Los alumnos ¿protagonistas de su aprendizaje?

Por: Pere Alzina Seguí

La frase “los alumnos son los protagonistas del aprendizaje” se ha viralizado. La pregunta es obvia: los currículums prescriptivos (los de la gran mayoría de países) que fijan cómo, cuándo, dónde y qué hay que aprender ¿cómo consiguen que los alumnos sean protagonistas de su aprendizaje?

Cuando un determinado eslogan es repetido y va desplegando su significado en multitud de contextos (actividades de formación, lecturas, preinscripciones curriculares, materiales, seminarios, congresos, conferencias…) pasa a formar parte de “nuestro” vocabulario sin el necesario tamiz crítico, argumentativo y analítico que caracteriza el razonamiento humano.

Han sido muchos los eslóganes que han calado: aprendizaje significativo y funcional, diseños competenciales, educación inclusiva, evaluación formativa… No niego el enorme potencial de estos conceptos, pero dudo de su aplicación en las aulas. La vida me ha dado la oportunidad de trabajar en todas las etapas educativas y me ha brindado un gran aprendizaje; un aprendizaje continuo y trepidante surgido del análisis sosegado de los discursos y la observación de las prácticas concretas como tutor de estudiantes en prácticas de Magisterio. Juntos hemos construido conocimiento: un conocimiento en continua reconstrucción, gracias a la reflexión, al contraste y al debate. Son muchas las personas que tendrían que aparecer en este artículo: estudiantes, tutores y tutoras de los centros de educación infantil y primaria, familias y, por supuesto, los denominados alumnos.

La frase “los alumnos son los protagonistas del aprendizaje” aparece donde quiera que miremos. Así, casi de repente, todas las propuestas didácticas, todas las metodologías innovadoras y todos los materiales curriculares han incorporado el concepto a pesar de que la mayoría de currículos son prescriptivos. Si alguien fija claramente lo que hay que aprender, cómo, cuándo y dónde ¿cómo consiguen que los alumnos sean los protagonistas del aprendizaje? ¿Es una broma o mi mente me la está jugando? Si son los auténticos protagonistas ¿no van construyendo su vida, alimentando sus sueños, imaginando nuevas realidades? ¿O simplemente son protagonistas de una obra de teatro, con guion preestablecido y papeles asignados (tú debes aprender, tú debes decir, tú no sirves para este papel, tú puedes fingir que…)?

Somos seres humanos dotados de intelecto, emociones, sentimientos, con capacidades increíbles; vivimos en un mundo incierto, con un presente y un futuro por escribir, con mucho por hacer y por mejorar. Un mundo heterogéneo, con grandes retos y desafíos pero con grandes esperanzas y con muchas ilusiones. Si nos concebimos así, si todos nuestros congéneres pueden gozar de estos derechos recogidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, ¿qué currículum debemos “representar” (repetir, recitar…)? Si la característica más humana y más deseada es la libertad ¿cómo conjugamos el ser protagonistas con adquirir unos determinados contenidos y “representar”, repetir o hacer aquello que nos dicen?

Puede parecer que las preguntas que planteo acabaran con el aclamado en otros tiempos laisser faire. Ni de lejos.

Adquirir el compromiso de ser el auténtico protagonista del aprendizaje supone contraer una enorme responsabilidad con uno mismo y con los demás. Siempre será más fácil no tener ninguna responsabilidad; sin responsabilidades no podemos equivocarnos; sin responsabilidades hay poco o nada que hacer; sin responsabilidades nunca sabremos a quién acudir, nunca encontraremos la persona indicada (la enorme telaraña de la burocracia es un buen ejemplo; nunca encontramos al “responsable” último).

Pero sin responsabilidades nunca podremos ser libres. Y una persona que no es libre es una persona enferma. Las personas hemos nacido para correr, gritar, saltar, llorar, reír, explorar, pensar, decidir… Ser libre implica tomar decisiones, ser responsable y saber explicarlas a la luz de argumentos y razonamientos comprensibles. Michael Mazzaniga, director del SAGE para el estudio de la mente afirma: “El cerebro es automático pero la persona es libre. Y por lo tanto responsable”.

Pero ser libres y responsables implica un amplio conjunto de habilidades éticas: la empatía, el altruismo, la confianza, el autocontrol y la capacidad de agradecer, de sentir y expresar agradecimiento, entre otras. Posiblemente este eslogan, como muchos otros, implica mucho más de lo que aparenta y si queremos realmente que deje de ser una simple frase, el trabajo que se nos presenta es inmenso. Inconmensurable, pero necesario. Y nada fácil. Olvidémonos de eslóganes y pongamos manos a la obra. Y reconozcamos el enorme esfuerzo que implica y aceptemos, humildemente, los errores que cometemos y que cometeremos; aceptemos nuestras limitaciones como humanos, nuestras virtudes y nuestras miserias… y mantengamos las brasas de la curiosidad, del descubrimiento, del deseo y de la emoción con las puertas y ventanas abiertas de par en par al conocimiento siempre cambiante, siempre sorprendente, siempre apasionante.

Las instituciones escolares y otras muchas instituciones, empresas y colectivos trabajan “de fuera para adentro”. Quieren inculcar, instruir o convencer al que no sabe. Legítimo si vivimos en libertad. Pero para sentirnos protagonistas de nuestro aprendizaje (en cualquier etapa de nuestra vida) debemos tener en cuenta otra alternativa: “de dentro a fuera”. Esto va más allá de metodologías. Implica un cambio de mentalidad. Si consideramos que todos disponemos de “algo” valioso dentro (ideas, teorías, preconcepciones, sentimientos, emociones, vivencias, experiencias…) conseguimos tres hitos importantes:

  • Reconocemos que todos podemos aportar algo valioso.
  • Reconocemos la dignidad; la dignidad nos hace sentirnos seres humanos, libres y respetuosos con los principios éticos que rigen nuestra convivencia.
  • Reconocemos que, mediante la educación, podemos ir mejorando lo que somos y adquirir, descubrir, crear y recrear el inmenso conocimiento acumulado. Y a la vez, construir conjuntamente, un profundo sentimiento de humildad ante la inmensidad del universo y ante todos los retos que se nos plantean día a día.

Si compartimos nuestros conocimientos, intuiciones, teorías, sentimientos, deseos, emociones, proyectos, ilusiones la “escuela”, la educación adquiere pleno sentido:

Solo con la educación es posible alcanzar una conducta humana digna y doblegar las conductas indignas, aquellas que vejan, violan, desprecian a cualquier otro ser humano por el color de piel, la conformación anatómica de su cuerpo, sus creencias, su cultura, su edad, su sexo, discapacidad o condición social.

Habilitemos espacios y tiempos para el diálogo, la conversación, la discusión guiada… para poner sobre la mesa sus intuiciones, teorías, sentimientos, emociones y, mediante una constante actitud interrogativa (profundamente respetuosa), reconstruyamos el conocimiento, replanteémonos aquello que pensábamos, aquello sobre lo cual teníamos certezas, aquello que hacemos por inercia (¡siempre ha sido igual!). Esta discusión guiada debe llevarnos a reflexionar sobre qué aprendemos, sobre cómo aprendemos, sobre cómo podemos saber lo que hemos aprendido…

Solo podemos sentirnos protagonistas del aprendizaje si vivimos en libertad, nos consideramos dignos y sabemos reflexionar sobre cómo aprendemos y cómo enseñamos. Reflexionar aprendiendo enseñando y enseñando aprendiendo. Concretemos.

  • Barreras, normas y limitaciones. Se habla de barreras arquitectónicas para personas con diversidad funcional. Hablemos entonces de barreras. Las aulas cerradas, en grandes edificios vallados aislados del entorno con grupos de niños y niñas organizados por edades cronológicas (o por otras características personales más sutiles) limitan e incluso impiden su participación activa, global, heterogénea, creativa y multidimensional. Si nuestra mente aprende siempre, ¿cómo limitar determinados aprendizajes a determinados espacios cerrados? Educar es transformar, actuar, mejorar… con barreras no puede educarse. Trasformar los espacios en los que vivimos mejorará, sin duda, el bienestar de todos.
  • Cuando alguien (o algún grupo) no confía en sus congéneres edita normas, dicta órdenes, impone sanciones, limita movimientos… Cuanto más normativizado y vallado más seguridad y más garantías, dicen. ¿Seguridad y garantías para quién? Sabemos que la confianza es esencial en todas las relaciones humanas positivas. Y debemos fomentarlas. ¿Por qué? Porque está en la base de nuestra humanidad: la oxitocina, en nuestro cerebro, fomenta la confianza entre los seres humanos. Y cada día, cada hora, cada minuto se producen en el mundo millones de intercambios basados en la confianza. ¿Por qué oscuro motivo algunos nos quieren hacer creer que hay que desconfiar? Algo ganan con ello. Y no es precisamente placer o felicidad.
  • Que los estudiantes sean realmente protagonistas de su aprendizaje no implica que hagan lo que quieran, que estén votando continuamente, que determinados proyectos se eternicen y se enquisten en un cúmulo de preguntas simples inacabables (¿cómo es por fuera? ¿Cómo es por dentro?…). O lanzarse a un viaje sin rumbo iniciando un proyecto sobre los animales y acabar describiendo toda la clasificación de seres vivientes, dejando claro dos conceptos trabajados de forma repetitiva a lo largo de décadas: los vertebrados y los invertebrados. Los educadores deben tener claros grandes ejes organizadores que deben permitir encajar las explicaciones científicas con las preocupaciones, intereses y motivaciones de los estudiantes. Sin estos ejes podemos instruir pero no educar. Sin estos ejes no conseguiremos personas más libres, más dignas, más respetuosas, más confiadas, más curiosas. Uno de estos ejes es especialmente relevante: los contenidos que trabajamos deben relacionarse sólidamente (aprender es relacionar) e incluir los procedimientos, las estrategias, las habilidades de razonamiento, los sentimientos y las emociones. Mantener la curiosidad (inicio de toda explicación científica) exige disponer de múltiples recursos y estrategias. ¿Por qué entonces intentar trabajarlas por separado? Ahora toca clase de emociones; ahora comprensión lectora, después razonamiento lógico… Trabajar así fracciona las mentes; las parcela y, por lo tanto, impide que los estudiantes se impliquen (que sean partícipes y protagonistas de su aprendizaje) en su totalidad biológica y cultural buscando explicaciones al funcionamiento del fascinante mundo en el que vivimos.
  • Para ser protagonistas de nuestro aprendizaje debemos reflexionar sobre algunos aspectos centrales en los procesos de enseñar y aprender. Y debemos fijar estos aspectos conjuntamente, siempre desde la flexibilidad y dispuestos a cambiar si no nos satisface:
    • Debemos fijar aquello que queremos conseguir; debemos poder imaginarnos un final, un producto, un conocimiento, un hecho, una ilusión, un deseo… Previsualizar lo que queremos conseguir nos orientará en un proceso que debe ser abierto, creativo y, por qué no, incierto.
    • Debemos pensar en las estrategias, razonamientos, conocimientos, procedimientos, herramientas… que necesitaremos para conseguir lo que nos hemos fijado.
    • También hemos de plantearnos algunos indicadores consensuados que nos guíen a lo largo del proceso; unos indicadores que nos permitan saber, por nosotros mismos, si vamos en la dirección correcta para conseguir lo que hemos previsualizado inicialmente.
    • Debemos compartir lo que hemos conseguido (un nuevo conocimiento, un producto, un hecho, un cambio substancial…) y saber explicarlo para someterlo al escrutinio de la discusión, del contraste y del debate público.
    • Y, finalmente, debemos saber reflexionar, repensar y revisar el proceso seguido para introducir los cambios que nos permitan mejorar.

No es fácil. Pero es fascinante la aventura. En el fondo nos jugamos mucho: el bienestar de toda la humanidad. Es alcanzable. Las personas humildes y anónimas somos los auténticos protagonistas de la historia. Sin nosotros no habría historia.

Nuestro potencial es casi ilimitado. Nuestra curiosidad insaciable. Nuestros deseos de vivir en paz son universales. Nuestra capacidad de crear sorprendente. Está en juego nuestra libertad y nuestra dignidad.

Si nos sentimos protagonistas de nuestro aprendizaje nadie será capaz de poner un punto final. La historia acaba de comenzar. Escribámosla.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/05/16/los-alumnos-protagonistas-de-su-aprendizaje/

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Innovación para el cambio en la educación universitaria

Por: Pere Alzina Seguí 

La reflexión sobre la práctica no es lo más importante; lo más importante es concienciarse del cambio personal que implican los procesos de innovación.

Los procesos de innovación educativa se van generalizando. Nunca como ahora se había hablado tanto de innovación. Y esto es una muy buena noticia. Ahora bien, las innovaciones deben consolidarse, deben evaluarse y deben adaptarse a las nuevas y cambiantes necesidades que surgen día a día en una sociedad incierta y abierta. Este proceso de consolidación tiene que ir relacionado  con una investigación de cualidad próxima a las necesidades de los centros educativos. La colaboración entre la universidad y los centros es un elemento clave para garantizar el éxito de los cambios a medio y largo plazo.

Por lo tanto necesitamos con urgencia una formación inicial de los futuros maestros de educación infantil, primaria y secundaria innovadora y transformadora. Necesitamos una formación que analice la práctica a partir de la reflexión y, para conseguirlo, necesitamos que las universidades trabajen en las escuelas e institutos, de manera próxima y humilde, para dar salida a los retos mundiales que tenemos planteados. Se imponen nuevas maneras de hacer en la formación inicial del profesorado. El modelo transmisivo ya no tiene sentido en una sociedad en la que la información está al alcance de cualquiera. Ahora, lo que necesitamos son criterios, argumentos, guías y consejos para analizar profundamente las informaciones y transformarlas en conocimiento. Este es el gran reto de la formación inicial del profesorado, y necesitamos que este cambio tenga lugar lo más rápidamente posible.

Necesitamos reconocernos como generadores de nuevos conocimientos; todos, estudiantes, profesorado, familias… Todos poseemos conocimientos y podemos aportar algo de original, aportaciones constructivas y elementos que nos mejoren como personas. Considerarnos como productores de conocimientos es una premisa fundamental para reorientar los procesos formativos. La interactividad es una condición básica en estos procesos formativos y reflexivos.

Pero la reflexión sobre la práctica no es lo más importante; lo más importante es concienciarse del cambio personal que implican los procesos de innovación. Sin una toma de conciencia de los procesos de cambio personal, las innovaciones pueden quedar en cambios superficiales que poco afectan a las personas que se forman. Los procesos de cambio deben implicar el reconocimiento de las personas, la comprensión de las complejas realidades de todos y cada uno de los individuos que forman un colectivo determinado (por ejemplo una aula de clase).

Debemos entender que la misión de la enseñanza es transmitir y también ir transformando una cultura que nos permita entender nuestra condición y nos ayude a convivir. La educación debe formar ciudadanos conscientes, responsables y comprometidos éticamente con su realidad social. Estas realidades sociales son únicas y diversas pero se encuentran en el marco de una humanidad única (de una especie que habita un planeta del que todos somos ciudadanos); diversidad y unidad son dos perspectivas inseparables la educación. La educación debe incidir en el destino individual, social y global de todo ser humano.

La formación reflexiva debe educar la razón para conseguir una  mejora personal y social. Éste compromiso ético es fundamental; la educación debe mejorar el bienestar de las personas y nos ha de mejorar como personas. Por estos motivos defendemos una formación transformadora, reflexiva, consciente, responsable y comprometida.

La formación reflexiva implica enseñar a dudar, desindentificarse, desaprender, perder, eliminar, evaporar conceptos, liberar la mente, ser más humilde y tomar consciencia. Debemos reducir el egocentrismo que nos envuelve y tiñe muchos discursos y oscurece prácticas.

Existen modalidades formativas no demandadas (temas implícitos, que debemos aprender a leer y a explicitar): la educación para el autoconocimiento, para la complejidad de la consciencia, para la duda, para la autocrítica y la rectificación, para la madurez personal, para la no dependencia y por el cultivo del pensamiento propio, para la convergencia, la cooperación y la universalidad, para un lenguaje universal, para la sabiduría, para la evolución de la humanidad… Debemos entender la ciencia como un proceso universal y relativo en evolución constante que ha cambiado y que evolucionará en conocimiento y coherencia conjuntamente con quienes la desarrollamos; la ciencia nos abre puertas, nos aporta explicaciones y nos abre nuevos interrogantes; la ciencia nos ayuda a interrogar la incertidumbre, nos demuestra la humildad de nuestra existencia en el universo infinito y nos ayuda a mejorar nuestro bienestar si sabemos aplicar los principios éticos a  los avances científicos. No todo vale. Para llegar a estas conclusiones necesitamos formadores comprometidos con la complejidad, comprometidos con la mejora del bienestar de millones de personas en situación de pobreza, comprometidos en la mejora del mundo que nos acoge.

Por estos motivos las aulas donde se forman los futuros maestros deben convertirse en espacios de interrogación reflexiva, en espacios donde compartir conocimientos, en espacios donde revivir experiencias que nos puedan enriquecer a todos, trabajando cooperativamente y teniendo como objetivo final la mejora de las condiciones de vida de los sectores más desfavorecidos. Necesitamos un enfoque reflexivo sobre la práctica que:

  • Sepa analizar el transcurso y el significado de las acciones en la propia aula y en las aulas de  los centros educativos.
  • Sepa identificar procesos y resultados; sepa leer más allá de lo que somos capaces de observar a través de los sentidos; necesitamos profundizar en los sentimientos y las emociones de las personas y saber interpretar. Algunos de estos momentos son mágicos, la cara se nos llena de alegría y nos sentimos profundamente realizados; son momentos que suceden en las aulas cuando un niño nos dice: ven, quédate conmigo, ¿me ayudas? No quiero que te vayas.  Cuando pasa esto a los estudiantes de magisterio, su corazón late más deprisa y se quedan ligados de pies y manos a aquel niño o niña, seducidos por su espontaneidad. A partir de aquí, su formación puede dar un vuelco, posiblemente definitivo.
  • Sepa, también, identificar las limitaciones y los  costes de la acción: ¿valdrá la pena? ¿Es la acción más acorde con la situación planteada? ¿Debo intervenir ahora o dejo pasar un rato? Debemos aprender a actuar y también a esperar, a no actuar, dejando que los niños resuelvan sus conflictos con sus propias herramientas. No podemos estresarles. Debemos confiar en ellos.
  • Sepa evaluar el que se ha programado y lo que ha sucedidodesde las fortalezas (o certezas), desde las debilidades y desde las propuestas de mejora. Los procesos de valoración y evaluación son determinantes para conocer el alcance de nuestra actuación pero también para conocer y sorprendernos de las capacidades de los niños y niñas.
  • Finalmente, éste enfoque reflexivo nos llevará a poner en práctica mejoras contrastadas con evidencias empíricas, fruto del análisis cooperativo y fruto de la reflexión conjunta.

Para conseguir esta formación inicial transformadora necesitamos profesores universitarios reflexivos, que han de formar parte de comunidades de aprendizaje más amplias que entiendan su práctica como praxis reflexiva o diálogo continuo entre práctica y teoría. Este profesorado debe socializar conocimientos y contrastarlos, mientras se va enriqueciendo personal y profesionalmente.

El profesor universitario debe ser competente, crítico, coherente, sólidamente formado, colaborativo y activo en investigación próxima a las necesidades de los centros. Debe saber vivir en dialogo cooperativo permanente con sus compañeros y con otros investigadores y compartir los resultados de su diálogo con su comunidad de aprendizaje. Debe saberse distanciar de su propia práctica y algún compañero puede ayudarle a tomar conciencia de elementos clave que uno mismo puede pasar por alto y, en cambio, pueden llegar a ser muy relevantes.

Como investigador debe pretender mejorar su práctica e investigar para innovar, percibiéndose permanentemente en formación. Debe saber construirse como investigador des de su práctica docente mediante la indagación sistemática y autocrítica fundamentada en la curiosidad y el deseo de comprenderla y mejorarla.

Pero la reflexión sobre la práctica puede no ser suficiente para transformar; debemos llegar a una transformación de la comprensión sobre lo que hacemos y adquirir consciencia del cambio: el nuevo paradigma de desarrollo personal se basa en analizar cómo piensan los docentes sobre su trabajo, desplazando el acento desde lo que los profesores hacen a lo que  saben, a sus fuentes de conocimiento y a cómo estas afectan a su trabajo en las aulas. Hablaríamos de un trabajo metacognitivo.

Desde estos planteamientos dibujamos un profesor universitario consciente, orientado a la evolución y mejora personal, orientado a servir de guía y de modelo a los estudiantes y comprometido en la mejora del bienestar de su comunidad:

  • Un profesor mejor preparado y competente, menos orientado por la presión de publicar en revistas de impacto que marcan un modelo de investigación, que puede no ser el más conveniente en educación.
  • Un profesorado capaz de investigar sobre su propia enseñanza en el marco de un equipo o comunidad de aprendizaje; orientado a una investigación más cualitativa que cuantitativa.
  • Un profesorado capaz de innovar y de participar en proyectos de innovación educativa en su contexto.
  • Un profesorado consciente de sí mismo, de su profesión, de su enseñanza y de su compromiso con la comunidad.
  • Un profesorado capaz de eliminar su propio egocentrismo (muchas veces implícito e inconsciente), de equipo e institucional. Que sepa profundizar en su autoconocimiento e integrar su propio ser en su profesión.
  • Un profesorado con mayor madurez profesional (síntesis de madurez personal y desarrollo profesional).

A modo de síntesis, necesitamos profesores reflexivos capaces de autoconocerse, capaces de investigar cooperativamente, capaces de renovase pedagógicamente desde la madurez profesional.

La formación reflexiva debe permitir dotarnos de los medios para saber contextualizar, globalizar y establecer relaciones entre los conocimientos; la formación reflexiva debe permitir tomar consciencia de nuestra responsabilidad y de nuestro compromiso de mejora del bienestar general.

Estos cambios son necesarios si desde la universidad queremos avanzarnos a los cambios que se están dando en nuestros centros educativos.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/07/04/innovacion-para-el-cambio-en-la-educacion-universitaria/

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