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Imágenes del retorno a clases

Por: Manuel Gil Antón

  1. Un grupo de 8 niños, en fila, siguen a su maestra. Van a buena distancia por el sendero de la escuela y con cubrebocas. Les dice: miren, este es el salón de música, y el árbol que está junto a la barda lo plantó mi papá; sí, el también fue profesor. Miran con atención: es la primera vez que están ahí. Pregunto, ¿en qué grado van? La maestra dice: son de segundo (de primaria), y le sonríen los ojos. La pandemia los tuvo en clases a distancia todo el ciclo pasado y así cursaron el primero. Los veo, continua, y se miran por primera vez: no conocían las instalaciones. ¿Usted es el director, pregunta una niña? No, no más estoy aquí de paso. ¿Les gusta su escuela? Sí, dicen casi a coro. ¿Y qué les ha gustado más? Pues el patio, señor. Están estrenando el aire, pienso.

  1. Me asomo a un salón. El profesor pregunta: ¿qué aprendieron en estos meses que estuvieron en su casa? Un niño levanta: yo aprendí a hacer arroz, maestro. Me enseñó mi abuelita. Otro, desde atrás, exclama: ¡ni que fueras niña! ¿Qué le hace que no? interviene una chiquilla. El profe pregunta: ¿A poco sólo pueden saber cocinar las niñas? Y se arma la conversación: No, argumenta un chavo: yo le ayudé a mi mamá en el puesto de las quesadillas y me divertí mucho. Pues yo acompañé a mi papá a la carpintería, y ni le hace que sea niña: le supe a clavar los clavos y a lijar. El maestro observa y me ve y con sus ojos me hace un gesto de: mire que suave.

III. A la entrada del colegio, Martha recibe a las criaturas. De tres a cinco años (es preescolar), y aunque tienen tapabocas no es posible evitar que se le acerquen y le den un abrazo. De repente, uno empieza a llorar, porque no quiere quedarse; como si fuera epidemia, el llanto se contagia y hasta quienes ya estaban en el patio regresan a la entrada sollozando. Martha se ríe y consuela. Un rato después, en la primera pausa, me comenta: mira –señala al salón–, un niño está acurrucado sin moverse en una esquina, está muy asustado. Y otra pequeña llegó tartamudeando. Su mamá me dijo que antes de la pandemia hablaba de corridito. Ha estado muy duro. Juegan a los encantados.

  1. En lo que va de la pandemia, han tenido que recoger los de atención a la infancia a más de mil doscientos niñas y niños que estaban abandonados en sus casas, o se habían salido a la calle y lloraban extraviado el camino. Acá hay muchas madres que se tienen que ir a la maquila, y con las escuelas cerradas no tenían con quién dejar a sus hijos. A veces podían con una vecina, o con alguna tía, pero no siempre: y dejaban la puerta cerrada. Una tarde empezó un incendio en una casa, y los vecinos tuvieron que romper la ventana para sacar a una niña de cuatro años que cuidaba a su hermana de casi dos. Tienen que ir a la chamba para poder comer.

  1. Si no abrimos la escuela, Manuel, nos echamos encima a las familias pues ya les urge. Le entramos a limpiar, a cortar el zacate, a limpiar los baños en serio. Maestras, maestros y sobre todo las mamás. La SEP mandó dos botellas de cloro de a litro, y unos galones pequeños con gel. Hora sí que la escuela es nuestra: ¿Te imaginas el gasto en escobas, jergas, jabón y hasta aceite para las bisagras? Y todo por coperacha.

  1. Tengo mucho miedo, dicen que sí se mueren. Ya no puedo más, de veras. Mi marido no se para de la computadora porque le quitan el empleo, y yo soy maestra improvisada además de atender al puesto de jugos y gelatinas con que acompletamos el gasto. Casi no duermo, pero tengo miedo, no se me quita. ¿Qué hago?

Fuente de la información:  https://vanguardia.com.mx/opinion/imagenes-del-retorno-a-clases-GX624383

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¿Qué hemos aprendido?

Por: Manuel Gil Antón

La educación como proceso de aprendizaje social no se reduce a las actividades que se llevan a cabo en las aulas, virtuales o presenciales. Ocurre cada día. El tema del retorno a las escuelas es el que, con razón, predomina en estos días. Es complejo pues implica la consideración de varias dimensiones entrelazadas y heterogéneas si se consideran los diferentes y desiguales contextos sociales, niveles de estudio y condiciones escolares, así como las distintas perspectivas, también variables, desde los múltiples tipos de organización familiar, prácticas docentes e infraestructura material de los planteles, a las que se añaden posiciones divergentes en cuanto a consideraciones políticas, económicas, sanitarias y pedagógicas.

Sin restar importancia a este dilema que reclama la mayor apertura al dialogo para generar proyectos adecuados a las circunstancias, conviene abrir la mirada y preguntar cuáles son las principales vetas que en la comprensión del país y su futuro se han abierto al lidiar con la pandemia. Comparto algunas, que sin duda se ampliarán con las experiencias de quienes lean estas letras.

En primer lugar, la fragilidad del proyecto de nación emergió (más) a través de la inaudita concentración del ingreso, poder y prestigio que produce distancias (barrancos hondos) entre las posiciones sociales ante las que la propuesta de la igualdad de oportunidades, revestida con el predominio del mérito como quantum de esfuerzo, se desmorona.

Sea cual sea el sector social que se enfoque, la desigualdad y la pobreza son un lastre para quienes adhieren a la construcción de un país decente. La inequidad en el acceso a los servicios de salud; a la educación, ahondada ahora por vínculos tan diferenciados entre estratos sociales a la tecnología, y la contrastante densidad de habitantes por metro cuadrado de vivienda o espacios públicos con áreas verdes, por señalar algunos, son inaceptables éticamente y reducen los umbrales para hacer viable compartir el territorio de manera justa.

En segundo, y sin ser experto en la materia, considero que la enorme cantidad de personas ocupadas en el sector informal que no pueden recluirse pues dependen del ingreso diario, junto con la creciente pérdida de seguridad y prestaciones en el empleo en el sector formal, no auguran bases firmes para el desarrollo económico del país.

Añado, en tercer lugar, la escasa presencia de cultura científica en la población, que nos hizo ver, en fases decisivas de la desgracia, la prevalencia de supuestas protecciones religiosas ante el virus, rayanas en la superstición, en muy amplios grupos de la sociedad e incluso del gobierno.

En cuarto sitio, y no en importancia, ha sido costosa, y lo será de no enmendarse, la falta de credibilidad y confianza en las instituciones. Esta dimensión se relaciona con la quinta, a saber: la mayoritaria noción de la condición de beneficiarios y no la de ciudadanos. De persistir la idea de formar parte de un país de beneficiarios de bienes de autoridad – ya sea población marginada o empresarios de cualquier tipo en todos los ramos – la condición fundamental de la democracia, conciencia de ciudadanía con derechos y obligaciones, reduce las posibilidades de un cambio social de fondo.

Ninguno de estos aspectos es privativo del actual gobierno. Son taras de décadas que el virus y sus funestas consecuencias han descarnado dejándolas en los huesos. Urge hacernos cargo de estas lozas para el futuro como aprendizaje de esta temporada de trancazos. Más nos vale.

Manuel Gil Antón. Profesor del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México

Fuente de la información: https://www.educacionfutura.org

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El sinuoso camino de regreso a las escuelas

 Por: Manuel Gil Antón

Se puede decretar la fecha en que ocurrirá. El Presidente dio ya sus argumentos: instruirá a la SEP y la secretaria habrá de emitir las normas y condiciones para que se lleve a cabo el retorno presencial a los planteles a finales de agosto, porque es “la mejor terapia”. Falta un mes. ¿Será que sí, así de fácil y en todos lados?

Los que al ras del aula advierten la complejidad del tema han escrito al respecto y es preciso escucharlos. En el portal digital dedicado a temas educativos, Educación Futura, y en otros espacios en internet se pueden consultar muchos aportes. Retomaré, para esta columna, los argumentos centrales de uno de ellos como ejemplo de su importancia, pues combinan y relacionan la experiencia cotidiana con el saber especializado.

Rogelio Javier Alonso Ruiz, profesor colimense, en su blog proferogelio.blogspot.com publicó el 21 de julio un análisis sobre el periodo extraordinario de recuperación que se indica en el calendario escolar del próximo ciclo. Irá del 13 de septiembre al 23 de noviembre de este año, para nivelar “los aprendizajes que no se consolidaron durante el cierre físico de las escuelas”. Son 46 días, advierte, y si fuese posible que la mitad se presentara en las aulas cada día, las labores presenciales se reducen a 23 per cápita. Sabe que no se trata de compactar, en ese lapso, el grado anterior atendido a distancia, sino de “una acción para asegurar los aprendizajes medulares” y se pregunta si alcanza el tiempo para ello.

Afirma que la respuesta será distinta “de una escuela a otra, e incluso de un alumno a otro, en función de las condiciones que se tuvieron para aprender en casa”. Las autoridades, nos informa, han señalado que estas actividades de recuperación se harán en paralelo con el desarrollo del contenido propio del nuevo curso y, de nuevo, cuestiona si será posible, en todos los casos y de la misma manera, ese llamado “empate” de las dos actividades.

Aporta en su texto ejemplos de otras modalidades para atender situaciones semejantes en Uruguay y Argentina, que se caracterizan por zafarse de la idea de grados, y pensar en “promover metas por tramos y lógica de ciclos” (trayectos más largos de aprendizaje) para dedicar tiempo suficiente a recuperar y consolidar lo fundamental que dañó, por la pandemia, el cierre de los planteles en México durante más de un año. Inquiere: ¿(No) “sería mejor olvidarnos de un periodo específico de recuperación y reacomodar, en general, los grados del siguiente ciclo escolar y su contenido para favorecer la transición de los estudiantes?”.

El profe Rogelio considera indispensable las orientaciones de las autoridades educativas “y acciones, por parte de los colectivos escolares, que apunten hacia una reorganización curricular y jerarquización de los aprendizajes más importantes” en lapsos que superen la duración de los acostumbrados grados y asignaturas.

Concluye: “Pese a los esfuerzos notables de muchos estudiantes, padres de familia y maestros por mantener vivo el aprendizaje, no se puede negar que en muchos contextos de nuestro país la escuela sufrió un golpe duro del cual le costará levantarse, con paciencia y capacidad profesional, en un plazo que va más allá del 23 de noviembre, fecha que el calendario del próximo ciclo escolar marca como el fin del periodo de recuperación”.

Esta es una invitación para que leamos lo que piensan y proponen quienes sí son especialistas en la educación en el País. Saben un tren: subamos a sus vagones. ¿Comprará boleto la SEP? Hay en taquilla.

Fuente de la información: Vanguardia MX

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Honestidad intelectual

Por: Manuel Gil Antón

 

Comparto un cuento que escribí ayer. Es muy breve: Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí. Me quedó precioso, ¿no les parece? ¿Qué? ¿Por qué tanto barullo? Bien que escucho lo que dicen, envidiosos, pero están equivocados. ¿Cuál plagio? ¿Es a Monterroso al que atribuyen la originalidad de mi cuento? Sí, uno de ellos se parece al mío; incluiré su nombre en la bibliografía de mis obras excelsas reunidas, pero no es igual. Fíjense bien: él escribió: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. En mi obra no dice allí, sino ahí. Es nítida la diferencia. Desmentiré las calumnias e infamias orientadas a manchar mi buen nombre.

Es absurdo este relato. Pero en el fondo es lo que sucede en el caso del Dr. Gertz Manero, Fiscal General de la República e integrante del Sistema Nacional de Investigadores, ubicado en el Nivel III, casi el más alto en la escala de las distinciones que este programa otorga, pues en la cima están los eméritos. Pronto, si las cosas marchan como van, estará en el siguiente escalón. No faltaba más.

Guillermo Sheridan en su columna del 6 de julio del 2021 en estas páginas, aporta pruebas contundentes sobre la apropiación de la obra de otros autores, por parte de Gertz Manero, en una biografía de Guillermo Prieto que presume y firma como propia, y forma parte de su vasta obra como investigador. Por su claridad, me permito reproducir, con el crédito debido, el cotejo de Sheridan entre un párrafo del texto original del historiador Malcom D. McLean (publicado siete años antes) con el de Gertz:

Párrafo de McLean: “Después de tal demostración, el lector comprenderá que Prieto ganó sin embarazo las elecciones para diputado ante el decimosexto Congreso Constitucional. Lo reeligieron también para el decimoséptimo en compañía de su hijo Manuel G. Prieto” (p. 50). Párrafo de Gertz: “Con tal demostración, Prieto ganó sin embarazo alguno las elecciones para diputado en el Decimosexto Congreso; y lo reeligieron para el decimoséptimo en compañía de su hijo Manuel G. Prieto” (p. 41).

¿Idéntico? No. Como tampoco lo es mi ejemplo sobre Monterroso. Mas, ¿alguien puede dudar que este párrafo del fiscal —que en “su” libro no tiene las comillas que indican que está citando ni alguna referencia a McLean— constituye la apropiación del texto de otro? La RAE define al plagio como “copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias” y añade que es “la acción de una persona para engañar a otra, exponiendo que sus ideas son originales.” Otra fuente indica que: “es usar el trabajo, las ideas, o las palabras de otra persona como si fueran propias, sin acreditar de manera explícita de donde proviene la información, y también lo es parafrasear de forma inaceptable un texto o una idea, sin citar su autor” (ver: página electrónica de la Universidad del País Vasco).

Habrá, sin duda, argumentos para descartar el caso porque en la legislación mexicana no hay una referencia explícita a estas conductas con el nombre de plagio. Será el sereno: estamos frente a evidencia sólida de un acto de deshonestidad intelectual que requiere una indagación oficial por parte de las autoridades del CONACyT y, en su caso, la sanción correspondiente.

El valor que está en entredicho, la decencia, es parte fundamental de la vida y de cualquier trabajo. Es un imperativo ético proceder a lo establecido en las normas que nos rigen. Las políticas para conducir la investigación científica y humanística son debatibles. Eso es normal y válido. Sus bases éticas no.

Fuente de la información e imagen:  https://www.educacionfutura.org

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Educación e incertidumbre

Por: Manuel Gil Antón

La siguiente sístole nunca es segura. Puede ocurrir, o no. La fragilidad de la vida es tan cierta que más vale vivir como si no lo fuera, apresados en la angustia. Así vamos, vulnerables siempre sin hacernos cargo de permanecer vivos casi de milagro.

Hay etapas en la historia cuando la conciencia de la finitud se impone: como personas, sociedades y especie. Desde hace más de un año, está abollada, tal vez rota, la soberbia humana del control sobre las condiciones del futuro. La incertidumbre desvanece aquello de “querer ser como dioses”.

¿Acabará la pandemia? ¿Tiene fecha de caducidad? ¿Cuánto dura la protección de la vacuna? ¿Cubrirá todas las variantes? ¿Otro repunte? Si países con tasas de vacunación muy grandes tienen que encerrarse, ¿qué nos depara lo que viene? Añada las preguntas que quiera sobre esta temporada de agobio y la respuesta será semejante: ¿quién sabe?

Cada día averiguamos cómo van los procesos de inmunización; si los primeros vacunados, la vanguardia, aún generan anticuerpos. ¿Va a ser como la del sarampión, que es para siempre? ¿O habrá que vacunar a toda la humanidad cada año?

Pedimos a las autoridades de todos los niveles y campos que digan lo que hay que hacer. Reclamamos la falta de respuesta certera como incumplimiento, pero en muchos casos no lo es: de veras estamos en los tiempos del “no se sabe”.

En materia educativa: ¿cuándo volvemos a clases presenciales? En agosto para iniciar el ciclo 2021-2022. ¿Seguro? No, realmente no, es lo más probable. Depende de cómo vayan los contagios y la vacunación. ¿Será el curso presencial para todos, o salteados, o a veces, o para ciertas asignaturas y no otras? Vaya usted a saber.

Dos cuestiones surgen de los tiempos que vivimos: por una parte, un gran tema para quien concibe a la educación como algo más, mucho más, que la instrucción para el empleo y los exámenes estandarizados; se trata del tema mismo de la incertidumbre, como problema que viene cosido al bies de la falda o la valenciana de los pantalones de quien ha nacido. ¿Qué significa el momento único, la situación límite en que no es posible planear nada por la multitud de factores que intervienen para estabilizar, o no, un contexto social, un proyecto personal? En cada nivel de estudios, el dilema de la contingencia de la vida humana y social ofrecen una veta rica para la lectura, la escritura, el cálculo, la coherencia lógica en la argumentación y una serie de saberes y capacidades que son pilares del conocimiento en la vida: tenemos tema y capacidad para generar proyectos de estudio que lo incluyan, uniendo la experiencia vital, el desarrollo de la reflexión ordenada sobre el asombro de vivir.

Y por el otro, dada la incertidumbre, desechar la idea centralista y miope de un retorno de todos a todas las escuelas, con programas de estudio uniformes el mismo lunes en que la autoridad lo decida. El país es diverso y, en contextos de incertidumbre, lo más adecuado es unir a las y los maestros, las familias y las autoridades locales en zonas escolares específicas, para generar, y probar con paciencia y seriedad, distintas estrategias de recuperación de la escuela como espacio donde se aprende, pero sobre todo se generan las bases de un ánimo y esperanza colectiva en el futuro a través de la educación. No hay mal que por bien no venga: hagamos de la necesidad virtud, de la incertidumbre espacio para la generación de diversos caminos, confiando en el buen sentido de las comunidades escolares. Sería, sin más, extraordinario.

Profesor del Centro de Estudios Sociológicos de

El Colegio de México

mgil@colmex.mx

@ManuelGilAnton

Fuente: http://www.educacionfutura.org/educacion-e-incertidumbre-2/

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Era un secreto

Por: Manuel Gil Antón

Ya no. Gracias al trabajo y compromiso ético de quienes integran la Oficina de Defensoría de los Derechos de la Infancia A.C. (ODI), la explotación sexual infantil en escuelas ha tomado otro cariz y tenemos que hacernos cargo, aunque cale. Hay indicios suficientes para establecer una conjetura plausible: se cruzan los linderos de la terrible experiencia que han vivido ¿decenas, centenas, millares? de niñas y niños al ser objeto de abuso sexual en planteles escolares, porque es probable que exista un fenómeno más grave aún al añadir al abuso sexual infantil tan solo una palabra: organizado.

El 31 de mayo se dio a conocer el informe “Es un secreto: el abuso sexual infantil en escuelas” (https://dispensariodi/es-un-secreto). Elaborado por la ODI, fue noticia de primera plana en este diario y se dio a conocer por muchos medios de comunicación tradicionales y modernos.

Sobrio, pero sin eludir las descripciones necesarias, el informe da cuenta cómo, a lo largo de más de una década de litigar casos de abuso sexual ocurridos en planteles escolares, fueron apareciendo patrones semejantes en distintas escuelas. No se trataba sólo de la aterradora experiencia sufrida por las niñas y los niños ubicados entre los 3 y los 7 años de edad, a la que se añadía el padecer de sus familias por esos hechos y el largo transcurso de los procedimientos penales, sino de la ocurrencia de formas similares en que este delito se cometía en planteles públicos y privados. ¿Casualidad acaso?

A partir de las declaraciones de las víctimas, se fueron reiterando características inusuales: no eran acciones aisladas. “Se trata de patrones delictivos marcados por acciones organizadas entre varios adultos y perpetradas de manera masiva dentro de un plantel escolar”. En uno de los casos, 19 niñas y niños fueron agredidos por 10 adultos de manera sistemática y cotidiana; en otro, 49 asediados por 11 adultos.

Esto ocurre no solo en salones o sitios cerrados, sino en pleno patio. Hay personas que ¡toman fotos o videos! A no pocas criaturas les dieron un refresco que “da mucho sueño” – las sedaron – y fueron trasladadas a otros lugares. El uso de máscaras y realizar ritos extraños eran recurrentes: “En 6 escuelas presencian sexo entre adultos. En 7 escuelas son obligados a realizarse tocamientos entre sí. En 16 escuelas se denuncian prácticas ritualistas y grotescas.”

La ODI amplía su mirada y encuentra denuncias, sustentadas, con procedimientos semejantes en 18 escuelas situadas en 7 estados de la república. Y denuncian, con la pulcritud propia de quienes respetan el estado de derecho, la probable existencia de una red en que el abuso sexual infantil está organizado. En otras palabras, la sospecha fundada de la captura de escuelas para la explotación sexual infantil en línea.

No se acusa al magisterio, sino a quienes, ostentándose como tales, o como empleados de los planteles, usurpan esos puestos para cometer crímenes. Esta distinción es muy clara. La colusión de tantos adultos en un solo plantel no se explica como algo casual y es incorrecto que la SEP atienda estos casos sin dar vista a las autoridades judiciales. ¿Omisión, encubrimiento para “no dañar a la educación”, cambiar a quien agrede a otra escuela? ¿Es una red que medra con la venta de las imágenes? Preguntas válidas.

La SEP, la Fiscalía General y las de los estados, y otras instituciones, sin demora, deben realizar una investigación a fondo. Ya no es un secreto. ¿Habrá una respuesta del tamaño de la posible afrenta? Más nos vale.

Fuente: https://www.educacionfutura.org/era-un-secreto/

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Otra mirada a la educación en México

Por: Manuel Gil Antón

“Por experiencias anteriores, escribe Sábato en “Informe sobre ciegos”, sabía que llegado a un punto no vale la pena repetir los mismos razonamientos porque se forma una huella mental que impide salidas laterales.” Con independencia del contexto en que esta reflexión fue escrita, tiene miga en nuestros días.

¿Cómo pensar y diseñar el regreso a clases presenciales luego del confinamiento? Advierto una tendencia dominante en las autoridades: volver, cuanto antes, a lo mismo con modalidades que se ajusten a la precaución sanitaria – personal educativo vacunado; de manera voluntaria y escalonada; tras reparar en lo posible los daños a la infraestructura derivados de meses sin uso ni mantenimiento (con el esfuerzo y no pocos recursos del personal docente y las familias); usando filtros para detectar contagios, y combinar actividades en los planteles con sistemas de escolarización remota. El anuncio oficial es que será, en la mayor parte del país, si los indicadores de la epidemia no varían, el lunes 7 de junio.

Urge volver a clases. Se necesita retornar a la cercanía física con los otros, si bien cuidadosa, parte fundamental del proceso formativo, luego de tantos meses en que se decidió cerrar los planteles.

El problema central, a mi juicio, es que la orientación es “regresar a lo mismo”. Empleamos razonamientos semejantes en cuanto a lo que hay que recuperar, sin advertir que estamos operando con una huella mental inamovible que cancela salidas laterales. Volver, con precaución al pasado, sin hacernos cargo de lo sucedido ni acusar recibo del impacto que sobre los procesos educativos ha tenido la pandemia.

¿Acaso no ha sido palmario que los planes y programas de estudio están repletos de información irrelevante, con muy poca atención a los procesos cognitivos fundamentales que hacen factible el aprendizaje? Por eso lo que se trasladó a las casas, con el falso nombre de aprender en ella, fue el añejo vicio de inundarlas de tareas que atarean y atarantan. A fuer de hacer de cuenta que no pasaba nada más que un “cambio” en el formato de la enseñanza desde arriba, con el uso de sistemas digitales (cuando era posible por acceso a ellos), la tele o cuadernillos, se desperdició la oportunidad de abrir espacios a la creatividad del magisterio con el fin de fortalecer las estructuras intelectuales que dan cimiento al saber: leer, escribir, reflexionar, argumentar con orden, así como dar solidez a un sistema lógico que está en la base del proceder matemático. Para ello, hubiera sido necesario zafar nuestro entendimiento de los procedimientos escolares acostumbrados y, no sin fallas, intentar caminar por otras sendas. No fue autorizado: predominó remedar, ¿remendar?, la senda trillada.

Del mismo modo que renunciamos a pensar de otra manera frente a un acontecimiento inédito, corremos el riesgo de hacer lo mismo sin atrevernos a sacar un saldo reflexivo de lo vivido en estos largos meses.

Otras maneras de volver a las escuelas no son parte de la discusión. Las pantallas que son ventanas para comunicarnos, al mismo tiempo están siendo espejos donde se refleja nuestra forma de enfrentar el vínculo pedagógico. Y lo que vimos, en general, fueron hábitos y formas cristalizadas de lanzar mensajes, los que saben, para que los cacharan los ignorantes.

Decía Machado: “Se miente más de la cuenta/ por falta de fantasía: / también la verdad se inventa”. El control aplastó a la libertad: la huella mental, tan cómoda y conocida, impide trazar otras salidas. ¿No hay de otra?

Fuente: educacionfutura

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