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Reforma educativa: los costos de una ilusión

Manuel Gil Antón

ada día, durante 2016, la SEP gastó 2 millones 259 mil pesos en propagar, por todos los medios, la existencia, avance y éxito de la reforma educativa. En su página oficial es posible localizar los 398 contratos que firmó con distintas empresas a través de la Dirección de Comunicación Social, y hacer la suma de sus montos: 824 millones 639 mil pesos.

La velocidad promedio del gasto en publicidad, síntesis de lo que se dice de la SEP y sus funcionarios, y el análisis del impacto de sus mensajes es enorme: presumir, con hartos anuncios, una reforma que no existe en las aulas corrió a 94 mil pesos por hora.

No afirmo que sean ilegales los contratos, ni de parte de quien paga ni de los que cobran por el servicio.

Considero, sí, que el monto y sentido de ese despilfarro es indecente, propio de demagogos apresurados por mostrar, de manera artificial por medio de inserciones pagadas en la tele, diarios y revistas, radio y “redes sociales”, que la problemática educativa se está resolviendo, gracias a la acción de un gobierno agonizante, ahíto de corrupción e impunidad, pero presto a mostrar, como real, lo que no está pasando en las escuelas. Un dineral para hacer de cuenta que sucede lo que ni de lejos siquiera entienden.

“Servicios de difusión relativos a la Campaña Quehacer educativo, versión Infraestructura Educativa”: con este nombre se cuentan 106 contratos. “Contratación de los servicios de difusión de los mensajes en televisión, radio, medios complementarios, digitales, periódicos y revistas como parte de la campaña de comunicación social Quehacer educativo, versión Educación para Todos”: 93 contratos con este membrete fueron asignados. Por las contrataciones realizadas bajo estos dos conceptos, la SEP erogó 510 millones 880 mil pesos. ¿Modalidad? Adjudicación Directa.

Los contratos para comerciales que contienen la expresión “Reforma Educativa” fueron 207. Se dividen, también, en dos rubros: “Servicios de Difusión” y “Contratación de servicios de difusión”. Luego, se pueden ordenar en subconjuntos por el mensaje que envían, ya sea la “versión fortalecimiento del Desarrollo Profesional Docente” o “Reforma y Modelo Educativo” (Etapa 1 y 2). Estos nos costaron 303.4 millones de pesos, adjudicados directamente a las empresas. Ya van 814 millones.

¿Y los otros 10? Morralla: monitoreo, capacitación, algún documental. Y dos joyas: “Servicio de investigación de mercado para evaluar y analizar la comunicación de la Secretaría en redes sociales”: un poco más de 3 millones, y otro, vital, pues de él parece desprenderse todo lo demás: “Servicio integral para el diseño de una estrategia de comunicación para la SEP” por el que se pagaron otros 3 millones.

¿Contratos con Televisa y TV Azteca, las cadenas más importantes? Nueve y siete, respectivamente. No son tantos. ¿La suma que implicaron? Enorme: 211 y 118 millones a cada una en el mismo orden.

Agregados, 329, es decir, 40% del total (mal) gastado. Para los reformadores, lo que ocurra en la tele es primordial. Lo demás es lo de menos.

Desde la mirada de un lego en contrataciones, no entiendo, por ejemplo, el siguiente caso: el contrato 1259984, firmado con Televisa para difundir el tema de “Educación para Todos”, por 86.2 millones de pesos, fue signado el 25 de noviembre de 2016. La fecha de inicio, se informa, fue ese día, y la de término ocurrió el 16 de diciembre del mismo año: 21 días naturales, una quincena hábil. ¿Tanto dinero, más de 10% del total, en tan poco tiempo? Misterio.

En 2015, el gasto de la misma entidad fue de 687.5 millones. Se le regalan al SNTE más de 500 millones para difundir la reforma. Las prioridades están claras: que parezca que hay, aunque no haya. Lo que (a) parece, es. Propaganda. Transparente intención. Opacidad del gasto millonario que reluce. Qué vergüenza.

Twitter: @ManuelGilAnton
Correo: mgil@colmex.mx

Fuente del Artículo:

http://www.vanguardia.com.mx/articulo/reforma-educativa-los-costos-de-una-ilusion

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Reforma educativa,¿con qué cara?

Por: Manuel Gil Anton

Lo que expresa el discurso de la reforma educativa, en cuanto a la formación en valores cívicos, lo contradice, de manera contumaz y cotidiana, la acción, palabra y silencio de quienes la proponen e impulsan: el gobierno actual carece de la legitimidad ética e intelectual para sostenerlo. Se solía armar, hace tiempo, que lo que la escuela hace en la mañana, en la tarde la televisión lo desmorona: se procura una formación basada en el conocimiento racional y riguroso, ajeno a dogmas y supersticiones, y en la tele (casi) no falta, digamos, el horóscopo.

De forma más aguda, lo que en las aulas se trata de aprender, y en el espacio escolar vivir en materia de honradez, cumplimiento de la ley, respeto por, y cuidado de, las instituciones democráticas y el lenguaje, la administración que padecemos lo destroza con ahínco y sin pudor. Lo que se advierte en el caso del ex gobernador Duarte, abrumador en cuanto a cinismo y la magnitud del atropello, es solo un botón de muestra que contradice el propósito fundamental de todo proceso educativo: adherirnos a los valores de la responsabilidad con los otros y la honradez.

Ofende, aún más, el uso mediático de su detención. Los cómplices que voltearon para otro lado, los beneficiarios del desvío de los dineros públicos para fines personales o de coalición delictiva (en buena medida arrebatados a los fondos para la educación); esas autoridades que durante 6 años solaparon y permitieron la corrupción gigantesca de ese supuesto servidor público, con alarde inaudito, arman que la detención es una muestra de su compromiso con la legalidad y la transparencia. Los rateros, por su cuenta, y socios de los hurtos del ahora procesado al que, a todas luces —¿o sombras?— dejaron escapar, ahora piden que se le aplique todo el peso de la ley.

Solo hay una palabra que los describe: hipócritas; si sabían lo que sucedía y lo consintieron, mal; y si no lo sabían, peor. Duarte es, nada más, uno de tantos casos. Impune y buen amigo de los ahora indignados, dizque representante de un nuevo tipo de funcionario eficiente y honrado, es parte de una élite política a la que zurce la complicidad.

En otra forma de la misma erosión ética, no hay reparo ni explicación cuando, con pruebas irrefutables, se da a conocer (EL UNIVERSAL, 4/04/ 2017) que la SEP entregó al SNTE, cuando menos, 550 millones de pesos para “promover la reforma educativa”. Dinero de todos que debería destinarse a la educación en serio, se entrega al sindicato —proveniente de la partida de Prestaciones— para hacer propaganda al gobierno en turno.

Roban sin límite dinero, pero hurtan también algo más caro: el esfuerzo educativo cotidiano, ético, que descansa en el patrimonio común. Lo desmienten a pesar de mentarlo como raíz de su aparente proyecto reformista.

Y en la premura de justificar lo educativo de una reforma que no es tal, plagian y hasta la correcta forma de escribir nos escatiman: “El número de horas cuyos contenidos serán determinados con autonomía curricular varían del nivel y modalidad educativos. Por ejemplo, una primaria de ‘joornada’ (sic) regular puede tener desde 2.5 horas lectivas de 50 a 60 ‘minútos’ (sic) de autonomía curricular a la semana, pero si es de jornada de tiempo completo ‘éstas’ (sic) pueden ascender hasta a 20”, (p. 76 del Nuevo Modelo Educativo). Sin palabras. Escribir con tal sintaxis y descuido los desnuda. Y el colmo: frente a la crítica, el Presidente, molesto, dice: “No hay chile que les enchufe”. ¿Eso es propio de un jefe de Estado al que interesa lo educativo? De ninguna manera.

Es preciso repetirlo: en materia educativa, nadie da lo que no tiene. Y estos señores, gerentes mediocres y usufructuarios inmorales de los bienes públicos, carecen de lo elemental a pesar de sus poses, trajes y corbatas: dignidad. Descarados y enmascarados.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/reforma-educativacon-que-cara/

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Reforma educativa,¿con qué cara?

Por:

Lo que expresa el discurso de la reforma educativa, en cuanto a la formación en valores cívicos, lo contradice, de manera contumaz y cotidiana, la acción, palabra y silencio de quienes la proponen e impulsan: el gobierno actual carece de la legitimidad ética e intelectual para sostenerlo. Se solía armar, hace tiempo, que lo que la escuela hace en la mañana, en la tarde la televisión lo desmorona: se procura una formación basada en el conocimiento racional y riguroso, ajeno a dogmas y supersticiones, y en la tele (casi) no falta, digamos, el horóscopo.

De forma más aguda, lo que en las aulas se trata de aprender, y en el espacio escolar vivir en materia de honradez, cumplimiento de la ley, respeto por, y cuidado de, las instituciones democráticas y el lenguaje, la administración que padecemos lo destroza con ahínco y sin pudor. Lo que se advierte en el caso del ex gobernador Duarte, abrumador en cuanto a cinismo y la magnitud del atropello, es solo un botón de muestra que contradice el propósito fundamental de todo proceso educativo: adherirnos a los valores de la responsabilidad con los otros y la honradez.

Ofende, aún más, el uso mediático de su detención. Los cómplices que voltearon para otro lado, los beneficiarios del desvío de los dineros públicos para fines personales o de coalición delictiva (en buena medida arrebatados a los fondos para la educación); esas autoridades que durante 6 años solaparon y permitieron la corrupción gigantesca de ese supuesto servidor público, con alarde inaudito, arman que la detención es una muestra de su compromiso con la legalidad y la transparencia. Los rateros, por su cuenta, y socios de los hurtos del ahora procesado al que, a todas luces —¿o sombras?— dejaron escapar, ahora piden que se le aplique todo el peso de la ley.

Solo hay una palabra que los describe: hipócritas; si sabían lo que sucedía y lo consintieron, mal; y si no lo sabían, peor. Duarte es, nada más, uno de tantos casos. Impune y buen amigo de los ahora indignados, dizque representante de un nuevo tipo de funcionario eficiente y honrado, es parte de una élite política a la que zurce la complicidad.

En otra forma de la misma erosión ética, no hay reparo ni explicación cuando, con pruebas irrefutables, se da a conocer (EL UNIVERSAL, 4/04/ 2017) que la SEP entregó al SNTE, cuando menos, 550 millones de pesos para “promover la reforma educativa”. Dinero de todos que debería destinarse a la educación en serio, se entrega al sindicato —proveniente de la partida de Prestaciones— para hacer propaganda al gobierno en turno.

Roban sin límite dinero, pero hurtan también algo más caro: el esfuerzo educativo cotidiano, ético, que descansa en el patrimonio común. Lo desmienten a pesar de mentarlo como raíz de su aparente proyecto reformista.

Y en la premura de justificar lo educativo de una reforma que no es tal, plagian y hasta la correcta forma de escribir nos escatiman: “El número de horas cuyos contenidos serán determinados con autonomía curricular varían del nivel y modalidad educativos. Por ejemplo, una primaria de ‘joornada’ (sic) regular puede tener desde 2.5 horas lectivas de 50 a 60 ‘minútos’ (sic) de autonomía curricular a la semana, pero si es de jornada de tiempo completo ‘éstas’ (sic) pueden ascender hasta a 20”, (p. 76 del Nuevo Modelo Educativo). Sin palabras. Escribir con tal sintaxis y descuido los desnuda. Y el colmo: frente a la crítica, el Presidente, molesto, dice: “No hay chile que les enchufe”. ¿Eso es propio de un jefe de Estado al que interesa lo educativo? De ninguna manera.

Es preciso repetirlo: en materia educativa, nadie da lo que no tiene. Y estos señores, gerentes mediocres y usufructuarios inmorales de los bienes públicos, carecen de lo elemental a pesar de sus poses, trajes y corbatas: dignidad. Descarados y enmascarados.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/author/manuel-gil-anton/

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Nuevo Modelo Educativo: del gris al tecnicolor

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No hay crítica más fuerte al Nuevo Modelo Educativo que su propia propaganda. En blanco y negro, deslavado, vemos en la tele a un grupo de alumnos que repite a coro la cantinela: “existen tres tipos de puntos: punto y seguido… punto y aparte… y punto final”.

Un niño, fastidiado, pregunta: “Maestra, ¿y esto para qué sirve?”. Sorprendida, se queda un instante pasmada; luego sonríe y, justo cuando exclama: “¿qué les parece si en lugar de repetir, tratamos de entender”, la imagen pierde el gris y se llena de colores. Asombrados, miran aparecer los rayos típicos de las varitas mágicas o los milagros: llegó el Hada o San Judas Tadeo.

Los muchachos ya no están sentados en las y el aula es otra. Se arremolinan para ver cómo hace erupción un volcán hechizo, dejan la cara de aburrimiento, sonríen y participan. “Es momento de un cambio”, dice una niña. “Que en la escuela ya no nos hagan repetir las cosas, sino que nos enseñen a pensar, a reflexionar, a entender: eso es aprender a aprender. Eso es el Nuevo Modelo Educativo”. Una vez que termina su lección, la pequeña pedagoga invita a la página electrónica de la SEP para conocerlo y remata: “Primero el presente, primero los niños”. Logo de la SEP. Fin.

El Nuevo Modelo se apoya en la grieta a la que conduce el maniqueísmo: frente a un pasado gris y desgastado, enuncia la promesa, inaugural, de un futuro luminoso asegurado. Este altísimo contraste que el anuncio muestra es la base de su argumentación. “A lo largo del siglo XX, el sistema educativo hizo realidad su utopía fundacional, que era llevar un maestro y una escuela hasta el último rincón del país. Hoy tenemos que ser más ambiciosos y además de garantizar el acceso a la educación, asegurar que ésta sea de calidad y se convierta en una plataforma para que los niños, niñas y jóvenes de México triunfen en el siglo XXI: educación para la libertad y la creatividad”.

Son palabras del secretario Nuño en la presentación del documento, para justificar la necesidad de una “auténtica revolución educativa”. Sombra y luz. Antes y ahora: sistema educativo vertical versus educación de calidad; memorización y repetición contra aprender a aprender; de niveles sin articulación a la máxima coherencia.

El exceso de contenidos a aprender será sustituido por aprendizajes clave; pasaremos de una educación ayuna de “habilidades socioemocionales” a la enseñanza (sic) de la autoestima y el trabajo en equipo; del pollito chiquen a comunicarse “en inglés con fluidez y naturalidad” al terminar la prepa. De lo uniforme a lo diverso en el currículo; de la carga burocrática a la libertad de gestión; desplazar al sistema clientelar por el mérito docente, y lograr formación continua “a la medida”.

La actual gerencia educativa ofrece un nuevo mundo pedagógico que resulta más atractivo cuanto más horrible sea la invención del monstruo que sustituye. Lo único malo es que el modelo anterior que retrata es un recurso retórico, y el que presenta como distinto es una propuesta demagógica. Construyó un monigote de paja, lo aporrea —no cuesta trabajo— y al derrumbarlo, por oposición simple, crea la fantasía. ¿Desde Vasconcelos a la fecha por primera vez aparece la idea de aprender a aprender? ¿Inicia la preocupación por la calidad? ¿Se descubre, hoy, la importancia de la diversidad en el país? ¿De verdad la memoria no importa, porque se puede preguntar cualquier fecha o fórmula al Doctor Google en el celular? ¿Se puede aprender sin recordar?

Sólo la ignorancia más cruda puede responder a cualquiera de las preguntas anteriores de manera afirmativa. Y si no es ignorancia, es intención: todo va a iniciar de nuevo el año que entra, desde el preescolar a la media superior. Proponen la piedra filosofal, y desprecian el trabajo de muchos durante hartos años allá, en las aulas, no en la tele. Farsa.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/nuevo-modelo-educativo-del-gris-al-tecnicolor/

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El reloj educativo del sexenio

Manuel Gil Antón

Educación Futura

Cuando se presente el nuevo modelo educativo, el lunes 13 de marzo en Palacio Nacional, habrán pasado mil 533 días desde el inicio de la presente administración. Este sexenio cuenta con 2 mil 191 en total, de tal suerte que se dará a conocer una vez trascurrido 70% del tiempo disponible.

Es interesante trasladar el periodo sexenal a una escala de 24 horas: 91 días equivalen a una hora, y 1.52 días a un minuto. Con base en esta conversión, se puede apreciar mejor el ritmo con el que fue conducida la reforma educativa. Arrancaron de prisa: el Presidente envía la iniciativa correspondiente al Congreso a 7 minutos de iniciada su gerencia en Los Pinos. El legislativo aprueba, no discute, la reforma constitucional en el minuto 14.

La modificación obtiene anuencia acrítica de más de la mitad de las legislaturas estatales faltando un cuarto para la primera hora y, al acabalar los primeros 56 minutos, se decreta y aparece en el Diario Oficial de la Federación. No había dado ni la una de la mañana en el reloj. Las leyes secundarias (General de Educación, Instituto de Evaluación Educativa y la del Servicio Profesional Docente) terminan su trámite 275 días después, a las 3 de la madrugada. El andamiaje jurídico, listo, en 180 minutos. A partir de ese momento, habrán trascurrido 14 horas y 21 minutos, más de la mitad del tiempo sexenal, para que, a las 17:21 horas de esta analogía, se dé a conocer el tan anunciado modelo nuevo para la educación en México, mismo que entrará en vigor al iniciar el ciclo escolar 2018-2019, esto es, a un poco más de 15 minutos para las 11 de la noche, muy cerca de las elecciones.

Una hora y cuarto después, en 4 meses, se irán a su casa. No pasará ni la mitad de un ciclo escolar completo bajo su responsabilidad. El que venga atrás, que arree. La RAE dice que este refrán “indica que alguien, que ha salvado ya circunstancias difíciles, se desentiende de los peligros o daños que las mismas circunstancias pueden tener para los demás”.

No se puede enunciar mejor lo que habrá de suceder. En esas largas 14 horas, sin contar con un horizonte pedagógico de referencia (que se anunciará indispensable e inédito), se “evaluó” a mansalva a 800 mil personas. ¿Cómo? Es imposible evaluar sin parámetros válidos, y máxime si se están construyendo, pero eso no fue importante. En realidad, lo que se hizo fue medir lo que es medible, sin contar con elementos para aproximarse a lo valioso.

En palabras del secretario Nuño: se “sometieron”. De eso se trataba: someter al magisterio a pésimos exámenes, malas conclusiones y peores consecuencias. Lo educativo de la reforma se presentará ya bien entrada la noche del sexenio, e iniciará su aplicación cuando estén haciendo las maletas. Es clásico que cada presidente quiera hacer su reforma educativa. Y diga que es necesaria sin hacer un análisis de las normas y procedimientos anteriores. Ahora que egresa la primera generación que estudió bajo la Reforma Integral para la Educación Básica, no se analizan sus avances o límites: se hará pasar, de nuevo y como nuevo, el ritornelo de lo viejo.

¿Cuántos años llevamos diciendo que lo importante es aprender a aprender? Decenas. ¿Es novedoso enunciar que lo que importa es formar ciudadanos? En lo absoluto. El discurso dirá que la consulta fue “sin precedentes”: ¿no lo han dicho siempre? Y que el modelo y sus programas aseguran educación de excelencia para todos. Lo mismo, pero con agravante: ahora se anunciará, además de la retórica antigua como recién parida, un modelo de cuyas consecuencias no se harán cargo: tendrán ya un pie en el estribo. Como decíamos los de mi edad al subirnos al camión sin dinero: el de atrás paga. Y vaya si el costo será alto, al creer que reformar es simularlo, y disfrutar, como legítimo, el aplauso de los súbditos en Palacio.

Fuente del Artículo:

El reloj educativo del sexenio

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Nuestra profesora

Por: Manuel Gil Antón

Ahora que hace tanta falta claridad, Estela, hija de Jacinta, nos llama a pelear por que la dignidad sea patrimonio de todos.

Desde la sencillez que no mengua su aplomo, Estela Hernández indicó, en pocas palabras, el rumbo de la transformación educativa que necesitamos con urgencia. Expresó lo que ha sido incapaz, no digamos de enunciar, ni siquiera imaginar, este gobierno: “Hasta que la dignidad se haga costumbre”. Vaya claridad y contundencia.

Ese es, sí, un proyecto humano y educativo —político— que nos convoca y une. Lo dijo una profesora, una de tantas acusadas de ser causantes, así, en bola, de todos los males en el sistema escolar mexicano; colega de otros miles, a su vez indiciados, sin distingo, por los magros resultados en las mediciones, tan malas como de moda, de lo que se sabe y se es.

Hija de Jacinta, apresada tres años junto a Teresa y Alberta, es maestra. Lejos de su salón y escuela, en el auditorio del Museo de Antropología, cuando se les reconocía, casi 11 años después, inocentes del delito imputado de secuestrar policías y el vergonzoso “ustedes perdonen”, construyó, con sus palabras, un aula enorme: pupitres para todos.

Fragmentos de su voz: “El caso (de mi madre) es un simple ejemplo de tantas de las muchas arbitrariedades ilegales que cometen las autoridades. Hoy se sabe que en la cárcel no necesariamente están los delincuentes, están los pobres que no tienen dinero, los indefensos de conocimiento, los que los poderosos someten a su voluntad. Los delincuentes de mayor poder, de cuello blanco, no pisan la cárcel. A los que sólo piensan en el dinero de reparación de daños, no se preocupen: no nacimos con él ni moriremos con él.

Nuestra existencia hoy tiene que ver con nuestra solidaridad con los 43 estudiantes normalistas que nos faltan, con los miles de muertos, desaparecidos y perseguidos, con nuestros presos políticos, con mis compañeros maestros caídos, con mis compañeros cazados por defender lo que por derecho nos corresponde. Pido por ellos, porque por buscar mejores condiciones de vida y trabajo, es el trato que recibimos.

La ignorancia, el miedo no puede estar encima de nadie. Hoy queda demostrado que ser pobre, mujer e indígena, no es motivo de vergüenza. Hoy sabemos que no es necesario cometer un delito para ser desaparecido, perseguido o estar en la cárcel. Gracias a los abogados y compañeros del Centro Pro y todos los que metieron el hombro en esta causa. Hoy nos queda solidarizarnos con otras víctimas, nos queda saber que la identidad, la cultura, la conciencia, la sabiduría, la razón, la vida y la libertad, no se venden, no se negocian ni tienen precio”.

Y su discurso termina con esa frase que es, sin paradoja, el principio en que se finca: “Por los que seguimos en pie de lucha por la justicia, la libertad, la democracia y la soberanía de México, para nuestra patria, por la vida, para la humanidad, quedamos de ustedes, por siempre y para siempre, la familia Jacinta. Hasta que la dignidad se haga costumbre. Gracias”.

En nuestros tiempos, cuando un tirano amenaza al mundo y en especial a los otros que resultamos ser nosotros; en estos días, en que a la solidez de las instituciones del país la erosiona el pasmo derivado de la carencia de decoro, legitimidad y visión de Estado de quienes las ocupan; hoy, cuando amanece tan gris y las ofensas no amainan; a unos días que se presente el enésimo modelo educativo, y fluya la consabida cauda de propaganda y discursos engolados que, como salud, ya se preparan en los escritorios del poder; ahora que hace tanta falta claridad en lo que nos puede unir para salir a la calle, ha sido Estela, hija de Jacinta, de ocio profesora, la que nos llama a pelear por un espacio compartido en que la dignidad, en lugar de costar y tardar tanto en ser reconocida, sea patrimonio —costumbre— heredado de todos. No más: moneda abundante de curso común.

Aire y agua, sol de hoy y porvenir.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/nuestra-profesora/

Imagen: www.educacionfutura.org/wp-content/uploads/2017/02/liberan-a-jacinta-francisco-marcial-610×150.jpg

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El ombligo

Por Manuel Gil Anton

Hoy el eje crucial en un proyecto educativo implica ir a las aulas con el magisterio convencido del valor de la diversidad.

Hace años aprendí que, en Tzeltal, la traducción literal —en “castilla”— de las preguntas: ¿dónde naciste? o ¿de dónde eres? es magistral: ¿dónde quedó enterrado tu ombligo? La palabra, el modo de hablar nos descubre si sabemos oír. Y la forma de preguntar a otro nos ubica: nadie ha enterrado su propio ombligo.

Han sido otros, nuestros padres o alguien cercano. Quedó en cierto lugar, en un sitio en que la casualidad nos hizo venir a la vida. No fue elección. A veces seguimos cerca de donde está, otras no. Bien visto, nunca nos quedamos ahí: todos migramos, ya sea a otros parajes cuando nos llevan, nos vamos o expulsan, o porque al ir creciendo, así, en gerundio, vamos cambiando.

Todos mudamos, cerca o lejos de donde está enterrado nuestro ombligo: somos migrantes. Nos encontramos con otros muchas veces a lo largo de la vida. Otros con otros dioses o ninguno, con distintos modos de comer y vestir, que ensayan diferentes formas de quererse para darle sentido a este asunto de estar vivos. Al hacernos amigos de ellos, migramos a sus miradas, nos sentamos en sus mesas y comemos lo que les gusta.

Aprendemos al movernos, somos aprendices de los que se mueven y se acercan a donde hemos llegado. Donde quedó enterrado nuestro ombligo es circunstancial. Hay quienes dicen: soy de Narvarte, o los que arman que de Sevilla son, o de Laos y muchos lares. Y tienen por esos lugares de la infancia, que no coinciden muchas veces con el sitio de nacencia, el cariño de reconocer esquinas, amigos viejos, sabores y el olor de cosas que nunca se va.

Lo que no es casualidad, aunque a veces sea un sin remedio, es a donde vamos: buscando mejores ocasiones de reposo o trabajo, procurando huir de lugares que nos constriñen y aplastan, siguiendo el bies de una falda o el zurcido que da forma a la valenciana de un pantalón.

Migrando va en gerundio, como este texto; vivir es así: siempre en ando y “yendo”. Es proyecto muy reciente, enorme hallazgo, un horizonte humano que en la diferencia y lo distinto encuentra la razón de ser, todos, personas. Que el otro, extraño, cuando se despida de mí me extrañe. Que cuando la otra, tan diversa, se aleje, nos deje un hueco su ausencia y la añoremos.

Perder la superioridad supuesta por el lugar azaroso donde quedó el ombligo, el color de la piel, nuestra historia, el dios de los escritos, nuestro idioma y los sabores sabidos es ganar: romper las fronteras, llevar en el costal nuestras costumbres y saberlas compartir, a veces cambiar y siempre combinar —hacerlas mixtura y argamasa— con las de otros para que sean nuestras las de todos. Menuda utopía, es cierto: sin ella, a su vez, no hay futuro humano. Sólo guerra, muros y miedo: enemigos, bárbaros y rateros.

El eje crucial en un proyecto educativo, en el sol de hoy, implica ir a las aulas con el magisterio convencido del valor de la diversidad. Afincarse en lo nuestro como condición para arribar al otro con nuestra diferencia: los desayunos geniales de México, por ejemplo, para saber apreciar la maravilla del vino y el queso en el otro lado del mar. Llevar mezcal de Oaxaca para intercambiarlo por sotol en Chihuahua. Salud, carnal. Esa es la chamba de educar en serio: contribuir a la generación de los ciudadanos del mundo, que con raíces diversas sepan reconocer a otro como otro yo, y saber armar ese prodigio de un nosotros con ombligos enterrados en cualquier lado.

Con recuerdos diferentes y polvo de varios caminos en los zapatos. Cuando llega al poder un dictador, o un endeble títere, aborrece lo que la educación genera, pues ambos se recargan en los prejuicios de la ignorancia. Simplifican y acusan. Eso está viviendo el mundo. También nuestro país. Ir a las aulas así es marcha necesaria. Migración ineludible: viaje indispensable. Es, sin más, la reforma educativa hoy ausente.

Profesor del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio

Fuente: http://www.educacionfutura.org/el-ombligo/

Imagen: www.educacionfutura.org/wp-content/uploads/2014/04/Escuela_Pobreza-1-e1409702082465.jpg

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