Por una educación sexual imprescindible

Por: Haizea Miguela Álvarez, Begoña Zugadi Rodrigo

Mujeres y hombres no partimos de una misma posición a la hora de construir relaciones, especialmente en la sexualidad, donde no se nos reconoce como sujetos y donde se ha naturalizado que no es necesario nuestro consentimiento para acceder a nuestros cuerpos.

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Un grupo de chicas, que no superan los quince, se sonroja y no sabe responder al ser preguntado dónde se encuentra el único órgano de su cuerpo destinado completamente al placer. A cientos de kilómetros, un grupo de chicos comentan por whatsapp que la noche anterior, en unas fiestas, cinco de ellos se follaron a una chica. Nadie pregunta por la chica, el grupo jalea la acción. En otro lugar, una pareja mantiene relaciones sexuales sin preservativo porque él aduce “sentir menos”, “perder el momento” o convertir el sexo en “menos romántico” al usarlo. No muy lejos, otra pareja no utiliza ningún método de protección, ya que sin riesgo de embarazo, las ETS no forman parte del imaginario de ellas.

Cuatro situaciones cotidianas, presentes en nuestras conversaciones y experiencias, que nos permiten abrir huecos para pensar sobre la sexualidad, elaborar propuestas sobre educación sexual y ampliar y hacer efectivos los derechos sexuales.

El clítoris y nuestro placer

Con muy pocos años aprendemos a dibujar penes, pero ¿sabríamos dibujar un clítoris? La mayor parte de las personas no. En clase de biología nunca se nos habló de él y, hasta hace pocos años, la ciencia no sabía describir su anatomía y funciones. De manera que, ¿hasta qué punto puede resultar extraño que haya un gran número de adolescentes que no sepan dónde está o cuál es su forma?

Si en nuestra sociedad se pensara y hablara del clítoris sería porque las mujeres y su placer importan. Sin embargo, el escaso conocimiento sobre este órgano pone de manifiesto la mirada androcéntrica sobre la sexualidad y la negación social del placer de las mujeres.

En el imaginario colectivo el cuerpo femenino evoca sexualidad, pero ésta suele estar vinculada al placer de los otros, al servicio de ellos. Así, la mujer se convierte más en un objeto que en un sujeto con agencia propia en busca de su placer un imaginario que se alimenta desde la publicidad y el arte. Un imaginario que evoluciona, sí, pero siempre dentro de unos patrones establecidos, donde nunca se plantea el placer para sí misma.

La cultura de la violación y otras violencias invisibles

Mujeres y hombres no partimos de una misma posición a la hora de construir relaciones especialmente en la sexualidad, donde no se nos reconoce como sujetos y donde se ha naturalizado que no es necesario nuestro consentimiento para acceder a nuestros cuerpos. En los años 70 se acuñó el concepto cultura de la violación, para explicar cómo una sociedad normaliza y tolera la violación y la violencia sexual.

Cinco amigos que cuentan en un grupo de whatsapp cómo se “follaron” a una chica sin que nadie pregunte por ella. Sólo ellos son los sujetos activos de esa acción. No es algo que se realiza con ella, sino hacia ella, una actividad más que ocurre entre juerga y encierro, poniendo de manifiesto el arraigo social de las agresiones sexuales. Lejos queda pensar sobre el consentimiento y mucho más el construir relaciones, ya sean de una noche, un año o diez, donde las personas que participan decidan y expliciten lo que quieren y cómo lo quieren, desde posiciones de igualdad.

Gracias a la presión del movimiento feminista para desnormalizar las violencias machistas se han creado leyes y políticas de igualdad que además han ido transformado el discurso. Así, en principio no es socialmente aceptable obligar a una mujer a tener sexo, aunque queda mucho camino por recorrer; cuesta mucho más, sin embargo, identificar como violencia el hecho de que una pareja insista para que se hagan cosas que desde el inicio no ser querían hacer. Un ejemplo ilustrado por la anécdota que planteábamos al inicio: muchos chicos presionan para no usar el condón.

Cientos de artículos llenan las redes demostrando que éstas no son anécdotas aisladas, que hay argumentos de todo pelaje para justificar por qué a ellos no les gusta utilizar condón o que recopilan consejos para ellas (nosotras) con estrategias para persuadirlas(nos). ¿Por qué es necesario convencer a alguien de algo que es su responsabilidad? Responsabilidad de cuidarse a sí mismo y responsabilidad de cuidar con quienes comparte una relación sexual. ¿Cuándo vamos a identificar que insistir no es seducir? ¿Hasta cuándo hay que esperar para que identifiquemos que chantajear emocionalmente también es violencia? ¿Para cuándo tendremos referentes que enseñen que para que el placer exista las personas tienen que sentirse en la máxima comodidad y confianza para poder expresar sus deseos y sus límites?

¿Educación sexual en el aula?

Acabar con las agresiones sexuales no es una prioridad para el gobierno. Solo hace falta recordar las bochornosas recomendaciones por parte del Ministerio de Interior que culpabilizan a las víctimas y nos aconsejan a las mujeres quedarnos en casa en la noche, no beber y no vestir provocativas. No sólo no es una prioridad, sino que las agresiones no parecen ni ser vistas como un problema cuando en la ley educativa en vigor, LOMCE, se ha eliminado la mínima visión crítica del género que pretendía promover la igualdad y prevenir la violencia.

La sexualidad es central en la vida de las personas y a lo largo de ella. Es imprescindible tener conocimientos, empoderarse y tener herramientas, pero ¿dónde lo aprendemos? Las reivindicaciones históricas del movimiento feminista sobre educación sexual siguen hoy vigentes. La educación sexual ha estado poco presente en las aulas, nunca a lo largo de la vida, no se ha tratado de manera integral y mucho menos ha recogido la diversidad existente. Wert, el Partido Popular y la LOMCE, considerando este asunto una materia controvertida, decidieron excluirla del currículo en lugar de dar respuesta a las retos que la sociedad tiene que afrontar.

A pesar de ser competencia de las Comunidades Autónomas, al final, la educación sexual depende de la voluntad de profesoras y profesores. Las chicas y chicos que tienen profesorado interesado en la materia acceden a una formación que la mayoría del alumnado no ve. En general, esta educación se reduce a visitas de personal médico, asociaciones o empresas (de copresas y tampax o de métodos de protección), que hablan principalmente de la prevención del embarazo joven, las enfermedades de transmisión sexual o ETS, y con un poco de suerte sobre diversidad sexual.

Y aquí de nuevo aparece el condón en el relato, porque sí lleva décadas en las aulas. El resultado: según diferentes estudios el cóndón es el método más utilizado para evitar el embarazo. Sin embargo, se utiliza poco y mal.

Como decíamos antes: hacen falta conocimientos, sí, pero desde una perspectiva feminista, que informen para darnos seguridad y no miedo, que hablen desde la diversidad de personas, de cuerpos y de relaciones posibles buscando el empoderamiento. Necesitamos redistribuir el empoderamiento y el sentido de responsabilidad para que todas y todos podamos expresar nuestros deseos y escuchar y respetar a las otras personas de manera que contribuyamos a erradicar la violencia y a lograr sexualidades plenas y placenteras.

Heterosexuales hasta que se demuestre lo contrario

Los talleres de educación sexual que hemos visto, bien podían llamarse talleres de reproducción: centrados en relaciones heterosexuales refuerzan la idea de que nadie es heterosexual hasta que se demuestre lo contrario, que los cuerpos se pueden dividir en dos sexos, que el sexo es binario, pobre, poco diverso. Estas ideas suponen una pérdida para todo el mundo y mantienen el privilegio de una parte. Privilegio que tiene consecuencias prácticas: invisibilidad, desconocimiento y discriminación. Si bien en las relaciones entre hombres, se tiene un mayor conocimiento de riesgos, como consecuencia del SIDA, y del placer, como consumidores de un mercado construido a doc. Sobre las relaciones sexuales entre mujeres existe un desconocimiento enorme, tanto sobre sus formas de placer como sobre los riesgos que conllevan, o los medios de protección existentes, que están muchos menos extendidos.

Ampliando las respuestas feministas

Llevamos varias décadas exigiendo una educación sexual feminista, diversa e integral. Es fundamental exigir información de calidad sobre la salud y la sexualidad tanto de las mujeres como de las personas trans y superar la mirada androcéntrica del conocimiento. Se han elaborado propuestas para fomentar la igualdad, pero necesitamos proyectos que pongan en relación el conocimiento sobre nuestros cuerpos con herramientas como el empoderamiento y donde se aborde tanto la prevención de la violencia como la diversidad sexual. Y lo más urgente, necesitamos que estos proyectos sean accesibles para todas y todos.

Es fundamental posicionar los derechos sexuales y reproductivos dentro de la agenda social, entendiéndolos de manera amplia para que formen parte de los contenidos que aprendemos para ser y vivir en sociedad. Es imprescindible una educación sexual que nos permita conocernos a nosotras mismas, crear relaciones saludables con quienes así lo queramos y decidir qué proyectos vitales queremos emprender. Este sentido, consideramos esencial despenalizar el aborto y garantizar su acceso de manera libre en la red pública de sanidad a todas las mujeres.

Fuente: http://kaosenlared.net/por-una-educacion-sexual-imprescindible/

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