas lo que cuenta para Dios. De nada sirve decir “Señor, Señor”, y organizar así toda una celebración y una aeróbica religiosa; más importante es hacer la voluntad del Padre, que es amor, misericordia, justicia y perdón, todas ellas cosas prácticas, por lo tanto, éticas (cf. Mt 7,21).

Por ética en la política se entiende la dimensión de responsabilidad, la voluntad de construir relaciones de participación y no de exclusión en todos los ámbitos de la vida social. Significa ser transparente y aborrecer la corrupción. Hoy día, problemas como el hambre, el desempleo, el deterioro general de las condiciones de vida y la exclusión de las grandes mayorías son de naturaleza social y política, y por lo tanto éticos. Aquí la fe debe mostrar su poder de movilización y transformación (Fratelli tutti nº 166).

Política social (P) y política partidaria(p)

Como dijimos anteriormente, hay dos tipos de política: una escrita con P mayúscula y otra con p minúscula: Política social (P) y política partidaria (p).

Política social (P): es todo lo que concierne al bien común de la sociedad, o bien es la participación de las personas en la vida social. Por ejemplo, la organización de la salud, la red escolar, el transporte, la apertura y el mantenimiento de las calles, el agua y el alcantarillado, etc., tiene que ver con la política social, así como la lucha por conseguir un puesto de salud en el barrio, reunirse para llevar la línea de autobuses hasta arriba del monte: todo esto es política social. Definiéndolo brevemente podemos decir: política social o política con P mayúscula es la búsqueda común del bien común.

Política partidaria (p) : es la lucha por el poder del estado, para conquistar el gobierno municipal, estatal y federal. Los partidos políticos existen para alcanzar el poder del Estado, ya sea para cambiarlo (proceso libertario), o para ejercerlo tal como está constituido (para gobernar el statu quo existente). El partido, como la misma palabra dice, es parte y parcela de la sociedad, no toda la sociedad. Cada partido tiene detrás los intereses de grupos o clases que elaboran un proyecto, dirigido a toda la sociedad. Si llegan al poder del Estado (gobierno) dirigirán las políticas públicas de acuerdo con su programa y su visión particular de los problemas.

En cuanto a la política de partidos, es importante que la persona de fe considere los siguientes puntos:

– ¿Cuál es el programa del partido?

– ¿Cómo entra el pueblo en este programa? Si se ha discutido a nivel de base; si satisface las demandas reales y urgentes del pueblo; si prevé la participación popular a través de sus movimientos y organizaciones; si se le ha escuchado en su concepción, implementación y control.

– ¿Quiénes son los candidatos que representan el programa? Qué biografía tienen, si siempre han mantenido un vínculo orgánico con las bases, si son verdaderos aliados y representantes de las causas de la justicia y la transformación social con más justicia y derechos, o si quieren mantener las relaciones sociales tal como están, con las contradicciones e incluso con las iniquidades que encierran.

Hoy en día, ante la ascensión del pensamiento conservador y fascistoide en Brasil y en otros países del mundo, es necesaria la participación de cristianos conscientes y comprometidos para recuperar la democracia en riesgo de ser demolida, los derechos personales y sociales y también los derechos de la naturaleza, devastada por la codicia del capital brasileño y mundial, responsable, entre otros, de los grandes incendios de la Amazonia y del Pantanal.

Estos sencillos criterios bastan para comprender el perfil del partido y de los candidatos, de derecha (si quieren mantener inalterada la relación de fuerzas que favorece a los que están en el poder); de izquierda (si pretenden cambios sustanciales para superar las estructuras perversas que marginan a las grandes mayorías), o de centro (los partidos que equilibran la izquierda y la derecha, buscando siempre ventajas para ellos mismos y para los grupos que representan).

Para los cristianos, es necesario analizar en qué medida estos programas están en sintonía con el proyecto de Jesús y los apóstoles, cómo ayudan a la liberación de los oprimidos y marginados, y en qué sentido abren espacio para la participación de todos. Pero es importante destacar: la decisión partidista es un asunto de cada conciencia y un cristiano sabe qué dirección tomar.

Dada la coyuntura de exclusión social debida a la lógica del neoliberalismo, la financiarización de la economía y del mercado, la fe apunta a una política partidaria que debería revelar una dimensión popular y libertaria, de abajo hacia arriba y de dentro hacia fuera, como ha proclamado el Papa Francisco a los movimientos sociales populares y en la encíclica Fratelli tutti (nº 141-151). Esta política apunta a otro tipo de democracia: no sólo la democracia representativa/delegada, sino una democracia participativa por la cual el pueblo con sus organizaciones ayuda a discutir, decidir y orientar los asuntos sociales.

Por último, es importante inaugurar una democracia socio-ecológica que incorpore como ciudadanos con derechos a ser respetados a la Tierra, a los ecosistemas y a los seres de la creación con los que tenemos relaciones de interdependencia. Todos somos los “Fratelli tutti” según las dos encíclicas del Papa Francisco, Laudato Sì: sobre el cuidado de la Casa Común» y la reciente de 2020 Fratelli tutti.

La política partidaria, tiene que ver con el poder, que para ser fuerte quiere tener siempre más poder. En esto hay un riesgo, el riesgo del totalitarismo de la política, de politizar todas las cuestiones, de ver sólo la dimensión política de la vida. Contra esto debemos decir que todo es político, pero la política no lo es todo. La vida humana, personal y social, aparece con otras dimensiones, como la afectiva, la estética, la lúdica y la religiosa.

Conclusión: la memoria peligrosa de Jesús

Los cristianos pueden y deben participar en la política a todos los niveles, con P mayúscula y con p minúscula. Su acción se inspira en el sueño de Jesús, que implica un impulso de transformación de las relaciones sociales y ecológicas, presentado con valentía en la encíclica Fratelli tutti. Sin embargo, no debemos olvidar nunca que somos herederos de la memoria peligrosa y libertaria de Jesús. Debido a su compromiso con el proyecto del Reino del amor, de justicia, de intimidad filial con el Padre y, específicamente, debido a su compasión con los humillados y ofendidos, fue llevado a la muerte en la cruz. Resucitó para, en nombre del Dios de la vida, animar la insurrección contra una política social y partidista que penaliza a los más pobres, elimina a los profetas y persigue a los predicadores de una mayor justicia, y para fortalecer a todos los que quieren una sociedad nueva con una relación de hermandad y cuidado hacia la naturaleza, con todos los seres, amados como seres humanos, y con el Dios de ternura y de bondad.

Fuente: http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=1005

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Fratelli tutti: la política como ternura y amabilidad

Fratelli tutti: la política como ternura y amabilidad

Leonardo Boff

 La nueva encíclica del Papa Francisco, firmada sobre la sepultura de Francisco de Asís, en la ciudad de Asís, el día 3 de octubre, será un marco en la doctrina social de la Iglesia. Es amplia y detallada en su temática, buscando siempre sumar valores, hasta del liberalismo que él critica fuertemente. Ciertamente va a ser analizada en detalle por cristianos y no cristianos pues se dirige a todas las personas de buena voluntad.

Resaltaré en este espacio lo que considero innovador respecto al magisterio anterior de los Papas.

En primer lugar tiene que quedar claro que el Papa presenta una alternativa paradigmática a nuestra forma de habitar la Casa Común, sometida a muchas amenazas. Hace una descripción de las “sombras densas”, que equivalen, como él mismo afirmó en varios pronunciamientos, “a una tercera guerra mundial por partes”.

Actualmente no hay un proyecto común para la humanidad (n.18), pero un hilo conductor pasa por toda la encíclica: «la conciencia de que nadie se salva solo, que únicamente es posible salvarse juntos» (nº 32). Este es el proyecto nuevo, expresado en estas palabras: Entrego esta encíclica social como una humilde contribución a la reflexión para que frente a las diversas formas de eliminar o de ignorar a los otros, seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social (nº 6).

Debemos comprender bien esta alternativa. Venimos y estamos todavía dentro de un paradigma que está en la base de la modernidad. Es antropocéntrico. Es el reino del dominus: el ser humano como dueño y señor de la naturaleza y de la Tierra, que sólo tienen sentido en la medida en que se ordenan a él. Cambió la faz de la Tierra, trajo muchos beneficios pero también creó un principio de autodestrucción. Es el actual impasse de las “densas sombras”. Frente a esta visión del mundo, la encíclica Fratelli tutti propone un nuevo paradigma: el del frater, el hermano, el de la fraternidad universal y la amistad social. Desplaza el centro: de una civilización técnico-industrial e individualista a una civilización de solidaridad, de preservación y cuidado de toda la vida. Esta es la intención original del Papa. En este viraje está nuestra salvación; superaremos la visión apocalíptica de la amenaza del fin de la especie humana por una visión de esperanza, de que podemos y debemos cambiar de rumbo.

Para eso necesitamos alimentar la esperanza. El Papa dice: «Os invito a la esperanza que nos habla de una realidad arraigada en lo profundo del ser humano, independientemente de las circunstancias concretas y de los condicionamientos históricos en que vive» (nº 55). Aquí resuena el principio esperanza, que es más que la virtud de la esperanza, es un principio, un motor interior para proyectar nuevos sueños y visiones, tan bien formulado por Ernst Bloch. Destaca «la afirmación de que los seres humanos somos hermanos y hermanas, que no es una abstracción sino que se hace carne y se concreta, nos plantea una serie de retos que nos descolocan, nos obligan a asumir nuevas perspectivas y a desarrollar nuevas reacciones» (nº 128). Como se deduce, se trata de un nuevo rumbo, de un viraje paradigmático.

¿Por dónde empezar? Aquí el Papa revela su actitud básica, repetida a menudo a los movimientos sociales: «No esperéis nada de arriba porque siempre viene más de lo mismo o todavía peor; empiecen por ustedes mismos». Por eso sugiere: Es posible comenzar desde abajo, desde cada uno de nosotros, a luchar por lo más concreto y local, hasta el último rincón de la patria y del mundo (nº 78). El Papa sugiere lo que hoy es la punta de la discusión ecológica: trabajar la región, el biorregionalismo que permite la verdadera sostenibilidad y la humanización de las comunidades y articula lo local con lo universal (nº 147).

Tiene largas reflexiones sobre la economía y la política, pero subraya: «la política no debe someterse a la economía y la economía no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia» (nº 177). Hace una contundente crítica al mercado: «El mercado solo no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal. Se trata de un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente. El neoliberalismo se reproduce a sí mismo sin más, como único camino para resolver los problemas sociales» (nº 168). La globalización nos hizo más cercanos pero no más hermanos (nº 12). Crea sólo socios pero no hermanos (nº 102).

De la mano de la parábola del buen samaritano, hace un análisis riguroso de los diversos personajes que entran en escena y los aplica a la economía política, culminando con la pregunta: «¿con quién te identificas (con el herido del camino, con el sacerdote, con el levita o con el extranjero, el samaritano, despreciado por los judíos)? Esta pregunta es cruda, directa y decisiva. ¿A cuál de ellos te pareces?» (nº 64). El buen samaritano se convierte en modelo del amor social y político (nº 66).

El nuevo paradigma de fraternidad y amor social se despliega en el amor en su concretización pública, en el cuidado de los más frágiles, en la cultura del encuentro y del diálogo, en la política como ternura y amabilidad.

En cuanto a la cultura del encuentro, se toma la libertad de citar al poeta brasileño Vinicius de Moraes en su Samba da Bênção en el disco Encuentro en Al bon Gourmet de 1962 donde dice: La vida es el arte del encuentro aunque haya tantos desencuentros en la vida (nº 215). La política no se reduce a la disputa por el poder y a la división de poderes. Afirma de manera sorprendente: Incluso en la política hay lugar para el amor con ternura: a los más pequeños, a los más débiles, a los más pobres; ellos deben enternecernos y tienen el ‘derecho’ de llenar nuestra alma y nuestro corazón; sí, son nuestros hermanos y como tales debemos amarlos y tratarlos de esta manera (nº 194). Se pregunta qué es la ternura y responde: es el amor que se hace cercano y concreto; es un movimiento que procede del corazón y llega a los ojos, a los oídos, a las manos (nº 196). Esto nos recuerda la frase de Gandhi, una de las inspiraciones del Papa, junto con San Francisco, Luther King, Desmond Tutu: la política es un gesto de amor al pueblo, el cuidado de las cosas comunes.

Junto con la ternura viene la amabilidad que nosotros traduciríamos por gentileza, recordando al profeta Gentileza que en las calles de Río de Janeiro proclamaba a todos los que pasaban: Gentileza genera gentileza y Dios es gentileza, muy al estilo de San Francisco. Define así la amabilidad: un estado de ánimo que no es áspero, duro, rudo, sino afable, gentil, que sostiene y conforta. La persona que posee esta cualidad ayuda a los demás a hacer más llevadera su existencia (nº 223). Este es un desafío para los políticos, hecho también a los obispos y sacerdotes: hacer la revolución de la ternura.

La solidaridad es uno de los fundamentos de lo humano y lo social. Se expresa concretamente en el servicio que puede adoptar formas muy diferentes y asumir para sí mismo el peso de los demás; es en gran medida cuidar de la fragilidad humana (nº 115). Esta solidaridad demostró estar ausente y sólo después ser eficaz en la lucha contra la Covid-19. Impide que la humanidad se bifurque entre mi mundo y los otros, ellos, ya que muchos dejan de ser considerados seres humanos con una dignidad inalienable, y pasan a ser sólo ‘ellos’ (nº 27). Y concluye con un gran deseo: Ojalá que al final ya no estén ‘los otros’ sino sólo ‘nosotros’ (nº 35).

Para ese desafío de dar cuerpo al sueño de una fraternidad universal y de amor social convoca a todas las religiones, pues ellas ofrecen una valiosa contribución en la construcción de la fraternidad y para la defensa de la justicia en la sociedad (nº 271).

Al final evoca la figura del hermanito de Jesús, Charles de Foucauld, que en el desierto del norte de África junto a la población musulmana quería ser definitivamente el hermano universal (nº 287). El Papa Francisco observa: Sólo identificándose con los más pequeños llegó a ser hermano de todos; que Dios inspire este sueño en cada uno de nosotros. Amén (nº 288).

Estamos ante un hombre, el Papa Francisco, que, siguiendo a su fuente inspiradora, Francisco de Asís se ha convertido también en un hombre universal, acogiendo a todos e identificándose con los más vulnerables e invisibles de nuestro cruel e inhumano mundo. Él suscita la esperanza de que podemos y debemos alimentar el sueño de la fraternidad sin fronteras y del amor universal.

Él ha hecho su parte. Nos corresponde a nosotros no dejar que ese sueño sea sólo un sueño, sino el principio fundamental de una nueva forma de vivir juntos, como hermanos y hermanas más la naturaleza, en la misma Casa Común. ¿Tendremos el tiempo y la sabiduría para dar este salto? Seguramente las densas sombras continuarán, pero tenemos una lámpara en esta encíclica de esperanza del Papa Francisco. No disipa todas las sombras, pero es suficiente para vislumbrar el camino a ser recorrido por todos.

Leonardo Boff

Fuente de la Información: http://servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=1005

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Creer en tiempos de pandemia

Por: Leonardo Boff

Simone Weil, la judía francesa que se convirtió al cristianismo pero no quiso bautizarse en solidaridad con sus hermanos y hermanas judíos, condenados a las cámaras de gas, nos da una pista de comprensión: “Si quieres saber si alguien cree en Dios, no mires como habla de Dios sino como habla del mundo”.

La humanidad, bajo el ataque del coronavirus, está experimentando mucho sufrimiento. La invasión de ese virus, que se ha llevado ya a más de un millón de personas, suscita toda una gama de interrogaciones: ¿qué significa el hecho de haber afectado solamente a los seres humanos y haber excluido a nuestros animales de compañía, como perros, gatos y otros? Estar en aislamiento social, no poder abrazar ni besar a las personas queridas y no poder reunirse amigablemente produce padecimientos de todo tipo y hasta revueltas.

En este contexto hay personas, incluso sin ninguna vinculación religiosa, que acogen un Sentido mayor de la vida y del mundo, luchan por la justicia, por el derecho y por una mejoría mínima de nuestra sociedad, y hasta las que creen en Dios se preguntan: ¿cuál es el sentido de este abatimiento planetario? Se ha producido un apagón. Gente de fe puede incluso no creer más en Dios. Otros, entre tanto, encuentran en la fe un soporte existencial que vuelve menos pesada esta situación de confinamiento y de ausencia de los otros a su alrededor. Y trata de sacar lecciones de vida.

Vamos a reflexionar sobre la fe en su sentido más corriente, antes de cualquier confesión religiosa o de doctrinas y de dogmas, la fe en su densidad humana.

Hay un dato existencial previo a la aparición de la fe: la bondad fundamental de la vida. Por muy contradictoria que sea la realidad, por muy absurdo que sea el ataque de la Madre Tierra a la humanidad a través del Covid-19, estamos convencidos de que vale más la pena vivir que morir. Doy un ejemplo tomado de la vida cotidiana: un niño se despierta en la noche, sobresaltado por una pesadilla o por la oscuridad. Grita llamando a su madre. Ésta en un gesto de magna mater, lo toma en sus brazos y le susurra suavemente: querido, todo está bien, mamá está aquí, no tengas miedo. Y el niño, entre sollozos, recupera la confianza y poco después se adormece de nuevo.

En el mundo no todo está bien. Pero admitámoslo: la madre no le está mintiendo al niño. A pesar de todas las contradicciones, predomina la confianza en que un orden mayor subyace y prevalece sobre la realidad. Evita que predomine el absurdo. Trae paz al niño y serenidad a la madre.

Creer es decir  “sí y amén” a la realidad. El filósofo L. Wittgestein podía decir en su Tractatus Logico-Philosophicus (n.7): “Creer es afirmar que la vida tiene sentido”. Este es el significado original y bíblico de la fe -he’emin o amén- que equivale a estar seguro y confiado. De esto se deriva Amén: “así es”. Tener fe es estar seguro del significado de la vida. Este es un hecho antropológico básico: ni siquiera pensamos en ello, porque siempre estamos dentro de él, pues inconscientemente admitimos que vale la pena vivir y realizar un propósito.

Creer, según palabras de Pascal, es una apuesta de que la luz vence a las tinieblas, de que la muerte no puede aprisionar el sentido de la vida y de que, en el fondo, en todo debe haber algún sentido secreto y que, por lo tanto, vale la pena seguir en este mundo. Creer no resuelve todos los problemas. Como dijo el Papa Benedicto XVI en su incompleta encíclica Lumen Fidei: la fe no es una luz que disipe todas nuestras tinieblas, sino una lámpara que guía nuestros pasos y esto basta para el camino.

Hay muchos que se confiesan agnósticos y ateos pero afirman el sentido de la vida, se comprometen con la necesaria justicia social y ven en el amor, la solidaridad y la compasión los mayores bienes del ser humano. Los que no viven tales valores están lejos de Dios, aunque lo tengan con frecuencia en sus labios.

El obispo pastor, poeta y profeta Dom Pedro Casaldáliga, recientemente fallecido, expresó en pequeños versos dónde está Dios: en la paz, en la justicia y en el amor. Se refería indirectamente a los que amenazaban y mataban a campesinos e indígenas y se confesaban cristianos y católicos.

         “Donde tú dices ley

        Yo digo Dios.

        Donde tú dices paz, justicia, amor

        Yo digo Dios.

        Yo digo libertad, justicia y amor”

         Escondido tras estos valores, paz, justicia y amor, está Dios. Ellos son su verdadero nombre.

Simone Weil, la judía francesa que se convirtió al cristianismo pero no quiso bautizarse en solidaridad con sus hermanos y hermanas judíos, condenados a las cámaras de gas, nos da una pista de comprensión: “Si quieres saber si alguien cree en Dios, no mires como habla de Dios sino como habla del mundo”. Si habla en forma de amor, justicia y libertad, está hablando de Dios. Quien vive tales valores se sumerge en esa Realidad que llamamos Dios y expresa una fe en Dios.

La fe entendida de esta manera impone límites e incluso condena toda indiferencia hacia los sufrientes, familiares y amigos de las víctimas de Covid-19. Uno puede proclamar “Dios por encima de todo” pero si no tiene compasión y solidaridad hacia todos aquellos este Dios es un ídolo y está lejos del Dios vivo y verdadero, atestiguado por las Escrituras judeocristianas.

Creer es aceptar que hay otro lado de la realidad que no vemos pero que acogemos como parte de nosotros y nos acompaña en las tareas cotidianas. Creer es afirmar que lo Invisible es parte de lo visible. Intuimos su presencia y en él vivimos y somos.

*Leonardo Boff es teólogo, filósofo y ha escrito entre otros libros: “Covid-19: la Madre Tierra contra-ataca a la humanidad”, Vozes 2020 y “Experimentar a Dios hoy”, Sal Terrae 2013.

Traducción de María José Gavito Milano

Fuente: https://acento.com.do/opinion/creer-en-tiempos-de-pandemia-8871887.html

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¿Es posible el fin de la especie humana? (III)

Por: Leonardo Boff

 Finalmente, buscando radicalidad nos preguntamos: ¿ cómo ve la teología cristiana esta cuestión de una eventual extinción de la especie humana?

Primero situemos la pregunta en su tradición histórica, pues no es la primera vez que los seres humanos se plantan seriamente esa pregunta. Siempre que una cultura entra en crisis, como la nuestra, surgen mitos del fin del mundo y de destrucción de la especie. Se usa un recurso literario conocido: relatos patéticos de visiones e intervenciones de ángeles que se comunican para anunciar cambios inminentes y preparar a la humanidad. En el Nuevo Testamento ese genero adquirió cuerpo en el libro del Apocalipsis y en algunos pasajes de los Evangelios que ponen en boca de Jesús predicciones del fin del mundo.

Hoy prolifera una amplia literatura esotérica que usa códigos diferentes, como el paso a otro tipo de vida y la comunicación con extraterrestres. Pero el mensaje es idéntico: el cambio es inminente y hay que estar preparado.

Es importante no dejarse engañar por este tipo de lenguaje. Es un lenguaje de tiempos de crisis y no un reportaje anticipado de lo que va a ocurrir. Pero hay una diferencia entre los antiguos y hoy. Para los antiguos el fin del mundo estaba en su imaginario y no en un proceso que existía verdaderamente. Para nosotros está en el proceso real, pues hemos creado de hecho el principio de autodestrucción.

¿Y si desaparecemos, cómo hay que interpretarlo? ¿Que nos ha llegado el turno en el proceso evolutivo ya que siempre hay especies desapareciendo naturalmente? ¿Qué dice la reflexión teológica cristiana?

Sucintamente diría: si el ser humano frustrase su aventura planetaria significaría, sin duda alguna, una tragedia indescriptible. Pero no sería una tragedia absoluta. Esa ya se perpetró un día, cuando el Hijo de Dios se encarnó en nuestra miseria, por Jesús de Nazaret. Poco después de su nacimiento fue amenazado de muerte por Herodes, que sacrificó a todos los niños de los alrededores de Belén con la esperanza de haber asesinado al Mesías. Después, durante su vida fue calumniado, perseguido, rechazado, preso, torturado y clavado en una cruz. Solo entonces se formalizó lo que llamamos pecado original, que es un proceso histórico de negación de la vida. Pero los cristianos creen que ocurrió también la suprema salvación, pues donde abundó el pecado también superabundó la gracia. Y hubo la resurrección, no como la reanimación de un cadáver, sino como la irrupción del ser humano nuevo, con sus virtualidades realizadas en plenitud. Mayor perversidad que matar a la criatura, la vida, el planeta, es matar al Creador encarnado.

Aunque la especie se mate a sí misma, ella no consigue matar todo de ella. Solo mata lo que es. No puede matar aquello que todavía no es: las virtualidades escondidas en ella que quieren realizarse. Y aquí entra la muerte en su función liberadora. La muerte no separa cuerpo y alma, pues en el ser humano no hay nada que separar. Es un ser unitario con muchas dimensiones, una exterior material, el cuerpo, y ese mismo cuerpo con su interioridad y profundidad, que llamamos espíritu. Lo que la muerte separa es el tiempo de la eternidad. Al morir, el ser humano deja el tiempo y penetra en la eternidad. Al caer las barreras espacio-temporales, las virtualidades encadenadas pueden abrirse en su plenitud. Solo entonces acabaremos de nacer como seres humanos plenos (Boff, 2000).Por lo tanto, aún con la liquidación criminal de la especie, el triunfo de la especie no se frustra. La especie sale trágicamente del tiempo por la muerte, muerte que le concede entrar en la eternidad. Y Dios es quien puede sacar de la muerte, la vida y de la ruina, la nueva criatura.

Alimentamos esta esperanza. Así como el ser humano domesticó otros medios de destrucción, le primero de ellos el fuego, que originó mitos de fin del mundo, así ahora, esperamos, domesticará los medios que pueden destruirlo. Aquí cabría hacer un análisis de las posibilidades dadas por la nanotecnología (que trabaja con partículas ínfimas de átomos, genes y moléculas), que puede eventualmente ofrecer medios técnicos para disminuir el calentamiento global y purificar la biosfera de los gases de efecto invernadero (Martins, 2006,168-170).

Más esclarecedor es pensar estas cuestiones en el marco de la física cuántica y de la nueva cosmología. La evolución no es lineal. Acumula energía y da saltos. Así también la física cuántica de Niels Bohr y Werner Heisenberg nos sugiere virtualidades escondidas, venidas del Vacío Cuántico, de ese océano indescifrable de energía que subyace e impregna el universo, la tierra y a cada ser humano, que pueden irrumpir y modificar la flecha de la evolución.

Me niego a pensar que nuestro destino, después de millones de años de evolución, termine así miserablemente en un tiempo próximo o en las próximas generaciones. Habrá un salto, quien sabe, en la dirección de aquello que ya en 1933 Pierre Teilhard de Chardin anunciaba: la irrupción de la noosfera, es decir, de un estado de conciencia y de relación con la naturaleza que inaugurará una nueva convergencia de mente y corazones, y así un nuevo estadio de la evolución humana y de la historia de la Tierra.

En esta perspectiva el escenario actual no sería de tragedia sino de crisis de paradigma, de la forma como habitamos nuestra Casa Común.

La crisis acrisola, purifica, hace madurar. Ella anuncia un nuevo comienzo. Nuestro dolor es el dolor de un parto y no los dolores de alguien que está a punto de morir. Todavía vamos a irradiar.

Es importante decir que no acabaría el mundo sino este tipo de mundo insensato que ama la guerra y la destrucción en masa. Vamos a inaugurar un mundo humano que ama la vida, desacraliza la violencia, tiene cuidado y piedad de todos los seres, practica la justicia verdadera, venera el Misterio del mundo que llamamos Fuente Originaria hacer ser a todos los seres y que nosotros llamamos Dios, y que, en fin, nos permite estar en el monte de las bienaventuranzas.

El ser humano habrá simplemente aprendido a tratar humanamente a todos los seres humanos, y con cuidado, respeto y compasión a todos los demás seres. Todo lo que existe merece existir. Todo lo que vive merece vivir, especialmente nosotros, los seres humanos.

Bibliografia mínima referida:

Boff, L. (2000), Vida para além da morte, Petrópolis: Vozes; en español titulado Hablemos de la otra vida, Santander: Sal Terrae.
ID, Tiempo de Transcendencia, el ser humano como proyecto infinito, Santander: Sal Terrae.
Duve, C. (1997), Polvo vital. El origen y la evolución de la vida en la Tierra, Cali: Norma.
Hawking, S. (2001), El universo en una cáscara de nuez, Barcelona: Planeta.
Higa, T., (2002), Eine Revolution zur Rettng der Erde, Xanten: OLV, Organischer Landbau.
Hobsbawn, E. (1994), A era dos extremos, São Paulo: Objetiva. Publicada en español con el título Historia del siglo XX, Buenos Aires: Crítica.
Jacquard, A. E Kahn, A. (2001), L’avenir n’est pas écrit, Paris: Boyard.
Lovelock, J. (2006), La venganza de Gaia, Barcelona: Planeta.
Martins, P.R. (org)(2006), Nanotecnologia, sociedade e meio ambiente, São Paulo: Xamã.
Miranda, E.E., (2007), Quando o Amazonas corria para o Pacifico, Petrópolis:Vozes.
Monod, J. (2000), Y si la aventura humana fallase, Paris: Grasset.
Rees, M. (2005), Hora final, São Paulo: Companhia das Letras.
Revista «Veja», páginas amarillas del 25 de octubre de 2006.
Toynbee, A. (1971), Experiencias, Buenos Aires: Emecé.
Ward, P. (1997), O fim da evolução. Extinções em massa e preservação da biodiversidade, Rio de Janeiro: Campus.
Ziegler, J. (2006), Das Imperium der Schande, Munique: Pantheon

Fuente: http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=1004

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¿Es posible el fin de la especie humana?

Por: Leonardo Boff

 

La irrupción de la Covid-19 afectando por primera vez a todo el planeta y causando verdadera mortandad humana, que puede llegar a millones de víctimas antes de que se descubra y se aplique una vacuna eficaz, plantea ineludiblemente la pregunta: ¿puede la especie homo, la especie humana desaparecer?

David Quammen, uno de los mayores especialistas en virus que alertó a los jefes de Estado, sin éxito, de un probable ataque de un virus de la línea del SARS, el coronavirus 19, advirtió recientemente en un vídeo acerca de la posibilidad, en caso de que no mudemos nuestra relación destructiva hacia la naturaleza, de la irrupción de otro virus aún más letal, que puede destruir parte de la biosfera y llevar a gran parte de la humanidad, si no a toda, a un fin dramático.

El Papa Francisco, en su alocución en la ONU el día 25 de septiembre del presente año de 2020, advirtió dos veces sobre la eventualidad de la desaparición de la vida humana como consecuencia de la irresponsabilidad en nuestro trato con la Madre Tierra y con la naturaleza superexplotadas. En su encíclica Laudato Sì: sobre el cuidado de la Casa Común (2015) constata: “Estas situaciones provocan el gemido de la hermana tierra, que se une al gemido de los abandonados del mundo, con un clamor que nos reclama otro rumbo. Nunca hemos maltratado y lastimado nuestra casa común como en los últimos dos siglos” (nº 53).

Esto no significa el fin del sistema-vida, sino el fin de la vida humana. Curiosamente, la Covid-19 afectó solamente a los humanos de todos los continentes y no a los demás animales domésticos como los gatos y los perros.

¿Cómo interpretar esta eventual catástrofe a la luz de una reflexión radical, es decir, filosófica y teológica?

Sabemos que normalmente cada año cerca de 300 especies de organismos vivos llegan a su clímax, después de millones y millones de años de existencia, y retornan a la Fuente Originaria de Todo Ser (Vacío Cuántico), aquel océano insondable de energía, anterior al Big Bang, que continúa subyacente a todo el universo. Se conocen muchas extinciones en masa durante los más de tres mil millones de años de la historia la vida (Ward 1997). Actualmente cerca de un millón de especies de seres están bajo amenaza de desaparición debido a la excesiva agresividad humana.

De las varias expresiones de los seres humanos sabemos que solamente el homo sapiens sapiens se consolidó en la historia hace cerca de 100 mil años y ha permanecido hasta el presente sobre la Tierra. Los demás representantes, especialmente el hombre de Neanderthal, desaparecieron definitivamente de la historia.

Lo mismo puede decirse de las culturas ancestrales del pasado. En Brasil, por ejemplo, la cultura del sambaqui y los sambaquieiros que vivieron hace más de ocho mil años en las costas oceánicas brasileras fueron literalmente exterminados por antropófagos, diferentes de los indígenas actuales. De ellos no quedó nada a no ser los grandes depósitos de conchas, cascos de tortugas y restos de crustáceos (Miranda, 2007, 52-53). Muchos de ellos desaparecieron definitivamente, dejando pocas señales de su existencia como la cultura de la isla de Pascua u otras culturas matriarcales que dominaron en varias partes del mundo hace cerca de 20 mil años, especialmente en la cuenca del Mediterráneo. Dejaron las figuras de las divinidades maternas encontradas todavía hoy en sitios arqueológicos.

Entre tantas especies que desaparecen anualmente, ¿no podrá estar la especie homo sapiens/demens ? Todo indica que su desaparición no se debería a un proceso natural de la evolución sino a causas derivadas de su práctica irresponsable, carente de cuidado y de sabiduría frente al conjunto del sistema de la vida y del sistema-Gaia. Sería consecuencia de la nueva era geológica del antropoceno e incluso del necroceno.

El hecho es que la Covid-19 puso en jaque, de rodillas, diría yo, al modo de producción capitalista y a su expresión política, el neoliberalismo. ¿Serían ellos suicidas?

Esta no es una pregunta de mal agüero sino un llamamiento dirigido a todos los que alimentan solidaridad generacional y amor a la Casa Común. Hay un obstáculo cultural grave: estamos habituados a resultados inmediatos, cuando aquí se trata de resultados futuros, fruto de acciones realizadas ahora. Como afirma la Carta de la Tierra, uno de los más importantes documentos ecológicos, asumida por la UNESCO en 2003: ”Las bases de la seguridad global están amenazadas; estas tendencias son peligrosas pero no inevitables”.

Estos peligros solamente serán evitados si mudamos la producción y el modelo de consumo. Este giro total civilizatorio exige la voluntad política de todos los países del mundo y la colaboración sin excepción de toda la red de empresas transnacionales y nacionales de producción, pequeñas, medianas y grandes. Si algunas empresas mundiales se negaran a actuar en esta dirección podrían anular los esfuerzos de todas las demás. Por eso, la voluntad política debe ser colectiva e impositiva con prioridades bien definidas y con líneas generales bien claras, asumidas por todos, pequeños y grandes. Es una política de salvación global.

El gran peligro reside en la lógica del sistema del capital globalmente articulado. Su objetivo es lucrar lo más posible en el más corto tiempo posible, con una expansión cada vez mayor de su poder, flexibilizando legislaciones que limitan su dinámica. Él se orienta por la competencia y no por la cooperación, por la búsqueda del lucro y no por la defensa y promoción de la vida.

Ante de los cambios paradigmáticos actuales se ve confrontado con este dilema: o se niega a sí mismo, mostrándose solidario con el futuro de la humanidad, y muda su lógica y así se hunde como empresa capitalista o se autoafirma en su objetivo, desconsiderando toda compasión y solidaridad, haciendo aumentar los lucros, pasando incluso por encima de cementerios de cadáveres y de la Tierra devastada. No es imposible que, obedeciendo a su naturaleza de lobo voraz, el capitalismo sea suicida. Prefiere morir y hacer morir a perder sus lucros. Pero, quién sabe, cuando el agua llegue al cuello y el riesgo de muerte colectiva alcance a todos, a ellos, los poderosos, inclusive, no sería imposible que el propio capitalismo se rinda a la vida, pues el instinto dominante es vivir y no morir. Este instinto posiblemente acabará prevaleciendo. Pero debemos estar atentos a la fuerza de la lógica interna del sistema, montado sobre una mecánica que produce muerte de vidas humanas y de vidas de la naturaleza.

Nombres notables de las ciencias no excluyen la eventualidad del fin de nuestra especie. Stephen Hawking en su libro El universo en una cáscara de nuez (2001, 159) reconoce que en 2600 la población mundial estará hombro a hombro y el consumo de electricidad dejará a la Tierra incandescente. Ella podría destruirse a sí misma.

El premio Nobel Christian de Duve, en su conocido libro Polvo Vital (1997, 355) afirma que la evolución biológica marcha a ritmo acelerado hacia una gran inestabilidad; en cierta forma nuestro tiempo recuerda a una de aquellas importantes rupturas en la evolución, caracterizadas por extinciones masivas. Antiguamente los meteoros rasantes amenazaban a la Tierra; hoy el meteoro rasante se llama ser humano.

Théodore Monod, tal vez el último gran naturalista moderno, dejó como testamento un texto de reflexión con este título: Y si la aventura humana fallase (2000, 246, 248). En el afirma: somos capaces de una conducta insensata y demente; a partir de ahora se puede temer todo, realmente todo, inclusive la aniquilación de la raza humana (p. 246). Y añade: sería el justo precio de nuestras locuras y de nuestras crueldades.

Si tomamos en serio el drama mundial, sanitario, social y la alarma ecológica creciente, ese escenario de horror no es impensable.

Edward Wilson afirma en su inspirador libro El futuro de la vida (2002, 121): El ser humano hasta hoy ha desempeñado el papel de asesino planetario… la ética de la conservación, en forma de tabú, totemismo o ciencia casi siempre llegó demasiado tarde; tal vez todavía haya tiempo de actuar.

Vale la pena citar dos nombres más de la ciencia muy respetados: James Lovelock que elaboró la teoría de la Tierra como Superorganismo vivo, Gaia, con un título fuerte La venganza de Gaia (2006) y el astrofísico inglés Martin Rees (Hora final, 2005) que prevén el fin de la especie antes de que finalice el siglo XXI. Lovelock es contundente: hasta el fin del siglo desaparecerá el 80% de la población humana. El 20% restante vivirá en el Ártico y en algunos pocos oasis en otros continentes, donde las temperaturas sean más bajas y haya un poco de lluvia… casi todo el territorio brasilero será demasiado caliente y seco para ser habitado” (Veja, Páginas Amarillas, del 25 de octubre de 2006).

II

Un hecho que ha impulsado a muchos científicos, especialmente biólogos y astrofísicos, a hablar del eventual colapso de la especie humana es el carácter exponencial de la población. La humanidad necesitó un millón de años para alcanzar en 1850 mil millones de personas. Los espacios temporales entre un crecimiento tal y otro del mismo tamaño disminuyen cada vez más. De 75 años –de 1850 a 1925– pasaron a 5 años actualmente. Se prevé que hacia 2050 habrá diez mil millones de personas. Es el triunfo innegable de nuestra especie.

Lynn Margulis y DorianSagan en el conocido libro Microcosmos (1990) afirman con datos de los registros fósiles y de la propia biología evolutiva que una de las señales del colapso próximo de una especie es su rápida superpoblación. Esto puede ser visto con microorganismos colocados en una placa de Petri (cápsulas redondas de vidrio con colonias de bacterias y nutrientes). Poco antes de alcanzar los bordes de la placa y de agotarse los nutrientes, se multiplican de forma exponencial. Y de repente mueren todas.

Para la humanidad, comentan ellos, la Tierra puede mostrarse idéntica a una placa de Petri. En efecto,ocupamos casi toda la superficie terrestre, dejando solo un 17% libre, por ser tierra inhóspita como losdesiertos y las altas montañas nevadas o rocosas. Lamentablemente, de homicidas, genocidas y ecocidas nos haríamos biocidas.

Carl Sagan, ya fallecido, veía en el intento humano de enviar naves espaciales a la Luna y otras como el Voyager fuera del sistema solar, como una manifestación del inconsciente colectivo que presiente el peligro de nuestra próxima extinción. La voluntad de vivir nos lleva a pensar en formas de supervivencia más allá de la Tierra.

El astrofísico Stephen habla de la posible colonización extrasolar con naves, especie de veleros espaciales,impulsadas por rayos láser que les darían una velocidad de treinta mil kilómetros por segundo, pero para llegar a otros sistemas planetarios tendríamos que recorrer miles y miles de millones de kilómetros de distancia y necesitaríamos muchos años de tiempo. Ocurre que somos prisioneros de la luz, cuya velocidad de trescientos mil kilómetros por segundo es hasta hoy insuperable. Incluso así, para llegar a la estrella más próxima –la Alfa Centauri– necesitaríamos cuarenta y tres años, sin saber todavía cómo frenar esa nave a tan altísima velocidad.

Para terminar, recojo la opinión de dos notables historiadores. Arnold Toynbee en su autobiografía: “viví para ver que el fin de la historia humana puede tornarse una posibilidad real, que puede ser traducida en hechos no por un acto de Dios sino del ser humano” (Experiencias 1970, 422).

Y finalmente Eric J. Hobsbawn, en su conocida Era de los extremos (1994, 562), al concluir su libro: No sabemoshacia donde estamos yendo. Sin embargo, una cosa es segura. Si la humanidad quiere tener un futuro aceptable, no puede hacerlo mediante la prolongación del pasado o del presente. Si intentamos construir el tercer milenio sobre esa base, vamos a fracasar. Y el precio del fracaso, la alternativa al cambio de la sociedad, es la oscuridad.

Naturalmente, tenemos que tener paciencia con el ser humano. Él todavía no está listo. le falta mucho por aprender. En relación al tiempo cósmico tiene menos de un minuto de vida. Pero con él, la evolución dio un salto, de inconsciente se hizo consciente. Y con la conciencia puede decidir qué destino quiere para sí. En esta perspectiva, la situación actual representa más un desafío que un desastre inevitable, la travesía hacia un estadio más alto y no fatalmente un sumergirse en la autodestrucción. Estaríamos por lo tanto en un escenario de crisis de paradigma civilizacional y no de tragedia.

¿Pero habrá tiempo para tal aprendizaje? Todo parece indicar que el tiempo del reloj corre en contra nuestra. ¿No estaremos llegando demasiado tarde, habiendo pasado ya el punto de no retorno? Pero como la evolución no es lineal y conoce frecuentes rupturas y saltos hacia arriba, como expresión de una mayor complejidad, y como existe el carácter indeterminado y fluctuante de todas las energías y de toda la evolución, según la físicacuántica de W. Heisenberg y de N. Bohr, nada impide que ocurra la emergencia de otro estadio de conciencia yde vida humana que salvaguarde la biosfera y el planeta Tierra. Esa transmutación sería, según san Agustín en sus Confesiones, fruto de dos grandes fuerzas: un gran amor y un gran dolor. Son el amor y el dolor que tienen el privilegio de transformarnos por entero. Esta vez cambiaremos por un gran amor a la Tierra, nuestra Madre, y por un gran dolor por las penas que está sufriendo.

De todas maneras, en la hipótesis de una eventual desaparición da especie humana, ¿qué consecuencias sederivarían para nosotros y para el proceso evolutivo?

Antes de cualquier otra consideración, sería una catástrofe biológica de inconmensurable magnitud. El trabajo de por lo menos 3.800 millones de años, fecha probable de la aparición de la vida, y de los últimos 5-7 millones de años, fecha de la aparición de la especie homo, y los últimos cien mil años, con la irrupción del homo sapiens sapiens, el trabajo realizado por todo el universo de las energías, las informaciones y las diferentes densidades de materia, habría sido, si no anulado, por lo menos profundamente afectado.

El ser humano, según podemos constatar estudiando el universo, es el ser de la naturaleza más complejo ya conocido. Complejo en su cuerpo con treinta mil millones de células, continuamente renovadas por el sistema genético; complejo en su cerebro de cien mil millones de neuronas en continua sinapsis; complejo en su interioridad, en su psique y en su conciencia, cargada de informaciones recogidas desde la irrupción del cosmos con el Big Bang y enriquecida con emociones, sueños, arquetipos, símbolos provenientes de las interacciones de la conciencia consigo misma y con el ambiente que la rodea; complejo en su espíritu, capaz de captar el Todo y sentirse parte de él y de identificar ese Vínculo que une y reúne, liga y religa todas las cosas haciendo que no sean caóticas sino ordenadas y den sentido y significado a la existencia en este mundo y haciéndonos despertar sentimientos de profunda veneración y respeto por la grandeza del cosmos.

Hasta hoy, no han sido identificadas científicamente y de forma irrefutable otras inteligencias del universo. Por ahora como especie homo somos una singularidad sin comparación en el cosmos. Somos un habitante de una galaxia media, la Vía Láctea, que depende de una estrella, el Sol, de quinta magnitud, en un rincón de la Vía Láctea; vive en el tercer planeta del sistema solar, la Tierra, y ahora está aquí, en este pequeño espacio virtual, discutiendo las consecuencias de nuestro probable fin.

El universo, la historia de la vida y la historia de la vida humana perderían algo invaluable. Toda la creatividad producida por este ser, creado creador, que hizo cosas que la evolución por sí misma nunca haría, como una pintura Di Cavalcanti o una sinfonía de Beethoven, un poema de Carlos Drumond de Andrade o un canal de televisión, un avión e Internet con sus redes sociales. Las construcciones de la cultura, ya sean materiales, simbólicas o espirituales, habrían desaparecido para siempre.

Para siempre las grandes producciones poéticas, musicales, literarias, científicas, sociales, éticas y religiosas de la humanidad se habrían vuelto polvo.

Para siempre habrían desaparecido las referencias de figuras paradigmáticas de seres humanos entregadas al amor, al cuidado, a la compasión y a la protección de la vida en todas sus formas, como Buda, Chuang-tzu, Moisés, Jesús, María de Nazaret, Mahoma, Francisco de Asís, Gandhi entre tantos otros y otras.

Para siempre habrían desaparecido las anti-figuras que enfangaron lo humano y violaron la dignidad de la vida en innumerables guerras y exterminios, y cuyos nombres ni siquiera queremos mencionar. Vale la pena recordar los terribles incendios actuales en la Amazonia y el Pantanal, muy probablemente provocados intencionalmente por codiciosos buscadores de ganancias a cualquier precio. Tales eventos pueden amenazar el equilibrio de los climas de la Tierra.

Para siempre habría desaparecido el desciframiento hecho de la Fuente Originaria de Todo Ser que impregna toda la realidad y la conciencia de nuestra profunda comunión con ella, haciéndonos sentir hijos e hijas del Misterio Innombrable y entendernos como un proyecto infinito que sólo descansa cuando descansa en el senode este Misterio de infinita ternura y bondad.

Para siempre habría desaparecido todo esto de esta pequeña parte del universo que es nuestra Madre Tierra.

Finalmente, cabe preguntar: ¿quién nos reemplazaría en la evolución de la vida, si alguna forma de vida sobrevive? En la hipótesis de que el ser humano desapareciera como especie, aún así se conservaría el principio de inteligibilidad y de amortización. Él está primero en el universo y luego en los seres humanos. Ese principio es tan ancestral como el universo.

Cuando, en los primeros momentos después de la gran explosión, los quarks, protones y otras partículas elementales comenzaron a interactuar, aparecieron campos de relaciones y unidades de información y órdenes mínimas de complejidad. Allí se manifestó lo que más tarde se llamaría espíritu, esa capacidad de crear unidades y marcos de orden y sentido. Al desaparecer dentro de la especie humana, emergería un día , quizás tras millones de años de evolución, en algún ser más complejo.

Théodore Monod, fallecido en el año 2000, sugiere un candidato presente ya la evolución actual: los cefalópodos, es decir, una especie de molusco parecido a los pulpos y los calamares. Algunos de ellos tienen una perfección anatómica notable, su cabeza está dotada de una cápsula cartilaginosa que funciona como cráneo y tienen dos ojos como los vertebrados. Poseen además un psiquismo altamente desarrollado, hasta con doble memoria, mientras nosotros tenemos solo una (2000, 247-248). Evidentemente ellos no saldrían mañana del mar y entrarían continente adentro, necesitarían millones de años de evolución, pero tienen ya la base biológica para dar un salto hacia la conciencia.

De todas formas urge escoger: o el ser humano o los pulpos y los calamares. Más que optimismo, alimento la esperanza de que vamos a crear juicio y aprender a ser sabios.

Mientras tanto es importante desde ahora mostrar amor a la vida en su mayestática diversidad, tener compasión de todos los que sufren, ejercer rápidamente la justicia social necesaria y amar a la Gran Madre, la Tierra. Nos incentivan las escrituras judeocristianas: “Escoge la vida y vivirás” (Dt 30,28). Caminemos deprisa pues no tenemos mucho tiempo que perder.

Fuente:  http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=1003

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