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¿Qué hay tras la jornada laboral de 4 días?

Por: Oriol Sabata

El pasado 27 de mayo se realizó en Valencia el Congreso ‘Four Day Week Summit’ (jornada laboral de 4 días), un tema que está sonando con fuerza y que a priori podría despertar el interés de la clase trabajadora.

Al acto celebrado en la capital del Turia asistieron los secretarios generales de CCOO y UGT, Unai Sordo y Pepe Álvarez, la Ministra de Trabajo Yolanda Díaz, la vicepresidenta valenciana Mónica Oltra y el dirigente de Más País Iñigo Errejón.

Errejón ha sido el principal impulsor en España de esta iniciativa. ¿Pero cómo desembarca esta idea aquí y quienes son sus promotores?

La campaña mundial por la jornada laboral de 4 días es lanzada por los empresarios Andrew Barnes y Charlotte Lockhart a través de la Fundación Global 4 Day Week. En su sitio web se ofrece un perfil profesional y personal de los integrantes del equipo.

Sobre Barnes y Lockhart, considerados como los «cerebros» del proyecto, se asegura que ambos «se encuentran en la afortunada posición de que sus negocios operan sin ellos, por lo que pueden dedicar su tiempo a crear esta comunidad a escala global». La expresión «sus negocios operan sin ellos» significa, básicamente, que son empresarios que viven del trabajo ajeno, es decir de aquel que llevan a cabo sus trabajadores.

Si se analiza el perfil del resto de personas que forman parte de la Fundación, prácticamente todas vienen del mundo empresarial. Claramente, se trata de una propuesta que nace del propio capital, no de los trabajadores. Este es un punto importante y comprobaremos a continuación los matices de la cuestión.

Lo que plantean estos círculos empresariales es que se trabaje solo 4 días a la semana. Argumentan que de esta manera se optimiza mejor el tiempo y se obtiene mejor rendimiento. Proponen a las empresas iniciar un periodo de prueba de unos meses para valorar el funcionamiento y la productividad. ¿Pero es todo tan bonito como lo pintan?

A pesar de que puede sonar como una «propuesta tentadora» para la clase trabajadora la realidad es muy distinta.

Vayamos al caso de España. Los ejemplos de las empresas Telefónica o Desigual muestran como la propia dinámica del capitalismo no va a hacer ninguna concesión gratuita a la clase trabajadora. Ambas compañías han ofrecido reducciones de jornada pero siempre a cambio de recortes salariales a la plantilla. El caso de Desigual es más grave todavía ya que se supo que la empresa amenazó con despedir a aquellos trabajadores que no se acogieran a la reducción de jornada (reducción salarial del 6,5% del salario).

Por otro lado, lo que se habla en la propuesta realizada por Íñigo Errejón es que el estado subvencione con dinero público a aquellas empresas que se acojan a este plan. Es decir, no existe en realidad una concesión de la patronal sino una reducción de horas subvencionada.

En este sentido, el Ministerio de Industria está preparando un proyecto para todo el país, basado en una propuesta de Más País. El estado destinará 10 millones de euros para subvencionar a las compañías que reduzcan al menos un 10% el tiempo de trabajo de sus empleados. Entre 150 y 200 empresas recibirían entre 2.000 y 3.000 euros por trabajador.

Por lo general, la reducción de jornada que se plantea comporta un recorte salarial para el trabajador o bien una subvención del estado al empresario para cubrir esa reducción de horas.

Por otro lado, el foco no puede ponerse exclusivamente en las horas semanales trabajadas sino en las condiciones en las que se trabaja y en los salarios percibidos por ello. De nada sirve una reducción de jornada con salarios de miseria y bajo una inflación galopante que afecta a todos los sectores de la economía.

El debate sobre la reducción de la jornada laboral de 8h es legítimo. Llevamos ya un siglo trabajando la misma jornada. Es necesario que la clase obrera reduzca las horas de trabajo para poder disponer de más tiempo para el descanso, el ocio, la cultura y también para poder organizarse sindical y políticamente. Pero esto no puede ser a costa de una reducción del poder adquisitivo ni a través de subvenciones del estado como se plantea desde sectores de la nueva socialdemocracia y del capital. La solución no son transferencias directas de dinero público al bolsillo de la patronal.

La jornada laboral de 8 horas se conquistó gracias a un ciclo de huelgas y protestas del movimiento obrero que tuvo su culminación en 1919 con la huelga de La Canadiense en Barcelona. 44 días de solidaridad obrera y determinación en los que se paralizó la ciudad entera. No se trató de ninguna concesión patronal. Y es que las conquistas históricas del movimiento obrero siempre han llegado fruto de la organización y la lucha, arrancando mejoras a la burguesía. Y aquí, pese a los cantos de sirena del oportunismo político, no existen atajos ni fórmulas mágicas en la defensa de los intereses de la clase trabajadora.

La propuesta de 4 días impulsada por sectores empresariales es una trampa que en la realidad reduce el poder adquisitivo del trabajador o bien supone transferencias directas de dinero público a los bolsillos de la patronal. Es el enésimo espejismo del inexistente capitalismo «de rostro humano». La ilusión reformista suele tener corto recorrido. Que no nos embauquen.

Fuente de la información e imagen: https://nuevarevolucion.es

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La guerra (olvidada) contra las mujeres

Por: Angelo Nero

Durante tres años, Hernán Zin recorrió varios continentes, recogiendo los testimonios de medio centenar de mujeres que pasaron por el infierno y vivieron para contarlo

“No es fácil escribir estas letras alejadas de la preocupación viral de estos días, porque la mente escapa a los territorios en los que la incerteza y el miedo imperan. Pero, dándole una vuelta, si acaso algo si tienen que ver, porque el maltrato del cuerpo de la mujer como arma de guerra viene siendo una criminal pandemia repartida en todo tiempo y lugar en la patriarcal historia de la Humanidad; Sin embargo, tan solo tras las estremecedoras guerras yugoslavas de finales del siglo pasado, pasó esta negra temática a los medios de comunicación de masas.” Así comenzaba el historiador coruñes Dionisio Pereira un lúcido articulo en el diario Nós, titulado (el original está escrito en gallego) “Estamos en deuda”, poniendo el foco, en estos tiempos en los que parece que no hay más problemas en el mundo que la emergencia sanitaria y económica que nos azota -ahora agudizada con el conflicto de Ucrania-, en la siempre olvidada violencia contra las mujeres ejercida como arma de guerra. “Como la cultura de la violación no conoce fronteras, es preciso recordar que, una salvaje represión nunca reconocida de forma oficial, los que humillaron, forzaron y luego asesinaron a Anuncia Casado en las Tierra de Viana, Carmen Sarille en Montecubeiro (Castroverde), Juana Capdevielle en Rábade y tantas otras, eran gallegos.”

El articulo de Dionisio Pereira me animó a sumergirme en el corazón de las tinieblas, de manos del periodista Hernán Zin, a través de su documental “La guerra contra las mujeres” (2013), aprovechando que está disponible en una conocida plataforma audiovisual, junto a otros de sus interesantes trabajos: “Nacido en Gaza” (2014), “Nacido en Siria” (2017), o el más reciente, “Morir para contar” (2018), que ya comentamos en estas páginas. Si en las primeras cintas el realizador argentino ponía el foco sobre como sufrían la guerra los más débiles, los niños, y en la última lo hacía sobre los que la contaban, los reporteros, en este trabajo que nos ocupa Zin quiso mostrarnos, con toda su crudeza, recorriendo varios conflictos de nuestra historia más reciente, a lo largo del mundo, como el cuerpo de la mujer es empleado como un campo de batalla, de un modo sistemático, programado, buscando la humillación del enemigo, la transmisión del miedo, convirtiendo la violación en un arma de destrucción masiva, pero sin recuento de víctimas, pues estas mujer son masacradas ante la total pasividad del mundo.

Durante tres años, Hernán Zin recorrió varios continentes, recogiendo los testimonios de medio centenar de mujeres que pasaron por el infierno y vivieron para contarlo, convertidas en esclavas sexuales en Ruanda, Sudán, Bosnia, Uganda, Colombia, Congo… un inventario de cicatrices que sangran en cada palabra ya que, como apunta el director: “a muchas las visité una y otra vez a lo largo de los años, pues la idea era mostrar que las consecuencias de una violación no duran un día, sino que son para siempre.”

Relatos terribles como el de Jane, que fue secuestrada y violada brutalmente cuando era todavía una niña, en la guerra del Coltán -la tan olvidada Guerra Mundial Africana-, “Los ruandeses nos llevaron a la selva, nos golpearon a lo largo de todo el camino. Cuando llegamos me ataron a un árbol. Iban y venían cuando estaba atada. Me violaban, orinaban sobre mi, me metían palos… ignorando mis súplicas, mi dolor…” O el de Leila, a miles de kilómetros de distancia, en la guerra de Bosnia, que fue violada por decenas de soldados serbios, durante tres años, y que, pese a tan terrible experiencia “siguen adelante con sus vidas, luchando, sonriendo, con pasión, con valentía. Son seres humanos de los que se tenía que hablar mucho en los medios”, como bien dijo el director.

Impresionante también el testimonio de Denis Mukwege, el doctor Milagro, ginecólogo congoleño que en 2018 recibió el premio Nobel de la Paz por su trabajo en la región devastada por la guerra de Kivu, “creo que si esto continua es porque el mundo guarda silencio. Cuando todas las mujeres del mudo entiendan que sus compañeras están siendo destruidas y eliminadas sin razón se rebelarán y dirán: no a las atrocidades cometidas contra las mujeres, no a las violaciones, no a la tortura de mujeres por intereses económicos. Entonces los hombres bajaran la cabeza.” Durante los últimos veinte años, el doctor Mukwege trató a más de 50.000 mujeres y niñas violadas, haciendo hasta diez cirugías diarias, e incluso fue amenazado de muerte en varias ocasiones, por hacer denuncia pública de esta brutal práctica de guerra.

Hay estimaciones de que podrían ser hasta 20.000 las mujeres violadas en la guerra del Congo, a las que hay que sumar las 60.000 que fueron agredidas sexualmente en la guerra civil de Sierra Leona, las más de 40.000 en Liberia, las 60.000 en Yugoslavia, y las miles de mujeres y niñas de Uganda, Colombia, Afganistán, Etiopía, Kurdistán… El denominador común a todas ellas es la impunidad, la pasividad de las autoridades mundiales ante el uso de la mujer como campo de batalla, y que debería ser considerado como uno de los mayores crímenes contra la humanidad.

El trabajo de Hernán Zin quizás no sea lo más idóneo para estos tiempos inciertos, en los que quisiéramos evadirnos de la realidad que nos rodea, pero no está de más aprovechar para echar un a mirada a otras realidades que, desgraciadamente, llevan tanto tiempo silenciadas, como la guerra contra las mujeres.

Como apunta Hernán Zin: “El silencio no ayuda. Tras el silencio se parapetan los agresores.”

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Etiopía: Las bombas siguen cayendo sobre Tigray

Por: Angelo Nero

A pesar de la declaración, solo hace un par de días, del ejecutivo etíope de “la decisión del Gobierno de no entrar en Tigray tras el TPLF, busca dar a la población tigrayana una oportunidad de considerar su pérdida de tiempo y distanciarse del grupo terrorista”, y de efectuar un llamamiento la población de la región rebelde y la comunidad internacional a que “deben jugar su parte para llevar a la región de vuelta a una vida pacífica para resolver sus problemas socioeconómicos”, el premio Nobel de la Paz, y primer ministro etíope, Abiy Ahmed, ha vuelto a lanzar una nueva ofensiva aérea sobre objetivos civiles en la castigada Tigray, donde los cuatro jinetes del Apocalipsis cabalgan a lomos de la conquista, la guerra, el hambre y la muerte.

En la noche del viernes, 7 de enero, decenas de tigriños perdieron la vida, entre ellos mujeres y niños, hasta ahora el balance es de 56 personas, y otras decenas más resultaron gravemente heridas, en el bombardeo aéreo de un campamento de refugiados, desplazados internos de la invasión terrestre que comenzó hace un año por parte de los ejércitos etíope y eritreo, con apoyo de las milicias amharas. El objetivo del ataque fue la escuela de la localidad de Dedebit, que se había convertido en un centro de acogida para desplazados por la guerra, llegados principalmente desde la ciudad fronteriza de Humera.

Getachew K Reda, portavoz del Tigray People’s Liberation Front (TPLF), condenó el ataque desde su cuenta de twitter: “Otro ataque de avión no tripulado insensible por AbiyAhmed en un campamento en Dedebit ha cobrado la vida de 56 civiles inocentes hasta ahora. La parte más triste de la historia es que las víctimas son personas desplazadas de Western Tigray por la campaña genocida del régimen. ¡Doble peligro en su peor momento!.”

Este ataque se suma a otros que, al menos, han dejado 146 muertos y 213 heridos, según un informe elaborado por los organismos no gubernamentales, que ha hecho público la agencia Reuters, contabilizando los ataques aéreos desde el 18 de octubre.

Esta nueva ofensiva se produce solo un día después del anuncio del indulto y de la liberación del ex presidente de Tigray, Abay Weldu, uno de los fundadores del TPLF, y otros dirigentes tigriños como Sebhat Nega o Kidusan Nega, y de otros dos líderes políticos de la Oromía: Bekele Gerba, líder del Oromo Federalist Congress (OFC) y Jawar Mohammed, fundador de Oromiya Media Network, que permanecían encarcelados desde septiembre de 2020 acusados de delitos de terrorismo, así como Eskeinder Nega, también miembro del OFC, detenido en relación al asesinato de Hachalu Hundesa, un famoso cantante oromo, en junio de 2020, que derivó en una ola de violencia que causó más de 250 muertos.

Los indultos llegaron en la celebración etíope de la Navidad, según el gobierno de Abiy con la intención de “allanar el camino para una solución duradera de los problemas de Etiopía de una forma pacífica y no violenta”, afirmando que “creen que los amnistiados han aprendido del pasado y se espera que hagan una mejor contribución a su país y al pueblo de Etiopía.” Una declaración de intenciones que ahora, tras este nuevo ataque aéreo del ejército etíope sobre la población civil tigriña, queda en entredicho, así como la apertura de una comisión de diálogo nacional, aprobada por el parlamento de Etiopía hace una semana.

Sobre este último punto también se ha pronunciado el portavoz internacional del Oromo Liberation Army (OLA), Odaa Tarbii, a través de la red social Twitter: “La organización de tales farsas ha sido una herramienta para que Abiy apacigüe las comunicaciones internacionales, establezca legitimidad y consolide su poder mal habido. La paz duradera solo puede resultar de garantizar la justicia y de mantener conversaciones legítimas e inclusivas mediadas por un tercero. El llamado «Diálogo Nacional» es la última repetición de muchas de esas farsas organizadas por el régimen de Abiy en los últimos 3 años. La mayoría de los participantes son afiliados al PP, el resto está invitado a aceptar los dictados del régimen. Este no es el diálogo inclusivo que muchos esperaban.”

La vía diplomática abierta por Addis Adeba responde, entre otros factores, a la decisión de Washington de excluir a Etiopía de un importante acuerdo comercial y a restringir sus relaciones comerciales, por las acusaciones de diversos organismos internacionales sobre las violaciones de derechos humanos por parte del gobierno etíope. Este mismo jueves, el enviado especial de EEUU para el Cuerno de África, Jeffrey Feltman, se ha reunido con Abiy Ahmed, para pedir unas conversaciones de paz con garantías, siguiendo las indicaciones del departamento de estado, cuyo portavoz, Ned Price, ha señalado: “Seguimos pidiendo el cese inmediato de las hostilidades y el fin de las atrocidades contra los Derechos Humanos, el acceso humanitario sin trabas y una resolución negociada del conflicto. Todos esos temas fueron planteados y discutidos durante las discusiones del enviado especial con el primer ministro el día de hoy.”

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Zygmunt Bauman y el consumismo líquido

Por: Javier F. Ferrero

 

«¿Nos encontramos ante un futuro lúgubre de vigilancia continua o existen aún espacios de libertad y esperanza?»

Hoy en día, los detalles más insignificantes de nuestras vidas son registrados y examinados como nunca antes, y a menudo quienes son vigilados cooperan voluntariamente con los vigilantes. Desde Londres y Nueva York hasta Nueva Delhi, Shanghái y Río de Janeiro, la presencia de cámaras de vídeo en los lugares públicos ya es algo habitual y aceptado por la población.

En la actualidad, los viajes aéreos implican el paso por escáneres humanos y controles biométricos que se han multiplicado a raíz del 11-S. Diariamente Google y los proveedores de tarjetas de crédito apuntan el detalle de nuestros hábitos, preocupaciones y preferencias, y con ellos van elaborando estrategias de marketing personalizadas con nuestra activa y, en algunos casos, entusiasta cooperación. En este libro el análisis de la vigilancia de David Lyon confluye con el mundo líquido moderno que Zygmunt Bauman ha descrito con su característica agudeza.

¿Nos encontramos ante un futuro lúgubre de vigilancia continua o existen aún espacios de libertad y esperanza? ¿Cómo podemos ser conscientes de nuestras responsabilidades para con nuestros semejantes, perdidos como estamos con frecuencia en discusiones sobre datos y categorizaciones? Nos encontramos ante temas del poder, la tecnología y la moral. Vigilancia líquida.

Vigilancia consumista

Este es un diálogo entre el sociólogo, filósofo y ensayista polaco-británico Zygmunt Bauman, y el sociólogo escocés David Lyon:

David Lyon: Un tema central en su trabajo, Zygmunt, ha sido exponer las vías por las que el consumismo ha sido tan importante para la producción de las divisiones sociales pero también para las identidades. Yo me encontré entre aquellos que recibieron con alegría Work, Consumerism and the New Poor cuando se publicó en 1998. Pero la paradoja, tal y como yo la entiendo, está en que, mientras el consumo implica la seducción placentera de los consumidores, esa seducción también es el resultado de una vigilancia sistemática a escala masiva. Si esto no estaba tan claro con las formas anteriores de bases de datos orientadas al marketing, la llegada de Amazon, Facebook y Google da una idea de cuál es la situación actual. Aunque Thomas Mathiesen, en el prefacio de un libro reciente, Internet and Surveillance, destaca también cómo esta vigilancia se oculta: «Bajo la superficie se halla un enorme hinterland de vigilancia que recoge los usos de internet […] el amplio rastro de signos electrónicos que dejamos detrás de nosotros cada día, en el banco, en las tiendas, en los centros comerciales y en cualquier otro sitio, cada día del año» tormentas, las erupciones, los terremotos.

Cuando pasamos de considerar las materias urgentes en relación con la seguridad y la vigilancia a tratar la cuestión del consumo parece que podemos respirar aliviados. Después de todo, se trata del reino de la diversión, del flâneur, de la libertad. Pensémoslo mejor. Ahí tenemos operaciones de gestión que se basan de nuevo en reunir datos personales a gran escala para su concatenación, clasificación y tratamiento diferenciado de cada categoría de consumidor, en función de su perfil. Pensemos en qué medida nos ayuda que Amazon.com, mediante su técnica de «filtrado colaborativo», pueda decirnos qué compran los demás consumidores, que es como si miráramos lo que compran los demás. Cada transacción genera información propia que luego es utilizada para orientar los gustos de otros consumidores. Hace unos años combiné sus ideas sobre la seducción de los consumidores con las de Gary T. Marx sobre las clasificaciones policiales de sospechosos probables («sospecha por categoría») para crear el concepto de «seducción por categoría». Creo que todavía funciona.

Sin embargo, Amazon.com avisa amablemente a los consumidores de cómo los demás consumidores los vigilan, a través de su Lista de Deseos. ¡No se trata de un proceso totalmente oculto! Hasta ahora, para que algo fuera secreto tenía que ser ignorado por casi todo el mundo. La Lista de Deseos nos recuerda lo mucho que le gusta a cierta gente que la miren; existe aquí una suerte de escopofilia de los consumidores. Como destacó dana boyd, el voyeur converge con el paseante gracias a las redes sociales. Pero no es solamente eso, sino que la Lista de Deseos da a los consumidores la oportunidad de mostrar un aspecto específico de su persona. Amazon.com ha conseguido, aparentemente, influir en los consumidores a través de la relación con ellos y también dándoles la impresión de que ellos son los que deciden.

Sin embargo, al final del día, Amazon.com habrá conseguido los datos que necesita, dejando que los consumidores habiten felizmente lo que Eli Pariser llama de manera reveladora su «burbuja filtrada» . Es de sobra conocido que cuando diferentes personas buscan en Google la misma palabra pueden llegar a resultados distintos. Esto se debe a que Google refina su búsqueda de acuerdo con las búsquedas anteriores. De la misma forma, los que tienen muchos amigos en Facebook sólo recibirán las actualizaciones de aquellos amigos que Facebook entiende que quieren recibir, según la frecuencia de su interacción con esas personas. Por supuesto, Amazon.com también utiliza este modelo. Una preocupación paralela a la de Pariser, y legítima, es la que concierne a «los filtros de personalización al servicio de una suerte de autopropaganda invisible, que nos adoctrina con nuestras propias ideas, amplificando nuestro deseo por las cosas que nos son familiares y alejándonos de los peligros que rondan por el oscuro territorio de lo desconocido».

Pero en un contexto más amplio, los efectos generales de la vigilancia de los consumidores, especialmente la que se da a través de cualquiera de los usos de internet, no son sólo seleccionar a esos consumidores contentos y prometerles beneficios y recompensas futuras, sino también eliminar a aquellos que no cumplen las expectativas. Mencioné antes el trabajo de Oscar Gandy sobre este tema, que muestra cómo, en varios ámbitos, la «discriminación racional» que llevan a cabo las empresas tiene efectos negativos para algunos. Como dice Gandy:

“La discriminación estadística que permiten los sofisticados análisis contribuye a la desventaja acumulativa que sobrecarga, aísla y excluye y que, por último, amplía la brecha entre los que están arriba y todos los demás. Aunque los observadores han tendido a centrarse en el uso de esos sistemas publicitarios por internet, el alcance de estos es mucho mayor. Incluye el acceso a una serie de bienes y servicios, entre ellos los mercados financieros y de la vivienda, así como el de la salud, la educación y los servicios sociales”.

Todos estos temas ilustran la «vigilancia líquida», pero ahora desde el punto de vista del consumidor, y estoy seguro de que le apetece hacer comentarios sobre más de uno. Pero ¿podemos empezar con una pregunta que surge de su propia obra? Me parece que su preocupación por los efectos excluyentes de la vigilancia —en la que coincido plenamente con usted— le lleva algunas veces a minimizar las vías por las que los propios mecanismos de la vigilancia líquida ejercen presión sobre todos los consumidores. Esto es cierto si creemos que el análisis social tiene que preocuparse especialmente por aquellos que están marginados y excluidos; resulta vital comprender los mecanismos que lo facilitan. Pero el propio poder de vigilancia produce una variedad de comportamientos que afectan a diferentes grupos de manera diversa. ¿Está seguro de que, debido a la normalización de la mayoría, en este caso mediante la seducción por categorías, la minoría es objeto de una desventaja acumulativa?.

Zygmunt Bauman: Hace varias décadas, la gran ruptura (o salto adelante, como se recuerda en los anales del marketing) en el progreso de la sociedad de consumo fue el paso de la satisfacción de las necesidades (es decir, de la producción que responde a la demanda existente) a la creación de necesidades (es decir, el ajuste de la demanda a la producción existente) mediante la tentación, la seducción y el incremento del deseo. Este cambio estratégico produjo un enorme aumento de las ventas, junto con un considerable aumento de los costes: «Crear demanda» (o sea, producir y mantener un deseo por obtener y poseer algo) cada vez resultaba más costoso. Y ese coste en principio no se puede reducir: cada nuevo producto lanzado al mercado requería un deseo que tenía que crearse prácticamente de la nada, porque el deseo siempre es específico y orientado, y por ello no es transferible.

En la actualidad estamos avanzando hacia el tercer segmento de la tríada hegeliana. Dada la propensión general y asentada de buscar satisfacción entre los bienes en venta y la disposición universal a identificar «nuevo» con «mejorado» — así como la sofisticación de la tecnología de almacenamiento de datos que permite a esta predisposición situarse donde se le pueda dar respuesta cuanto antes—, puede producirse otro cambio fundamental: dirigir ofertas a personas o categorías de personas dispuestas a responder con entusiasmo a las mismas. La parte más costosa de esta estrategia de marketing —el surgimiento de los deseos— es eliminada entonces del presupuesto del marketing y trasladada a las espaldas de los consumidores potenciales. Como en la vigilancia, el marketing de bienes se vuelve cada vez más un asunto individual, y la servidumbre resultante del mismo se hace más y más voluntaria… Siempre que entro en Amazon, recibo un saludo con una serie de títulos «seleccionados especialmente para usted, Zygmunt». Siguiendo los datos de mi última compra de libros, existe una alta probabilidad de que me sienta tentado… ¡Y de hecho lo estoy! Por supuesto, gracias a mi diligente, aunque inocente, cooperación, los servidores de Amazon conocen ahora todas mis preferencias y aficiones mejor que yo mismo. Por eso ya no considero sus sugerencias como anuncios; las veo como una ayuda amable para facilitar mi progreso a través de la selva del mercado de libros. Y les estoy agradecido. Y con cada nueva compra, pago por actualizar mis preferencias en su base de datos e inevitablemente influyo en mis futuras compras…

Rastrear los nichos de mercado disponibles, una actividad que no necesita inversiones preliminares y promete resultados inmediatos, ha resultado ser un ámbito especialmente apropiado para el desarrollo de la tecnología de la vigilancia, como hecho a su medida. Es en este sector donde se realizaron los progresos más rápidos e impresionantes, y donde se espera el incremento más rápido e importante en un futuro próximo. El ejemplo de Amazon, que usted ha comentado con acierto, constituye un ejemplo perfecto de ello; se inicia aquí, como ya dije, la última parte de la tríada hegeliana en su aplicación a la historia del marketing. Otras compañías han seguido a Amazon, y muchas otras se preparan para hacerlo. Las herramientas de la vigilancia en el marketing se han afilado y adaptado a la vez que se difundían. Y en el marketing que practica Facebook, por ejemplo, se evitan las referencias a las preferencias personales del receptor de la oferta que puedan causar su rechazo. Se recurre en su lugar a las referencias «socialmente correctas», inofensivas para los defensores de las libertades personales, como las referencias a los gustos, las preferencias y las compras preferidas de algún amigo. De hecho, una ofensiva intencionada y descarada, de estilo panopticista, se disfraza bajo un ejemplo de sinóptico hospitalario y desinteresado, socialmente positivo, que actúa en nombre de la solidaridad…

Todas las campañas, por supuesto, se llevan a cabo únicamente sobre verdaderos consumidores. Pues los intentos de llegar a consumidores imperfectos o indolentes, los «sospechosos habituales» que los banópticos deben descubrir, identificar y eliminar, sólo supondrían un gasto inútil de recursos. En el ámbito de la vigilancia consumista, los dispositivos panópticos y sinópticos se ponen en marcha una vez que la labor de limpieza del terreno de los banópticos se ha completado.

Consumismo líquido

David Lyon: Sí, exactamente. Y esta es otra razón por la que pienso que su teoría de la «modernidad líquida» es tan útil para estudiar la vigilancia. Allí donde reina el consumismo, las llamadas redes sociales resultan más bien escasamente sociales.  Como usted dice, estas pueden verse como un sinóptico que actúa bajo el seductor pretexto de la solidaridad. Los consumidores líquidos modernos, incitados por los dispositivos electrónicos, tienden a acabar buscando el placer de manera individual. De hecho, oí un día a un estudiante que se quejaba (en una yuxtaposición curiosa de discursos) de que «tenemos el derecho a pasarlo bien». La burbuja con filtros en que nos envuelven las redes sociales, pero que inflamos nosotros cuando le soplamos nuestras preferencias y predilecciones con cada clic de ratón, reproduce simplemente esa «introversión» líquida, moderna y consumista que es simultánea y paradójicamente una forma de extroversión, y un deseo de publicidad.

En mi opinión, todo esto tiene que ver con un prolongado proceso en las culturas occidentales en el que la escopofilia (es decir, la afición a ser visto) se mezcla con la creciente ubicuidad de las prácticas de vigilancia, con varios efectos importantes. El primero concierne a la clara voluntad de participación de los consumidores en su propia vigilancia. Como hemos dicho, con el ejemplo de Amazon podemos entender desde dentro cuán atractivo resulta este proceso. Pero me pregunto si este fenómeno, que también puede considerarse en un sentido más crítico como la nula preocupación de los consumidores por su propia información personal, no puede llevarnos a complacernos por los viajes que realizan nuestras encarnaciones digitales. Antes que preguntarnos por qué la persona que está detrás del mostrador nos pide nuestro número de teléfono, el número de nuestro permiso de conducir y nuestro código postal, o por qué la máquina nos solicita más datos para poder completar la transacción, asumimos que debe haber una razón para ello que nos beneficia. Por ejemplo, cuando se trata del uso de las, ahora generalizadas, «tarjetas cliente» de alguna cadena de supermercados, compañías aéreas y otras. Un estudio reciente muestra que el pueblo «o bien no sabe o bien le da igual» saber la relación entre la utilización de tarjetas cliente y la elaboración de perfiles.

Sin embargo, por otra parte, la burbuja filtrada que con frecuencia creciente intenta convertir nuestra categoría de mercado en un nicho de consumidor también impide averiguar si otras personas han sido filtradas mediante el mismo criterio. Si el pueblo «no sabe o no se preocupa» por la construcción de perfiles de consumidores en la red, no es difícil deducir que todavía le interesará menos saber sobre el dispositivo banóptico del consumo, con su abruptamente llamada «desmarketización» de los consumidores fallidos. Por no mencionar los demás sistemas banópticos que abundan en los espacios urbanos, como los que impiden el acceso a servicios esenciales a las poblaciones proscritas conforme a sus perfiles personales, o aquellos otros que valorizan algunos distritos y demonizan otros, lo que nos devuelve a nuestra conversación anterior. Como mostró Stephen Graham, algunas ciudades norteamericanas, al igual que algunas del lejano Afganistán u otros lugares, se han vuelto «espacios de batalla», y por ese mismo hecho se han convertido en objetivos, también basados en los perfiles de la población. Y en estos casos trabajan juntos los militares y el mercado, en lo que James Der Derian llama el «complejo militar-industrial-mediático de entretenimiento».

Así pues, en varios aspectos, parece que la vigilancia del mundo del consumidor que busca la comodidad muestra curiosas conexiones con otros aspectos más familiares de la vigilancia. Estos mundos se apoyan mutuamente, y se ayudan mutuamente a crece…

Zygmunt Bauman: Sí, la tecnología es transferible, y en este caso, al igual que en muchos otros, fielmente transferida. No resulta fácil, imagino, decidir qué elemento del nuevo (ampliado, y presumiblemente más impresionante) «complejo» lleva la delantera. Hasta hace relativamente poco —durante la Guerra Fría y las subsiguientes aventuras militares del aspirante, y finalmente fallido, imperio mundial— la opinión más común asumía que el liderazgo era de los militares. Sin embargo, parece que la centralidad continuada de la seguridad pública en las políticas estatales se apoya hoy en día más en la búsqueda de legitimidad por parte de los Estados que en las «situaciones de hecho», esos hechos que orientan el centro de gravedad hacia el sector comercial (que incluye los medios de entretenimiento) del «complejo».

Usted sabe seguramente más que yo sobre la situación actual en este campo, pero supongo que los departamentos de I+D de las grandes compañías comerciales van camino de situarse a la cabeza en desarrollo actual de los gadgets y las estrategias de vigilancia, por delante de los laboratorios militares ultrasecretos. No dispongo de estadísticas —cuento en esto con usted, que está en una mejor posición, ya que estudió la materia con mucho mayor detenimiento que yo—, pero supongo que hoy en día no sólo los grandes beneficios de las empresas las orientan hacia esta vía, sino que también en tiempos de depresión económica esos departamentos de I+D forman parte de esas pocas áreas que no han sufrido recortes y que son inmunes a los mismos en el conjunto truncado o severamente recortado del capital de riesgo.

En cuanto a la cooperación silenciosa o vociferante, consciente o inadvertida, intencionada o por defecto, pero indudablemente masiva de los vigilados con el negocio de la vigilancia mientras este elabora sus «perfiles», no quiero atribuirlo sin más al «amor de ser visto». Es conocida la frase de Hegel que define la libertad como la necesidad aprendida y reconocida… La pasión por hacerse notar es la principal, y quizá el ejemplo más flagrante de esa regla hegeliana en nuestra época, en la que la versión actualizada y ajustada del cogito de Descartes es «Me ven (miran, notan, recuerdan) luego existo».

La llegada de internet puso al alcance de todo hijo de vecino una hazaña que antes requería escapadas nocturnas por parte de algunos artistas grafiteros entrenados y aventureros: hacer visible lo invisible, convertir lo ignorado y abandonado en flagrante e inesperado presente. En suma, convertir el existir en el mundo en tangible e irrefutable. O, recordando el diagnóstico realizado hace una docena de años por Dick Hebdige, del Centre for Contemporary Cultural Studies de Birmingham, internet ha sustituido el trabajo de intentar salir de la invisibilidad y del olvido, y de dejar de esta manera una huella en un mundo ciertamente extraño e inhóspito, sin tener que romper botellas o espinazos… Visto desde esta perspectiva, existir en el mundo con la ayuda de Facebook presenta ventajas sobre pintar graffitis, no requiere habilidades especiales y está libre de riesgos (la policía no te pisa los talones), es legal, está ampliamente reconocido, apreciado y respetado. El impulso es más o menos el mismo. Sólo son diferentes los medios para conseguirlo, que son mejores y proporcionan una mayor disponibilidad y un manejo más fácil. Y eso plantea si se ha convertido en diversión la rendición ante la necesidad…

Este impulso en cuestión, igual de imponente y arrollador, si no más, que en la era anterior a internet, surge de la extendida sensación de haber sido abandonado y descuidado, obligado a la invisibilidad en medio de un bazar de abigarradas y seductoras imágenes. Esa sensación genera sentimientos que, utilizando un reciente comentario de Le Monde, «oscila entre una rabia entumecida y una desesperación resentida». Creo que, en último término, ese impulso y esas sensaciones son los principales responsables del enorme e impresionante éxito de la actividad de «creación de perfiles elaborados por uno mismo».

Fuente e imagen: https://nuevarevolucion.es

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Reforma laboral en Grecia: ataque histórico contra la clase obrera

Por:  Oriol Sabata

El gobierno griego, encabezado por el Primer Ministro Kyriakos Mitsotakis (Nueva Democracia), aprobó el pasado 17 de junio una reforma laboral que supone uno de los mayores ataques contra la clase obrera en décadas.

Los grandes medios de comunicación apenas hablan de ello pero esta nueva legislación que se ha aprobado en Grecia significa un retroceso histórico en los derechos conquistados por los trabajadores.

La reforma de Mitsotakis plantea suprimir la jornada laboral de 8 horas y ampliarla hasta 10 horas. La patronal no estará obligada a pagar las horas extra, que podrán ser compensadas por días libres, aunque se fija un máximo. Además, se amplían las horas extra anuales permitidas de 90-120 a 150.

Esta ley elimina a los sindicatos como intermediarios y dinamita los convenios colectivos, de manera que los empresarios negociarán directamente y de forma individual con el trabajador, que perderá fuerza y capacidad de presión. Los sindicatos advierten que sin procesos colectivos las empresas tienen todas las de ganar a la hora de imponer sus condiciones.

Otro punto alarmante es que se obliga a los sindicatos a registrar a todos sus afiliados y limita el derecho a huelga. A partir de ahora, para convocar una huelga, el sindicato deberá presentar una votación en las fábricas y centros de trabajo que deberá ganar con el 50+1. En caso de que tire adelante, por lo menos un 33% de los trabajadores deberán asistir a trabajar para mantener lo que considera el ejecutivo «servicios mínimos».

Cabe destacar que la clase obrera griega trabaja una media anual de 1.950 horas, siendo uno de los países de la Unión Europea donde más horas de trabajo se acumulan.

El Ministro de Trabajo Kostis Hatzidakis, afirmó que se trata de una normativa que “pone los cimientos para un ambiente laboral moderno”.

Dimitris Koutsoumbas, Secretario General del Partido Comunista Griego (KKE), respondió al Ministro de Trabajo: «si se trata de un proyecto moderno, ¿porqué las condiciones de trabajo retroceden un siglo atrás, convirtiendo a los trabajadores en esclavos en el siglo XXI?». Koutsoumbas advirtió que con esta ley se aumenta el mecanismo de explotación de los trabajadores y que este tipo de medidas se pretenden imponer en otros países de la Unión Europea.

Nikos Mavrokefalos, miembro de la Secretaría Ejecutiva del sindicato PAME, dijo que los trabajadores no se quedarán de manos cruzadas ante la explotación por parte de los grupos empresariales y agregó que la lucha de la clase obrera mandará a la basura esta ley.

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Más docentes y menos ratio igual a mejor educación

Por: Puño en alto

La pandemia COVID19 ha puesto de manifiesto las numerosas carencias que presenta distintos ámbitos de nuestra sociedad, siendo el más evidente el de la Sanidad, pero no el único, pues otro ámbito es el educativo, en el que sin embargo hemos podido encontrar una mejora considerable gracias a las diversas medidas forzadas que se han llevado a cabo durante este atípico curso escolar 2020/2021, siendo las más importantes dos de ellas: la bajada de ratio en las aulas y la contratación de más profesionales del sector educativo.

La ratio de las aulas ha aumentado considerablemente en las últimas décadas, siendo hasta cinco veces mayor en los centros públicos que en los privados, algo que desde luego no es casual, crecimiento debido básicamente a la implantación por parte del PSOE y PP de leyes educativas que siempre han ido acompañadas de grandes recortes que afectan directamente al contrato de profesionales, viéndose estos disminuidos drásticamente. Algunas de las razones por las que es positivo bajar la ratio son las siguientes, como el hecho de que se suele olvidar algo tan importante como que cada alumno es diferente y, por tanto, necesita una atención diferente, imposible cuando en un aula hay una media de 30/35 alumnos por clase, teniendo aún más efectos negativos en aquellos estudiantes que pueden tener más dificultades, como alumnos con necesidades especiales o alumnos de integración tardía; al bajar la ratio, el profesor ha podido llevar a cabo una atención más personalizada, haciendo hincapié en las diferentes necesidades de cada alumno. Y, precisamente, cuando el profesorado no dispone del tiempo suficiente para enseñar debidamente la materia, nos encontramos con que muchos alumnos se ven en la obligación de un reforzamiento extraescolar, desmotivando al alumno y viéndose reflejado de forma negativa en su expediente académico; al bajar la ratio, el contenido de las diferentes materias se ha podido dar de forma adecuada y completa, no necesitando los alumnos refuerzo extra y obteniendo mejores notas.

Unido a la bajada de ratio, y como causa principal de esta, este curso se han contratado a 40.000 profesores más, la mayoría de ellos interinos que han visto la oportunidad de cursar un año entero y no solo días, semanas o meses como suele ser normalmente, contratos de periodos cortos que repercuten no solo negativamente en el alumnado que a veces se ven semanas sin un profesor sustituto y, por tanto, sin la posibilidad de poder dar todo el temario de forma adecuada, sino también en el profesor interino que se ve envuelto en numerosos problemas burocráticos y sin la perspectiva de dar un curso completo por delante, imposibilitándole que se impregne del proyecto educativo que tanto le beneficia a él como al alumnado. No ha sido el caso de este curso escolar.

Nos encontramos con que ya no son simples opiniones de unos profesionales, sino que se ha demostrado con hechos durante este curso escolar. Numerosos profesores afirman que la frase que más se ha oído entre ellos este curso ha sido: “Ahora sí que se puede trabajar”. Pero son muchos también los que nos preguntamos si cuando acabe la pandemia, habremos aprendido algo de ella o si todo volverá a la desastrosa situación anterior y parece, desgraciadamente, que todo apunta a lo segundo. Cabe preguntarse por qué.

Hay que destacar que en este atípico curso escolar se ha mejorado el rendimiento escolar de los alumnos y alumnas, se ha reducido el absentismo y se ha mejorado el índice de satisfacción en general de la comunidad educativa.   Paradójicamente una pandemia ha demostrado que la mejora de la calidad de la enseñanza y del rendimiento escolar del alumno pasa necesariamente por la contratación de más docentes que posibilite una sustancial disminución de la ratio alumnos por aulas, además de que se consolide un sistema educativo haciéndolo ajeno a las coyunturas políticas.

Bien, contratar a más profesional y como consecuencia bajar la ratio conlleva un grave “problema” para los gestores políticos: se tiene que gastar más dinero en Educación. Y ahí radica precisamente el problema, entenderlo como un gasto y no como una inversión, acostumbrados a que la Educación siempre sea puesta en segundo plano y cuando hay una crisis, esta siempre es utilizada como excusa para recortar en este sector, destinando ese dinero a otros asuntos, gastándolo en cosas que realmente no son tan importantes y no comprendiendo que la Educación es uno de los pilares del futuro de nuestra sociedad y, por tanto, debe ser prioritario hacer inversiones en ella para cualquier Gobierno con un poco de sentido común.

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Las trabajadoras y su organización

Por: Cristina González Vítores

Decía la revolucionaria Alexandra Kollontai que no hay que hablar de la existencia de ningún problema de la mujer especial, ya que la sociedad burguesa oprime a la mujer por ser parte de esa gran contradicción entre el capital y el trabajo.

Y es esa contradicción en particular, sumada a la falta de derechos generales a lo largo de la historia de las mujeres, lo que desembocará en la aparición de un nuevo fenómeno verdaderamente importante: el movimiento general femenino. Un movimiento que desde el principio ya se dividirá en dos grandes bloques: el movimiento femenino burgués y el movimiento femenino obrero.

Y esta división se viene dando desde el principio. Mientras que el movimiento femenino burgués, que luego desembocará en diferentes fracciones feministas, ha venido defendiendo los intereses de las propias mujeres de la burguesía, a pesar de propugnar que ellas luchan por todas las mujeres. Y nada más lejos de la realidad: lo que de verdad han provocado ha sido un conflicto entre sexos, contraponiendo a hombres y mujeres, convirtiendo su lucha en una cuestión de sexos y no de clases.

En cambio, el movimiento femenino de la clase obrera siempre ha tenido claro cuál es su lucha: la emancipación de las trabajadoras ligado íntimamente a la lucha de clases. Desvincular la lucha general de clases de la lucha particular de la emancipación de las trabajadoras conlleva legitimar las relaciones capitalistas de producción, puesto que exoneramos al sistema capitalista de las condiciones en las que vivimos la clase obrera y afirmamos que solo con cambios legislativos, parciales y superficiales podremos llegar a la anhelada liberación de la mujer obrera y de la clase trabajadora.

Pensar que hoy en día es posible una alianza interclasista en nombre de la “igualdad” no es más que una ilusión. Pensar que las mujeres somos un grupo homogéneo por el simple hecho de ser mujeres es no ser consciente de la realidad que nos rodea. Pensar que es necesario organizarnos como mujeres sin tener en cuenta a qué clase social pertenecemos, es correr el peligro de perder derechos que hemos conquistado como trabajadoras hace años.

Si algo nos ha enseñado la historia es que cuando las trabajadoras se han unido en su propia organización han conseguido todo tipo de derechos: desde poder trabajar en cualquier profesión sin ningún tipo de tutela hasta sus derechos sexuales y reproductivos más básicos.

El sistema capitalista está lleno de contradicciones, y una de las más importantes es la propia situación de la mujer: les servimos para la producción, nos integran en ella, pero seguimos teniendo en nuestras espaldas la mayor carga de las tareas reproductivas y de cuidados.

Sin la necesaria socialización de esas tareas, la emancipación de las trabajadoras no va a llegar nunca. Pero además debemos tener claro que sin la organización de las mujeres de la clase obrera por la eliminación del sistema capitalista, no será posible esa socialización. Es la pescadilla que se muerde la cola: sin organización no hay emancipación de la mujer; y sin emancipación de la mujer no hay una nueva sociedad posible.

Por ello es tan necesario unirnos bajo una sola bandera, la de nuestra clase, y dejar de lado luchas y batallas ajenas. Empecemos con nuestra organización para conseguir esa sociedad a la que aspiramos, la del hombre y la mujer nueva, donde no haya ni explotados ni explotadores; en definitiva, ese país que la clase obrera necesita.

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