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Recuperar nuestra voz

Por:  Paula Albornoz

Cuántas mujeres olvidadas porque ni
siquiera ellas pueden o podrán decir
“esta boca es mía”, “este cuerpo es
mío”, “esto es lo que yo pienso”.
Virginia Woolf

William Shakespeare, Antoine de Saint, Oscar Wilde, Franz Kafka, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges. Esos son solo algunos de los incontables nombres masculinos dentro de lo que se considera el canon literario: obras clásicas que trascienden los tiempos y las fronteras. Las obras de dichos autores representan la más alta cultura, o al menos, la mejor valorada. Es esperable y, más aún, deseable, que cualquier lector o lectora que se respete haya leído por lo menos uno de los títulos de estos grandes autores. Por supuesto, yo leí varios, y siempre me sentí muy orgullosa de haberlo hecho.

No fue hasta recién finales del año pasado cuando releyendo algunos de los títulos recostados en mi biblioteca me percaté de una cosa; la gran mayoría de los libros que he leído desde la más tierna infancia hasta mi adultez fueron escritos por hombres. Cien años de soledad. La naranja mecánica. Canción de Navidad. Un mundo feliz. Ensayo de la ceguera. Bajo la misma estrella. Natacha. Desde los cuentos infantiles hasta las novelas para adolescentes y las historias para adultos, sin intención de mi parte – pero seguro que de la de alguien más, sí -, habían sido creadas en las mentes del género opuesto. Toda mi concepción literaria del mundo había sido formada por personas que jamás podrían haber vivenciado ni una milésima de lo que es ser mujer en este mundo, a la vez en que yo había sido educada y moldeada por personas con las que jamás me podría identificar. Todos ellos han sido brillantes y sin duda he disfrutado leerlos, pero comencé a interesarme por leer a mis pares y a mujeres que, quizá, pudiera tomar como referentes en la literatura.

Marcela Serrano, escritora chilena, ha declarado: “El día en que el hombre se apoderó del lenguaje se apoderó de la historia y de la vida. Al hacerlo nos silenció. Yo diría que la gran revolución es que las mujeres recuperen la voz”. De más está decir que concuerdo completamente. Esto es así más aún cuando las mujeres son latinoamericanas, racializadas pobres. Hay unos pocos nombres femeninos que han llegado al canon literario (Jane Austen, Virgina Woolf, Louise May Alcott), más todas ellas tienen algo en común: su posición social y geográfica; europeas de la clase alta. Es por ello que no solo es revolucionario que cada vez lleguen más títulos de autoras a los aparadores de las librerías, sino también que las lectoras – y los lectores – elijamos conscientemente la literatura que queremos consumir de ahora en adelante. Y no, por supuesto que esto no significa dejar de leer a varones. Significa, simplemente, que me gustaría que las niñas, las jóvenes y las adultas pudiésemos empezar a ver el mundo desde ojos similares a los nuestros, a sentirnos identificadas, a escribir nuestra propia historia. Darnos lugar en nuestras bibliotecas también es un acto de sororidad.

Virginia Woolf: “me aventuraría a pensar que Anónimo fue a menudo una mujer”

Durante mucho tiempo, la prosa de autoras como Alfonsina Storni eran catalogadas como “poesía femenina” o “literatura femenina”, como si el calificativo le restara valor literario e intelectual. Lo cierto es que la misma Alfonsina tuvo en muchos aspectos de su vida y de su obra una visión feminista, desafiando los mandatos sociales de la época – por ejemplo, siendo madre soltera – y traspasando ideas revolucionarias al papel como en las poesías “Me quieres blanca” u “Hombre pequeñito”. En la actualidad, la etiqueta “femenino/a” ya no se usa en obras escritas por mujeres, pero eso no significa que se las valore de la misma forma que las escritas por varones. Ahora hay formas mucho más sutiles de descalificarlas. Para dar un ejemplo me transporto a mi adolescencia, en la época en que la saga “Crepúsculo”, de la escritora Stephanie Meyer, eran la sensación entre las chicas.

Las jovencitas éramos motivo de burla y de bullying, especialmente en Internet, por leer esa clase de libros. Absolutamente todo lo que esté dirigido hacia un público mayormente femenino siempre es menospreciado y burlado: no solo la literatura, también la música, las películas, etc.

Se suele decir que el arte producido por hombres es el arte “de verdad” (¿a ustedes nunca les dijeron algo como “vos tenéis que escuchar música de verdad” o “vos tenéis que leer literatura de verdad”, refiriéndose a la producida por hombres?), lo que nos deja a nosotras con su antónimo: nuestro arte es falso, o de mentira. Nuestro arte es de segunda mano, no digno de ser valorado. ¡Qué casualidad! La misma concepción que tienen para con nosotras como seres humanas.

Ya lo dijo Virginia Woolf: “me aventuraría a pensar que Anónimo fue a menudo una mujer”. El arte proveniente de las mujeres siempre fue poco valorado, y es por eso que a lo largo de la historia muchas de ellas tuvieron que usar pseudónimos masculinos, dejar firmar por ellas a sus maridos o simplemente inscribirse como “Anónimo”. De otra forma, su producción artística jamás hubiese llegado hasta nuestros días. Aún hoy se espera que las mujeres releguen sus vidas al ámbito doméstico, y pocas veces sus trabajos son reconocidos como se merece. Solo por dar un ejemplo, el Premio Nobel de Literatura, sin duda el más prestigioso, hasta el 2017 había premiado a 14 mujeres frente a 100 hombres – y sin duda no es porque no haya habido buenas escritoras. Los hombres escriben libros para que los lean los hombres y los premien otros hombres.

Los pseudónimos no están tan atrás en el tiempo como pensamos o deseamos; la autora de “Harry Potter” aún es conocida como J.K. Rowling, porque al publicar su famosísima saga le aconsejaron que sería mejor para las ventas que no se supiera que su autora era mujer. Solo cuando el libro fue bien recibido por las críticas y la audiencia se reveló su nombre real, Joanne.

Desde mi humilde lugar tanto de lectora como de escritora, propongo que, una vez más, seamos nosotras las que empecemos a cambiar las cosas. Escribir, contar nuestras vivencias y explayar en la hoja nuestra visión del mundo, y también leer y descubrir lo que otras tienen para decir. Me sigo preguntando cómo sería yo ahora en general y como escritora en particular si desde pequeña me hubiera nutrido más de autoras. No importa, no pienso lamentarme ya. Ojalá sea esa la oportunidad de las generaciones presentes y futuras. Pero de ahora en más, me propongo compensarlo. Por lo menos, igualar el número de libros escritos por hombres en mi biblioteca con libros escritos por mujeres. ¿Se animan a hacerlo ustedes?

Nosotras también tenemos historias que contar. De hecho, nosotras también tenemos historia. En inglés, la palabra historia (“history”) podría ser dividida en dos partes: “his story”. “His” es un adjetivo posesivo masculino, entonces estaríamos diciendo “su historia”, pero la de los hombres. La historia de él (de ellos). ¿Qué pasaría si por una vez queremos cambiarlo? ¿Qué pasaría si queremos hablar de herstory? (“her story”, la historia de ella, de ellas). El lenguaje y las historias, los cuentos, las novelas, la literatura, nos moldean, y ha sido así desde el comienzo de los tiempos, cuando se transmitían de boca en boca. Tal es su relevancia en nuestras vidas y en la sociedad. Tal es su relevancia en el feminismo y en la revolución. ¿Cómo cambiar la historia si no podemos contarla? ¿Para qué contar la revolución si nadie va a leerla?

Nos propongo ser nuestras propias lectoras. Hasta que, de a poco, todo el mundo nos haya escuchado (o mejor dicho, leído).

Fuente e imagen: https://nuevarevolucion.es/recuperar-nuestra-voz/

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Urgente leitura comunista do falido golpe de estado trumpista

Por Carlos Morais

A manobra trumpista de ocupar o Capitólio nom está inspirada na correta declaraçom de princípios de «tomar o céu por assalto», manufaturada por Karl Marx.

Mais bem deriva da história de contínuos golpes de estado, invasons e intervençons militares contra os povos do mundo. Prática inerente aos inquilinos do poder político de Washington, iniciada com a aniquilaçom dos povos indigenas já antes da declaraçom de independência de 1776, da guerra contra a cidade-estado de Trípoli em 1801, até o recente golpe contra o governo progressista na Bolívia em 2019, e as açons injerencistas contra a Venezuela bolivariana.

Os sucessos de ontem, no centro neurálgico da institucionalidade do imperialismo ianque, nom fôrom um movimento insurrecional promovido pola classe obreira norteamericana. Respondem à virulenta disputa entre fraçons burguesas por gerir ao seu favor a turbulenta crise crepuscular do modo de produçom capitalista.

A profunda multicrise estrutural que padece o capitalismo obriga procurar hegemonia de forma violenta entre as fileiras do bloco oligárquico. O que antes se negociava, agora deve ser arrancado de jeito aparentemente menos amigável.

Assistimos aos primeiros episódios de um conjunto de convulsons no coraçom do «sistema-mundo».

Donald Trump era consciente desde o primeiro minuto que nom contava com o aval do complexo militar-industrial, verdadeiro poder real nos EUA. O establishment levava semanas enviando mensagens em prol de umha transiçom pacífica e ordenada.

Porém, umha fraçom do Partido Republicano optou por tentá-lo, pois assim Trump reforçava o liderato entre os seus seguidores e facilitará avançar na rutura do Partido Republicano, criando condiçons para o agromar de umha nova força política que quebre o artificial bipartidismo da falaz democracia norteamericana.

O comunismo revolucionário galego nom critica o assalto do Capitólio por quebrar as normas da democracia burguesa, em realidade a ditadura encuberta da burguesia.

Nom alinhamos com as condenas das «esquerdinhas» que como papagaios e ventriloquistas repetem umha e outra vez o discurso sistémico.

Nom apoiamos os apelos a respeitar as ‘regras democráticas’. Pura trapalhada!

O assalto ao Palácio de Inverno de Petrogrado na madrugada de 26 de outubro de 1917, foi chave no êxito da Revoluçom bolchevique, logrando capturar o Governo provisório e facilitando a descomposiçom do póstzarismo.

O mundo novo polo que luitamos nom emergerá de Capitólios, de Cortes, paços do Hórreo, nem de Parlamentos ou Assembleias Nacionais.

Nascerá da insurreiçom operária e popular, de organizar umha Revoluçom Socialista que derrubará este mundo velho que cai a pedaços, para edificar um mundo novo, o que nalgum momento da sua vida todo ser humano algumha vez sonhou.

O projeto fascista que Trump representa é o nosso principal inimigo, mas o liberalismo globalista e imperialista de Biden só se diferença nas formas.
O agravamento da crise institucional dos EUA é pois umha boa notícia!

Fuente e imagen: https://nuevarevolucion.es/urgente-leitura-comunista-do-falido-golpe-de-estado-trumpista/

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Falso dilema

Por:  Puño en alto

Salvar el verano o salvar las navidades han sido latiguillos que algunos gobernantes han ido soltando para justificar determinadas decisiones o inacciones, es decir, querían decir salvar la economía cueste lo que cueste.

Sacrificar vidas para salvar la economía o salvar vidas sacrificando la economía, este es el falso dilema en el que dicen estar instalados algunos de nuestros gobernantes desde el inicio de la desescalada tras el confinamiento domiciliario.

Para ilustrar mejor esta sin razón propongo que recuerden la magistral película “Salvar al soldado Ryan” de Spilberg que narra con crudeza bélica como en plena II Guerra Mundial la misión de encontrar y traer sano a su madre a un soldado, encomendada a un pelotón de hombres que no entienden el sentido de sacrificar vidas para salvar una.

Salvar el verano o salvar las navidades han sido latiguillos que algunos gobernantes han ido soltando para justificar determinadas decisiones o inacciones, es decir, querían decir salvar la economía cueste lo que cueste. Salvar el verano costó una segunda ola de contagios y muertes y ya nadie niega que salvar las navidades va a costar una tercera ola de contagios y nuevas muertes. Y la economía, la macro y la micro, sigue estando igual o más deteriorada aún. Y si algún privilegiado soldado Ryan, muy pocos, ha podido solventar su economía, ha sido a costa del sufrimiento trágico de muchos y gracias al capitalismo de amiguetes que practican algunos y algunas gobernantes con la excusa de la pandemia.

La referida dicotomía antagónica no puede resolverse desde ninguna perspectiva ideológica, sin embargo, es patente quienes han puesto en todo momento el componente ideológico, que no ha sido otro que el neoliberal. ¿Qué no ha sido construir un inoperante hospital de pandemia cuyo coste va por más de 100 millones de euros en vez de potenciar con medios humanos y materiales los hospitales públicos existentes? ¿Qué otra cosa no ha sido si no el empeño de que se dispensase los TCR en las farmacias? ¿Qué no ha sido, más allá de la incompetencia e inoperancia, si no ralentizar la vacunación para justificar poder privatizar dicho servicio? ¿Qué no ha sido si no que una vez terminadas las fiestas, se anuncien por doquier medidas de restricciones duras debido al alarmante crecimiento de nuevos contagios?

La disyuntiva es falsa porque, entre otras cuestiones, nunca ha existido como tal y porque en ningún momento se está salvando vidas a costa del deterioro de la economía ni se está aliviando la economía sacrificando vidas, tan solo se está justificando para la privatización de servicios sanitarios públicos esenciales y evitar coste electoral. Y sigue siendo falsa porque no ha habido ningún dilema moral en ello, ni se ha pretendido encontrar alternativa alguna.

Todo estaba decidido y premeditado de antemano y aprovechando el efecto narcotizante que causa a la gente las fiestas navideñas y la cooperación inestimable de unos medios de comunicación dopados muy generosamente a la causa. Ahora, terminadas las fiestas todas las comunidades autónomas anuncian duras medidas restrictivas para evitar una tercera ola sin haberse superado la segunda.

Otro componente que hace pensar del falso dilema, es que cada cual antes de decidir tal iniciativa ha estado mirando las encuestas. Así ha pasado en Catalunya, así está pasando en Madrid y así está pasando en otras comunidades autónomas, donde el miedo a tomar una medida supuestamente impopular ha servido para que no se evitara el despropósito colectivo navideño.

En definitiva, no ha existido dilema, ni dicotomía, ni disyuntiva de ningún tipo ya sea de tipo moral, ético tan solo ha habido ideología, cálculo mediático y coste electoral, todo ello por encima de la economía y, por supuesto, de las vidas.

Fuente e imagen: https://nuevarevolucion.es/falso-dilema/

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La COVID-19 y la contradicción Capital-Vida

Por: Daniel Álvarez González

EL SISTEMA TIENE QUE ELEGIR ENTRE SU COLAPSO A FAVOR DE LA VIDA O SU SUPERVIVENCIA EN DETRIMENTO DE ÉSTA. Y PARECE QUE EL CAPITALISMO AGONIZANTE PREFIERE MORIR MATANDO PARA PODER SEGUIR EXPLOTANDO UN DÍA MÁS.

Esta pandemia que se ha extendido por todo el globo está demostrando ser de gran interés sociológico, pues como afirma Luis Gonzalo Seara (1983) la sociología es el acercamiento crítico a la realidad, la cual se presenta como una aventura dialéctica que hay que descifrar. Y esta situación de crisis sanitaria representa todo un reto que han de abordar también los científicos sociales.

Los aspectos políticos, económicos, culturales y sociales de esta epidemia global deben tratarse desde una perspectiva que tenga en el punto de mira el sistema capitalista, pues es la clave para comprender con mayor precisión los procesos que se están sucediendo y están por suceder alrededor del mundo por culpa del contexto de crisis que estamos viviendo. Esto ha de ser así porque las contradicciones del sistema se agudizan y pasan a ser más claras, más fáciles de identificar. Los problemas estructurales derivados de la pandemia muestran con más evidencia las disfunciones del capitalismo.  Para comprender el porqué podemos recurrir a lo que Ulrich Beck (2002) llamó “la sociedad del riesgo” y de cómo esta tiene un marcado carácter de clase. Estamos siendo observadores de cómo los gobiernos al servicio del capital atienden con urgencia y preponderancia los asuntos económicos y tratan la emergencia sanitaria como algo secundario que hay que superar a cualquier coste –humano- para salvaguardar los intereses de la economía de mercado. Frente a esta situación cobra más sentido que nunca el concepto de nuda vida que plantea Giorgio Agamben (1998), pues la vida no vale nada, el coste social de la pandemia ha de ser alto para que el sistema pueda sobrevivir. La mercancía trabajo, el factor humano, es prescindible y sustituible gracias a que el capitalismo se ha procurado tener siempre a mano un gran ejército de reserva disponible para que, en caso necesario, ocupe los puestos en sus máquinas para que todo siga funcionando.

Esta es la lógica del capitalismo, inhumana pero racional. Sopesa pros y contras, los costes y beneficios de no parar la economía. La contradicción fundamental se da entre la vida en un sentido humanista y colectivo, y la acumulación a través de mandar a una muerte segura a aquellos que generan la riqueza que acaba en manos privadas. El sistema tiene que elegir entre su colapso a favor de la vida o su supervivencia en detrimento de ésta. Y parece que el capitalismo agonizante prefiere morir matando para poder seguir explotando un día más. Se ha hecho manifiesto –como en otras ocasiones a lo largo de la historia- que para que la rueda del capital pueda seguir girando tienen que llevar al matadero a la clase obrera para lubricar con su sangre los engranajes de la máquina del Das Kapital. La élite burguesa occidental no parece que vaya a sacrificar sus ganancias y propiedades, pero sí parece que están dispuestas a que miles de trabajadores pasen a formar parte de las estadísticas que recogen los fallecimientos por la Covid-19. Es el daño colateral necesario para que no caiga su imperio del dinero. Queda demostrado así que los riegos se acumulan “abajo” y las riquezas “arriba” (Beck, 2002), que son los trabajadores los que dan su vida para que otros puedan vivir cómodamente.  Aunque lo quieran ocultar, la lucha de clases está muy presente en esta pandemia y, desgraciadamente, será la clase trabajadora la que pagará doblemente esta crisis: primero con su vida y después con el sudor, precariedad y explotación más severa que vendrá con la recesión económica que dejará la pandemia. Como siempre, los desposeídos serán los encargados de reanimar al monstruo estertoroso que nos condenará, más si cabe, a ser los esclavos que lo mantengan en su fase terminal.

Pero quizá podamos aprender algo de aquellos países que con su actuación han demostrado anteponer la vida a la economía porque son conscientes de que ésta última está subordinada a la anterior, no al revés. Me refiero al caso particular de la gestión de la crisis del Gobierno chino, cuyo país ha sido vilipendiado por la prensa occidental –mercenaria y sensacionalista que no ha sido nada rigurosa- que ha repetido constantemente que China mentía y ocultaba datos. La realidad es que el Gigante Asiático ha demostrado ser un ejemplo en la lucha contra el Coronavirus –incluso la OMS, nada sospechosa de ser prochina, ha apoyado las políticas llevadas a cabo por su gobierno-, pero en parte esto no sólo ha sido gracias a las medidas adoptadas de un confinamiento estricto o a la gran capacidad de movilizar medios y recursos para construir un hospital totalmente equipado en 10 días para atender y tratar a los afectados por el virus en la ciudad epicentro de la pandemia. Hay un elemento que hay que tener en cuenta para comprender el porqué del éxito –si lo comparamos con países occidentales- de las medidas adoptadas, y es que la sociedad china ha demostrado tener un gran sentido de la responsabilidad colectiva ligada, a su vez, a una tradición de la disciplina. Quizá estos valores tan importantes –entendidos por algunos pensadores occidentales como técnicas de dominación- sean herencia del socialismo chino, que han elevado la consciencia colectiva de gran parte de su sociedad, demostrando que son un pilar fundamental en tiempos difíciles.

Pero no sólo tenemos el ejemplo de China, sino que otros países asiáticos como Vietnam han demostrado su madurez ejemplar con la estrategia adoptada para frenar al Coronavirus, dejando al descubierto la decadencia de las sociedades occidentales.

En las sociedades occidentales estamos viviendo un fenómeno de infantilismo que pone en riesgo la salud pública. Negar nuestra responsabilidad colectiva y anteponer los derechos individuales por encima de todo, es decir, la ideología dominante liberal del sistema capitalista, es un peligro para la vida. La superestructura ideológica del capitalismo amenaza la supervivencia en tanto en cuanto rechaza la responsabilidad colectiva para enfrentar la pandemia. Cuando se antepone el individuo a la sociedad, el egoísmo frente a la solidaridad, acabamos siendo testigos de protestas –en plena crisis sanitaria mundial- en las que se reivindica nuestro derecho a ir a la peluquería, al gimnasio o a la casa de la playa. Los aspectos más subjetivos del capitalismo son necesarios para que la contradicción vida-capital sean pasados por alto por la sociedad. La esfera ideológica sirve para agudizar, a la vez que para ocultar, los problemas sistémicos del capitalismo. La ideología imperante en occidente es un obstáculo más que dificulta la lucha contra el virus, pues alimenta y trata de legitimar sus lógicas. Poner la vista en Asia quizá estimule a la clase trabajadora para imaginar que otro modelo de sociedad es posible y que sí puede contenerse el virus. Y digo imaginar, porque el proyecto de la clase trabajadora ha de ser el de un proceso transformador que nos lleve al socialismo, pero en estos tiempos en los que anda desamparada y sin rumbo, necesita de un acicate que le dé esperanza.

Una cosa está clara y es que la pandemia más peligrosa, la que más mata y matará si no ponemos remedio, es la del Capitalismo.

Daniel Álvarez es graduado en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid.

Fuente e imagen:  https://nuevarevolucion.es/la-covid-19-y-la-contradiccion-capital-vida/

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¿Por qué es necesario hablar de Venezuela?

Por: Ana Mosquera

En 1960, Xosé Velo, un revolucionario gallego tomó el mando, junto con otros compañeros gallegos y portugueses, de un barco cargado de emigrantes, el Santa María, para denunciar las dictaduras de Franco y Salazar. Su acción de propaganda resultó eficaz, pues bastantes años después en las aldeas de Galicia aún se recordaba esta acción y, a pesar de la propaganda franquista, lo ocurrido en el Santa María, rebautizado en esa travesía como “Santa Liberdade”, siempre fue contado como una aventura positiva.

Hoy en día no es preciso hacerse con el control de un barco de pasajeros para que una noticia circule de boca en boca. Gracias a las redes sociales y a los móviles, podemos hacer llegar nuestra información si actuamos de forma inteligente. Los teléfonos móviles podrían llegar a ser como ya los ha afirmado algún periodista las “nuevas kalashnikov del pueblo”. Cada persona tiene una cámara para grabar y medios para transmitir en segundos al extranjero cualquier acto de brutalidad, como ya ocurrió durante el golpe de Estado de Bolivia, y esto tiende a limitar sin duda las acciones violentas de los golpistas.

Pero cuando hablamos de Venezuela nuestro trabajo de información tiene además que atravesar una serie de barreras y prejuicios que van más allá de la desinformación y los tópicos.

En primer lugar, hay que tener en cuenta la relación casi colonial de Venezuela con Estados Unidos. Venezuela es un ejemplo para el resto de los países de Latinoamérica y así se demostró en los últimos veinte años.

Se busca que Venezuela siga vendiendo petróleo en crudo, y otras materias primas a buen precio y siga siendo dependiente en todo lo demás.

En la época de los petrodólares, años setenta, las élites venezolanas ya habían decidio que su producción industrial estaría ubicada en el Puerto de la Guaira, es decir, que se limitarían a comprar productos terminados y a vender petróleo.

Carlos Andrés Pérez, en 1974 en una campaña muy vistosa con toda Caracas llena de enormes pancartas, “nacionalizó” el petróleo que hasta ese año era propiedad de las multinacionales norteamericanas. Pero esa nacionalización lo fue en realidad de los gastos de producción, que pasaron a ser asumidos por el Estado venezolano, manteniendo las empresas norteamericanas las ganancias.

En segundo lugar, la actual revolución le devolvió la dignidad al pueblo. Hoy el pueblo soporta muchas penurias por causa del bloqueo, pero muchos también recuerdan los años en que no existían oficialmente porque no se les reconocía la condición de ciudadanos. Circunstancia que nunca se menciona en los medios cuando hablan de Venezuela.

Desde la época de Carlos Andrés Pérez, e incluso desde antes, había barrios enteros de Caracas que, a pesar de ocupar una gran superficie, no figuraban en las cartografías de la ciudad. Barrios que se venían abajo en la estación de lluvias con sus casitas, entonces de latas y cartón, hoy de ladrillo. Cuando los habitantes de los cerros quedaban sepultados bajo los aludes de tierra, las víctimas no se computaban como muertos, simplemente porque oficialmente no estaban vivos. Barrios que no desaparecían porque no estaban en el mapa.

Recuerdo estar presente en un pueblo, Güiria, en Oriente, cuando se produjo una amenaza de maremoto, causada por la explosión de un volcán en una isla próxima. Durante toda la noche un vehículo con megafonía mantuvo a los vecinos alerta por si hubiese que evacuar el pueblo. Pero a la mañana siguiente mis padres me llevaron a la playa, a unos pocos km y preguntaron en los poblados de chozas al lado del mar como habían pasado la noche. Nadie había acudido a avisarles de que corrían peligro. Ellos tampoco habrían muerto, ni habrían desaparecido, porque probablemente tampoco estaban en el mapa.

Que estas personas pasasen a ser considerados ciudadanos de pleno derecho es una de las claves de que se mantenga el apoyo popular al proceso venezolano. La explicación más didáctica me la ofreció sin desearlo, en el año 2001, un emigrante gallego: “Chávez -me dijo- es un dictador. Gana las elecciones solo porque le votan los de los ranchitos”. Es su forma de entender la democracia.

Este emigrante no comprendía que “los de los ranchitos”, léase, los habitantes de los barrios humildes, que acababan de ganar el derecho al voto al ser legalizados y censados, eran mayoría en el país.

Estas personas pasan penurias y sufren por el bloqueo pero se acuerdan de cuando “no existían”. Muchas de ellas vieron un médico por primera vez en su vida cuando Chávez llegó al poder. Gracias a las misiones de escolarización la Unesco declaró a Venezuela libre de analfabetismo.  La misión vivienda entregó tres millones de viviendas en un país de 30 millones de habitantes.

La oposición no democrática, Leopoldo López Mendoza y su corte de Madrid, no comprenden que estas personas pueden estar descontentas en temas puntuales, pero que no permitirán una marcha atrás, a la época que esa derecha considera su tiempo de gloria. Algunos de estos descontentos pudieron haber votado a la oposición en las anteriores elecciones a la Asamblea Nacional, pero en el momento en que esta oposición mostró su cara los más dudosos se volvieron atrás, igual a lo que ocurrió en Bolivia.

El pecado original del chavismo es dar la voz a los humildes. Al tener acceso a la educación se le están abriendo puertas de poder a clases sociales que hasta hace veinte años no eran tenidas en cuenta.

En tercer lugar y puesto que escribimos desde el Estado español no es imposible negar la amalgama de intereses económicos en el país venezolano. Intereses en su momento capitaneados por Felipe González y el Grupo Prisa, amigo íntimo del empresario Cisneros y de Carlos Andrés Pérez. Cisneros se vio premiado en 1984 con la venta a precio de saldo de Galerías Preciados, por parte del Gobierno de González por 1.000 millones de pesetas. En 1987 Cisneros vendió la empresa a la firma británica Mountleigh por más de treinta veces su precio de compra.

Estas turbias relaciones económicas en las que participa el grupo PRISA, en la actualidad en manos de un fondo de inversión norteamericano, explican la extraña obsesión de algunos dirigentes, de la vieja guardia del PSOE con el Gobierno de Venezuela, llegando al extremo de desautorizar a su observador internacional en el país, José Luís Rodríguez Zapatero.

A esto sumamos la obsesión de la derecha con Venezuela en sus campañas de propaganda, aprovechando la presencia indiscutidamente negativa en los medios tradicionales. Como es sabido en el madrileño barrio de Salamanca está asentada una colonia de “venezolanos-miameños” con mucho dinero para repartir y para comprar influencias. Uno de ellos es el propio padre de Leopoldo López, actual diputado europeo por el PP y nombrado coordinador de Derechos Humanos en el Parlamento Europeo.

Estas elecciones venezolanas no serán reconocidas por Estados Unidos, ni por sus aliados. Estos solo las aceptarían si tuviesen la certeza de que las va a perder el chavismo. Buscan elecciones a la carta, en el momento y condiciones que les interesen, con indiferencia de la legalidad venezolana.

Interesa que no se resuelva el conflicto de la Asamblea Nacional saliente, buscan una pequeña grieta jurídica para justificar el masivo bloqueo económico y financiero, y también el expolio de la empresa Citgo, o la expropiación de dinero del Estado venezolano, llevados a cabo desde los Estados Unidos con la complicidad  Juan Guaidó y la excusa de la Asamblea Nacional.

A Leopoldo López y su Corte de Madrid, no le importan Venezuela ni el pueblo venezolano.

Por la contra si existe una derecha en Venezuela que cuando piensa en instaurar un modelo liberal, piensa en su país. Esa derecha concurre a las elecciones. Demasiado fragmentada, pero concurre.

La derecha violenta y golpista sin embargo, que ahora se ha instalado en Madrid, no acudirá, porque en realidad no mira a Venezuela, ni le importan los venezolanos, busca recuperar los antiguos privilegios y la enorme desigualdad de la cuarta república. Olvidan que el pueblo tiene memoria, que pueden presionar, que se puede retroceder un tiempo, pero la historia no camina hacia atrás.


*Ana Mosquera es la  Presidenta de la Agrupación Xose Velo,  constituida como Asociación gallega para la solidaridad con América Latina. Esta Agrupación tiene entre sus fines contrastar la información de los medios “oficiales”.

Fuente e imagen: https://nuevarevolucion.es/por-que-es-necesario-hablar-de-venezuela/

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Que el pueblo se lo demande

Por:  Francisco Javier López Martín

Pasan los meses de gestión del nuevo Ingreso Mínimo Vital (IMV) y hay en torno a un millón de solicitudes), aunque se han resuelto poco más de 300.000, de las cuales se han rechazado cerca del 60 por ciento. El ministro de la Seguridad Social un día dice que la mitad de los solicitantes van a ser rechazados y otro día cuenta que entre un 20 y un 30% no van a cobrar porque no reúnen los requisitos. Algo no marcha desde el principio, alguien no se ha creído este proyecto y el propio gobierno lo sabe.

Se empeñaron en crear una nueva prestación económica para personas sin ingresos cuando ya existían programas de rentas mínimas en todas las comunidades autónomas. Se empeñaron en inventar la pólvora sin tomar en cuenta que no tenían capacidad, aún más en tiempos de pandemia, para hacer frente al alto número de solicitudes que podía producirse.

Para completar el desatino, en esas ansias que los gobernantes suelen demostrar a la hora de controlar los posibles fraudes de los más pobres (que nunca se corresponde con la misma diligencia con respecto a los más ricos), el gobierno se dedicó a poner condiciones extenuantes en la normativa de creación del Ingreso Mínimo Vital (IMV) para controlar el acceso.

En consecuencia, meses después de ponerlo en marcha, el resultado es decepcionante. Menos mal que quienes ya cobraban una renta mínima en su comunidad autónoma la han seguido cobrando, aunque Comunidades como la Madrileña envían cartas a sus ciudadanos amenazando con quitarles la percepción si no solicitan el IMV, siguiendo así el mismo criterio de ahorrar con los pobres para transferirlo a los ricos, en forma de concesiones de contratos a grandes grupos privados para pruebas serológicas, rastreadores, plazas de hotel, hospitales como el del IFEMA, de usar y tirar.

El gobierno podría haber revisado en profundidad la nueva prestación del IMV, pero eso significaría reconocer que hay algún error de bulto, por exceso de unos y por defecto de otros. Por ello han preferido introducir modificaciones en la tramitación de las ayudas del IMV, en un intento desesperado por enmendar el entuerto.

Han acordado que las ayudas se cobren con carácter retroactivo, en caso de ser aprobadas, es decir que comenzarán a pagarlas desde el 1 de junio y no desde el momento de la aprobación, lo cual significa que se cobrarán atrasos. Algo es algo, menos es nada, pero eso no soluciona el alto número de rechazos que el ministro pronosticaba, porque él mismo hizo la ley y la trampa.

Otra de las modificaciones es que el plazo de resolución se extiende a seis meses, para evitar que el silencio administrativo haga decaer la solicitud a los tres meses de haberse presentado. Se reconoce así la incapacidad para resolver en cortos plazos de tiempo las solicitudes de quienes viven situaciones verdaderamente dramáticas.

En cuanto a la obligación de estar inscrito como demandante de empleo se elimina como requisito para tramitar la solicitud, aunque se mantiene con posterioridad, si la solicitud se aprueba. Se matiza además esta obligación para estudiantes, cuidadores no profesionales de personas dependientes, mayores de 65 años, o personas reconocidas  como dependientes, o con discapacidad.

Tampoco tendrán que presentar certificado de empadronamiento y será la propia administración la que compruebe los datos del padrón. Algo que forma parte de la obligación de todas las administraciones de no someter al administrado a la obligación de aportar documentos que obran en poder de alguna de ellas.

El que las personas sin recursos puedan contar con unos ingresos mínimos para atender a las necesidades vitales parece una obligación evidente de cualquier gobierno en una sociedad moderna, especialmente cuando la situación se desborda, como está ocurriendo a causa de la pandemia.

Hay quienes consideran que sería bueno que todos los habitantes de un país percibieran una renta básica y, de hecho, hay países que han realizado experiencias encaminadas a su implantación, desde Finlandia a Kenia, pasando por Alaska, Canadá, o Alemania. Ensayos no concluyentes, pero que trabajan en esa idea de que toda persona, por el hecho de nacer tiene derecho a unos ingresos básicos para vivir.

Hay mucho hablado y debatido sobre este tema, hasta el punto de que casi todos los países europeos y todas las comunidades autónomas españolas tienen programas de rentas mínimas, con el objetivo de conceder ayudas económicas y sociales que aseguren que las personas y familias sin ingresos puedan contar con unos recursos que les permitan atender sus necesidades básicas. Fue algo que los sindicatos arrancamos a los gobiernos autonómicos tras la famosa Huelga General del 14-D de 1988.

Parece lógico que, en estos momentos, para hacer frente a situaciones excepcionalmente duras se puedan poner en marcha medidas urgentes para taponar el desastre económico y social. Una de esas medidas podría haber sido armonizar, coordinar, reforzar los recursos que cada comunidad autónoma dedica a proteger a su ciudadanía contra la pobreza. Podrían haber unificado requisitos de acceso y establecido condiciones y cuantías mínimas para incorporar a nuevas personas golpeadas por los efectos de la pandemia.

No lo hicieron así y ahora tenemos dos prestaciones equiparables solapadas la una sobre la otra. El resultado previsible será que el gobierno de España terminará pagando menos de las necesarias, tarde y mal, mientras que algunas comunidades se van a quitar de en medio a un buen número de personas perceptoras, como ya hemos relatado que intenta hacer el gobierno de la Comunidad de Madrid.

Lo cierto es que ningún ciudadano, o ciudadana, tiene la culpa de la mala gestión de sus gobernantes, ni tiene por qué soportar sus ineficacias, los enfrentamientos entre administraciones, ni sus ineficiencias. Cuando alguien se equivoca, debería reconocerlo y apresurarse a corregir el error. No es frecuente en política y, aun menos en la política española, unas veces por soberbia, otras por ineptitud reiterada y en no pocas ocasiones porque todos los políticos temen dar sensación de debilidad.

Reconocer los errores es muy sano, corregirlos es lo justo, escuchar a las personas, sus necesidades y aplicarse a atenderlas es obligación para cualquier gobierno en cualquier nivel de competencia, del más pequeño municipio, al gobierno del Estado, pasando por la comunidad autónoma. Y si así no lo hicieren, que el pueblo se lo demande.

Fuente: https://nuevarevolucion.es/

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¿Por qué es necesaria la lucha obrera hoy? Reflexiones sobre la lucha sindical

Por: Jose Luid e Cima – Secretaría de Comunicación CNT

 ¿Los sindicatos siguen siendo herramientas de lucha de clases? ¿Qué evolución hemos visto en la última década? ¿Hay más conciencia de clase?

El tópico para reclamar la rabiosa actualidad de algún elemento de debate es decir hoy más que nunca. Sin embargo, en lo concerniente a la lucha obrera es importante entender que esa manera de referirse a ella se deja por el camino algunos matices importantes. Analizar ideológicamente y con cierto detalle el estado de las cosas es algo a lo que debemos dar la importancia que merece. No puede ser hoy más importante que nunca algo que no perdió nunca esa importancia.

En lo que concierne a la lucha obrera, las diferentes fases organizativas del capitalismo, contribuyeron a disfrazar el conflicto de clases con las condiciones de vida general de la clase trabajadora en un contexto de economía consumista en el llamado Estado del bienestar. Pero bajo ese Estado benefactor, hoy extinto, que proveía servicios sociales amplios a cambio de paz social, nunca dejaron de haber poseedores de medios de producción y distribución de bienes y servicios, por un lado, y personas que no tienen más  que su mano obra o su capacidad intelectual y la ponen en venta en el mercado laboral, por el otro. Obviamente, esto se expresa en 2020 de manera diferente que en 1840. Y al ritmo voraz de esta economía neoliberal, se expresa diferente hoy que en 1990, o incluso 2005. Pero no han dejado de haber clases sociales, diferenciadas por el puesto que ocupan en la organización de la economía. Lo que sí ha habido es una progresiva pérdida de cohesión en lo que antaño se llamó clase obrera, para ser hoy un conjunto que responde mejor a la etiqueta de clases trabajadoras. Sigue habiendo servidumbre y sigue habiendo vasallaje en el mundo del trabajo de las democracias liberales, pero con uniformes relucientes, dispositivos electrónicos de última generación y, en el mejor, de los casos salarios modestos.

Los poderosos no han perdido esa cohesión de clase. Y, además, se hayan en plena fase de contraataque después de su reacción ideológica de los 80 y 90 del s XX (la ola neoliberal que desde EEUU pasó a Reino Unido, y de ahí a los países erupeos). Concretamente están gestionando un periodo de transición de cambio tecnológico que está transformando casi, sin remedio, el sector servicios, que es el que hasta ahora empleaba a más personas.

Es importante la lucha obrera porque de ella dependen las condiciones de vida materiales de la mayor parte de la población, y de las materiales dependen las condiciones generales de vida. En el momento actual, tenemos un verdadero problema de desahucios, empobrecimiento generalizado y corrupción política rampante, inaudito en una sociedad supuestamente democrática.

Por eso, sigue siendo vigente dotarnos de una herramienta de organización, con perspectiva de clase, que es el Sindicato.

Para existir, es decir, para tener personalidad propia, un ente debe expresarse y actuar. Esa expresión y actuación tiene que darse necesariamente en algún  marco organizativo desde el que ser y autodefinirse. Para la clase obrera, ese marco organizativo siempre fue el Sindicato. No puede ser otro, debido a la peculiar posición en la economía que tenemos los trabajadores y trabajadoras. Dónde podemos ser fuertes (o débiles), donde podemos tener capacidad real, práctica y concreta de actuar, dónde podemos ser, es precisamente en las empresas. Esas empresas, tengan la forma y tamaño que tengan, resultan ser las células primordiales desde las que se mueve, existe y evoluciona el capitalismo. Estas empresas dan lugar una serie de poderes e intereses económicos de clase; concretamente los de la clase dominante (esa clase formada por los propietarios de los medios de producción y distribución). Esos poderes e intereses de una misma clase conforman una institución, el capitalismo, que en constante evolución, gestiona la economía para mantener su situación de privilegio y su capacidad de establecer las normas que más favorables sean a sus intereses de clase y hacerlas respetar. Pues bien, para los y las anarcosindicalistas, el Sindicato es esa contra-institución que en defensa de los intereses de la clase obrera, debe oponerse a la institución capitalismo. Los Sindicatos, agrupados bajo los principios del federalismo, son la institución propia de la clase trabajadora.

La evolución de la economía y de los propios sindicatos, no puede entenderse sin el gran pacto interclasista que se dio tras la segunda guerra mundial y que provocó la aparición del Estado del bienestar. En ese periodo, que llega más tarde y es más corto en España, los Sindicatos se acaban convirtiendo en meras gestorías de servicios y en reguladores del descontento. Pierden su papel de punta de lanza del progreso social, y se convierten en uno de los pilares fundamentales de la desactivación dela clase trabajadora como ente con personalidad propia. Paralelamente el triunfo cultural del capitalismo y el auge del pensamiento postmoderno acaban por disminuir la existencia de una conciencia de clase en el bando de las clases trabajadoras y la disuelven en un  mar de identidades e intereses individuales y coyunturales. Los trabajadores y trabajadoras dejan de considerarse tales y dejan de pensar a largo plazo. Exactamente al revés que las clases de dominantes que continúan plena y felizmente conscientes de sí mismas y de sus intereses a corto, medio y largo plazo. Esta situación se fue desequilibrando en favor de la clase dominante, hasta que desde 2007, a raíz de una profunda crisis sistémica, se procede al desmantelamiento de la economía tal y como la conocemos. Una clase trabajadora sin referentes sindicales coherentes (lo que en España se conoce como Sindicatos mayoritarios, todo el mundo tiene claro qué papel han cumplido en el desmantelamiento y el desarme ideológico de la clase trabajadora desde finales de los años 70 del s. XX hasta hoy), se ve reducida al papel de mero producto de usar y tirar en un entorno laboral precario, con unos métodos de control de la mano de obra de verdadera servidumbre medieval. Ha perdido su tradicional asidero psicológico, fuente de ideas y proyectos propios, creador de anhelos, que es la conciencia de clase.

Esta parálisis sindical no puede entenderse si no se analiza el papel que ha tenido el modelo sindical imperante. El choque de modelos que existe en España entre el modelo de representación unitaria y el modelo de representación sindical, no es una simple elección entre formas de funcionar. Someter la representación de los trabajadores y trabajadoras a un sistema electoralista (para elegir comités de empresa y delegados y delegadas de personal), que le quita el peso a los sindicatos como tales, supone asegurarse una despolitización total de la lucha sindical en las empresas, por un lado, y una permanente división de intereses entre pequeñas capillitas sindicales con intereses muy simples y estrechos. Y aquí, la apuesta decidida del anarcosindicalismo en España por el modelo de representación sindical supone, a nuestro entender, la única vía actual de revitalización del movimiento obrero. Cuarenta y dos años de trayectoria sindical bajo la hegemonía del modelo de representación unitaria demuestran por la vía de los hechos su naturaleza ineficaz y desmovilizadora. Los diversos intereses políticos en colisión en el contexto de la mal llamada transición española tuvieron como preocupación principal el desmontaje de cualquier atisbo de organización obrera que desde las empresas pudiera hacerse valer. Es desde esta premisa por la que tenemos que entender el impulso político y social y legislativo que tuvo (y tiene)  el modelo sindical de Comités de Empresa y Delegados y Delegadas de personal.

Y si es importante detenerse a valorar el impacto que tiene el modelo sindical a la hora de defender los intereses de la clase trabajadora, es por el lamentable espectáculo que podemos ver en la actualidad en plena pandemia, y que no es más que la consecuencia lógica de los cambios en el mercado laboral y en la economía en general que se fueron dando desde los años 90 del pasado siglo. Un modelo caducado, que no se adapta a la realidad física y económica de las empresas, que no ampara a las personas que trabajan en subcontratas, ni a las que lo hacen en la nueva economía, ni a las personas jóvenes que recién se incorporan al mercado laboral; un modelo que cada vez representa a menos personas; que no genera fuerza de movilización si no que vive la audiencia concedida que tiene en los despachos de la patronal y del gobierno de turno, que siempre divide a las plantillas por candidaturas por lo que no hace nunca frente común… un modelo, en definitiva, que no puede proyectar ideología ninguna y por lo tanto no puede servir para construir esa institución desde la que se exprese la personalidad propia de la clase trabajadora.

El proyecto sindical de la CNT, el anarcosindicalismo, en su vertiente ideológica más amplia, se basa en la preparación de las clases trabajadoras para poder asumir la gestión de los medios de producción y distribución bajo los principios del Comunismo Libertario. Y eso pasa, bajo nuestro ideario y contenido programático, por el desarrollo de la acción directa y la autogestión en las empresas, y el federalismo económico en la forma de organización como forma de construir una única Confederación de intereses. Esto solo es posible por una apuesta clara y decidida por el modelo de representación sindical en contraposición al de representación unitaria, como hemos venido haciendo desde la legalización de nuestra organización en 1977. Con nuestros aciertos y nuestros errores, pero con honestidad. Y en eso estamos.

Fuente e imagen: https://nuevarevolucion.es/por-que-es-necesaria-la-lucha-obrera-hoy-reflexiones-sobre-la-lucha-sindical/

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