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Educación y calidad: agenda de una multipartidaria educativa

Por Luciano Sanguinetti

Hace más de 10 años que en materia educativa se discuten sólo salarios, mientras a nuestro alrededor cambian de forma incesante las formas de producción.

Prestemos atención a dos noticias en apariencia desconectada, una del año pasado. Según los resultados de la evaluación Aprender 2016 presentados por el Ministerio de Educación de la Nación en mayo de 2017, el 40% de los alumnos del secundario tiene un rendimiento por debajo del nivel básico en matemática y esta cifra crece al 81% en los alumnos con alta vulnerabilidad social. La otra noticia es más reciente: se inauguró una planta automotriz en Córdoba, con una inversión de US$ 500 millones, de la empresa Fiat. El 85% de cada auto lo arman robots. Evidentemente estamos en problemas. El futuro de la economía mundial pasa por el conocimiento y nosotros sólo discutimos nuestro sistema educativo en el marco de las paritarias docentes, en las cuales la pregunta excluyente es cuándo empiezan las clases y no qué vamos a enseñar, cómo, ni mucho menos para qué.

Hace más de 10 años que en materia educativa se discuten sólo salarios, mientras a nuestro alrededor cambian de forma incesante las formas de producción, las tecnologías de comunicación, las prácticas culturales, en fin, todas las formas de estar juntos con el vértigo de todo proceso civilizatorio. Cuando en 1988 concluyó el Congreso Pedagógico todavía existía la empresa estatal de telecomunicaciones, Entel, y conseguir un teléfono nuevo era literalmente un misterio; la ley Federal de Educación se sancionó en 1993 en un contexto en el que Internet sólo alcanzaba a las élites gubernamentales y científicas y faltaba bastante para que se convirtiera en la revolución de las comunicaciones. La Ley de Financiamiento Educativo que promovió la inversión del 6% del PBI en la educación se sancionó en 2006 cuando todavía no existía facebook en español y las redes sociales no habían alterado definitivamente el tiempo y el espacio, achicando el mundo de una manera irremediable.

Es evidente que en la carrera del conocimiento venimos rezagados y al parecer cada vez más cansados. Y esta sensación frustrante se incrementa por la esterilidad de unos debates en los que los actores, sean estos políticos, técnicos o gremiales, parecieran estar más enfocados en ver quién gana la pulseada, que por resolver el problema de fondo. Un problema que para resolverlo necesitamos partir de denominadores comunes sobre los cuales deberíamos dejar de discutir de forma crónica. Señalemos algunos.

Los salarios son bajos, no los de todos en el sistema educativo, pero sí el de la mayoría. Pero a su vez tenemos un promedio de docentes por alumno injustificado: 12 alumnos por docente en la provincia de Buenos Aires, una de las medias más bajas de la región. Tenemos ausentismo crónico en secundaria y una carrera docente que no privilegia la función directiva.

La infraestructura de las escuelas está deteriorada por años de desinversión, sólo el 35% de las escuelas primarias estatales tiene conectividad y la mitad de los docentes dice no usar ningún instrumento tecnológico para la enseñanza. En muchos casos las escuelas las sostienen las cooperadoras, con ayuda de docentes y familias que hacen lo imposible para darles condiciones a sus hijos. También es un dato crítico la falta de escuelas y vacantes, especialmente en el nivel inicial.

Otro aspecto clave es la formación docente. Hay consenso en que debe ser revisada. En un mundo hiperinformado no alcanza con los institutos de formación terciaria y el testimonio de los docentes habla de la necesidad de una formación más actualizada y exigente, ante los múltiples desafíos que implica entrar a un aula. Las aulas demandan hoy a los docentes más conocimientos, nuevas metodologías y otras competencias.

Los datos duros sobre pobreza e indigencia son incontrastables. La escuela se enfrenta a contextos de alta vulnerabilidad. Más del 47% de los niños entre 0 y 15 años son pobres y muchos de ellos van a la escuela estimulados por un plato de comida. Más de un tercio de la población escolar desayuna, almuerza y/o merienda en la escuela.

La agenda de una multipartidaria educativa

Si compartimos las dimensiones centrales de este diagnóstico, no sería muy complejo diseñar un plan que contemple:

a) reformular la formación docente pasándola integralmente a las Universidades Nacionales donde está la máxima jerarquía académica que la Argentina puede ofrecer. Toda la diversidad del conocimiento está allí, y el mayor capital humano y tecnológico del país. Es un despropósito no vincularlos en la formación de los formadores y darles la alta misión de acreditar a nuestros docentes.

b) definir un plan de infraestructura escolar de cercanía, que garantice ejecutividad, como es el caso del Fondo Educativo en la Provincia de Buenos Aires, que transfiere hoy cerca de 7.000 millones de pesos a los municipios. Si la ley estableció una prioridad del 50% en materia de infraestructura escolar, bien podría avanzar hasta el 100% en los próximos años, dejando la posibilidad que sean, en el futuro, los mismos municipios los que revisen estos porcentajes para luego poder invertirlos en insumos pedagógicos, en la capacitación o programas especiales determinados por las demandas y el contexto de las escuelas.

c) con las cifras de pobreza que hoy tenemos es impensable que una parte de la población escolar no reciba alimentos en la escuela; por el contrario, esto puede ser un beneficio en materia de nutrición y de buenas prácticas alimentarias, además de inscribirse en la lógica de la extensión de la jornada con actividades complementarias en el segundo turno. Lo que no podemos seguir sosteniendo es que esa alimentación no sea de calidad.

d) la escuela es una unidad de conocimiento, el centro del sistema, no el final de un proceso. Allí interactúan todas las partes del sistema: los niños y sus familias, los docentes y directivos, el Estado en sus diferentes niveles y competencias, la sociedad civil y sus organizaciones (clubes, cooperadoras, empresas). Necesitamos un sistema de evaluación y seguimiento de esa unidad en forma continua. El viejo sistema de inspección ha quedado obsoleto y hoy los dispositivos tecnológicos facilitan la posibilidad de que cada escuela sea monitoreada. Debemos crear una agencia de evaluación integral y permanente de las escuelas.

Pero además, lo que más necesitamos es que la escuela deje de ser un botín de guerra de la clase política. Nadie va a ganar o perder una elección por un paro o un examen. Lo que necesitamos es devolver el debate educativo a sus ámbitos específicos: sin descartar la televisión ni la paritaria, la agenda educativa debe ingresar al parlamento.

Fuente del Artículo:

http://www.lapoliticaonline.com/nota/111236/

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La cuestión irresoluta de la formación docente

Luciano Sanguinetti

Hace años que nuestro país ostenta un sistema de formación superior universitario vinculado estrechamente con su sistema científico (Conicet), con una larga historia institucional, que, a su vez, en los últimos años ha crecido territorialmente, con fuertes vínculos con el mundo productivo. Sin negar las muchas críticas que podamos y debamos hacerle para que siga siendo el lugar de la excelencia, hay sobradas pruebas de que en nuestra universidad está la mayor capacidad instalada humana y tecnológica para la producción de conocimientos en todos los campos científicos, desde las ciencias humanas hasta las exactas, desde las disciplinas médicas hasta las sociales, desde las tecnológicas hasta las artísticas.

En la provincia de Buenos Aires existen hoy 18 universidades nacionales en el norte, el sur, el centro y el este de la provincia. Estas casas de estudios, algunas con más de cien años de historia y otras creadas recientemente, imparten una innumerable cantidad de carreras de grado (solo la Universidad Nacional de La Plata ofrece 110 carreras), una oferta de más de 340 posgrados acreditados por Coneau, y en todas ellas hay sistemas de educación en línea que extienden los ámbitos de influencia más allá de sus fronteras inmediatas. Este sistema, a su vez, está integrado a múltiples organismos de articulación y evaluación permanente, como el Consejo Interuniversitario Nacional, los consejos universitarios regionales (CPRES), la Coneau, que evalúa todas las carreras de grado y posgrado, y a sus respectivos docentes, en un sistema permanente de acreditación y evaluación, interno y externo.

Es difícil quizás para quienes no conocen por dentro nuestro sistema científico académico de nivel universitario dimensionar el conjunto complejo y diverso de instancias que lo componen, en el cual incluso el cogobierno y la autonomía, que ha permitido al sistema transitar todos los procesos políticos con la distancia que exige una ámbito científico, en el que las representaciones de todos los pensamientos políticos tienen su lugar y su voz, no es lo menos importante.

Despreciar este acervo en la posibilidad de la formación docente es un despropósito, más si tomamos en cuenta que ya actualmente una parte importante de los que ejercen la docencia en nuestro sistema educativo provienen de nuestras universidades, como es el caso en el nivel secundario.

Lo que tenemos que hacer no es crear universidades pedagógicas, sino trasladar toda la formación docente a nuestras universidades. El problema, largamente estudiado, y con grandes consensos entre docentes y especialistas, es que las tradicionales casas de formación de los docentes en Argentina, los institutos superiores de nivel terciario, adolecen de endogamia, de secundarización y de actualización científico-técnica que es imposible revertir con cosmética.

Es acertada la iniciativa de Horario Rodríguez Larreta, pero es un error tomar el camino de crear la Universidad Pedagógica de CABA, teniendo, al lado, a la Universidad de Buenos Aires, la más prestigiosa casa de estudios de nuestro país y destacada en innumerables rankings mundiales, con cuatro premios Nobel, entre otros reconocimientos.

Para el caso de la provincia de Buenos Aires, que podría parecer más complejo, la solución es práctica. En primer lugar, acordar con todas las universidades nacionales con asiento en la provincia la articulación de los institutos, a efectos de darles continuidad a los estudiantes que actualmente están cursando. En segundo lugar, para los futuros docentes, establecer esas carreras dentro de las propias unidades académicas acordes a los campos disciplinarios específicos. En tercer lugar, absorber a los docentes competentes del sistema terciario que, encontrándose en ejercicio de la docencia, tengan las graduaciones requeridas por el sistema universitario. Por último, darles a los otros un plazo para su actualización dentro del marco de este proceso inevitable de transición.

Una de las claves de la calidad educativa está en la calidad de los docentes. Ninguna tecnología, ningún diseño curricular, ninguna normativa reemplazarán el invaluable trabajo del que entra al aula con sus alumnos y sabe lo que tiene que enseñar y cómo.

El autor es concejal del Frente Renovador en La Plata. Director del Observatorio de Calidad Educativa.

Fuente: https://www.infobae.com/opinion/2018/02/07/la-cuestion-irresoluta-de-la-formacion-docente/+&cd=2&hl=es-419&ct=clnk&gl=ve

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Violencia y escuela.

Por:  Luciano sanguinetti.

El video que se viralizó en los últimos días, en donde una mamá insulta violentamente a una maestra, pone sobre el tapete uno de los problemas graves que vive la educación en Argentina y en el mundo: la violencia. Una violencia que se manifiesta a través de formas distintas: acoso escolar o bullying (cuando esta violencia es entre pares), ataques vandálicos recurrentes en las escuelas (más de 33 casos en La Plata en el año 2016), robo de mochilas o celulares a la salida de las escuelas o, como en este caso, la agresión de madres o padres a los docentes y profesores.

Como se desprende de los focus group en la investigación que venimos haciendo sobre Familias y Escuela en el Observatorio de Calidad Educativa, la violencia que vive la sociedad ha ingresado en la escuela. Y familias y docentes reconocen que no están preparados para enfrentarla.

Tenemos que partir de una primera evidencia. Ser docente hoy no es lo mismo que hace treinta o cuarenta años.

Hoy vivimos un país cuya desigualdad estructural creció significativamente. Más del 48 % de los niños en edad escolar, como lo informa el INDEC, son pobres. Muchos de esos niños y jóvenes van a la escuela para aprender, pero también por un plato de comida. Cerca de 1.500.000 jóvenes y niños comen en las escuelas del Conurbano y un porcentaje importante de esos niños y jóvenes viven en un contexto de violencia que se ha naturalizado, como lo prueba la investigación de Carlos Auyero y María Fernanda Berti, “La violencia en los márgenes”, a pesar del aumento exponencial de la tasa de criminalidad de las últimas décadas.

Pero también el fenómeno creciente de la drogadependencia impacta sobre las escuelas. Como informa el último trabajo del Observatorio de la Deuda Social, el consumo de drogas y alcohol golpea cada vez más a los más jóvenes. Basta un solo dato: el 55 % de los jóvenes del Conurbano dice conocer que un vecino vende drogas en su barrio. Como comentan los docentes en los focus group: los nuevos estudiantes secundarios viven una euforia de fin del mundo, una suerte de epifanía inconformista que explota en rituales nuevos como el UPD (el último primer día) en el que los alumnos que terminan el ciclo festejan, en una suerte de jornada postapocalíptica, el último año de estudios.

Son pocos los protocolos para intervenir ante esta nueva situación. Pero insisto, no es un problema sólo argentino. Finlandia, hace varios años que detectó problemas similares e impulsó un largo trabajo para disminuirlo que concluyó en el exitoso programa KIVA. El plan finlandés para intervenir sobre el bullying está probado en el mundo, más de 15 países de la Comunidad Europea lo vienen desarrollando, y hace pocos meses ha llegado a la Argentina. Es bueno que organizaciones como el CETECO en La Plata estén avanzando, formándose y articulando experiencias y capacitación en este campo. Pero todavía son movimientos espasmódicos. Para el caso de los robos y el vandalismo es poco y nada lo que se ha avanzado para establecer programas de seguridad escolar en las inmediaciones de las escuelas (muchas ordenanzas de similar formato duermen en los consejos deliberantes de la provincia), establecer corredores seguros para los niños y las familias en los accesos a las escuelas, y son escasos (Tigre fue el primero) los municipios que impulsaron la asignación de botones antipánico a docentes y escolares. Muy pocas escuelas tienen cámaras de seguridad en las cercanías y es nula la capacitación de las fuerzas de seguridad para trabajar con niños y adolescentes. Basta mencionar la represión producida en las inmediaciones del municipio de Berisso sobre una marcha de estudiantes secundarios que reclamaban por el Fondo Educativo.

Volvamos a señalarlo, la violencia de la sociedad ya entró en la escuela. Si no queremos verlo estamos peor de lo que creemos.

Fuente: http://www.eldia.com/nota/2017-5-27-0-48-15-violencia-y-escuela-opinion

Imagen: http://www.uepc.org.ar/conectate/wp-content/uploads/2012/05/violencia_escolar.jpg

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