Ni vagos ni incultos: por qué los millennials no son peores (ni mejores) que sus padres

Por: Marta Ley y Paula Guisado

Los datos desmienten el tópico de los ‘millenials’ como una generación malcriada: leen más libros, visitan más museos y votan más que sus mayores a su misma edad

Sí que hay una diferencia: al ser los más afectados por la crisis, ha crecido su implicación en huelgas y manifestaciones, además de su interés por el ensayo político

Un día Matilda acompañó a su padre al trabajo. Cuando la protagonista del cuento de Roald Dahl cuestionó la forma de trabajar de su progenitor, éste le espetó: «Yo soy listo, tú tonta; yo soy mayor, tú pequeña; yo tengo razón, tú no. Y no puedes hacer nada por evitarlo».

Esta frase de la versión cinematográfica de la historia explica el escenario más radical del choque entre generaciones. El desencanto con los que llegan después se parece a la aversión irracional al pueblo de al lado. Vagos, quejicas, egoístas, acomodados… son algunos de los adjetivos con los que se ha definido a sucesivas camadas: los baby boomers, la generación X y, ahora, los millennials. Las críticas le llegan a cada uno cuando le toca y, por lo general, parten de personas con la superioridad que les otorga la experiencia de haber vivido más años.

No hay datos de en cuántas ocasiones un millennial ha escuchado eso de «yo a tu edad ya…», pero quizás no diste mucho de las veces que lo escucharon sus padres o abuelos a su edad. «Parece que a cada generación se le adjudica una narrativa poco halagüeña cuando es joven», reflexionaba Heidi Shierholz, especializada en mercado laboral y directora de políticas en think tank estadounidense Economic Policy Institute(EPI), en The Washington Post.

Con todo, la también llamada ‘generación Y’, enmarcada entre 1981 y 1996, tampoco difiere tanto de la anterior. Ante el mito del millennial como sujeto que acabaría con la cultura, los que llegaron después compran más libros y visitan más museos de lo que sus predecesores lo hacían a su edad. Aunque se ven menos jóvenes en las salas de cine, éstos lideran el consumo del séptimo arte en internet. Frente a la imagen del sujeto sin valores, es la generación que mayor interés muestra por la política en la juventud. Y pese al estereotipo del joven desinformado, leen periódicos o escuchan la radio en niveles similares a los de la anterior generación y dedican menos tiempo a la televisión.

Un ejemplo. En abril de 2016, el New York Post señalaba a los millennials por matar el negocio cinematográfico. «Los niños simplemente van menos al cine», explicaba la autora del artículo haciéndose eco de la preocupación creciente en Hollywood. La encuesta de hábitos y prácticas culturales cifraba en 10 puntos menos la asistencia al cine de los jóvenes de entre 25 y 34 años en comparación con quienes tenían esa edad en 2002, de la generación X. Y sí, van menos a las salas, pero consumen cine en plataformas como Netflix, que supera los 100 millones de suscriptores en todo el mundo, y es la opción preferida por los millennials para ver la televisión.

La lectura de prensa sí ha caído, no obstante, entre los millennials más jóvenes. Según el análisis a partir de datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), en 1996 hasta un 45% de la población de entre 18 y 24, miembros de la generación anterior, leía alguna noticia en el periódico de forma diaria. En 2013, para la misma franja de edad, la cifra se había desplomado al 31%. Las diferencias se recortan cuando se acerca la treintena, aunque la tendencia es a la baja: en 1996 el 47,4% de los españoles mayores de 25 y menores de 34 leían prensa habitualmente, en 2001 la cifra bajó al 45,1% y en 2013, cuando la generación Y llegaba a esa franja de edad, se quedó en el 44,4%.

Sin embargo, pese a su aparente apatía ante las noticias, esta generación tiene un mayor interés por la política de lo que en su día mostraron generaciones anteriores. En los últimos años se han sucedido muestras de actividades políticas protagonizadas por jóvenes, con el 15-M como máximo exponente. Los datos del CIS que recoge el libro El muro invisible (Ed. Debate) revelan que la participación de los jóvenes en huelgas y manifestaciones ha aumentado igualmente, aunque su explicación, en este caso, puede estar más en el contexto que en la generación.

A la hora de votar, que los millennials se abstengan más que sus mayores no es nuevo, sino un comportamiento sistemático de los jóvenes que cambia según cumplen años. De hecho, las encuestas preelectorales del CIS revelan cómo la intención de renunciar al voto disminuyó entre 2008 y 2015 para los jóvenes de entre 18 y 34 años. Esta mayor conciencia política tiene su reflejo en los libros. En los últimos 20 años, aquellos sobre ciencias políticas y economía son los que más han crecido: en 2015 se editaban 2.653 títulos, prácticamente el doble que en 1995, según se extrae de la estadística de producción editorial.

Para el desarrollo de este artículo, aceptamos desde el principio que los millennials son aquellos nacidos entre 1981 y 1996, siguiendo al centro de estudios sociológicos Pew Research Center (EEUU). Sin embargo, la línea de tiempo varía según a quién se le pregunte y puede abarcar desde los nacidos en 1980 hasta los de 2000.

Pew revela, además, que los millennials rechazan el término con el que se les agrupa. Sólo el 40% de las personas que por edad se enmarcan en esta generación se identifican a sí mismas como millennials. Según el mismo estudio, el arraigo generacional es superior en la generación X (58%), los nacidos entre 1965 y 1980, y aún mayor para los babyboomers (79%), fruto del pico de nacimientos tras la Segunda Guerra Mundial. Es difícil saber si estos grupos, que han tenido más tiempo para acostumbrarse a sus etiquetas, estaban conformes con la catalogación cuando los jóvenes eran ellos.

Dentro de cada grupo, y en esto tampoco son distintos los millennialsun amplio porcentaje se identifica con generaciones distintas a la que le corresponde. Dicho esto, la siguiente pregunta es inevitable: ¿tiene sentido hablar de millennials? ¿Tiene sentido, en fin, hablar de generaciones?

Los límites, en cualquier caso, no son arbitrarios. Cuestiones como los momentos históricos o la relación con la tecnología ayudan a determinar dónde se pone la línea. En palabras de Malcom Harris, autor del libro considerado como la mayor aportación sobre esta generación, Kids these days: human capital and the making of millennialslo que caracteriza a una generación son las crisis. Y, en este caso, la economía lo ha marcado todo.

«Cada generación se enfrenta a sus propios retos. Siempre es difícil ser joven, y más en momentos de crisis», explica María Ramos, investigadora postdoctoral en la Universidad Carlos III de Madrid y especializada en el estudio del mercado laboral. «Pero han pasado diez años y todavía no se han recuperado los niveles de empleo de previos a la crisis«, añade. Ramos es también editora de Politikon y coautora del último libro del grupo de académicos y profesionales, El muro invisiblesobre la brecha generacional.

En España, la tasa de paro para los jóvenes en los 90 era prácticamente la misma que hoy, la edad de emancipación no ha variado en 20 años y los hijos se tienen prácticamente a la misma edad, según datos del INE y Eurostat. Eso sí, los millennialsasalariados son menos y sus sueldos, teniendo en cuenta la variación del IPC, están cerca de 2.000 euros anuales por debajo de lo que sus predecesores inmediatos cobraban a su edad, según datos de la Agencia Tributaria. Además, ha sido también el grupo de edad más afectado por la crisis en términos de empleo.

«Es el mercado, amigo». Fue la frase que empleó el ex vicepresidente del gobierno y de Bankia, Rodrigo Rato, condenado por delito de apropiación indebida en el caso de las tarjetas ‘black’, cuando a principios de este año declaró ante el Congreso de los Diputados, en la comisión de investigación de la crisis bancaria. La excusa de Rato sí podría explicar qué define no solo a los millennials, sino a todas las generaciones: la coyuntura económica.

Aunque algunos autores minimizan el impacto del mercado y hablan de una generación cuyo problema, argumentan, es la falta de problemas, Shierholz apunta a un contexto de inestabilidad en cuanto al empleo como un inconveniente a largo plazo. También la economía es determinante para Harris, nacido en 1988. El autor centra sus tesis en el capital humano, aunque su generación sea ‘la más preparada’ en términos educativos, vive más endeudada y con menos perspectivas de trabajo estable que las generaciones anteriores.

¿Y los que siguen? La denominación grupal de los nacidos después del 2000 -o de 1995, o de 1997- está aún por consensuar. A principios de este año, The New York Times les preguntó a ellos mismos cómo les gustaría llamarse. Era el mismo experimento que había realizado en 1997 ABC News para saber con qué nombre preferían ser llamados la entonces generación más joven y que en aquel entonces tuvo como segunda respuesta más frecuente un incuestionable «no nos etiquetéis».

En la consulta más reciente las contestaciones siguieron la misma línea y una de las respuestas más habituales fue «¿Por qué?». «No nos llaméis nada», espetó un joven a The New York Times. «El concepto de generación cohesionada no tiene sentido».

Quizá es pronto para adjudicarles una etiqueta definitiva. Quizá la sociedad debe acabar de descifrar a los millennials antes de intentar entender a un nuevo grupo. Sólo una cosa está clara: la nueva, también, será la peor generación de la historia.

Fuente: http://www.elmundo.es/papel/historias/2018/04/26/5adf54baca4741ce088b4627.html

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