Una tarea ineludible: Proteger la libertad de expresión

Por: Miguel Guerrero  

El fallo del Tribunal Constitucional declarando la inconstitucionalidad de varios artículos de la Ley 6132 de noviembre de 1963 sobre Expresión y Difusión del Pensamiento, hace oportuna la discusión del tema de la responsabilidad de la prensa. El Tribunal eliminó el sistema que extiende sobre terceros las acciones de otro, lo cual, a mi juicio, no sólo tiene un efecto trascendente en el ejercicio periodístico, sino también en todo el ámbito de la práctica democrática y el respeto a los derechos ciudadanos.

¿Por qué  entonces es tan importante la fijación de los límites de esa responsabilidad, ahora que la decisión del TC libera en cierto modo a los medios de lo que se ha dado en llamar delitos de palabra o de prensa? ¿A quién le corresponde la fijación de esos medios? ¿Es una tarea del Gobierno, de las iglesias o de cualquier otro grupo de la sociedad organizada?

¿Obliga la fijación de esos  límites del accionar periodístico a permanecer al margen de las discusiones públicas, a renunciar a mantener una posición a favor de alguna corriente electoral, ahora que nos encontramos en un proceso considerado esencial para el futuro de las instituciones democráticas y la práctica partidista?¿Por qué es tan importante la fijación de esos límites?

A los medios no les ha parecido trascendente asumir esa tarea. La razón descansa en la presunción de que fijarse límites implica una renuncia a actuar con libertad y fijar posiciones independientes, rehuir de su condición de vigilia del respeto a las leyes y la Constitución y abandonar su responsabilidad de servir de garante del respeto al orden jurídico.

Nada más incierto. La fijación de esos límites fortalecerá el clima en que se desenvuelve la prensa y hará más difícil los esfuerzos por acallarla o someterla a la reproducción de verdades oficiales.

La fijación de límites para proteger la libertad de expresión

En muchos países, la ausencia o inobservancia de los límites que impone un ejercicio responsable de la libertad, hace que los ciudadanos se muestren dispuestos a renunciar a derechos con tal de preservar niveles aceptables de seguridad. En otra dimensión es lo que ocurrió en Estados Unidos, tras los atentados del 11 de septiembre y lo que luego se vio en Europa ante los efectos de inmigraciones masivas que han pulverizado valores tradicionales de esas sociedades y los logros políticos de la Unión, como la libre circulación, y la desaparición virtual de las fronteras. En Estados Unidos y Europa los ciudadanos han aceptado la pérdida de algunos derechos a cambio de una mayor seguridad y la preservación de tradiciones y valores.

La no fijación de esos límites por la propia prensa en nuestro país hará, como en efecto podría estar ocurriendo, que muchos ciudadanos terminen aceptando algunas restricciones a causa de lo que se lee en algunos medios digitales y en las redes y lo que ven y escuchan a diario en muchos programas de televisión y radio. La no fijación de esos límites ha creado paradigmas que atentan contra el buen y sano ejercicio del periodismo.

Muchos de ustedes pensarán que estoy proponiendo límites a la libertad o métodos virtuales de censura o autocensura. Todo lo contrario. Lo que trato de decir es que la no fijación de esos límites, cuya responsabilidad compete exclusivamente a la prensa, acabará por debilitarla y hacerla extremadamente vulnerable a la vocación autoritaria del poder político y los prejuicios de los llamados poderes fácticos.

¿Cómo abordar esa tarea? ¿Qué debe hacerse para establecer las débiles fronteras resultantes de ese esfuerzo sin que ello implique una restricción de la práctica del periodismo, sin desproteger, además, el marco del ejercicio de las demás libertades públicas? Mientras más se eluda el tema más difícil será la tarea. 

Otra amenaza: la concentración de medios

El problema que  hace difícil la fijación por la prensa nacional de los límites de su responsabilidad se debe en parte a la incomprensión de la importancia que ella tiene en la preservación del clima de libertad en que ha existido en las últimas décadas en el país. Radica en el éxito de las prácticas que hacen paradójicamente necesarias la responsabilidad de fijar esos límites.

A partir de algún momento, lo que se considera un buen ejercicio de periodismo comprometido con una “verdad” inexistente, ha radicado en desechar el buen uso de las palabras y hacer del ruido un modelo de ejercicio. Es lo que vemos en muchos exitosos programas de radio y televisión. Y como la altisonancia cala bien en muchas audiencias, con el tiempo esa modalidad del periodismo se ha hecho muy popular alcanzando los ratings más altos del espectro radial y televisivo. Ese nuevo modelo, al que han contribuido las redes, acabará por distorsionar el justo y correcto rol de una prensa responsable en todas olas facetas de la vida nacional, en los procesos electorales y, por ende, en la estabilidad social y el fortalecimiento de las instituciones democráticas, incluyendo la propia prensa.

Para terminar, permítaseme aclarar, que tanto como la irresponsabilidad de eludir la fijación de los límites de su propio ejercicio, existe otra gran amenaza para el futuro de la prensa y es la concentración de medios, que en los últimos años hemos visto crecer dentro de un proceso aparentemente carente de límites y que podría terminar en un peligroso monopolio de control de la información, tan peligroso en el gobierno como en manos privadas.

El monopolio de la información, provenga de donde provenga, hará añicos el papel de los medios en los procesos electorales.

Fuente: https://acento.com.do/2020/opinion/8822625-una-tarea-ineludible-proteger-la-libertad-de-expresion/

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Después de la pandemia

Por: Miguel Guerrero

Antes de la situación en la que el mundo  se encuentra por el COVID-19, se escuchaban quejas sobre la situación económica del país, en el sentido de que estábamos en crisis. La percepción era evidencia de un pesimismo en ciertos sectores influyentes de nuestra vida económica, cuya valoración del quehacer nacional se basa muchas veces en la marcha de sus propios negocios. A mi modo de ver, no vivíamos una crisis económica, pues cada día se abrían nuevas operaciones industriales, el turismo estaba en auge y la actividad comercial a todas luces se expandía con la apertura de nuevos y gigantescos  centros comerciales.

Nuestro problema no era de esa índole ni el país estuvo nunca bajo amenaza de una recesión. La verdadera crisis era, y ahora lo será mucho más, de carácter social, con tasas de desigualdad preocupantes dentro de un proceso de concentración de recursos reducido a círculos de pequeñas élites económicas muy creativas con un control creciente de la riqueza nacional. Buena parte de los nuevos y florecientes negocios  de las últimas dos o tres décadas provienen de esos grupos, sin que se hayan generado cambios importantes en la estructura social, debido a los bajos salarios y a un sistema de seguridad social que no los promueve.

Será a partir de esta pandemia que tendremos la amenaza de una crisis económica verdadera, por lo que será necesario estimular el consumo y la inversión interna tanto pública como privada para evitarla, reduciendo los niveles angustiantes de pobreza y marginalidad. La continuidad de las políticas económicas adoptadas antes y durante la pandemia será esencial al mantenimiento de nuestra estabilidad económica y financiera.

Los cambios radicales en esos planes y políticas ahuyentarían la inversión y destruirían la indispensable confianza en la solidez de nuestro potencial que ha sido el sostén de nuestro crecimiento.

Fuente: https://acento.com.do/2020/opinion/8813088-despues-de-la-pandemia/

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Democracia y dictadura

Por: Miguel Guerrero

Las dictaduras y los gobiernos autoritarios son más fáciles de sostener que una democracia auténtica. Sólo necesitan valerse de la fuerza y de la intimidación para mantenerse y luego el miedo los hace una costumbre. Esa ha sido la historia siempre. La hemos vivido una y otra vez en esta nación, en la que sus fundadores, los que se entregaron a la causa de la redención del pueblo dominicano, terminaron en el cadalso o murieron en medio de una pobreza atroz en el exilio, olvidados de aquellos que habían contraído con ellos una deuda de gratitud impagable.

La democracia, en cambio, requiere de una construcción basada en la tolerancia y la paciencia. No se edifica de un tirón como las dictaduras. Es una cultura. Los gobernantes democráticos están obligados por las constituciones y las leyes y están moral y legalmente forzados a respetarlas y hacerlas cumplir, por encima de sus simpatías y compromisos personales o de logias.

La dictadura y el autoritarismo son monolíticos. Tienen una sola finalidad y se alcanzan por el sometimiento. La democracia exige comprensión y en ella los gobiernos están sometidos a la autoridad del pueblo, al que deben servir. En la dictadura la fuerza se ejerce para doblegar voluntades y erigir fortunas ilícitas y famas tan frágiles como efímeras. En la democracia el legado es moral y permanente. No se mide en función de obras materiales que casi siempre tienden a acelerar perversos e ilegítimos procesos de acumulación. Se la estima en la medida en que construye el futuro en un clima de respeto y convivencia.

La dictadura adquiere modalidades adaptables al tiempo y las circunstancias y suele ser engañosa vistiéndose con un ropaje de mentiras y simulación. La democracia es auténtica e indivisible. No se practica a medias. El gobernante autoritario acumula poderes para provecho propio. El demócrata trabaja para preservar los derechos de sus compatriotas.

Fuente: https://acento.com.do/2020/opinion/8806210-democracia-y-dictadura-2/

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