Segregación hasta la Universidad

Por: Milagros Pérez Oliva

Las facultades está lejos de reflejar la diversidad social. La mayoría de los estudiantes son hijos de padres con alto nivel de estudios

En los años sesenta, la Universidad dejó de ser aquella fortaleza inexpugnable para los hijos de las familias humildes. Durante varias décadas, llegaron a las Facultades españolas miles de estudiantes que eran los primeros universitarios de su familia. El elevador social se había puesto en marcha y durante años fue uno de los principales mecanismos de progresión social. La ampliación y descentralización de los campus universitarios y el hecho de que España figure entre los países con mayor número de licenciados pueden dar la impresión de que la Universidad ha dejado de ser una institución elitista, que se ha democratizado de tal modo que cualquiera puede estudiar una carrera. En teoría, así es. En la práctica, el principal predictor de las posibilidades de ser universitario es tener padres universitarios con sueldos altos.

La Universidad está lejos de ser un reflejo de la diversidad social y, de hecho, cada vez lo es menos. Así lo indica el informe de la Red Vives Via Universitaria 2017-2019, con datos de 40.000 universitarios de Cataluña, Baleares y Valencia, extrapolables al resto de España. Si se clasifica a los estudiantes por el nivel social de la familia, no en función de la renta, que puede ser engañosa, sino por el nivel de formación y ocupación de los padres, vemos hasta qué punto esta institución perpetúa las desigualdades: el 55% de los universitarios pertenece a familias de clase social alta, el 34,4% a familias de clase media y solo el 10,6% a hogares de clase baja, cuando el 40% de la población adulta española tiene un nivel bajo de estudios.

La familia es la que mantiene y paga los estudios de seis de cada diez universitarios, y solo un 18,1% se beneficia de una beca. Otro 18,9% trabaja para poder pagar los estudios, lo que supone una dificultad añadida puesto que el modelo Bolonia no favorece poder estudiar y trabajar al tiempo. Otro elemento que muestra una evolución preocupante es la forma de acceso. El porcentaje de estudiantes que llega a la Universidad a través de las pruebas de selectividad ha subido en tres años del 67,4% al 82,4%, y en cambio, los que acceden desde ciclos formativos han caído del 18,2% al 11,5%. Además, los hijos de familias con bajo nivel de estudios que llegan a la Universidad tienden a elegir en mayor proporción carreras de humanidades y ciencias sociales que científicas o ingenierías.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/05/27/opinion/1558977741_059792.html

 

Comparte este contenido:

Líderes anónimos que catalizan el malestar global

Por: Milagros Pérez Oliva.

 

Los movimientos del ‘Me Too’ y de los estudiantes por el clima tienen en común la rapidez del contagio a escala planetaria

Primero fue el Me Too de las mujeres y ahora es el dedo acusador de los estudiantes por el clima el que se extiende por más de cien países. Ambos movimientos tienen en común elementos que explican el nuevo terreno en el que nos movemos. El primero, la inusitada rapidez con la que puede convertirse en global una iniciativa que surge de forma local. Una mujer que denuncia públicamente un acoso. Una niña solitaria que deja la clase y se planta con su pancarta ante el Parlamento de su país. La capacidad de contagio instantáneo es una de las características del nuevo ecosistema y es fruto de la sinergia entre las redes, que forman una malla tupida capaz de cubrir todo el planeta, y los grandes medios de comunicación, cuya capacidad de difusión e impacto es también, gracias a Internet, global. Este complejo sistema combina la verticalidad con la horizontalidad: cada receptor se convierte en un nuevo foco emisor.

El segundo elemento diferencial es la naturaleza de los liderazgos que los mueven. Personas anónimas capaces de encarnar en un momento dado una corriente profunda que no acaba de encontrar su cauce de expresión. Es un liderazgo “catalizador”, en el doble sentido de la palabra: 1) Causar o provocar un proceso o una reacción de cualquier tipo. 2) Atraer, conformar y agrupar fuerzas, opiniones, sentimientos, etcétera. Exactamente eso. Si el malestar que los alimenta es global, lo natural es que la respuesta también lo sea.

El tercer elemento es la radicalidad de las reclamaciones. Las mujeres saben que solo con leyes no se alcanzará la igualdad porque hay mil formas de incumplirlas. Que no habrá igualdad sin un cambio profundo de las estructuras. También los estudiantes que siguen a Greta Thunberg reclaman transformaciones radicales: “Para intentar hacer algo por el clima hemos de cambiar el sistema”, escribían ayer sus líderes. En el caso de las mujeres, el combustible que las mueve es el hartazgo por la persistente humillación. En el de los jóvenes por el clima, la urgencia: “Si los que ahora están en el poder no actúan, será nuestra generación la que pagará las consecuencias”. “No podemos seguir esperando”. Dicen que no quieren esperanza, quieren que los adultos sientan pánico y hagan algo. La cuestión es cuánta fuerza serán capaces de acumular y si tendrán capacidad de perdurar.

Fuente del artículo: https://elpais.com/elpais/2019/03/15/opinion/1552676735_590436.html

 

Comparte este contenido:

El móvil en el aula: ¿ayuda o interferencia?

Por Milagros Pérez Oliva

Francia prohíbe que los escolares puedan tener sus teléfonos en el aula, el patio o las actividades extraescolares

El curso ha comenzado en Francia bajo el síndrome de una nueva ley que prohíbe el uso del móvil en los centros de educación infantil, primaria y secundaria. En los institutos, la decisión queda en manos de cada centro. Desde 2010 estaba prohibido el uso del móvil en clase, pero ahora se extiende al patio y a las actividades extraescolares. La medida fue aprobada en la Asamblea Nacional en medio de una fuerte controversia. El mismo debate se repite en otros países donde también se discute si aplicar o no medidas similares. En España no hay una norma general, pero muchos centros prohíben el uso del móvil en clase, aunque no fuera de ella.

La decisión plantea hasta qué punto podemos y debemos modular el uso de las nuevas tecnologías. Y en el caso concreto de la educación, hasta qué punto o de qué forma esas tecnologías pueden convertirse en una ayuda o en un elemento perturbador. Tanto el presidente, Emmanuel Macron, que llevaba la prohibición en su programa electoral, como el ministro de Educación, Jean Michel Blanquer, lo tienen muy claro: el móvil, las tabletas o los relojes inteligentes con capacidad de conexión son un elemento perturbador, interfieren en el proceso de aprendizaje y por eso deben ser apartados del alumno.

En el aula, está claro que tener la tentación en el bolsillo resulta irresistible para unos niños que han hecho de la conectividad su principal herramienta de relación y diversión. ¿Qué tiene el móvil para ejercer ese poderoso influjo sobre nuestra atención? Si en los mayores, que supuestamente tenemos más autocontrol ocurre lo que ocurre, qué no será en el caso de los niños. Solo hay que pararse en pensar cuántas veces lo abrimos y lo consultamos en una hora. O cómo nos comportamos y qué hacemos cuando lo olvidamos.

La parte perturbadora del móvil en la escuela tiene que ver con que es una puerta abierta a las redes sociales. Lo que perturba es su capacidad para estimular y satisfacer la curiosidad innata, la misma curiosidad que nos hacer mirar por la ventana cuando oímos gritos, o detenernos a mirar en la carretera cuando ha ocurrido un accidente. Tener una ventana al lado desde la que siempre se oyen gritos puede ser bastante incompatible con la atención que requiere, por ejemplo, un problema de matemáticas. Pero no solo en el aula modula el comportamiento. También en el patio. Los niños que tienen móvil tienden a comunicarse a través del móvil, a jugar con el móvil y pueden acabar prefiriendo las relaciones virtuales que el contacto personal.

Aprender requiere esfuerzo. Las nuevas tecnologías pueden ayudar, por supuesto, pero siempre que su uso esté dirigido por el profesor y para tareas determinadas. Los móviles y tabletas pueden ser muy útiles, obviamente, en la búsqueda de materiales e información. El problema se plantea cuando disponer de los dispositivos induce a utilizarlos de una manera que interfiere con el proceso de aprendizaje. Las nuevas tecnologías pueden y deben incorporarse a las tareas educativas. Pero estar abiertos a las nuevas tecnologías no significa quedar prisioneros de ellas. Y mucho menos sucumbir al poder adictivo que tienen como herramienta de entretenimiento. ¿Significa eso que lo mejor es la prohibición? No está claro. Habrá que ver qué pasa en Francia.

Fuente del artículo: https://elpais.com/elpais/2018/09/04/opinion/1536089211_651332.html

Comparte este contenido: