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La falsa disyuntiva

México / 10 de septiembre de 2017 / Autor: Manuel Gil Antón / Fuente: El Universal

No es malo corregirlo mal hecho, ni deshonroso reconocer aspectos positivos si lo que importa es que la educación mejore

Forma es fondo: el mensaje del presidente Peña, al día siguiente de la entrega de su 5to Informe, ocurrió frente a sus invitados. Así como la investigación del asunto de la Casa Blanca fue realizada por un subordinado —él lo designó—, la reacción de los convidados a Palacio Nacional era predecible: absolución en el primer caso, y aplausos abundantes en el segundo. Me investiga al que nombro y pago; me oyen los que sé que sí aplauden y en el momento justo. Nadie va a responder ni a ensuciar con la más mínima crítica la presentación de su mirada sobre el país: qué ganas de tener pasaporte para vivir en esa nación de la que habla. Vivimos en otra, distinta, que se llama igual.

Atento a su parecer sobre la reforma educativa, el elogio de su iniciativa inicial, y el desarrollo posterior, no tuvo límites. Si no va a haber pobreza extrema en 10 años, ¿qué dicultad se atisba en que dentro de 20 seamos, todos, bilingües?

La orientación central del discurso, a mi juicio, se concentró en conducir a su auditorio donde quería, y procurar eco en los medios: “La disyuntiva es clara: seguir construyendo un país del siglo XXI o apostar por un modelo fracasado del pasado”. ¿Qué es una disyuntiva? “Situación en la que hay que elegir entre dos cosas o soluciones diferentes”, aclara un diccionario. La Real Academia (RAE) coincide: “Alternativa entre dos cosas, por una de las cuales hay que optar”. Es preciso elegir (optar) por una de dos soluciones: sí una, no la otra.

La edicación de la nación en esta centuria, dijo, depende de la continuidad de su exitoso proyecto, reformas perfectas y funcionarios impolutos. El modelo fracasado del pasado refiere al que construyó, encabezó y defendió su propio partido durante décadas en el siglo XX. El nuevo o el viejo PRI: esas son las dos sopas. Maniqueo. Blanco o negro. Nosotros o el caos. No hay más ruta que la nuestra: la otra
vereda fue un fracaso, el sendero actual va “por el rumbo correcto”.

La cuestión, bien vista, no es elegir una de las dos posibilidades, sino demoler la noción de disyuntiva: ¿por qué entre esas dos y sólo esas dos? Existen más opciones, de lo que se sigue que lo que es falso es que estemos frente a una disyuntiva: son varias las posibilidades.

Esbozo, a manera de ejercicio, una adicional en materia educativa. Dicen los gerentes de hoy: ¿mérito o venta y herencia de plazas? ¿Memoria o aprender a aprender? ¿Evaluación o impunidad? ¿Precariedad laboral como impulsor de la calidad, o estabilidad en el trabajo pese a incumplimiento? Esta es la traducción de la disyuntiva en el terreno de la educación. Hay, al menos, otra, y es necesario considerarla: generar un espacio real para revisar a fondo lo realizado, y reformar la reforma, ya sea a través de enmendar los errores en las leyes secundarias, o, incluso, derogar cambios constitucionales, inadecuados, que derivaron de prejuicios e ignorancia.

No es nada malo corregir lo mal hecho, ni deshonroso en reconocer aspectos positivos en lo realizado, si lo que importa es que la educación mejore. Esos son, creo, los parámetros de la discusión. Del debate informado y serio, se desprendería el alcance de la imprescindible transformación de la reforma actual: ir hasta donde sea necesario, sin límites previos, por razones fundadas, y con miras no a predominar sobre los otros, sino en procurar generar las mejores condiciones para el aprendizaje en nuestras escuelas.

En los tiempos por venir no estaremos ante una disyuntiva, como dijo el Presidente, sino en una encrucijada: de nuevo la Real Academia: “lugar en donde se cruzan dos o más calles o caminos”. Hay, seguro, más opciones. La política es el arte de reconocerlas y argumentar: amplía. La soberbia, el espantapájaros, simplica. ¿Seguir a toda costa como vamos o el desastre? Falso, aunque aplaudan.

Fuente del Artículo:

http://www.eluniversal.com.mx/articulo/manuel-gil-anton/nacion/la-falsa-disyuntiva#.WbPpaor3bO8.twitter

Fuente de la Imagen:

http://themexicantimes.mx/maestros-gobierno-y-reforma-educativa-que-discutimos/

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Los riesgos del mérito.

Por: Manuel Gil Antón.

“En memoria de Víctor Manuel Cárdenas, poeta. ¡Estamos!”

Supongamos, sin conceder, que el modelo de asignación de plazas docentes, vía el resultado en la evaluación para el ingreso que establece el Servicio Profesional Docente, es perfecto: implica, sobre todo, que los exámenes, en efecto, miden con precisión milimétrica quién es mejor para el ejercicio de la docencia y se puede hacer una lista de prelación exacta.

Suspendiendo cualquier duda, admitamos que se ordenan los aspirantes de acuerdo al dominio del conocimiento, así como la destreza para poner en práctica estrategias pedagógicas adecuadas. Además, aceptemos, sin chistar, que esto es resultado, exclusivo, de su esfuerzo y dedicación: las variaciones se deben a distinto empeño en prepararse.

Asumamos que los supuestos de una estrategia de distribución de los puestos, basada en el mérito individual se cumplen de manera incuestionable. Y que de ello se sigue, con total certidumbre, que quien sea “más meritorio” favorecerá, per se de forma directamente proporcional e inmediata, el aprendizaje de sus alumnos. Imaginemos, por un momento, que podemos asegurar de manera indiscutible todas estas condiciones al máximo nivel: el cielo de la meritocracia.

Si de acuerdo al lugar ocupado, cada persona elegirá la ubicación y tipo de la escuela, turno incluido, donde trabajará, es muy probable que quien sea “mejor” opte por una “plaza de mayor calidad”. Esta última frase no es de mi autoría, sino del Presidente de la República: hace cuatro días afirmó que estos exámenes “permiten acreditar mejores conocimientos, el poder tener un mejor ingreso y, además, una plaza de mayor calidad”.

¿Qué significa que haya plazas mejores? ¿Qué implica que los muy diestros vayan a ellas y ganen más, y los menos aventajados, en orden descendente, ocupen las regulares o peores sin ingresos adicionales? Una consecuencia es que la reforma, por su estrategia basada en la medición de méritos diferenciados, incremente la desigualdad de condiciones para el aprendizaje en el sistema educativo.

Dar clases en una escuela urbana, de organización completa (un profesor para cada salón y que ofrezca todos los grados) ubicada en una zona con baja o nula marginalidad, en el turno matutino, seguramente estará en los primeros lugares del ordenamiento de mayor a menor calidad de las vacantes disponibles. Si ocurre que está cerca de su casa, o de una vivienda confortable accesible al sueldo, será preferida por quien haya resultado ser más idóneo que otros.

En el polo de la distribución de la idoneidad perfectamente medida en este experimento mental, no en la cima sino en la sima, habrá un maestro y, sin titular, un sitio laboral en una escuela multigrado, situada en un lugar donde predomine la pobreza y abunde la escasez hasta de vías de acceso rápidas, lejos de su vivienda, en la que los pobladores han construido, con sus medios, la escuela, la casa del maestro y los pupitres. A ella será asignado quien, supuestamente, es poco idóneo en comparación con los primeros.

Si la meritocracia es perfecta, a quien requiere “más calidad docente” se le dará menos, y los ya privilegiados por condiciones sociales, serán atendidos por los mejores. Señalar este riesgo no implica defender la obtención de la plaza por medios inaceptables, que fueron pactados, siempre, entre las burocracias sindicales y las del gobierno para beneficio de ambas camarillas. De ninguna manera. La vía del mérito tiene este riesgo. A su vez, no es trivial, ni fácil, resolver de manera progresiva la asignación de tareas docentes, hay que reconocerlo.

Por eso, entronizar al mérito es incorrecto, y no está bien, señor Presidente, que usted diga sin rubor que hay “plazas de mayor calidad”: es reconocer inmutable la relación entre la desigualdad social y la educativa. Eso es una vergüenza, no un mérito de su reforma.

Fuente: https://www.debate.com.mx/opinion/Los-riesgos-del-merito-20170812-0351.html

Imagen: http://eldiariodechihuahua.mx/imagesnotas/2016/05/EST1224553c76ca703_0.jpg

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La reforma educativa: el orden de los factores

Por. Manuel Gil Antón

No es correcto que el consejero presidente del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) alabe la reforma educativa. No es propio de su puesto, ni de su encomienda, realizar panegíricos de lo que ha de tomar distancia, siempre, para conservar autonomía.

Tampoco atina al descalificar a los críticos que señalan “que los componentes de la reforma no se construyeron ni en el orden correcto, ni en el tiempo adecuado”, con el falso dilema de si fue primero el huevo o la gallina. Convendría que conversara con un estudioso de la evolución para desmontar el acertijo al que refiere.

En estas páginas (17/07/2017), armó que, con la emisión de los nuevos planes y programas de estudio a mitad de 2017, para que arranquen en 2018, acordes con el Nuevo Modelo Educativo (NME) presentado unos meses antes, “se empieza completar el círculo de la reforma educativa de 2013”. Tiene cuatro pilares, arma, y relata su aparición: primero, el servicio profesional docente (SPD) para que sean “los mejores profesionistas de la educación quienes ingresen al servicio”.

Luego, “el otorgamiento de la autonomía constitucional” al INEE para que haga muchas cosas, entre ellas “asegurar que las autoridades educativas realicen sus evaluaciones con altos criterios de calidad, entre las que se encuentran las del SPD”. En tercer lugar, el diseño del NME y los planes y programas ya señalados, y el cuarto pilar está “en construcción”: mejorar la formación inicial de los profesores (reforma a las Normales) para que “el país cuente con una planta de profesores altamente calicados para ejercer su función”.

Termina el recuento y hacen su aparición la gallina y el huevo, para “mostrar la poca utilidad que tiene preguntarse quién debe ser primero: ¿X o Y?”. Dice que es el caso cuando se critica que se haya iniciado (sin cesar y a la trompa talega, sostengo) la evaluación derivada del SPD y luego, muy luego, el NME. Qué debe ser primero, se pregunta y responde: “no importa su orden temporal, siempre que sea suficientemente corto, para que ambas hagan sinergia”. Ignorar la relevancia de la dirección causal de los factores en la acción política, implica que el orden de los factores no altera el producto. Es falso. El orden marca: primero se acusó al magisterio de los problemas. Luego se le acosó con la evaluación que aprobó el INEE, so pena de perder el trabajo.

Después se simuló una consulta para legitimar El Modelo, del que se desprenden planes y programas que orientarán, además, los cambios en las escuelas Normales. Dada esta secuencia, se simplificó el problema, se usó la evaluación como instrumento laboral —no como herramienta de mejora— y el proyecto educativo, para que relumbrara, requirió inventar un pasado oscuro en todos los aspectos. El producto, por haber seguido ese orden, se altera, es otro a pesar de su nombre: ha sido la reorganización administrativa del control vertical del magisterio, por la vía de hacer precarias sus condiciones de trabajo vía evaluaciones, inválidas y constantes, que los clasifican.

Remata señalando que sería lamentable que, por la “implementación” del Modelo al final del sexenio, “se truncara” la reforma: desea que “la racionalidad sexenal de hacer y deshacer proyectos de nación no prevalezca”.

Vaya paradoja: los gerentes de este sexenio sí se propusieron hacer todo de educativa. ¿De qué privilegio gozan para que sus ocurrencias sean, según quien preside al INEE, perennes? ¿Por qué la continuidad acrítica de la reforma sería una muestra de “querer construir un mejor país”? ¿Hasta que llegaron ellos apareció la luz que disipa las tinieblas pedagógicas en que vivimos durante décadas? Elogio en boca propia es vituperio. En ese orden

Fuente: http://www.educacionfutura.org/la-reforma-educativa-el-orden-de-los-factores/

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Reforma educativa: los costos de una ilusión.

Por: Manuel Gil Antón.

Cada día, durante 2016, la SEP gastó 2 millones 259 mil pesos en propagar, por todos los medios, la existencia, avance y éxito de la Reforma Educativa. En su página oficial es posible localizar los 398 contratos que firmó con distintas empresas a través de la Dirección de Comunicación Social, y hacer la suma de sus montos: 824 millones 639 mil pesos.

La velocidad promedio del gasto en publicidad, síntesis de lo que se dice de la SEP y sus funcionarios, y el análisis del impacto de sus mensajes es enorme: presumir, con hartos anuncios, una reforma que no existe en las aulas corrió a 94 mil pesos por hora.

No afirmo que sean ilegales los contratos, ni de parte de quien paga ni de los que cobran por el servicio. Considero, sí, que el monto y sentido de ese despilfarro es indecente, propio de demagogos apresurados por mostrar, de manera artificial por medio de inserciones pagadas en la tele, diarios y revistas, radio y “redes sociales”, que la problemática educativa se está resolviendo, gracias a la acción de un gobierno agonizante, ahíto de corrupción e impunidad, pero presto a mostrar, como real, lo que no está pasando en las escuelas. Un dineral para hacer de cuenta que sucede lo que ni de lejos siquiera entienden.

“Servicios de difusión relativos a la Campaña Quehacer educativo, versión Infraestructura Educativa”: con este nombre se cuentan 106 contratos. “Contratación de los servicios de difusión de los mensajes en televisión, radio, medios complementarios, digitales, periódicos y revistas como parte de la campaña de comunicación social Quehacer educativo, versión Educación para Todos”: 93 contratos con este membrete fueron asignados. Por las contrataciones realizadas bajo estos dos conceptos, la SEP erogó 510 millones 880 mil pesos. ¿Modalidad? Adjudicación Directa.

Los contratos para comerciales que contienen la expresión “Reforma Educativa” fueron 207. Se dividen, también, en dos rubros: “Servicios de Difusión” y “Contratación de servicios de difusión”. Luego, se pueden ordenar en subconjuntos por el mensaje que envían, ya sea la “versión fortalecimiento del Desarrollo Profesional Docente” o “Reforma y Modelo Educativo” (Etapa 1 y 2). Estos nos costaron 303.4 millones de pesos, adjudicados directamente a las empresas. Ya van 814 millones.

¿Y los otros 10? Morralla: monitoreo, capacitación, algún documental. Y dos joyas: “Servicio de investigación de mercado para evaluar y analizar la comunicación de la Secretaría en redes sociales”: un poco más de 3 millones, y otro, vital, pues de él parece desprenderse todo lo demás: “Servicio integral para el diseño de una estrategia de comunicación para la SEP” por el que se pagaron otros 3 millones.

¿Contratos con Televisa y TV Azteca, las cadenas más importantes? Nueve y siete, respectivamente. No son tantos. ¿La suma que implicaron? Enorme: 211 y 118 millones a cada una en el mismo orden. Agregados, 329, es decir, el 40% del total (mal)gastado. Para los reformadores, lo que ocurra en la tele es primordial. Lo demás es lo de menos.

Desde la mirada de un lego en contrataciones, no entiendo, por ejemplo, el siguiente caso: el contrato 1259984, firmado con Televisa para difundir el tema de “Educación para Todos”, por 86.2 millones de pesos, fue signado el 25 de noviembre de 2016. La fecha de inicio, se informa, fue ese día, y la de término ocurrió el 16 de diciembre del mismo año: 21 días naturales, una quincena hábil. ¿Tanto dinero, más del 10% del total, en tan poco tiempo? Misterio.

En 2015, el gasto de la misma entidad fue de 687.5 millones. Se le regalan al SNTE más de 500 millones para difundir la reforma. Las prioridades están claras: que parezca que hay, aunque no haya. Lo que (a)parece, es. Propaganda. Transparente intención. Opacidad del gasto millonario que reluce. Qué vergüenza.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/reforma-educativa-los-costos-de-una-ilusion/

Imagen: http://www.educacionfutura.org/wp-content/uploads/2015/10/aurelio_nuno-e1457490901926.jpg

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La lección electoral

Por: Manuel Gil Antón 

La vida social es un aula sin muros. Hay coyunturas en que lo que acontece fuera de la escuela tiene un impacto tal en el aprendizaje que, aunque contradictorio con lo que se estipula como proyecto educativo, arrasa con lo programado y genera un sedimento duro y duradero en la comprensión del país: sobre todo, en las normas acordadas para las relaciones entre los ciudadanos y con las instituciones. Lo que se dice en la escuela, entonces, es materia necesaria para aprobar los exámenes, y a ese horizonte se reduce. Luego de la prueba se diluye.

La experiencia vivida, o conocida, fuera de sus linderos, tiene mayor fuerza en lo que se aprende para la vida, para aprender a aprehender lo que sucede e, incluso, como convicción que tiende a lo inmutable: así es, y será así, sin remedio.

Las elecciones del 4 de junio, los hechos de meses previos y los días siguientes, fueron parte de la información cotidiana que recibieron muchos estudiantes de todos los grados, y la población en general. Si los que vivimos en el país, casi todos, pasamos al menos unos años, o están hoy, inscritos en alguna escuela, recibimos una educación que, según el artículo 3º constitucional, entre otras características (laica, gratuita, obligatoria), ha de estar orientada por el criterio de impulsar la democracia: “considerando a la democracia no sólo como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”.

En el “Modelo Educativo para la educación obligatoria: educar para la libertad y la creatividad” que impulsa la actual administración, uno de los nes propuestos señala que el egresado: “Se oriente y actúe a partir de valores, se comporte éticamente y conviva de manera armónica; conozca y respete la ley; deenda el Estado de Derecho, la democracia y los derechos humanos…”. El contraste entre lo dicho y los hechos es enorme: las palabras, los libros de texto, lo expuesto por los docentes se estrella contra miles de anuncios espectaculares huecos (la mayoría, además, esperpénticos), “spots” a mansalva, anodinos, la distribución de tarjetas para depositar, luego de contar los votos en la casilla, un dinero en caso que ganase El candidato.

La compra de credenciales de elector, el inmenso caudal de dinero público, extra al autorizado, para “operar” el voto en el terreno, oculto a los registros, invisible a las facturas, en efectivo y efectivo para no dejar rastro con el cual probar su abundante presencia e indudable inuencia. Los que propusieron la Reforma Educativa y el Nuevo Modelo, supuestos garantes comprometidos con la democracia y la libertad, echaron “su resto” para ganar las elecciones, sobre todo en el Estado de México. Y ese resto es, más allá de lo material, muy cuantioso, el escasísimo capital moral que, quizá, les quedaba: qué penoso verlos —imaginarlos— en la esta de Los Pinos esa noche, celebrando un triunfo inmerecido, comprado

La autoridad pide que el que acusa aporte pruebas, para que jurídicamente proceda el análisis. Son corruptos, no tontos: aprovechan resquicios de la ley, simulan, y jamás expedirán un recibo, con membrete, para que lo rme quien recibe los centavos. El consejero pide que se aporte lo imposible. Algún caso menor en las actas, ciertos errores que no cambian las tendencias si habrá, pero la ingeniería de una elección de Estado o, mejor dicho, de una imposición antidemocrática del gobierno, el peor fraude, no puede demostrarse, aunque haya sido palmario.

El daño educativo es grave: no orienta a los que mandan ni la ley ni el modelo educativo: sí su ambición, esa que se asoma en la sonrisa socarrona, repleta de cinismo. ¿Qué autoridad educativa puede tener quien carece de ética? Ninguna. Es vana su gloria.

*Fuente: http://www.educacionfutura.org/la-leccion-electoral/

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Alarde educativo

Por: Manuel Gil Antón

Hay palabras que no tienen desperdicio. Alarde es una de ellas: “ostentación y gala que se hace de algo”, indica el diccionario. Alardear es presumir. En Narvarte, a quien lo hace le decimos farolero. El gobierno actual, en materia educativa (aunque no sólo en ella, ni mucho menos), no cesa de recurrir al alarde. Y con un agravante: ostentar o presumir lo que se tiene es de mal gusto, pero exhibir como un logro lo que no existe es simple demagogia. Propaganda.

El 31 de mayo, el Presidente, acompañado de su secretario de Educación, fueron a una escuela a pregonar que la reforma educativa va. Sus palabras: “Es una reforma educativa que pareciera que estuviera agotada y no lo está, estamos en el proceso de implementarla, de llevarla a cabo, de hacerla realidad”.

En lo que toca al proceso educativo, la reforma no estar agotada porque no existe: sólo se cansa el que camina. La reforma educativa, entendida como cambio —e incluso propuesta de cambio— de lo que sucede en las aulas no se ha puesto en marcha, porque el Nuevo Modelo Educativo es muy parecido a la ciudad española de las tres mentiras, Santillana del Mar: no es ni santa, ni llana ni está a la vera del mar. El documento que leva tal nombre no es ni nuevo, tampoco modelo y menos una guía, o proyecto, para la renovación de los procesos de aprendizaje.

Lo que así se llama, en cambio, sí existe como reforma administrativa y laboral. Luego de comentar que entiende que hubo resistencias y preocupación por parte del magisterio cuando se presentó su alcance, Peña Nieto dijo: “Significaba, por supuesto, alterar y modificar la forma en que anteriormente se hacían las cosas, implicaba un cambio, implicaba hacerlas de forma diferente y ahora es someterse a una evaluación”.

Ese verbo, someter, referido a la evaluación, la despoja de todo sentido formativo, le saca tarjeta roja del campo de la educación, y desnuda como la conciben quienes hoy administran al país: mecanismo de control, instrumento de sumisión. Ese es el eje de lo que realmente ha pasado: generar condiciones precarias en el trabajo para conducir al magisterio, con base en la amenaza y la promesa, individuales, de perder la chamba o ganar más y ser más que los demás: destacado con sobresueldo. Olvidar que esa manera de conducir las cosas sigue su curso, y es aberrante, sería un error. Ahí no hay agotamiento, solo ritmo electoral variable. ¿Y lo educativo?

Acontece en los microbuses recién pintados con los 10 puntos centrales de la reforma; en páginas de los diarios, videos en las redes y hartos comerciales. Incluso en donde uno espera al camión está el modelo: el alarde hueco. Entre 2015 y lo que va de 2017, la SEP ha gastado, en “comunicación social”, mil 939 millones de pesos. Casi todo, publicidad de la reforma, la evaluación y el modelo. Equivale a 27% de lo gastado por esa dependencia bajo el rubro de “adjudicaciones directas”, como puede constatarse en la página del nuevo sistema de acceso a la información. Sólo he añadido el IVA porque a la SEP se lo olvidó hacerlo. Con esa cantidad, destinada a que parezca que sí hay reforma educativa, se podrían conceder 11 mil 735 becas anuales para estudios de doctorado.

Hoy, todas las instituciones que ofrecen ese nivel de estudios no cuentan con las necesarias para apoyar a los estudiantes. Ese dineral equivale a comprar un millón 292 mil pizarrones (a mil 500 pesos cada uno) o bien tres millones 878 mil mesas o sillas para maestros. No es que se necesiten tantos enseres para las aulas: es solo un ejercicio para poner en perspectiva lo que implica el despilfarro de la publicidad que sin parar nos inunda. No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió, canta Sabina: no hay alarde más ruin que ostentar lo que no se ha hecho, ni se quiere ni se sabe cómo hacer. Faroleros.

Fuente del Artículo:

Alarde educativo

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Del auditorio a cinco ‘aztecas’

La reforma de la educación básica y media ha sido el tema central del hacer y decir del gobierno. Es normal que haya acaparado el espacio en todos los foros y medios: por su importancia, sin duda, y en relación directamente proporcional a los desatinos de los aprendices que se consideran redentores de la patria escolar.

El nivel superior, entonces, ha pasado inadvertido durante 5 años, aunque no del todo: el 9 de mayo, el maestro Jorge Valls, secretario general ejecutivo de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), publicó en estas páginas una reflexión sobre la profesión docente. “El docente —armó— es el pilar fundamental de la formación de los estudiantes, para ‘darles’ la mejor preparación académica y una formación integral que les permita ser mejores ciudadanos, en el entendido que el desarrollo profesional del docente ‘sustenta’ el buen desarrollo del estudiante”.

Además de esta lamentable definición que concibe al profesor como el actor que da, prepara, forma y sustenta a ese otro, el estudiante, pasivo, ignorante, carente, urgido de muletas que lo sostengan, dio a conocer cifras oficiales sobre los académicos en las instituciones de educación superior del país.

En 1960, había 10 mil profesores universitarios. Valls, con datos del ciclo 2015-2016, arma que ya son, casi, 400 mil. Si 56 años después contamos con 390 mil académicos adicionales, una división arroja que han sido necesarias, como promedio anual, 6 mil 840 contrataciones. No es poca cosa: equivale a incorporar a 19 personas cada día, incluyendo sábados, domingos y fiestas de guardar. Cabían antes en el Auditorio Nacional; hoy repletarían cinco veces el Estadio Azteca renovado.

De esa magnitud ha sido la incorporación del personal académico que, de acuerdo a otra noción de docencia, con base en el conocimiento que tienen, han de ser capaces de generar, junto a los estudiantes, relaciones, estrategias y ambientes de aprendizaje que permitan, justo en y por ese vínculo, avanzar en el conocimiento de todos, sin excluir a los propios docentes: el que “enseña”, dice el sabio, aprende dos veces. Sólo 24% tienen tiempo completo (96 mil) y contratados por horas-pizarrón hay 300 mil, que se encargan de 50% de los cursos, sobre todos los iniciales.

Muchos son trabajadores a destajo que, al acumular clases a la semana, se convierten en docentes de tiempo repleto. Otros, profesionistas con empleo en mercados alternos, dan alguna clase sin que lo que perciben sea la base del ingreso familiar.

45% tiene una antigüedad en el ocio de cuatro años o menos. Si se distingue por régimen, público o privado, en el sector de escuelas particulares son 6 de cada 10 los que tienen poca antigüedad, lo que indica una mayor rotación asociada a peores condiciones laborales.

La otra mitad concentra a una buena parte en edades cercanas a la jubilación que, en general, los desbarranca económicamente. Seguirán ahí hasta que el cuerpo aguante. Para ser docentes, lo que se les ha pedido es un certificado de estudios: que conste que sepan. ¿Y saber enseñar, o mejor, ser diestros en la creación de ambientes de aprendizaje? Eso es fácil, cualquiera lo puede hacer.

Craso error: en la educación superior mexicana tenemos, además de la planta académica estratificada, una falla pedagógica común. En pocas palabras: para la docencia, los profesores de la educación superior somos, y hemos sido, improvisados. Nos urge aprender de, y con, los colegas especialistas, ellos sí, en el ocio docente. ¿Una profesora de primaria, normalista, acompañando a un doctor para que aprenda a organizar sus clases? Sería genial, pero hay un problema: implica pensar en lo que viene siendo una reforma educativa en serio, y, lástima, eso sí que no se lo maneja este gobierno.

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Del auditorio a cinco ‘aztecas’

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